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viernes, 22 de noviembre de 2019

El eterno retorno... del peronismo… @dealgunamanera...

El eterno retorno... del peronismo… 


El peronismo logró vencer a la coalición Juntos por el Cambio y frustrar la reelección de Mauricio Macri. El fracaso económico del gobierno y la reunificación del peronismo explican el retorno de este último al poder más rápido de lo que hasta hace poco se esperaba.

© Escrito por María Esperanza Casullo el domingo 27/10/2019 y publicado por Nueva Sociedad de la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

El domingo 27 de octubre, Argentina se dio nuevo gobierno. Lo hizo mediante un acto eleccionario en el cual el país asistió a varias novedades: por primera vez en su historia nacional, fue derrotado un presidente en funciones que buscaba su reelección; por primera vez desde la recuperación de la democracia en 1983, un presidente no peronista logró llegar a las elecciones luego de cuatro años de mandato con posibilidades de ser reelegido; por primera vez un ex-presidente (en este caso, ex-presidenta) va a asumir como vicepresidente de la nación; por primera vez, asumirá un presidente que no ha pasado por ninguna función ejecutiva o electiva previa. También será la primera vez que el peronismo llegue al poder derrotando a un presidente en ejercicio (en 1989, Raúl Alfonsín no era candidato; en 2003, Néstor Kirchner no compitió contra Fernando de la Rúa, quien había renunciado dos años antes). Con la asunción del nuevo gobierno, el próximo 10 de diciembre, Argentina llegará a 36 años de estabilidad democrática, no solo con elecciones libres sino con alternancia en el poder.
Pero comencemos por el principio: ¿cómo puede explicarse que Mauricio Macri haya logrado lo que solo otros dos presidentes latinoamericanos pudieron antes, vale decir, ser derrotado en su intento reeleccionista?
En enero de 2016 publiqué un artículo en Nueva Sociedad titulado «El gobierno de Mauricio Macri: entre lo nuevo y lo viejo», en el que intentaba sistematizar las dimensiones con las cuales evaluar la gestión del entonces nuevo gobierno. Argumentaba que Cambiemos (la coalición integrada por Propuesta Republicana, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica) había llegado al gobierno con algunas promesas sustantivas que habían concitado apoyo en la población, entre ellas, la reducción de la inflación, una mayor liberalización económica (sobre todo, la posibilidad de comprar dólares y de acceder a bienes de consumo limitados por el «estatismo» kirchnerista) y, en especial, la perspectiva de derrotar políticamente, y de manera definitiva, al kirchnerismo (una popular consigna antikirchnerista era «No vuelven más»). De estas tres cuestiones dependería su éxito o fracaso.
Es evidente que el resultado adverso en las urnas del domingo 27 de octubre solo puede explicarse como resultado de haber incumplido totalmente las dos primeras promesas. No obstante, la resiliencia política de Cambiemos hacia el futuro se explica a partir del éxito (parcial) en el cumplimiento de la tercera.
Resulta tal vez redundante, pero necesario, recentrar el análisis de la derrota de Juntos por el Cambio (el nuevo nombre de Cambiemos) en su gestión de gobierno, ya que aquí se cifra la causa principal. El gobierno de Macri no solo no disminuyó la inflación (aunque en la campaña había dicho que eso era «muy fácil»), sino que la aumentó (el gobierno kirchnerista se retiró con una inflación de alrededor de 25% anual; la última medición del Instituto Nacional de Estadística y Censos antes de las elecciones alcanzó un 6% mensual). No llovieron las inversiones privadas, como había prometido el gobierno market-friendly, y la gestión económica macrista disminuyó las posibilidades de consumo de la mayoría de la población.
En un país en el que el acceso al consumo es una demanda prácticamente universal, no solamente los bienes de primera necesidad y suntuarios resultaron más caros en términos reales sino que su oferta se empobreció: menos variedad de marcas y de productos en los supermercados y nula apertura a las marcas aspiracionales globalizadas que sus votantes buscaban. No solo no se instaló en Argentina un Apple Store, ni vinieron H&M o Forever 21, sino que de repente se volvió difícil para grupos sociales enteros comprar queso o lácteos. A punto que tal que Cristina Fernández de Kirchner ironizó: «Estos son malos capitalistas, conmigo sí había capitalismo (...) que no me jodan más con lo del capitalismo».
Si bien en algunos sectores aumentó la oferta de servicios (por ejemplo, en el mercado de transporte aéreo, con el ingreso de las llamadas low cost), cabe señalar que el gobierno de Macri fue mucho más «proempresas» que «promercado», para utilizar la útil clasificación de James Bowen. La concentración empresarial en los sectores de servicios públicos, bancario, de telefonía celular y de medios de comunicación fue una constante. El deterioro de las condiciones de vida de las mayorías (que incluyó la caída de cuatro millones de personas bajo la línea de pobreza y el crecimiento de la pobreza hasta alcanzar al 35% de la población) no condujo al «círculo virtuoso» en el cual un menor salario real dinamizaría la demanda de empleo, que se suponía frenada por el alto costo laboral argentino.
En síntesis: Argentina cerrará este ciclo de gobierno con una caída del PIB proyectada para este año de 3,1%. Finalmente, y casi como una cruel ironía, Macri terminó su mandato reinstalando controles de cambios: la posibilidad de ahorrar en la moneda estadounidense fue la demanda que había unificado a sus votantes desde que el gobierno de Fernández de Kirchner implementó el llamado «cepo» en 2012. El cepo actual es aún más restrictivo que el de entonces: solo se pueden comprar 200 dólares mensuales por persona.
No puede resultar sorprendente, por lo tanto, que el núcleo del voto del peronismo hayan sido las zonas geográficas de Argentina más impactadas por el deterioro productivo y socioeconómico de estos cuatro años. La victoria de Alberto Fernández, cuya candidatura permitió reunificar al peronismo, se construyó con los votos de las zonas industriales y populosas del Conurbano bonaerense (profundamente afectadas por la caída del empleo) y las provincias del sur y el norte del país. La Patagonia, en particular, resultó adversa para el macrismo, que una y otra vez la consideró una región de privilegios indebidos, por ejemplo, por recibir subsidios a las tarifas de gas y electricidad. Tampoco resulta sorprendente que el núcleo del voto de Juntos por el Cambio se haya distribuido en espejo: las zonas agrícola-ganaderas del centro pampeano del país fueron, son y seguramente serán el corazón del proyecto político del macrismo en la oposición.
Pero el macrismo no sólo no pudo entregar buenos resultados macroeconómicos: resultó llamativo durante estos cuatro años su desapego (que bordeó en la displicencia) hacia la gestión del Estado. El gobierno de Cambiemos no tuvo prácticamente políticas insignia novedosas ni dejará tampoco leyes reformadoras de gran relevancia. En salud, educación, tecnología y política social, su gestión fue o bien la clausura de políticas enteras, o bien una continuidad desganada del statu quo anterior, cualquiera fuese este. No hubo reformas de fuste o creación de nuevas capacidades estatales en prácticamente ningún área. La inversión en infraestructura de transporte, vivienda y saneamiento ambiental fue módica. Por momentos pareció como si el gobierno de Macri hubiese estado auténticamente convencido de que el único y fundamental deber de su gobierno era retirar al Estado lo más posible, con la convicción de que desaparecido este obstáculo, las fuerzas del mercado desarrollarían autónomamente el país. Se abrió el debate del aborto pero no se aprobó y, en la campaña, el oficialismo hizo un giro «provida».
Queda aún la tercera promesa de Macri: derrotar definitivamente y para siempre al kirchnerismo (primero) y al peronismo (luego de 2017), con la paradoja de que Macri buscó un candidato a vicepresidente peronista (antikirchnerista), Miguel Ángel Pichetto, y que varias provincias «amarillas», como Córdoba o Santa Fe, donde ganó Macri, tienen también gobernadores peronistas. En esta meta podemos encontrar (paradójicamente, ya que fue derrotado por el revitalizado adversario peronista) los mayores éxitos del macrismo.
Juntos por el Cambio alcanzó 40% de los votos en unas elecciones disputadas en medio de una grave crisis económica porque la coalición respondió con mucha claridad a la pregunta de a quién representaba: a los y las votantes cuya primera prioridad ideológica es enfrentarse, de plano y definitivamente, con el peronismo, con votantes peronistas a los que imaginan radicalmente distintos de ellos mismos, y con la dimensión plebeya, contestataria y popular que el peronismo (tanto en sus versiones neoliberal durante la década de 1990 como nacional-popular durante el kirchnerismo) no tiene empacho en traer a la arena política.
El giro hacia el antiperonismo puro y duro se reforzó en el último mes antes de las elecciones, durante el cual Macri llevó adelante una larga gira por todo el país bautizada «Sí se puede». En ella inauguró una fase de «liderazgo carismático» (que incluyó, por ejemplo, besar el pie descalzo de una seguidora sobre el escenario) que pocos anticipaban, pero que fue eficiente en movilizar a su base más fiel. Si bien la coalición Juntos por el Cambio fue derrotada, conservó una buena porción de votos, ganó en las provincias agroganaderas del país (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos), en San Luis y la Ciudad de Buenos Aires, y se aseguró un bloque muy nutrido en el Congreso. No es poca cosa. El precio, sin embargo, fue la consolidación de un discurso con ribetes clasistas –e incluso racistas–, cuyo desenvolvimiento en la esfera pública habrá de ser monitoreado.
Lo que viene es una incógnita, ya que hay pocos elementos del pasado con los cuales establecer comparaciones o analogías, y el peronismo siempre se reinventa a sí mismo. Como en los últimos años, la economía será el principal desafío del nuevo gobierno: la deuda externa, asumida en su totalidad por el gobierno de Macri, deberá ser renegociada. Alberto Fernández deberá negociar con los actores económicos y sociales del país a fin de que todos acepten perder algo: los acreedores deberán resignar ganancias, los sectores agroexportadores tal vez deberán pagar más impuestos y las bases sociales del peronismo deberán tal vez aceptar que la mejoría en su calidad de vida y sus ingresos no será todo lo rápida que ellos se imaginan hoy.
Además, ambos bloques deberán maniobrar en una situación en la cual las diferencias ideológicas entre los votantes –en las elecciones más polarizadas desde 1983– parecen haberse solidificado de manera abierta, al aire libre, en el reino de lo dicho y no de lo insinuado. Lo esperable no es la desaparición de los antagonismos políticos (no es esa la «cultura» argentina) pero sí, al menos, su canalización en los espacios del Congreso y la negociación sectorial institucionalizada. También es una incógnita cómo funcionará la encarnación actual del peronismo, de la cual el kirchnerismo es una parte fundamental pero no la conductora, y Fernández de Kirchner fungirá, de manera inédita, como vicepresidenta (tal vez valga la pena recordar que el peronismo en el poder hasta ahora se ha verticalizado siempre bajo la figura de la autoridad presidencial). 
Por el momento, vale la pena señalar que, en una región que está en este momento sumida en serias turbulencias políticas, Argentina vivió una elección presidencial en la que dos visiones de país distintas –una de centroizquierda y otra de centroderecha– se enfrentaron pacíficamente.

Esta elección libre no es poca cosa: al ejercerla, la sociedad argentina decidió que un gobierno que teóricamente venía a hegemonizar la política nacional por cien años durará sólo cuatro.


domingo, 31 de marzo de 2019

Aguante el optimismo… @dealgunamanera...

Aguante el optimismo…


Macri pide esfuerzo, Peña arma el credo y Vidal advierte y teme. Viejos pleitos.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 30/03/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Las encuestas con números de victoria que, en modo desafiante, Marcos Peña solía enrostrarle a cuanto circunstancial interlocutor encontraba, ya forman parte del pasado. Hoy en día, ninguna encuesta presagia un triunfo del Gobierno. Las encuestas que se conocen –y también las que no se hacen públicas– la ubican por delante a Cristina Fernández de Kirchner. A muchos sorprenderá esta vigencia de la ex presidenta. A nadie debería sorprender, en cambio, la caída imparable de la imagen y de las chances electorales de Mauricio Macri, a quien se lo ve desbordado por la situación.

El “le pido a la gente que aguante” que lanzó hace unos días pareció más que una consigna, una apelación dramática a la gente que lo votó. No entiende que es muy difícil que pueda aguantar aquel a quien le falta el plato de comida diaria para sí y para su familia. El 32,9% de pobreza que dio a conocer el Indec el jueves pasado fue y es una cachetada, interpelante primero para el Gobierno y después para toda la clase dirigente política, empresarial y sindical. En este aspecto, Macri fracasó rotundamente. “Quiero que me juzguen por lo que hice con la pobreza” –supo decir al comienzo de su gestión–. En cumplimiento de esa consigna, es de estricta verdad afirmar que el Presidente fracasó, como también fracasó la ex presidenta a lo largo de sus ocho años de gestión. Y no es aventurado que fracasarán los que vengan después del 10 de diciembre próximo –sea Macri, CFK o quienquiera– si no se logran acuerdos políticos concretos.

Acuerdos y desacuerdos. Las dirigencias argentinas deberían estudiar en profundidad el contexto del pacto de la Moncloa que consolidó la democracia en España. Ese pacto no nació de un enunciado de corrección política académicamente aceptado por las dirigencias. Ese pacto surgió de una extrema necesidad a la que había llevado una crisis económica profunda. Y ahí todos comprendieron que sin acuerdos básicos, y sin una voluntad firme de cumplirlos por parte de todos los signatarios, el futuro de España era tan ruinoso como lo había sido el pasado franquista que había dejado atrás. Todos cumplieron su parte y respetaron su compromiso y España despegó. Nadie de los que ha ejercido el poder en la Argentina democrática renacida en 1983 se preocupó por aprender esa lección. Las dos excepciones fueron Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde.

Vidal mide bien en Provincia, pero a nivel nacional tracciona lo mismo que Macri.

María Eugenia Vidal sigue disgustada con el Presidente y su entorno. Por si alguien no lo sabe, el entorno presidencial es Peña, cuya exposición del miércoles en el Senado dejó a más de uno boquiabierto. Se entiende: en muchos tramos de su presentación  habló de un país que, claramente, nada tenía que ver con la Argentina de hoy.

La gobernadora de la provincia de Buenos Aires acaba de producir un hecho que marca distancia con el Presidente: el acuerdo con los docentes. Los que conocen en detalle la trama de las negociaciones del año pasado con los docentes, señalan coincidentemente que Vidal tenía el dinero para satisfacer las demandas de los gremios. Fue su decisión de no desairar a Macri, que a los cuatro vientos ponía límites a las negociaciones paritarias con los docentes, lo que impidió ofrecerles ese algo más, que hubiese permitido bajar la conflictividad a niveles mínimos.

Vidal está también enojada por el escandaloso hecho de ser espiada por la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Quien está a cago de ese organismo es Gustavo Arribas, alguien que es muy cercano al Presidente. Hubo una reunión a puertas cerradas que tuvo Mauricio Macri con Larreta y María Eugenia Vidal cuando surgió el tema del espionaje. No pueden ser socios estratégicos y espiarse mutuamente. Eso puso un manto de duda en la relación Provincia-Nación, hecho que no hace más que incentivar las ya diferencias importantes que tenían con Marcos Peña y Macri en el manejo económico. En la provincia de Buenos Aires son más acuerdistas. Por eso, avanzaron con la paritaria docente, tratando de mostrar un modelo de gestión diferente y en lo político también, ya que la relación con los radicales es más razonable.

En el retiro espiritual con su equipo de este fin de semana abundó la preocupación. La derrota es una posibilidad que cada día toma más cuerpo.

La semana estuvo atravesada por rumores de cambio de nombres en el gabinete. El Gobierno carece de figuras de prestigio y peso políticos en el área económica. Macri lo hizo. En las redes abundan los comentarios despectivos de funcionarios del Gobierno hacia Nicolás Dujovne y Guido Sandleris.

Cálculos. La usina del desdoblamiento vuelve a salir desde La Plata, en realidad Macri no quiere dejar la Presidencia, porque él no quiere dejar el lugar. Hay una preencuesta de Isonomía que está midiendo Macri-Vidal y da prácticamente igual Macri en Nación- Vidal en la gobernación, porque Vidal no mide bien a nivel nacional, mide muy bien en la Provincia, pero a nivel nacional tracciona lo mismo Macri presidente-Vidal gobernadora.

El Gobierno sigue embretado en la lucha con el dólar, tanto el riesgo político como el riesgo propio del sistema financiero argentino –cuando el Banco Central es el principal deudor de todo el sistema bancario argentino–, no hace otras cosa que agregarle más riesgo a los problemas que ya tiene la Argentina.

Cambiemos está pasando por su peor momento, no tienen conducción de la crisis, están corriendo detrás del dólar en lugar de plantear una agenda política de conducción y generación de expectativas. Cayeron en la trampa de dólar-tasa-tasa-dólar y la conducción debería estar más allá de esta coyuntura fatal.

El Gobierno ofrece un futuro de sangre, sudor y lágrimas. Es lo que Sir Winston Churchill le prometió a sus conciudadanos en las horas difíciles de la guerra. Y el pueblo lo votó. No parecería estar ocurriendo eso con Macri hoy en día.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.




domingo, 24 de marzo de 2019

Carlos Melconian: “Esto es insostenible después de diciembre”… @dealgunamanera...


Melconian: "El despelote no es ahora, es el que va a tener el que gane en diciembre”…


Fotografía: Archivo Diario Página/12

"Este plan es incontinuable, hay que recalibrar y lograr acuerdo político", aseguró. Defendió tarifazos, habló de Lavagna y de inflación: "Pobre del que crea que un apellido va a arreglar esto", sentenció.

© Escrito por H.B. el sábado 23/03/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

"Hay que mirar para adelante para no cometer los mismos errores", empezó diciendo esta mañana el ex titular del Banco Nación Carlos Melconian en una larga nota que concedió a Sábado Tempranísimo, el programa que conduce Marcelo Bonelli por Mitre. Destacó en varias ocasiones que hay cosas que no dice "porque vengo de Valentín Alsina y tengo códigos",  pero en la charla el economista abundó en definiciones filosas sobre la difícil coyuntura actual, y cuando le preguntaron "si estaba preocupado" fue explícito:  "Muchas cosas que pasan por la campaña, la política es así, pero el despelote no es ahora, el despelote es el que va a encontrar el que gane el 10 de diciembre, ese es el despelote, porque este plan es incontinuable después del 10 de diciembre". Sobre inflación consideró que "marzo va a tener la misma tónica de este primer trimestre, va a estar cerca de 4%”.

Melconian reiteró la necesidad de que luego de diciembre "se alcancen acuerdos políticos para gobernar, porque vos podés decir quiero hacer esto y no podés, te lo frenan, te emputecen todo, sin acuerdo esto no lo arregla una persona, ningún candidato... Después en campaña por supuesto te van a decir esto o aquello, la política es así..."

"Queda mucha tarea por delante, yo estoy preocupado por el 10 de diciembre pero ahora espero que la campaña política baje los decibeles, porque está todo muy confuso, hay un cúmulo de cosas que no van más", agregó al tiempo que considero que "tenemos que prepararnos para ver si esta vez (desde diciembre) queremos un programa de fondo, ya no importa si son 70 años 12 años, no depende la camiseta, tenemos que terminar de pasarles los problemas al otro".

"No somos Argentina o Finlandia, Argentina es un país que se ha quedado en el mundo, en 2011 no éramos un país brillante, pero no crecimos más y pasaron 8 años", indicó. 

Haciendo un análisis puntual sobre crecimiento, el expresidente del Banco Nación estimó: "Si el próximo gobierno, sea el que sea, hace las cosas bárbaro, y crecemos al 3,5%, que lo firmaríamos ya, recién volveríamos a estar como en 2011, es decir 8 años después estaríamos en el mismo lugar, como en El juego de la Oca si es que ese juego todavía existe".

Reiteró el tema de "la economía está muy dolarizado", e incluso desafió a la mesa que lo entrevistaba a que dijera "¿quién de ustedes ahorra en pesos?", y también fue duro con el panel cuando lo llevaron al tema tarifas, porque rebatió las críticas a los tarifazos macristas con una frase severa: "Si ustedes hubieran dicho los 12 años del gobierno anterior 'che, no estamos pagando nada de luz, gas, o en el tren, que kilombo va a haber más adelante con esto...? entonces podrían hablar, les aceptaría las críticas, pero todos los que cuando venía la factura de la luz pagaban monedas y no dijeron nada, no tienen autoridad ahora para criticar al que intentó corregir ese desastre".

"Las tasas deberían estar más bajas, es cierto, pero acá lo único que se busca es evitar la espiralización de todo... En en los bancos centrales se explica que las políticas ortodoxas como la que se aplica no hay efecto inmediato, se pueden tardar meses en encontrar la ruta para empezar a salir", precisó Melconian, que esquivó las críticas a Fernando Prat-Gay invocando la frase que señalamos de los "códigos de Valentín Alsina", y también señaló que si le tenía que decir a Mauricio Macri "se lo digo cuando estamos solos, no por la radio".

"Acá para que no haya traslado a precios tiene que haber una escandalosa y brutal recesión o la devaluación tipo 2001 para que se pueda ganar competitividad, todo se traslada, hay una teoría de que se sigue trasladando a precios a la devaluación del año pasado", explicó, considerando que "el camino económico que se sigue buscando es el de llegar a un 20 y pico de inflación para este año y no es descartable, no es descartable, no se ha perdido esa posibilidad".

"El éxito de esta coyuntura es quebrar la posibilidad de una espiralización, la posibilidad de una crisis financiera, lo que yo digo como Plan Picapiedra 1 y Picapiedra 2 es para que el 2019 transite sin desastre financiero, pero es incontinuable después de diciembre, ya no se trata de culpables, ni quien lo hizo, lo que fuere, caíste en este y listo, esto va a seguir así de continuo de volatilidad".

“Destacando primero que nada mi desacuerdo absolutísimo con el anterior gobierno, sea quien fuere el próximo presidente, yo espero que haya un programa con buen contenido y también que haya acuerdos políticos para gobernar con ese programa", dijo Melconian.

¿Salís a la cancha y te crees que vas a poder arreglar tarifas, la quiebra del sistema previsional o las reglas del trabajo? ¿Se creen que un apellido lo puede poner en práctica sin que la justicia se acomode? Te emputecen todo, ¿Te crees que se vas a sentar y decir hacemos esto y sale? Ni en pedo...", graficó.

En defensa de Macri sostuvo: "Enojado como se lo ve ahora o reflexivo, los dos son Macri, siempre he dicho que lo vi bien, él está al tanto de las cosas, pero hay que recuperar la confianza y no hay chance de recuperarla ahora, es un año electoral ya jugado y como decía, el programa que se aplica solo quiere evitar espiralizaciones": Asimismo, aclaró que su última charla con el Presidente fue el año pasado: "Este año no hablé, pero cuando sos el uno, tenés que estar reflexivo, tranquilo, con pelotas, la gente tiene que percibir que estás al mando de la situación, aunque tengo que decir que tengo más horas con él hasta que fue presidente, después nos cruzamos muchas veces, pero yo nunca estuve en la cocina del equipo".

"La posibilidad de que Macri le podía ganar a Cristina (Fernández de Kirchner) era un bálsamo a la economía en 2015, hoy es al revés: la posibilidad de que Cristina podría ganarle a Macri afecta hoy enormemente a la economía", añadió en otro fragmento de la entrevista.

En ese marco, fue lapidario sobre "los que se matan para ganar cargos, no les importa y tiran de la piola hasta último minuto, eso es tristísimo, parece que si los economistas no se arriman a la política quedan como marcianos". Después ves en la televisión "a gente que habla con autoridad de un tema, con firmeza y sabés que lo que dice está mal, que credibilidad puede tener esa persona, ¿porque no va a decir disparates de cualquier tema?, se preguntó.

"Los profesionales que queremos incursionar en política no debemos no llevarnos a la política puesta, porque 'it's the economy stupid' sigue vigente", manifestó Melconian, y cuando le preguntaron por la posible candidatura de Roberto Lavagna, consideró que "lo de Lavagna todavía es neutro", aunque luego destacó que "pobre del que crea que un apellido va a arreglar esto".

"En la campaña todos arreglan todo, la política es la política, pusiste el pie y empiezan a liquidarte, pero termina la elección se abrazan y se besan todos de nuevo" ironizó, "entonces el hombre común no entiende nada, y dice como puede ser, pero convengamos que si la economía creciera, a nadie le importaría un pito nada, pero llevamos 8 años en recesión...". 

"No es una verdugueada lo que dije de Plan Picapiedra, vos te estas prendiendo fuego, vas camino al default, pasan los bomberos, te ponen un monto inédito, te sacan el programa en dos semanas, no emitirás no gastarás dólares y no me rompas las bolas, te subís, es un plan básico, de ahí lo de Picapiedra, pero este programa vino a parar eso, ahora no le pidas margaritas", destacó.

"A Macri sus dos CEOS le decían que crecían, vamos a crecer todos los años, y yo dije 'y si no crecemos que pasa', pero un candidato tiene que decir esas cosas, es la política, pero el que gane va a tener que tener un acuerdo político para gobernar, tendrá que recuperar la moneda...

¿Díganme quién de ustedes ahorra en pesos? ¿El tema de las leliqs es un problema, que hay que resolver, pero tendrá que agarrar el toro por las astas, no pensemos en armar alianzas para ganar, pensemos en acuerdos políticos para gobernar?".




domingo, 17 de febrero de 2019

Lo que solo ve él… @dealgunamanera...

Lo que solo ve él…

‘Arriba y adelante’, Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes

El Presidente sigue haciendo papelones con la inflación. CFK aprovecha, sitiada por la Justicia.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 17 de Febrero de 2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La inflación va a ir bajando lentamente”, dijo Mauricio Macri en su encuentro con empresarios cuando anunció en la Casa Rosada la reducción de los aportes patronales. Se ve que le faltaba información. A las pocas horas, el Indec se encargó de desmentirlo. El índice de enero fue lapidario (2,9), no solo por alto sino también porque representó un aumento respecto de la inflación de diciembre.


El Presidente habla de un país que mucha gente no ve. El país de hoy se sufre. Mucho. Y no solo eso: se sufre cada día un poco más. Los precios y las tarifas no paran de subir. Esta semana fue el turno del transporte público: subterráneos, trenes y colectivos. Antes había sido la tarifa de electricidad. El mes que viene habrá más. Y nadie sabe si eso será todo.

Las encuestas lo reflejan: la imagen de Macri, que había tenido un leve repunte en diciembre, volvió a caer. La calle grita ese nivel de creciente disconformidad. Y no estamos hablando de los piquetes que hartan en su permanente actitud de cortar las calles del centro y complicar la vida de miles de trabajadores que son rehenes de situaciones que les son ajenas. Tampoco de los muchos que se juntan a protestar contra el aumento de las tarifas en algunas esquinas porteñas apelando al sonido de alto estrépito político de las cacerolas. Estamos hablando del votante de Cambiemos que se ilusionó con un cambio que no llegó y que parece cada vez más lejano.

Más allá del horizonte. Los enviados del Fondo Monetario Internacional que visitan Buenos Aires por estos días van tomando nota del horizonte complicado que se cierne sobre la economía argentina. Los técnicos tienen serias dudas con respecto a las posibilidades que el Gobierno tiene de ganar las elecciones. Por eso hubo un interés mayor en reunirse con los opositores y escucharlos. Todos a los que han escuchado –de Juan Manuel Urtubey a Axel Kicillof– han sido críticos no solo de la gestión del Gobierno sino también del acuerdo con el organismo. Ambos han coincidido en señalar que este acuerdo es incumplible en cuanto a las exigencias de pago que se deberán enfrentar a partir de 2020.

Los que conocen el pensamiento de los técnicos del FMI señalan que ellos también tienen la misma impresión. O sea, también están convencidos de que el acuerdo es impagable y que deberá ser renegociado por quien asuma el gobierno el 10 de diciembre.

A girar. Este es el trasfondo en el que el Presidente ha iniciado su viaje a India y a Vietnam. Lleva en la delegación al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y al diputado Martín Lousteau. Ha querido llevar a otros miembros de la oposición.

Lavagna sigue muy lejos en las encuestas y Massa parece destinado a actor de reparto. 

La idea es la de darle a este viaje la dimensión de un acontecimiento de Estado. Los dos tienen una visión coincidente: ambos creen en el cambio, pero tienen una visión absolutamente crítica de la manera de llevar adelante el cambio por parte del Presidente y su círculo aúlico, entiéndase Marcos Peña y compañía.

Lousteau y Monzó se reúnen día por medio. Ambos son hinchas de Independiente. Como se ve, ni en la política ni en el fútbol se puede decir que sean afortunados. Esto ha abierto dentro del oficialismo la expectativa de que Macri pueda abrir su oído y su mente a escucharlos con atención. “Después, es sabido que viene Marcos (Peña) y barre todo en menos de 24 horas. Acá hay muchas buenas ideas que mueren al llegar a la Casa Rosada”, señala con pesar un diputado de Cambiemos.

Números. En la semana que pasó las encuestas mostraron que Macri bajó, que Cristina Fernández de Kirchner se mantiene igual y quien crece es Roberto Lavagna. Es un crecimiento lento que, al día de hoy, lo pone lejos de todos y de todo.

Está claro que el exministro de Economía ha decidido explorar en profundidad la posibilidad de ser candidato. La idea de la coalición va germinando. Ahí están los nombres de Miguel Lifschitz y de Margarita Stolbizer, que vienen conversando seriamente su incorporación al proyecto. A ellos se les podría sumar la UCR santafesina, que ha pasado a ser disidente de Cambiemos. Algunos especulaban con la incorporación de Ricardo Alfonsín. Sin embargo, su intención de ir a una interna con Macri contiene, para quien sabe leer la entrelínea, un metamensaje político importante: en octubre votará por Cambiemos.

Sergio Massa mira todo esto con creciente aprensión. Alternativa Federal ya no es lo que era. La irrupción de Lavagna lo puso en un nivel cercano al de actor de reparto.  Y no es eso lo que él quiere. Por lo tanto, todo lo que hay en su futuro son dudas.

Fernández de Kirchner sigue trabajando en el armado de su campaña. Su sueño es volver a la Casa Rosada. El Gobierno la ayuda mucho en la alimentación de ese sueño. Su situación judicial se ha complicado en las dos últimas semanas. La denegatoria de la Cámara para que se postergue la iniciación de uno de los tantos juicios que deberá afrontar y la declaración de su ex contador, Víctor Manzanares, la han puesto en una circunstancia decididamente mala.

Si los juicios llegan hasta el final, la ex presidenta será condenada inexorablemente. La sucesión de juicios que debe enfrentar y el peso de las evidencias es de tal magnitud que su único destino es la cárcel. Eso solo lo puede frenar su llegada al sillón de Rivadavia.

Si CFK fuera reelecta ningún tribunal osará juzgarla y, mucho menos, condenarla. Por eso, para ella la victoria significa la libertad, es decir, la impunidad. Y la derrota, la cárcel.

Producción periodística: Lucia Di Carlo.

(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

jueves, 14 de febrero de 2019

La “Gran” Pregunta… @dealgunamanera...

¿Podrá Mauricio Macri cumplir con la promesa de bajar la inflación?

Mauricio Macri aseguró que la inflación "está bajando". Fotografía: Flickr prensa presidencia.

Según el FMI, Argentina está entre los cinco países de mayor inflación del mundo. Economistas analizan las cifras inflacionarias de los tres años de Cambiemos.

© Escrito por Julián D'Imperio el miércoles 13/02/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

"¡No! ¡¿Cómo va a ser difícil?! La inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar. En mi presidencia la inflación no va a ser un tema, no va a ser un desafío". Esas fueron las palabras de Mauricio Macri en 2015, durante la campaña electoral. Casi cuatro años después, las "turbulencias" cambiarias, el contexto internacional y las decisiones político-económicas durante su mandato demostraron que los resultados fueron adversos en dicho aspecto hasta el momento.

Es que finalizado su primer año de gestión, en 2016, la inflación cerró con un alto índice del 40,3%. A partir de allí, a mediados de 2017, recién el presidente pudo referirse de manera positiva con los índices de inflación: “Nos está yendo bien, está bajando la inflación”, dijo en Tecnópolis. Y cumplió, porque si bien cerró con una cifra alta en comparación con otros países latinoamericanos, fue una baja sustancial en esas mediciones (24,8%).

Por eso, en marzo de 2018, volvió a enfatizar sobre que "la inflación está bajando" y pidió "ver el vaso medio lleno". Meses atrás de esas declaraciones, su gabinete económico junto al Banco Central prometió cifras inflacionarias de entre el 12 y el 17 por ciento para el 2018. Sin embargo, en el año que pasó la cifra fue récord: 47,8%, la más alta desde 1991.

Este miércoles, Macri dijo a FM Radio Pasión de San Luis que "ya está empezando a bajar la inflación, lentamente va a mejorar la actividad económica y esperamos que eso nos lleve al crecimiento más sólido". ¿Se cumplirá esta vez el objetivo? 


Actualmente, según las cifras del propio FMI que acordó un préstamo por 56.700 millones de dólares a la Argentina el año pasado, la inflación del país está entre las cinco más altas del mundo, sólo por debajo de las de Venezuela, Sudán e Irán.


Para el economista Fausto Spotorno, la razón por la cual la inflación no bajó nunca, fue porque "quisieron bajar la fiebre sin curar la enfermedad".  Y explicó: "La inflación es un problema monetario pero viene de un desbalance monetario que no se estaba haciendo apropósito, era un desbalance fiscal que nunca se resolvió, recién ahora está siendo más consistente con ese desbalance fiscal, lo que podría hacer que mejore el problema de la inflación si se mejora el desbalance monetario después".

"El gobierno no paraba de financiarse con deuda externa, y no pudo controlar la emisión que genera inflación. El acuerdo con el FMI es de mediano plazo y tiene un plan más consistente que lo que tenías antes: ataca la emisión monetaria y al mismo tiempo la emisión fiscal, por eso puedo atacar con políticas monetarias. Se está atacando la enfermedad que genera la fiebre. Pero es de corto plazo, de reducir la vulnerabilidad de Argentina", agregó.

Para el director de la consultora Macro View de Carlos MelconianPablo Goldin, las políticas monetarias y fiscales del gobierno de Macri fueron "similares a las del gobierno de Cristina Fernández" y es por eso que "hasta en los años en donde no hubo crisis cambiaria o suba de tasas su piso inflacionario fue siempre del 25%". No obstante, destacó que la nueva política monetaria que aplicó el Banco Central de Guido Sandleris, sujeta al acuerdo con el FMI, cambió el plan monetario y fiscal y podría reflejar mejoras en la inflación, aunque no siendo producto de una economía sana sino "como resultado del frenazo monetario del BCRA y una recesión muy fuerte que bajó el consumo y la actividad económica".

J.D. / D.S.




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