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jueves, 27 de septiembre de 2018

El Fondo al Poder… @dealgunamanera...

El Fondo al Poder…

El Banco Central solo intervendrá cuando el dólar supere los 44 pesos o baje de los 34. Imagen: EFE

La propia Christine Lagarde anunció junto a Nicolás Dujovne el nuevo acuerdo con el FMI. A cambio de 7100 millones de dólares más y el adelantamiento de los desembolsos para alejar el fantasma del default, Argentina se compromete a un brutal ajuste fiscal y monetario.

© Escrito por Raúl Dellatorre el jueves 27/08/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Argentina recibirá 36.200 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional entre lo que resta de este año y todo 2019, y eleva a 57.100 millones de dólares el monto total del crédito Stand By otorgado al país. A cambio, el gobierno no sólo ratifica el plan presupuestario restrictivo para 2019, que elimina el déficit fiscal primario, sino que además asume una drástica política antiinflacionaria del Banco Central que reduce a cero la emisión monetaria desde ahora hasta junio de 2019, y pasa a un esquema de libre flotación cambiaria que limita las intervenciones de la autoridad monetaria en el mercado mayorista.

La escasez de dinero circulante debería actuar como freno a la inflación, pero al costo de una fortísima caída en la actividad económica. El nuevo acuerdo con el Fondo fue anunciado por la directora gerente del Fondo junto a Nicolás Dujovne desde Nueva York. La instrumentación de la estrategia monetaria fue explicada, minutos más tarde, por el flamante titular del Banco Central, Guido Sandleris, en Buenos Aires.   

Con la bandera argentina a su espalda, y el ministro de Hacienda a su izquierda, la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, encabezó en el consulado argentino en Nueva York el anuncio del nuevo acuerdo con Argentina “para fortalecer el Programa Stand By de 36 meses aprobado el 20 de junio pasado”.

Dueña absoluta de la situación, Lagarde asentía con leves movimientos de cabeza la lectura del comunicado que hizo Dujovne. “El nuevo acuerdo comprende desembolsos totales por 57.100 millones de dólares, lo que representa un incremento de 7100 millones con respecto al acuerdo previo”, indicó el ministro. “Además, bajo el nuevo esquema los desembolsos estarán disponibles de manera más anticipada: hasta 2019 el FMI asegurará financiamiento por 36.200 millones de dólares; con respecto al acuerdo previo, se incrementa en 19.000 millones el financiamiento disponible hasta fines de 2019”, explicó. Desembolsados ya 15.000 millones en junio, quedarían, en consecuencia, unos 6000 millones de dólares pendientes para 2020. Como en anteriores ocasiones, Dujovne se centró en explicar la “consistencia del programa financiero” entre los compromisos y las fuentes de financiamiento, pero sin considerar su impacto nocivo sobre la economía real. 

Por el contrario, el ministro de Hacienda volvió a afirmar que el brutal ajuste y política de endeudamiento que presentó ayer forman parte de “un conjunto de políticas orientadas al fortalecimiento de la economía argentina”. Desde la mirada del actual equipo económico, Argentina padece dos problemas que están por encima de cualquier otro: déficit fiscal e inflación. En coincidencia plena con el FMI, las medidas anunciadas ayer buscan “resolver” de manera drástica ambos conflictos, sin detenerse en los costos sociales que traerán aparejados.

Lo fundamental para su sostenimiento está dado en “el apoyo de la comunidad internacional, que permitirá dejar atrás este camino de turbulencias”, y la decisión del FMI de “continuar respaldando la atención a los sectores más vulnerables”, señaló Dujovne, desviando la mirada hacia Lagarde en busca de aprobación. La recibió. 

Lagarde solo tuvo una breve intervención verbal en la conferencia en el Consulado. Tras ello, Dujovne la excusó “por compromisos de agenda” y continuó solo. Antes de irse, la titular del FMI anunció que el acuerdo había sido “aprobado por la Gerencia” del FMI, incluyendo los desembolsos anticipados. Indicó que el programa Stand By acordado estaba “respaldado por un presupuesto adecuado y sustentable”.

También se refirió al compromiso del Banco Central con una política de tipo de cambio flexible sin intervención e indicó, ante una pregunta, que “la clave del nuevo acuerdo está en las cifras 19 y 19: los 19.000 millones de dólares que Argentina recibirá por adelantado hasta 2019, con lo que conseguirá estabilizar su economía”.

“Hemos acordado avanzar más rápido hacia el equilibrio fiscal para 2019”, anunció Dujovne, como contrapartida del adelanto del cronograma de desembolsos para atender las urgencias financieras del gobierno a partir de la corrida iniciada en mayo y que no se frenó con el primer acuerdo.

“En el terreno de la política monetaria y cambiaria, en las últimas semanas hemos enfrentado jornadas de mucha volatilidad que se han traducido en una importante depreciación del peso y un recrudecimiento de la inflación”, expresó luego el ministro. “En ese marco –anunció–, hemos decidido reemplazar el esquema de metas de inflación por una regla simple y verificable sobre los agregados monetarios, elemento que entendemos contribuirá decididamente a reducir la inflación”.

Más tarde, en conferencia de prensa en el Salón Bosch del BCRA (ver nota aparte), su nuevo titular explicaba la implementación de “una banda de no intervención” ajustable por una “tablita” de aquí a fin de año, y una participación limitada cuando el valor mayorista saliera fuera de las bandas. “Mantenemos nuestro compromiso con el régimen de tipo de cambio flexible, aunque hemos incorporado elementos a la política cambiaria que nos permitirán evitar la excesiva volatilidad”, dijo confiado Dujovne.

El programa económico que surge del nuevo acuerdo con el FMI representa la renuncia del gobierno al “control de daños”. Asume todos los riesgos y sin red. Va hacia un recorte brutal en el gasto público en medio de un proceso recesivo. Se mete de cabeza en un proceso inflacionario, motorizado principalmente por la megadevaluación de los últimos cinco meses, soltando las amarras con las que pretendía controlar el dólar. Juega todas las fichas a la sequía monetaria, es decir congelar la emisión de dinero para que no haya dinero para convalidar nuevos aumentos de precios.

Pero el propio Sandleris reconoció que hay un rezago de la devaluación previa que impactará en el nivel de inflación de septiembre, octubre y, “en parte”, en noviembre. La secuencia es previsible: aumentarán los precios, seguirá subiendo el dólar, se atrasarán los salarios, se profundizará la caída de la actividad y se expandirá la recesión con mayores suspensiones y despidos. Ahí, recién ahí, con muchas víctimas del desempleo y de la pérdida de capacidad de consumo, la escasez del dinero circulante podrá traducirse en atenuación de la inflación. Los costos en materia social son imposibles de proyectar. En los cementerios, dicen, no hay inflación.



sábado, 11 de agosto de 2018

Las causas detrás de la megadevaluación… @dealgunamanera...

Las causas detrás de la megadevaluación…


Más allá del contexto externo, lo que expone a la Argentina es el desmantelamiento de todos los controles.

© Escrito por Tomás Lukin el 11/08/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Las autoridades argentinas no sólo flexibilizaron el marco normativo sino que se comprometieron con la libre flotación. O sea, terminaron de amputar la capacidad de intervención que tenía el Banco Central en el pequeño, poco profundo y concentrado mercado cambiario.

No fue el tweet del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre el aumento de los aranceles a la importación de acero y aluminio desde Turquía. Las razones para la renovada escalada en la cotización del dólar residen en el desmantelamiento de los mecanismos de administración del mercado cambiario y financiero. Celebradas como parte de un presunto proceso virtuoso de reinserción de la Argentina en los mercados internacionales, las medidas implementadas a lo largo de los últimos 33 meses exacerbaron el deterioro que arrastra el sector externo argentino desde 2011. No sólo agudizaron la restricción externa sino que abrieron nuevos canales de exposición y contagio a la volatilidad de los mercados internacionales. 

El punto de partida fue la eliminación de distintas normativas cambiarias y regulaciones financieras que facilitaron la fuga de capitales, incentivaron el endeudamiento en moneda extranjera y profundizaron el déficit comercial, pero el proceso caracterizado por el ingreso de inversiones financieras de corto plazo alcanzó su etapa superior con el programa de financiamiento del Fondo Monetario Internacional. La extinción de herramientas como los plazos mínimos de permanencia para los capitales especulativos o los límites a la compra de divisas para atesoramiento, se conjugaron desde entonces con las condicionalidades previstas en el acuerdo para garantizar “un tipo de cambio flexible y determinado por el mercado”. Entre las medidas definidas a partir de diciembre de 2015 figura además la eliminación de los plazos para que los exportadores liquiden las divisas.

A contramano de las prácticas sugeridas por las investigaciones del propio organismo multilateral y las políticas implementadas por el resto de los países de la región como Chile, Colombia, Perú o Brasil, las autoridades argentinas no solo flexibilizaron el marco normativo sino que se comprometieron con la libre flotación. O sea, terminaron de amputar la capacidad de intervención que tenía el Banco Central en el pequeño, poco profundo y concentrado mercado cambiario. La misma exigencia fue establecida por la firma MSCI para sostener la inclusión de Argentina como economía emergente en sus índices. Desde entonces el único mecanismo para contener una corrida cambiaria y abordar la estructural escasez de divisas consiste en permitir “operar flexiblemente a nuestro tipo de cambio como un amortiguador de shocks, incrementando nuestras reservas internacionales, disminuyendo nuestro déficit de cuenta corriente, y reduciendo nuestras necesidades de financiamiento externo”.

Los ex directores del Banco Central, Alejandro Formento y Germán Feldman, explican que “las reformas estructuraless instrumentadas por el gobierno distan de conciliarse simplemente con el alegado objetivo de eliminar los controles cambiarios y adquieren una profundidad superlativa al poner en crisis el rol del mercado cambiario regulado y el papel de las intervenciones del BCRA”. En una investigación elaborada en la antesala de la corrida cambiaria, los autores advierten que “la desregulación cambiaria ha introducido nuevos factores de riesgo sistémico, que habían sido morigerados durante la etapa de post-convertibilidad gracias a la regulación del mercado de cambios implementada desde el año 2002”. El documento de Formento y Feldman realiza un detallado repaso por las distintas medidas que flexibilizaron el mercado cambiario y financiero.

“La eliminación del marco institucional asociado a la instauración del mercado único y libre de cambios, constituye una fuente de vulnerabilidad macroeconómica ante eventuales shocks externos que pueden derivar en episodios de corrida cambiaria como resultado de la eliminación de los mecanismos necesarios para atenuarlos”, sostienen Formento y Feldman que hoy se desempeñan como docentes en las universidades nacionales de Moreno y San Martín, respectivamente. “Lejos de restablecer el equilibrio del balance de pagos, no han alterado la tendencia observada desde 2011 hacia el deterioro del sector externo sino que, por el contrario, han tendido a incorporar mayores riesgos sistémicos como resultado del debilitamiento de la regulación cambiaria y su función macroprudencial”.

La reinserción de Argentina a los mercados financieros internacionales a través de la liberalización y desregulación constituye un proceso de “financiarización subordinada” que exacerba la dependencia a los humores de los grandes fondos de inversión. La expresión del proceso impulsado por el Palacio de Hacienda y el BCRA es una volatilidad del tipo de cambio y de la fragilidad financiera sistémica.




viernes, 8 de junio de 2018

Cómo Argentina pasó de vender bonos a 100 años a un rescate del FMI… @dealgunamanera...

Cómo Argentina pasó de vender bonos a 100 años a un rescate del FMI…

Mauricio Macri.

El crédito del FMI a Argentina demuestra que a veces, en los mercados financieros, los recuerdos pueden ser fugaces. El año pasado, Argentina vendió bonos a 100 años, uniéndose a un selecto club de países con la confianza para pedir prestado por un período tan prolongado. Pero este jueves, el Fondo Monetario Internacional acordó con el Gobierno de Mauricio Macri darle una ayuda crediticia ‘stand by’ de 50.000 millones de dólares a un plazo de tres años. Principalmente, para ayudarlo a combatir una crisis cambiaria y limitar el daño adicional a la economía argentina. En primer lugar detonado por un peligroso estallido de confusión en el mercado.

© Escrito por Andrés Tovar el viernes 08/06/2018 y publicado por la Revista Cambio16 de la Ciudad de Madrid, España.

Se espera que los fondos del crédito del FMI a Argentina estén disponibles desde el 20 de junio. Asimismo, se espera que, en forma inmediata, se concrete el primer desembolso por unos 15.000 millones de dólares. Éstos van a reforzar, según la Hacienda argentina, las partidas presupuestarias y las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA).

También incluye metas de inflación, con las cuales se guiará el Banco Central dentro de un régimen de tipo de cambio flotante. 17 % para 2019, 13 % para 2020 y 9 % para 2021. Un punto clave.: En el período 2018-2021, Argentina deberá reducir su déficit en 19.300 millones de dólares.

Argentina deberá devolver cada uno de los desembolsos de este préstamo en ocho cuotas trimestrales. Con tres años de gracia y con tasas de interés variables -que van del 1,96% al 4,96%-. 

¿Pero qué salió mal?

Cuando Macri llegó al poder a fines de 2015, juró deshacer las políticas económicas populistas de su predecesora Cristina Fernández de Kirchner. Principalmente de los controles de divisas, las restricciones comerciales y el fuerte gasto gubernamental. En ese momento, el país enfrentaba una inflación de dos dígitos, grandes déficits y acceso limitado a los mercados internacionales de capital. Los inversionistas le dieron a Macri cierto margen de maniobra porque una devaluación del peso argentino, tasas de interés más altas y recortes incómodos a los subsidios del gobierno estaban entre los cambios difíciles pero necesarios que el presidente prometió.

Pero luego el gobierno y el banco central cometieron un error, a los ojos de los inversores. En Argentina, la alta inflación es un problema crónico. La tasa de inflación anual superó el 20% el año pasado. Por ende, la segunda más alta en la región, solo detrás de Venezuela. Sin embargo, a fines del año pasado, el gobierno redujo sus metas de inflación. Principalmente apuntó a una tasa de 15% este año, en lugar de entre 8% y 12%. En consecuencia, empujó hacia fuera el objetivo para bajar el precio al 5% desde 2019. Hasta 2020. Esto fue seguido en enero por el banco central, que redujo las tasas de interés hasta el 28%, un movimiento curioso para los legisladores que buscan dominar la inflación.

Lo que siguió fue una venta masiva en el peso, que se ha acelerado en los últimos días. La moneda ha perdido más del 20% de su valor frente al dólar en lo que va de año, estableciendo mínimos récords sucesivos frente a la moneda estadounidense.

Y llegó el crédito del FMI a Argentina

Todo esto está pasando en la misma Argentina que ha incumplido su deuda ocho veces en los últimos 200 años, incluido el mayor incumplimiento soberano de la historia en 2001. También en la misma donde, hace meses atrás, los inversores decidieron que era una buena idea prestarle a la nación sudamericana durante 100 años.

En la previa, el Gobierno de Macri ha evitado hablar de “crisis”. Por el contrario, afirman que el plan es “consistente y sostenible económica, social y políticamente”. Asimismo, que buscará una “convergencia más rápida” al equilibrio fiscal y reducir la inflación.

No obstante, es un camino políticamente complicado para Macri. Muchos en Argentina todavía culpan al FMI por la severa crisis económica del país a comienzos de siglo, que dejó a enormes sectores de la población desempleados y en la pobreza. En consecuencia, el regreso al FMI esta semana se ha encontrado con algunas protestas callejeras. Existe una preocupación entre algunos inversionistas. Principalmente, que las consecuencias políticas de ir al FMI podrían hacer más difícil para Macri continuar con sus reformas económicas. Un temor que está ayudando a bajar el peso, a pesar del potencial salvavidas del FMI.

Frente a ello, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, dijo que Argentina debe “entender” que la solución a los problemas del país “depende de los argentinos y que no hay magia. El crédito del FMI a Argentina ayuda. Pero que resolvamos nuestros problemas depende de nosotros”.

Mientras tanto, el tema seguirá en la agenda. Ya la oposición argentina expresó su “preocupación”. En consecuencia, pidió que sea tratado en el Parlamento.


martes, 15 de mayo de 2018

El Fondo, la estanflación y la “adicción” a las Lebac… @dealgunamanera...

El Fondo, la estanflación y la “adicción” a las Lebac…


¿El FMI es de verdad distinto al de hace 20 años? Mientras Dujovne negocia en Washington, la incertidumbre se extiende.

© Escrito por Marcelo Zlotogwiazda el viernes 11/05/2018 y publicado por  el Portal Nuestras Voces de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Habrá que esperar a conocer el resultado de la negociación que Nicolás Dujovne está llevando adelante en Washington para terminar de verificar que no es cierto que el Fondo Monetario Internacional sea “muy distinto al de hace veinte años”, tal como afirmó el ministro al anunciar el pedido de asistencia financiera. Hay abundante evidencia para sostener que la institución que conduce Christine Lagarde mantiene su esencia histórica, y que lo más probable es que cualquier préstamo que conceda a la Argentina va a estar sujeto a las clásicas condiciones de ajuste que caracterizaron a cada uno de los acuerdos anteriores.

Basta repasar el párrafo sobre la Argentina en el Panorama Económico Regional que el Fondo publicó en octubre del año pasado, que bajo el título “Prioridades de Política: reducir la inflación y el déficit fiscal”, recomendaba acelerar la reducción del desequilibrio fiscal, mantener una política monetaria restrictiva de altas tasas de interés, racionalizar el gasto público incluyendo salarios, flexibilizar el mercado laboral, rebajar impuestos y abrir más la economía.

Con más detalle, el informe que elaboró en diciembre pasado la misión del Fondo que auditó las cuentas de la Argentina insistió en la misma línea. Entre otras cosas, dejó por escrito que “bajar el gasto público es esencial, especialmente salarios, jubilaciones y transferencias sociales” y que “para impulsar la productividad y el crecimiento a largo plazo se requiere acelerar la apertura importadora”.

Más de lo mismo de siempre
Es cierto que discursivamente la institución se ha renovado. Lagarde suele referirse críticamente a la excesiva desigualdad, reivindica instrumentos del tipo la Asignación Universal por Hijo, habla a favor de que los impuestos sean más progresivos, de la conveniencia de aumentar fuertemente la presión impositiva sobre los más ricos. Incluso sobre esto último los técnicos del organismo han publicado un extenso manual sobre cómo implementar un impuesto a los individuos de elevada riqueza.

Pero a la hora de los bifes, las recomendaciones no se apartan de la tradicional línea ortodoxa, y toda lleva a pensar que si algún acuerdo prospera tendrá las condicionalidades acostumbradas.

Las causas de la crisis
Otra falsedad del discurso oficial de estos días es que la causa del temporal cambiario fue la suba de la tasa de interés en Estados Unidos. En todo caso, eso pudo haber sido el disparador.

Pero una cosa es ser un disparador y otra muy distinta es ser causa. Como señalan economistas de todo el arco ideológico, la causa de esta crisis es el creciente desequilibrio de su sector externo, que entre el déficit de cuenta corriente (balanza comercial, turismo, intereses de deuda, remisión de utilidades, fletes y seguros) y la dolarización y fuga de excedentes, suma

50.000 millones de dólares.

Es esa fragilidad la que explica por qué una leve modificación en el contexto internacional desató aquí un temporal pero en casi todo el resto del mundo apenas un viento molesto. Es esa debilidad estructural que empeoró durante este gobierno la que explica que el riesgo país haya subido aquí el triple que en el promedio de los países emergentes y que la devaluación del peso respecto a noviembre pasado haya triplicado la de las monedas de Rusia o Brasil.

La realidad les cayó como un balde de agua helada a los funcionarios a cargo de la economía que estaban empecinados en minimizar el problema del sector externo con el argumento de que la libre movilidad de capitales y el tipo de cambio flotante se encargarían de nivelar los desequilibrios.

Ingenuidades ideológicas y desconocimiento de la historia
Mientras Dujovne y su equipo negocian en Washington y la incertidumbre y el susto se extienden entre la gente, las gerencias de las grandes compañías formadoras de precios están por estas horas definiendo las nuevas listas luego de la devaluación. La situación es muy heterogénea entre empresas y productos, pero no cabe ninguna duda de que habrá fuertes remarcaciones y que la inflación de mayo no será muy diferente al número de abril que el Indec difundirá el próximo martes.

Como adelanto, el Instituto Estadístico de los Trabajadores calculó que la inflación para los asalariados registrados fue del 2,9 por ciento en abril, y elevó su pronóstico para todo el año al 24,5 por ciento. Lo mismo hicieron Ecolatina y Macroview: la primera al 24 por ciento y la consultora de Carlos Melconian y Rodolfo Santángelo al 25.

La meta oficial del 15 por ciento quedará enterrada a varios metros de profundidad, y las cláusulas de revisión de las paritarias se activarán como bomberos ante el sonido de la alarma.

También se están recortando los pronósticos de crecimiento, que ya se habían rebajado por la sequía. Las nuevas correcciones son la respuesta lógica a que el salto inflacionario va a deteriorar el salario real y el consumo, y al fuerte recorte en la obra pública que ya anunció Dujovne. A eso habrá que agregar el efecto de la suba de la tasa de interés, de la mayor incertidumbre y del creciente malestar, sobre las decisiones de compra, demanda de crédito y de inversión.

Al respecto, el índice de expectativas que elabora Thomson Reuters junto con Ipsos Argentina arrojó una fuerte caída de 62,4 en abril a 54,8 en mayo, y se ubica casi 13 puntos por debajo del pico de octubre pasado. Esa misma encuesta revela que el índice de clima de inversión percibido retrocedió de 42,9 a 37,6 de abril a mayo, y se ubica casi 12 puntos por debajo del máximo registrado en noviembre.

Para Ecolatina el PBI crecerá este año menos del 2 por ciento. Parecido al informe de Macroview de esta semana que incluye como un escenario probable una suba inferior al 2 por ciento.

A una economía con una inflación del orden del 25 por ciento anual y un crecimiento inferior al 2 por ciento bien le cabe el calificativo de estanflación.

El vicio de las Lebacs
Y se viene el martes próximo el vencimiento de Lebac por más de 600.000 millones de pesos, equivalentes a más de 50.000 millones de dólares. Como un adicto a una droga, el programa económico se envició de Lebac, el título que el Banco Central ofrece para reabsorber los pesos que el mismo Banco Central emite para comprarle a Dujovne los dólares que pide prestado el ministro Luis Caputo.

Desde que gobierna Cambiemos el stock de Lebac se cuadruplicó hasta alcanzar 1.224.300 millones de pesos. Es la contrapartida de las reservas que acumuló Federico Sturzenegger por el endeudamiento en dólares tomado para cubrir el déficit fiscal y el agujero externo.
Como un adicto al consumo de droga, el gobierno depende de que se renueve el grueso de las Lebac que vencen el martes, porque de lo contrario se corre el serio riesgo de que quienes no renueven destinen los pesos a la compra de dólares.

Para intentar evitarlo el Banco Central subió la tasa de interés hasta niveles exorbitantes como estímulo para mantener la adicción.

La abstinencia sería muy difícil de soportar.





lunes, 7 de mayo de 2018

Temblor Político – Financiero… @dealgunamanera…

Es la política (y no es estúpido)

Dujovne-Caputo. Sería riesgoso dejar en manos de economistas el destino económico del país. Dibujo: Pablo Temes.

Si una Nación se manejara como una empresa todo sería más sencillo. Lo que se gasta nunca podría ser más de lo que ingresa, no al menos por mucho tiempo.

© Escrito por Gustavo González el domingo 06/05/2018 y publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La célebre “the economy, stupid” fue una jugada perfecta que el Duran Barba de Clinton (James Carville) le propuso para vencer a Bush padre. El republicano venía con una alta imagen positiva producto de su política exterior y parecía invencible si el demócrata no conseguía correr de allí el foco de la opinión pública. Lo logró con aquella frase contundente e instalando la dicotomía entre “el cambio vs. lo viejo”, otra de las patas estratégicas de la campaña de Carville.

Los estadounidenses lo interpretaron como la promesa de mejorar sus condiciones económicas cotidianas, más allá de los grandes relatos políticos, y le dieron su voto.

Para los economistas, la frase remite a que, detrás de todo, se esconde el interés, la lógica y la necesidad económica. Entienden, con razón, que la economía es la estructura de una sociedad sobre la que se montan luego superestructuras legales, jurídicas y hasta culturales y religiosas.

Eso es cierto, solo que los que mueven las teclas de la economía son los dedos de la política. Esa misma ductilidad que usaron Clinton y Carville para llegar a la presidencia de la primera potencia mundial. La economía es la estructura, pero la política es la que determina qué estructura se elige.

La economía. Esta semana la Argentina terminó conmovida por lo que más la suele conmover: la disparada del dólar. Se la asocia de inmediato a tres problemas serios:

1) Corrida financiera.
2) Inflación.
3) Recesión.

Como si le faltara alguna dosis de dramatismo a un dólar de 23,30; el jueves pasado se cerraba con Carrió transmitiendo en vivo desde la Casa Rosada para “llevarle tranquilidad” a los argentinos.

En el Gobierno sostienen que ninguno de esos tres fantasmas existe. Creen que sobre hechos reales, otros debatibles y muchos falsos, la oposición y cierto establishment “juegan con fuego”.

Explican en privado lo mismo que en público: hay un reacomodamiento de la divisa tras la suba de tasas en los Estados Unidos y cambios de cartera en el mercado local, y que el Central tiene el poder de fuego para controlarlo: “Corrida es otra cosa y, más allá de la incertidumbre que se genera, el mercado financiero está tranquilo”.

El problema incuestionable es el de la inflación y el temor a que el nuevo aumento del dólar vaya a los precios. Algo que, pese a lo que digan los funcionarios, va a suceder. Y no solo por la porción de productos total o parcialmente importados que se consumen aquí y que ahora habrá que pagar más al convertirlos en pesos. O por los bienes dolarizados, como las propiedades y el combustible. También por las empresas extranjeras cuyas casas centrales seguirán pidiendo los mismos resultados en dólares que tenían previsto, más allá de la cotización en pesos de la divisa.

En cualquier caso, será inevitable que el incremento del dólar se traslade, en mayor o menor porcentaje, a los precios.

Abril rondaría 2,5% de inflación y, con el nuevo dólar, mayo difícilmente baje del 2%.

Las mismas cifras que los Kirchner escondían y subestimaban, son un grave problema para un Presidente que llegó prometiendo que no solo bajaría la inflación sino que hacerlo sería fácil. No es fácil, pero sí imprescindible para cualquier gobierno que pretenda ordenar cuentas y darle previsibilidad a la sociedad.

El otro desafío que Macri se autoimpuso es el de terminar con el déficit fiscal. El viernes Dujovne y Caputo celebraron que este año incluso se superará la meta prevista, bajándolo del 3,2 al 2,7% del PBI.

Es el resultado de un ajuste en la administración pública y de la quita de subsidios. Y la reducción de subsidios es el origen del incremento de las tarifas de luz (560% en promedio), agua (416%) y gas (290%) aplicado desde la asunción de Macri. Solo en este primer semestre, las subas en el transporte le agregarán un 62% a los boletos de tren y otro 67% a los de colectivo y subte. 

Estos aumentos achican el déficit, pero retroalimentan mes a mes el proceso inflacionario y dejan en manos del Banco Central la difícil responsabilidad de, aun así, frenar la espiral. Lo intenta, acotando la flotación libre del dólar y sin mucha suerte. Debió vender US$ 7.500 millones de reservas en dos meses y llevar las tasas al 40%, con el consiguiente enfriamiento de la economía. El primer trimestre terminó con una caída del consumo del 1% con respecto al mismo trimestre de 2017, que ya había sido frío.

El déficit y la inflación son dos problemas que los gobiernos deben afrontar. La diferencia es que el primero afecta a casi todos los países y el segundo a casi ninguno.

De 186 estados, hay 147 que están en rojo con sus cuentas fiscales. Casi el 80% del total. De ellos, algo más de un tercio está igual o peor que la Argentina.

Con la inflación, el ranking es distinto. Hay solo seis países con más inflación que el nuestro: Venezuela, Sudán del Sur, Congo, Siria, Libia y Sudán. Naciones cruzadas por miserias y guerras internas.

La política. 

La definición de que la política es el arte de lo posible, indica como contrapartida que el arte de alcanzar objetivos imposibles no se llama política. Puede ser magia u otra ciencia social, pero política no es.

El objetivo de Cambiemos de ordenar la economía es meritorio. La cuestión es cómo hacerlo. ¿Será posible reducir el déficit con shock de incrementos en tarifas y servicios, bajar la inflación a pesar de eso y aplicando tasas del 40% y lograr, con todo, que ni la economía ni la sociedad se enfríen?  

Si una Nación se manejara como una empresa todo sería más sencillo.

Lo que se gasta nunca podría ser más de lo que ingresa, no al menos por mucho tiempo. No habría más empleados que los necesarios ni obligación de donar dinero para que el vecino viva mejor. Manejar un Estado es tan distinto que, por ejemplo, para salir de las crisis recurrentes del capitalismo (y solo para eso) Keynes recomendaba profundizar el endeudamiento y la impresión de billetes. Imagínense si un CEO tuviera esa posibilidad.

Sería un error decir que Macri no entiende de política, por algo llegó donde llegó, pero su especialidad es la administración privada, la elaboración de estrategias electorales y la voluntad para estar preparado cuando la historia lo necesitó.

Los economistas tienen que saber sumar, restar y alguna otra operación compleja. Pero los políticos son los filósofos de la economía, los que estudian las causas y efectos de esas sumas y restas.

Que Macri sea un ingeniero no significa que no pueda desarrollar una mayor sensibilidad para entender que en la conducción de un país no hay física sin metafísica ni matemática sin cierta épica. Y que no habrá eficiencia económica sin eficiencia política.

Un poeta español, Antonio Machado, decía que en política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire, no quien pretende que sople el aire donde pone la vela. Macri ganó porque supo representar a una mayoría social que soplaba en esa dirección. Su desafío ahora es tener la sensibilidad suficiente para hacer de la política el arte de obtener los resultados económicos que pretende a través de un camino posible y en los tiempos posibles.

No es algo que puedan resolver sus múltiples ministros de Economía. Es algo que solo pueden resolver los políticos.



martes, 1 de mayo de 2018

Chau al billete de Dos Pesos... @dealgunamanra...

Finalmente, hoy salieron de circulación los billetes de 2 pesos…

El billete de dos pesos dejará de estar vigente. Fotografía: Télam

De todas formas, podrán ser canjeados hasta fin de mes en cualquier entidad bancaria.

© Publicado el martes 01/5/2018 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Luego de más de 26 años en circulación, los billetes de 2 pesos dejarán de ser válidos a partir de hoy, 1º de mayo, y serán reemplazados por monedas, según estipuló el Banco Central. De todas formas, se podrán cambiar hasta fin de mes.

En el marco de su plan “para normalizar el efectivo circulante”, el Banco Central de la República Argentina, encabezado por Federico Sturzenegger, dispuso que el billete dejaría de ser válido a partir de mayo.

Al momento de anunciar la decisión el 30 de octubre del año pasado, la autoridad monetaria había señalado que, según sus registros, en la economía argentina circulaban 414 millones de unidades de este billete de color azul, que muestra la imagen de Bartolomé Mitre en su reverso y que se emitió por primera vez en 1992.

Al principio, se dispuso que el canje de billetes de 2 pesos podría realizarse hasta 30 de abril, pero luego, por las quejas de la gente debido a que muchos comercios ya no los aceptaban, se extendió un mes más el plazo para cambiarlos.

Billete de $ 2,00, frente y dorso. Fotografía: Diario La Nación.

Moneda de $ 2,00, frente y dorso. Reemplaza al billete. Fotografía: Infobae.