Hugo Chávez: trama secreta de su
mal…
El difunto líder venezolano
ignoró las alertas. Hubo errores y decisiones políticas que aceleraron los
tiempos. El factor Fidel.
Todo comenzó con un absceso
perianal. Hugo Chávez venía sufriéndolo, junto con un dolor en la rodilla
derecha, desde hacía meses. Pretendía ignorarlo, pero día a día lo perturbaba
más. El aspecto sonriente y el histrionismo de siempre que exhibía en sus
maratónicos Aló Presidente exigían calmantes cada vez más potentes. Su amigo
Fidel Castro tuvo el presentimiento de que algo no andaba bien y comenzó a
insistirle sobre la necesidad de que prestara mayor atención a su salud. Nada
de ello ocurrió. Como todo hombre de poder –con mucho poder–, Chávez se creyó invulnerable.
Esto fue así hasta que apareció
el absceso. Ese diagnóstico lo sorprendió y lo incomodó. En general, las
afecciones del periné –región que corresponde al piso de la pelvis, donde se
hallan una serie de músculos, el ano y la uretra en el hombre, y en la mujer
los mismos órganos más la vagina– producen en las personas un efecto
psicológico muy negativo. El difunto presidente de Venezuela hizo el primer
tratamiento de esta afección en su país. Como es inevitable en estos casos, el
mandatario exigió máximo secreto, cosa que la historia muestra que es
imposible. La noticia corrió como reguero de pólvora en Caracas y Chávez se
alarmó. Eso lo llevó elegir a Cuba como el lugar para tratar su mal. Una
equivocación fatal.
Allí llegó de urgencia en medio
de la noche, el 10 de junio de 2011, con fuertes dolores que lo obligaron a
acortar una gira por Brasil, Ecuador y Cuba que había iniciado cinco días
antes. Ocurrió, entonces, un primer error garrafal. Los médicos cubanos
detectaron una tumoración pelviana y creyeron que se trataba de un absceso:
operaron por primera vez para resecar y removerlo. Algún médico hizo una
evaluación más amplia del caso, y puesto a pensar en posibles diagnósticos
diferenciales, ordenó un estudio citológico del material proveniente de la
tumoración. Entonces aparecieron las células cancerosas, que llevaron a más
estudios y a una segunda operación, en la que se extirpó el tejido malignizado.
De esos estudios salió el diagnóstico de un cáncer cuyos tipo y grado evolutivo
nunca se revelaron. Ya con el diagnóstico confirmado se decidió iniciar, el 16
de julio, quimioterapia. Se planificaron dos sesiones, pero dada la agresividad
del tumor se las extendió a cuatro. De esas cuatro sesiones, sólo la tercera se
hizo en Caracas; las otras fueron hechas en La Habana.
De la información recogida en La
Habana, Caracas y los centros médicos a los que pertenecen los oncólogos de
otros países que fueron consultados –del hospital Sirio Libanés de San Pablo,
del equipo del doctor García Sabrido del hospital Gregorio Marañón de Madrid,
de Boston y de Miami–, surge que la patología tumoral que padeció Chávez oscila
entre dos diagnósticos: un rabdomiosarcoma del psoas-ilíaco o un leiomiosarcoma
de vejiga. Ambos pueden dar como complicación un absceso pelviano. Un absceso
es una colección de pus en un tejido del cuerpo humano. De los dos, el más
mencionado es el primero.
El leiomiosarcoma es un tumor
maligno que se origina en la musculatura que componen las paredes de la vejiga.
El psoas-ilíaco es un músculo
compuesto por porciones: el psoas y el ilíaco. El psoas se inserta en la última
vértebra dorsal y en las cinco lumbares; el ilíaco se inserta en la cresta
ilíaca, en la espina ilíaca y en el sacro (es lo que se identifica como la
cintura). Ambas ramas del músculo se unen para terminar en el fémur, más
precisamente en el trocánter menor de ese hueso. La acción principal del
músculo es permitir la flexión del tronco hacia adelante y la flexión de la
cadera sobre el tronco.
El rabdomiosarcoma es un tumor
maligno de los músculos estriados. El músculo estriado es el que está a cargo
de los movimientos voluntarios. El rabdomiosarcoma es una neoplasia poco
frecuente que afecta predominantemente a niños y adolescentes. En adultos es
muy raro, y por ello lo ideal es que se lo trate en centros de alta
especialización. Cuba no los tiene.
Para ilustrar sobre lo inusual de
esta patología basten dos datos. En el Memorial Sloan-Kettering Center de Nueva
York se diagnosticaron y trataron sólo 84 casos de rabdomiosarcoma en pacientes
de más de 16 años de edad a lo largo de 17 años. Y en el M.D. Cancer Anderson
Center de Houston, el número de enfermos que padecieron ese mal en un período
de 28 años fue de 82. Tanto el Sloan como el Anderson son institutos médicos de
referencia mundial en oncología.
Los centros médicos de avanzada
en oncología exigen recursos económicos casi ilimitados dado lo oneroso del
abordaje de esta disciplina. La investigación sobre las causas de las distintas
formas del cáncer, su diagnóstico y su tratamiento exigen desarrollos
tecnológicos cada vez más sofisticados y costosos. Fundamental en este caso
–dada la rareza del tumor– es la participación de médicos con experiencia en el
tema.
Ya en octubre de 2010, un médico
que lo examinó le había advertido a Chávez sobre la necesidad de someterse a un
minucioso examen de vejiga y de próstata, advertencia que ignoró.
Uno de los puntos que se
conocerán en el futuro será la influencia que tuvo Fidel Castro en las
decisiones, de consecuencia negativa para la evolución de la enfermedad. Es
conocida la afición del líder cubano por la medicina, de la que es un ávido
lector. El problema que representa Castro al opinar sobre asuntos tan delicados
ilustra su propio caso. Cuando tuvo la proctorragia –pérdida de sangre por vía
recto-anal– como consecuencia de su diverticulosis de colon (intestino grueso),
debió ser operado de urgencia el 26 de julio de 2006. En la sala de cirugía del
Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (Cimeq), el cirujano le explicó que,
debido a la infección de sus divertículos, se lo operaría en dos tiempos. Esto
es: en un primer paso se le haría una colostomía –ano contra natura–
transitoria, hasta que la infección estuviera curada y la vitalidad de los
tejidos restablecida, condición sine qua non para asegurar una buena
cicatrización; una vez logrado ese objetivo, se procedería a cerrar la
colostomía, restableciendo así la continuidad del intestino grueso. Castro se
negó a ello con una frase que hizo historia: “Yo seguiré cagando por donde caga
todo el mundo”. Preso del temor, el cirujano se negó a desobedecer la orden del
comandante y no hizo lo que la buena práctica médica indicaba. Las
consecuencias negativas de este erróneo proceder no se hicieron esperar. En
menos de 24 horas las suturas cedieron, hubo filtración del contenido
intestinal al peritoneo y se declaró una peritonitis severa. Ello obligó a
reoperar al paciente, a quien se le debió realizar una colectomía –extirpación
de parte del colon–, como resultado de la cual quedó con un ano contra natura
permanente.
En vano. El 18 de febrero de 2012
Chávez anunció que se le había detectado otra lesión cancerosa, por lo cual
debía someterse a una nueva operación, que se llevó a cabo en La Habana diez
días después. A su término, Elías Jaua, entonces vicepresidente, dijo que se le
había extirpado la totalidad de la lesión pélvica, además de tejido
circundante. Para los médicos que seguían el caso, ya era evidente que todo eso
sería en vano.
El 4 de marzo Chávez comunicó que
debía iniciar sesiones de radioterapia. El 12 de mayo apareció en su habitual
Aló Presidente diciendo que había completado el tratamiento exitosamente. El 9
de julio, por igual medio, anunció que estaba curado. Sus médicos sabían que
eso no era cierto.
El 27 de noviembre, tras haber
sido reelecto, Chávez pidió autorización al Congreso para someterse a un
tratamiento de oxigenación con cámara hiperbárica en Cuba, y el 6 de diciembre
anunció que debía ser operado nuevamente. La intervención, debido a la presencia
de metástasis en la columna, se practicó el 10 de ese mismo mes, y el
posoperatorio se complicó con una infección respiratoria de la que el paciente
nunca pudo recuperarse.
El primer problema que enfrentó
Chávez, debido a los errores de procedimientos arriba indicados, fue un
diagnóstico tardío y complicado. El segundo problema fue su tozudez, que lo
llevó a cerrarse a la posibilidad de ponerse en manos de especialistas de
primer nivel internacional en centros de indiscutible jerarquía. Sobre eso le
insistieron Cristina Fernández de Kirchner, Fernando Lugo, Luiz Inácio “Lula”
da Silva y su sucesora, Dilma Rousseff. Respecto de la presidenta de Brasil,
hay que decir que el sábado 25 de febrero de 2012, hallándose en Caracas, le
imploró para que aceptara su sugerencia de tratarse en el Hospital Sirio
Libanés de San Pablo, un centro médico de gran reputación mundial en oncología.
La misma Rousseff se trató allí exitosamente de su cáncer, un linfoma no
Hodgkin.
La insistencia fue en vano.
Chávez opuso a estos ofrecimientos condiciones que terminaron siendo obstáculos
insalvables. Las condiciones tenían que ver con su obsesión por el secreto.
Llegó a pedir tres pisos del hospital sólo para él, lo que fue rechazado.
Tamaña obsesión por el secreto carecía de sentido, vista la necesidad de
ampliar el número de consultas médicas a causa del inexorable avance de su
enfermedad.
Previo a su tercera operación, de
fines de febrero de 2012, en una ocasión se realizó un ateneo clínico
–discusión de un caso entre varios médicos a fin de confirmar un diagnóstico
y/o determinar el curso a seguir en el tratamiento de una enfermedad– vía
teleconferencia, del cual participaron nueve expertos: tres cubanos
pertenecientes al Cimeq; un venezolano del Hospital de Clínicas Caracas; tres
brasileños del Hospital Sirio Libanés, y dos españoles: el doctor José Luis
García Sabrido –cirujano que le salvó la vida a Fidel Castro– y un colaborador
suyo en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. Imposible pensar que, ante
tantos ojos, pudiera imponerse un secreto como el que perseguía Chávez con
obsesión, sobre todo porque esta mecánica de interconsulta se extendió a lo
largo de su penosa enfermedad. Tampoco se entiende tanta obsesión cuando los
tacos con las biopsias fueron enviados para su estudio histopatológico a un
hospital en Boston, el Tufts Medical Center, y a otro en Miami, el Baptist
Hospital.
La trama por escribirse de este
caso, que hará historia en los anales de las enfermedades padecidas por los
presidentes, es abundante en idas y venidas, en decisiones médicas
controvertidas sujetas a los vaivenes de la política.
La sentencia de muerte de Chávez
estaba escrita el mismo día en que se le diagnosticó el cáncer; el absceso
pelviano era una señal de que, evolutivamente, el tumor ya había dejado atrás
su estado primario. Perdida la oportunidad de un diagnóstico precoz, la
decisión del enfermo de priorizar su obsesión por el secreto y las razones
políticas por sobre los criterios médicos lo dejó expuesto a la comisión de
errores que complicaron el curso de su mal y aumentaron sus padecimientos.
Son las consecuencias de la
enfermedad de poder que, muchas veces, mata.
© Producción periodística de Guido Baistrocchi. Publicado el domingo
10/03/2013 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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