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domingo, 10 de junio de 2018

Del FMI a la CGT… @dealgunamanera...

Del FMI a la CGT… 

Cuesta abajo. Christine Lagarde y Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.

Macri metió presión para cerrar el acuerdo y los gremios le dieron el ultimátum a Quintana. La orden que el jueves pasado dio Mauricio Macri fue terminante: ese día debía anunciarse el acuerdo alcanzado con el Fondo Monetario Internacional por el préstamo stand-by.

© Escrito por Nelson Castro en domingo 10/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hubo quien le advirtió que eso era complicado porque faltaba definir aún aspectos claves contenidos en la letra chica. Para ello, se necesitaba que desde Washington hubiera un anuncio que hiciera público el acuerdo. Al Presidente nada le importó. Ordenó forzar la situación. Quería llegar a Quebec con la negociación finiquitada para tener la foto con la directora del FMI, Christine Lagarde, con quien la buena química personal hizo que todo funcionase a la perfección. La buena relación entre el Presidente y la directora del Fondo dio sus frutos. Lo que muchos no saben es que hubo otro protagonista de absoluto bajo perfil que fue clave en la dinámica de la negociación: Donald Trump, ya que Estados Unidos va a ser el principal aportante de los 50 mil millones de dólares que le prestarán a la Argentina.

En el acuerdo con el FMI, el Banco Central vuelve a ser el que define las metas de inflación, tal como lo había hecho hasta el 28 de diciembre pasado, y en ese marco restablece el sistema de tipo de cambio flotante. Por lo tanto, la tasa de interés continuará siendo el instrumento que utilice para bajar la inflación. Ese es un esquema que hasta ahora no tuvo la eficacia esperada, ya que la inflación superó ampliamente las metas tanto en 2017 como en 2018. Lo que se aguarda es que esta vez las condiciones sean mejores debido a que los precios relativos ya se han ajustado, el grueso del aumento de las tarifas ya pasó, y el tipo de cambio vigente en principio no necesita ajustes mayores.

El acuerdo contempla un mecanismo para desactivar la bomba de la Lebac, una verdadera bicicleta financiera que el actual gobierno potenció. Estas letras del Banco Central fueron creadas por Aldo Pignanelli en marzo de 2002 –plena crisis por la caída de la convertibilidad– para reducir la demanda de dólares y la inflación. El stock inicial, que fue de 2 mil millones de dólares, hoy alcanza a los 900 mil millones.

Asesoramiento y tensión.

No hace mucho, Guillermo Nielsen –hombre clave en la reestructuración de la deuda en default de la Argentina en 2004 y 2005– le acercó al Presidente un documento con algunas ideas sobre cómo desactivar esa bomba de tiempo que representan las Lebac. Macri leyó ese documento con atención y, a partir de esas recomendaciones, elaboró un borrador de siete carillas que envió a Federico Sturzenegger para su lectura y consideración. Algunas de esas cosas están en la base del acuerdo con el FMI.

La crisis de confianza que enfrenta el Gobierno ha generado un verdadero cimbronazo en el gabinete. Y esto tiene sus consecuencias. Las tensiones entre sus miembros están a la orden del día.

El protagonismo del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, molesta a varios de sus colegas, quienes no se toman muy en serio su condición de coordinador del área económica. La suspensión de la reunión agendada para el martes pasado entre Dujovne y el resto de los ministros del área, en la que debía tratarse el recorte de gastos de los ministerios, fue una muestra de ello. Oficialmente, se dijo que la razón de tal decisión fue la necesidad de aguardar al cierre de la negociación con el FMI.

La verdad es otra: “Ningún ministro había hecho los deberes. Nadie movió un dedo y muchos le terminaron preguntando a Marcos Peña qué hacer”, confesó una voz desde las entrañas del poder.

En ese clima, pues, se perfilan ganadores y perdedores. Mario Quintana, secretario de Coordinación Interministerial de la Jefatura de Gabinete, está pasando sus peores días desde que asumió. Macri le reprocha haberse equivocado en sus proyecciones y, por si eso fuera poco, acaba de ser imputado por el fiscal federal Ramiro González, por el manejo de la empresa Farmacity. Quintana, que está enfrentado con Sturzenegger, fue uno de los mentores del fatídico 28 de diciembre del año pasado, el día en que se dispuso limitar la independencia del BCRA. Eso caducó el jueves pasado.

El presidente del Banco Central –que también recibe reproches de Macri– se siente como uno de los ganadores de esta crisis. El recupero de su independencia le ha devuelto un protagonismo que había perdido. De aquí en más, será quien defina las pautas de inflación, tal como lo dijo Dujovne en la conferencia del jueves.

La trastienda de esa conferencia también habla de lo que pasa en el interior del Gobierno. Tres fuentes distintas coinciden en que Sturzenegger exigió que, para dejar bien en claro su independencia, no se hiciera ni en el Ministerio de Economía ni en la Casa Rosada (sic). De allí que se optara por el CCK.

Respuestas pendientes.

Todo esto ocurre en un escenario socioeconómico complicado. El ajuste tendrá consecuencias sobre la vida diaria de los argentinos. En la conferencia de prensa, las muy precisas preguntas técnicas de los colegas tuvieron respuestas –algunas buenas y otras no tanto– por parte mayoritariamente de Sturzenegger. La única pregunta que no tuvo respuesta concreta fue la referida al impacto del ajuste en la vida de los ciudadanos, que fue formulada por Nicolás Munafó.

La reunión entre el Gobierno y la CGT no fue buena.

El 15% establecido en muchas paritarias está absolutamente desfasado. El pedido de recomposición salarial fue claramente expuesto por los triunviros sindicales. La reunión fue dura. Cuando Quintana quiso posponer una respuesta para el jueves 14, Juan Carlos Schmid –uno de los triunviros de la central obrera– lo paró en seco: “Vos no entendiste nada, vos me das una respuesta el día martes y si el martes no nos das una respuesta, lanzamos la medida y no nos reunimos más. Vinimos acá a escucharlos y nos nos van a dilatar más, este jueguito no va más”.

Situación.

Hoy se complica lo que hasta hace dos meses se veía como inexorable: la reelección de Macri. Este es uno de los temas claves que se habla en la nueva mesa chica del poder, en la que han reganado protagonismo Emilio Monzó y Ernesto Sanz. Son los que hablaron de acuerdos a los que se opusieron siempre tanto el Presidente como Marcos Peña. A propósito: en sus declaraciones públicas, el jefe de Gabinete exhibe rasgos del síndrome de Hubris; cree que está todo bien y que los que lo contradicen están equivocados (sic).

  

(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

domingo, 27 de mayo de 2018

Equipo desarmado… @dealgunamanera...

Equipo desarmado…
Hasta el infinito y más allá... Nicolás Dujovne. Dibujo: Pablo Temes

El nuevo rol de Dujovne dejó descontentos y recelos. Por qué la oposición ayuda al Gobierno.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 27/05/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. (Fuentewww.perfil.com).

Una verdadera sorpresa. Eso es lo que fue para la mayoría de los integrantes del elenco ministerial de Mauricio Macri la designación de Nicolás Dujovne como ministro coordinador del área económica que, como se vio claramente en la reunión de verdadero “primus inter pares”, encabezó el lunes pasado. Fueron ocho de los nueve ministros –ausente por estar de viaje Guillermo Dietrich– convocados por Dujovne, que es un hombre poco querido en esa constelación. Como se expresó en esta columna el domingo pasado, lo ha llevado a esa posición su buena relación con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. La negociación es compleja. El Fondo exige ajustes. Y por lo que se sabe hasta aquí, esos ajustes irían más allá de lo que el Gobierno tiene planificado para lo que resta del año y para el que viene.

En el encuentro que Dujovne tuvo con cinco economistas –Miguel Kiguel, Miguel Angel Broda, Pablo Guidotti, Ricardo Arriazu y Miguel Bein– se habló del acuerdo con el FMI, de sus condiciones, de la importancia del impacto social que ellas generan, que se les da, y de cuál sería el monto del stand by que pudiera tranquilizar a los mercados. El ministro, al que vieron cómodo en su papel de coordinador de la política fiscal, les informó que las tratativas llevarían entre tres y cuatro semanas, ya que había bastante por negociar. Se habló de la meta inflacionaria para este año –Broda proyectó su índice alrededor del 27%– y para el que viene ya que las perspectivas oficiales han quedado desactualizadas.

Internas abiertas.

En el interior del Gobierno se vive una crisis como nuca había ocurrido en estos dos años y medio de gestión. Más allá de lo que se diga desde el centro del poder, el triunvirato Marcos Peña, Mario Quintana, Gustavo Lopetegui ha sufrido un desgaste importante. A Quintana, a quien no se lo vio con buena cara en la reunión con Dujovne, lo afectan sus errores de gestión y lo gris del caso Farmacity. La idea de equipo se ha resentido y las diferencias comienzan a hacerse visibles. En ese sentido, uno de los hechos más relevantes fue el de María Eugenia Vidal, quien, con gran preocupación, ha experimentado una caída de su imagen, hasta aquí intocable, en el conurbano bonaerense, objetivo electoral primordial del gobierno nacional y de ella en especial. El impacto en los bolsillos de los aumentos de abril y mayo está teniendo un efecto negativo contundente sobre la buena estrella que venía acompañando a Vidal. De ahí su iniciativa, a modo de reacción, de ordenar un estudio del comportamiento y la responsabilidad de los grandes supermercados en los incrementos de precios, tanto en alimentos como en otros productos de primera necesidad. En esto coincidió plenamente con la diputada Elisa Carrió, por la que fue entrevistada hace unos días en el Instituto Hannah Arendt. De ese –y otros temas– hablaron posteriormente en una comida en el conocido local gastronómico de Avenida del Libertador y Tagle, de la que participó, además, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Esto obligó al secretario de Comercio, Miguel Braun, a convocar a las principales empresas de consumo masivo a reuniones individuales en las que debieron explicar el impacto de la suba del dólar en su cadena de valor.

Coincidencias.

Casualidad o no, hubo una singular coincidencia en señalar a los envases como una de las principales causas del incremento de los precios. Causalidad o no, al parecer ninguna empresa del rubro tomó parte de la convocatoria. Casualidad o no, hace unos días Macri recibió a uno de los referentes de los supermercados, a quien le solicitó que, al menos por dos meses, pusiera coto a los aumentos en alimentos y en productos de limpieza. En ese ámbito ha sido muy comentado el episodio en el que una de esas cadenas negoció, con una de las multinacionales más importante en el rubro de los productos de limpieza, la demora en el traslado de sus costos a los precios a cambio de un retorno. El aumento era del 5% y el supermercado en cuestión pidió que ese porcentaje se le depositara en su cuenta bajo la amenaza de que, si así no se hiciera, sus productos serían retirados de sus góndolas.

Quien estuvo con los industriales fue el ministro de Finanzas, Luis Caputo. Participantes del encuentro confirmaron que no hubo mención de los dichos de Carrió, quien los habría tildado de “hijos de puta”. Muy por el contrario, se percibió un ministro muy consciente de la necesidad de enfrentar los desafíos que plantea la economía y de cómo sobrevivir para que la actividad no caiga. Caputo estuvo de acuerdo con la postura de los industriales respecto a que la volatilidad y los saltos altos del dólar no le sirven a nadie.

En cumplimiento de las tareas asignadas por Dujovne, el ministro de Finanzas explicó la necesidad de acudir al FMI y, para sorpresa de muchos, manifestó que “desde el mes de enero tenían anticipada la necesidad”, que “ya lo tenían previsto” y que incluso “lo había hablado con el Presidente”. La confesión, que dejó a más de uno boquiabierto, resultó muy contradictoria. Nadie encontró una explicación lógica de por qué, si se tenía tanta información, se esperó hasta último momento para explicar la necesidad de dar ese paso que, en los hechos, se realizó con semejante y notable dosis de improvisación.

En tanto, los industriales no plantearon la disyuntiva “Fondo sí o Fondo no”. Lo que preguntaron fue para qué se va a usar la plata y lo que propusieron fue que se la volcara a la oferta productiva. Además de los saltos del dólar, otra de las preocupaciones planteadas por los directivos de la Unión Industrial Argentina (UIA) fueron las declaraciones de Sturzenegger sobre el mantenimiento de las tasas al 40% por tiempo indeterminado, algo absolutamente inconveniente para el sector. La respuesta de Caputo no los dejó para nada tranquilos, ya que se escudó en la independencia del Banco Central: “Son ellos los que manejan esto y hay que respetar su autonomía”, dijo.

Toda esta situación complica el proyecto electoral de un gobierno al que, hasta hace dos meses, todas las encuestas daban como ganador. Y eso también complica su presente. Claro que la realidad le ofrece elementos para alimentar el optimismo.

Lo ayudan para ello la marcha del viernes bajo la consigna “La patria está en peligro”–multitudinaria y heterogénea– y la carta de Cristina Fernández de Kirchner, perseverante en su irrealismo de no creer que dejó un país con pobres, con inflación, con desempleo, con una fenomenal falta de inversión en energía, carente de fuentes de financiación e impregnado de una corrupción monumental.



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domingo, 13 de mayo de 2018

Se la creyeron… @dealgunamanera...

Se la creyeron…

Sin anestesia. Christine Lagarde. Dibujo: Pablo Temes.

El triunfo de octubre hizo que el PRO no escuchara. Y esa ceguera nos llevó al FMI.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 13/05/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Un ministro con despacho en la Casa Rosada da detalles: “quien tuvo la idea de recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) fue Luis Caputo. Eso fue allá por febrero-  marzo. El Presidente lo sacó carpiendo. Eran otros días” concluye el funcionario con tono de pesadumbre. ¿Qué es lo que le pasó al Gobierno? Es la pregunta de la hora. La respuesta es compleja. Para explicarla hay que retrotraerse al después de la elección del 22 de octubre pasado, el día de la contundente victoria del Gobierno. Tanto el Presidente como su entorno político más cercano hicieron una mala lectura. 

Se la creyeron. El eje Marcos Peña –y sus adláteres Mario Quintana y Gustavo Lopetegui– y Jaime Duran Barba se sintieron dueños de ese triunfo. Eso se tradujo en una actitud endogámica que llevó al Gobierno a encerrarse sobre sí mismo y prescindir, entre otras cosas,  de las opiniones de sus socios políticos: la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica.

Ya la implementación de la reforma previsional había generado un ruido interno que el aumento de la tarifa del gas acrecentó, a tal punto que fue la mismísima Elisa Carrió la primera que alzó su voz contra el modo en que se quería aplicar esa suba. El Gobierno se confió en que con las Audiencias  Públicas –a las que la concurrencia de la oposición, salvo excepciones, fue casi nula– alcanzaría para frenar cualquier turbulencia que obstaculizara su implementación. La evidencia habla a las claras: se equivocó. “Subestimamos el impacto que produciría este ajuste en la población”, reconoció otro funcionario con rango ministerial. ¿Dónde viven?

Aprendizaje. 

Además, el Gobierno demostró no haber aprendido nada de lo ocurrido en 2016. Como la comunicación interna también es mala, cuando la diputada Carrió alzó su voz para criticar el modo de implementación del ajuste tarifario, en la Casa Rosada no avizoraron que ésa sería la punta de lanza que aprovecharía la oposición para avanzar con el proyecto de freno a la medida al que le dio media sanción la Cámara de Diputados el miércoles que pasó. El agujero fiscal que significaría de ser convertido en ley  lo vuelve absolutamente inviable. “Nos llamaron recién cuando teníamos el agua al cuello. Así no es como debe funcionar una coalición”, se quejaba amargamente un diputado del radicalismo en un intervalo de la sesión. Esa endogamia PRO tuvo –hay que recordar– otro coletazo relevante: la renuncia del presidente de la Cámara Baja, Emilio Monzó, quien demostró todo su peso político en la sesión de marras, cuando reunió a los jefes de las bancadas opositoras para asegurar un debate ordenado y sin desbandes que dañara todavía más al Gobierno.

Pero volvamos al relato de lo que pasó con la ruidosa determinación del Presidente de recurrir al FMI. Una vez tomada la decisión de enviar a Washington una delegación negociadora, no quedó claro por qué no viajó el ministro de Finanzas, Luis Caputo. Al fin y al cabo, él es el ministro del área específica y el hombre con los contactos internacionales necesarios para abordar precisamente el tema del financiamiento de la Argentina. El argumento de que estaba afónico no sonó creíble. El miércoles se lo vio y se lo escuchó en A Dos Voces con una disfonía que para nada dificultaba su capacidad para hablar lo que se habla en reuniones como las que hubo en Washington.

Se sabe que Caputo le advirtió al Presidente hace unos meses del impacto negativo que para la Argentina produciría la elevación de la tasa de interés dispuesta por la Reserva Federal de los Estados Unidos. El 3% que devengan los bonos del Tesoro norteamericano representa un atractivo insuperable para los fondos especulativos que pululan por el mundo. Hecha esta advertencia, la pregunta es qué evaluación se hizo de tal advertencia. Lo cierto es que lo que se hizo evidenció las consecuencias negativas de la falta de una conducción económica sólida y clara en la gestión. No es bueno que el ministro de Economía sea el Presidente. Con un equipo económico tan atomizado y con visiones y acciones diferentes entre sus distintos miembros, lo que ocurrió no sorprende.

Apurado.

El viaje del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, tuvo un aire de improvisación llamativo. “Se viajó sin un plan, y eso es malo porque, si no hay plan del Gobierno, entonces lo arman en Washington los integrantes del staff del FMI que lo único que saben hacer son planes duros”, señalaba en la mañana del viernes Guillermo Nielsen, el hombre que fue clave en la reestructuración de la deuda que se logró durante la presidencia de Néstor Kirchner. Un detalle de forma  subraya además lo deshilachado del procedimiento: es de forma que el Presidente sea quien anuncie el logro del acuerdo con el FMI, no el comienzo de la negociación.

Cuando todo sea pasado, Macri deberá recapacitar y comprender que la manera de su gobierno de gestionar la economía es inconveniente. Está claro, que no quiso repetir la experiencia que representó el conflicto entre Menem y Cavallo. La idea de un presidente sometido a un ministro de Economía poderoso ha querido ser evitada desde entonces por todos los presidentes. La repetición más calcada se dio entre Kirchner y Lavagna. Pero sirve para momentos de bonanza. Cuando hay una crisis lo que hace falta es  un Ministerio de Economía fuerte –que sea a su vez fusible– con ideas y capacidad de ejecución. Es lo que no ha pasado en el actual gobierno.   

Las desavenencias entre el ministro de Energía, Juan José Aranguren, y los otros ministros del área económica son harto conocidas. Las que existen entre Federico Sturzenegger con Caputo, Dujovne, Peña y Quintana, también. Liberar el precio de los combustibles en un contexto de aumento del petróleo no parece haber sido una medida feliz. Permitir que el JP Morgan comprara más de 850 millones de dólares a 20,50; tampoco.
Y así sucesivamente.

El Presidente, que hasta hace tres semanas se sentía pensando en la reelección, se ha visto enfrentado a una realidad que, hasta aquí, lo ha desbordado. De una corrida cambiaria inadvertida y minimizada se ha pasado a una crisis de credibilidad de su gobierno que nadie previó. Es éste, pues, un buen momento para escuchar y darse cuenta de que debe, más que nunca, escuchar. “La democracia es darle, al menos por una vez, la razón al otro” (Winston Churchill).



domingo, 4 de marzo de 2018

En el sube y baja… @dealgunamanera…


En el sube y baja…  
Gentilhombre presentando renuncia. Alberto Abad. Dibujo: Pablo Temes

El verano mostró un zigzag en la agenda presidencial. El lento adiós de Abad en AFIP.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 04/03/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La Argentina polarizada por la movilización del 21F parece haber sucedido un año atrás. Eso que asomaba como el preludio de un comienzo de año complicado, con un humor social inestable y un sector de la sociedad reactivo a una economía que no encuentra su buen camino quedó desdibujado por debates que despiertan alto voltaje pasional. ¿Despenalización del aborto, sí o no? ¿Corresponde que con nuestros  impuestos  –que tanto nos cuestan– se les costee la salud a personas que no viven aquí? 

Estos temas ocuparon la agenda del oficialismo la semana en la que Mauricio Macri realizó la apertura de las sesiones en la Asamblea Legislativa. Después del caótico diciembre de 2017 y el humor social y político con el que la votación exprés de la reforma previsional cerró la actividad del Parlamento, los debates que busca instalar el oficialismo en la reapertura de la discusión legislativa son bien diferentes.

Evidentemente el Gobierno aprendió la lección en la que el logro de la reforma previsional tuvo tal costo político y social  que no se podía repetir. Imposible ir por la reforma laboral como la había planeado, y por eso puso en discusión una agenda alternativa. La parte más débil del discurso presidencial tuvo que ver con lo económico. La situación socioeconómica sigue siendo mala porque es difícil atacar los problemas de fondo. Cuando el Presidente habla de cosas invisibles está implícita la imposibilidad de mostrar resultados visibles para la gente. 

Hoy el Gobierno tiene una profunda caída de imagen, y para mucha gente lo peor no pasó, circunstancia de la que el oficialismo debería notificarse. Compró una idea de optimismo enorme que la realidad no muestra. Por eso vemos en discusión hoy en día temas, por supuesto importantes, pero que no son los que afectan de fondo a la realidad de nuestro país.

Debates.

Al hablar sobre el proyecto de despenalización del aborto, el presidente del interbloque Cambiemos, Mario Negri, dijo: “Vamos a profundizar el debate por el camino de las comisiones, escuchando las voces, respetando a todos, sin ningún tipo de fanatismo, lo que hace a una sociedad democrática”. Sin embargo, en la oposición hay malestar: “Van a estirar el debate del aborto hasta al menos junio, para que pasemos de distraernos con el aborto a distraernos con el Mundial”, se quejan en los pasillos del Congreso. 

La otra discusión que ocupó la agenda fue la posibilidad de cobrarles a los extranjeros por el acceso a la salud pública. Si bien sectores de la oposición critican que este debate también sea usado para desviar la atención, la situación interna en Cambiemos es otra. Hay malestar en el bloque con un sector del radicalismo que, de la mano del diputado por Cambiemos Luis Petri, e impulsado por el gobernador radical Gerardo Morales, presentó un proyecto para cobrarles a los extranjeros no residentes por los servicios de salud y educación universitaria. Fueron los diputados Nicolás Massot, jefe del bloque Pro en Diputados, y el propio radical Mario Negri, presidente del interbloque Cambiemos, quienes manifestaron malestar por la decisión unilateral de un sector del bloque de presentar el proyecto e instalar el debate en la agenda política y mediática. “Hubo una diferencia en los tiempos en los que se presentó la iniciativa y la consulta previa dentro del interbloque, que por ahí no fue lo profunda que algunos esperaban”, sostuvo Massot en declaraciones radiales. En el interior del Congreso no esperan que este proyecto prospere.

Salida.

El pasado viernes Alberto Abad presentó su renuncia, luego de reunirse en la residencia presidencial de Olivos con el presidente Mauricio Macri y miembros del gabinete, y el 31 de marzo será el último día ante la Administración General de Ingresos Públicos. Si bien esta noticia irrumpió en los medios, la renuncia del titular de la AFIP ya se venía gestando desde finales del año pasado y no sorprendió a sus más cercanos. Al respecto, Abad sostuvo que la decisión fue acordada con el Presidente y dijo: “Yo cumplí cincuenta años de trabajo y 35 años en el sector público. Que quede claro, esto no es una renuncia, es un retiro”. Quiso acallar así los rumores de conflictividad con el Gobierno. Sin embargo, la relación de Abad con el Presidente tuvo en el último tiempo varios cortocircuitos.

Uno de ellos consistió en la decisión de la AFIP de ir tras uno de los empresarios favoritos del Gobierno, Marcos Galperín, al exigirle a la empresa Mercado Libre un pago millonario al Estado (aproximadamente $ 500 millones mensuales) por concluir que no la encontraba beneficiaria de una exención de impuestos a través del Régimen de Promoción de la Industria del Software. Fue otra entidad del Gobierno, el Ministerio de Producción con Francisco Cabrera a la cabeza, la que salió en defensa de la empresa garantizando el acceso a este beneficio tributario. En su momento, está decisión despertó suspicacias respecto de la interna entre las dos entidades.

Otro tema pujante para la AFIP fue la negociación de la entidad con el empresario Cristóbal López, por la deuda de más de $ 17 mil millones que mantiene el ex Grupo Indalo por la retención del Impuesto a la Transferencia de Combustibles por parte de la empresa Oil Combustibles. Cuando el grupo inversor OP Investment, encabezado por Ignacio Rosner, tuvo la intención de comprar la empresa, acusó a Abad de impedirle el pago de la deuda millonaria y como consecuencia de no poder efectuarles el pago a los más de 4 mil empleados. Al día de hoy, la operación de venta ya fue rechazada dos veces por la AFIP y por los veedores judiciales. En su momento, especialistas en finanzas cuestionaron la rigidez del titular de la AFIP: “La venta podría haberse efectuado a través de la ley de quiebras; luego de la resolución del juez Cosentino por los créditos posconcursales se podría pedir la quiebra y realizar la venta por los valores de los activos. Yo me pregunto si le dejan hacer lo que tiene que hacer o trabaja bajo ciertas presiones”.

La financiación de la deuda de la empresa postal OCA fue otro de los cortocircuitos que pusieron a la AFIP y al Gobierno en los titulares de las noticias. La empresa de correo tiene una deuda con la AFIP de $ 1.700 millones, y en plena negociación se acusó al ente regulador de considerar un plan a medida de la empresa por presiones del vicejefe de Gabinete, Mario Quintana. “La Rosada nunca pidió un procedimiento especial, y si hubiese existido no lo habríamos hecho”, declaró Alberto Abad en su momento: “Es una operación periodística”.

El golpe de gracia que, según el entorno, le dolió muchísimo al mismo jefe de la AFIP fue la filtración de datos del blanqueo que sufrió la institución, y que culminó en la imputación por parte del juez Canicoba Corral de siete personas acusadas de integrar una banda que vendía datos protegidos, información confidencial del organismo. Debido a estas filtraciones quedaron expuestos familiares del Presidente y gente cercana al Gobierno que adhirieron al blanqueo, mencionados en una nota publicada en Página/12 por el periodista Horacio Verbitsky.

Producción periodística: Lucía Lopreiato.



lunes, 18 de diciembre de 2017

Ley Previsional. Bochorno para todos… @dealgunamanera...

Bochorno para todos…

DARTH VADER NATIVO, Patricia Bullrich. Dibujo: Pablo Temes

Nadie se salvó el día de la sesión frustrada. Pases de facturas y negociaciones. El salvataje de Lilita.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Todo –la militarización perimetral del Congreso, los grupúsculos de violentos munidos de piedras y palos, la represión descontrolada de la Gendarmería, la conducta patoteril del diputado de Unión Ciudadana Leopoldo Moreau y compañía, el descontrol del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó– fue bochornoso. El clima de violencia que se vivió en la tarde del jueves pasado está en consonancia con un germen de intolerancia que se ha instalado en un porcentaje creciente de la sociedad argentina. Las imágenes de la Plaza Congreso y sus adyacencias,  transformada en un verdadero campo de batalla, tuvieron reminiscencias de aquellas otras del trágico diciembre de 2001. 

El Gobierno cometió errores garrafales en la forma como manejó el trámite que desembocó en la fallida sesión de la Cámara de Diputados. A ese error lo llevó el apuro con que quiso aprobar este controvertido proyecto de reforma previsional que, en verdad, es otro ajuste. La realidad de los jubilados ha sido y es penosa para la mayoría de sus “beneficiarios”. 

El pago de esos haberes representa más del 40% del presupuesto nacional y su sustentabilidad es cada vez más compleja porque la relación trabajador activo/jubilado está desfasada. Por eso, a lo largo de los años, las reformas jubilatorias se suceden enmascaradas con discursos que hablan de mejoras que nunca llegan. La dirigencia política vernácula no ha tenido, a lo largo de estos 34 años de democracia, la capacidad de estudiar el problema en profundidad y establecer soluciones consensuadas, posibles y permanentes. La consecuencia de esto es un grotesco que no hace más que ahondar el drama de la clase pasiva.

Antecedentes. 

En octubre de 2010, el conjunto de la oposición encabezada por los legisladores  de Unión-PRO aprobó un proyecto que establecía el reconocimiento del ya legendario 82% móvil para el pago de las jubilaciones. La respuesta de la entonces presidenta no se hizo esperar: “He vetado esta ley de quiebras que ayer sancionó el Parlamento” (...) “Lo que se sancionó, es la ley de quiebra del país y no puedo permitir que el Estado quiebre porque tengo una ley que me obliga”, afirmó Cristina Fernández de Kirchner al justificar su veto.

Se da ahora una situación exactamente inversa: el oficialismo, integrado por muchos de los que en 2010 eran opositores, habla de una modificación del cálculo de haberes de las jubilaciones mínimas so pena de que el sistema es insostenible y la oposición, en la que el kirchnerismo ha hecho punta, lo niega. Lo que pasó el jueves en el Congreso fue el resultado de una trama política compleja de acuerdos débiles entre el gobierno nacional y los gobernadores del peronismo.  

En el entorno de los diputados del PRO insistían y repetían la misma versión: “Teníamos el quórum. Un sector de la oposición fue decidido a generar disturbios; a producirlos dentro y fuera del recinto para lograr el levantamiento de la sesión”. Los aludidos por el oficialismo son el FpV, la izquierda y el Movimiento Evita.

En sectores críticos de la UCR fueron duros con las espadas del PRO. “Cuando no tenés una mayoría parlamentaria como tuvo el kirchnerismo en gran parte de sus mandatos, no podés intentar hacer jugadas como ésta. Hicieron kirchnerismo embriagados por el resultado electoral. No supieron interpretar lo que el proyecto generaba en la calle en un tema tan sensible como sacarles plata a los que menos tienen, y del otro lado, la respuesta fue la barbarie. Le dieron al FpV y a la izquierda todo lo que necesitaban para generar lo que se generó. Pero no le podés echar toda la culpa a la oposición si tu visión de la realidad tenía vicios de miopía”, señalaba una voz radical que no fue escuchada en el Gobierno.

En la cúpula del poder hubo un enojo casi transitivo: el Presidente estaba furioso con los gobernadores y estos, a su vez, lo estaban con sus diputados. Hubo traiciones explícitas. Muchos diputados no soportaron la presión de la calle. Eso se notó cuando el quórum se sostenía de manera intermitente. “Nadie dejaba el culo pegado en la silla por más de tres minutos” –graficó un funcionario que vivió el minuto a minuto de lo que pasó en el recinto de los diputados.

El lunes el Congreso tendrá una segunda oportunidad. A decir verdad será la prueba de fuego para volver a testear lealtades y acuerdos. Hay quienes sostienen que de obtener un nuevo fracaso parlamentario la riesgosa apuesta del DNU vería la luz.

Luego de la reunión del viernes con los gobernadores en la que participaron el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; su par de Hacienda, Nicolás Dujovne; el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana; los gobernadores Juan Manuel Urtubey (Salta), Domingo Pe-ppo (Chaco), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Alfredo Cornejo (Mendoza), Gerardo Morales (Jujuy), Omar Gutiérrez (Neuquén) y Rosana Bertone (Tierra del Fuego), la calma pareció volver a las filas del oficialismo.

¿Qué ocurrió?

¿Por qué el cambio? Algunas de esas provincias necesitan del acuerdo con el Gobierno y de las reformas pactadas y, por supuesto, la llegada de obras y financiamiento. Se dice que el trato fue duro, pero cordial y quienes conocen las cuentas provinciales no dudan de que la billetera del Gobierno logró zanjar las diferencias. Salta, por tomar un ejemplo, cerrará el año con un déficit superior a los 4 mil millones de pesos. Sus pares del norte no están mucho mejor.

El Presidente tiene una deuda de gratitud con Elisa Carrió, quien tuvo un rol clave en todo este penoso episodio para evitarle al oficialismo males mayores. De todo lo por ella hecho, lo más trascendente fue el tuit en el que le advirtió el carácter inconstitucional del Decreto de Necesidad y Urgencia que, de haberse promulgado, habría significado el fin de Cambiemos y una grave crisis de sustentabilidad para el gobierno de Mauricio Macri.

Producción periodística: Santiago Serra.