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domingo, 17 de marzo de 2019

¿Sale CFK... Entra AK?... @dealgunamanera...

Kicillof, el sustituto…

Kicillof... ¿correo de la zarina? Axel Kicillof. Dibujo: Pablo Temes

Después de CFK, aparece como ireemplazable del kirchnerismo, pero pone incómodo a Máximo.

© Escrito por Daniel Bilotta el domingo 17/03/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Eduardo Valdés hizo público algo que el kirchnerismo ya no podía mantener en secreto. Si es conveniente que Cristina Fernández de Kirchner sea candidata presidencial en octubre. Las circunstancias en las que confirmó ese debate podrían configurar un caso de traición en el círculo de incondicionales que rodea a la ex presidenta: lo hizo con ella en Cuba, donde su hija Florencia se trata de un linfedema. Y en apariencia, bajo un delicado estado emocional.

No deja de ser curioso que esa sea la razón invocada por el ex embajador en el Vaticano para hablar del asunto.

Tal vez  de manera injusta, se asocia  la actitud de Valdés con Alberto Fernández. Junto a Felipe Solá, los más convencidos de que “sin Cristina no se puede pero con ella sola no alcanza” para ganarle a Mauricio Macri. Traducido: la alianza con otros afines no mejora el caudal electoral. El ex jefe del Gabinete reclama una autocrítica “para ser mejores de lo que fuimos.” El éxito no acompaña por ahora la infatigable presencia que ocupa en el Instituto Patria.

Es probable que eso despierte viejos recelos en La Cámpora para endilgarle también el lanzamiento de Daniel Scioli. Su candidatura presidencial podría serle útil a Fernando Espinoza si deseara canalizar la disconformidad con un sector del kirchnerismo  que insiste en que suceda a Verónica Magario. Un destino sin encanto y muy por debajo de su expectativa que incluye, si fuese preciso, competir en una primaria por la candidatura a gobernador.  


No sería la primera vez  que combina esfuerzos con Scioli para  oponerse a la voluntad de Cristina, cuyo liderazgo electoral se asienta en el segundo y tercer cordón de ese distrito. En 2015,  Scioli amenazó con competir por fuera del Frente para la Victoria si no se lo consagraba candidato presidencial. Con Julián Domínguez y el respaldo del entonces gobernador forzó una PASO para desplazar a Aníbal Fernández y Martín Sabbatella: la fórmula oficial en la Provincia. Resultó un intento fallido.

Lo que tiene en común aquel episodio con los más recientes es el desafío a la autoridad de Cristina como síntoma de una incertidumbre electoral. Pero acicateada en este presente por otra inquietud indisimulable. La influencia de Axel Kicillof en el círculo más íntimo de la ex presidenta.

Dificultad. ¿Entorpecería el ex ministro de Economía la primaria  entre Solá y Agustín Rossi que imagina Fernández si ella declina su candidatura? 

Nadie lo sabe con certeza. Tampoco Kicillof, el único al que identifican con Cristina quienes aseguran que la elegirían. Es decir: a quien podrían votar en su lugar. Más que la sofisticación para la conjura que le atribuyen sus detractores, el ex jefe del Gabinete se destaca por una racionalidad de apariencia incompatible con la del kirchnerismo. Entre otras cosas, por aplicarla a la lectura de encuestas. Igual que a Solá, no le sorprendió la derrota de Ramón Rioseco en Neuquén.


También  la puso al servicio de aceptar antes que otros el lugar de Kicilloff con Cristina. Quizás por eso este verano apeló a un lenguaje alambicado para describirlo: “Un fenómeno de la política a tener en cuenta.” Tal vez refleje la perplejidad  por alguien de trayectoria en el universo académico que irrumpió de forma casi inesperada en la política: un viaje sin escalas de la línea gerencial en Aerolíneas al Ministerio de Economía.

Acaso en  tributo a Tontos pero no Tanto (TNT),  la agrupación fundada en la UBA con Mariano Recalde, su mentor en la empresa de bandera estatal. 

En  la misión cumplida para Cristina en el Palacio de Hacienda está la clave de su confianza. Exagerados,  algunos justifican traspiés en su gestión por la ocupación que le demandó cumplir con la principal misión encargada: intervenir todas las áreas de gobierno ligadas a Néstor Kirchner hasta su muerte.

Lo que incluyó tensiones con el Ministerio de Planificación Federal. Y, por supuesto, con Julio De Vido: el más poderoso de todo el  gabinete. Es posible que allí haya adquirido  la experiencia para encarar una más reciente pero no menos complicada. Otra vez, a pedido de Cristina. Recomponer lazos con Fernández, Rossi y Solá. El protagonismo de Axel llega a provocar alguna incomodidad familiar entre los Kirchner. Máximo suele referirse a él como “el candidato de mi vieja”.

Aunque la fiabilidad del kirchnerismo para efectuar proyecciones a partir de sondeos es dudosa, los estudios de campo le dan sentido a tanta susceptibilidad.


Después de la ex presidenta, Kicillof es el otro actor imprescindible para esa corriente. Es lo que habilita a contemplarlo en cualquier escenario electoral. El más probable hasta ahora, el de candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires. Empezando por Martín Insaurralde en Lomas de Zamora, los intendentes ya desistieron de oponérsele.

Relevo. ¿Podría sustituir a  la ex presidenta si no es candidata?  Dependería de otro factor. “Que Felipe se anime” a ir por la gobernación, desliza el entorno del ex ministro. Serviría además para comprobar si Espinoza lo acepta de candidato de consenso, como asegura. Si no lo hiciese, existe un plan para disputarle la intendencia en La Matanza que excluye a Magario: Cristina la quiere en el segundo término de la fórmula.

No es una posibilidad que entusiasme a los asesores de Solá. Tampoco compartir el binomio presidencial con Cristina satisface a Fernando “El Chino” Navarro, Víctor Santa María ni Nicolás Trotta. Como Fernández, preferirían un candidato surgido de las PASO.  Solá desconfía de algunos de ellos. ¿Será el jefe del Movimiento Evita, al que Cristina no recibe?

Mientras tanto, Kicillof desarrolla una agenda en territorio bonaerense con Teresa García y Carlos “Cuto” Moreno, los legisladores de Unidad Ciudadana delegados por Cristina para esa tarea. Facilitada donde los intendentes simpatizan con el ex funcionario. 

Algo más habitual en el interior que en el Gran Buenos Aires, a excepción de Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Secco (Ensenada).

En cualquier hipótesis, podría contrariar la voluntad del peronismo no K y de algunos consejeros de Cristina. Decretar la desaparición del cuerpo que los contuvo 12 años para resucitar en otro nuevo.

Axel podría ser un obstáculo fuera de ese cálculo si, finalmente, encarna al sustituto.




domingo, 3 de marzo de 2019

Falleció Franco Macri (1930-2019)… @dealgunamanera…

Falleció Franco Macri a los 88 años…

Franco Macri. Fotografía Diario Perfil. Cedoc

Fue en su casa de Barrio Parque a causa de una descompensación respiratoria. El mandatario se encuentra en la Patagonia

© Publicado el sábado 02/03/2019 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El empresario Franco Macri, padre del presidente Mauricio Macri, murió esta noche a los 88 años en su casa de Barrio Parque, en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires. El deceso de Franco Macri, quien sufría diversos problemas de salud, se produjo alrededor de las 21:00 a causa de una descompensación respiratoria, informó Presidencia de la Nación. El presidente de la Nación viajó junto a su familia a la localidad neuquina de San Martín de los Andes, para pasar el fin de semana largo. Hasta el momento, no se pronunció al respecto.

Franco Macri había nacido en Roma, Italia, el 15 de abril de 1930 y llegó a Buenos Aires a los 19 años, junto a dos hermanos. En Argentina ya estaba afincado Giorgio Macri, su padre, quien se había separado de su madre. En 1959 fundó su primera empresa, dedicada a la construcción de casas económicas, la que daría origen a un imperio de más de un centenar de firmas con intereses en ese campo, en el sector automotriz, la telefonía y las obras viales, entre otras.

El empresario consolidaría su expansión empresarial al frente del Grupo Macri-SOCMA, con el que llegaría a ser accionista mayoritario de Fiat Sevel Argentina, un consorcio que fabricó y comercializó vehículos Fiat y Peugeot en el mercado argentino hasta finales del siglo pasado. No exento de críticas y polémicas, como sus relaciones empresariales con la última dictadura militar y su gestión al frente del Correo Argentino, Macri llevó sus negocios a todo tipo de rubros, desde los electrodomésticos hasta los residuos. 

Pocas semanas atrás, el Presidente se había referido a la delicada situación de su padre en diálogo con la prensa, cuando cumplió 60 años. "Espero que me toque una muerte rápida. No me gustaría quedar atrapado en la vida como le está pasando a mi padre que está acá, pero no está. Hace un año que está postrado. Si tiene algún momento de lucidez debe estar pasándola mal", expresó Mauricio Macri entonces. Además Mauricio Macri reveló que uno de los escasos momento de lucidez que tenía en los últimos meses, su padre le pidió que le diera "una pastillita" para "sacarlo". "Ya terminé; no tengo nada que hacer. Dependo de asistencia de terceros para todo", le dijo entonces Franco Macri a su hijo.

Repercusiones en el mundo de la política

El exgobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, fue una de las primeras personalidades de la política que expresó sus condolencias a la familia Macri. "Mis respetos y condolencias al Presidente @mauriciomacri y a su familia, por el fallecimiento de su padre Franco Macri. Los saludo con afecto", escribió en Twitter. El legislador Martín Lousteau también usó esta red social para dejar un mensaje al jefe de Estado: "Mis condolencias al  Presidente @mauriciomacri a su familia por el fallecimiento de su padre Franco Macri.

"Se fue un hombre inmenso, tan sabio como difícil", escribió en Twitter el intendente de Vicente López y sobrino de Franco, Jorge Macri. "Aprendimos mucho de Franco y a veces lo sufrimos, pero ninguno de nosotros sería lo que somos sin él en nuestras vidas. Seguro ya lo abrazó mi papá, su hermano menor, Tenorio. Lo lloramos todos". Otro político, el cordobés radical Mario Negri, le hizo llegar a su "Estimado amigo" Mauricio Macri sus "más sentidas condolencias".

Otro mensaje destacado fue el que escribió Javier Timerman, hijo de Jacobo Timerman: "Cuando mi padre estaba en arresto domiciliario en 1978, el consorcio se reunió para echar a mi familia del edificio. Un vecino armó un escándalo y defendió a mi padre consiguiendo que no se vote esa canallada. Ese vecino fue Franco Macri". "Un gesto que muchos no tuvieron", remarcó.



(Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a perfilcom@perfil.com

lunes, 23 de julio de 2018

Cuesta arriba… @dealgunamanera...

Cuesta arriba…

Espinas María E. Vidal. Dibujo: Pablo Temes.

Macri lanzó la campaña respondiendo preguntas. De la crisis a la tormenta. El Gobierno dio comienzo a la campaña electoral. Fue el hecho político de la semana. El lanzamiento ocurrió el miércoles pasado y el marco fue la conferencia de prensa que brindó el Presidente. Fue una puesta en escena muy bien montada para la que Mauricio Macri se preparó con esmero. 

© Escrito por Nelson Castro el domingo 22/07/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El entrenamiento –coaching– al que se sometió durante los días previos se hizo evidente en cada detalle. Amable fue su trato y serena su manera de responder. La fortuna hizo que el sorteo de los periodistas que lo interrogaron incluyera a colegas de medios altamente críticos de la gestión de gobierno.

Las preguntas fueron buenas. Las respuestas del jefe de Estado, en cambio, no. No contestó sobre las contradicciones entre Elisa Carrió  y Marcos Peña por el tema del aborto, dio cifras inexactas sobre el empleo, inexactitudes al querer justificar en referencia a los despidos de colegas de Télam, ausencia de condena política a las escandalosas afiliaciones falsas de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires y promesas de inversiones que nadie sabe si vendrán.

A lo largo de la conferencia de prensa, el numeroso equipo comunicacional del que dispone el Gobierno estuvo muy activo en las redes sociales. Es curioso lo que ocurrió entonces. Durante la conferencia hubo euforia. Luego –cuando la reflexión y el análisis se apoderaron de esas mentes tomadas por el fervor de lo que se vivió como una batalla– los pareceres cambiaron.

La mano del asesor. Ahí se tuvo conciencia de los errores cometidos por el jefe de Estado. El lanzamiento de la campaña comprendió también el debut de Macri en Instagram. Lo suyo ahí fue poco feliz, por decirlo de una manera elegante.

El “coucheo” representó el regreso a la escena política de Jaime Duran Barba que, por un problema de salud, estuvo  ausente durante algunas semanas. Duran Barba fue quien sugirió el uso de la palabra “tormenta” en vez de crisis. La crisis es algo  permanente y la tormenta algo pasajero, fue la explicación que dio para fundamentar la ocurrencia. Por eso en el Gobierno se dice ahora que lo peor está por venir en los próximos cuatro meses.

Ahí está el concepto del estado del tiempo: se anticipa una crisis en formato de tormenta. En esta forma de comunicación, en la que se hace aparecer la política ligada a la meteorología, se usa la figura del tiempo, que es cambiante: puede pasar del calor al frío y del agua a la sequía. La idea es no negar la realidad pero utilizar sinónimos en la comunicación con el objetivo de atenuar el impacto de la crisis en la opinión pública. Es notable observar cómo se subestima la inteligencia de la gente.

Al interior de Cambiemos, las encuestas han encendido las alertas amarillas. En varias, la caída de imagen del Presidente lo ha dejado por debajo de Cristina Fernández de Kirchner. Dicho con claridad: CFK no ha subido; el que bajó es Macri.

Antes de la conferencia, María Eugenia Vidal hizo el anuncio del pedido de renuncia de quien había sido nombrada al frente de la Contaduría General  María Fernanda Inza. Fue una circunstancia que le pegó fuerte a la gobernadora: Inza es una persona de su cercanía. En el oficialismo se dice algo más: fue un pedido taxativo del Presidente. En la Rosada están molestos hace rato porque todas las medidas del gobierno le pegan a Macri y a Vidal le pasan por el lado. Recién en los últimos meses empezó a caer la imagen de la gobernadora, pero el mayor costo político siempre lo paga el jefe de Estado. Salvando distancias, hace acordar a CFK y Daniel Scioli.

Money. Atrás quedó la frase de Macri que hoy no para de circular por las redes sociales: “Eliminar la inflación va a ser lo más simple que tenga que hacer si soy presidente”. Lo dijo en el programa de Mirtha Legrand del 7 de febrero de 2015.

Lo grave no es la frase sino los hechos. Dos años y medio de gestión demuestran que el Gobierno se equivocó en las proyecciones inflacionarias que hizo hasta aquí: para 2016 proyectó un 25% y fue superior al 40%; para 2017 proyectó un 17% y fue del 24,8%; y para este año proyectó primero entre el 10% y el 12% y luego el 15%, cuando ya se sabe que estará  alrededor del 30%. Es decir que, sumando los tres años de gestión, Cambiemos habrá acumulado una inflación del 100%. Demoledor.

En el Gobierno hay una fuerte sospecha de que va a ser difícil cumplir con una parte de las metas comprometidas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Muy probablemente las metas fiscales se cumplan en parte –y hasta se sobrecumplan–, por lo pronto este año y seguramente el año que viene. “Lo más difícil va a ser cumplir las metas de segunda generación, que son los aspectos vinculados a la tasa de inflación prevista”, señala un economista de la cercanía del oficialismo.

Dentro del acuerdo la Argentina no debería pasar del 32%, al Gobierno le encantaría estar sub 30, pero al ritmo que va es muy difícil que lo consiga.

Para lograrlo tendría que ir a una caída del producto de más del 3% o 4% en el segundo semestre, un ajuste, dejar la tasa muy alta y controlar las paritarias. El costo político sería muy alto: el proyecto de la reelección iría a parar a la basura.

Lo verdaderamente singular es que toda esta situación de crisis se da en el marco donde Argentina es anfitrión del G20, razón por la cual el concierto internacional del G8 y todos los otros miembros que hacen al G20 han manifestado directa e indirectamente su apoyo al país en sus nuevas medidas. Fue ese el sentido que tuvieron las declaraciones de Christine Lagarde porque el objetivo que se espera después del acuerdo con el Fondo es que la Argentina pueda volver al mercado voluntario de deuda y poder captar los 18/20 mil millones de dólares que le faltan para cerrar el programa financiero global 2018-2019. 

“Cuando la fortuna nos muestra una cara más hermosa que nunca, es precisamente cuando se está fraguando la tormenta sobre nuestras cabezas”, es la célebre frase de Píndaro que resume de manera impecable lo que le pasó a Macri y a su gobierno después del triunfo electoral de octubre pasado.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



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lunes, 25 de diciembre de 2017

Mauricio Macri sólo cumplió dos de 20 promesas que hizo en 2015... @dealgunamanera...

En la mitad de su mandato, Macri sólo cumplió dos de 20 promesas que hizo en 2015… 



Además, hubo avances desde el chequeo de las propuestas en 2016: entonces, cinco promesas se encontraban incumplidas, mientras que hoy son dos las que permanecen en esta categoría; otras seis están en proceso, adelantadas; diez en proceso, demoradas y dos están cumplidas.

© Escrito y chequeado por Manuel Tarricone, Olivia Sohr, Matías Di Santi, Martín Slipczuk y Lucía Martínez el domingo 10/12/2017 y publicado por el sitio chequeado.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

Chequeado analizó por segundo año consecutivo en nuestro especial “Promesas Chequeadas” el avance de las promesas que el Macri hizo durante su campaña electoral de 2015. De las 20 promesas seleccionadas -18 de ellas dichas durante el debate presidencial pre balotaje y dos elegidas por la gente en las redes sociales como las más memorables-, dos fueron calificadas como “Cumplida”, seis “En Proceso, Adelantada”; diez “En Proceso, Demorada” y dos, “Incumplida”.

Pese a los magros resultados, el Gobierno registró avances desde el chequeo de las promesas de 2016: entonces cinco promesas estaban incumplidas, mientras que hoy son dos las que permanecen en esta categoría. Sin embargo, no aumentó la cantidad de promesas cumplidas, que también se mantiene en dos.

Entre las incumplidas se encuentra la promesa de que los trabajadores no pagarán más el impuesto a las Ganancias y “crear trabajo, cuidando el que tenemos”. Hoy el nivel de empleo, en cantidad de trabajadores asalariados en el sector privado y por habitante, todavía está por debajo de los niveles de noviembre de 2015, último mes del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Dado el retroceso en la situación laboral, se considera a la promesa como incumplida.

Entre las promesas que están en proceso, demoradas, están “lograr una Argentina con pobreza cero”, “poner en marcha el plan de infraestructura más importante de la historia”, “construir tres mil jardines de infantes” y “entregar un millón de créditos hipotecarios”, entre otras.

En estos dos últimos casos, el Gobierno nacional cambió las promesas originales tras comenzar la gestión. Los tres mil jardines fueron reemplazados por 10 mil aulas, una meta que aún está lejana según las previsiones oficiales de construcción. En el caso de los créditos hipotecarios, la promesa incluía que estos se dieran con tasa cero, algo que el Gobierno modificó ya que decidió impulsar los préstamos por parte de bancos públicos y privados en lugar de hacerlo a través de la ANSES, que hubiese permitido otorgarlos sin tasa. En ambos casos, el cambio muestra que las promesas fueron formuladas sin considerar factores que se advirtieron tras llegar al poder. Algo similar ocurrió con la promesa de “crear una Agencia Nacional de Lucha contra el Crimen Organizado”, que se encuentra “En Proceso, Demorada”.

Las promesas cumplidas, que ya se habían logrado en 2016, son “extender la Asignación Universal por Hijo e incluir a los hijos de monotributistas” e “impulsar la ley del arrepentido”.

Con esta iniciativa buscamos que los votantes tengan más evidencia y datos sobre cuánto de lo que se prometió en la campaña presidencial, se cumplió o está en proceso de ser cumplido y cuánto no -dijo Laura Zommer, directora de Chequeado-. ‘Promesas chequeadas’ se repetirá cada 10 de diciembre para dar cuenta de los avances o retrocesos de la gestión del Gobierno nacional en las áreas que fueron ejes discursivos en 2015 y pudieron definir la voluntad de muchos votantes”.

Cómo votó la comunidad en redes. 

Durante la semana previa a la publicación de este especial, este medio preguntó a la comunidad a través de Twitter cómo creía que habían avanzado las promesas. En todos los casos (encuesta 123 y 4) la opción más votada por la gente fue “incumplida”. Solo coincidió con el resultado final el caso del impuesto a las Ganancias.

Las 20 promesas que Chequeado analizó por segundo año consecutivo son 18 de las que hizo Macri durante el debate presidencial previo al balotaje con el candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, y que estaban también plasmadas en los documentos de campaña que publicó Cambiemos. A estas promesas -que cubren un porcentaje de todas las que hizo Macri en 2015- se sumaron dos que eligió en 2016 la comunidad a través de una votación en redes sociales.

Hay diferentes tipos de promesas y eso influye en su calificación. Existen promesas que involucran medidas (por ejemplo: “Crear un Plan de Primer Empleo”) y otras que están basadas en los resultados (por ejemplo: “Lograr una Argentina con Pobreza Cero”). Por eso, puede haber casos en los que se tomaron medidas para avanzar hacia el cumplimiento de una promesa, pero si los resultados fueron contrarios, la calificación es negativa.


jueves, 15 de junio de 2017

Beatriz Sarlo sobre Cristina en las PASO: "Este es su final político"... @dealgunamanera...

Beatriz Sarlo sobre Cristina en las PASO: "Este es su final político"...

Beatriz Sarlo, ensayista y académica. Foto:Pablo Cuarterolo

La escritora afirmó que la decisión de crear un frente propio es una muestra del "egoísmo político" de la ex presidenta.

© Publicado el jueves 15/06/2017 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La interna dentro del Partido Justicialista fue el gran foco de atención en el mundo de la política en las últimas semanas. Ayer finalmente la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció que se postularía como candidata con un nuevo espacio político, con el fin de no enfrentarse en las PASO con el ex ministro de Transporte Florencio Randazzo.

La escritora y académica, Beatriz Sarlo, criticó a la ex mandataria por esta jugada política: "Es una mujer de un egoísmo político que no he conocido otro igual. Alguien que se pasó haciendo un relato que arrancaba con Manuel de Belgrano y terminaba con el kirchnerismo de repente dice 'el partido justicialista es una sigla y un escudo que no me interesa'".

La ensayista en una entrevista con el programa A dos voces puntualizó: "Aunque uno pueda decir que los partidos ya no son hoy lo que fueron hace viente años o treinta o cuarenta, ¿entonces por qué Cristina tuvo tanto interés en trazar una historia que empezara con Belgrano, o con Dorrego o con quien fuere y llegaba hasta el kirchnerismo?. O sea que lo que está haciendo hoy, que es contradiciendo toda su 'vocación histórica' y lo digo entre comillas, es parte de un egoísmo político que además explica su torpeza política".

Sarlo recordó que esta actitud es parecida a la que tuvo en las elecciones del 2015 cuando llevó a Carlos Zannini como vicepresidente de Daniel Scioli y avaló la candidatura de Aníbal Fernández como gobernador en la provincia de Buenos Aires. "Tenía para elegir ahí intendentes con un cierto en cada una de sus circunscripciones, quiso destruir a esa elección, como sabía que ella no podía ser electa por razones constitucionales", manifestó.

"Ya está tropezando dos veces con la misma piedra porque aunque ella saque muchísimos más votos que Randazzo ya tropezó, este es el final de ella, sea o no candidata por la provincia de Buenos Aires. Este es su final político. Además es una mujer grande, es decir, tiene algunos años políticos por delante pero no es eterna. Mientras está taponando alguna posibilidad de reforma y de renovación del partido por el cual ella juró mientras fue presidenta", resumió. 


martes, 30 de mayo de 2017

Una reflexión sobre el rol de los jóvenes en los años 70... @dealgunamanera...

La culpa es de nuestra generación…

Postal histórica. Perón, Isabel y, delante, Cámpora, en la casa de Gaspar Campos.

Una reflexión sobre el rol de los jóvenes en los años 70. Ayer cumplí 60 años. Me insisten en que no es grave, que los 60 son los nuevos 40 o 25 o 37 y medio, pero lo cierto es que a menudo se sienten -y se viven- como los viejos 60. Cumplí 60 años y me llena de sorpresa, esa perplejidad que te causa saber que ya lo has hecho: que todavía podrás introducir algún detalle pero lo grueso es lo que hiciste. Envejecer es descubrir que ya no serás otro. 

© Escrito por Martín Caparrós el martes 30/05/2017 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fuente: The New York Times

Hay algo raro, perentorio en la palabra cumplir, que también me incomoda. No me parece que haya cumplido mucho. Pero no se trata, aquí y ahora, de mí y yo mismo y mi persona; lo que me molesta es que no me parece que nosotros hayamos cumplido casi nada.

Digo nosotros porque digo yo; digo yo porque digo nosotros: argentinos, sesentones argentinos, mis coetáneos, mis compañeros de generación, los míos. Quizá ya sea la hora de preguntarnos cómo, cuándo, quizá, incluso qué y por qué: es hora, en síntesis, de ir haciéndonos cargo.

Es difícil definir una generación, caprichoso, impreciso. Digamos, entonces, por decir: los que nacieron un poco antes y después que yo, los que tuvimos 20 años en la Argentina de los años sesenta y setenta. Perón hablaba, entonces, de “esta juventud maravillosa” y, ahora, es fácil pensar que todos éramos jóvenes inquietos, preocupados por los destinos de la patria, dispuestos a vivir -y a morir- para ella.

Se instaló un mito: si digo mi generación muchos piensan en militancia y muertos y desapariciones y torturas. Los hubo, pero hubo tantos más que no hicieron nada de eso. Los que gobiernan ahora, sin ir más lejos, son parte de mi generación y no hicieron nada de eso. En esos días estaban -Mauricio Macri, Daniel Scioli, Cristina Fernández, Elisa Carrió- preparándose para ganar más plata. Y millones miraban sin saber qué decir o gritaban goles de Kempes o tarareaban a Spinetta.

Los que sí decidimos hacer esas cosas tuvimos -tenemos- un lugar excesivo cuando se habla de mi generación. Es cierto que la historia no se escribe con los miles y miles que el 25 de mayo de 1810 se quedaron en sus casas sino con los doscientos o trescientos que se reunieron en la Plaza. ¿Los que definen una generación son los pocos que actúan, no los muchos que no? Es probable, y es fácil para todos los demás. En cualquier caso, el mito sirve para cosas. Por ejemplo, un truco fácil: hablar de lo que algunos hicimos en los años setenta es un modo de no hablar de lo que hicimos todos en los cuarenta años siguientes.

Juntar del terror. Videla, junto a Massera y Agosti: festejo del Mundial 78.

Y, sin embargo, empiezo por hablar de aquello: fueron años -como todos- raros. Empezamos nuestras vidas en un mundo convulsionado, esperanzado: todo debía cambiar, todo estaba cambiando. Cualquier muchacho más o menos decente sabía que aquel orden social era injusto y que había otros que debían remplazarlo; la discusión no era si la sociedad debía cambiar; era cómo, por qué medios, hacia dónde. Se supone que, de formas varias, muchos lo intentamos. Perdimos. Brutalmente perdimos, pero lo intentamos.

Aquella Argentina estaba llena de infamias. La manejaban generales que golpeaban en cuanto detectaban cualquier amenaza al poder de una burguesía rica que poseía sus enormes campos y sus medianas industrias, que explotaba a obreros y peones, que se alineaba con los imperios contra sus colonias, que controlaba la nación y su Estado para su beneficio. Decidimos, con razones, luchar contra eso. Pero en 1970 uno de cada treinta argentinos estaba “bajo la línea de pobreza” y ahora es uno de cada tres: diez veces más. Y aquella pobreza, solía suponerse, era un estado transitorio hacia una situación mejor, un puesto que permitiera hacerse una casita, mandar a los chicos a la escuela, ganar un poco más, ser mejor explotado, “progresar”.

El mito de la movilidad social seguía imperando. Era un país con una clase media amplia y más o menos educada, que nos desesperaba: un obstáculo para cualquier intento de cambio revolucionario. Una clase media que se forjaba en la escuela pública pensada como una herramienta para homogeneizar, para implantar ciertas bases comunes; donde aprendíamos todos los que no éramos ni exageradamente ricos ni exageradamente chupacirios ni exageradamente tontos. La diferencia argentina podía sintetizarse en sus escuelas del Estado. Hace 50 años solo uno de cada diez chicos iba a la escuela privada; ahora, tres de cada diez. Es otro dato decisivo.

Algunos quisimos cambiar aquel país, otros no; entre todos lo cambiamos para mal. Somos la generación de la caída. Ahora, ese tercio pobre de la población se ha congelado: vive en algún margen, en viviendas precarias, con empleos ilegales o sin ningún empleo, dependiente del Estado y sus limosnas, completamente afuera y sin expectativas de volver: a la intemperie. No tienen futuro. Y los demás, en general, tampoco creen en eso.

Hace 50 años el producto bruto per cápita era la mitad del de Estados Unidos; ahora es menos de un cuarto. Hace 50 años un 10 por ciento de inflación era un peligro; ahora sería un logro extraordinario. Que nunca conseguimos. Hace 50 años la Argentina tenía 40.000 kilómetros de vías férreas que armaban un país; ahora no tiene 4.000 y la mayoría no funciona. Hace 50 años la Argentina se autoabastecía en petróleo, gas y electricidad; ahora se endeuda para importarlos. Hace 50 años la Argentina fabricaba aviones y coches de diseño propio; ahora desequilibra su balanza de pagos para comprar autopartes y juntarlas. Hace 50 años los hospitales públicos atendían a la mayoría de la población; ahora solo atienden a los que no tienen más remedio.

No son solo los datos; lo brutal es que la vida de cada día se nos ha vuelto cada día más incómoda, más hecha de encontronazos que de encuentros, más disgustos que gustos, más impaciencia e impotencia que alegrías y satisfacciones. Y conseguimos un raro grado de violencia cotidiana.

Es obvio que la Argentina no cumplió con su promesa y se arruinó hasta un grado que nadie supo imaginar. Lo sabemos. Lo que no queremos saber es que fuimos nosotros.

Perfil de Martín Caparros

Cristina Fernández, expresidenta, dijo, hace unos días, en Bruselas, que su partido perdió las elecciones porque “ahora la sociedad no está capacitada para leer lo que pasa detrás de las noticias; a los de nuestra generación nos decían algo y sabíamos distinguir lo que había detrás de lo que nos decían y lo que estaba pasando, porque estábamos instruidos intelectualmente”. Nuestra generación -la suya, la mía, la tan instruída- hizo esta Argentina. Y todavía algunos de sus miembros tienen la desvergüenza de suponer culpas ajenas.

Siempre es fácil echar culpas a los otros; siempre es difícil encontrar las propias. Pero si algo puede servir para algo es buscarlas: tratar de pensar cómo y por qué la Argentina actual es nuestra culpa.

Está, para empezar, la excusa heroica: aquellas muertes. Nos asesinaron a varios miles y nos hemos consolado pensando que el problema es que “mataron a los mejores”. Que quedamos los peores pero la culpa no es nuestra, sino de aquellos asesinos. Ni los mejores ni los peores: murieron los que tuvieron más insistencia, menos suerte, más coherencia, menos imaginación, más valor, menos cuidado; los que estaban en el lugar preciso en el momento justo, los que no estaban en el lugar preciso en el momento justo. Nos mataron a muchos y fue una tragedia. Pero el problema central no fue la falta de los que mataron; fue, más que nada, el efecto que produjeron esas muertes en los vivos. Fueron pedagógicas: nos demostraron que “ser realistas y buscar lo imposible” podía ser tan costoso que después preferimos no arriesgar y aceptar lo posible. Que siempre era un desastre.

Es obvio que la Argentina se arruinó. Lo sabemos. Lo que no queremos saber es que fuimos nosotros. 

Tratamos de acomodarnos: nos gustó cada imbécil que nos dijo un versito, los fuimos eligiendo. Dos o tres frases apropiadas, una sonrisa turbia, y caíamos en las fauces de bobos que, pocos años después, odiábamos con saña. Los odiábamos, supongo, porque nos odiábamos por haberlos amado, con perdón.

Así que la Argentina volvió a ser ese granero que había intentado dejar atrás un siglo, cuando algunos pensaron que no alcanzaba con exportar carne y trigo y decidieron impulsar industrias; ahora, soja mediante, somos de nuevo un campo grande y festejamos que sí podremos vender unos limones. Esa reconversión -esta vuelta atrás- es la decisión más importante que se tomó en todos estos años, y no la discutimos nunca, nunca la decidimos. Total, teníamos democracia.

Sin ideas, sin debate, sin futuros, la Argentina, en nuestros años, se volvió un país reaccionario: un país donde cada gobierno hace tantos desastres que el siguiente asume para deshacerlos. El gobierno de Alfonsín llegó para deshacer el entramado asesino de la dictadura; el gobierno de Menem, para deshacer el caos económico de la hiperinflación alfonsinista; el gobierno de De la Rúa, para deshacer la corruptela menemista; el gobierno de Kirchner, para deshacer el desastre neoliberal antiestatista menemistadelarruísta; el gobierno de Macri, para deshacer el tinglado corrupto-clientelar del kirchnerismo. Y seguirán las firmas: el gobierno actual ya está haciendo sus méritos. Porque el problema empieza cuando se les acaba la reacción.

Somos, más allá de las máscaras políticas, venales. Ávidos somos, afanosos. Nos gustan demasiado ciertos placeres chicos, la tele más grande, el coche más brishoso, el viaje de envidiar. Y nos subimos a cualquier carro que nos ofrezca esos caramelitos. Ya no nos gusta imaginar a largo plazo, fijarnos metas, buscar. Quizá porque vimos que cuando buscamos no encontramos, entonces no buscamos, entonces no encontramos, entonces no buscamos.

Cada vez más conductas anormales nos parecen normales: nos parece normal que tantos coman poco, que tantos vivan mal, que tantos mueran antes, que la violencia -verbal o físicasea nuestra manera; nos parece normal que nos engañen. Avanzamos por el camino de la rana: nos metieron en el agua tibia y nos la fueron calentando poco a poco y, con el tiempo, nos acostumbramos a vivir en un país que hierve; o casi hierve, porque tampoco es que haya suficiente gas.

Es mía. Menem, con la famosa Ferrari, en la quinta de Olivos, a poco de asumir.

Somos la rana acostumbrada; somos, al fin y al cabo, gente que resopla. (Resoplar, decía el otro, solo sirve si después se sopla. Si no, se queda en el berrinche; y el berrinche es la costum- bre más argenta). Resoplamos y nos armamos un país a imagen del resoplo: un país que se grita cosas para sacarse el malhumor pero que está tan pagado de sí mismo, tan engañado de sí mismo que le pudo creer a aquella presidenta que dijo que tenía menos pobreza que Alemania. Un país que sigue imaginando que tiene un lugar en el mundo. Un país que trata de no ver lo que es. Nos ayuda, si acaso, ese mérito que no nos abandona: seguimos poniendo caras en la camiseta universal. Si antes fueron Ernesto Guevara o Eva Perón, después Borges o Maradona, ahora es Jorge Bergoglio: la proporción de personajes globales que produce la Argentina no tiene relación con su papel en la cultura y la economía del mundo. Aunque ahí hay algo que quizá nos defina: ser grandes de la máscara.

Algunos quisimos cambiar aquel país, otros no. Entre todos, lo cambiamos para mal.

O mejor llamarlo por su nombre: la careta. Es difícil, por ejemplo, negar que los más exitosos de nuestra generación son esos dos cincuentones que el 90 por ciento de los argentinos votó, hace año y medio, para que nos mandaran. Es difícil soportar que nuestros jefes sean un señor que no habla cuando habla y otro que miente incluso cuando calla: dos señores de tan pocas luces. Y que otros estandartes sean un exfutbolista que fue extraordinario y se convirtió en un jubilado triste, y un músico que fue extraordinario y se convirtió en un jubilado triste. Mauri, Daniel, Diegote, Charly. Máscaras, lo nuestro son las máscaras. Y, cada vez más, los jubilados tristes.

Somos muy mediocres. O, por lo menos: nuestras acciones públicas son tan mediocres, producen resultados tan mediocres.En algunos años, algunos libros contarán -si es que hay libros todavía, si es que hay una Argentina todavía- que la nuestra fue la generación más fracasada de la historia del país. Que fuimos nosotros -no harán diferencias, hablarán de todos nosotros- los que lo llevamos a este punto. Por supuesto, la generación siguiente puede disputarnos la corona, pero creo que nos reconocerán la importancia de haber hecho camino. Y nuestra marca: la Argentina donde empezamos a vivir era tanto mejor que esta donde vamos terminando.

Alguno me dirá que es fácil hablar desde lejos, que me calle (en su manera más argenta: “Callate, puto, cerrá el orto”); ya me lo han dicho muchas veces. No sé si es fácil o difícil; sé, sí, que la distancia es condición de muchos. Y eso no me consuela. Pero es cierto que muchos dejamos la Argentina en estos años: desde los que salimos en el 76 por el terror hasta los que se fueron en 2002 por el desastre. Muchos aprovechamos que la Argentina es un país reciente -que nuestros padres o abuelos nacieron en otros- para poder decirnos que volvíamos a sus lugares. Yo, en todo caso, me fui obligado -a Francia- en el 76, volví entusiasta en el 83, me volví a ir -a España- en 2013. Esta vez fue distinto: nadie me forzó. No sé bien por qué me fui: me dije que el mundo era demasiado grande e interesante como para rechazar la tentación de cambiar ángulos, pero sé que también fue porque estaba cansado.

Tomé la mía, me escapé. Y también me siento responsable.

Familia. Kirchner entrega en 2007 el bastón de mando a Cristina. Scioli Sonríe.

Hemos pasado: vivimos cuarenta, cincuenta años argentinos y no dejamos nada que valga la pena recordar (más que un país en ruinas, su eterna calesita, sus reacciones pobres). Debe haber logros, pero no logro verlos; vale la pena discutirlo. Es cierto que en algunos aspectos la vida es más libre que hace 50 años. Pero muchas de esas libertades que no existían entonces -sexuales, sobre todo- llegaron de otras culturas y nos limitamos a adoptarlas, ni siquiera del todo: el aborto, por ejemplo, sigue siendo ilegal.

Nosotros, mientras, la cagamos; es tan fácil saber que la cagamos. ¿Y qué se puede hacer cuando queda tan claro? ¿Mirar para otro lado, buscar a quién echarle culpas, negar todo, disimular o incluso convencernos de que la cosa no es tan grave? Ninguna de esas reacciones sirve para empezar a arreglar nada. Aunque, quizá, la idea de que los que la cagamos podamos arreglarla es otra forma de escaparnos. Quizá sea hora de que nos demos por vencidos -por nosotros mismos- y nos retiremos, dejemos el espacio a otros que, probablemente, lo puedan hacer aún peor. Pero es difícil: nadie se retira a los 60, a los nuevos 40 o 25 o 37 y medio.

¿Entonces? ¿Decidir que vamos a ser distintos, como se deciden cosas el día de fin de año, el día del cumpleaños? ¿Decidir que quizá no podamos ser distintos pero sí actuar distinto, buscar otras maneras? ¿Decidir que vale la pena dejar de lado estupideces y fanfarrias y hacerse cargo del desastre, sabiendo que construimos con barro, sabiendo que no se puede construir con barro si uno pretende que es cemento? ¿Aceptar que ya perdimos nuestra oportunidad, que si acaso, en esa construcción, ya serán otros los que lleven el ritmo, los que manden, pero aun así valdría la pena colaborar en lo posible? ¿Aceptar que deberíamos ayudar en una búsqueda cuyos resultados, si los hay, nunca vamos a ver?

Hay un país, lo reventamos. Negarlo es la manera más segura de seguir haciéndolo. Un país, pese a todo. Quizá valga la pena discutirlo, resignarse a pensarlo: reinventarlo.