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domingo, 2 de agosto de 2015

Recuerdos del futuro… @dealgunamanera...

Recuerdos del futuro…

Conduciendo a Mr. Scioli. Carlos Zannini. Foto: Pablo Temes

De Carlos S. Menen a Cristina Fernández de Kirchner. El escenario de fin de ciclo, con recesión y Brasil en baja, se parece al pre De la Rúa. Qué hacen los candidatos.

El dato más fuerte que surge de la actualidad política ocurrirá dentro de una semana. Ese día –domingo 9–, con los resultados del engorroso escrutinio provisional que se prevé, marcará el comienzo del fin de Cristina Fernández de Kirchner en el poder.

Aquejada de una faringolaringitis aguda –es una afección que la padece a repetición debido a un reflujo gastroesofágico que actúa como factor predisponente– descargó sus rabietas y exhibió sus obsesiones a través de sus tuits. Emergió en ellos su particular interpretación de la realidad vernácula e internacional. En lo referente a los acuerdos entre los Estados Unidos e Irán y a su posible semejanza con el memorándum entre este último país y el nuestro afloró una mezcla de peras con manzanas notable e inquietante. El atentado terrorista contra la AMIA es un hecho de una naturaleza absolutamente distinta al pacto que signaron las potencias mundiales con el régimen de Teherán.

La campaña electoral es de una pobreza más que franciscana. Todo pasa por la figura del candidato y su contacto personal con la gente. Casi no hay más. Las ideas faltan. Los debates, también. En las últimas dos semanas, Daniel Scioli se la pasó anunciando nuevos ministerios; hasta ahora van cuatro: Derechos Humanos, Economía Popular, Transporte, Ciudad y Territorialidad. ¿Cuántos más habrá? ¡Qué fácil sería gobernar si la solución para cada uno de los problemas que afectan a un país dependiera de la creación de un ministerio! Lo que sí se puede asegurar es que esas nuevas estructuras representarán una mayor cantidad de empleados públicos. Un dato curioso: el nombre del Ministerio de Economía Popular tiene reminiscencias de aquella economía popular de mercado con la que Carlos Menem bautizó al plan económico engendrado bajo los auspicios de Bunge y Born a comienzos de su primer mandato.

Superados el susto de la elección en la Ciudad de Buenos Aires y el cimbronazo del cambio de discurso del PRO, Mauricio Macri enfrenta el desafío de remontar la empinada cuesta que constituye la provincia de Buenos Aires. Aun equivocándose mucho, todas las encuestas lo muestran con una enorme dificultad para penetrar y revertir significativamente la tendencia a favor del oficialismo. El sistema de boletas y sus dimensiones alejan muchísimo la posibilidad del corte de boleta, hecho que favorece objetivamente a Scioli.

Al día de hoy, Sergio Massa viene tercero y lejos. Su rol variará dependiendo de si hay segunda vuelta o no. Esa es una alternativa en la que Scioli no quiere pensar y mucho menos hablar.

Males propios y ajenos. Mientras tanto, los avatares de la economía están sacudiendo crecientemente esta última parte de la gestión del actual gobierno. Sobre los males propios se han agregado los provenientes de la crisis que se vive en el Brasil. Este condimento le ha incorporado mayor zozobra al presente. El gobierno de Dilma Rousseff atraviesa una difícil situación política, siendo ello producto de una encrucijada en la que confluyen dos elementos determinantes: la corrupción y el ajuste. A partir de esa conjunción se han generado dos consecuencias malas para su administración: un desorden cambiario que ha llevado a una devaluación significativa del real y a una conflictividad política que pone a Rousseff a tiro de un eventual juicio político, hecho que en el Brasil tiene historia.

Sobre ese contexto complejo del principal vecino comercial del país cabalga hoy en día nuestra economía. El problema que amenaza con agravar las cosas es que de aquí al 10 de diciembre venidero no será tomada ninguna medida de fondo en busca de alguna corrección. El Gobierno se mantendrá en sus postulados y defenderá su accionar a capa y espada. La tarea pesada quedará para el próximo presidente. Se habrá de repetir así un escenario muy similar al que se produjo entre el gobierno de Carlos Menem y el de la Alianza. Fernando de la Rúa recibió una crisis en ciernes impulsada por el desequilibrio de las cuentas fiscales y la devaluación del real que, a manera de una bomba de tiempo y sumada a la impericia de aquella administración, generaron las condiciones para el estallido ocurrido en 2001.

En la semana habló Axel Kicillof. “Será un diputado más”, responde Scioli cuando le preguntan por el futuro del actual ministro de Economía. Algunas de las cosas que dijo el futuro diputado crearon tal confusión que al día siguiente debió salir a aclararlas. En uno de sus párrafos, Kicillof habló del “club de los devaluadores”, y pidió a empresarios, banqueros, e industriales que no hablen de retraso cambiario porque cuando lo hacen “joden a la gente”. Es verdad que hay algún sector del empresariado argentino que aún cree que todos los problemas de la economía local se resuelven con una devaluación. Otros, en cambio, ya se han dado cuenta de que esa medida aislada no sirve para ninguna otra cosa que para ahondar los problemas. Lo curioso de Kicillof es que, al hablar, lo hizo como si él nada tuviera que ver con un marco devaluatorio, cuando, en verdad, las cosas son exactamente al revés. Primero porque él era ya ministro cuando se produjo la fuerte devaluación de 2014, que, como fue realizada sin el acompañamiento de una cohorte de medidas destinadas a corregir la inflación, no sirvió para reactivar la economía. Segundo, porque el Gobierno devalúa el dólar oficial todos los días.

Tercero, porque forma parte de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, que ha producido, a lo largo de sus ya casi ocho años al frente del Poder Ejecutivo, una fuerte devaluación de la moneda argentina. Cuando la Presidenta llegó al poder, el valor del dólar se ubicaba alrededor de los tres pesos. Hoy, el dólar oficial –difícil de conseguir– está a 9,20. En el llamado “relato” del kirchnerismo, la mentira es la verdad.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

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© Escrito por Nelson Castro el domingo 02/08/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 28 de junio de 2015

Animados a no ceder… @dealgunamanera...

Animados a no ceder…
El kirchnerismo se envalentona por las encuestas y redobla su embestida. Los controles sobre la Justicia y Scioli.

La posible continuidad del kirchnerismo en el poder, respaldada por el crecimiento de Daniel Scioli en las encuestas, y la falta de pericia política de la oposición han estimulado al Gobierno a no ceder un centímetro en su pelea por el control del Poder Judicial. El oficialismo carga sobre sus espaldas con casos tan polémicos como emblemáticos en materia de presión sobre miembros de la Justicia, como los de los fiscales José María Campagnoli y Germán Moldes y el del ministro de la Corte Suprema Carlos Fayt. Ahora logró cambiar la conformación de la Sala I de Casación Penal que el martes decidirá sobre la constitucionalidad del pacto con Irán. Lo hizo al remover al juez Luis María Cabral, hecho que volvió a poner de manifiesto el desprecio del Gobierno por un Poder Judicial independiente. Es un hecho gravísimo que parecería –al fin– haber despertado a una oposición que no termina de comprender que si en algunos puntos esenciales no logra ponerse de acuerdo será arrollada, junto con la República, por el kirchnerismo.

El abogado Claudio Vázquez, cercano al viceministro de Justicia Julián Alvarez, ocupará el lugar de Cabral. La renovación de la Sala I se extenderá a las otras subrogancias. En lugar de Gustavo Hornos será designado Roberto Boico, profesor universitario cuya firma apareció en la primera solicitada de Justicia Legítima, y cercano a la línea de las Madres de Plaza de Mayo que encabeza Hebe de Bonafini. Por último, la plaza de Ana María Figueroa será ocupada por Norberto Frontini, señalado por fuentes de la Asociación de Magistrados como un hombre afín a la doctrina Zaffaroni y discípulo de Alejandro Slokar –ex secretario de Política Criminal–, también firmante de la solicitada “Hacia una Justicia legítima”.

La de Cabral se trata de una nueva remoción directa por parte del Consejo de la Magistratura desentendida en toda su extensión de una imputación de orden disciplinario, juicio o procedimiento previo, dice el comunicado de la Asociación de Magistrados. Técnicamente se puede nombrar un juez subrogante en un juzgado vacante; lo que no se puede es quitar de su lugar a un juez que ya estaba subrogando, como era el caso de Cabral desde hacía tres años. El objetivo perseguido es claro: quitar del medio a los magistrados que podrían votar en contra de la constitucionalidad del pacto con Irán.

Scioli tendría el manejo de la economía, no de las relaciones externas y con la Justicia
Alerta. En la Justicia la preocupación crece. Los motivos para estar alerta sobran. Lo que parecía un fin de ciclo ya no lo es, y el panorama en materia de independencia judicial está otra vez en juego. “No sabemos cómo empezó el proceso de destrucción de instituciones en Venezuela. Quizás haya sido similar a lo que ocurre aquí. Es importante prestarles atención a estos atropellos. Por ahora la gente está tranquila porque a diferencia de Venezuela nosotros tenemos 12 cuotas sin interés y papel higiénico. Debería haber mayor involucramiento político y social; las cosas deben cambiar”, sentenció una fuente del Poder Judicial que no deja de sorprenderse por la falta de agilidad y reacción de la oposición para poner en agenda estos temas.

Fuentes judiciales de Santa Cruz aseguran que la elección de Carlos Zannini como compañero de fórmula de Scioli es más que un intento de control para conservar poder sobre el ex motonauta. Esas voces recuerdan que “Zannini fue quien diseñó junto a Néstor toda la ingeniería para el sometimiento del Poder Judicial en nuestra provincia. Como es sabido, pese a los múltiples fallos de la Corte Suprema, nunca reincorporaron al ex procurador Eduardo Sosa; una de las veces, ¡Zannini dijo que no tenían presupuesto! A los jueces y fiscales que no les eran afines les colocaban comisarios políticos y los mantenían vigilados con procesos de juicio político”.

Cualquier similitud con la realidad ya no es una coincidencia. Scioli tuvo que negociar o, mejor dicho, aceptar compulsivamente los términos e imposiciones impuestos por el kirchnerismo. Fuentes que están al tanto de lo conversado en las últimas reuniones aseguran que el gobernador pidió vía libre para tener el control en materia económica. A cambio, lo obligaron a aceptar que las relaciones con el Poder Judicial quedarán a cargo de Zannini y la procuradora Alejandra Gils Carbó. Tampoco tendrá injerencia en temas atinentes al manejo de la Cancillería y la política exterior. Un precio demasiado alto.

De ser electo, habrá que ver cómo Scioli se las arregla para sortear estos obstáculos que limitarían de manera irreversible su gestión. Desde el sciolismo alguien preguntó qué pasará con Amado Boudou. La respuesta fue fría y cortante: “Con ése podés hacer lo que quieras”. El vice tiene las horas contadas. Sin embargo, lo que podría usarse como un gesto para mostrar a la sociedad que ya no hay impunidad tiene su contrapartida en el blindaje judicial para la familia presidencial y los ministros. “Son intocables”, le hicieron saber al candidato del Frente para la Victoria.
Aló Presidenta

La utilización por parte de Cristina de la cadena nacional para hacer campaña electoral por el oficialismo representa más que una violación a la tan mentada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual una alteración de las normas éticas de la vida republicana. Es algo que no se había visto en estos treinta y dos años de democracia reconquistada por los argentinos. Es lo mismo que hacía el ex presidente Hugo Chávez y ahora repite su sucesor, Nicolás Maduro, en la desgarrada Venezuela.

En el acto de marras, que tuvo lugar el jueves en la provincia de La Pampa, la jefa de Estado dedicó parte de su alocución a exaltar a Carlos Zannini, a ignorar a Scioli, y a criticar el debate del miércoles entre los candidatos a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y a los opositores. Al hacerlo buscó desacreditar a Martín Lousteau, a quien responsabilizó por la 125. “Por un error de números, casi nos hacen volcar”, dijo Fernández de Kirchner, quien seguramente no advirtió que con esa afirmación derribó la falsedad sobre la que pivotó aquel conflicto innecesario e incomprensible, aportando así otro ejemplo de la mentira sobre la que se construye buena parte de la épica y el relato del kirchnerismo.

Producción periodística: Guido Baistrocchi, con la contribución de Santiago Serra.

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© Escrito por Nelson Castro el domingo 28/06/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  

domingo, 21 de junio de 2015

Dedo mata voto… @dealgunamanera...

Dedo mata voto…

Vía muerta, Florencio Randazzo. Dibujo: Pablo Temes

El efecto Zannini no sólo se sintió en el kirchnerismo. El PRO y sus raras decisiones.

Cristina Fernández de Kirchner nunca imaginó que Florencio Randazzo reaccionaría tan mal ante la orden de bajar su precandidatura presidencial y contentarse con una candidatura para la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Por eso el viernes en la Babel de Olivos se vivía un clima de gran tensión. La Presidenta estaba furiosa por dos razones: una, la complicación política que produjo el portazo del por ahora ministro de Interior y Transporte en el armado electoral de la provincia de Buenos Aires; la otra, una cuestión de imagen. Vayamos por partes. La idea de la jefa de Estado era evitar las internas.

Por eso bajó a Randazzo de la carrera presidencial y le ofreció la candidatura a la gobernación en una fórmula compartida con Wado de Pedro. Las encuestas indicaban que esa fórmula tenía el triunfo asegurado. El inesperado desplante del ministro obligó a idear una ingeniería electoral para la que en lo alto del poder no estaban preparados. Esa ingeniería incluyó dar de baja de la postulación a vicegobernador a De Pedro.

Respecto de la cuestión, una voz que sabe lo que pasa en las entrañas del randazzismo afirma que “una cosa es segura: que le haya dicho que no a Cristina en la forma que lo hizo y que encima toda la oposición haya salido a bancarlo como un paladín de la coherencia no va a ser gratis. No esperábamos esa reacción. Fue un error de cálculo porque Cristina quedó como la déspota y él salvó la ropa puertas afuera, pero se quemó puertas adentro. No hay tuit ni declaración que pueda revertir esta situación”.

En su intimidad, Randazzo sabía que la Presidenta se inclinaría por Daniel Scioli. El ministro conocía las encuestas que se manejaban en el centro del poder. Esas encuestas coincidían en señalar el liderazgo del gobernador. “Hubiéramos necesitado algunos meses más con sucesivas reaperturas de ramales ferroviarios para acercarnos más en los números y tener chances ciertas de ganar la interna”, confiesa una fuente del ministerio. Esa realidad había sido hablada también con Zannini. De todos modos, la forma como se comunicó la decisión presidencial de encumbrar a Scioli sorprendió y malhumoró a Randazzo.

La jugada de Cristina Fernández de Kirchner de elegir a dedo la fórmula presidencial del Frente para la Victoria pone fin a la vida democrática de su partido y deja al desnudo su absolutismo. Que el compañero de fórmula de Scioli sea Zannini demuestra que, al día de hoy, la Presidenta se siente segura del triunfo del kirchnerismo. Zannini no le suma votos a Scioli y sí, en cambio, le asegura a la jefa de Estado la posibilidad de mantener una cuota de poder una vez que deje el gobierno. Como dijo Máximo Kirchner en su primera aparición pública en noviembre de 2014, “dejaremos el gobierno pero no el poder”.

Por estas horas Randazzo y su gente no la pasan bien. Hasta el jueves muchos creían que podría llegar a diciembre, pero los reportes que llegan desde distintas estructuras del Gobierno y de sectores bajo la órbita del propio ministro (trenes, CNRT, etc.) son desalentadores. Una fuente de Transporte que pidió reserva de su nombre expresó con preocupación: “Le están poniendo cada vez más áreas en contra, muchos se preparan para darse vuelta y desconocerlo, otros intentarán hacer la plancha hasta donde puedan”. Desde otros sectores del ministerio, el panorama no es diferente: “La fecha no es diciembre, lo van a hacer renunciar, lo que se dice aquí adentro es que no pasamos de la semana que viene”, describió otra fuente con preocupación.

Reacción. Mauricio Macri pareció haber reaccionado sobre la hora ante una pasividad incomprensible frente al crecimiento de Scioli en las encuestas. El efecto Zannini también llegó al PRO, que volvió sobre sus pasos e incluyó a Gabriela Michetti en la fórmula presidencial. Marcos Peña no le aportaba nada. Hay una endogamia en el PRO que es producto de una falta de estructura el partido, circunstancia que lo obliga ineludiblemente a concretar alianzas a las que después, paradojalmente, terminan desestimando o depreciando. La elección a gobernador en Santa Fe así lo muestra.

Más allá de Miguel del Sel, la performance del PRO fue decididamente mala. En la intención sucedió algo similar con la fórmula que competiría por la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Macri bajó a Cristian Ritondo como compañero de María Eugenia Vidal y, en acuerdo con Ernesto Sanz, colocó al radical Daniel Salvador, un hombre que conoce la provincia pero es desconocido para la mayoría de sus habitantes. Sin embargo, el distrito más importante del país no se gana con buenas intenciones.

“Hicieron esta jugada temerosos de que el radicalismo no traccione a su favor. En la provincia la UCR va a mirar esta elección desde la tribuna. No veo que Sanz ponga todo el fervor necesario para esta campaña. Él podría intentar movilizar toda la estructura provincial y no lo está haciendo. Parecería que está a media máquina, sólo para cumplir”.

El que habla es un radical que conoce muy bien el distrito, caminó la provincia y fue diputado nacional. Reconoce, además, que hoy la UCR no tiene dirigentes importantes a nivel provincial, falencia tanto del PRO como del partido de Elisa Carrió. Lo que se esperaba del radicalismo es que hubiera un aporte de fiscales para todas las mesas del distrito bonaerense: eso hoy está en dudas. “No hay enojo. Hay desilusión ante una fórmula desangelada. Vidal puede ser muy capaz, pero no tiene estatura para este desafío”.

La demora de Sergio Massa de dar a conocer la integración de sus listas de candidatos volvió a mostrar las dificultades de una fuerza que dilapidó gran parte de su potencial político.

Todo este azaroso proceso del armado de las nóminas de candidatos ha dejado, como corolario, un mensaje: en la vida de las agrupaciones políticas de nuestro país vale más el dedo del que manda que el voto de sus militantes. En ese marco, no debe sorprender el nivel de personalismo y tendencia al absolutismo que exhibe la democracia argentina.

Producción periodística: Guido Baistrocchi, con la contribución de Santiago Serra.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 20/06/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

sábado, 24 de enero de 2015

Porquerías… De Alguna Manera...

Porquerías…


Pocos hechos reflejan mejor nuestro grado de descomposición institucional como el caso AMIA. Más allá del atentado en sí (hubo otros tanto o más salvajes en el mundo antes y después), su investigación se convirtió en un océano venenoso, que salpicó y salpica con distintos tonos a todos los que se involucraron. Y si algo le faltaba era la muerte de Nisman.

En las primeras horas tras la aparición del cuerpo sin vida del fiscal, se señaló que la novedad, políticamente hablando, impactaba casi exclusivamente en el Gobierno (http://e.perfil.com/muerteycerteza). Fuera suicidio o asesinato, el final de Nisman afectaba al kirchnerismo, epicentro de la que sería la última acusación del fiscal especial.

Aturdido por el golpe, el Gobierno intentó salir del paso con la doctrina del suicidio, que resultaba más digerible que la idea de que quedara instalado que el oficialismo había promovido ese final. Con claroscuros, la Presidenta abrazó esa lógica en su primera carta facebookiana. Otros dirigentes y adláteres, como siempre en estos casos, la hicieron propia con furia militonta.

La voltereta fue obvia, decidida el miércoles a la noche en Olivos –en un encuentro con Cristina donde al menos participaron Carlos Zannini y Oscar Parrilli– y típicamente K: no hay mejor defensa que un buen ataque. El “nos tiraron un muerto” era más potable que el resto de las alternativas, concluyeron algo tardíamente. Importaba poco la contradicción, lo dicho.

En ese paso, había que encontrar un responsable. El recientemente desplazado Jaime Stiuso caía como anillo al dedo, por sus más que estrechos vínculos con Nisman y la llamada pista iraní. Tampoco interesaba mucho otro aspecto contradictorio de esta película. Hasta ayer nomás, Stiuso fue el jefe de los espías más poderoso desde el retorno democrático, con un peso alimentado también (pero no sólo) por los Kirchner. Ahora es el enemigo público número uno y Cristina aspira a verlo preso.

Para ello, ya comenzaron a moverse algunos resortes pseudojurídicos, por llamarlos de alguna manera, que inquietan a actuales y ex funcionarios defendidos legalmente en no pocas causas por el “stiusismo”. La Cámpora fue corrida de esta ofensiva, donde abundarán los carpetazos entrecruzados. “Estamos jugados”, habría dicho CFK en esa noche de miércoles movida de Olivos. Allí habría planteado un argumento extra para sostener la ofensiva: “Quién le va a creer al ‘asesino’ de Nisman si dice que tengo una cuenta en el exterior”.

A este chiquero de porquerías se suman, como viene ocurriendo desde hace un tiempo, sectores judiciales, políticos y mediáticos que se rigen más por sus deseos e intereses que por avanzar hacia la transparencia.

Nisman se ha convertido en otro capítulo de esta guerra patética, que acaso no termine siquiera el 10 de diciembre. Ya se sabe: en cualquier guerra, la primera víctima simbólica es la verdad.

© Escrito por Javier Calvo el sábado 24/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

domingo, 4 de mayo de 2014

Pescado podrido... De Alguna Manera...


Pescado podrido...


La Presidenta transita por laberintos insólitos para compararse con el pasado. Datos falsos. Hay que estudiar con atención la relación maternal que Cristina estableció con los muchachos de La Cámpora. Utiliza ese espacio de diálogo que se establece en los patios internos de la Casa Rosada como una suerte de terapia que le permite reflexionar con más serenidad sobre su propio liderazgo.

Uno de los pibes para la liberación la notó apenas altanera, con pocas pilas, y la arengó: “Vamos por todo, Cristina”. Ella se detuvo y lo contradijo: “No, no. Eso fue utilizado en contra nuestro. ‘Nunca menos’ me gusta más”. Segundos antes les había pedido que salieran a predicar las bondades del modelo casa por casa con palabras sencillas para que todo el mundo entendiera y ella clavó varias veces “semiótica y semiología” metida en un berenjenal similar al que ingresó al comparar “paradojas con parábolas” o al confundir a Jauretche con Scalabrini Ortiz.

Revisitó dos temas calientes de todos los debates entre los que se ofrecen como vanguardias de su pueblo: cuando Perón echó a los Montoneros de la Plaza de Mayo al grito de “imberbes” y “estúpidos” y la experiencia clasista y combativa del Sitrac Sitram.

Casi no tuvo repercusión porque lo dijo en voz baja, como reculando, pero su mirada de aquel 1º de Mayo histórico fue muy similar a la de los peronistas que rompieron en su momento con Montoneros o que hoy fustigan sin eufemismos su militarismo ultraizquierdista e irresponsable. Cristina dijo que “se le quiso enseñar peronismo a Perón y se le discutió su conducción. Muchos de los que ya no están desde nuestras propias filas cuestionaban por burgués al plan económico de Gelbard, que era revolucionario”. Se ubicó en el mismo centro del altar del fundador del movimiento y aclaró que “cuando nos corren por izquierda porque vamos despacio, y por derecha porque somos demasiado intervencionistas, quiere decir que estamos en donde tenemos que estar. Es un termómetro, una fórmula que no falla nunca”.

Recalculó la vieja consigna de “ni yanquis ni marxistas”. Justificó sus pecados de todo tipo hacia su propio relato, como el ajuste ortodoxo liberal y antipopular por un lado y el respaldo a un general que manchó los derechos humanos como César Milani, por el otro. Pero, cuando recordó con tristeza que Néstor Kirchner nunca había ganado una elección nacional en la que él encabezara la boleta, concluyó que “la historia fue injusta con Néstor”, aunque no pudo con su genio de la épica millonario guevarista: “Si él no hubiera descolgado el retrato de Videla, yo no hubiera podido colgar el del Che Guevara”. Ese es un nudo gordiano de sus neuronas. 

Le cuesta explicarse a sí misma la magnitud y la procedencia de su fortuna.

Y eso la deja pedaleando en el aire cuando arremete contra los empresarios codiciosos que “cuanto más tienen, más quieren”. ¿Y Boston, Cristina”, diría Aníbal Fernández. Una especie de culpa de ser ricos que pretenden pagar con paternalismo hacia los más humildes, a quienes “perdonan” si cometen delitos “porque el castigo es irracional”. Eso dijeron dos fiscales que militan en el victorhuguismo judicial, una sobreactuación engolada que, como Eugenio Zaffaroni, se conduele con los que menos tienen mientras nadan en sus océanos de euros.

Dificultó que los camporistas hayan comprendido la anécdota gremial cordobesa que Carlos Zannini le contó a Cristina. Una exageración bizarra que Cristina creyó y repitió a pié juntillas. Dijo que los del Sitrac Sitram habían hecho paro porque les habían servido congrio tres días seguidos en el comedor de la planta fabril. Aclaró que el congrio es un pescado riquísimo y quiso caricaturizar a los trabajadores que hoy hacen medidas de fuerza. No lo dijo, pero fue como decir: “Se quejan de llenos”. Doble falta. 

Hoy, más de la mitad de la fuerza laboral gana menos de 4 mil pesos; hay 35% de trabajo en negro; hace dos años que no se crean empleos privados y, en blanco, ya comenzó la destrucción de puestos laborales en las automotrices, por ejemplo. El nivel de pobreza y desigualdad es el mismo que en los 90, y un millón y medio de jóvenes no trabajan ni estudian. Primer error. Muchísimos no están llenos y se quejan.

Segundo: más que congrio, a Cristina le dieron pescado podrido. Con data floja de papeles de Zannini, fue ofensiva hacia una de las experiencia legendarias de la izquierda más intransigente. El Cordobazo, que hirió de muerte a la dictadura patricia de Onganía, también fue protagonizado por los operarios mejor pagos del país. Eso se llamaba conciencia de clase, señora. Estos eran los gremios de las fábricas MaterFer y ConCord, que le jugaban por izquierda incluso a Agustín Tosco y seguían a dirigentes históricos del trotskismo como Gregorio Flores o René Salamanca, un líder mecánico ícono que se apoyaba tanto en el maoísta Partido Comunista Revolucionario como en la Vanguardia Comunista, que simpatizaba con Albania y en el que militaba el Chino Zannini antes de ser detenido por la dictadura.

Este espacio de poco rebote periodístico que intento iluminar mostró a Cristina modificando su caracterización (por lo menos momentáneamente) de lo que fue la batalla entre el campo y el Gobierno por la 125. No se trató de “la oligarquía que quería destituir a Cristina”, como se dijo hasta ahora, sino que “fue un momento donde nos agarramos a patadas entre todos”. Lo dijo esta semana.

Coincidió con el discurso de Carlos Zannini en el Mercado Central. No en la ubicación escatológica del grano que le salió al establishment con Néstor, sino en remarcar quiénes son las miles de flores que florecieron: “Ustedes son las únicas caras nuevas que hay. Los demás, y me incluyo, somos figuritas repetidas”. Más que autocrítica y esperanzada en las nuevas generaciones de La Cámpora, la Presidenta pareció interesada en llevarse puestos a todos sus pares el día que abandone el poder en el 2015. 

Luces para algunas sombras de Cristina.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 03/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.