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lunes, 28 de octubre de 2019

Mauricio Macri y Alberto Fernández se reunieron por una hora… @dealgunamanera...

Mauricio Macri y Alberto Fernández se reunieron por una hora…

Mauricio Macri recibió a Alberto Fernández en la Casa Rosada. Fografía: CEDOC


El mandatario saliente y el presidente electo compartieron un desayuno para hablar de la transición.


El presidente Mauricio Macri recibió en la Casa Rosada a su sucesor electo Alberto Fernández, para empezar a delinear la transición. El foco del encuentro habría abordado también la cuestión del dólar, eje de los cruces entre ambos candidatos tras las PASO, luego de que en las últimas horas el Gobierno nacional anunciara un endurecimiento del cepo cambiario.


El mandatario saliente arribó pasadas las 9.30 a Balcarce 50 y saludó a los medios y vecinos que se acercaron a ver su llegada. Por su parte, Fernández llegó en medio de un amplio grupo de periodistas que lo aguardaban en la puerta del edificio de su domicilio en Puerto Madero, de donde salió pasadas las 10:20 rumbo a la Casa de Gobierno.


El encuentro con el líder del Frente de Todos estaba previsto para las 10:30  horas y fue el punto de inicio de la transición, que culminará el próximo 10 de diciembre con el traspaso formal del mando. Ambos informaron anoche en sus discursos tras conocerse los resultados del escrutinio provisorio que iban a reunirse para empezar a llegar a consensos.  Alberto se retiró de la Casa de Gobierno una hora después de haber llegado. Según trascendió, Macri y Fernández estuvieron todo ese tiempo reunidos en solitario.

El análisis de Jaime Duran Barba: Vidal perdía igual y Macri sigue como líder 

El desayuno entre el ex jefe de Gabinete y el actual mandatario se da luego de la conferencia de prensa que realizó el titular del Banco Central, Guido Sandleris, en la que brindó precisiones sobre el endurecimiento del cepo cambiario que se restableció tras la derrota de Juntos por el Cambio en las PASO para frenar la corrida cambiara y la pérdida de reservas. Según consignó el director de la entidad monetaria, el límite para la adquisición de divisas alcanza a 200 dólares para aquellas personas que hagan la operación vía homebanking, pero para las compras en efectivo, sólo se podrán adquirir 100 dólares.


Uno de los reclamos que realizó el entonces candidato del Frente de Todos al Presidente cuando se produjo la corrida cambiara fue que la Casa Rosada trabajara para cuidar las reservas del país. Las medidas que se implementaron apuntan en esa dirección.

Fernández avaló el "dólar Alberto" de $60: "Ya tiene un valor razonable"

La reunión entre Macri y Fernández era algo que desde el oficialismo ya tenían planeado en caso de que se repitiera el escenario de las PASO y el Frente de Todos ganara en primera vuelta. Lo reconoció el asesor presidencial Jaime Durán Barba durante la edición especial del ciclo Periodismo Puro que conduce el CEO de Perfil Network, Jorge Fontevecchia, que se emitió anoche por Net Tv


“La idea fue ganar, pero si no se ganaba había que ver cómo hacemos para dar un paso para que la Argentina tenga una democracia institucionalizada, formal, en la que los adversarios aprendan a respetarse y construir un lindo país. Si bien no estaba planificado en detalle, estaba dentro de ese horizonte. Qué hacemos para que el país cambie porque eso también es cambiar el país, tener actitudes democráticas, republicanas que si se siguen dando en el tiempo van a dar una mejor democracia”, expresó el experto.





domingo, 25 de agosto de 2019

Exitismo débil… @dealgunamanera...

Exitismo débil…

Taciturna, María E. Vidal. Dibujo: Pablo Temes

Macri y Peña no se resignan y sueñan con poder darlo vuelta, como en 2015. Vidal, no.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 25/08/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La última semana, la gobernadora María Eugenia Vidal estuvo reunida con intendentes y legisladores oficialistas. Pese a rumores de chicanas y críticas, todos mostraron reconocimiento y acompañamiento hacia la gestión. No hay optimismo de triunfo en la provincia, la estrategia de aquí a octubre es darle vía libre a cada intendente con posibilidad de ganar para que sostenga representatividad territorial y representatividad regional a través de los legisladores.

“Si en algún momento tenemos posibilidad de volver, nos volveremos a encontrar. Este país es muy dinámico, dentro de dos años la historia puede ser otra”, sostuvo un legislador presente.

Sin embargo, la actitud complaciente hacia la figura de la gobernadora no tuvo eco en la figura del Presidente. “Se vio una actitud crítica –principalmente desde el radicalismo– por la fuerte tensión que se visualiza en el retorno del kirchnerismo”, señala un armador oficialista. También se escucharon quejas por el no adelantamiento de las elecciones en la Provincia. Hoy esto que para muchos fue un error estratégico es contrafáctico, ya que este adelanto no necesariamente garantizaba que se ganaran las elecciones, y mucho menos con los  números que arrojaron las PASO.

“Si la diferencia hubiera sido de 4 o 5 puntos, se podría pensar que adelantándolas se ganaba, pero la diferencia final fue de 22 puntos. Capaz que se adelantaban y se tenía un cataclismo cinco meses antes”, apunta un intendente.

Percepciones. Lo que la mayoría de los legisladores provinciales percibe es que la pertenencia de Vidal a su espacio político hizo que primara por sobre su conducción de gobernadora bonaerense. Lo de Hernán Lacunza fue el último aporte a la causa.

El “trasladado” ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, está trabajando en dos cuestiones: la primera y urgente es cerrar las cuentas públicas, para poder demostrarle al staff del FMI que arriba al país –ayudado con los que ya están en Argentina en la comisión permanente– que se han cumplido satisfactoriamente las metas del primer y segundo trimestre y que se van a cumplir en la proyección las metas del tercer trimestre que termina en septiembre.

Esto último permitiría que, cuando esté aprobado el board el 15 de septiembre de este año, puedan autorizar el desembolso de los fundamentales 5.400 millones de dólares del Fondo que están acordados y después los 900 millones de dólares más que faltan a fin de año, cruciales para no entrar en default dentro del período presidencial de Mauricio Macri.

La segunda cuestión es diseñar algún tipo de estrategia tendiente a mejorar el ingreso de bolsillo de los sectores medios, por eso se insistió en el control de los combustibles y se sancionó el decreto de necesidad y urgencia de los combustibles. Esta situación les dio una muy buena excusa a los gobernadores para enojarse con el macrismo y devolver el enojo que hay en Olivos con los gobernadores a los que se les había pedido –de no poder jugar a favor del macrismo– que fueran con boleta corta.

 Los números demuestran que los gobernadores que fueron con boleta corta terminaron apoyando implícitamente la fórmula del kirchnerismo (no se llega al 47% de los votos a nivel nacional sin el apoyo de los gobernadores).

Esto lo saben y lo leen desde Olivos. Allí la última semana hubo muchas rispideces con Miguel Pichetto. El involucramiento del ex senador peronista en la campaña le hizo sentir que tenía un espacio de poder como para sugerir cambios en el gabinete, que lo incluían a él como posible jefe de Gabinete. La sorpresa llegó el lunes, cuando los cambios solo quedaron a nivel de Dujovne. “No hubo manera de torcerle el brazo a Mauricio Macri y Lilita Carrió, sobre todo a esta última, que dijo: ‘Si lo sacan a Peña rompo la coalición’. Esta situación dejó con mucha indignación al ala peronista de Cambiemos”, sostiene una voz cercana a la mesa chica presidencial.

Los últimos días se ha escuchado a Marcos Peña reflexionar que en 2015 sacaron 15 puntos en las PASO y lo revirtieron, pero hay dos datos a tener en cuenta: en 2015 no fueron 15 puntos, sino que fueron 8-9 puntos. En 2015 Scioli no pasó el piso de los 40 y en 2015 era el candidato del oficialismo, tras doce años de gobierno, con todo lo que implicaron los últimos cuatro años del mandato de CFK.

En ese momento Mauricio Macri era lo nuevo, la oposición. Hoy tienen 15 puntos abajo, cuatro años de ser oficialismo y una crisis económica feroz.

Estoicos. Al igual que Marcos Peña, el único que se muestra optimista de cara a octubre es el presidente Mauricio Macri. “Macri y Peña no tienen el gen de los tipos que “gozan” el poder, sino que lo padecen. No tienen escuela en política, son éxito o nada”, sostiene un analista

La política incluye el fracaso en la agenda, incluye la derrota, veamos: el ex presidente de Brasil Lula da Silva perdió cuatro veces antes de ser presidente, De la Sota, el ex gobernador de Córdoba, había perdido tres veces antes de ser gobernador.

Para Macri no incluye la derrota ni el fracaso (solo perdió una vez como candidato a jefe porteño en 2003), la política para él es el logro, el éxito, el avance.

No está inscripta en su registro mental la posibilidad de un futuro que no esté atravesado por el éxito, porque en su vida fue todo más o menos exitoso como empresario, dirigente deportivo y político.

El exitismo lleva a muchas personas a confiar ciegamente en sus acciones y en las de las personas a las que también creen exitosas, y esto conlleva –la mayoría de las veces– a no escuchar otras voces. De esto mucho sabe el Presidente y su álter ego, Peña.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.




lunes, 19 de agosto de 2019

Implosión oficial… @dealgunamanera...

Implosión oficial…

Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.

Desbande en Gobierno. Solo un error grave puede quitarle el triunfo a Alberto Fernández.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 18 de Agosto de 2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Desde el domingo por la noche, cuando los resultados de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias dejaron boquiabiertos a todos –oficialistas, opositores, candidatos, militantes, ciudadanos independientes, votantes en blanco, indiferentes, encuestadores y periodistas– comenzó una transición virtual nunca vista en nuestra historia política reciente.

La evidencia fáctica de esa transición se produjo el jueves por la mañana cuando, no bien abrieron los mercados, el valor del dólar y el riesgo país comenzaron a retroceder, trayendo calma luego de  tres días de desasosiego. Esa calma fue producto de dos hechos: el primero, la conversación telefónica que mantuvieron Mauricio Macri y Alberto Fernández; el segundo, la afirmación de Fernández, durante el reportaje con Marcelo Longobardi, de que el dólar a 60 pesos representaba un precio de equilibrio.

Resultados. Guste o no, tenemos hoy un presidente real –Macri– y otro virtual –Fernández–. Esta malhadada circunstancia lleva a una primera conclusión: las PASO deben ser derogadas sin dilación. Hasta antes de conocerse los resultados del domingo, había ya sobrados motivos para pensar en la necesidad de considerar esta alternativa por la ausencia de competencia interna. Desde ahora existe una razón más: el efecto potencialmente negativo que puede tener sobre la gobernabilidad cuando se dan resultados como los del último fin de semana.

Por eso, Macri deberá priorizar ahora su condición de Presidente por sobre la de candidato. Su objetivo es llegar al 10 de diciembre con una situación económica controlada y sin desmadres. Alberto Fernández, a su vez, deberá actuar con extrema prudencia. En los hechos, es un presidente virtualmente electo, por lo que, lo que diga y haga, va a tener efecto no solo en lo que resta de aquí al final del mandato del actual gobierno sino también de lo que vaya a suceder después. De no ocurrir un cisne negro, los mercados –de los cuales va a tener tanta necesidad como la que ha tenido la actual gestión– lo han consagrado ya como el futuro jefe de Estado.

Impera al interior de Cambiemos un ambiente de devastación. En la reunión del gabinete ampliado del jueves en el CCK hubo funcionarios muy enojados que se fueron antes de la finalización del acto. No querían escuchar a Macri. Ni qué hablar del enojo de María Eugenia Vidal con Marcos Peña y compañía, quienes le cerraron la puerta no solo al desdoblamiento de la elección provincial sino también a la posibilidad de un acuerdo con Sergio Massa, quien fue un aliado decisivo para aprobar leyes clave para su gestión como gobernadora.

Está decidido que Vidal, cuya derrota es abrumadora –la palabra que se usa en su círculo es “irremontable”– hará campaña desprendida del Presidente. La semana que viene se reunirá con los intendentes de Cambiemos para los que habrá un mensaje claro: “hagan lo que sea para ganar y, si eso significa esconder la boleta de Macri y/o de Vidal, no duden en hacerlo.” El objetivo es unívoco: retener territorio.

Lo mismo hará Horacio Rodríguez Larreta, quien también quedó golpeado por el tsunami anti-Macri. Los resultados adversos en la Villa –ahora Barrio 31– y en la zona de Villa Lugano, zonas que se destacan por sus proyectos de inclusión social con obras de urbanización y la construcciones de viviendas de calidad, hablan a las claras del impacto y la dimensión de la crisis socioeconómica

Servido. El Frente de Todos tiene todo por ganar. Si no comete errores, la victoria está al alcance de su mano. El resultado del domingo también repercutió en el equilibrio de las cuotas de poder a su interior. Por eso, Alberto Fernández tiene ahora un poder propio del que carecía hasta entonces. Fue él quien logró la incorporación de Massa y el apoyo de los gobernadores peronistas, quienes no querían saber nada con Cristina Fernández de Kirchner y que, durante meses, fogonearon la candidatura de Roberto Lavagna. Hay que recordar que los candidatos y precandidatos a gobernador que respondían a la ex presidenta perdieron en todas las elecciones en las que compitieron.

La cosecha en votos de AF fue determinante no solo para ganar las PASO sino también para alcanzar una cantidad y una diferencia tales que lo dejan ante la perspectiva de una victoria en primera vuelta, objetivo primordial del peronismo kirchnerista. Y aquí hay algo que hay que tener muy en cuenta: algunos gobernadores del peronismo que, ante la incertidumbre del resultado que reflejaban las encuestas, habían estado poco activos durante la campaña, jugarán ahora decididamente a favor de la fórmula Fernández-Fernández. Nadie querrá quedarse afuera de la posibilidad de subirse al carro del ganador. En ese marco, habrá que prestar atención a lo que haga Juan José Schiaretti, a quien sus dirigentes le están pidiendo que abandone su actitud de prescindencia y apoye a AF.

En ese universo, también le fue bien a Massa. “Para muchos votantes, Sergio es la garantía de equilibrio frente a Cristina. Alberto solo es una cosa. Alberto con Sergio, es otro frente a posibles embates del ala dura del kirchnerismo”, señala un intendente bonaerense del massismo.

Números. El principal problema que tiene ahora Cambiemos es la economía. Nicolás Dujovne es uno de los grandes perdedores en la interna. De hecho, las últimas medidas económicas las comunicó el ministro de la Producción, Dante Sica. Dujovne se quiere ir –inclusive del país–, pero Macri no lo deja.

La mezcla de soberbia y endogamia que imperó en los dos últimos años del Gobierno, les impidió a muchos –empezando por el Presidente– leer la crudeza de una realidad económica dificilísima para mucha gente y, especialmente, para la clase media que, carente de medidas de ayuda social, ha sufrido un impresionante deterioro en su calidad de vida. Cuando la gente no tiene para comer, temas como la corrupción, la República, y hasta las obras de infraestructura pasan a un segundo plano.

Macri dejará su gobierno con tres devaluaciones, un índice de inflación récord, caída sostenida de la actividad económica, aumento del desempleo y de la pobreza. ¿Alguien pensó seriamente que, con esos índices, se podía ganar la elección?

Producción periodística: Lucía Di Carlo





lunes, 12 de agosto de 2019

Era la economía, estúpido… @dealgunamanera...

Era la economía, estúpido…

Marcos Peña y Mauricio Macri

Las lecciones que el núcleo duro PRO no supo ni quiso aprender durante el mandato.

© Escrito por Silvio Santamarina el lunes 12/08/2019 y publicado por la Revista Noticia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Aquella frase -“the economy, stupid”-, que acuñó el estratega de campaña de Bill Clinton para ganarle a Bush padre aprovechando los golpes que la recesión le daba a la imagen del presidente republicano, se incorporó a la sabiduría política argentina como pocas. Sin embargo, una lección tan obvia como aquella fue soslayada sistemáticamente por los gurúes electorales del macrismo, desde que empezó a picar la alergia de la inflación recesiva, por motivos que vale la pena repasar.

Uno de ellos es estrictamente de doctrina económica: aunque el Gobierno cambió de funcionarios ante cada crisis financiera que le tocó enfrentar, nunca tuvo la vocación o la ductilidad como para al menos considerar un Plan B. Su teoría y su acción se limitaron a prometer y a esperar la llegada de los “brotes verdes”. Incluso en la conferencia de prensa del Presidente tras la paliza de las PASO, su postura se mantuvo inamovible, acrítica, con la mirada puesta en la demorada “lluvia de inversiones”.


Otro motivo por el que el macrismo olvidó la famosa máxima que el gurú James Carville le bajó a los militantes clintonianos en 1992 es la soberbia tecnocrática del núcleo duro PRO. Las planillas Excel, el proselitismo microsegmentado, la militancia de trolls y bots en redes sociales, la alquimia del Big Data… todo ese humo se desvaneció en el aire de la noche del 11 de agosto, empañando la mirada de un Macri tan sorprendido por el contraste entre las encuestas previas y el escrutinio como cualquier ciudadano superficialmente informado por el noticiero de la hora de cenar. Esa soberbia, a la que hizo referencia la siempre apocalíptica Elisa Carrió sobre el escenario de la derrota, tiene nombre y apellido: Peña y Durán Barba.

Pero de nada sirve –salvo para la mesa chica de la derrota- identificar a los más y los menos responsables de esta catástrofe estratégica. Casi desde el comienzo del mandato, en la opinión pública –incluso la más amigable con el macrismo- se advirtió el riesgo que implicaba la estrategia de polarizar obsesivamente con la figura de Cristina Kirchner, como escudo permanente contra todos los tropiezos económicos en los que incurría el Gobierno.

La grieta funcionaba, es cierto, pero con el mismo potencial explosivo de las Lebacs, las Leliqs y demás artilugios de contención financiera. Tarde o temprano, el monstruo recreado diariamente por el relato PRO resurgiría de sus cenizas para cobrarse venganza. El momento parece haber llegado, con la patética sorpresa de las muertes anunciadas.


Para decirlo en un lenguaje que volverá rápidamente a ponerse de moda en la intelectualidad del futuro oficialismo K: la mirada clasista le impidió ver al macrismo lo evidente. Sin economía, la política no es nada, especialmente en la Argentina de hoy. Y la economía no es solo la voz de los mercados, sino también su otra cara: el barro profundo, la heladera vacía y la persiana baja. Eso que el peronismo todavía sigue percibiendo –y manipulando- con picardía. Aquella lección es la que no terminó de aprender el ala tecno del PRO, desoyendo incluso las advertencias desesperadas de su ala política. Era la economía, estúpido.




domingo, 21 de julio de 2019

PASO a paso: el escenario político de cara a las elecciones de agosto… @dealgunamanera...

PASO a paso: el escenario político de cara a las elecciones de agosto…


Alberto Fernández y Miguel Pichetto son los protagonistas principales de una nueva etapa de polarización en la política argentina. En el medio, Roberto Lavagna intenta mantener en carrera a la tercera vía.

© Escrito el  jueves 11/07/2019 por Tomás Allan y publicado en el Diario La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Vivimos tiempos agitados para la política argentina. Más de un mes antes del cierre de listas del 22 de junio, Cristina Fernández anunció su decisión de correrse del centro de la escena para dejar a Alberto Fernández como candidato presidencial y acompañarlo desde la vicepresidencia. Rápidamente, más de una decena de gobernadores peronistas se alinearon con la novedosa fórmula, expresándole públicamente su apoyo. Luego, tres semanas más tarde, Mauricio Macri sorprendió a todos al ofrecerle la candidatura a vicepresidente a Miguel Pichetto, (ahora ex) jefe del bloque justicialista en el Senado de la Nación.

Numerosos análisis se han hecho hasta el momento sobre estas decisiones, intentando interpretar los gestos de los dos principales líderes políticos del país y tratando de decodificar cómo quedaba planteado el tablero político de cara a las primarias de agosto, las elecciones generales de octubre y un eventual ballotage en noviembre. Cristina Fernández tomó la iniciativa aquel 18 de mayo y produjo una serie de reacciones no solo en los sujetos destinatarios directos de su mensaje (¿el resto del peronismo?), sino también en otros actores políticos a quienes no fue dirigido (o sí, como contradestinatarios) pero que obviamente tienen interés en sus movimientos. De este modo, se produjeron varias decisiones en cadena que terminaron por reconfigurar el tablero político.

Para responder a la pregunta mayor (cómo quedó efectivamente configurado el escenario) podemos recorrer cuatro interrogantes que la preceden: a quiénes le hablaron Cristina Fernández y Mauricio Macri al desginar a Alberto Fernández como candidato a presidente y a Miguel Pichetto como candidato a vice; qué mensaje querían enviar; qué efectos produjeron en sus destinatarios y qué efectos produjeron en otros actores políticos.

DEL ALBERTAZO AL ROSQUERO SUPERPODEROSO


Mucho se ha dicho ya sobre la decisión de postular a Alberto Fernández como candidato a presidente, con una conclusión que destacó con claridad en la mayoría de los análisis: la búsqueda de moderación. La decisión de optar por una figura que se fue del gobierno kirchnerista en su momento de radicalización (post pelea con el campo), que criticó con dureza la forma de la ex mandataria de conducir los asuntos públicos en sus últimos años de gobierno y que parece tener (o poder tener) buen diálogo con sectores de poder en aparente tensión con el kirchnerismo (Clarín, “el campo”, el empresariado, el FMI), fue leído como una indudable muestra de moderación que permitiría ampliar el espacio de cara al cierre de listas y ofrecería la posibilidad de llevar a cabo algunos acuerdos en caso de llegar al gobierno, en una etapa que será complicada desde el punto de vista económico, gane quien gane. La decisión de colocar al ex Jefe de Gabinete también podría, hipóteticamente, mantener el piso de votos de la ex mandataria y perforar su techo, clave para un eventual ballotage.

Si los destinatarios principales del mensaje cristinista fueron los gobernadores y el resto del peronismo, este parece haber tenido relativo éxito si atendemos a los rápidos alineamientos que se produjeron luego del anuncio, incluido el de Sergio Massa, aunque con algunas idas y vueltas previas.

Pasaron algunas pocas semanas hasta la siguiente movida política de trascendencia. La decisión de incluir a Miguel Ángel Pichetto en la fórmula presidencial oficialista sorprendió a propios y extraños: llegaba un peronista de pura cepa a ocupar nada menos que el puesto de candidato vicepresidente de la fuerza política que hegemoniza el espacio no-peronista del sistema político.

Nuevamente, los análisis comenzaron y varios merodearon la tesis del fin de la grieta o, al menos, de su conmoción: si la decisión de ubicar a Alberto Fernández como candidato a presidente del espacio kirchnerista era el principio del fin de la grieta, la decisión de que Miguel Pichetto secundara a Mauricio Macri en la fórmula presidencial era el acto que lo consumaba.

Como sea, algo cambió. Las veredas se ensancharon; los desplazamientos de ciertos actores que hasta ahora habitaban el centro de forma dispersa ampliaron los sectores enfrentados.

Aunque otras lecturas sugieren que esta está más viva que nunca: ambas decisiones consolidan la grieta pero la moderan (giro al centro) o bien la ratifican ampliando sus respectivos espacios pero sin moderarse (los dirigentes que escapaban a su lógica van hacia los polos pero no los polos hacia ellos, como una especie de imán).

Cualquiera de estas presupone vocación de amplitud y un reconocimiento tácito de que para poder ganar las elecciones y, sobre todo, para gobernar luego de ello en una situación económica delicada, se necesitará salir del empate de minorías intensas y posiciones defensivas para lograr acuerdos amplios que garanticen la tan mentada gobernabilidad.

Como sea, algo cambió. Las veredas se ensancharon; los desplazamientos de ciertos actores que hasta ahora habitaban el centro de forma dispersa ampliaron los sectores enfrentados. Massa y varios gobernadores para un lado; Lousteau (que desde 2015 pareció estar con un pie adentro y otro afuera de Cambiemos) y Pichetto para el otro. Si tomamos la teoría del giro al centro de las dos fuerzas principales de la política argentina ello redundaría en un esquema de fuerzas centrípetas: ambas compiten por el centro. La grieta ya no centrifuga sino que aprieta, y los polos están más cerca que antes, dice Andrés Malamud. 

Sin embargo, ni bien Pichetto salió a la cancha a hacer declaraciones públicas, muchos comenzaron a poner en duda esta tesis: ¿de qué giro al centro hablamos si el flamante candidato comienza a tratar a sus adversarios de comunistas, vocifera contra la flexibilidad en la llegada de inmigrantes y propone rediscutir el rol de las Fuerzas Armadas para que puedan intervenir en tareas de seguridad interior?

Dice Ignacio Ramírez: “Lo de Pichetto fue un giro al centro en términos políticos, pero fue una bolsonarización en términos ideológicos”. El Pichettazo difuminó (¿diluyó?) la línea divisoria entre el espacio peronista y el no-peronista e implicó la cooptación de uno de los principales actores del peronismo no-kirchnerista, nucleado en torno a Alternativa Federal, hasta ese momento renuente a plegarse a cualquier polo de la grieta. Pero, en efecto, su discurso en temas de seguridad e inmigración y sus referencias elogiosas a figuras como Matteo Salvini o Jair Bolsonaro dan pie a la tesis de la radicalización cambiemista, que fue ganando terreno con el cierre de listas y los acercamientos a figuras como Amalia Granata y Alberto Asseff, probablemente algo obligados por la candidatura de José Luis Espert y Ricardo Gómez Centurión.

Hasta estas elecciones, el Gobierno no tenía amenazas concretas por derecha. Sus candidaturas lo obligaron a moverse para neutralizar o al menos atenuar esa fuga de votos.


Entonces, ¿a quién le habló Macri con la designación de Pichetto? En los primeros análisis primó la idea del mercado como “sujeto” destinatario, que aparentemente habría reaccionado positivamente a la postulación del senador por Río Negro. Esta alegría subrepticia obedecería a que su figura encarnaría una suerte de garantía de gobernabilidad para el segundo mandato macrista, por su aptitudes negociadoras y su estrecha relación con varios sectores del peronismo (especialmente los gobernadores), lo cual permitiría conseguir los votos suficientes para aprobar algunas reformas que el gobierno considera necesarias.

Sin embargo, esta teoría adolece de algunos puntos débiles: Pichetto garantizó la gobernabilidad durante el primer mandato macrista desde su posición de jefe de bloque del justicialismo, ¿pero puede garantizarla desde las filas del oficialismo? Por otro lado, no termina de entenderse el porqué de la alegría de los mercados por lo que pudiera pasar en un eventual segundo mandato macrista si la candidatura de Pichetto no aporta votos propios para cumplir una condición anterior, a la cual ese segundo mandato se encuentra obviamente sujeto: ganar las elecciones.

En fin: tesis verosímiles pero con cierta dosis de sobreestimación de las aptitudes negociadoras de Pichetto y de sobreinterpretación de los cálculos del Mercado, ese “sujeto” que solo puede hablar lo que los analistas políticos le hagan decir.

La ecuación del Gobierno es que Pichetto tranquiliza a los mercados, lo cual significa dólar calmo y, por tanto, se evita la fuga de votos potenciales que se produce ante cada subida de la moneda norteamericana.

Como fuere, desde esta perspectiva la ecuación del Gobierno es que Pichetto tranquiliza a los mercados, lo cual significa dólar calmo y, por tanto, se evita la fuga de votos potenciales que se produce ante cada subida de la moneda norteamericana. Carlos Pagni dice que la imagen de Macri está indexada al dólar: cuando este sube, aquella cae; cuando este baja, aquella sube. La paz cambiaria de acá a las elecciones podría favorecer a la victoria oficialista.

Visto así, su figura no sumaría votos propios pero evitaría indirectamente su fuga. La conclusión es verosímil, lo que se pone en duda es la veracidad de las premisas.

Finalmente, se ha dicho que su incorporación podría cobijar al votante peronista de derecha, algo también verosímil, aunque cuesta imaginar que estos votantes fuesen renuentes a optar por Cambiemos antes del anuncio de la fórmula, mientras que la fórmula Lavagna-Urtubey ofrece un resguardo para el electorado peronista descontento con el Gobierno y el kirchnerismo.

En el medio, Lavagna y Urtubey unieron fuerzas. Por lo general, la teoría de la ampliación de veredas que angostan y presionan la avenida del medio supone que la tercera vía saldría inevitablemente perjudicada. Sin embargo, pueden introducirse algunos matices.

Hasta acá, esa ampliación del polo oficialista y del polo opositor-kirchnerista se dio a nivel dirigentes. Sin embargo el desplazamiento de ciertos actores del centro hacia los polos no necesariamente conlleva un movimiento sustantivo de los votantes en el mismo sentido. Si bien el estrechamiento del centro podría perjudicar a Roberto Lavagna, la reducción de la oferta en una zona que pasó a ocupar en solitario podría beneficiarlo si el electorado se mantiene escéptico a los movimientos de Sergio Massa y Miguel Pichetto.

Hay que ver si, en efecto, ese movimiento de nombres va acompañado de una moderación en los discursos, y observar el comportamiento del electorado indeciso y su resistencia a moverse al compás de esos movimientos. De este modo, su aventura probablemente dependa (al menos en parte) de la (in)elasticidad de la demanda antigrieta con respecto a las variaciones que se produjeron en la oferta.

¿QUÉ HAY DE NUEVO, VIEJO?


El cierre de listas y los desplazamientos que se dieron en la previa exigen un análisis sobre cómo se ha (re)configurado el escenario político. En este sentido, puede ser interesante detenerse en la lectura que los propios actores hacen sobre el tema, dado que la batalla electoral pasa en buena parte por los términos en que ella se enuncia “desde adentro”. La pregunta que subyace es: ¿qué es lo que hay en juego en estas elecciones? 

Si para el Gobierno estos comicios plantean una disputa entre demócratas liberales republicanos versus populistas autoritarios, para la principal fuerza opositora se enfrenta el campo popular versus el neoliberalismo rampante. Mientras que para el lavagnismo estamos ante el enfrentamiento del fracaso del pasado y el fracaso del presente, solo superables con una alternativa que escape a la grieta.

Unos harán eje en la cuestión moral e institucional mientras que otros harán hincapié en la agenda socioeconómica, que parece ser el flanco débil del oficialismo. Veremos qué interpretación logra imponerse en esta disputa (¿superestructural?) sobre lo que se juega en estas elecciones.

Por otro lado, “desde afuera” han surgido algunas interpretaciones diferentes más allá de la reproducción de esas mismas lecturas. Si en Argentina siempre ha sido algo impreciso el esquema izquierda-derecha para interpretar la realidad política, las apariciones de Alberto Fernández primero y de Miguel Pichetto después habilitarían un análisis de ese tipo. La candidatura vicepresidencial de este último difumina el clivaje peronismo-no peronismo y da mayor nitidez a este esquema clásico en el que tendríamos dos grandes coaliciones -una en la centroderecha y otra en la centroizquierda-, que entre ambas se llevarían más del 70% de los votos; un centro “flaco” apoyado en la figura de Roberto Lavagna, que aspira a superar los 10 puntos en las generales, y alternativas minoritarias desbordando este esquema por izquierda (FITU) y por derecha (Espert y Gómez Centurión), que se calcula no superarán el 5% cada una.

Por su parte, si bien el Gobierno siempre eligió el confrontamiento directo con el kirchnerismo (y particularmente con la figura de Cristina Kirchner), el discurso de los “70 años de decadencia” (que implícita o explícitamente hace referencia al peronismo) y su intención de distinguirse claramente de “la vieja política” le han permitido presentarse como la fuerza no-peronista por excelencia, nucleando al antiperonismo más duro. Con la designación de un peronista de pura cepa y rosquero de la primera hora en la fórmula presidencial, esa línea divisoria pierde nitidez.

El Gobierno pudo jugar a distinguirse tan claramente del peronismo como un todo en tanto y en cuanto este estuviera, en los hechos, dividido (en tanto no fuera un “todo” real y actual sino ficticio e histórico). Cuando el peronismo amagó a unirse, previa designación de Alberto Fernández como candidato presidencial, Cambiemos decidió flexibilizar uno de sus componentes identitarios y volver a focalizar a su adversario en un círculo más pequeño, que representa solo una versión particular de aquel: el kirchnerismo.

El cambio ya no es respecto de “70 años de atajos y avivadas” sino respecto del proceso de 12 años kirchneristas. Se corre la frontera política. Digamos que para el Gobierno lo que está en juego en estas elecciones es la integridad de las instituciones republicanas, y eso no distingue entre peronistas y no-peronistas sino entre kirchneristas y no-kirchneristas. Esto implica reducir el espacio opositor y permitirse ampliar el propio.

Si bien el estrechamiento del centro podría perjudicar a Roberto Lavagna, la reducción de la oferta en una zona que pasó a ocupar en solitario podría beneficiarlo si el electorado se mantiene escéptico a los movimientos de Sergio Massa y Miguel Pichetto.

Lo cierto es que, a pesar de las advertencias de que podría producir la fuga del núcleo de votantes antiperonistas, esto no parece representar una amenaza concreta si tenemos en cuenta que ninguna de las fuerzas realmente competitivas quedó exenta de peronismo, por lo cual parece difícil que emigren a otros pagos.

Por último, la formación de un espacio progresista no-kirchnerista parece que tendrá que esperar. El progresismo depositaba en la figura de Lavagna la esperanza de la construcción de una alternativa progresista de escala nacional, pero una serie de eventos desafortunados hicieron caer esas expectativas. La decisión de incluir a Juan Manuel Urtubey como candidato a vicepresidente, la derrota electoral del socialismo en Santa Fe (que perdió la gobernación a manos de un peronismo unificado hacia la derecha, liderado por Omar Perotti) y la conformación de listas en las que primó la estructura del sindicalista Luis Barrionuevo por sobre las estructuras partidarias del GEN y del Partido Socialista terminaron por opacar esa tonalidad progresista que se esperaba darle a esta construcción a nivel nacional. De todas maneras, puede significar una buena oportunidad para ganar algunas bancas legislativas.

En suma, ambos gestos giraron en torno al cargo de vicepresidente; ambos han tenido efectos en lo inmediato y podrán tener otros de mediano y largo plazo que habrá que esperar para verificar; ambos mostraron apertura en sus respectivos espacios. No obstante, no está tan claro que esa potencia simbólica de las movidas que incluyeron a Miguel Pichetto y Alberto Fernández hayan tenido un correlato material en el armado de listas, en donde los sectores que podían ampliar los respectivos espacios no han tenido el lugar que se esperaba.

Aquel 18 de marzo Cristina tomó la iniciativa, Macri respondió y el resto de los actores se incorporaron al juego. El tablero político comenzó a reconfigurarse y el cierre de listas nos dio algunas certezas, pero la incertidumbre primará de cara a las PASO, en una competencia que se avizora reñida. Las fichas se van acomodando pero falta un largo trecho aún por recorrer.