Complicidades…
Triste conclusión: las palabras poco importan. Constatación melancólica: se vaciaron de consecuencias. Decir es zafar. Reino de impunidades perpetradas de manera reiterada. La Argentina navideña de 2012 es un carnaval de naderías, muchas de ellas antiguas, auténticos vejestorios de una cultura política regurgitante. El caso de la fragata Libertad adquiere, en este sentido, una poderosa expresividad. Navega ahora rumbo a la Argentina. Lo más probable es que será recibida en Mar del Plata como si regresara de una batalla victoriosa, al cabo de la cual el país avanzó varios casilleros. Penosas pamplinas. Lo que sucedió fue un desastre.
Importan mucho más radiografiar los
hipotéticos intereses nacionales encarnados en esa gira ultramarina, la 43ª del
buque escuela. La construcción de esta fragata de tres palos se inicia el 11 de
diciembre de 1953 y fue botada por el gobierno de la Revolución Libertadora el
30 de mayo de 1956. Desplaza 3,765 toneladas métricas de carga, su eslora es de
103,75 metros, su casco de 91,7 metros, la manga de 14,31 metros y su calado de
seis metros. Propulsada por dos turbinas diésel, puede navegar a un máximo de
13,5 nudos (25 km/h). La tripulan 24 oficiales, 187 marineros y 150 cadetes.
¿Buque de guerra? Tiene cuatro cañones QF 3 Hotchkiss de tiro rápido, de 47 mm,
fabricados en 1886 para defender embarcaciones ligeras y que la Libertad lleva
para disparar salvas de honor.
Otra vez: los hechos son menudos, pero el
contexto de ruido y furia son mucho más trascendentes. Una y otra vez, recurrentemente,
el país se disfraza de atuendos mitologizados (soberanía, nacionalidad,
dignidad), pero sólo para encubrir chapucerías proverbiales. Retenida por una
demanda judicial contra la Argentina, quedó anclada en el puerto de Tema, en la
república africana de Ghana, desde el 2 de octubre de 2012.
Ghana es un país singular y, para los
amantes del nacionalismo, el escenario de una historia importante. Colonia
británica llamada Costa de Oro, nace en 1957 como república independiente, la
primera nación africana al sur del Sahara en liberarse del colonialismo
europeo, bajo el liderazgo de su primer presidente, el líder anticolonial Kwame
Nkrumah. Nkrumah procuraba un nuevo estado nacional que no cayera en el
neocolonialismo y fue el primer estadista africano en promover el
panafricanismo, una ideología de libertad, justicia, igualdad y educación para
todos. Derrocado por un golpe militar en febrero de 1966, para el ex agente de
la CIA John Stockwell, la CIA fue la responsable. Pero Ghana regresó a la democracia
en 1992 y no se ha apartado de ese camino. Ahí estuvo retenida ochenta días la
argentina Libertad, dibujando una parábola agónica y vergonzosa.
La justicia de Ghana no había hecho otra
cosa que admitir una demanda judicial, pero la cuestión no sólo fue
capciosamente ignorada por el gobierno argentino. A un desconocimiento ya
estructural sobre temas decisivos del acontecer del mundo, se le asoció una
mala praxis difícil de superar en su torpeza. Héctor Timerman corrió a las
Naciones Unidas para “denunciar” el hecho. Lo miraron, divertidos y
desconcertados.
¿Peligro para la paz mundial? ¡Estos
argentinos, no cambian nunca! Hasta que, por descarte, en el Gobierno apelaron
al buen sentido y a los cánones profesionales. Malamente empachados de
“transgresión”, tuvieron que recurrir a la ley y a las instituciones.
Convocaron a una funcionaria proba, Susana M. Ruiz Cerruti, para pilotear el
reclamo argentino en el Tribunal Internacional del Mar, con sede en Hamburgo.
Canciller de Raúl Alfonsín de mayo a julio de 1989 (primera mujer en alcanzar
ese puesto, y hasta ahora la única), la diplomática de 72 años logró que ese
juzgado planetario protegiera a la Argentina y es sólo por ese trámite que el
buque busca ahora puerto argentino de regreso a casa.
Emborrachado de arrogantes bravuconadas,
desde el vamos el Gobierno hizo todo mal. Nadie supo prever algo así, porque es
un grupo gobernante cuya mirada sigue enceguecida por una mezcla letal de
ignorancia e incompetencia. Símbolo de esa altanería grosera fue la propia
Presidenta (“¡Se podrán quedar con la fragata, pero con la libertad! ¡Con la
dignidad de este país no se va a quedar nadie!”, vociferó). Un manejo político
deplorable se complementó con trapisondas y apuñalamientos de vodevil. El
mediocre ministro de Defensa, Arturo Puricelli, se lavó las manos durante
interminables días, hasta que aceptó los sacrificios rituales ordenados por la
Casa Rosada: el jefe de la Armada, almirante Carlos Alberto Paz, tuvo que irse
el 15 de octubre, reemplazado por su subjefe, el vicealmirante Daniel Martin.
También echaron a funcionarios como Lourdes Puente Olivera, directora Nacional
de Inteligencia Estratégica Militar (mucho cargo para tanto vacío), Luis María
González Day, y el director general de Organización de la Armada, Alfredo Mario
Blanco.
Lo que importa del manejo exhibido por las
autoridades argentinas es que ejercen su poder político de manera inmadura y
tóxica. Se vanagloriaron del fallo del Tribunal Internacional del Mar, pero sin
mencionar el tema de las deudas pendientes. Se hacen buches con la palabra
“buitres”, mientras persisten en su estólida decisión de no negociar nada con
acreedores impagos. No es falta de tacto. Son fieles a sí mismos. Ministro de
Economía del gobierno legal de un país que integra el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas, Hernán Lorenzino perpetró el colmo de la jactancia imbécil
al exclamar por Twitter: “¡Buitres, no pasarán!” y calificar a los bonistas
litigantes de “piratas financieros”.
Ese es el sino del Gobierno y sus corifeos.
Se entusiasman entre ellos y se ponen duros de estímulo artificial. Ante un
Carlos Zannini regocijado, Juan Abal Medina habla de “Cámara de mierda” y luego
se disculpa. En el brindis de fin de año, la indescriptible Diana Conti atacó
al “electorado histérico” de la Capital Federal por el imponente 8N y aclaró,
para que entiendan su femenina y delicada prosa, “queremos que a las cacerolas
se las metan en el culo”. Ovacionada, fue superada empero por Guillermo Moreno,
que, empapado de sudor, arrancó con el lema que prefiere: “Olé, olé, olé, olá,
Héctor Magnetto, no jodas más, tarde o temprano te vamos a ir a buscar”. La
gente que dice estas cosas y a la que le pasan casos como el de la Libertad,
gobierna la Argentina desde hace casi una década. No me digan que los
argentinos no tenemos nada que ver.
© Escrito por Pepe
Eliaschev y publicado
por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 23 de Diciembre
de 2012.