martes, 28 de abril de 2020

Quién es quién en el plan que está en marcha para liberar presos masivamente… @dealgunamanera...

Quién es quién en el plan que está en marcha para liberar presos masivamente…

El violento motín se desencadenó la semana pasada y la tensión continúa pese al acuerdo.

Un mapa de los protagonistas y sus planes para utilizar al COVID-19 como excusa en una negociación que solo busca dejar en libertad a delincuentes.

© Escrito por Luis Beldi el martes 28/04/2020 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

En la provincia de Buenos aires, el Servicio penitenciario está alerta. El fin de semana, los jefes hicieron inspecciones en las unidades clave, por temor a que se desaten motines y mandaron a agentes a recabar información. Ellos están haciendo un verdadero trabajo de inteligencia. La mayoría cree que la paz firmada con los presos de Devoto, penal que están en la órbita del Servicio Penitenciario Federal, mantendrá en suspenso las rebeliones programadas en la provincia hasta el jueves, fecha de vencimiento del acta y cuando se dará a conocer qué puntos del acuerdo se van a cumplir.

Por de pronto y como muestra de buena voluntad, el domingo liberaron a Francisco Ignacio Salas, que estaba detenido en Devoto y los agentes lo custodiaron hasta su domicilio en un lote de Capilla del Señor a la altura del kilómetro 74. Mejor llegada a casa, imposible: auto con chofer y dos custodias, un gasto exagerado que sale de los impuestos pero que aluden que debe hacerse así por el aislamiento.

Pero el proceso comenzó mal, porque el acuerdo fue firmado violando una de las primicias del manual del buen carcelero: no se debe negociar bajo presión.

No es una demanda inocente que los encarcelados pidieran elevar el número de presos que deben cumplir prisión domiciliaria de 1.350 a 1.600. En la diferencia incluyen homicidas porque para ellos no cuenta el delito que cometieron, sino la vulnerabilidad al COVID-19.

Por otra parte, hay una curiosidad entre los firmantes del acta. El secretario de Justicia, Juan Martín Mena, está entre los acusados en el juicio que se hará por la firma del Memorándum con Irán y entre los delegados de los presos, hay un múltiple homicida con cuatro asesinatos en su prontuario.

Pero esta es una parte de una historia que se inició con la gente más allegada a Cristina Kirchner, aunque la ex presidente no está presente ni apoya esta situación que parece no conformarla. Una de las caras visibles es la del ex juez Eugenio Zaffaroni vinculado a la Comisión de la Memoria que preside Roberto Cipriano García, este último fue quien llamó públicamente a los presos “compañeros prolibertad”. Por supuesto, los presos estrenaron sus celulares, enviando audios con la arenga de García. 

Eugenio Zaffaroni ex ministro de la Corte Suprema durante la administración kirchnerista.

Los integrantes de la Comisión albergan la idea de que los presos pueden ser parte de una fuerza revolucionaria si se canaliza su violencia hacia una sociedad más justa. Los abogados de esa organización fueron los que presentaron miles de recursos para liberar detenidos vulnerables al COVID-19.

Los primeros logros fueron la liberación de algunos presos por pedido de la Comisión de la Memoria. Dos de los que consiguieron prisión domiciliaria son violadores de un chico de 8 años y de una nena de 6 años. Los dos violadores viven cerca de los violados. Uno es vecino y el otro está radicado a cincuenta cuadras del domicilio de su víctima.


El juez que les concedió la liberación fue Víctor Violini, un apellido que en estas circunstancias parece una condena del destino. El hombre integra en soledad una sala de Casación, fue oficial de policía y se recibió trabajosamente de abogado. No había alcanzado los puntos suficientes en el examen final. Pero su adhesión al kirchnerismo le facilitó la vida profesional y comenzó a ejercer la profesión. Es el responsable de que los presos hayan recibido celulares que conectan a todas las cárceles para preparar un plan de motines, si las liberaciones no llegan al nivel que quieren, es decir a casi toda la población carcelaria.

Violini, un férreo defensor de las libertades, no cumple con sus deberes: todavía no presentó su declaración jurada patrimonial como lo exige la ley.

La paradoja, es que fue ayudado en su momento por actual ministro de Justicia bonaerense, Julio Alak y ahora están en veredas opuestas porque en el gobierno bonaerense no aprueban ninguna de sus medidas tomadas por el juez.

El otro motor es Andrea Casamento, fundadora de la Asociación de Familiares de Detenidos de Cárceles Federales (ADAF) que está casada con Alejo Fernández preso en Devoto y uno de los firmantes del acta. La mujer fue premiada por su defensa de los derechos de los detenidos.

Sus conexiones políticas parecen infinitas según el relato que le hace a los presos, es allegada a Mena, el secretario de Justicia, a varios intendentes de la provincia de Buenos aires, entre ellos Pablo Zurro, el intendente de Pehuajó, un defensor de la llegada de los médicos cubanos al país.

Casamento quiere sumar delegados en cada cárcel y hace públicas sus relaciones con el poder. Alejandro Alagia, que fue fiscal de la Unidad de Derechos Humanos, de estrecha relación con Alejandra Gils Carbó y cercano a la vicepresidente de la Nación. Casamento es profesora en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo que fundó Hebe de Bonafini y donde estuvo involucrado Sergio Schocklender.

Ella habría arengado a los delegados de los penales de la provincia para que comiencen a presionar para armar una verdadera mesa de diálogo como la del penal de Devoto, ignorando que esa mesa ya existe oficialmente y sesionó por primera vez el miércoles 22 en la Unidad 48 de San Martín, un establecimiento que aloja a delincuentes con penas severas. No hubo avances en los diálogos, pero los presos saben que el Servicio Penitenciario Bonaerense no tiene la intención de liberar a los 2.300 internos con riesgo de contraer el Corona virus, porque 1.100 son de alta peligrosidad. Ellos están opuestos a las decisiones individuales de Violini y las frenaron por ahora, ya que debe consultar a un comité integrado por jueces y funcionarios policiales y del Servicio Penitenciario bonaerense.

Durante el motín hubo incidentes con familiares que se acercaron al lugar.

Por el otro lado, Violini tiene un problema: hay jueces encarcelados que le recuerdan a diario favores recibidos. Entre ellos, está César Melazzo detenido en Ezeiza. También le demandan ayuda ex policías y sindicalistas. “Hay un verdadero pase de facturas”, señaló un ex juez que no quiso ser nombrado.

Lo cierto es que la pandemia dejó al descubierto una alianza entre los abolicionistas más puros y los que buscan beneficios políticos y económicos. El problema más grande es que en los juzgados de ejecución federales y de la provincia, priman los jueces abolicionistas.

Un ex jefe penitenciario teme que, si triunfa la asonada de los presos, haya problemas. “No olvide que en la primera línea de fuego están los guardia cárceles que están muy nerviosos. Luego los siguen los policías y los gendarmes y en la última línea están los ciudadanos que pueden ser víctimas de los homicidas y de los ladrones liberados”.

Fotografías: Adrián Escandar, Franco Fafasuli

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domingo, 26 de abril de 2020

1973. Seguro que el Quijote era hincha de Huracán, Sancho de Vélez… @dealgunamanera…

1973. Seguro que el Quijote era hincha de Huracán, Sancho de Vélez… 

Siempre dicen que "la tarde cae". Esta vez el pibe Houseman la volvió a levantar allá en Liniers... El suspenso angustioso de esa maniobra interminable. Olivera pasó. Antes otro. Fenoy en el piso. Después, la zurda para el gol. “EL GOL”. ¿En qué habrá pensado el pibe Houseman? No, en la tierra no estaba... Fotografía: El Gráfico

La crónica de Osvaldo Ardizzone sobre la victoria del Huracán de Menotti frente a Vélez es uno de los mejores artículos publicados en El Gráfico en sus casi 100 años de vida.

© Escrito por Osvaldo Ardizzone el martes 10/04/1973 y publicado por la Revista el Gráfico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. Fotografías: Alfieri, Carreño, Alfieri (h), Rodríguez, Gordon. Por Redacción EG · 23 de abril de 2020


Sí, allí estaban enfrentadas las dos eternas contrafiguras. El de la Triste Figura y el Otro. ¿Qué Sancho muchas veces tuvo razón? Sí que la tuvo. Y la tiene... La vida es lo que se toca. La vida es sentido común. "Que el verdadero amor murió en la sopa", decía el viejo Discépolo en su amargura... Esquema. Planteo. Diagrama. Logística. Computadora. I.B.M. Cero, cero, siete. Pero alguna vez vamos a mirarles el color de los ojos a las muchachas en vez de tomarles las tres medidas... Vamos a jugarnos la parada a un sueño, a la carta que nunca se da, al número que nunca sale. A sentirnos con una pluma en el sombrero, en una raída corbata voladora y una rosa en el ojal de la chaqueta... Y a contemplar cómo el pájaro se vuela, aunque en la esquina esté Sancho acechándolo con la mezquindad de una trampera...

¿Qué fue Vélez? Cerebro. Cálculo. ¿Cuál fue su argumento? Impedir. Destruir. Vélez ya sale subalternizado a la cancha. A favor de los golpes que suponen fortaleza, virilidad, está denunciando, justamente, conciencia de inferioridad, pusilánime dependencia. ¿Por qué Tagliani comete cuatro infracciones antes de los cuatro minutos de juego? Porque eso está en el argumento de los Sanchos. ¿Por qué Riestra va fuerte contra el pibe Houseman sobre los quince minutos? Porque en el sentido práctico y realista de los Sanchos está contemplada la importancia de Houseman. Y por eso mismo es que Riestra tiene que irse de la cancha antes de los noventa. Porque en la semana del hombre de Vélez hay un cuidadoso trabajo cerebral. ¿Qué Sancho ganó muchas veces? Sí. Generalmente gana. Todos los días sucumbimos ante su gran sentido práctico y realista de la Vida... Pero no conquista. No seduce. No enamora. Y, por ahí, tampoco gana. Como ocurrió en esta oportunidad. Yo sé que hay que vivir, que hay que luchar para ganarse el mango. Que se hace duro andar por este mundo con un ramo de flores en la mano y una canción... Pero, a veces pienso, ¿es posible que alguien se deje influenciar a tal punto por esa maliciosa pitonisa que sólo susurra malos pensamientos?... Tagliani. Pienso en Tagliani. Un foul violento al minuto contra Roque Avallay. Otro foul a los dos minutos. Otro a los nueve. Pero no es la infracción que surge del enfrentamiento. No está relacionada con los vaivenes del juego. Porque vos vas a una pelota y yo también. Y por ese ponemos fuerte los dos. Y gana el que más fuerte pone o el que sabe más. No. Son los malos pensamientos de Sancho. Es el cálculo. Es el programa. Es lo que se toca. Lo único que vale. ¡Y pobre Roque Avallay! ¡Así seguirán siendo de oscuros los desventurados domingos que le esperan!... Los ejércitos de Sanchos que estarán maquinando la trampera sórdida para el pobre pájaro que apenas si aspira a que le permitan volar... Así serán de oscuros los desventurados domingos que le esperan a este pibe Houseman... 

Señor D'Amico... Si es que en su programa de la escuela cuenta con algún capítulo debido a la inspiración de Sancho, arránquelo... Arránquelo definitivamente. No diga cattenacio. No, suprima definitiva-mente los eufemismos. Es hombre a hombre. Es hombre y golpe. Es, simplemente, eso. Nada más que eso. Eso que ya conoció mi ingenua tía Eulalia apenas vio el primer partido de fútbol... Cuando me dijo: "Pero, sobrino..., vas que me habías hablado can tantas palabras raras de este juego... Si es fácil... Tan fácil que menos que los arqueros ponemos uno a cada une. Y ya está. Y si ese uno se va lo detenemos con un golpe. Y ocurre que ese golpe apenas si equivale a una de las tantas tarjetas amarillas que el señor árbitro lleva en el bolsillo superior de su chaqueta...". Que así me dijo mi cándida tía Eulalia apenas accedió a acompañarme a una cancha... Por eso, señor D'Amico... Erradique definitivamente las directivas "prácticas" a lo Sancho de su programa de la escuela... No le pido que expida el diploma para técnicos "soñadores"... Pero que al menos vuelen, sueñen... Aunque ahora parezca una vocación de precio muy alto...

¡Ay, Roque, Roque, los domingos que habremos...! Fenoy no encontró a la pelota, pero se lo encontró a Roque en el camino. Y Roque se cae, se levanta. Y sigue. Estoicamente... Fotografía: El Gráfico


Y, esta vez, El Quijote...

No sé si Huracán dispone de una mayoría de buenos jugadores. Lo que sí sé es que se construyó con algunos elementos que estaban en la casa. Y con supuestos "rezagos" de otros clubes. Basile, el Coco Basile, libre de Racing. Chabay, libre de Racing. Larrosa, viajando y olvidado por Centroamérica. Russo, otro "enviado" de Platense. Houseman, este pibe Houseman, incorporado por apenas unas chirolas. Carlitos Babington, postergado en la opinión hasta hace un poco más de un año. Buglione, lo mismo... Pero es la vocación lo que importa. Es la influencia del Quijote que prevalece en la actitud frente al fútbol. Es lo que sustenta el Flaco Menotti y que consiguió transmitirle a cada uno de los jugadores. Que triunfe e que no triunfe, al cabo Es el hecho que menos importa para las conclusiones. Que el pobre Quijote también idealizaba a las mozas de cordel. 
Pero importa la idealización de una manera de jugar. La forma de interpretarla. Generosamente. Hasta con grandeza. Hace apenas unos días, Huracán enfrenta a Racing. Encuentra la oposición de un esquema "a lo Sancho", tan calculado como éste. Donde tampoco faltó el golpe como elemento "práctico". Y, al cabo, cinco goles. Cinco goles con un final de fiesta. Con todo el público de pie. Con todos los sueños de ese público metidos allí en el campo. Los mismos sueños que los de Roque Avallay, que los de Miguel Bríndisi. Que los de todo Huracán. Un gol, dos goles. Y al ataque. Jugar. Jugar y jugar. Que el gol no es el zapatazo fortuito ni la pelota encontrada. Es el fútbol. La consecuencia de una quimera jugada al cincuenta por ciento aunque los que estén enfrente sean molinos de viento. 

Al cincuenta por ciento de seguridad y el otro cincuenta al sueño. Por eso todos los goles son borrachera para los que están adentro y para los que están afuera. Que también la gente, esa que está en la tribuna, tiene un cacho, siempre tendrá un cacho de Quijote... Como ese gol de Roque frente a Racing. Ese de la pared con Miguel y que después alcanzó a tocar junto al palo. Ese mismo que Roque, entrando por la izquierda y clavando la pelota al segundo palo de Fillol. Ese final de Miguel Brindisi higienizando el gol en un metro cuadrado con tres hombres en el camino y el arquero en el piso... Así, como me decía el Coco Basile después de este partido de Vélez, y el de Racing... ¿Para qué voy a pasar al ataque con esos tipos que hay adelante? Si ahora aplaudo los goles desde el fondo. Lo mismo que me decía Carrascosa... Sí, puede que existan los buenos jugadores. Que Menotti se haya "beneficiado" con el aporte de cinco delanteros de gran calidad y capacidad goleadora. Pero importa la convicción. Importa lo que se siente. Importa la fidelidad a un estilo que ya está arraigado en cada uno de los hombres... Que ya hizo conciencia de equipo... Que ya hizo conciencia en las tribunas. Por eso Houseman conquista ese gol final contra Vélez, Porque no tiene trabas. Porque inventa. Porque sigue soñando como cuando llegó a Huracán. Y en Huracán el Flaco Menotti no le corta las alas. 

"Déle, déle... invente... juéguesela a la que le gusta...". Por eso Houseman no tira al gol apenas recibe de Babington. Se anima. Cincuenta por ciento a la seguridad. Y el otro cincuenta al sueño. Me gambeteo a uno, a dos, al arquero. Y hago el gol. Y es EL GOL. Así con todas las letras en bajo relieve. Es EL GOL donde se juntan el insensato atrevimiento del pibe con todo Huracán y con todos los que estamos afuera... ¿A ver si los que están afuera es verdad que no juegan, como pregonan los entendidos? ¿A ver si toda esa gente es realmente "gilada", como dicen los que están en la trastienda de los que saben?...

El final. El abrazo de Brindisi al pibe Houseman. El conmovido reconocimiento de la jerarquía de Miguel a ese "gran loco" que nunca aprenderá a jugar en serio... "Pero, ¿cómo te atreves a hacer esas cosas...?" Fotografía: El Gráfico


Y sigue el sueño...

Sé que todo pudo concluir en el cero. Que a favor de la calculada organización defensiva de Vélez, Huracán no pudo realizar la producción de las últimas fechas. Pero lo que importa es que el puntero siguió siendo Quijote hasta el final. Que no traicionó sus ideales. Que no se subalternizó. Que no arrojó la pluma ni renegó de la rosa. Vé!ez, en su papel, pretendió demostrar la verdad de su sentido práctico. Lo consiguió a medias. Lo consiguió hasta los ochenta y siete minutos. 


Después, Sancho volvió a su eterna condición de escudero. El pibe Houseman se jugó la parada a un gran sueño. Al cien por cien de un sueño. Porque este "atrevido" carece de todo sentido de la realidad. No pisa la tierra. No, la conoce. No sabe lo que es una I.B.M. No tiene ni una idea vaga sobre el mecanismo infalible de las computadoras. Vuela. Anda por la cancha con un duende a cuestas. Los Sanchos, el ejército de tantas Sanchos, no lo entienden. Es que no pueden entenderlo...

Antes era el Basile de la Cabeza… Ahora, de la cabeza a los pies.

El Coco Basile. La figura del partido. Fotografía: El Gráfico

La figura del partido. Porque cuando ya se habían construido "las cárceles" en toda la cancha. Cuando, pasados esos primeros veinte de Huracán, Vélez prosperaba en las capturas personales, fue necesario fortalecerse atrás. Que el Quijote que hay en Huracán a veces interrumpe sus sueños y se ve en la obligación de descender a la tierra y pensar en las mezquinas necesidades de la pitanza... Que de vez en cuando es impostergable defenderse para poder seguir comiendo... Y fue cuando en el partido apareció el Coco Basile. Este de la segunda juventud —mejor de la segunda etapa porque recién alcanzó los veintisiete años—. 

Y recuerdo que antes era el Coco de Racing. Aquel "del camión", aquel del cabezazo en aquella turbulencia del pelotazo de Martínoli y los setenta y cinco kilos del Coco atracando en el área de enfrente... Y en la nueva "mística", metido en esta logia de respetuosa amistad con la pelota, volvió a aparecer el Coco de la tercera de Racing. Aquel que jugaba como número cinco. Aquel que sabía pisotearla, aunque nunca la estampa y los movimientos se adornaran con los matices de los simplemente habilidosos, o de los que fraternizan con el lujo ocioso... 

Volvimos a ver a Basile jugador, pero siempre metido dentro de su sobria personalidad, cada vez más sobria a favor de esa experiencia y esa serenidad que trae el tiempo... Coco Basile de la cabeza a los pies. Trabajando en el fondo y en el medio, De arriba y de abajo. Cortando en el anticipo y en la espera medida. Y hasta para tenerla cuando el ida y vuelta de la pelota exigía la prudencia de una pausa- saludable... "Ellos marcaron muy bien... Nosotros anduvimos para marcar un par de goles en los primeros veinte. Después nos taparon. Pero nunca llegaron con claridad, salvo en esa jugada de Benito que para mí estaba offside... Después siempre tiraron centros y de frente... ¿Usted me pregunta por qué en el gol no tiró de primera Houseman? Porque no tira nunca. Porque se la juega siempre..."

Buglione: Y el otro elogio. A este Buglione que no está tan familiarizado con ese tipo de crítica. Muy bien el último jueves frente a Racing. Muy bien en esta oportunidad. Y todo eso está en la expresión de Buglione: "Ahora me siento seguro... Hablé con Menotti y me dijo que me mantendría. Creo que eso me hacía falta..." Bien. Defendiendo y con la pelota. 







…Y la cuarentena va… @dealgunamanera...

…Y la cuarentena va…

"Lo importante es la salud..." Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes

Se ha instalado la idea falaz de que pandemia y república son conceptos incompatibles.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 26/04/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


No hubo misterio ni novedad: la cuarentena sigue. Para algunos se asiste a una especie de enamoramiento por parte del Presidente de esta medida que ha llevado su popularidad por las nubes. En verdad, lo que hay es temor. El así llamado “corrimiento de la curva” genera alivio e incertidumbre, al no saberse a ciencia cierta cuándo llegará el pico. Por eso –y después de algunas discusiones inútiles– se termina aceptando la iniciativa de los testeos masivos.

Es la única manera que hay para determinar cuál es el grado de circulación del virus en la comunidad.

Es indiscutible que el aislamiento social preventivo viene dando hasta aquí los resultados esperados: la cantidad de casos no se ha disparado. El desafío es y será cómo salir, algo nada fácil.

Uno de los datos inquietantes que la pandemia arroja en nuestro país es la cantidad de integrantes de los equipos de salud que están infectados con el SARS-Cov 2, que es el nombre técnico que se le ha dado ahora al coronavirus.

No es casual. Es producto esencialmente de dos factores: la falta de equipos de protección adecuados y del pluriempleo. Una verdadera paradoja en relación con los aplausos que a las 9 de la noche la sociedad les brinda a médicos, bioquímicos, enfermeras y paramédicos que arriesgan literalmente su vida cada día.

Son muchos los profesionales de salud que expresan su enojo ante los avatares que deben enfrentar en el ejercicio de sus tareas: malos salarios, malas condiciones de trabajo, mal trato y un largo etcétera de quejas.

La idea de traer médicos cubanos no ha hecho más que ahondar esa disconformidad. Esta iniciativa carece de todo fundamento serio. El uso político que hace Cuba de sus médicos y la explotación a la que los somete es algo muy bien conocido. A eso se le debe agregar la leyenda de la fabulación sobre un nivel de excepcionalidad de la medicina cubana que no es tal. Como tampoco es excepcional la calidad de medicina al que puede acceder el común de la gente en la isla. Los lugares de elite como el Instituto Cardiovascular o el Cimeq son para los miembros del gobierno y para los extranjeros que pueden pagarlo.

Por lo demás, lo que se ha dicho es que los médicos que vendrán lo harán para actuar en la segunda línea, es decir para atender patologías distintas a la del coronavirus. ¿Hará falta decirles a los integrantes del Gobierno que para eso hay médicos de sobra en la Argentina?

¿A las puertas del default? Nadie sabe cómo va a terminar la jugada del Gobierno en su renegociación con los acreedores privados primero y con el Fondo Monetario Internacional después. Lo que está claro es lo que representaría para el país caer otra vez en default. El aislamiento del mundo dejaría al país y a sus empresas sin crédito; los fondos buitre estarían otra vez al acecho, buscando comprar bonos argentinos a precio vil para luego reclamar el pago de su valor total ante tribunales extranjeros. Es decir, un escenario de ruina.

No son las únicas tensiones de la economía. En el Gobierno hubo en la semana mucha discusión sobre la disparada del dólar y el funcionamiento del sistema bancario, del que el Presidente es muy crítico. El rumor sobre un posible cambio de la Carta Orgánica del Banco Central inquietó a su titular, Miguel Pesce. Hay fastidio por la falta de créditos a bajo costo para las empresas.

Pandemia y República. Los graves incidentes del viernes en el penal de Villa Devoto no fueron producto de la casualidad. Cuando se produjo la escandalosa decisión de otorgarle el beneficio de la prisión domiciliaria sin ningún fundamento serio a Amado Boudou, se encendió la mecha para una rebelión en las cárceles. Para ello tampoco fue ajeno el insólito pedido hecho por el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, para que la Justicia procediera a liberar a Martín Báez y a concederle la domiciliaria a Ricardo Jaime.

Nada que sorprenda de este funcionario prohijado por Cristina Fernández de Kirchner, más preocupado en proteger a condenados y a utilizar la bandera de los derechos humanos en pos de un objetivo: la impunidad de condenados y acusados por graves delitos de corrupción. Ante tanta arbitrariedad, la reacción de los internos de Devoto no sorprendió.

Y mucho menos cuando se los proveyó de teléfonos celulares con los que se pueden comunicar con quienes quieran. ¿A quién se le ocurrió esta “brillante” idea –una verdadera bomba de tiempo– que les permite a los presos actuar en red? Debería preocupar al Gobierno la advertencia que hicieron los cabecillas sobre la posibilidad de una oleada de motines en las distintas unidades penitenciarias del país.

El problema de la sobrepoblación y de las malas condiciones de la mayoría de las cárceles es de vieja data. Los internos deben ser alojados y tratados con respeto en aras de lograr su reincorporación a la vida en libertad.

Eso no tiene nada que ver con lo sucedido el viernes. En el acta acuerdo firmado se habla de reducción y de conmutación de penas.

Si la consecuencia de todo ello es también la impunidad, quedará instituido un precedente que pondrá en riego a toda la sociedad.

La falta de actividad del Congreso es también inquietante. Al oficialismo le interesa un solo tema referente al funcionamiento del Poder Legislativo: la sanción del impuesto “por única vez” a las grandes fortunas.

No hay en el horizonte ningún otro asunto que mueva al Gobierno a darle vida a la actividad de diputados y senadores. Así como los supermercados o los bancos, las instituciones son también servicios esenciales a pesar de lo que muchos de sus miembros hacen día a día para desprestigiarlas. Lo mismo vale para el Poder Judicial.

Parecería haberse instalado la idea de que la República es incompatible con la pandemia. He ahí una falacia tentadora y peligrosa.






viernes, 24 de abril de 2020

¿En algo hay que creer?... @dealgunamanera...

¿En algo hay que creer?...

Una mujer con mascarilla transita por las calles casi vacías de Nueva York el 22 de abril Credit...Agence France-Presse — Getty Images

El miedo se ha convertido en el factor ordenador de la sociedad global en la pandemia. Pero ¿cómo orientarnos ahora que el miedo está desnudo?

© Escrito por Martín Caparrós el jueves 23/04/2020 y publicado por el Diario The New York Times, de la Ciudad de Nueva York, Estados Unidos del Norte de América.

Madrid — Fracasamos. Nos creíamos tan poderosos y un virus nos deshizo. Estamos encerrados, muertos de miedo, vivos de miedo, sin más recursos que dejar de hacer lo que hacemos, de ser lo que somos —y esperar que la desgracia tampoco nos toque—.

Fracasamos, y es una suerte que así sea.

Acabo de publicar una novela, Sinfín, en que la condición para acceder a la vida después de la muerte es aceptar el aislamiento eterno; la realidad, más modesta, nos pide este aislamiento transitorio como condición para seguir vivos unos años. Y este aislamiento nos convierte a todos en una especie rara, pre-enfermos, casi-enfermos, enfermos-to-be. Que no tenemos nada malo o anómalo en el cuerpo pero debemos quedarnos encerrados esperando, acechando con miedo el momento en que quizá tosamos, nos sintamos febriles, esas señales que dirían, si aparecen, que todo se derrumba.

Todo sería tan diferente si los viéramos. Si hubiera alguna forma de dejar de sentir que nos rodean unas presencias invisibles, intocables, portadoras de la muerte. Si pudiéramos abandonar el examen permanente, paranoico: del entorno por si tiene bichos, de nuestros cuerpos por si tienen síntomas.

Pero están, y nos llenan de miedo. Tengo miedo en España, donde estoy encerrado; lo tengo en Argentina, donde están encerrados los que quiero. Son mis dos países y en los dos tengo miedo.

Un gran avance: la sociedad global te permite tener miedo en varios sitios. Y el virus justifica: llevamos semanas y semanas dedicadas a tener miedo, a encerrarnos por causa del miedo, a dejar mucho de lo que hacemos, mucho de lo que somos por el miedo.

Somos el miedo. No hay nada más antiguo, más natural que el miedo. Cualquier animal tiene miedo; por él dejamos de ser animales y buscamos las formas de evitarlo: acumular comida para combatir el miedo al hambre, domesticar el fuego para calmar el miedo a los ataques, inventar dioses para luchar contra el miedo a la muerte, y así de seguido.

El miedo siempre estuvo presente en nuestras vidas, en nuestras sociedades. Pero nunca como en estos días.

La Vía Layetana, en Barcelona, el 21 de abril Credit...Samuel Aranda para The New York Times

Calles vacías, escuelas clausuradas, trabajos cerrados: encerrados, nos concentramos en temer. Vivimos bajo el influjo de la paranoia de Estado. El Estado —los estados, cada estado— nos dice que debemos tener miedo y lo tenemos. Por supuesto, nuestro miedo es lógico: la amenaza es real. Pero estos días sirven también para enseñarnos a obedecer los imperativos que ese miedo produce. No hay nada que los Estados usen más para controlar a sus súbditos que el miedo. Y el miedo los justifica: explica que, entre otras cosas, les permitamos ejercer su violencia sobre nosotros por nuestro propio bien, porque ellos saben lo que necesitamos.

El mecanismo es clásico: tenemos miedo de algo — siempre tenemos miedo de algo: de quedarnos sin comida, de que nos mate el enemigo, de envejecer, de los vecinos— y entonces el Estado nos protege y alguna religión nos protege. Para eso tenemos que creer: creer que hay un buen rey o presidente o líder que sabe lo que hace y nos guiará del otro lado del Mar Rojo, que hay un dios que nos quiere y nos cuida y es más fuerte que el dios de los del otro lado.

Ahora nuestro miedo está desnudo: no sabemos en qué cuernos creer.

Ahora los dioses no funcionan. La gran novedad de esta plaga es que, en Occidente, por primera vez en miles de años, a nadie se le ocurrió pedir a algún dios que nos preserve y cure. Y los jefes se equivocan todo el tiempo y no confiamos y no nos gustan y no los respetamos: no les creemos, no creemos en ellos. Y el capitalismo y el consumo desaforado aparecen, en tiempos de zozobra, como un exceso innecesario y se vuelve difícil creer en eso. Y los que se empeñaban ya ni siquiera pueden creer en Estados Unidos, que era otro artículo de fe, la guía del mundo libre y todo eso: resignó su liderazgo y se volvió, para muchos, artículo de risa. El gran referente, la gran creencia, en estos días en que todas caen, debería ser la ciencia. 

Un miembro del ejército español desinfecta la residencia de ancianos San José, en Ourense, España.Credit...Brais Lorenzo/EPA vía Shutterstock 

Un bacteriólogo muestra el proceso para hacer una prueba para el coronavirus en un laboratorio militar en Bogotá.Credit...Raúl
Arboleda/Agence France-Presse — Getty Images

Hubo tiempos, decíamos, en que un hecho como este habría sido asunto de religiones y otras magias. Ahora está copado por la ciencia: medicalizado. Son ellos supuestamente los que saben, debemos escucharlos, hacerles caso, creer en ellos. Y, sin embargo, desde que empezó la enfermedad se dedican a contradecirse. 

Dijeron que los asintomáticos no contagiaban, después dijeron que sí contagiaban; dijeron que no había que usar mascarillas, después que sí; dijeron que los curados no se contagiarían, después que quién sabe; dijeron que sí, que no, que no, que sí. 

Empezamos siendo fieles seguidores de sus órdenes; poco a poco nos convertimos en testigos asustados —aterrados— de sus contradicciones: cómo creerles hoy si no se sabe lo que dirán mañana.

No sabemos cuántos nos hemos contagiado, cuántos ya lo pasamos, cuántos podríamos andar por ahí sin ningún miedo porque ya lo tuvimos.

(La ciencia, además, es rehén de la administración y los dineros. Le faltan datos, medios, trabaja a oscuras como en las épocas oscuras. Somos una sociedad del conocimiento sin conocimiento, y eso no ayuda a desarmar el miedo).

Y aún así intentamos creer en la ciencia. Pero lo intentamos de forma equivocada: como si fuera una creencia. Querríamos una ciencia infalible como una religión. La ciencia es lo contrario de la religión: no está hecha para creer sino para dudar. Para creer que no se puede creer en nada, salvo en que creer es una tontería.

Es lo que nuestros clásicos llaman “método científico”: el ensayo y error, intentarlo, saber que uno puede equivocarse, intentarlo otra vez, equivocarse menos, saber que se puede seguir estando equivocado. En estos términos es difícil creer. Se puede, si acaso, confiar; creer es otra cosa.

Así que la creencia en la ciencia, en estos días de pruebas, no funciona, y nos hemos quedado levemente desnuditos. Blandiendo como queja la máxima de mi tía Porota: en algo hay que creer.

No tenemos en qué. Podría ser una oportunidad, si no tuviéramos tanto miedo.

¿Una oportunidad para reemplazar la creencia por la duda, por el pensamiento, por el deseo sin garantías? Eso sí que requiere valor. Eso sí que sería un cambio.

Así que, en principio, no lo hacemos.

Y vivimos asustados y, según toda previsión, viviremos asustados demasiado tiempo: socialmente distanciados, encerrados, teletrabajando, telerreuniéndonos, teleligando, rigiendo nuestras vidas por ese miedo. 

Ahora creemos en el miedo, sobre todo: es el principio ordenador. Y tratamos de pensar el futuro miedoso y hablamos de las consecuencias en los grandes rasgos y no pensamos —intentamos no pensar— que vamos a tener vidas muy distintas: la “nueva normalidad”, como empiezan a llamarla. 

Por supuesto, las diferencias también van a ser desiguales. Los privilegiados, por ejemplo, no vamos a poder viajar durante mucho tiempo; los jodidos, por ejemplo, no van a poder trabajar durante mucho tiempo. Y todos, unos y otros, tendremos tanto miedo.

Nos convencieron, con razones, de que todo es temible. Que debemos aislarnos: que el peligro es el otro, cualquier otro, que el infierno es el otro. Es esa danza en el supermercado, donde nos retorcemos para alejarnos del más próximo, donde compiten máscaras y los cuerpos se esquivan y cualquier roce es el horror. Hablamos de solidaridad pero nos tememos unos a otros como a la peste. Ahora cualquier persona es la amenaza: todas las personas.

La belleza del truco consiste en que cada cual es temible aunque no quiera. No es necesario ser un terrorista para sembrar el terror: alcanza con ser un ser humano —o un picaporte o una caja de ravioles—.

El miedo se ha instalado como un reflejo fuerte. Mucho de lo que pase de ahora en más dependerá de que sepamos olvidarlo.

Olvidar el miedo a los demás, los demás miedos.

Deshacernos del miedo y sus efectos y aprender a vivir con la duda. 

Los grandes momentos de la historia solían consistir en que el mundo se movilizaba para matar personas; este consiste en que el mundo se detiene para salvar personas. Aparece, entonces, la idea de que detener puede ser un arma tan fuerte como movilizar. Sobre todo si se trata de salvar. Todo consistirá, quizás, en moverse para detener ciertas movidas, ciertos movimientos: la acumulación y el despilfarro. Detenerse es moverse.

Y dudar en lugar de creer: repensar en vez de repetir. No temer a la duda sino a la certeza. O seguiremos insistiendo en el mismo fracaso, y fracasar no habrá servido para nada.

(*) Martín Caparrós (@martin_caparros) es periodista y escritor. Sus libros más recientes son el ensayo Ahorita y la novela Sinfín, que transcurre en 2070.