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sábado, 13 de febrero de 2016

Cinismo simpático… @dealgunamaenra

Cinismo simpático…

Buenas Ondas. Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.

La reunión de Macri con el sindicalismo está sobrevaluada. Paritarias al sol del nuevo poder.

Para una gran mayoría de argentinos, lo obvio se vuelve extraordinario. De repente. Convierte episodios comunes, casi rutinarios como dormir o comer, en portentos de la naturaleza,en fenómenos inéditos. Con esa felicidad inesperada hay que interpretar el “diálogo” que propicia el Gobierno, la “búsqueda de consensos”, un “sistema estadístico” o la osadía de Mauricio Macri por incluir en su repertorio la palabra “inflación”. Puede continuar la lista de obviedades sobre las que se habla y consume, aunque escaso sentido tiene enumerar acontecimientos normales, inevitables, a menos que se los compare con las forzadas rarezas de la última década kirchnerista. Con un rezago terco que la memoria no olvida.

Ese estado de ánimo único también rodeó, claro, el último encuentro entre dirigentes sindicales de la CGT & Cía. y el Presidente, uno entusiasmado en testimoniar en una placa su voluntad de conciliación mientras gana tiempo para la situación de crisis, los otros inquietos para no hundirse con la economía en picada y, de paso, recuperar fondos (o bonos) que el Estado retiene de las organizaciones gremiales. De ahí que, al salir del cónclave, cualquiera de los invitados podía utilizar una frase de simpático cinismo que circula en los ambientes políticos: “Quiero que le vaya bien a Macri, porque de ese modo nos irá bien a todos”. Así también pasa el tiempo.

El estandarte de ese pregón le cabe a Hugo Moyano, a quien le cuesta ocultar su espíritu colaboracionista (el mismo de los otros contertulios sindicales), rasgo que habrá de transformarlo en un criticado Augusto Vandor para la escuelita primaria de los cámporas, quienes recuerdan con desdén a ese líder asesinado por las formaciones especiales antes de los 70. Ignorando tal vez que, al revés de Moyano, Vandor vivía en una pieza con otros dos compañeros cuando ya era clave en el gremio metalúrgico, y cuando viajaba a Madrid el equipaje a veces era un paquete de ropa envuelto en papel de diario y atado con piolines. Mucho más manifiesta es la inclinación de Moyano por Macri que la de Vandor por Onganía y Lanusse, hasta lo confesó antes de entrar al decir “ni a Menem le hicimos un paro cuando empezó su gobierno”, como si fuera una actitud histórica de su conducta. Pareció olvidarse en esa reseña de que a su amigo Néstor Kirchner sí le organizó huelgas apenas empezó la administración debido a que el santacruceño no cumplió algunas promesas tangibles que les había comprometido a contribuyentes de su campaña, como Moyano. No le cedió a Moyano la Secretaría de Transporte, y ocupó el cargo con alguien de su confianza (Ricardo Jaime), y hasta empresas cercanas al sindicalista se quedaron sin subsidios. Una traición, empezaron los paros y Kirchner no aguantó un round: le entregó a Moyano el segundo de la Secretaría, y desde entonces se hicieron compinches públicos hasta aquella agitada discusión telefónica –de la cual Cristina y su hijo parecen no olvidarse más–, unas horas antes de la muerte del ex mandatario.

De la media docena de gremialistas convocados a la Casa Rosada, para Macri hoy Moyano es la pieza central. Lo cultivó en la Ciudad con generosidad en los contratos y lo exhibió, apenas elegido, al invitarlo a una reunión. Fue el camionero, como si fuera del Pro, a un festejo sólo con su comité gremial, en abierto desprecio al resto del sindicalismo. Para él, esa preferencia es una sociedad compatible, semejante, a la que tuvo con los Kirchner. Ese idilio –hasta matizado por el disgusto común que exhiben contra Marcelo Tinelli para que éste no vaya a la AFA– tropezó con el desenfado característico de Moyano, quien reiteró la misma pretensión de cargos en Transporte como en tiempos de Kirchner (y con el mismo especialista en el rubro, Guillermo López del Punta), amén de otras prioridades. 

Fracaso en apariencia y con malestar: lo indigna ver a un ciclista como Guillermo Dietrich al frente del Ministerio, un bípedo contra las cuatro ruedas. Tampoco prosperó en impedir que Jorge Triaca llegara a Trabajo, aunque antes bloqueó la designación de un cordobés (Lawson) ahora reciclado en un organismo público. Si hasta amagó con descortesías al defender los discos de vinilo sobre la música digital, la única forma de entender la huelga de su sindicato porque el Banco Central amagó no transportar papeles contables y hacer circular la información por internet. No llegó a mayores su disidencia, ciertas convenciones económicas se mantienen. Triaca lo fue a visitar a uno de los departamentos de Moyano en Barracas –igual que Julio De Vido en otros tiempos– y él mismo se reunió en presunto secreto con Macri en Olivos. No había sorpresas imaginables para la cumbre de anteayer, el guión había sido sellado.

Más o menos convenido, la paritaria a iniciarse será parcial –como ya ocurrió con otros gremios el año pasado–, no durará más de cinco meses, podría bordear menos de 30% de aumento, y se rectificará luego según los índices del costo de vida. Moyano saca ventaja con la modificación de las escalas del impuesto a las ganancias, ya que a sus trabajadores –y a los de otros sindicatos– les proporcionará un adicional de 2 o 3%. Esa corrección poco le vale al gremio de Antonio Caló, el de Cristina, uno de los que curiosamente percibe ingresos más bajos. También obtendrá Moyano satisfacción con el salario familiar, cuestión que lo obsesiona desde la muerte de uno de sus hijos y que repite emocionadamente cada vez que le toca mencionarlo.

Moyano saca ventaja con la modificación de las escalas del Impuesto a las Ganancias

Ahora vendrán debates técnicos sobre este proceso y, especialmente, sobre la devolución a los gremios de fondos pendientes de las obras sociales. Fue Armando Cavalieri quien expuso sobre el tema, quejoso por el dinero que les arrebata el Estado y debido a que deben socorrer cada vez más adherentes a sus sistemas de salud sin el apropiado sustento económico. Hasta Macri parecía enternecido, y –no olvidarlo– parece que evitó convocar a quien le había entregado la responsabilidad de la devolución a las obras sociales: José Luis Lingeri (Aguas y Cloro).


No invitaron a otros, la lista la hizo Moyano. Se olvidó de los decisivos gremios de la Energía, hoy quizás los más afectados por un eventual desempleo y, adrede seguramente, borró a la CTA para darle una golosina a Caló. El resto de los presentes asentía. Ansiosos por las migajas y felices de pertenecer, se hacen cargo de un viejo dicho futbolístico protagonizado por un negro defensor oriental que, desafiando a la multitud que bramaba en el Maracaná por el triunfo de Brasil, en el Mundial del 50 que consagró a Uruguay, les dijo a sus compañeros mientras llevaba tranquilo la pelota bajo su brazo: “Los de afuera son de palo”.


domingo, 17 de mayo de 2015

La noche triste de Tinelli… @dealgunamanera...

La noche triste de Tinelli…


Los tres presidenciables invitados dieron cierta pena en el principal show televisivo del país. El pobre rol asignado a sus mujeres. Maquinación con rating.

El programa de Tinelli es producto de dos factores combinados: por un lado, la estética y la ideología de la televisión más mercadocéntrica de la Argentina (el rating es nuestro dios y nuestro rey); por el otro, tres candidatos a presidente que decidieron ser parte de las mercancías ofertadas en esa vidriera.

El negocio de Tinelli es clarísimo. Tiene un guiño del kirchnerismo para comenzar su programa con una parodia de las cadenas nacionales de Cristina. Tal permiso sobreentendido lo pagó con sus declaraciones a Perfil de que ella es una gran mujer y una muy buena presidenta, palabras que, a su vez, retribuyen lo acordado con el Hijo Máximo sobre la AFA y otras candentes cuestiones del deporte para todos y todas. Tinelli es tan importante como para sentarse en la mesa del poder. Será un Cristóbal López de los años que vienen; un adivino de los meganegocios quizá prevea que el conflicto con el canal de la “corpo” pueda entrar en período de negociación. Cristina aprendió que “Alica alicate” le dio el triunfo a De Narváez en 2009.

Pero la cuestión no es el chancho sino quien le da de comer. Es decir, quienes se convierten en alimento de la insomne máquina tinelliana. Scioli, Macri y Massa aceptaron inaugurar el “Bailando 2015”. Ellos creyeron, probablemente con la cínica verdad de los hechos inevitables, que abrazarse con Tinelli y obtener treinta puntos de rating era una oportunidad que no debía perderse. Sobre todo, no podían permitir que estuviera allí alguno de sus competidores mientras uno u otro se quedaba en su casa como una marmota. Significaba dar demasiada ventaja a quienes barrieran el piso del estudio con la gracia de sus esposas.

La alternativa era que se pactara que ninguno iría a lo de Tinelli. Pero ese pacto era peligroso, porque a último momento alguno de los firmantes podía traicionar y aparecer en el programa. Era peligroso también porque abría la posibilidad de una venganza del conductor (sea la que fuera). Por otra parte, ni Scioli, ni Macri ni Massa son peces nuevos en el estanque de la telepolítica, es decir que no cambiaron de atmósfera.

Fieles a sí mismos. Los candidatos tuvieron intervenciones diferentes. Scioli fue idéntico a sí mismo. Macri entonó un himno a la felicidad, dando una prueba más de que es flojo de oratoria y repetitivo cuando quiere interpelar la imaginación. Massa, quizás ansioso por cómo le está yendo en el FR, fue quien más forzó el espectáculo hacia el lado político.

Lo más triste que ofrecieron los candidatos fueron sus propias mujeres, que estaban en el lugar tradicional y reaccionario: simpáticas sonrisas iluminando la banalidad. Respondieron como si estuvieran tomando un trago con sus amigas y así nos enteramos de que Macri sigue diciéndole a Awada “negrita hechicera”, como lo tuiteó hasta el cansancio cuando se casaron; que ni Scioli ni Massa son muy románticos, e informaron sobre la cota de fogosidad entre las virtudes matrimoniales de cada uno. Quien más perdió fue Malena Galmarini, la mujer de Massa, que gusten o no sus posiciones, puede hablar de política y no sólo hacer revelaciones dignas de un programa de la tarde. La que más conservó su estilo fue Karina Rabolini, porque habló y “confesó” menos. En fin, sus maridos las colgaron de la ganchera de la carnicería.

Que los candidatos hayan bailado y se hayan zarandeado no es sino un capítulo más del apogeo de la danza al que también contribuye la Presidenta. También habrían estado cómodos en los vetustos programas de Roberto Galán. Todo sea por el poder y la gloria.

No es esperable un debate profundo entre estos tres sujetos de la política. Ya los hemos escuchado: prefieren el monólogo a la polémica. Ni Scioli ni Macri son oradores normalmente dotados; por reiteración mediática, nos hemos acostumbrado a sus respectivas albóndigas de lugares comunes. Y Massa compite mal con quienes le van a tirar a la cara los “logros” de sus gestiones o su pasado kirchnerista.

Los tres eligieron mostrarse por separado, como ya es un formato que el periodismo político volvió costumbre: nadie dialoga con nadie, cada uno emite su monólogo en solitario, como si fueran prisioneros en la torre de sus respectivas campañas o en la mesa que ocupan dentro de la escenografía de un canal de noticias. Van a tener que trabajar a destajo los productores de televisión que desean un debate presidencial. Los políticos argentinos hablan mucho de diálogo, pero sentarse a compartir el plano les parece cosa del diablo. Por otra parte, como observó Margarita Stolbizer, la concentración en esas tres figuras inclina la mesa hacia el lado de los grandes jugadores.

La noche del lunes fue triste, y me atrevería a decir que no tiene mucha competencia por el podio de la degradación política.

© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 17/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

viernes, 15 de mayo de 2015

¡Viva Fayt!... @dealgunamanera...

¡Viva Fayt!...


A mí no me inquietan los 97 años del doctor Fayt sino los 58 del ministro Fernández.

Suelo verlos en la calle en el mismo instante en que ellos me ven. Tras advertir que somos de la misma leva temporal, aquietamos el paso y ya próximos, nos cedemos recíprocamente la pared y sonreímos. Esto último de un modo, creo, ligeramente cómplice. ¿De qué? No lo sé.

Somos los viejos. Algo así como árboles humanos de ex follaje que suelen moverse con bastón por la ciudad de taco y punta. Ninguno recuerda cuándo le empezó su actual condición. Varía la edad según sean costumbre o asombro los que sellan sus vidas. 

Pruebas y confesiones hay que marcan ciertos signos. Por ejemplo la de Alphonse Daudet quien decía que las 3 de la mañana era “la hora en la que los ancianos se despiertan”. O Trotsky cuando, expulsado de la historia por Stalin y huyendo hacia México (huérfano de toda masa, solo consigo mismo) advierte por su cara en el espejo que “el momento más grave de la vida es cuando uno descubre que ha comenzado a envejecer”.

¿Miraba yo a los viejos cuando joven? Sí. La memoria no me pasa factura de culpa. Y por la experiencia en estos ya 15 años de viejo mirón tampoco creo se las pasará a los jóvenes de hoy. Podrá resultar increíble el dato pero lo tengo más que comprobado: no recuerdo en todo ese tiempo un solo gesto joven de discriminación o burla o indiferencia a mi persona como abusivo profesional del tiempo. Al revés, sea en la calle, en cines o en recintos concurridos, lo que experimento, es un cálido, atento cuidado de mi edad. No pasa igual cuando se trata de adultos ya hechos. Por lo general (como si alguna voz les recordara ya que la mitad de la vida está cursada) respetan al viejo en frío, ponen pronta distancia, temen un contagio.

No así las mujeres. Y habrá que agregar esta misma virtud de ellas en su probada dedicación a los padres cuando entran en la ancianidad. Hasta el propio Cervantes certifica esta verdad con apunte de maravilla. “La mitad de la vida son los hijos. Más las hijas, la mitad más entera”. Y sí.

Sobre todo esto venía meditando yo a propósito del crimen de lesa sensibilidad practicado por el gobierno con el juez Fayt, nonagenario él. Y molesto y mucho por el nuevo despropósito urdido en las bajas esferas del relato nacional. Y sobre todo, indignado. Es que a mí no me inquietan los 97 años del doctor Fayt sino los 58 del ministro Fernández. ¿O no es acaso él, la más agotada, imprevisible y peligrosa figura pública que campa a su capricho entre nosotros?

Visible y audible es que nuestro jocoso reino del revés atraviesa un estridente período de locuacidad feroz. La empecinada locutora oficial es imparable a la hora de sumar extravagancias al relato que ella supone historia. En él caen Onur, Sherezade, Cutzarida, Tinelli, Samid, Bocas-Ríveres, como nosotros estupefactos y revueltos dentro. A su consumado y consumido ego le cuesta aceptar que la realidad (de las urnas) es la única verdad (de las urnas) bien sea lo dijese Perón o que sin saberlo nosotros Aristóteles se hubiese copiado de Perón. Y como si algo faltara, al más ácido y vocinglero de sus ministros le da por salir a perseguir ancianos.

En el país viven un millón de habitantes mayores de 80 años. ¿Puede cualquier Fernández llegar a los 100? Según la ciencia, no. Se arriba a esa cima o a sus cercanías, como llegó el doctor Fayt por obsequio, seguro, de la genética y de los dioses. Y de él mismo. Hay que saber vivir (y perdurar) en consecuencia. Envejecer de modo dilatado convierte a quien le toque en depositario activo del más antiguo anhelo de la humanidad: vivir más y mejor. Y en este sentido, un Bunge, un De Vicenzo, una Legrand, un Fayt merecen un amoroso cuidado social y no el tratamiento “a lo bestia” que desde del gobierno se viene dando estos días al magistrado.

No han arribado porque sí a su “alta edad”. Llegan a ella por destino y, como apuntan gerontólogos de fuste, por lo singular de su nivel psicológico y social. Para Cicerón, los mayores deben asumir asuntos sociales y políticos que no requieren prisa sino prudencia y reflexión, que suelen desarrollarse con el envejecimiento. También afirma que el adulto mayor está en mejor situación que el joven porque ha conseguido lo que aquél espera. Por lo general, el individuo mayor se muestra más atento al resguardo y guía de su grupo de pertenencia. La ciencia en esto es terminante. 

No se conoce caso alguno de individuo que haya alcanzado los 100 años si en el transcurso de su vida escapó de la justicia oculto en el baúl de un automóvil. Un baldón así reduce toda chance.

Vuelvo. Digo que regreso de esta caminata que suelo dar a la hora del véspero y me invade otra vez el tema Octo. Es recurrente. También yo tengo mi Relato de la Última Edad. Pertenezco por tal a un colectivo humano que reúne en el país a un millón de personas. Exceptuando el grupo de innombrables genocidas que habitan en la Nada, se trata de un millón de veteranos y veteranas que podrían llenar varias “bomboneras” y “monumentales”.

Cada uno posee a su medida experiencia y memoria para trasvasar a la joven sociedad que los sucede. Este millón sobreviviente posee conocimientos que pueden reforzar los proyectos de la nueva generación. Mucho que dar y proponer. No ser sensible a esta herencia elemental de los pueblos es un despropósito imperdonable.

Y atacarlos, un crimen.

¡Viva Fayt!

© Escrito por Esteban Peicovich el jueves 14/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 1 de noviembre de 2014

Monopolio propio… De Alguna Manera...


Monopolio propio…

“SOLO EL SER ES, Y EL NO SER NO ES NI PUEDE SER PENSADO.” José Pablo Feinmann. Dibujo: Pablo Temes

La Presidenta y los voceros del relato terminan creyendo su propia ficción. Leyes y paranoia conspirativa oficial.

Pese a que alguna vez fue peronista, José Pablo Feinmann todavía sostiene los prejuicios jurásicos, más gorilas que King Kong, de creer que el pueblo es una legión de tontos a los que Marcelo Tinelli les lava el cerebro. Esa teoría paternalista, ya viejísima en los 70, dejó de funcionar cuando se descubrió que era una manera de subestimar y discriminar a los más pobres que en general votan por su experiencia social cotidiana y la de su familia y no por lo que le dicen los medios de comunicación. Un millón y medio de proletarios industriales calificados que habían votado a Cristina en 2011, le retiraron su confianza en 2013 porque consideraron que la Presidenta les robaba su dinero con la excusa del impuesto a las ganancias. El 80% de esos trabajadores tenían historia peronista y se preguntaron con sentido común: “¿De qué ganancia me hablan si yo no tengo casa propia, toda mi vida fui inquilino?”. Fue una reflexión racional que decidió no votar al oficialismo como castigo. ¿Eso fue culpa de Tinelli o de un gobierno que en su bulimia de dinero se lo quita a los asalariados? Otro millón y medio abandonaron las listas del Frente para la Victoria porque están hartos de la inseguridad que el Gobierno ignora. Y otra franja de votantes de la misma magnitud no apoyó a Cristina porque a esta altura les produce repugnancia la matriz corrupta de un Estado que tiene en Lázaro Báez y Amado Boudou los socios comerciales y políticos del matrimonio presidencial.

¿Eso fue culpa de Tinelli? ¿La delincuencia juvenil, también?, como afirmó el virtual vocero de Irán, Luis D’Elía. ¿Y Cristina no es responsable de esquilmar a los laburantes con el impuesto al salario, del aumento del delito y de los narcos o del enriquecimiento ilícito de varios muchachos K? ¿Once años de gobierno con los mejores precios de la historia para los productos argentinos no alcanzaron para construir una sociedad más justa, igualitaria y honesta? Según Feinmann, que pasó de filósofo de cabecera de la minoría cristinista a inspector de ideologías de millones de argentinos que miran a Tinelli hace años, Marcelo los idiotiza con culos y basura. Los convierte en sujetos colonizados que no pueden pensar por sí mismos. Si esto fuera cierto, ¿cómo fue que Cristina sacó 12 millones de votos en 2011? ¿O en esa época los tontitos argentinos no miraban Tinelli? ¿O el oportunismo de Feinmann lo llevó a criticar a Tinelli ahora y no cuando cerró la campaña en 2007 con Néstor y Cristina ni cuando el hombre más popular de la Argentina se fundió en un abrazo con Ella para llorar la muerte de El? Las cámaras mostraban una y otra vez esa imagen del pésame. ¿Era la anticultura y el antipensamiento abrazado a la Presidenta a la que Feinmann eleva a la categoría de estadista?

Hay una degradación del pensamiento producto del fanatismo que ciega. Un nuevo papelón de Víctor Hugo Morales lo certifica. Estuvo elogiando por minutos con sus adjetivos napoleónicos a Daniel Scioli por no haber ido al debate de TN con los candidatos. Cuando le avisaron que sí había ido, reculó en chancletas, hizo un silencio rojo de vergüenza y pidió disculpas. Es que, pobre, entre el viaje a París y a Nueva York y óperas del Colón no tiene tiempo ni para leer los diarios. Apenas le alcanza para leer las gacetillas que le manda el Gobierno.

Algo se está quebrando en un oficialismo que, desesperado por mantener la iniciativa, pega volantazos sin importarle el costo ni dejar colgado del pincel a sus aliados. Horacio Verbitsky, Alejandro Slokar, Martín Arias Duval, entre otros kirchneristas de la agrupación “Zaffaroni por la Liberación de... Delincuentes” expresaron sus críticas primero a Berni y después los más valientes, hasta se atrevieron a mencionar a Cristina. Porque fue ella la que habló de la puerta giratoria de la Justicia y sólo le faltó citar a Bernardo Neustadt y Juan Carlos Blumberg o la expulsión de los extranjeros que delincan en clara violación de la igualdad constitucional ante la ley.

Es que ahora aparecen algunos sapos difíciles de digerir. Patria o Buitres se escucha cada vez menos. Patria o Clarín se escucha cada vez más, pero el discurso presuntamente antimonopólico se cayó a pedazos con la entrega a las empresas telefónicas. Para decirlo en palabras de Elisa Carrió: con tal de quebrar a Clarín, la Presidenta no tuvo empacho en generar un oligopolio propio medio opa y ahora, en borrar con el codo lo que escribió en la Ley de Medios sobre cerrarle la puerta al monopolio de las Telco.

En esa batalla que no se priva de hacer aprobar a libro cerrado y a tambor batiente, todo tipo de leyes para castigar al periodismo hay ciertos delitos que deben ponerse bajo una lupa. El cada vez menos robo y más intimidación que sufrió Marcelo Longobardi, por ejemplo. O el ataque pirata informático más grande que se haya hecho en el país que fue a radio Mitre donde todos están dispuestos a resistir la intervención que anuncia Martín Sabbatella. Expertos consultados reconocieron que la emisora que lidera ampliamente la audiencia fue sometida a un embate sin antecedentes. El responsable tiene que tener mucho poder pues utilizó servidores de 1.500 IP de Rusia, China, Corea, Hungría, Brasil, entre otros. Es lo que se conoce técnicamente como DDoS, atentado por denegación de servicios. El ancho de banda utilizado fue de la misma magnitud que tiene toda la ciudad de Córdoba. Eso confirma que no se trató de dos hackers al servicio del grupo de tareas K de la blogósfera. Fue mucho más grave.

En plena parábola descendente del Gobierno, se consolida el teorema que terminará triturando la buena imagen de Cristina: mientras más se cae la economía, más poder y más lugares ocupa su culpable, Axel Kicillof. Eso empuja al ridículo a Jorge Capitanich que tiene que explicar cuestiones cada vez más inexplicables: que la caída de la matrícula en las escuelas públicas en un dato del crecimiento económico de los padres, o que la Corte Suprema cometió una afrenta a las instituciones republicanas y deberían presentarse a elecciones y que los medios que informan sobre la “sedición” policial cometen “apología del delito”.

¿Se imaginan si Tinelli comenta en su programa esas noticias? A Cristina, Feinmann y D’Elía les cerraría su paranoia conspirativa. ¿Serían capaces de pasar ShowMatch por cadena nacional con tal de que nadie muestre lo que pasa en la realidad? No se oponen a los monopolios, quieren ser sus propietarios. No se oponen a la idiotización de la gente, lo quieren hacer ellos con sus propias idioteces, que encima no tienen rating.

© Escrito por Alfredo Leuco el Viernes 31/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.





sábado, 25 de octubre de 2014

De Tinelli a Hebe y Báez… De Alguna Manera...


De Tinelli a Hebe y Báez…

“Sueño con partido” Hebe De Bonafini. Dibujo: Pablo Temes 

A medida que se aproxima su final constitucional, el camino en zigzag del Gobierno luce más evidente que nunca. Raros voceros.

- “Este gobierno instaló la violencia verbal: si no pensás igual, sos un enemigo a atacar, destruir y si es posible matar.” (Marcelo Tinelli)

- “Los opositores, para mí, son enemigos.” (Hebe de Bonafini)

- “Lázaro no es socio de Cristina, es su empleado, lo maneja por teléfono.” (Eduardo Arnold, ex vicegobernador de Néstor Kirchner)

Detrás de las noticias sobre Marcelo Tinelli, Hebe de Bonafini y Lázaro Báez se pueden descubrir las claves de la decadencia de un gobierno que potencia y multiplica sus peores actitudes a medida que se acerca su final constitucional. Cristina mantiene su iniciativa política mediante volantazos espasmódicos que confunden a su propia tropa, pero sigue firme en su irracionalidad de gestión económica y su vocación de aislamiento autoritario. Es autodestructiva, avanza un paso, pero retrocede dos.

Nada explica cuál es su conveniencia en desatar una guerra contra Marcelo Tinelli. ¿Quién salió herido de estas refriegas? Cristina, sin dudas. Confrontar contra el personaje más popular de la Argentina sólo es necesario si se trata de un opositor acérrimo y golpista. Tinelli nunca lo fue. Todo lo contrario. Además de su militancia histórica en el “tinellismo”, el conductor televisivo tuvo una excelente relación con Néstor Kirchner, al que lloró abrazado a su viuda el día de su muerte. El matrimonio presidencial cerró la campaña de Cristina 2007 en Bolívar jugando a que jugaban al vóley con Tinelli. Hasta hace apenas nueve meses el Gobierno estuvo a punto de cerrar un trato con él para hacer un Fútbol para Todos más profesional y menos panfletario. Máximo Kirchner le bajó el pulgar, y esa fue la señal para la que la jauría injuriadora de Diego Gvirtz se dedicara, junto con el grupo de tareas de los blogueros K, a masacrar al cuervo Tinelli. Menemista, ladrón y cosificador de la mujer fue lo menos que le dijeron a quien hasta media hora antes era el simpático jefe de la televisión popular del entretenimiento. Bonafini lo crucificó. Luis D’Elía lo acusó de ser responsable de la violencia juvenil. La reacción del astro de los 20 puntos de rating (más de 25 estadios como los que llenó La Cámpora) fue contundente. Sacó como conclusión que Cristina está de acuerdo con lo que dicen sus voceros más desprestigiados, que fue elegido como enemigo y aunque descalificó al  piquetero y habitual vocero iraní como “negador del Holocausto” y violento, aprovechó su programa para fustigar a un gobierno con la demoledora frase con la que comienza esta columna.

Con la estatización de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, los Kirchner cierran uno de los círculos más viciosos de su vida política. Jamás movieron un dedo por los organismos de derechos humanos mientras fueron patrones de Santa Cruz. A Hebe Bonafini no la ayudaron nunca ni con un pasaje de avión para que hicieran algún acto en Río Gallegos. Tanto Néstor como Cristina se lavaron las manos y se enriquecieron mientras otros abogados se jugaban la vida presentando habeas corpus durante la dictadura. Pero ni siquiera en democracia, con Néstor como intendente y gobernador, fueron capaces de tener un gesto de ayuda a las Madres cuando las Madres no tenían camiseta partidaria y eran un ícono de la lucha pacífica por la verdad y la justicia, y en contra de la impunidad del terrorismo de Estado.

Después, los Kirchner hicieron todo lo contrario. Se dieron cuenta de que podían utilizar a las Madres y Abuelas como escudos para ocultar su falta de compromiso en esos temas y para tapar la matriz corrupta del Estado que instalaron. Descargaron una lluvia de dinero sobre las Madres y eso ensució sus pañuelos blancos, envileció su lucha titánica y heroica, y la redujo a una fundación que más que Sueños Compartidos se transformó en una pesadilla para los verdaderos luchadores honrados. Con Hebe como autora intelectual y Sergio Schoklender como autor material, se malversaron fondos, se evadieron impuestos de todo tipo y se hicieron estafas que la Justicia castigará más temprano que tarde.

Las Madres de Plaza de Mayo que nunca habían tocado un peso, que no aceptaron ni la indemnización del Estado por la desaparición de sus hijos, de pronto se convirtieron en un lugar oscuro, que interactuaba con cuevas financieras que cambiaban cheques y con un manejo que las hundió en la lógica de los políticos malandras. Como los Kirchner nunca lograron llegar a la estatura moral de lo que fueron las Madres de Plaza de Mayo, de a poco lograron bajarlas a su altura ramplona de usureros del toma y daca, y los negocios oscuros.

Sólo faltaba igualarlas al caso Ciccone. Estatizar la universidad para limpiar las huellas de la vergüenza. Hebe Bonafini cambió los amigos que la ayudaron desinteresadamente por compromisos políticos que la hundieron interesadamente. Abandonó y hasta fustigó a Vicente Zito Lema, Osvaldo Bayer y Magdalena Ruiz Guiñazú, entre otros, y se abrazó a Sergio Schoklender, Amado Boudou y Luis D’Elía. Está todo dicho: cambió la honradez por la mano en la lata.

Liberada de esas buenas relaciones, apeló a su tosudez autoritaria y se convirtió en una máquina de sectarismo. Celebró el genocidio de 5 mil personas en las Torres Gemelas, acusó de turros a los miembros de la Corte Suprema y convocó a tomar por asalto los Tribunales, elogió a la ETA y tuvo conceptos antisemitas. Consultada por una radio amiga, Hebe confirmó lo obvio: para ella, no hay oposición. Son todos enemigos.

La empresa de demolición y profanación de emblemas ecuménicos de los Kirchner cometió el peor de los pecados. Enterró en el barro a los relucientes pañuelos blancos. El sentimiento de culpa por no haber contribuido en nada a construir el edificio ético de las Madres los llevó a dinamitarlo a la vista de todos y con el voto de 132 diputados.

Finalmente, la operación de los fondos buitre para quebrar a Cristina se hace cada vez más compleja e inquietante. La extorsión es un delito repudiable, pero nadie que no tenga nada que ocultar puede ser extorsionado. Ahora las versiones incluyen no sólo las cuentas de la familia Kirchner en complicidad con Lázaro Báez. Hay un fantasma que se agita sobre los tristemente célebres fondos de Santa Cruz. Una fortuna que Néstor fugó al exterior de la que nunca hubo un dato cierto o un papel membretado. Ese dinero que les permitió hacer política y llegar a tres presidencias Kirchner podría convertirse en la llave que cierre para siempre este ciclo histórico.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 25/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.