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lunes, 29 de abril de 2013

Yuta... De Alguna Manera...


Yuta…  

¿Qué pensará Axel?...

Llamó al adusto policía. Le pidió que actuara. Iba y venía. Hacía que hablaba por su celular. Se sentaba. Se ponía de pie. Daba órdenes. Apuntaba con el índice. Corbata con nudo corazón, trabita para ajustarla a la camisa, mirada pretendidamente incendiaria, retrato arcaico; era la imagen de una época lejana. Le importaba mucho que la policía actuara, ya, sin demoras. Se conducía como jefe de la Mazorca ordenando pronta represión. A su lado, verlo a Axel Kicillof daba un poco de vergüenza y mucha tristeza. Cabizbajo, el profesor Kicillof empequeñecía ante la exuberante exhibición de fuerza de su jefe. Nunca se vio con tanta claridad el vasallaje abyecto de un intelectual voluntarioso y soberbio, domado por los modales cuarteleros de un comisario rústico y explosivo.

El desembarco de Guillermo Moreno, llevando como cachorro silencioso a Kicillof, la noche del jueves 25 en la asamblea de accionistas del Grupo Clarín fue una clase maestra del modo de operación de quienes gobiernan la Argentina desde hace nueve años y 11 meses. Cada vez que el desaforado Moreno se dirigía a la mesa que conducía la asamblea, aludía a su supuesta condición de propietario de la empresa. “Nosotros tenemos”, “nosotros somos dueños de”; sus ametrallamientos retóricos evocaban el sueño dorado de la confiscación.

Impresionan el rictus y el recurso policial, el pedido a los uniformados para que intervinieran. ¿Razones? El pobre viceministro Kicillof habría sido destratado. El otro integrante del patibulario trío, Daniel Reposo, un mediocre esperpento bochado por mentiroso e incapaz cuando Cristina quiso designarlo procurador general de la Nación, en lugar de Esteban Righi, ministro del Interior del presidente Héctor Cámpora en 1973, se quejaba de que habían “atentado” contra él.

Esa noche en la asamblea del Grupo Clarín fue una foto rotunda de los ribetes mussolinianos que hoy se advierten en la conducta de los jerarcas la Casa Rosada. Desencajado, histérico, incoherente, el zar Guillermo Moreno me hizo acordar a ese policía italiano que Gian Maria Volonté interpretó magistralmente en Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto (“Investigación de un ciudadano libre de toda sospecha”), la inolvidable película de Elio Petri estrenada en 1970. Patán, gesticulante, rudimentario pero inconsolablemente policíaco, Moreno no es Moreno. Moreno es los Kirchner, un poco sobreactuado tal vez, pero exponente fiel de esa estirpe de poder grueso y beligerante esculpida en la ventosa Santa Cruz desde hace un cuarto de siglo.

Kicillof, que desde sus años dorados en las aulas del Colegio Nacional de Buenos Aires ha quemado sus pestañas leyendo a Marx, parecía entre embelesado y preocupado. Convertido en “che pibe” de Moreno, recibió una clase de ejercicio del poder en condiciones de extrema rusticidad, como si el secretario de Comercio Interior lo hubiese arrastrado diciéndole “vení pibe, te voy a enseñar cómo se hacen las cosas; acompañame, que esta noche te demuestro cómo nos llevamos puesta a la Corpo y hago que encima se mueran de miedo, vas a ver, vení conmigo…”.

Afuera de la asamblea empresaria, la ciudad hervía.

Veintidós grupos de tareas, cada uno de los cuales no contaba con más de veinte ejecutores, desarrollaban su anunciado plan de colapsar Buenos Aires, demencial forma de reclamar por el espacio público. Debidamente instruida por la Casa Rosada, la Policía Federal participó integralmente de los bloqueos de esquinas y barrios, con su proverbial eficacia para que nada ni nadie perturbara el objetivo de enloquecer a millares de personas que pretendían cumplir con sus rutinas.

Imposible, colapsada, caótica, intransitable, la Buenos Aires de cada día se ha convertido ya en aquella Ciudad Gótica de Batman en la que el Guasón atrapa al poder, suelta a los presos de las cárceles y desencadena el mal total. La idea es hacer imposible a la ciudad de Buenos Aires, atormentarla con una dieta cotidiana de trampas y seudoprotestas. Uno de los 22 piquetes custodiados por la Policía Federal cortó calles reclamando, por ejemplo, la restitución del monumento de los caciques de la cordillera, supuestamente desplazado del Parque los Andes.

Pero ni Moreno ni la Federal pudieron evitar la epifanía ya legendaria de Hernán Lorenzino, huyendo de una periodista griega que le preguntaba por la inflación. Los países y los pueblos siempre encuentran momentos y circunstancias paradigmáticas. Los regímenes en el poder también terminan registrados por frases imborrables. El “me quiero ir” del ministro de Economía de Cristina Kirchner es y será la luz de la verdad profunda. Sincericidio o acto fallido, adquiere el valor del no retorno. Entre los alaridos de Moreno contra el Grupo Clarín, su insistente pedido de intervención a la policía, los grupos de tareas pudriendo la vida de la Ciudad con unos “cortes” que hacían recordar las acciones callejeras de las “milicias” en la Argentina de 1973-1976 y la fuga de Lorenzino, que se vio y escuchó en todo el mundo, los triunfos legislativos del oficialismo para armar una Justicia ya totalmente adicta o al menos castrada, se hizo evidente la taciturna verdad de un ocaso, que no será precipitado pero tampoco evitable.

El pasado muerto se resiste a tomar nota de su deceso. Los países cambian sin darse cuenta de que esas transformaciones sólo aguardan ser certificadas. Cuando a los que mandan se les desfleca la tropa en la propia costra de funcionarios importantes, es porque el final ha comenzado, aunque tarde, a concluir.

© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 28/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 31 de marzo de 2013

El papa Moreno… De Alguna Manera...


El papa Moreno…

DE TERROR. Guillermo Moreno. DIBUJO: PABLO TEMES.

La economía, cerca del infierno. La Presidenta sigue haciendo lo que aconseja el secretario. Puede haber tensión con la Iglesia.

Las tensiones económicas no ceden. Las políticas, tampoco. Por más intento que haga la Presidenta de imbuirse del “espíritu papal”, la esencia del kirchnerismo no cambia. Falta de diálogo, hostigamiento al que piensa diferente y necedad. La incertaidumbre sobre el rumbo de la economía persiste. Hablar de rumbo económico es una falacia, ya que la economía no tiene rumbo. Todo se limita a una sucesión de parches. Entusiasmados con el gran movimiento turístico de este fin de semana, desde el oficialismo aprovechan para negar los problemas. La base del problema no es el dólar blue. Ese es un síntoma. A ese valor, muchos productos ganan competitividad. Al del dólar oficial, la pierden. La causa que ha llevado a ello es la inflación. Es algo que hasta Guillermo Moreno reconoce. El caso es que la negativa a aceptarlo públicamente ha llevado a una cadena de errores de la que cada vez se hace más difícil salir; es lo que sucede con el acuerdo de precios.

El Gobierno, como siempre, se ve expuesto a la contradicción. Se habla del congelamiento como algo exitoso. Lo que se logró fue una desaceleración de la inflación en Buenos Aires y algunas otras zonas, pero no un congelamiento de precios. Tanto es así que Moreno debió autorizar aumentos de algunos productos. La evolución de los precios es mucho más errática en las provincias. La medida, electoralista, busca además poner techo a las paritarias. Sobre lo electoral ilustró la secretaria de Defensa del Consumidor, Lucila “Pimpi” Colombo, cuando señaló que el acuerdo terminaría antes de fin de año. Sobre los límites salariales, el Gobierno se encontró con que la Unión Obrera Metalúrgica –oficialista– se despachó con un aumento del 35%.

El protagonismo de las decisiones económicas ha pasado por Moreno. La Supercard es el invento de estas horas. Es producto del apriete. Va a ser financiada con dinero que debía ir a inversión productiva, cuyo volumen no para de caer. El costo real de esta operatoria nadie lo conoce. La idea es que con el ahorro en comisiones los supermercados puedan mantener los precios. Es algo de corta vida. Los supermercados seguirán haciendo su negocio. La gente, no se sabe.

A principios de la semana, cerca del Gobierno se hablaba de tres posibles alternativas para enfrentar el creciente deterioro económico. Una, atribuida a Axel Kicillof, proponía un desdoblamiento del mercado cambiario y hasta la evaluación de un posible cambio de moneda.

Otro de los planes en danza respondía a una orientación más ortodoxa y tenía el aval de los devaluados Hernán Lorenzino, ministro de Economía, y Amado Boudou. En este caso la propuesta tenía también una cuota de audacia: pedir un crédito de 15 mil millones de dólares con financiación a una tasa del 8% anual para dejar de emitir moneda, apurando en paralelo un gran acuerdo entre la CGT oficialista y los empresarios. Parece difícil que haya quien quiera prestarle a la Argentina esa suma a esas tasas. Ni Hugo Chávez lo hizo: compró bonos argentinos al 15% anual.

La tercera variante se vinculaba a Moreno. Consistía en el aprovechamiento del acuerdo de precios para aumentar las tarifas, dejar de emitir moneda y acelerar el ritmo de la devaluación.

La Presidenta ha rechazado la mayoría de esas propuestas y algunas otras más. La única aceptada ha sido, como siempre, la de Moreno.

Mientras, el proceso de esmerilado de Daniel Scioli no se detiene. En la semana le dieron desde todos los costados del oficialismo. La voz más clara fue la de la diputada Diana Conti, que expresa lo que el kirchnerismo siente, piensa y proyecta pero no puede decir en público. Baste recordar que fue ella quien primero salió con la idea de “Cristina eterna”, que hoy es el objetivo oficialista. El alineamiento que le pidió al gobernador significa la renuncia a sus aspiraciones presidenciales. Como no lo han logrado a través de la persuasión, lo que viene es la acción. La asfixia económica complica a Scioli y amenaza con dejarlo sin gestión.

En el medio transcurre la “papamanía”, de la que el Gobierno también espera sacar rédito. Por lo pronto, una de las decisiones que tomó la Presidenta en sintonía con este nuevo estado de ánimo es poner freno a algunos de los puntos del proyecto de reforma al Código Civil.

Tiene el kirchnerismo un verdadero desafío allí. La designación de monseñor Mario Poli como arzobispo de Buenos Aires marca una línea de continuidad muy fuerte con el trabajo social de la Iglesia. Es ese trabajo profundo y sistemático del entonces cardenal Jorge Bergoglio el que sorprendió y descolocó a la Presidenta.

El otro tópico sobre el que insistirá la Conferencia Episcopal es el institucional. Quienes en el Gobierno no tengan presente el significado de esta postura deberían releer el último documento del organismo eclesial. Titulado Creemos en Jesucristo, Señor de la historia, dicho documento señala que a casi treinta años de la recuperación de la democracia “los argentinos corremos el peligro de dividirnos nuevamente en bandos irreconciliables. Se extiende el temor a que se acentúen esas divisiones y se ejerzan presiones que inhiban la libre expresión y la participación de todos en la vida cívica”. Además, alerta sobre “el exceso de caudillismo, que atenta contra el desarrollo armónico de las instituciones, acentúa su deterioro y menoscaba cada uno de los poderes del Estado, tanto en el orden nacional como en el provincial. Esto es particularmente delicado cuando se trata de la independencia del Poder Judicial”.

¿Hará la Presidenta una relectura de esto? Si insiste con la re-reelección, la “democratización de la Justicia” y otros menesteres, la respuesta a este interrogante clave para el presente y el futuro de la argentina será “no”.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 30/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



martes, 26 de marzo de 2013

Habemus Morenum… De Alguna Manera...

Habemus Morenum…


Dólar e inflacion. La Presidenta no encuentra entre sus colaboradores la llave para resolver la economía. El insólito Moreno.

Aunque no se diga, para no hacer crujir al relato más de lo que éste podría soportar, el Gobierno ha comenzado a reconocer que el dólar blue y la inflación son un problema. El “Aló Presidenta” a última hora del jueves dejó en claro que ambas cuestiones ya no le son indiferentes.

El desconcierto comenzó entre las 12.30 y las 13 del martes. En media hora, el dólar subió 15 centavos y, según afirmaron fuentes del mercado, no se trató de compras al por mayor ni de grandes operaciones. “Hasta hace poco, si una empresa u operador quería comprar 1 millón de dólares, podía hacerlo sin problemas porque había un gran mercado. Hoy quedan operando un puñado de jugadores y no es fácil hacer una operación negra en este contexto”, señaló una voz que conoce lo que sucede en ese mundo. La suba del martes estuvo impulsada por la demanda minorista, ahorristas que volcaron su dinero al blue para asegurarlo. La gente exige billetes. Hace unos días, un dólar a $ 7,50 parecía caro. Hoy ese valor es cosa del pasado. El desmanejo de la economía y la consecuente aplicación de parches han llegado a la calle. Por lo tanto, el que tiene dólares no los suelta y el que no los tiene, los busca con afán.

Minutos antes de las 14 de ese martes, el mercado se frenó. Sucedió que faltaban dólares y sobraban pesos. 

El comprador ofrecía 8,25 y no había oferta. Algunas operaciones pico tocaron los 8,30. El resto ya es historia conocida: el miércoles se acentuó la tendencia alcista y el dólar cerró a $ 8,75.

Por la noche, la Presidenta convocó a una reunión de urgencia en Olivos. Allí se sentaron el ministro de Economía, Hernán Lorenzino; la presidenta del BCRA, Mercedes Marcó del Pont; el viceministro de Economía, Axel Kicillof; el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray.

Fuentes que conocen los detalles del encuentro aseguran que Cristina Fernández de Kirchner estaba furiosa por lo que consideró “la peor medida de los diez años de kirchnerismo”. Se refería al cepo cambiario. La fuerza de su ira recayó principalmente sobre Ricardo Echegaray y Mercedes Marcó del Pont. “El o yo”, planteó la presidenta del Central. Desde el entorno de la economista salieron a desmentir esta situación que, dos fuentes gubernamentales que saben lo que se dice en la Babel de Olivos, confirmaron.

La reunión dejó más dudas que certezas. Hombres disímiles, enfrentados entre sí, con poderes paralelos y orgullos pronunciados, no lograron calmar a la Presidenta y el encuentro apenas alcanzó para establecer un plan de contingencia.

Moreno fue quien apuntó con mayor virulencia contra Echegaray y Marcó del Pont. El secretario de Comercio deslizó la necesidad de acrecentar el ritmo de devaluación para inyectarle algún nuevo brío a la alicaída actividad industrial y desinflar el blue. Ahí la Presidenta se plantó y le hizo saber que “no estaba dispuesta a tomar una medida tan impopular justo en un año electoral”. Igual, todos los presentes se fueron con la convicción de que esto, así, hasta octubre, no aguanta.

Lorenzino ofreció una mixtura de opciones. Habló de una solución de mercado, inyectando mayores divisas y apurando la devaluación mediante la suba de la cotización del dólar oficial para achicar la brecha entre los dos mercados. Además, apuntó a Moreno al proponer liberar gradualmente las importaciones. Mientras esto ocurría, la mano de Amado Boudou asomaba detrás. El vice, en una reunión posterior en Economía, subrayó la necesidad de concretar un gran acuerdo de precios y salarios hasta las elecciones.

Echegaray insistió en que hay que frenar el gasto y controlar la inflación, pero mantener el cepo en forma tajante.

Kicillof, en tanto, se volvió a mostrar partidario de formalizar el desdoblamiento cambiario. Entonces, la Presidenta, demostrando poseer una buena apreciación de la realidad, le espetó: “Eso es lo que viene ocurriendo en los hechos”. El joven economista, cuyo protagonismo parece diluirse, intentó explicarle las ventajas de oficializar la medida y realizar algunos ajustes técnicos para corregir el rumbo. No la convenció.

Marcó del Pont, cansada y debilitada por las peleas internas (sobre todo con Moreno y Echegaray), apuntó contra el titular de la AFIP, a quien responsabilizó por la última suba del dólar negro.

Hoy, el mercado financiero, atomizado y diezmado por las restricciones, puede controlarse con unos diez a 15 millones de dólares. En la City aseguran que esa cantidad de dinero en la plaza alcanza para hacer subir o bajar la cotización del blue.

No es casualidad que la calma llegara el día jueves, antes del discurso presidencial, con una baja del paralelo de  treinta centavos. El plan oficial incluyó aprietes telefónicos, gendarmes en las calles y operaciones ilegales que inyectaban dólares oficiales al mercado negro mediante el aporte de algunos bancos y casas de cambio allegadas al Gobierno. El viernes, el blue recuperó tres centavos.

El panorama es claro y, aunque nadie se atreve a decirlo, las llamadas intimidantes de Moreno no bastan para bajar la cotización del blue. “Creer que con un loco diciendo que va a hacer bajar el paralelo a $ 6 se arregla la economía es no tener idea de nada”, se quejaba con preocupación un líder sindical de la CGT oficialista. Fuentes del mercado aseguran que los operadores son pocos y se conocen entre sí. Todos los relatos coinciden en señalar a una entidad financiera que sirve al Gobierno para inyectar dólares en el mercado paralelo a fin de hacerlo bajar de manera inmediata. ¿Será verdad la mecánica que varios operadores de la City describen con precisión, por la que algunas entidades financieras reciben los dólares del BCRA a un precio casi igual al oficial y lo vuelcan al mercado paralelo vendiéndolo a 8,40? Si es así, ¿quién se queda con esa diferencia?

El “Aló Presidenta” del jueves dejó en claro que el congelamiento de precios hace agua. De ahí, el anuncio de la apertura de las importaciones en algunos rubros. Dos de los destinatarios de esa medida parecerían ser Sancor y La Serenísima. El “gran acuerdo” de precios y salarios entre la CGT oficial y los principales empresarios, es –para desagrado de Moreno– idea de Boudou, a quien el secretario de Comercio detesta. En medio de estas pujas e intrigas en la cúpula del poder, la economía navega a bordo de una nave que se va asemejando cada vez más a un Titanic cuyo capitán cree que los icebergs no existen.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 24/03/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




martes, 12 de febrero de 2013

Identidad de clase… De Alguna Manera...


Identidad de clase…


Siendo opuesto en tanto, Kicillof comparte con Boudou el mismo problema de identidad de clase. El grupo socioeconómico al que ellos y sus familias están integrados se siente perjudicado por sus acciones. Pero el vicepresidente mitiga las consecuencias viajando siempre con custodia y en aviones de la flota presidencial o charters. Boudou, en la clase turista de Buquebus, acompañado por su pareja, Agustina Kämpfer, y sin custodia, no hubiese siquiera conseguido abordar el barco. Quizás hasta hubiera sido mejor, porque reclamarle a alguien que abandone una embarcación que ya se encuentra en medio del agua, como hicieron quienes increpaban a Kicillof, es bastante ridículo. ¿Qué hacía? ¿Se ahogaba?

Habla bien de Kicillof que se desplace sin prerrogativas pero la falta de conciencia de su propio protagonismo podría también ser interpretada negativamente: como un acto de omnipotencia o falta de sentido común. Al decir Luis D’Elía, “que haya sido en Buquebus y no en Laferrere es una buena señal”, confirma que debiera tratarse de un hecho previsible desde la perspectiva kirchnerista.

La sensibilidad que generó la limitación a la compra de dólares hizo que Timerman suspendiera la boda de su hija en Punta del Este y Echegaray, con casa en Uruguay, no pisara este año el balneario porque habría sido objeto de todo tipo de críticas. Kicillof debe haber juzgado haciendo foco sólo en lo real y sin tener en cuenta lo simbólico. Habrá pensado que él no vacacionaba en la sofisticada Punta del Este sino en la modesta Colonia, más barata que Mar del Plata. Pero en la mente argentina, Uruguay en verano no es símbolo de Colonia sino de Punta del Este.

Boudou (¿con más calle?) directamente mandó a su pareja de vacaciones a la India y Cristina Kirchner (con más poder), a su hija Florencia a París, con seis custodios. El cepo al dólar no fue un problema de ninguno de ellos. En realidad, tampoco es un problema para nadie conseguir dólares siempre que esté dispuesto a pagarlos a la cotización del mercado paralelo. Es más, cuando se termine de conocer las estadísticas del verano, se verá que los argentinos vacacionaron en el exterior más que nunca. Lo que es lógico, porque a las compañías aéreas y a las agencias de viajes se les paga en pesos con dólar a la cotización oficial, y así Estados Unidos y hasta buena parte de Europa pueden resultar más baratos que la costa atlántica.

Kicillof, aunque igualmente abucheado que Boudou en la misma semana, luce como un representante de otra especie. No vive en Puerto Madero, no es frívolo ni socialmente extrovertido y, fundamentalmente, no parece ser un oportunista sino alguien que siempre pensó de la misma manera que se expresa ahora en público. Su formación en el Nacional de Buenos Aires y la UBA, su matrimonio con otra profesora de la UBA, su vivienda en el barrio porteño de Agronomía y hasta su casa de veraneo en Colonia, sin ningún lujo, transmiten una trayectoria auténtica que hace verosímil la intención de devolverle al peronismo un carácter más revisionista donde, después del pacto sindical-militar y del menemismo, sus contradicciones se resuelvan por izquierda.

Al revés –como lo hizo Néstor Kirchner–, Boudou luce como alguien que, de haber estado en posiciones más importantes durante los años 90, habría sido funcional al menemismo. Personas como Kicillof en el Gobierno enfatizan las diferencias de Cristina Kirchner (más íntegra y consistente ideológica e intelectualmente, aunque también más loca) con su marido (quien no tenía límites pero para el pragmatismo y la negociación, o sea, un típico peronista de las últimas épocas).

El “ser loca” de Cristina Kirchner, como también el destacar su mayor coherencia ideológica sobre su marido, es el punto que diferencia lo que el oficialismo califica como prensa hegemónica. Clarín y La Nación asumen como propio el discurso de Alberto Fernández, quien argumenta que Néstor Kirchner era –en palabras de Scioli– “un pluralista”, y todos los males actuales obedecen a que su viuda no siguió con la misma línea. PERFIL, en cambio, viene sosteniendo que Néstor Kirchner era un déspota y, además, ni siquiera tenía la consistencia ideológica de Cristina Kirchner. Paralelamente, Clarín y La Nación no se atreven a decirle “loca” a la Presidenta porque temen que se los considere golpistas mientras que PERFIL, que siempre sostuvo que para ser presidente hay que estar un poco loco y en la Argentina aun más, no ve en una cuota de locura ningún impedimento insalvable para el ejercicio de la presidencia.

Obviamente, creer que Néstor Kirchner era magnánimo ayuda a justificar el apoyo que muchos de los que hoy se oponen al kirchnerismo le dieron al mismo régimen hasta 2008. Salvar a Néstor Kirchner y cargar a Cristina de todos los males del mismo modelo les resulta autoexculpatorio. Ese tipo de comportamiento oportunista les cuadra a personas como Boudou y no resulta tan posible en Kicillof. Esa singularidad de Kicillof también aumenta su visibilidad: si el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, hubiera estado en Buquebus probablemente los pasajeros no lo hubieran reconocido o no les hubiera despertado el mismo encono. Kicillof es sólo un secretario ministerial pero, como Moreno, por su autenticidad, imprime más profundamente.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 09/02/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 26 de agosto de 2012

Secretaría de Debilitamiento de la Democracia I... De Alguna Manera...


Secretaría de Debilitamiento de la Democracia I...

Andrés "cuervo"  Larroque.

El decreto de acceso a la información, sancionado por Néstor Kirchner, que no cumplen ni quienes deben hacerla cumplir. Andrés “Cuervo” Larroque. Mientras fue subsecretario de para el Fortalecimiento de la Democracia no informó ninguna reunión, contra lo indicado por la ley.

Una de las patas que compone el derecho a la libertad de prensa –la otra es la libertad de expresión- es el libre acceso a la información. Esta herramienta permite que el periodismo, uno de los nexos entre la ciudadanía y el Estado, pueda conocer y dar a conocer la gestión de gobierno, sus formas y sus usos.  El gobierno kirchnerista es adepto al secretismo -que es una de las formas que adquiere la gestión cuando es realizada por un grupo arbitrario, una camarilla-, incluso cuando ese secretismo va en contra de leyes adoptadas durante su mandato. De este modo, la Ley de Acceso a la Información Pública es violada reiteradamente, una y otra vez. A pesar de que fue implementada mediante un decreto firmado por el ex presidente, fallecido, Néstor Carlos Kirchner en 2003.

Uno de los anexos del decreto establece un Reglamento para la publicidad de la gestión de intereses en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional. De ese modo, todas las reuniones y “toda actividad desarrollada —en modalidad de audiencia— por personas físicas o jurídicas, públicas o privadas, por sí o en representación de terceros —con o sin fines de lucro— cuyo objeto consista en influir en el ejercicio de cualquiera de las funciones y/o decisiones de los organismos, entidades, empresas, sociedades, dependencias y de todo otro ente que funcione bajo la jurisdicción del Poder Ejecutivo Nacional” debe ser dada a conocer. En otras palabras, las agendas de encuentros de los funcionarios deben tener carácter público. La norma, según la ley, debe cumplirse por:

“a) Presidente de la Nación;

b) Vicepresidente de la Nación;

c) Jefe de Gabinete de Ministros;

d) Ministros;

e) Secretarios y Subsecretarios;

f) Interventores Federales;

g) Autoridades superiores de los organismos, entidades, empresas, sociedades, dependencias y todo otro ente que funcione bajo la jurisdicción del PODER EJECUTIVO NACIONAL;

h) Agentes públicos con función ejecutiva cuya categoría sea equivalente a Director General.”

Las reuniones deben ser publicadas esta página.

Llama la atención que los titulares del área encargada de dar cumplimiento a esta norma, la Subsecretaría para la Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia, sean los menos adeptos a informar sus audiencias. Andrés “Cuervo” Larroque, uno de los líderes de La Cámpora y que asumió en esa secretaría en mayo de 2010, no informó de ninguna reunión. Su sucesor, Franco Vitali, desde que asumió en diciembre de 2011, anunció una audiencia. María Cristina Perceval, antecesora de Larroque, duró desde diciembre de 2009 a mayo de 2010 en ese puesto e informó 5 reuniones. Marta Oyhanarte, que había inaugurado la subsecretaría, detalló 235 audiencias desde noviembre de 2003 a noviembre de 2009.

Los titulares de las carteras que componen al poder ejecutivo tienen un déficit con la publicación de sus actividades –en cambio, la presidenta Cristina Fernández informó  798 desde que asumió en diciembre de 2007-.

El ministro de Defensa Arturo Puricelli no se reunió nunca con nadie, según sus declaraciones de audiencias.

Hernán Lorenzino tampoco recibió a nadie desde que es ministro, aunque en este caso es más creíble ya que es conocido como “El silencioso” y hasta “El mudo” y, por lo tanto, quizás no se reúna con nadie ya que su fuerte no es hablar ni la comunicación en general.

Axel Kicillof, viceministro de Economía, tuvo 9 audiencias desde enero de este año.

Carlos Tomada, ministro de Trabajo, tuvo apenas 12 audiencias desde agosto de 2009. Sin embargo, como muestran las escuchas judiciales del caso Mariano Ferreyra, Tomada llamaba por teléfono al jefe del sindicato ferroviario José Pedraza para asesorarlo sobre los modos de evitar el ascenso de la izquierda en su sindicato, “simulando cursos de formación” y “haciéndoles la cabeza”. Por lo tanto, tal vez no tenga audiencias personalizadas, sin que esto afecte su capacidad de lobby con personajes de la más baja estofa.

La viceministra de Trabajo Noemí Rial, que se solidarizaba con Pedraza el día en que la Justicia lo allanaba, no tiene reuniones desde octubre de 2009.

El ministro del Interior Florencio Randazzo no tiene audiencias desde junio de 2011.

El ministro de Salud Juan Manzur no las tiene desde enero de este año. El ministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao no se reúne con nadie desde febrero de 2012. Déborah Giorgi, ministra de Industria, no tiene audiencias desde octubre de 2011.

Norberto Yauhar, titular del Ministerio de Agricultura, no tiene reuniones desde que asumió el 10 de diciembre de 2011.

En cambio, otros ministros informan su actividad. Julio Alak, ministro de Justicia, señaló haber tenido 38 audiencias desde enero de 2011. El canciller Héctor Timmerman las informa regularmente, así como Enrique Meyer, de la cartera de Turismo. Nilda Garré alterna periodos de publicación de sus audiencias con periodos en los que no las detalla. Desde que asumió la cartera de Seguridad tuvo 108 reuniones. El mismo método usa el ministro de Educación Alberto Sileoni.

La ley de acceso a la información, sancionada durante el primer gobierno, tiene severos déficits en su aplicación. Estas cifras dan cuenta de ese menosprecio por un aspecto del espíritu de “fortalecimiento de la democracia”.

© Publicado por plazademayo.com el martes 21 de Agosto de 2012.