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domingo, 27 de mayo de 2018

Equipo desarmado… @dealgunamanera...

Equipo desarmado…
Hasta el infinito y más allá... Nicolás Dujovne. Dibujo: Pablo Temes

El nuevo rol de Dujovne dejó descontentos y recelos. Por qué la oposición ayuda al Gobierno.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 27/05/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. (Fuentewww.perfil.com).

Una verdadera sorpresa. Eso es lo que fue para la mayoría de los integrantes del elenco ministerial de Mauricio Macri la designación de Nicolás Dujovne como ministro coordinador del área económica que, como se vio claramente en la reunión de verdadero “primus inter pares”, encabezó el lunes pasado. Fueron ocho de los nueve ministros –ausente por estar de viaje Guillermo Dietrich– convocados por Dujovne, que es un hombre poco querido en esa constelación. Como se expresó en esta columna el domingo pasado, lo ha llevado a esa posición su buena relación con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. La negociación es compleja. El Fondo exige ajustes. Y por lo que se sabe hasta aquí, esos ajustes irían más allá de lo que el Gobierno tiene planificado para lo que resta del año y para el que viene.

En el encuentro que Dujovne tuvo con cinco economistas –Miguel Kiguel, Miguel Angel Broda, Pablo Guidotti, Ricardo Arriazu y Miguel Bein– se habló del acuerdo con el FMI, de sus condiciones, de la importancia del impacto social que ellas generan, que se les da, y de cuál sería el monto del stand by que pudiera tranquilizar a los mercados. El ministro, al que vieron cómodo en su papel de coordinador de la política fiscal, les informó que las tratativas llevarían entre tres y cuatro semanas, ya que había bastante por negociar. Se habló de la meta inflacionaria para este año –Broda proyectó su índice alrededor del 27%– y para el que viene ya que las perspectivas oficiales han quedado desactualizadas.

Internas abiertas.

En el interior del Gobierno se vive una crisis como nuca había ocurrido en estos dos años y medio de gestión. Más allá de lo que se diga desde el centro del poder, el triunvirato Marcos Peña, Mario Quintana, Gustavo Lopetegui ha sufrido un desgaste importante. A Quintana, a quien no se lo vio con buena cara en la reunión con Dujovne, lo afectan sus errores de gestión y lo gris del caso Farmacity. La idea de equipo se ha resentido y las diferencias comienzan a hacerse visibles. En ese sentido, uno de los hechos más relevantes fue el de María Eugenia Vidal, quien, con gran preocupación, ha experimentado una caída de su imagen, hasta aquí intocable, en el conurbano bonaerense, objetivo electoral primordial del gobierno nacional y de ella en especial. El impacto en los bolsillos de los aumentos de abril y mayo está teniendo un efecto negativo contundente sobre la buena estrella que venía acompañando a Vidal. De ahí su iniciativa, a modo de reacción, de ordenar un estudio del comportamiento y la responsabilidad de los grandes supermercados en los incrementos de precios, tanto en alimentos como en otros productos de primera necesidad. En esto coincidió plenamente con la diputada Elisa Carrió, por la que fue entrevistada hace unos días en el Instituto Hannah Arendt. De ese –y otros temas– hablaron posteriormente en una comida en el conocido local gastronómico de Avenida del Libertador y Tagle, de la que participó, además, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Esto obligó al secretario de Comercio, Miguel Braun, a convocar a las principales empresas de consumo masivo a reuniones individuales en las que debieron explicar el impacto de la suba del dólar en su cadena de valor.

Coincidencias.

Casualidad o no, hubo una singular coincidencia en señalar a los envases como una de las principales causas del incremento de los precios. Causalidad o no, al parecer ninguna empresa del rubro tomó parte de la convocatoria. Casualidad o no, hace unos días Macri recibió a uno de los referentes de los supermercados, a quien le solicitó que, al menos por dos meses, pusiera coto a los aumentos en alimentos y en productos de limpieza. En ese ámbito ha sido muy comentado el episodio en el que una de esas cadenas negoció, con una de las multinacionales más importante en el rubro de los productos de limpieza, la demora en el traslado de sus costos a los precios a cambio de un retorno. El aumento era del 5% y el supermercado en cuestión pidió que ese porcentaje se le depositara en su cuenta bajo la amenaza de que, si así no se hiciera, sus productos serían retirados de sus góndolas.

Quien estuvo con los industriales fue el ministro de Finanzas, Luis Caputo. Participantes del encuentro confirmaron que no hubo mención de los dichos de Carrió, quien los habría tildado de “hijos de puta”. Muy por el contrario, se percibió un ministro muy consciente de la necesidad de enfrentar los desafíos que plantea la economía y de cómo sobrevivir para que la actividad no caiga. Caputo estuvo de acuerdo con la postura de los industriales respecto a que la volatilidad y los saltos altos del dólar no le sirven a nadie.

En cumplimiento de las tareas asignadas por Dujovne, el ministro de Finanzas explicó la necesidad de acudir al FMI y, para sorpresa de muchos, manifestó que “desde el mes de enero tenían anticipada la necesidad”, que “ya lo tenían previsto” y que incluso “lo había hablado con el Presidente”. La confesión, que dejó a más de uno boquiabierto, resultó muy contradictoria. Nadie encontró una explicación lógica de por qué, si se tenía tanta información, se esperó hasta último momento para explicar la necesidad de dar ese paso que, en los hechos, se realizó con semejante y notable dosis de improvisación.

En tanto, los industriales no plantearon la disyuntiva “Fondo sí o Fondo no”. Lo que preguntaron fue para qué se va a usar la plata y lo que propusieron fue que se la volcara a la oferta productiva. Además de los saltos del dólar, otra de las preocupaciones planteadas por los directivos de la Unión Industrial Argentina (UIA) fueron las declaraciones de Sturzenegger sobre el mantenimiento de las tasas al 40% por tiempo indeterminado, algo absolutamente inconveniente para el sector. La respuesta de Caputo no los dejó para nada tranquilos, ya que se escudó en la independencia del Banco Central: “Son ellos los que manejan esto y hay que respetar su autonomía”, dijo.

Toda esta situación complica el proyecto electoral de un gobierno al que, hasta hace dos meses, todas las encuestas daban como ganador. Y eso también complica su presente. Claro que la realidad le ofrece elementos para alimentar el optimismo.

Lo ayudan para ello la marcha del viernes bajo la consigna “La patria está en peligro”–multitudinaria y heterogénea– y la carta de Cristina Fernández de Kirchner, perseverante en su irrealismo de no creer que dejó un país con pobres, con inflación, con desempleo, con una fenomenal falta de inversión en energía, carente de fuentes de financiación e impregnado de una corrupción monumental.



(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

domingo, 13 de mayo de 2018

Se la creyeron… @dealgunamanera...

Se la creyeron…

Sin anestesia. Christine Lagarde. Dibujo: Pablo Temes.

El triunfo de octubre hizo que el PRO no escuchara. Y esa ceguera nos llevó al FMI.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 13/05/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Un ministro con despacho en la Casa Rosada da detalles: “quien tuvo la idea de recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) fue Luis Caputo. Eso fue allá por febrero-  marzo. El Presidente lo sacó carpiendo. Eran otros días” concluye el funcionario con tono de pesadumbre. ¿Qué es lo que le pasó al Gobierno? Es la pregunta de la hora. La respuesta es compleja. Para explicarla hay que retrotraerse al después de la elección del 22 de octubre pasado, el día de la contundente victoria del Gobierno. Tanto el Presidente como su entorno político más cercano hicieron una mala lectura. 

Se la creyeron. El eje Marcos Peña –y sus adláteres Mario Quintana y Gustavo Lopetegui– y Jaime Duran Barba se sintieron dueños de ese triunfo. Eso se tradujo en una actitud endogámica que llevó al Gobierno a encerrarse sobre sí mismo y prescindir, entre otras cosas,  de las opiniones de sus socios políticos: la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica.

Ya la implementación de la reforma previsional había generado un ruido interno que el aumento de la tarifa del gas acrecentó, a tal punto que fue la mismísima Elisa Carrió la primera que alzó su voz contra el modo en que se quería aplicar esa suba. El Gobierno se confió en que con las Audiencias  Públicas –a las que la concurrencia de la oposición, salvo excepciones, fue casi nula– alcanzaría para frenar cualquier turbulencia que obstaculizara su implementación. La evidencia habla a las claras: se equivocó. “Subestimamos el impacto que produciría este ajuste en la población”, reconoció otro funcionario con rango ministerial. ¿Dónde viven?

Aprendizaje. 

Además, el Gobierno demostró no haber aprendido nada de lo ocurrido en 2016. Como la comunicación interna también es mala, cuando la diputada Carrió alzó su voz para criticar el modo de implementación del ajuste tarifario, en la Casa Rosada no avizoraron que ésa sería la punta de lanza que aprovecharía la oposición para avanzar con el proyecto de freno a la medida al que le dio media sanción la Cámara de Diputados el miércoles que pasó. El agujero fiscal que significaría de ser convertido en ley  lo vuelve absolutamente inviable. “Nos llamaron recién cuando teníamos el agua al cuello. Así no es como debe funcionar una coalición”, se quejaba amargamente un diputado del radicalismo en un intervalo de la sesión. Esa endogamia PRO tuvo –hay que recordar– otro coletazo relevante: la renuncia del presidente de la Cámara Baja, Emilio Monzó, quien demostró todo su peso político en la sesión de marras, cuando reunió a los jefes de las bancadas opositoras para asegurar un debate ordenado y sin desbandes que dañara todavía más al Gobierno.

Pero volvamos al relato de lo que pasó con la ruidosa determinación del Presidente de recurrir al FMI. Una vez tomada la decisión de enviar a Washington una delegación negociadora, no quedó claro por qué no viajó el ministro de Finanzas, Luis Caputo. Al fin y al cabo, él es el ministro del área específica y el hombre con los contactos internacionales necesarios para abordar precisamente el tema del financiamiento de la Argentina. El argumento de que estaba afónico no sonó creíble. El miércoles se lo vio y se lo escuchó en A Dos Voces con una disfonía que para nada dificultaba su capacidad para hablar lo que se habla en reuniones como las que hubo en Washington.

Se sabe que Caputo le advirtió al Presidente hace unos meses del impacto negativo que para la Argentina produciría la elevación de la tasa de interés dispuesta por la Reserva Federal de los Estados Unidos. El 3% que devengan los bonos del Tesoro norteamericano representa un atractivo insuperable para los fondos especulativos que pululan por el mundo. Hecha esta advertencia, la pregunta es qué evaluación se hizo de tal advertencia. Lo cierto es que lo que se hizo evidenció las consecuencias negativas de la falta de una conducción económica sólida y clara en la gestión. No es bueno que el ministro de Economía sea el Presidente. Con un equipo económico tan atomizado y con visiones y acciones diferentes entre sus distintos miembros, lo que ocurrió no sorprende.

Apurado.

El viaje del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, tuvo un aire de improvisación llamativo. “Se viajó sin un plan, y eso es malo porque, si no hay plan del Gobierno, entonces lo arman en Washington los integrantes del staff del FMI que lo único que saben hacer son planes duros”, señalaba en la mañana del viernes Guillermo Nielsen, el hombre que fue clave en la reestructuración de la deuda que se logró durante la presidencia de Néstor Kirchner. Un detalle de forma  subraya además lo deshilachado del procedimiento: es de forma que el Presidente sea quien anuncie el logro del acuerdo con el FMI, no el comienzo de la negociación.

Cuando todo sea pasado, Macri deberá recapacitar y comprender que la manera de su gobierno de gestionar la economía es inconveniente. Está claro, que no quiso repetir la experiencia que representó el conflicto entre Menem y Cavallo. La idea de un presidente sometido a un ministro de Economía poderoso ha querido ser evitada desde entonces por todos los presidentes. La repetición más calcada se dio entre Kirchner y Lavagna. Pero sirve para momentos de bonanza. Cuando hay una crisis lo que hace falta es  un Ministerio de Economía fuerte –que sea a su vez fusible– con ideas y capacidad de ejecución. Es lo que no ha pasado en el actual gobierno.   

Las desavenencias entre el ministro de Energía, Juan José Aranguren, y los otros ministros del área económica son harto conocidas. Las que existen entre Federico Sturzenegger con Caputo, Dujovne, Peña y Quintana, también. Liberar el precio de los combustibles en un contexto de aumento del petróleo no parece haber sido una medida feliz. Permitir que el JP Morgan comprara más de 850 millones de dólares a 20,50; tampoco.
Y así sucesivamente.

El Presidente, que hasta hace tres semanas se sentía pensando en la reelección, se ha visto enfrentado a una realidad que, hasta aquí, lo ha desbordado. De una corrida cambiaria inadvertida y minimizada se ha pasado a una crisis de credibilidad de su gobierno que nadie previó. Es éste, pues, un buen momento para escuchar y darse cuenta de que debe, más que nunca, escuchar. “La democracia es darle, al menos por una vez, la razón al otro” (Winston Churchill).



domingo, 22 de abril de 2018

Nada para derrochar… @dealgunamanera...

Nada para derrochar…

Luz y Sombra. Elísa Carrió. Dibujo: Pablo Temes

Falta energía, porque los K la dilapidaron, y falta capacidad del Gobierno para ajustar los precios.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 22/04/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La pérdida del autoabastecimiento energético fue una de las mayores calamidades que dejó como herencia el kirchnerato. Esa pérdida creciente, iniciada hacia finales de 2005, fue el resultado no solo de una caída de la producción de petróleo, sino también de un aumento de la demanda que se generó, precisamente,  a partir de las bajas tarifas –absolutamente irreales– que estimularon el nivel de consumo con dimensiones de derroche en los hogares de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires y, en menor medida en algunos sectores industriales. Esa cultura del derroche aún persiste. Le asiste la razón al Presidente cuando señala ese patrón de conducta y lo compara con el de los habitantes de otras ciudades de la región, tal como lo hizo con el grupo de periodistas a los que convocó a la Casa Rosada el jueves pasado. Allí les leyó un informe que le preparó el secretario de Coordinación de Políticas Públicas, Gustavo Lopetegui, en el que se muestra que en Montevideo el consumo mensual de gas es de 62 m3, en Santiago de Chile de 69 m3 y en Buenos Aires de 109 m3.

Hay que recordar que, a lo largo del kirchnerato, se llegó a importar energía por valor de unos US$ 15 mil millones por año. “Esa enorme erogación de divisas fue una de las causas del cepo”, reconoció alguien que supo ser un conspicuo funcionario durante los dos gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner. Uno de los grandes disparates ocurridos en ese período fue que, para evitar el costo político que representaba cobrar el coste real que tenía el precio de la energía, se decidió subsidiar a todo el mundo. ¡Un disparate!

Así, no. 

Nadie discute la necesidad de completar un ajuste que lleve esa tarifa a valores reales. El tema no es el qué, sino el cómo. Y he aquí que resulta increíble apreciar cómo el Gobierno repite dos veces el mismo error: insistir en un ajuste implementado de una manera tan abrupta que se hace muy difícil de pagar principalmente para la clase media que no goza de ninguna posibilidad de ayuda o subsidio.  Es algo sobre lo que el gobernador de Mendoza y titular de la Unión Cívica Radical, Alfredo Cornejo, alertó a Macri cuando dijo que “esto golpea al corazón de nuestros votantes”. Todo esto se ve agravado por la mala comunicación que el Gobierno hace de estas medidas. Cuando por un lado el Presidente dice que lo peor ya pasó y, por el otro,  la gente no para de recibir aumentos, lo que reina es el desconcierto y el malhumor. Es lo que están reflejando las encuestas de todas las orientaciones que andan dando vueltas por los despachos de varios funcionarios de la Casa Rosada.  
  
El miércoles hubo pavor en el Gobierno.

Las alarmas se terminaron de encender a la media mañana, cuando en el Congreso los diputados de la oposición estuvieron a punto de lograr el quórum para una sesión especial para tratar un proyecto de congelamiento de tarifas que habría sido un dolor de cabeza para el oficialismo. Con Alfredo Olmedo sentado, hubo 128 diputados. Es decir, faltó solo uno para lograr la mitad más uno y habilitar la sesión.

No hagan olas. 

Por eso, los teléfonos de los gobernadores peronistas que dialogan con el Gobierno están a full con demandas de la Casa Rosada para que ordenen a sus respectivos diputados no participar de la sesión que el kirchnerismo y el Frente Renovador intentarán concretar la semana entrante.

Pero las alarmas no solo se encendieron hacia afuera. 

También lo hicieron hacia adentro. Son alarmas que, desde el punto de vista político, son de mayor relevancia que las externas. Y el principal problema, contra lo que muchos creen, no fue Elisa Carrió, sino los radicales. Por eso la reunión del jueves en la que participó el mismísimo presidente fue clave. Allí Macri insistió en explicar cuál es la situación energética del país. Habló del endeudamiento que el atraso tarifario genera. Mostró datos sobre el impacto en los hogares.

El arreglo al que se llegó –la prórroga de los pagos de un porcentaje de la tarifa de los bimestres mayo-junio, julio-agosto– pareció dejar conformes a unos y a otros. El tema de esta contrapropuesta se siguió con mucha atención y tensión en Washington. Allí, tanto el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, como el de Finanzas, Luis Caputo, vivieron momentos de incertidumbre cuando supieron de una posible modificación sustantiva en el esquema de aumento de tarifas. “Si esto no se hace como estaba planeado, se nos cae toda la pauta de inflación planeada a partir de mayo”, se le escuchó decir a Dujovne. El que lo llamó para tranquilizarlo fue Macri.

Pero el episodio del aumento de la tarifa del gas merece otras reflexiones. La oposición, que ahora se sube a este reclamo de muchos ciudadanos, debió haber advertido esto durante el debate del Presupuesto 2018, en donde este ajuste está incluido. Esto demuestra con qué liviandad se tratan temas tan profundos.  También demuestra lo que pasa en las audiencias públicas. Solo  va un puñado de incansables ciudadanos de ONGs que naufragan en sus intentos de hacer escuchar sus objeciones sobre estas medidas de alto impacto. En 2016, cuando la falta de realización de las audiencias públicas fue la razón invocada por la Justicia por la cual se suspendió el aumento tarifario de entonces, lo que sucedió –y no por lo bueno– es digno de ser recordado. En el primer día de las audiencias hubo un mundo de gente. Al segundo, ya hubo menos y en el último solo veinte personas.  

El último coletazo opositor sobre este asunto fue la marcha de las velas de pobre concurrencia popular y dirigencial. El principal propulsor fue Hugo Moyano, a quien representó su hijo Pablo que, con gente del gremio de Camioneros, encabezó y tuvo a su cargo el grueso de la organización del acto. Allí quedó claro la soledad política de los Moyano. Como se ve, la mayoría de la ciudadanía argentina, afortunadamente, no padece de hyalofagia.

Producción periodística: Lucía Lopreiato.



domingo, 16 de abril de 2017

Brotes que no crecen... @dealgunamanera...

¿Y la reactivación?

Tasa Central… Federico Sturzenegger. Dibujo: Pablo Temes.

Tensión en el oficialismo por la política antiinflación. Nuevas muestras de dureza presidencial. El caso Incaa.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 16/04/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


El Gobierno se encuentra en una encrucijada de la cual no le resultará fácil salir en el marco de un año electoral que se le presenta complicado. Lo que ha habido en estos primeros 16 meses de la gestión de Mauricio Macri es ajuste fiscal –últimamente bastante laxo–, inflación que sigue siendo alta y elevadas tasas de interés con un dólar “planchado”. Todo esto –además de las complicaciones en la macro– atenta directamente contra la reactivación de la economía que debería ser motorizada en el día a día por el consumo de los argentinos.

Así las cosas, son varios dentro y fuera del Gobierno los que vuelven a apuntar contra la ortodoxia del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, por la apreciación del peso y el sostenimiento de las tasas de interés a un nivel tan alto como para que, aquel que puede, se vuelque al ahorro y no al consumo. 

“El que tiene poder adquisitivo moderado especula buscando un resguardo que le permita ganarle a la inflación, y el que está un poquito más arriba en la escala de ingresos, la banda entre 45 y 65 mil pesos por mes (entre jefe de familia y cónyuge), compra un pasaje y gasta su dinero en Chile, que hoy resulta más accesible y con mayor variedad”, asegura un economista que mira de reojo la cuestión del consumo. De hecho, los cálculos para esta Semana Santa hablan de unos 40 mil argentinos que cruzaron tanto a Chile como al Paraguay en los ya conocidos tours de compras.

La inflación de marzo fue del 2,4%. Según el propio Indec, el acumulado en el primer trimestre es del 6,29%. Un ritmo que complica la pauta inflacionaria pronosticada por el Gobierno para 2017. Lo preocupante es que el alza fue liderada por educación, indumentaria, alimentos y bebidas, rubros que golpean especialmente desde la clase media baja hacia abajo.

Por eso Sturzenegger es pragmático y, aun contra los deseos de otros pesos pesados del Gobierno como Rogelio Frigerio, Luis Caputo y en menor escala Nicolás Dujovne, reeditó la vieja disputa que mantenía con el ex ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat-Gay, con quien tuvo varios cruces por la suba de tasas y el consiguiente freno de la actividad económica. En rigor de verdad, y recordando aquello de que “el que avisa no traiciona”, hay que señalar que en enero Sturzenegger había dicho que aunque la inflación “tiene los días contados”, se venían “tres meses delicados”, por lo que no tenía mucho “margen para relajar la política monetaria”. Acertó.

Hace algo menos de un año, mientras Prat-Gay se mostraba optimista por la evolución de los precios, Sturzenegger exhibía una posición fría, distante y de mucho menor entusiasmo. El cruce más recordado fue cuando el ex ministro llegó a declarar que la inflación ya no era “un tema”, lo que al poco tiempo llevó al titular del BCRA a declarar que los resultados no bastaban “para que haya un proceso de desinflación persistente”.

Derrame. 

Si bien este recuerdo no hace más que avalar el arrastre de un problema para el cual no se ha encontrado solución, lo cierto es que, por estos días y a causa de la urgencia electoral, la pericia del titular del BCRA –según sus defensores– no cuenta con el apoyo de otros tiempos. “Mauricio está preocupado y, sin hacer populismo, sabe que es conveniente que la gente tenga plata en el bolsillo como para que haya una mejoría en el consumo.

Esto debería empezar a pasar en el arranque del segundo semestre a más tardar”, ironizó un hombre de consulta del Gobierno recordando la muletilla utilizada por los hombres de Cambiemos durante la primera mitad de 2016. “Esta vez será diferente; se tardó más de lo esperado pero las cosas están empezando a cambiar”, se convenció. Respecto de Dujovne, los economistas de peso sostienen que “pusieron a un obediente” y que no tiene posibilidades de rivalizar con Sturzenegger. Además todos esperan el pulso marcado por el Presidente.

Macri está cada vez más duro en el cara a cara. Una fuente que conoce el contenido y sobre todo las formas de las últimas reuniones describió a muchos funcionarios haciendo equilibrio antes de animarse a contradecir al Presidente. “Macri los mira fijo y les dice ‘no quiero opiniones de café’, pero en ocasiones los ministros se enteran de decisiones in situ y no tienen forma de rebatir un razonamiento o directiva con argumentos basados en pruebas irreprochables”. Las manifestaciones de apoyo del 1A, los muchos grises que tuvo el paro motorizado por la CGT y el progresivo desgaste de los líderes gremiales de los docentes han actuado como un catalizador en la génesis de este endurecimiento presidencial. No hay plan B. Por eso en el Gobierno le prenden una vela a cada santo a la espera de que los pronósticos más optimistas se cumplan.

En ese contexto de endurecimiento de la línea que baja el Presidente hay que situar la crisis desatada esta semana en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) a partir del desplazamiento de su titular, Alejandro Cacetta. Desde la Jefatura de Gabinete, lo que se le endilga a Cacetta es su inacción para poner freno a los manejos poco claros de funcionarios que venían desde el kirchnerismo.

Tanto el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, como sus colaboradores directos coinciden en señalar que el reproche a la gestión de Cacetta no tiene que ver con su persona sino con su falta de velocidad y firmeza para actuar ante compras, refacciones y traslados que, por los montos claramente fuera de mercado, recordaban viejas costumbres que se mantenían del gobierno anterior.

Del lado de los defensores de Cacetta –que había sido propuesto para el cargo nada más ni menos que por Juan José Campanella– hay actores, directores y productores independientes que sugieren que esta movida tiene que ver con el equilibrio que venía haciendo la actual gestión para no recortar presupuestos y mantener la incentivación de los planes de fomento del cine nacional. Aquí es donde entra la figura del secretario de Coordinación Interministerial, Mario Quintana, como el instigador de la salida de Cacetta. Hay que recordar que, según lo expresó el mismo Macri, tanto Quintana como el secretario de Coordinación de Políticas Públicas, Gustavo Lopetegui, son “sus ojos”.

“Si hubiera más políticos que supieran de poesía, y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor para vivir en él” (John Fitzgerald Kennedy).

Producción periodística: Santiago Serra.



domingo, 26 de febrero de 2017

Zigzag entre España y Brasil… @dealgunamanera...

Zigzag entre España y Brasil…

Jefe espía. Gustavo Arribas. Foto: Pablo Temes.

Macri se ilusiona con empresarios europeos y sufre con los coletazos de juicios vecinos.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 26/02/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El trío que forman Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui constituye una barrera inexpugnable que complica la comunicación con Mauricio”, reconoce con expresión de fastidio un dirigente que pertenece a la génesis del PRO, y agrega: “Recién después del sacudón producido por el asunto del Correo, lo observé (a Macri) con actitud de escucharnos a todos”.

El Correogate le ha pegado duro al Gobierno. Más allá de las explicaciones hasta aquí dadas, una encuesta que maneja el entorno del Presidente le muestra una caída de su imagen que rondaría los nueve puntos junto a un efecto colateral que agrava la preocupación: también la imagen de María Eugenia Vidal se ve perjudicada por el affaire.

Por eso, el lunes pasado, antes de partir hacia España, Macri se reunió con una mesa chica para realizar un análisis político del nuevo escenario que ha generado el escándalo del Correo, que se vio aun peor por el caso de Avianca, la low cost que comenzará a operar en el mercado aerocomercial argentino, en el que aparece involucrado otra vez Franco Macri.

Participaron de ese núcleo el jefe de Gabinete, Marcos Peña, la gobernadora de Buenos Aires y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Como ocurre en todo gobierno, a éste también lo atraviesan las inevitables alternativas de las internas. La puja de egos de la actual administración es mucha.

Como lo describe el testimonio con que abre esta columna, el trío Peña-Quintana-Lopetegui genera la tirria y el enojo de la mayoría de los miembros del gabinete. “Les falta calle y, encima, son soberbios”, se quejaba días pasados un encumbrado ministro. Quienes han hablado con el titular de la cartera de Trabajo, Jorge Triaca, le han escuchado adjudicar el innecesario conflicto con la Asociación Bancaria a la miopía de Gustavo Lopetegui.

El viaje a Madrid puso a Macri frente a una realidad compleja: relanzó la relación bilateral severamente dañada durante los doce años del kirchnerato y cosechó la aprobación de la crema empresarial española. Sin embargo, no hubo ninguna concreción significativa ni atisbo de que la vaya a haber en el futuro inmediato. La razón es muy simple: la incertidumbre política. El de Macri es un gobierno débil desde el punto de vista de su poder institucional. Es el primero que, desde la recuperación de la democracia, en 1983, no domina ninguna de las dos cámaras del Congreso y que enfrenta la necesidad de asegurar una perspectiva de permanencia en el poder para concretar los cambios estructurales a los que aspira. 

Para eso debería contar con una cuota de poder mayor –no para imponer sino para negociar acuerdos con las fuerzas de la oposición– sobre los planes que tiene para la Argentina después de doce años de un gobierno populista. Esta incertidumbre política es la que está frenando las inversiones que requiere el país para reactivar una economía que no termina de arrancar. Para el oficialismo, las elecciones legislativas de octubre venidero serán claves. Si no gana, la gobernabilidad de sus dos últimos años de gestión será muy difícil.

Los indicadores económicos no le sonríen ni al Gobierno ni a la gente. La actividad industrial en enero cayó un 1,1%, el costo de los alimentos no para de subir. En muchos casos, el plan de precios transparentes no ha servido ni para hacer los precios transparentes ni para que bajen. Muy por el contrario, hasta aquí los más favorecidos son los que más tienen. A todo esto hay que sumar los despidos y los aumentos de las tarifas, frente a los que algunos funcionarios se colocan como si fueran simples comentaristas de la realidad.

En el diálogo que Macri mantuvo con Mario Vargas Llosa en Madrid, mencionó el caso Odebrecht. “Nada contribuyó tanto a conocer la corrupción como el caso Odebrecht”, dijo. Las novedades judiciales en la Argentina en las que ya están implicados Ricardo Jaime y su testaferro Manuel Vázquez tienen como uno de los funcionarios bajo sospecha al titular de la Agencia Federal de investigaciones (AFI), Gustavo Arribas. En la causa que lleva el fiscal federal Federico Delgado, se espera mayor celeridad de parte del juez federal Rodolfo Canicoba Corral.

El Lava Jato avanza en toda América Latina menos en la Argentina. Hay falta de acción de todos los costados. En lo judicial pareciera ser el único lugar donde no hay grieta.

Los arrepentidos están contando todo en Brasil, uno de los que hablan es el CEO para Argentina, lo que debería hacer Canicoba Corral es pedir al país vecino interrogarlo. Pero en la Argentina los jueces no pueden hacer pedidos al exterior directamente: como son relaciones de Estado a Estado, se hace a través del Poder Ejecutivo, vía Cancillería. El acuerdo que se firmó en Brasil sostiene que los arrepentidos van a colaborar con todos los países que se vieron involucrados. Dicho acuerdo es de colaboración recíproca hasta junio; si alguien quisiera demorar las cosas, sólo lo lograría hasta esa fecha. De todos modos, antes, la Argentina podría pedir el interrogatorio y automáticamente se lo darían. Hay que comparar con Panamá y Colombia, en donde hubo avances que aquí brillan por su ausencia.

Leonardo Meirelles, el operador cambiario “arrepentido”, declaró haber transferido US$ 594.518 mediante cinco transferencias a la cuenta de Arribas en el Credit Suisse, utilizando para hacer el depósito una empresa que la Justicia brasileña ya dictaminó como “fantasma” constituida solamente para pagar sobornos. Lo único que habría que linkear es si esas transferencias tienen vínculo o no con el soterramiento del Sarmiento. Hay que recordar que uno de los socios de la obra es Angelo Calcaterra, primo de Macri. El enlace no es difícil de hacer. Si la plata de Suiza no hubiese llegado a la Argentina, el delito no se juzgaría acá, pero sí en Brasil.

Envalentonados por estos avatares judiciales que complican al Gobierno, un grupo de 15 diputados del Frente para la Victoria decidió pedir el juicio político de Macri por “responsabilidad en el mal desempeño y la comisión de delitos en el ejercicio de sus funciones”. Resulta curiosa esta iniciativa visto lo que fueron los doce años del kirchnerato, plagados de delitos de corrupción frente a los que ninguno de los firmantes nada hizo. Es, una vez más, la evidencia contundente de la doble moral del kirchnerismo.

Producción periodística: Santiago Serra.