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domingo, 15 de agosto de 2021

Cuando la mentira es la verdad… @dealgunamaneraok...

 Cuando la mentira es la verdad… 


Guitarra vas a llorar. Alberto Fernández. Dibujo: Pablo Temes. 

El Presidente se ha convertido en un personaje de caricatura. Lo grave es que, a su vez día a día, demuestra ser un mentiroso.

Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

 


El artículo 53 de la Constitución –referido al juicio político al Presidente– expresa lo siguiente: Solo ella (la Cámara de Diputados) ejerce el derecho de acusar ante el Senado al Presidente, vicepresidente, al jefe de Gabinete de Ministros, a los Ministros y a los miembros de la Corte Suprema, en las causas de responsabilidad que se intenten contra ellos, por mal desempeño o por delito en el ejercicio de sus funciones; o por crímenes comunes, después de haber conocido de ellos y declarado haber lugar a la formación de causa por la mayoría de dos terceras partes de sus miembros presentes. 

Es decir, el mal desempeño o el delito en el ejercicio de sus funciones o crímenes comunes –entendiéndose como crimen una acción indebida o reprensible– son causales de juicio político contra el jefe de Estado. 

El decreto 576/2020, que fue promulgado por el profesor de Derecho Alberto Fernández, expresaba en su artículo 29 que, de constatarse la inobservancia de sus disposiciones referidas al distanciamiento social, preventivo y obligatorio o de otras medidas destinadas a la protección de la salud pública en el contexto de la pandemia causada por el covid-19, se procedería “de inmediato a hacer cesar la conducta infractora y se dará actuación a la autoridad competente, en el marco de los artículos 205, 239 y concordantes del Código Penal”. 

El artículo 205 del Código Penal establece que “Será reprimido con prisión de seis meses a dos años el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes, para impedir la introducción o propagación de una epidemia”. 

Por su parte, el artículo 239 expresa que “Será reprimido con prisión de quince días a un año, el que resistiere o desobedeciere a un funcionario público en el ejercicio legítimo de sus funciones o a la persona que le prestare asistencia a requerimiento de aquél o en virtud de una obligación legal”. 

No quedan dudas de que el Presidente violó una norma por él mismo promulgada. Es decir que incurrió en una acción indebida o reprensible. Por lo tanto, tampoco hay dudas de lo que institucionalmente corresponde hacer de no mediar su renuncia: su destitución a través del juicio político pertinente. Es lo que los legisladores de todos los sectores políticos –incluyendo el oficialismo– tendrían la obligación de hacer, ya que estamos frente a un episodio que está por fuera de toda duda. No solo está la evidencia de la comprobación dada por la foto sino que –si algo faltara– está el reconocimiento del hecho por parte del mismo Alberto Fernández según se vio y se escuchó en su infeliz discurso pronunciado en Olavarría en el ocaso de la tarde del viernes último.  

Para tener una idea cabal del significado de la violación a la norma cometida por el jefe de Estado, valga mencionar que, por una conducta exactamente similar, hay miles de personas a las cuales se les ha abierto una causa penal por haber infringido las disposiciones de la larga cuarentena impuesta por el Gobierno a lo largo de la pandemia producida por el covid-19. ¿Debería el Presidente ser exceptuado de este proceso judicial? La respuesta es simple y contundente: no. La apertura de un proceso penal debería incluir también a la Primera Dama, Fabiola Yañez, y a todos los asistentes a la fiesta de celebración de su cumpleaños. 

Pero hay más. Echarle la culpa a su “querida Fabiola” de lo que pasó en esa noche del 14 de julio pasado fue no solo un acto de poca hombría por parte de AF sino también una falacia. En primer lugar porque no es cierto. El Presidente pudo haber evitado o puesto fin a la reunión. 

En segundo lugar porque Fabiola Yañez no puede defenderse. Y en tercer lugar porque es algo típico del kirchnerismo: la culpa es siempre del otro o, como en este caso, de otra. Curiosamente, no se escuchó ni a la titular del Inadi, Victoria Donda, ni a la ministra de las Mujeres. Diversidad y Género de la Nación, Elizabeth Gómez Alcorta, emitir reproche alguno contra esta expresión del Presidente o el horrible comentario sobre la pareja de AF realizado por el inefable Aníbal Fernández. La doble moral del kirchnerismo no tiene límites.  

Se sabe que todo esto ha generado la furia de Cristina Fernández de Kirchner. “Ella lo hizo Presidente; que no se olvide porque día tras día está dilapidando el rol y el mandato que ella le dio. Es un traspié tras otro y lo que más bronca da es que en ésta no hay forma de ayudarlo” –aseguró una voz calificada del Instituto Patria.  

El principio de autoridad incluye un concepto esencial: la credibilidad. De esa credibilidad emana el liderazgo del gobernante. Ese es un rasgo esencial sin el cual el ejercicio del poder se torna no solo dificultoso sino también estéril. Un gobernante puede tener legalidad y legitimidad, pero carecer de liderazgo. La condición esencial para ejercer el liderazgo es la aptitud moral. En el caso de un presidente, esa aptitud moral se ve reflejada en sus acciones y en sus palabras. Es imposible para quien hace de la mentira una parte de su comportamiento consuetudinario lograr el respeto y la consideración que demandan el ejercicio de la autoridad. 

Alberto Fernández ha destruido el valor de su palabra. A los que hicieron lo mismo que él –violar las normas de la cuarentena– los descalificó, los amenazó con sanciones penales y los trató sucesivamente de “imbéciles”, “idiotas” y “malas personas”.   

El Presidente se ha transformado en un personaje de caricatura. Esto es penoso. Lo grave es que, a su vez, día tras día demuestra ser un mentiroso. “No me preocupa que me mientas, me aterra que nunca más te pueda creer” (Friedrich Nietzsche).

 




domingo, 24 de enero de 2021

La ética y los privilegios… @dealgunamanera...

 La ética y los privilegios…


Se necesita el aporte mensual de más de 400 empleados públicos para cubrir las pensiones que cobrará la Vicepresidenta. En esta nota se propone analizar desde la ética la validez de la actitud de CFK y de la clase dirigente que, pudiendo modificarlo, mantiene esas prerrogativas de privilegio. 

© Escrito por Américo Schvartzman (*) el lunes 11/01/2021 y publicado por el Periódico Digital La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

Una trabajadora monotributista que integra una cooperativa en Concepción del Uruguay logró, después de trámites y diálogos interminables y derivas de un funcionario a otro, que le reconocieran un subsidio como parte de una cooperativa de trabajo en medio de la pandemia. El monto parecerá irrisorio, pero le venía muy bien ese complemento después de meses casi sin ingresos: 6 mil pesos por mes. La buena noticia se convirtió en indignación al mes siguiente: le dieron de baja la AUH por su único hijo. Por el subsidio de 6 mil pesos perdió los 3.717 que le correspondían. Desde entonces ha hecho incontables reclamos, hasta el momento sin éxito.

 

En 2017 la actual Vicepresidenta del Estado argentino litigó contra el propio Estado que ahora vicepreside para cobrar dos pensiones de privilegio, una propia como ex Presidenta, la otra de su marido muerto, ex Presidente. Suman, aproximadamente, dos millones de pesos por mes. Por supuesto, no fue ella quien inventó ese privilegio. Lo disfrutan varios ex presidentes vivos y también familiares de otros fallecidos. Lo que nunca había sucedido es que una ex Presidenta que cobra su pensión de privilegio, pretendiera cobrar también la de su ex marido. No hay otro caso similar, porque salvo María Estela Martínez de Perón, no hay otras parejas ex-presidenciales. Aun así, “Isabel” cobra la suya y, por su marido, una pensión militar de unos 100 mil pesos mensuales.

 

En una decisión administrativa del Gobierno anterior, a Cristina Fernández de Kirchner le indicaron que debía optar, que no podía cobrar ambas. Pero apeló la medida y ahora la justicia le dio la razón: no sólo podrá cobrar las dos, sino que se le deben abonar los retroactivos, cerca de 100 millones de pesos. Además, la Vicepresidenta tiene su sueldo mensual que asciende a 328.419,59 pesos (hasta septiembre de 2020, última cifra consignada en Datos.gob.ar, el sitio de Presidencia: ver aquí). 

 

Lo que nunca había sucedido es que una ex Presidenta que cobra su pensión de privilegio, pretendiera cobrar también la de su ex marido. No hay otro caso similar, porque salvo María Estela Martínez de Perón, no hay otras parejas ex-presidenciales.

 

Mientras tanto, también en Concepción del Uruguay, un jubilado municipal se encadena en la plaza porque no puede llegar a fin de mes: cobra menos de 20 mil pesos. Y el defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, calificó la decisión judicial como «pornográfica«. Señaló que cuatro millones de jubilados y jubiladas (más de la mitad del total) cobran, como el encadenado, la mínima: 19 mil pesos mensuales. Pero además, indicó que a una persona que cobra una pensión por discapacidad (14 mil pesos) se la cancelan si fallecen sus padres y quiere cobrar sus beneficios previsionales.

 

Para mayor pornografía, la información de la decisión judicial se conoció el mismo día que se aprobó la nueva reforma previsional, reforma gracias a la cual los millones de jubilados y jubiladas que cobran una miseria… seguirán cobrando esa miseria.

 

DERECHOS Y PRIVILEGIOS

 

La decisión judicial no fue automática o de oficio: se requirió que la Vicepresidenta litigara, se presentara ante la justicia y demandara al Estado para que le reconozcan ese “derecho”. ¿Qué digo “derecho”?: la prerrogativa que posee la Vicepresidenta es claramente un privilegio, no un derecho.

 

Privilegio que comparte con sus colegas ex presidentes, como lo recordaron en las redes sus adláteres: Aníbal Fernández (el acomodaticio funcionario de Menem, Duhalde y los Kirchner que fue, en 2002, coautor ideológico del asesinato de Kosteki y Santillán) la justificó recordando que ese mismo privilegio lo tienen Menem, Duhalde, Rodríguez Saá, la viuda de De la Rúa y Macri, “el mamerto que apoyaste”, porque supone que quien cuestiona la decisión de CFK es macrista (en sus anteojeras mentales, nadie que no sea macrista podría cuestionar nada de lo que haga la Vicepresidenta). En suma: para Aníbal Fernández (y muchos seguidores de CFK) el privilegio injustificable se justifica porque hay otros privilegiados injustificables.

 

No se informó con exactitud cuánto cobrará por mes la Vicepresidenta, pero parece que será alrededor de 2,4 millones entre ambas pensiones y su sueldo. Equivale a algo más de lo que ganan 126 jubilados sumados.

 

La decisión de la Vicepresidenta (y de la justicia) vuelven a mostrar que en la Argentina conviven mundos diferentes. El de los poderosos, sus privilegios y prerrogativas inmorales, y el de trabajadores y trabajadoras de a pie, para los cuales el servicio de justicia sigue siendo más parecido a un laberinto kafkiano que a lo que su nombre designa.

 

Hace casi un año, en otro artículo, analizamos el caso del ex vicegobernador entrerriano Adán Bahl, quien con 52 años y apenas cuatro como vicegobernador, tiene el absurdo “derecho” de jubilarse por ese cargo, con una remuneración cercana a los 200.000 pesos. Cuestionamos no solo el monto y el hecho de que equivalga a más de 10 jubilaciones mínimas, sino la paradoja de que el mismo Bahl había salido a reclamar una reforma del sistema jubilatorio porque, aseguraba, “no es sustentable”. Sacamos la cuenta en ese momento: ¿cuántos docentes en actividad se necesitan que aporten para que la Provincia le pague la jubilación privilegiada a Bahl? Respuesta: veintiséis docentes y medio. Ese es el aporte de Bahl a la sustentabilidad del sistema.

 

La decisión de la Vicepresidenta (y de la justicia) vuelven a mostrar que en la Argentina conviven mundos diferentes. El de los poderosos, sus privilegios y prerrogativas inmorales, y el de trabajadores y trabajadoras de a pie, para los cuales el servicio de justicia sigue siendo más parecido a un laberinto kafkiano que a lo que su nombre designa.

 

UN ANÁLISIS DESDE LA ÉTICA 


Creo, sin embargo, que dejando la bronca de lado (inevitable para cualquiera que vive de ingresos fijos cada vez más estragados por la inflación y la desigualdad), como ciudadanas y ciudadanos, como comunidad, podemos y debemos analizar la cuestión desde una perspectiva ética. Y en ese sentido podemos preguntarnos, más allá de cualquier preferencia partidaria: ¿Cuáles son los estándares éticos que debemos exigir a nuestros gobernantes? Y en especial ¿tenemos elementos para establecer un juicio ético en este caso?

 

En ética hay diferentes perspectivas para analizar las acciones humanas, siempre en torno de una perspectiva más amplia que supone que las acciones individuales no deben ser incompatibles con el bien común. Esas perspectivas son la del deber (deontológico), la que jerarquiza las consecuencias de las acciones (utilitarismo) y la de la virtud (la ética “aristotélica”: ¿qué tipo de personas queremos ser? Las acciones se analizan en función de esa pregunta).

 

Desde la perspectiva general del bien común, parece claro que la actitud de la Vicepresidenta, al decidir litigar contra el Estado para poder cobrar ambas pensiones, sostiene una posición que va en contra de los valores que dice defender, ya que al priorizar su beneficio personal antes que el bien colectivo, contribuye a desfinanciar el sistema previsional. ¿Por qué? El sueldo promedio de los empleados públicos del Estado nacional ronda los 50 mil pesos. Y su aporte jubilatorio es del 11% de su remuneración. No es difícil sacar la cuenta: se requiere el aporte mensual de 418 trabajadores del Estado para cubrir la suma total que percibirá la Vicepresidenta cada mes.

 

La Vicepresidenta tuvo dos períodos en los que pudo haber impulsado la supresión de ese privilegio, para ella y para la posteridad. No lo hizo (tampoco lo impulsó su sucesor Mauricio Macri, vale decirlo). Podría haber no litigado, ahorrarle un millón de pesos por mes al Estado. La pregunta deontológica es: un mundo (o un país, o una provincia) donde todos actuaran como ella ¿sería deseable o indeseable?

 

Desde un punto de vista deontológico, ¿cuál sería su deber? Quienes la justifican dicen que no es la única que posee ese privilegio. Citan a cada ex Presidente reciente o a sus deudos. No obstante, la decisión de hacer uso de ese privilegio o de rechazarlo es de la Vicepresidenta. No es una obligación, sino una decisión. La historia argentina exhibe casos (pocos, pero los hay) en donde funcionarios renunciaron a esa prerrogativa por considerarla inmoral. Elpidio González (vicepresidente de Alvear), Arturo Illia, y más cerca en el tiempo, Raúl Alfonsín, quien renunció al 50% de la suya solicitando que se destinara al PAMI de Chascomús


Además Alfonsín –que fue legislador después de ser Presidente– declinó cobrar sus dietas. En 2018 María Eugenia Vidal eliminó la jubilación de privilegio de que gozaban los gobernadores y vice bonaerenses, y por tanto, que hubiera gozado ella al concluir su mandato. La Vicepresidenta tuvo dos períodos en los que pudo haber impulsado la supresión de ese privilegio, para ella y para la posteridad. No lo hizo (tampoco lo impulsó su sucesor Mauricio Macri, vale decirlo). Podría haber no litigado, ahorrarle un millón de pesos por mes al Estado. La pregunta deontológica es: un mundo (o un país, o una provincia) donde todos actuaran como ella ¿sería deseable o indeseable?

 

Desde la perspectiva que pone el énfasis en las consecuencias de los actos de las personas: las pensiones de Cristina ¿afectan a la sostenibilidad de la ANSES? Si se precisan aportes de casi 420 trabajadores para cubrirlas ¿reducen las posibilidades de que el Estado argentino supere sus problemas de déficit o contribuyen a agravarlas?

 

Por último, desde la perspectiva de la virtud, la persona virtuosa es quien no sólo sabe juzgar lo que es bueno para ella sino para todas. ¿Puede ser considerado virtuoso desde algún punto de vista el aceptar ese privilegio, pero además, demandar al propio Estado que se presidió, para efectivizar el cobro también del de su marido?

 

PREGUNTITAS 

 

El único argumento que se esgrime para defender la actitud de la Vicepresidenta es exhibir que otras personas gozan de ese privilegio inmoral. Y es tan débil que merece la respuesta que todas las personas alguna vez recibimos de nuestras madres: “Si tus amigos se tiran a un pozo ¿vos también te tirás?”.

 

No he visto argumento en su defensa que encuadre en alguna perspectiva ética. Tal vez, con algo de cinismo, podría decirse que la política (y la vida, y la convivencia) son solamente lucha de poder y entonces la única virtud real consiste en obtener todo el beneficio posible mientras sea legal (algunas personas, como hemos visto en estos años ante casos como el de Amado Boudou, también están dispuestas a sostenerlo aún si no es legal).


Pero lo cierto es que esa justificación no se puede defender desde ninguna mirada ética. Sería apenas una versión justificatoria y levemente sofisticada de la brutal competencia que desarrolla cualquier mamífero superior macho por prevalecer en la alimentación y la reproducción, o si se quiere, de la versión neoliberal que considera que la sociedad es una jungla y se impone el más hábil para sacar provecho. Sí, es la noción que suelen evidenciar muchas personas en diálogos de brutal honestidad. Pero ¿es una perspectiva deseable para nuestra comunidad? ¿Tiene algo que ver con los ideales que se defienden en público?

 

El racismo, la meritocracia, el sexismo, la falta de empatía, el egoísmo, el neoliberalismo como código de conducta, no son rasgos exclusivos de nuestras clases dirigentes. Pero, y ésta es la buena noticia, si somos mejores, seguramente serán mejores también quienes nos gobiernan.

 

Estas preguntas –presentadas sin esperanza de que se las plantee la Vicepresidenta, o el resto de quienes integran nuestras clases dirigentes– son válidas para que nos las formulemos todas las demás personas. Ya sea como experimento mental (“¿Qué haría yo si estuviera en el lugar de Cristina?”) o en relación a nuestros propios dilemas éticos cotidianos. Porque no creo que nuestros gobernantes sean muy diferentes de la sociedad que somos. El racismo, la meritocracia, el sexismo, la falta de empatía, el egoísmo, el neoliberalismo como código de conducta, no son rasgos exclusivos de nuestras clases dirigentes. Pero, y ésta es la buena noticia, si somos mejores, seguramente serán mejores también quienes nos gobiernan.

 

Mientras tanto, o quizás para lograrlo, ejerzamos el derecho y el privilegio de dar estas discusiones. Porque lo más grave que tienen episodios como éstos es que no seamos capaces de visualizar su gravedad. Y porque es fundamental que nos eduquemos para parecernos a gobernantes diferentes. Solo así llegarán. Aunque eso no mitigue, ni por asomo, la bronca de la trabajadora monotributista a la que le cancelaron la AUH ni la de Juan José, el jubilado encadenado que no llega a 20 mil pesos mensuales.

 

(*) Américo Schvartzman.

Licenciado en Filosofía y Periodista. Integra la Cooperativa Periodístico Cultural “El Miércoles”, en la provincia de Entre Ríos. Autor de “Deliberación o Dependencia Ambiente, Licencia Social y Democracia Deliberativa” de Editorial Prometeo. Ex Director del Periódico La Vanguardia.


 



 

domingo, 4 de octubre de 2020

Escándalos. Del diputrucho al pornogate… @dealgunamanera…

 Escándalos. Del diputrucho al pornogate…

 

Diputado Esteban Bullrich y Presidente cámara diputados Sergio Massa. Dibujo: Pablo Temes.   


Lo que pasó en la sesión virtual expone el franco deterioro de la política local. ¿Cuántos otros Ameri hay? Muchos.
 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 26/09/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

Se llamó diputrucho a Juan Kenan, un asesor del entonces diputado Juan Manuel Samid, hermano de Alberto Samid. En la sesión del 26 de marzo de 1992, Kennan ocupó una banca y le posibilitó al Partido Justicialista la obtención de quórum para una sesión clave en la que se aprobó el marco regulatorio para la privatización de la empresa Gas del Estado impulsada por el entonces presidente Carlos Menem.  

 

Desde aquel episodio hasta el protagonizado por el ahora ex diputado Juan Ameri han pasado –al día de hoy– 28 años, 6 meses y un día. Han sido 28 años, 6 meses y un día de un paulatino e imparable deterioro político de la Argentina acompañado por sus deletéreas consecuencias institucionales, sociales y económicas.

 

El caso del ex diputado Ameri deja al desnudo una vez más no solo la turbia trama de la confección de las listas de legisladores sino también –y fundamentalmente– la concepción de la actividad política como medio destinado al logro del enriquecimiento de quien la desarrolla. Salen a la luz hechos de la vida de Ameri que lo deberían haber dejado fuera de cualquier candidatura.

 

“Quiero hablar con mi referente político y ver cuáles son los pasos a seguir”,  fue su primera respuesta ante el pedido de renuncia que bajó inmediatamente desde la Cámara. ¿Quién es ese referente que, sin duda, fue clave para que Ameri ocupara una banca?

 

De no haber ocurrido este episodio seguramente nadie hubiese sabido nada de este individuo que además no tenía la más mínima idea de lo que se estaba tratando en la sesión del jueves.  

 

El caso tiene el valor de exponer una situación de franco deterioro de la política vernácula. ¿Cuántos otros Ameri hay? es la pregunta que tiene una respuesta simple: muchos. Hace tan solo tres semanas el vicepresidente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, Luis Piquilman, fue demorado cuando llevaba gente a la toma ilegal de tierras en Villa Mascardi por parte de la comunidad Lafken Winkul Mapu.

 

En las elecciones del año pasado, un integrante de la lista de concejales del oficialismo en Tafí del Valle, Agustín Tolaba, tuvo que bajar su candidatura cuando, preguntado sobre sus propuestas electorales, dijo muy suelto de cuerpo “sigamos robando y que siga la droga”.

 

Hay que recordar que José Alperovich, sobre quien pesa una grave denuncia de abuso sexual por parte de su sobrina, sigue ocupando su banca sin que haya habido por parte del Frente de Todos el más mínimo atisbo para expulsarlo del cuerpo. ¿Habrían hecho lo mismo si el denunciado hubiese sido un legislador de Juntos por el Cambio?

 

Por si no queda claro: lo de Ameri fue un escándalo; lo de Alperovich, en cambio, un delito.

 

¿Habría permanecido el oficialismo silente si el tuit que con lenguaje vulgar le dedicó Aníbal Fernández a la diputada Paula Olivetto –“prefiero un diputado calentón a una diputada mala leche”– si hubiese provenido de un miembro de la oposición?

 

Con todo, el episodio del ex diputado Ameri no fue el único escándalo ocurrido en la bochornosa sesión de la Cámara baja del jueves pasado que duró hasta las cuatro de la mañana del viernes. Otro hecho grave ocurrió cuando se iba a votar el proyecto que deja fuera de las ayudas económicas provenientes del Estado a las empresas que tienen domicilio en paraísos fiscales. 


Fue entonces cuando el diputado por Consenso Federal Jorge Sarghini advirtió que su par por el oficialismo, Carlos Heller, había introducido una modificación inconsulta y no contemplada en el despacho de comisión: “Hoy que estamos obligados a demostrar más que nunca que los que trabajamos, trabajamos en serio, cómo podemos ser llevados por delante de esta manera. Por favor, reflexionen y actúen correctamente”.

 

Lo sucedido no fue un accidente: lo mismo pasó cuando se trató en el Senado el proyecto de la reforma judicial. A la hora de votarlo, aparecieron modificaciones que no figuraban en el texto sobre el que se había desarrollado el debate, hecho que advirtió y denunció el senador Martín Lousteau. Así es como actúa el Frente de Todos. ¿Dónde están los consensos acerca de los que habla Alberto Fernández?

 

Por los pasillos del poder. La ex presidenta en funciones no hace nada para ocultar su fastidio por la gestión del presidente formal. En la reunión que tuvieron el Día de la Primavera en la residencia de Olivos a la hora en que caía la tarde, el humor de CFK no era bueno. Esto no representa ninguna novedad, solo que el motivo de su enfado era incómodo para AF. 


Las críticas de la vicepresidenta hacia la gestión de gobierno vienen siendo duras y sostenidas. El centro de la discusión fueron los resultados negativos que produjeron las medidas económicas implementadas hace ya casi dos semanas. No es que no las comparta sino que adjudica sus resultados negativos a una mala implementación y a una mala comunicación.

 

Los blancos principales de sus diatribas fueron el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, el ministro de Economía, Martín Guzmán, y el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. A esta altura, la ex presidenta en funciones considera que es indispensable un cambio de elenco dentro del gabinete que eyecte de sus poltronas a esos tres funcionarios y a otros. En la categoría otros están el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y la ministra de Justicia, Marcela Losardo. Alberto Fernández trató como pudo de defenderlos a todos. No le fue bien.

 

Quien internamente tampoco se muestra elogioso en sus comentarios hacia la gestión presidencial es Máximo Kirchner.

 

Por todo esto es que la subordinación del presidente formal a la ex presidenta en funciones se hace cada vez más evidente. Solo así se entiende el nivel de las declaraciones que el Dr. Fernández realizó el viernes en la entrevista que le concedió a Radio 10 en la que atacó frontalmente a la Corte Suprema. Curiosa la crítica que le hizo al objetar el tratamiento que el cuerpo hará del caso de los jueces Pablo Bertuzzi,

 

Leopoldo Bruglia y Germán Castelli, desplazados de sus cargos por el Senado en un tratamiento exprés.  El tono amenazante del presidente formal distó de ser el esperable de un profesor de Derecho. Al Dr. Fernández le asiste la facultad de criticar el eventual fallo que emane de ese tribunal, pero no el de erigirse en el censor de sus tiempos y de sus decisiones. Parece que olvidó que el Poder Judicial es independiente del Poder Ejecutivo. ¿Habrá que recordarle lo que dice la Constitución a la que juró observar y hacer observar?






domingo, 2 de febrero de 2020

Alberto, Francisco, Axel y Aníbal... @dealgunamanera...

Alberto, Francisco, Axel y Aníbal…

Totus Tuss. Papa Francisco. Dibujo: Pablo Temes.

Hubo química entre el Presidente y el Papa. El gobernador bonaerense sigue mostrando ineptitud. Macri ayudó al Gobierno, y otro Fernández lo complicó.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 02/02/200 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


En la política, la química personal es un factor clave en la concreción de acciones y/o proyectos. Mauricio Macri tenía –y tiene– una muy buena relación personal con Donald Trump y eso permitió que, contra la opinión de muchos de los integrantes del board del FMI, se abrieran los grifos de la entidad y llegaran a su gobierno los miles de millones de dólares que necesitó para no caer en default. Esa regla volvió a funcionar esta semana con otros protagonistas y en otro lugar. El lugar fue El Vaticano y los protagonistas el papa Francisco y Alberto Fernández. La coincidencia de todas las voces que conocen lo que se vio, lo que no se vio, lo que se escuchó y lo que no se escuchó es total: el encuentro fue muy bueno.

Diferencias. Las diferencias con las reuniones del Papa y Macri fueron abismales. Tampoco con Cristina existió la cercanía que hubo el viernes en la Biblioteca del Palacio Apostólico durante los 44 minutos en que Francisco y AF conversaron sobre la afligente situación socioeconómica del país.  

“El Papa se quedó contento”, decía ayer desde Roma una de las muy pocas personas que conoce al detalle lo que pasa en Santa Marta, donde Francisco vive y se sincera.

El cortocircuito ocurrió con el tema del aborto sobre el que, efectivamente, el Presidente no habló con el Papa, pero que sí estuvo presente en la conversación con el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin.

Más allá del ida y vuelta que se generó –hecho que obligó a la Sala Stampa del Vaticano a emitir dos comunicados a pedido del propio Papa que hizo corregir el primero de ellos– lo que AF debería tener en cuenta es que la posición contraria al aborto de la Iglesia –con Francisco a la cabeza– es inmodificable y que la conflictividad aparecerá una vez que el proyecto se abra a debate en el Congreso.

Para la interna del Vaticano queda la insólita homilía peronista de monseñor Marcelo Sánchez Sorondo en la misa en la cripta de la tumba de San Pedro que precedió al encuentro entre Francisco y AF. Desde 1998, Sánchez Sorondo es el Canciller de la Academia Pontificia de Ciencias y de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. ¡Sus palabras fueron un bochorno!

Deuda. El objetivo central del periplo europeo de Alberto Fernández es el tema de la deuda, y lo habló con el Papa. ¿Podrá ayudar Francisco? Difícil. Más allá de las expresiones del Sumo Pontífice, los interlocutores políticos que deciden son otros. Y el que más influye es Donald Trump.

En relación al presidente de los Estados Unidos, Alberto debería tener en cuenta dos cosas: la primera, que el proceso de impeachment (juicio político) que le inició la Cámara de Representantes está a punto de caer. Los republicanos –que dominan el Senado– constituyen una barrera inexpugnable para el avance del proceso. La segunda, que Trump seguramente será reelecto en las elecciones de noviembre. La buena sintonía con una persona difícil como él exigirá un manejo fino que tendrá en el centro de la discusión el caso Venezuela, tema sensible que condicionará la negociación por la deuda.

Vencimiento. En lo inmediato, la expectativa está en ver qué sucede mañana con el vencimiento del ya casi legendario bono de US$ 250 millones que la Provincia de Buenos Aires emitió en 2011 durante el gobierno de Daniel Scioli.

Axel Kicillof ha demostrado hasta aquí una particular ineptitud para manejar este tema. No sorprende: lo mismo hizo cuando fue ministro de Economía y debió renegociar –con resultados ruinosos para el país– la deuda con el Club de París, con los fondos buitre y con Repsol.

El desenlace se dará justo en la semana en que Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán, intentarán que los jefes de gobierno de Francia, España y Alemania apoyen la renegociación.

Macri. En el ámbito doméstico, el Gobierno recibió esta semana una ayuda impensada: habló Macri. Su frase “yo siempre les decía a todos: cuidado, que los mercados no te dan más plata y nos vamos a la mierda” causó conmoción en Cambiemos y regocijo en el Gobierno.

Más allá de que para algunos sea un sincericidio, esa frase refleja una conducta presente a lo largo de su Presidencia, según la cual las causas de su fracaso le fueron ajenas. Lo mismo hacía –y hace– Cristina Kirchner.

“Le pedimos que haga silencio por un tiempo largo porque, con declaraciones como ésa, no hace más que complicarnos la vida”, confesaba un legislador de Cambiemos tras la aprobación en Diputados del proyecto de ley de renegociación.

Aníbal. El Gobierno se apresuró a devolver la gentileza: nombró a Aníbal Fernández interventor en Yacimientos Carboníferos Fiscales en Río Turbio. Más allá de los memes asociando a Fernández a la palabra “turbio”, es curioso ver cómo funciona este mecanismo de equilibrio en los desaciertos entre opositores y oficialistas.

¿Qué necesidad había para el Gobierno de concretar este nombramiento que solo le acarrea desprestigio? ¿Qué dirán Felipe Solá y Daniel Arroyo, quienes durante la campaña a gobernador de Buenos Aires de 2015 asociaron en forma directa y sin rodeos a Aníbal Fernández con la circulación de drogas ilegales?

Desgraciada saga la del yacimiento de Río Turbio. En 2004 un incendio que desnudó graves fallas de mantenimiento se cobró la vida de 14 trabajadores. El impacto político de la tragedia fue de tal magnitud que obligó a Néstor Kirchner a quitarle la concesión a Sergio Taselli y a planear un proyecto para asistir a los habitantes de la localidad.

Se pensó en la construcción de una central termoeléctrica a carbón, que insumiría dos millones de toneladas de ese mineral, para lo que había que reconvertir la mina. De más está decir que eso nunca se logró. Lo que sí ocurrió fue que ese plan dio pie a una desvergonzada saga de corrupción por la que está siendo juzgado el ex ministro de Planificación, Julio De Vido. Curiosamente, su esposa, Alessandra Minnicelli, salió a saludar la designación de Aníbal Fernández con un brío que merecería mejores propósitos.

Consultado tras su encuentro con el Papa por el proyecto de ley de despenalización del aborto, AF dijo que lo presentará ante el Congreso el 1º de marzo y que eso no era ni más menos que cumplir con su promesa de campaña. “Voy a cumplir con mi palabra”. Otra de sus promesas fue “vamos a volver para ser mejores. La designación de Aníbal Fernández al frente de YCF lo desmiente rotundamente.