miércoles, 3 de julio de 2019

Tiempo de Campaña... @dealgunamanera...

Batalla electoral...

"Todo bajo control" Nicolás Dujovne. Dibujo: Pablo Temes

Macri se juega el futuro de Cambiemos. Cristina Fernández, su impunidad. Los desafíos de Vidal para ganar en Provincia.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 30/06/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Y ahora, la campaña. Ya superada la traumática etapa del cierre de las listas de candidatos –que dejó heridos, humillados y ofendidos por doquier–, todos se preparan para una contienda electoral que será dura y abundante en lodo. La reelección o no de Mauricio Macri pone en juego el futuro de Cambiemos. Si pierde, esa coalición estalla. A su vez, Cristina Fernández de Kirchner juega su impunidad y el último intento del kirchnerismo de quedarse con el peronismo.

Las tensiones en el oficialismo están a la orden del día. La apertura que significó las postulaciones de Miguel Ángel Pichetto a la vicepresidencia y de Martín Lousteau a la senaduría por la Capital Federal es considerada desde el núcleo duro del PRO como un factor de maquillaje. Ello es producto de una visión absolutamente miope que aún predomina en el ámbito de réprobos y elegidos. Estos últimos –los elegidos–, que son la exposición de la soberbia y la incompetencia que han llevado al Gobierno y al país adonde hoy está, no tienen una cabal comprensión del desafío que enfrentará el oficialismo si gana.

Ese desafío tiene nombre: se llama gobernabilidad. Es lo que Pichetto le asegura a Macri si llega a triunfar. Y ese va a ser un elemento clave para su eventual segundo mandato que transcurrirá nuevamente con minoría en ambas cámaras. Lousteau, de muy buena llegada a la gente joven, le aporta al Gobierno votos, algo de lo que tiene desesperada necesidad. Esa necesidad y esa desesperación explican la increíble cruzada contra la candidatura presidencial de José Luis Espert. Nadie hizo tanto como el Gobierno por darle a esa postulación una relevancia de la que carecía. Las presiones y las zancadillas que utilizaron para intentar que la justicia electoral le impidiera al economista ser candidato fueron casi novelescas. La que terminó con la transfugueada de Alberto Asseff no fue la única.

Todo resulta entendible –aun cuando reprochable– al ver los números que arrojan hoy las encuestas. Según las cifras de Synopsis, una consultora que ha tenido aciertos importantes en las últimas elecciones, la fórmula Espert-Rosales alcanza el cuarto puesto con el 4,1% de votos. Esos votos, que provienen de muchos macristas desencantados, son decisivos para el Gobierno. Pueden significar la victoria o la derrota.

La lista de Vidal. Para quien, al día de hoy, la elección está muy difícil es María Eugenia Vidal. Es algo que ella sabe y reconoce. Hay una convicción de que fue en función de esa realidad como armó las listas de candidatos. Algunos dentro del mismo oficialismo no dudan en calificarla como una lista propia de un ejército en retirada, en la que abundan “hijos de”, “sobrinos y ahijados de”, “secretarias de” –el “de” hace referencia a funcionarios– que figuran entre los postulantes. Según los datos de la última semana, en el Conurbano –más específicamente en la primera y en la tercera sección electoral– Juntos por el Cambio está perdiendo por 10 puntos. Esto equivale a un millón de votos.

Para recuperar ese millón de votos deberían ganar el resto de la secciones –es decir, el interior de la Provincia– por alrededor de 30 puntos de diferencia, algo que tiene la categoría de lo imposible. Veamos algunos ejemplos: en 2015, en La Plata, Cambiemos obtuvo casi el 50% de los votos mientras que hoy está llegando al 35% y con dificultad; en Mar del Plata, en donde Vidal logró el 50% de los sufragios en 2015, hoy está en el 30%; y lo mismo vale para Bahía Blanca. “Si se tiene un problema serio en el Conurbano y se bajan los indicadores de las grandes urbes del interior, no hay de dónde rasguñar los votos que se necesitan”, señala con crudeza una voz de Cambiemos.

La definición de las listas ha terminado por acentuar la polarización que irá en aumento de aquí a octubre. La tercera vía ha quedado reducida a una vía muerta. En pos de la dinámica electoral, habrá que ver si esa polarización se plasma ya en las PASO o se cristaliza en la elección de octubre.

A quien las cosas tampoco le resultan sencillas es a Alberto Fernández. El peso de La Cámpora en la confección de las listas de candidatos en la provincia de Buenos Aires no lo dejó bien parado. Máximo Kirchner, Eduardo “Wado” De Pedro, Andrés Larroque y el mismo Kicillof representan lo opuesto del mensaje de convivencia política que pregona el precandidato presidencial. El cierre de las listas dejó expuesta su falta de peso político territorial.

El punto más fuerte  sobre el que pivotará su campaña será la catastrófica situación de la economía. El más débil, la defensa de Cristina Fernández de Kirchner. Ya el otro día tuvo que salir a reconocer la “falta de ética” (sic) de haber alquilado habitaciones de sus hoteles a Lázaro Báez que, en ese tiempo, era un proveedor del Estado. Olvidó el caso Aerolíneas Argentinas, cuyas tripulaciones también se alojaban en los hoteles de la familia Kirchner. El presidente de Aerolíneas era, en ese entonces, Mariano Recalde.

Con el Fondo. El logro más destacado que pudo exhibir Alberto Fernández en la semana que pasó fue su reunión con el enviado del Fondo Monetario Internacional, Alejandro Werner. Allí,  Fernández no solo hizo gala de una precedente relación de amistad con su padre –Manuel Werner supo ser un colaborador del ministro de Economía de Héctor Cámpora y Juan Domingo Perón, José Ber Gelbard–, sino también de mostrar al equipo económico que lo acompañará si es electo. El único que faltó fue Guillermo Nielsen, pero las que estuvieron fueron sus ideas, sus propuestas y su conocimiento de la letra chica, elementos claves para renegociar el acuerdo con el Fondo. Algo que ocurrirá inexorablemente, sea quien fuere el próximo presidente de la Nación.

Tanto esta reunión como la que Werner mantuvo con Roberto Lavagna hablan de las dudas que en el FMI tienen en relación con el resultado electoral. Las encuestas que ponen en duda la victoria de Macri también llegan al 700 de la calle 19, en Washington, sede del organismo internacional.

Tanto Fernández como Lavagna fueron muy críticos de los términos del acuerdo con el Fondo. En ambos casos, la respuesta de Werner fue la misma: el plan económico es responsabilidad del Gobierno, algo que sus interlocutores creyeron tan poco como la nada.

Al que tampoco le creyeron mucho los empresarios e inversores en Nueva York fue al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Habló ahí de un triunfo de Macri en primera vuelta que ninguna encuesta pronostica y de una recuperación de la economía que, en muchos casos, es inexistente. "¿De qué país habla?", se preguntaban varios de los que escuchaban al ministro que no sabían si reír o–como es el caso de los que tienen inversiones en el país– llorar.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



lunes, 1 de julio de 2019

¿Cuándo fue que se jodió el socialismo?... @dealgunamanera...

¿Cuándo fue que se jodió el socialismo?... 



Cómo si los socialistas fuéramos Zavalita y el proceso electoral de 2019 la Avenida Tacna, flota en el aire la pregunta que Mario Vargas Llosa plantea en “Conversación en la Catedral”, pero reformulada a nuestra realidad: ¿Cuándo fue que se jodió el socialismo argentino?

© Escrito por Federico Treguer, del Partido Socialista de CABA, el sábado 13/06/2019 y publicado en la Página Oficial del Partido Socialista en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

¿Por qué el progresismo (de aquí en más, sinónimo de socialismo y socialdemocracia) terminó desgranado, vencido por la realidad y diseminado en frentes políticos que lo subordinaron a líderes conservadores o, cuanto menos, de otras extracciones políticas?

¿Cuándo fue que la identidad política que legó legisladores como Alfredo Palacios, militantes como Alicia Moreau y estadistas como Raúl Alfonsín (entendido como líder socialdemócrata) dejó de representar efectivamente a una parte de la ciudadanía? ¿Qué hizo que no se pudiera sostener a nivel nacional una alternativa, siendo que el contexto regional favorecía y daba ejemplos exitosos de acuerdos, tanto en versiones más centristas (la Concertación en Chile) como izquierdistas (el Frente Amplio en Uruguay), e incluso provinciales (el FPCyS de Santa Fe)?

Para dar respuestas, poco sentido tendría hacer una genealogía electoral, o volver sobre el Frepaso o el FAP, o autoflagelarse con ucronías que no son ni serán. La verdad es la realidad y, eminentemente, ésta nos dice que la izquierda democrática argentina no tendrá en 2019 un candidato natural y propio, por primera vez desde que se implementó la Ley Saénz Peña en 1916. Roto, el progresismo argentino concurrirá a las urnas habiendo explotado y con sus restos penando en listas diferentes, sin una brújula ni un destino claro.

Entonces, no solamente los progresistas tenemos que dilucidar cuándo fue que nos jodimos, sino también preguntarnos cómo hacemos para volver a construir un espacio de centroizquierda en el país.

Es un debate que merece (nos merecemos) tiempo y forma. Sin embargo, en el fragor de la batalla, me permito imaginar algunas pautas urgentes que se jodieron y que es necesario poner sobre la mesa para trabajar.

Algunos ejes olvidados que explican el pantano, pero que también nos sirven de línea de flotación, con la esperanza de rehacer un espacio que, sin lugar a dudas, es sano en la democracia argentina.

I-  Nacional y federal: la estrategia 23+1
Ante todo el contexto condiciona y Argentina es un país federal. En ese sentido, sería poco sensato creer que todo el territorio está cruzado por la misma experiencia y el mismo clivaje. Aún al interior de las provincias existen grandes diferencias entre metrópolis y periferias, que hacen muy difícil tener una directiva integral en materia de programas políticos.

En los últimos años, al seno del progresismo no se ha saldado esta discusión. Una de las cosas que más daño han hecho es la imposibilidad de coordinar estrategias nacionales capaces de replicarse a lo largo y a lo ancho de Argentina. La hipótesis es simple: no hay forma de consolidar un espacio progresista si este no está dispuesto a acordar de base estrategias en todos lados.

En 2005, el gobernador de Vermont, Howard Dean, asumió como autoridad máxima del Partido Demócrata en los Estados Unidos. Desde ese lugar, Dean aplicó lo que se conoció como “estrategia de los 50 estados”.

La premisa de Dean era que los demócratas se habían resignado a perder con el Partido Republicano en muchas partes del país, y que eso había resultado en quitarle recursos a esos estados. Eso habría resultado en la configuración de fortalezas republicanas al seno de esos lugares.

Para Dean, era necesario cambiar de manera rotunda esta visión y destinar recursos (económicos, pero sobre todo capital humano) a todas partes. El Partido Demócrata entonces comenzó a fortalecer sus posiciones con un fuerte liderazgo centralizado, que si bien respetaba las realidades territoriales, no dejaba de ser un movimiento nacional con vocación de poder y convicciones claras.

El resultado inmediato fue la victoria en 2008 de Barack Obama con más del 10% (39/365) de sus votos electorales provenientes de Virginia, Indiana y Carolina del Norte, tres estados que no votaban un presidente demócrata desde 1964 (los dos primeros) y 1976 (el último).

Por otro lado, a largo plazo la estrategia de Dean se corporizó también con la irrupción de nuevos cuadros jóvenes al seno del Partido, también en lugares otrora irreductiblemente republicanos, como Beto O’Rourke en Texas o Stacey Abrams en Georgia.

La enseñanza que nos deja esta experiencia es que la construcción de un movimiento progresista capaz de articular distintas realidades nacionales no es una tarea imposible, e incluso es una tarea imperiosa.

Encerrarse en pequeños reductos solamente profundiza la fragilidad del progresismo. Desentenderse de lo que se hace en nombre del progresismo en donde el progresismo no ha hecho pie es un error que sale caro si queremos apuntar a una construcción duradera y con vocación de poder.

El desarrollo de una estrategia nacional y federal, una suerte de “estrategia de 23 provincias y una ciudad autónoma”, es una pieza clave para poder desarrollarnos como espacio político con peso en la realidad. Lograr un equilibrio superador y una coherencia práctica en las alianzas y políticas que se llevan a cabo debe ser una prioridad en la reconstrucción de nuestro espacio.

II- Las demandas del siglo XXI: Las olas verdes y otras más
En un contexto global donde la exageración es masiva, la moderación es revolucionaria. El siglo XXI dista mucho de la máxima que Francis Fukuyama exclamó en el auge neoliberal de los 90’. El fin de la historia y de las ideologías quedó sepultado bajo los escombros de las Torres Gemelas y los fantasmas del pasado volvieron a resurgir con otros nombres y apellidos.

Frente a esta realidad que nos presentan estas dos primeras décadas del nuevo milenio, el progresismo se encuentra aún falto de cintura para dilucidar cuáles son las nuevas demandas que exigen las sociedades y las amenazas que se ciernen sobre ellas. 

¿Por qué es importante descubrirlas?

Porque la vocación de poder solamente se construye dando respuestas efectivas a problemas reales. Es por ello que el progresismo debe reconciliarse con su pertenencia histórica y adaptarla a la realidad actual. 

A modo simple de enumeración, y sin la pretensión de profundizar en cada punto más que con una breve descripción, me parece necesario puntualizar algunos ejes (y sus amenazas) sobre los cuales el progresismo debería comenzar a trabajar de manera consciente y seria.

1. Feminismo:
La irrupción del movimiento de mujeres es la mayor desde el regreso de la democracia en 1983. La experiencia por la legalización del aborto en el país, sumada a las movilizaciones #NiUnaMenos dan a cuenta de una organización de base que pronto barrerá de manera transversal con viejas prácticas. El progresismo no puede quedar inmerso en estas prácticas y deberá asumir sus responsabilidades históricas con las mujeres, poniéndolas al frente de la lucha por sus derechos y comprometiéndose a desterrar todo resabio de machismo.

2. Ambientalismo:
Los movimientos verdes vienen creciendo a pasos agigantados en la agenda global, especialmente en las nuevas generaciones. Ejemplos como el Green New Deal en Estados Unidos o el crecimiento electoral de Die Grünen en Alemania son una muestra de esto. El progresismo no puede quedar divorciado de la pelea por el medio ambiente y por el cambio del paradigma entre desarrollo tecnológico y recursos naturales.

3. El futuro del trabajo y la ética de la ciencia:
Los avances científicos y tecnológicos afectan de manera profunda la forma en la que conocemos al trabajo. Muchas tareas pronto desaparecerán como actividad remunerada y el riesgo de excluir a las no capacitadas crece a medida que pasa el tiempo. Si el progresismo no se ocupa de pensar políticas públicas capaces de articular las demandas de estas personas al borde del camino y las de una industria científico-tecnológica que resulta clave para mejorar sustancialmente la calidad de vida, esa bandera quedará huérfana y el capital, otra vez, se llevará todo puesto.

4. El nuevo capitalismo:
Como bien lo señala Thomas Piketty en su libro El Capital en el Siglo XXI, la desigualdad está en aumento y no parece tener un límite a la vista. Cada vez son menos los que más tienen y nuestro país no es la excepción. Es por eso que los progresistas debemos tener un programa de acción que sea capaz de atacar este tema en todas sus dimensiones. La bandera de la igualdad ha sido un faro histórico y debe seguir siéndolo.

5. La democracia social
Retomando la frase con la que comencé esta sección, el siglo XXI sorprendió con un debate que parecía saldado, y es que el desarrollo sustentable es posible en el marco de una democracia plena, en donde los derechos civiles sean respetados, y principalmente, todos seamos iguales ante la ley. Sin embargo, la aparición de movimientos iliberales en todas partes del mundo, incluso en democracias consolidadas como Brasil, Estados Unidos, Israel o Europa oriental, han echado por tierra la fe que el gran grueso de la población tenía por este paradigma. Es por eso que el progresismo debe reencontrarse con la democracia, aun sabiendo que es un sistema falible, y defenderla como el único sistema capaz de mejorar de manera estructural y duradera la calidad de vida de las personas.

Obviamente, estos cinco puntos, que se entremezclan y se potencian, son mucho más que esa breve descripción y no son los únicos. La idea es entender que una visión integral de los problemas, las demandas y las amenazas es realmente importante si queremos construir un espacio político claro y con peso. No sirven las soluciones mágicas ni las parciales, sino que se trata de repensar el programa del movimiento progresista argentino para el siglo XXI, así como en los albores del siglo XX el Partido Socialista desarrolló sus Programas Máximo y Mínimo que sirvieron de hoja de ruta para la práctica política.

III- La trampa de Sarmiento:
Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte. Cuando Domingo Sarmiento escribió su obra máxima, pensaba en Facundo Quiroga como ese ejemplo de la barbarie, decretando para siempre en las clases dominantes la existencia de un mal mayor, emisario del atraso y causante de la miseria.

Enfundados en una tradición liberal, el socialismo criollo y el progresismo posterior se paró en una incómoda posición respecto a esos movimientos que lograron, mejor que el propio progresismo, representar irrupciones potentes en la realidad argentina.

Sea Hipólito Yrigoyen, Juan Perón o Cristina Fernández, el progresismo nunca ha podido construir una oposición a esos proyectos heterogéneos sin caer en la trampa magistral de Sarmiento, la trampa de la distancia insalvable, Civilización o Barbarie, nosotros o ellos.

Los procesos políticos mencionados no fueron, de ninguna manera, procesos progresistas en su propuesta y práctica. A pesar de ello, no se les puede negar su legado inclusivo y de ampliación de derechos. La deuda histórica del progresismo en este campo es clara, y peor aún, repetitiva.

El gran desafío de la izquierda democrática es poder superar la trampa sarmientina. Se trata de ser capaces de no quedar atrapados en polos totalizantes, inmovilizados por un tironeo entre élites. La construcción de un polo progresista en Argentina debe necesariamente abrevar de las distintas identidades políticas que han poblado la nación, como así de la sociedad civil y los movimientos de derechos humanos.

Superar la trampa sarmientina implica el reconocimiento y la reconciliación con un pasado que debe servir de recordatorio pero no de lastre. El progresismo no puede volver a caer en ese pantano que divide la sociedad en dos mitades irreconciliables y solamente le ha traído miseria a Argentina.

La centroizquierda que debemos construir debe aspirar a posicionarse como alternativa independiente de cualquier tipo de remake futuro de la película que viene proyectándose desde 1820 en todos los cines de las Provincias Unidas.

IV- La pertenencia: tenemos símbolos y modelos
El progresismo tiene una ventaja fundamental, y es que tiene a dónde mirar. Desde políticas públicas hasta ideas comunicativas, existen sobrados ejemplos en Argentina y alrededor del mundo para ejemplificar. El progresismo debe nuevamente revalorizar estas experiencias y estos símbolos si quiere cohesionar a sus adherentes.
No estamos diciendo nada nuevo si decimos que todo movimiento político necesita construir su propia historia, su relato. El progresismo argentino, en los últimos años, ha escondido a veces esa pertenencia histórica global, o peor aún, directamente ignorado.

No se trata solamente de Alfredo Palacios, Alicia Moreau o Raúl Alfonsín, mencionados previamente, sino también de modelos teóricos y prácticos existentes y exitosos alrededor del mundo. Un progresista debe reconocerse en las múltiples luchas que se han desarrollado alrededor del mundo, en América Latina y en nuestro país.

De la nada, nada viene, y por esa razón el progresismo debe volver a abrazar sin complejos su historia y su presente.

A modo de punteo, retomo algunos ejemplos claros que sirven de guía para repensar esta identidad progresista.

1. Santa Fe:
Los gobiernos encabezados por el Partido Socialista en Rosario y Santa Fe han sido modelo en salud pública, acceso libre a la cultura y educación.

Tenemos experiencia de gestión en una de las provincias más importantes del país, una que tiene ciudades importantes y un sector agrícola extremadamente preponderante. Sabemos qué significa gobernar y gestionar. Se han llevado a cabo importantísimos programas de inclusión que deberían ser estudiados y defendidos por todo militante progresista.

2. Movimiento de derechos humanos en Argentina:
Alfredo Bravo y Alicia Moreau, entre otras importantes figuras, fueron miembros fundadores de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos en nuestro país. No podemos divorciar al progresismo de la defensa irrestricta de los derechos humanos y debemos recomponer esta relación con los movimientos de derechos humanos.

3. Modelos de Estado de Bienestar Nórdicos:
Fuera de todo cliché, las experiencias de las socialdemocracias de Europa del Norte están repletas de políticas públicas que todo progresista debería conocer. Entre los ejemplos, están la educación finlandesa, 100% estatal y prioritaria; la soberanía que construyó Noruega sobre sus recursos naturales y cómo se puso al servicio de la población las ganancias; y el sistema impositivo progresivo que utiliza Suecia, entre otras cosas.

4. Experiencias rupturistas en la tradición progresista:
Así como el siglo XXI consigo nuevos formatos a la derecha, también produjo importantes novedades en el campo izquierdista occidental. Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez en Estados Unidos, Sadiq Khan y Jeremy Corbyn en el laborismo británico, la reconversión y la llegada al poder del socialismo en la península ibérica son algunos hitos progresistas en el mundo que dan cuenta de la posibilidad de construcciones atractivas al seno del progresismo.

5. Uruguay y Chile:
Como dije en la introducción, nuestros países vecinos también han sabido construir bloques de poder progresistas exitosos y coherentes. Las experiencias del Frente Amplio en Uruguay, que cumplirá 15 años al mando, o la Concertación (hoy Nueva Mayoría) en Chile con los gobiernos liderados por Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en dos oportunidades son construcciones de las que se pueden aprender muchas cosas.

Todas estas experiencias, y muchas más que quedan injustamente fuera del punteo nos dicen que existe de donde aferrarse. Se trata de dar el debate y tomar lo que sirve para poder poner sobre la mesa qué tipo de progresismo queremos en Argentina y cómo construirlo.
La falta de identidad y simbología (¿Cuántos socialistas conocen la letra de La Internacional?) ha vaciado de contenido y de épica al progresismo. Recuperar el orgullo progresista es otra de las tareas que debemos emprender en este camino.

V- Conclusión
El socialismo se jodió en Argentina. Se jodió cuando no desarrolló una estrategia nacional coherente de La Quiaca a Ushuaia, se jodió cuando no supo desarrollar propuestas para responder las nuevas demandas, se jodió cuando se dejó arrastrar por la trampa sarmientina y se jodió cuando se olvidó de su pertenencia histórica y abdicó de sus símbolos.

Este documento no tiene otro fin que el de ser un disparador para reconstruir el espacio socialista democrático y popular en Argentina. Un espacio plural con vocación de poder, pero con convicciones férreas. No tiene pretensiones iluministas ni vanguardistas. Su única pretensión es servir a un fin mayor, que es el de la articulación y la organización de un progresismo pujante que tenga el lugar que nunca llegó a consolidar en la sociedad argentina.

Vivimos en un país que fue sistemáticamente rapiñado por su clase dirigente. Un país con una desigualdad que quema y duele, que ha perdido oportunidades y que se ha enfrascado en encendidas y vanas discusiones que han quitado el foco de la gente que necesita respuestas para sus problemas cotidianos. Un país con una pobreza estructural y una decadencia que se ha sostenido por décadas. 

Creo que el progresismo tiene y puede crecer por el bien de la Argentina.

El esfuerzo vale la pena y la militancia tiene su razón de ser, a pesar de un contexto difícil y de una realidad que asfixia. Nadie dice que esto es fácil, ni que será placentero. Ocupará tiempo, debates, cafés y voluntad. Serán tiempos de intemperie y llano, de recomposición y reconstrucción.

Si abrí este documento con Vargas Llosa, bien puedo cerrarlo con Gabriel García Márquez. En 2013, el gran prosista latinoamericano escribió en una carta una definición que bien podría caberle al socialismo en su totalidad. Así, ser socialista es saber que una persona “sólo tiene derecho a mirar a otra hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”.

Es tiempo de mirarnos y ayudar a levantarnos.





domingo, 30 de junio de 2019

Partido Socialista - “Declaración de Rosario”... @dealgunamanera...

Desde hoy, un solo socialismo... 


Es oficial: después de 44 años de división, democráticos y populares firmaron ayer el pacto que recreará un único Partido Socialista. Se compartirá la conducción. Alianza con el ARI.

© Escrito por José Maggi, corresponsal de la Ciudad de Rosario, el sábado 29/06/2002 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La voluntad de los socialistas de fusionarse en una sola entidad política quedó oficializada ayer en esta ciudad, donde las conducciones nacionales del socialismo democrático y el socialismo popular firmaron un acta de unidad que rompió con 44 años de distanciamiento entre ambas agrupaciones. Alfredo Bravo, referente máximo del PSD, fijó como objetivo “trabajar para construir modelos más justos, más humanos y solidarios, como una cuestión de vocación y sensibilidad. Para eso tenemos en la honestidad nuestra herramienta más valiosa”.

La jornada había comenzado por la mañana con un seminario y culminó con un multitudinario acto en un club céntrico. Hablaron Bravo y Rubén Giustiniani, por el Partido Socialista Popular (PSP). “Venimos a conformar junto al ARI una gran polo de centroizquierda que llegue al gobierno para cambiar esta realidad”, dijo, y prometió que éste será “un partido fuerte, popular y democrático”. El intendente de Rosario, Hermes Binner, como anfitrión, remarcó que “no quería hablar de candidaturas”. Pero por lo bajo un veterano diputado socialista lo ubicó como “el mejor candidato” para pelear la gobernación de Santa Fe por la flamante coalición. El acto contó con la adhesión de Carrió y tuvo un emotivo cierre con la actuación de Susana Rinaldi. 

El acto en el Sportivo América reunió una multitud para asistir a la firma del acta de unificación de las conducciones nacionales, paso previo en la fusión de ambos socialismos en un único Partido Socialista. Además de Bravo y Giustiniani, estuvieron presentes dirigentes y militantes de todo el país y referentes del socialismo de Brasil, Uruguay, Chile y Paraguay. La “Declaración de Rosario” promete convertir al nuevo partido “en la avanzada de una gran coalición para transformarse en una herramienta capaz de encarnar una alternativa de poder y llevar adelante el cambio que la sociedad argentina nos está demandando”. 

El acta de unificación resuelve, en el 106º aniversario de la fundación del Partido Socialista, la conformación de una única conducción nacional, constituida por un consejo nacional de 32 miembros. El consejo será presidido por los secretarios generales Bravo y Giustiniani y por una mesa ejecutiva nacional de 12 miembros. También acuerda la realización del Congreso de Refundación del Partido Socialista de la Argentina antes del próximo 31 de diciembre. Como garantes, firmaron el senador Ricardo Núñez, del Partido Socialista de Chile, el senador Reinaldo Gargano, del Partido Socialista de Uruguay, el prefecto Elio Alfredo Pieta, del PT de Brasil y Carlos Fillizola, presidente de País Solidario de Paraguay. 

Bravo remarcó que “desde su origen el socialismo tuvo una razón de ser: enfrentar las injusticias que producen sistemas políticos y económicos pensados para bien de unos pocos, y trabajar para construir modelos más justos, más humanos, solidarios. Esta es una razón de ser que es una cuestión de vocación y sensibilidad. Para eso tenemos en la honestidad nuestra herramienta más valiosa”. En tanto, Giustiniani confió que la nueva fuerza pretende ser “un canal de participación de los trabajadores, de los desocupados, de las asambleas y de tanta gente que mira la política con desconfianza ante la crisis de representatividad de la política tradicional. Nos unimos para aportar lo más importante que tenemos como historia, presente y futuro: honestidad y lucha por la igualdad”.

Hablando del ARI, Bravo echó mano a la figura de un noviazgo para explicar la nueva coalición. “Somos como los novios que se dan el primer beso, ahora vamos a ver si la novia se muestra esquiva, y entonces tendremos que darnos otra estrategia.” Los socialistas se ocuparon en remarcar que sólo fue por un “desencuentro” que no se encontraron con Carrió el jueves, cuando llegó a Rosario a inaugurar un local partidario. Pero los discursos deberán ser revisados por la nueva coalición. Bravo dijo ayer que “nos sentiríamos defraudados si deciden que sea ése el candidato a presidente del justicialismo. Ese hombre no puede caminar tranquilo por la calle sin que lo escrachen”.

Paradójicamente Carrió, había dicho el jueves que no creía que Carlos Reutemann se presentara en las internas del justicialismo. Y ubicó a Carlos Menem como a quien deberá enfrentar en las elecciones.



“Necesitamos una escuela para los últimos, no para los buenos”, dice Francesco Tonucci… @dealgunamanera...

“Necesitamos una escuela para los últimos, no para los buenos”, dice Francesco Tonucci…

Francesco Tonucci. Fotografía: Santiago Mazzarovich

El pedagogo italiano explicó, en entrevista con la diaria, por qué invita a las escuelas a abandonar los deberes.

© Escrito por Cecilia Álvarez el jueves 25/08/2019 y publicado por La Diaria Educación, de la Ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay.

Francesco Tonucci: La asamblea de los niños. 
Video de #Aprendamosjuntos del BBVA

Francesco Tonucci, maestro, pedagogo, ilustrador y creador del programa La ciudad de los niños, estuvo esta semana en Montevideo. Llenó una sala para 1.000 personas con la conferencia “Los niños y niñas piensan de otra manera”, tuvo encuentros con jerarcas de la Intendencia de Montevideo para promover la aplicación de su proyecto en Montevideo y participó en la primera sesión del año del Parlamento de Niñas, Niños y Adolescentes, el martes. En entrevista con la diaria, profundizó algunas de las ideas que manejó en su conferencia, por ejemplo, fundamentando por qué las escuelas no deberían mandar más deberes, y por qué los alumnos no son buenos o malos, sino que la que debe ser buena es la escuela.

La città dei bambini es un proyecto sobre autonomía y tiempo libre que, al comienzo de su conferencia del lunes, graficó con ejemplos como el de este video: ladiaria.com.uy/UTe. El italiano llama a las familias y a las ciudades a trabajar “para que los niños puedan volver a vivir la calle” y a ponerse “del lado de los niños y en contra de los autos”.

Has dicho que la escuela ya no tiene que enseñar las cosas. ¿Cuál es su rol hoy?

Te refieres a una polémica que salió en La Nación hace unos años, sobre una frase que decía que la escuela no debería preocuparse tanto de enseñar, que lo hacen mejor otros instrumentos, y que yo esperaba de la escuela cosas más importantes. Sigo pensando que todo lo que es aprendizaje, en el sentido más corriente, en referencia a información, hoy en día los niños lo reciben por todos los medios, con lo que perderse demasiado en esto no vale la pena.

Yo de la escuela espero algunas cosas básicas, mucho más importantes. Una, lo que decía en la conferencia: que ayude a todos los niños y niñas a descubrir su vocación, de manera que se pueda cumplir con la ley, que la escuela sea el lugar donde se desarrollan las potencialidades y las capacidades de cada uno de los alumnos hasta el máximo nivel posible. Esto dice el artículo 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que es ley nacional en Uruguay desde 1990. Uno de los papeles fundamentales de la escuela es ayudar a los alumnos a descubrir su vocación y desarrollarla al máximo nivel posible. Esto debería tener como consecuencia que los niños lleguen a ser muy capaces en lo suyo. Yo creo que si permitimos a cada uno a desarrollar lo que Gabriel García Márquez llamaba su “juguete preferido”, también tendrá ganas de recuperar lo que le falta.

Yo no pienso en una escuela donde una persona que tiene una vocación por el canto o para la artesanía debe desarrollar sólo eso y nada más. Así como lo pienso para los matemáticos y para los que tienen una vocación literaria, me gustaría que desarrollaran también el canto, la manualidad, el dibujo y el arte. Espero que los que tienen una capacidad manual, musical o artística también puedan recuperar una parte de estas competencias, literaria y matemática, que seguro son muy útiles en la vida, pero reconociendo su competencia principal, por lo que los alumnos deberían ser buenos porque tienen algo de especial. Uno es bueno porque tiene una manualidad muy alta, otro porque tiene una capacidad matemática muy alta... y cada uno puede ser el mejor. Esa es la idea.

La segunda cosa que me parece importante, especialmente hoy en día, cuando la tecnología invita a los niños a vivir solos –hay estudios que muestran que están bajando todos los aspectos de encuentros y de amistades–, es que la escuela tiene un papel muy importante en todo lo que puede considerarse social, por ejemplo, el trabajo de grupo. La escuela no puede seguir diciendo que no se puede copiar, que cada uno a lo suyo... Al contrario, debería favorecer el trabajo grupal. A mí me gusta mucho el texto colectivo, escribir juntos. Cada uno escribe una frase, después se eligen las mejores y se juntan hasta formar un texto que al final no es de nadie porque es de todos. Tampoco pienso que es la única forma de desarrollar la escritura, pero es una, y junto a la individual sería interesante desarrollar también esto.

Por último, diría que la escuela, como su papel de fondo, tiene que ser capaz de aprobar. Un maestro italiano al que quise mucho, Mario Lodi, que falleció hace pocos años, en una carta que escribió a los padres después de una semana de escuela, decía: “Conocía a vuestros hijos, todos tienen una inteligencia normal, con todas las diversidades debidas a las distintas experiencias, con lo cual, desde ahora, puedo decir que todos ya aprobaron quinto de primaria, con el seguimiento de los conocimientos mínimos que proponen los programas”. 

Era la primera semana de primer año de primaria. “Y si esto no ocurre, la culpa será del maestro y de la escuela”. Me parece que eso es un buen maestro y da una buena definición de la escuela: la escuela tiene que aprobar, pero no porque son buenos los alumnos, sino porque es buena la escuela. Necesitamos una escuela para los últimos, no para los buenos. [El educador italiano Lorenzo] Milani decía muchas veces: “La escuela parece un hospital para sanos, que rechaza los enfermos”.

¿Por qué todas las escuelas deberían tener un consejo de participación de estudiantes?

Por lo menos por dos razones de fondo. Una, porque lo dice la ley, con lo cual la escuela que no lo tiene es una escuela ilegal. Si la Convención es una ley, el artículo 12 dice que los niños tienen derecho a ser escuchados y a expresar su opinión cuando se toman decisiones que los afectan...

La segunda es que la escuela se beneficiaría mucho de la participación de los niños, que puedan asumir la escuela como su escuela y, con eso, preocuparse por que funcione mejor que como funciona. Que los niños están contentos dentro de la escuela, identificar las razones por las cual no lo están y, posiblemente, en acuerdo con el director de la escuela, superar estas cosas que no funcionan. La escuela debería desear esto con toda su alma, porque es una manera de acercar a los niños, por eso no se entiende por qué no hacerlo. Claro, esto rompe un esquema mental que quiere que los niños escuchen y no que sean escuchados. En la escuela los niños están sentados, callados, escuchando lo que hablan los maestros. Esta propuesta da vuelta esto: dice que vale la pena escucharlos.

Dije que iba a decir dos razones, pero digo tres. Por último, los niños tienen algo para decir. Los niños llevan consigo una vida. Cuando empiezan la escuela, con seis años, saben cosas, y cada uno sabe de forma distinta, con lo cual para un maestro escuchar a los niños es algo imprescindible, porque de lo contrario no sabe qué proponer. ¿Cómo puede empezar a proponer si no sabe cómo están sus alumnos? La única manera de hacerlo es pensar que los alumnos llegan con un nivel cero, pero eso es falso. Si están todos a nivel cero yo puedo empezar, que me escuchen, que aprendan, y después medir cuánto han aprendido. Todo esto es una manera de pensar que no tiene ninguna relación con la realidad. Los niños son distintos, los niños saben; nosotros no sabemos lo que saben, por lo cual si queremos evaluarlos tenemos que conocer el punto de partida.

En tiempos en que se multiplican las escuelas de doble horario o en que los niños tienen muchas actividades extracurriculares, además de ir a la escuela, enfatizás en la importancia del tiempo libre y del juego en el proceso de aprendizaje. ¿Por qué?

Creo que la escuela debería estar muy interesada en que sus alumnos vivan el tiempo libre fuera de casa, con los amigos, teniendo experiencias que les gusten, porque en una experiencia que viven con gusto, con interés, seguro van a ocurrir cosas, algún descubrimiento, alguna sorpresa; cosas que encienden curiosidades. Eso es material bueno para la escuela. Cuando el maestro y pedagogo francés Célestin Freinet proponía el texto libre, proponía una técnica escolar muy particular: si cuando estáis fuera de la escuela os ocurre algo de interesante y que pensáis que puede ser interesante para vuestros compañeros –primera condición–, si queréis –no es obligatorio, al contrario–, podéis escribirlo brevemente y llevarlo a la escuela. 

Luego, cuando llegamos a la escuela vamos a leer los textos libres que llegaron, y después se abre un debate, se hace una selección y se imprime el texto libre elegido, para ponerlo en el periódico escolar. Repito: la escuela debería estar interesada en que los niños puedan llevar algo. Hoy en día esto no es posible, porque lo que hacen fuera de la escuela es tan aburrido y tan controlado por los adultos que no tiene nada que pueda ser interesante.

El segundo aspecto es un análisis pedagógico. Los deberes, que normalmente ocupan el tiempo de la tarde, así como las actividades, desde mi punto de vista no tienen ningún interés pedagógico. No consiguen tener los resultados que presumen; normalmente se justifican diciendo que son para ayudar a los más débiles, que haciendo ejercicios recuperan. El tema es que los más débiles casi siempre tienen familias muy débiles, en particular culturalmente, que no pueden ayudarlos. 

Muchas veces los padres y las madres de estos niños saben menos que sus hijos, que saben ya poco, con lo cual son niños que vuelven a casa, no encuentran a nadie que pueda ayudarlos y no hacen los deberes o, si los hacen, los hacen mal. Por el contrario, es más probable que los niños que los necesitan menos tengan padres preocupados, atentos, que los ayudan. Con esto, al día siguiente, la diferencia entre esos dos niños es un poco mayor. Entonces, de esta manera no se consiguen lo que se presume, sino que se consigue el resultado opuesto.

Con esto no quiero decir que no hay que hacer ejercicios ni profundizar, digo solamente que si lo necesitan algunos alumnos, o todos, la escuela tiene que hacerlo en su horario, bajo la garantía de los maestros que, tenemos que reconocerlo, son responsables de esta laguna. Si un niño no aprendió, es porque el maestro no ha sabido enseñarle. Después podemos examinar todas las justificaciones, pero es así. El que enseña es el maestro; si los alumnos no aprenden, el maestro de alguna manera no ha conseguido llegar a su objetivo.

Esa afirmación es bastante confrontativa con los maestros.

Es la frase de Lodi que cité antes: “Si esto no ocurre, la culpa será del maestro”. Un padre me paró un día, me mostró el cuaderno de su hija, que estaba en primer año de primaria, y me dijo: “Mira, la niña cuando escribe se equivoca siempre entre b y v”. “Tenéis que hacer ejercicios”. “Yo a mi hija le enseñé a hablar, y cuando habla no se equivoca nunca. A escribir le enseñó el maestro. ¿Por qué soy yo el que tiene que hacer ejercicios?”.

¿Cómo conciliar la importancia del tiempo libre y del juego entre los niños con los tiempos familiares, con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo? Muchas veces los padres no tienen opciones a enviar por varias horas a sus hijos a la escuela.

Aquí debe intervenir la ciudad. Creo que las familias pueden hacer bastante reconociendo a los niños la capacidad de hacer cosas que hoy se consideran imposibles y que para los mismos padres fueron normales: salir, ir a la escuela, por la tarde juntarse con amigos, hacer tonterías. Esto lo hemos hecho; no se entiende por qué los niños de hoy no pueden hacerlo, pero claro, creo que tenemos que asumir este problema como problema social, como problema político. Si yo fuera responsable de una ciudad, trabajaría muchísimo para que los niños puedan volver a vivir la calle, porque estoy convencido de que es la manera más tranquila, más fácil y más barata de conseguir seguridad urbana, de devolver a los niños una necesidad que tienen y de obligarnos, a nosotros los adultos, a modificar un poco nuestra manera de actuar. 

Se trata de proponer y obligar a los adultos a optar entre autos y niños, que es una cosa con la que todo el mundo va a estar de acuerdo, pero cuando vamos a los puntos críticos la gente se queja si se le impide llegar a la puerta de la escuela, se queja si se reduce la calzada para favorecer el paseo... De hecho, se queja cuando nos ponemos del lado de los niños y en contra de los autos. Yo tengo una viñeta de una niña que piensa: “Me gustaría mucho que mi padre me quisiera como quiera a su auto”. Es muy triste, pero creo que tiene algo de verdadero.