La RN 40, creada en 1935, une de sur a norte once provincias de tres regiones del país. Patagonia: Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquén. Cuyo: Mendoza, San Juan y La Rioja. Norte: Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy.
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Estos elementos bloqueadores del erotismo pueden llegar a ser severos y entonces se instalan las disfunciones sexuales. Es decir, los problemas persistentes que alteran de modo negativo el deseo, la excitación o el orgasmo o la eyaculación. Entonces viene el sufrimiento y se tiene que recurrir al sexólogo. No es que no queramos que vengáis a consulta, pero preferimos que disfrutéis y os encontréis bien, nosotros seguiremos trabajando en información, educación y orientación sexual, para prevenir estos problemas.
© Publicado por el Diario El Mundo de Madrid, España, el domingo 26 de Febrero de 2006.Ejemplo de solidaridad con los más necesitados y elegida "mujer del año" en 1997 por la obra que construyó en el barrio de Mataderos. "Una cosa es hablar del hambre y otra cosa es sentirlo", era una de sus frases de cabecera.
Mónica nació en Parque Patricios. Después de la muerte de su padre, cuando tenía nueve años, vivió en la calle y luego ella y sus once hermanos ingresaron en internados y diferentes institutos de menores, de donde se escapó.
Tras pasar varios años a la intemperie, se casó y fundó su propia casa - comedor "Los Carasucias", donde a diario comen 2.500 familias y reciben refuerzos alimentarios más de 1.500 chicos desnutridos y enfermos de Sida, diabéticos, tuberculosis y otras enfermedades.
Madraza. "Ella era una persona especial, luchó mucho de chica en la calle", afirmó a TN su hijo Roberto. "Hoy antes de las 5 am me dijo: 'Negrito, quedate con los chicos, dale para adelanté'", recordó. Sus últimas palabras fueron sobre los chicos del comedor, a los que ayudo como una "madraza".
Pero su lucha diaria no pudo contra el cáncer. "Ella pensó que podía ganarle", esgrimió emocionado su hijo, que la definió como "el alma" de la fundación y una madré "única".
© Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el lunes 28 de Diciembre de 2009Escondido en algún lugar de la luna, con una sonrisa cómplice, Juan dibuja dinosaurios montados sobre nubes espesas y brillantes que luego soltará, para regocijo de Gabriel, sobre los cielos de cálidos atardeceres de Parera, un apacible pueblito rural de 1800 habitantes en el norte pampeano, 200 kilómetros al norte de la capital provincial.
No hay atardecer en Parera en que Gabriel no levante su cabeza rapada y morena para clavar sus ojos en los dinosaurios. Y ahí se quedará, extasiado como en el mejor de los cuentos, para descubrirlos, para gritarle a Juan, su papá del corazón, "ahí va uno, ahí va otro..." Juan no lo escucha. Está escondido en algún lugar de la luna. Pero Gabriel lo ve. Dice que es el único que puede verlo. Y cuando dice que no lo ve en la luna, de tan bien escondido que está, lo presiente en la casa: "Hay olor a papá", le susurra al oído a Nelly, de 50 años, empleada doméstica, su mamá del corazón.
Como todos los ocasos de abril, el sol cae lento como un telón viejo sobre el pueblo, que no entrega más sonidos que el traqueteo de un carro viejo, el canto triste de un cardenal enjaulado, las campanadas de las seis sonando como a trueno en medio de un silencio de misa, y poco más que eso. Sobre las calles de tierra del barrio de Nelly, tibios ventarrones arremolinan hojas de acacias y de paraísos, las levantan como si nada y las arrastran en una burbuja de polvo gris hasta perderse pocos metros más adelante. Por ahí, despreocupado, anda Gabriel, ajeno a lo que está por suceder.
Ese día, el Juzgado del Menor y la Familia de General Pico, La Pampa, a cargo del doctor Luis Alberto García, les notificará a Juan y a Nelly Becerra de Biocca -familia inscripta en el Plan Nacional de Familias Sustitutas- que Gabriel, en el momento de sólo 4 años, va a ser entregado en adopción a una familia de Miguel Cané, un pueblo vecino de Parera, y que en el transcurso de un mes y medio los Biocca deberán cumplir con esa resolución.
Gabriel nació en Ingeniero Luiggi, La Pampa, el 16 de abril de 2001. Dos meses más tarde fue internado de urgencia en el hospital de General Pico. Había ingresado con signos de mala alimentación, con una costilla fracturada y un pulmón perforado por causa de esa costilla rota. El diagnóstico indicaba un fuerte golpe, como un puñetazo en el centro del pecho o aplastamiento con las manos. Inmediatamente de conocido el episodio, sus padres, que vivían en Ingeniero Luiggi, un pueblo vecino de Parera, fueron detenidos y procesados por maltrato. La causa, caratulada como "lesiones graves", recayó en el juzgado del doctor García.
No obstante las evidencias -tantas, que luego, tras un proceso de dos años, alcanzarían para quitarles a los padres biológicos la patria potestad-, en octubre de 2002 el Juzgado Penal 2 los sobreseyó por falta de pruebas y cerró el caso. Los padres biológicos de Gabriel, sin embargo, nunca apelaron aquel fallo para que se les restituyera la patria potestad. Y jamás volvieron a ver a su hijo.
Diez meses antes, el 22 agosto de 2001, mientras se sustanciaba el juicio a los padres biológicos, el juez García había entregado a Gabriel al cuidado temporario del matrimonio Biocca. Gabriel tenía apenas cuatro meses, "era un sol, pero también un Cristo roto", y Juan y Nelly Biocca conocían las reglas: la tenencia del niño por parte de una familia sustituta no debía extenderse más allá de seis meses. Pasado ese tiempo, Gabriel tenía que ser dado en adopción a otra familia. Pero fue la propia Justicia, con su lentitud, la que se encargó de transformar en pesadilla los sueños de una criatura que ya empezaba a conocer el significado de las palabras "papá", "mamá", "hermanos", "familia". Así, los meses se hicieron años: cinco. Lo recibieron de bebe, y el tiempo lo convirtió en parte de la familia. Para todo Parera, Gabriel era un hijo más de los Biocca, aunque nunca se le ocultaron ni su origen ni la identidad de sus padres biológicos.
Aquel 22 de abril de 2005 fue el peor día en la vida de la familia Biocca. Un mazazo a la esperanza. Y un golpe mortal: Juan Biocca, que arrastraba desde hacía mucho tiempo alteraciones renales y respiratorias, empeoró su cuadro producto de la profunda depresión en la que había caído después de recibir la notificación del juzgado. Internado en la Clínica Santa Teresita, de Realicó, pasó doce días en terapia intensiva, en coma farmacológico y con asistencia respiratoria mecánica hasta su muerte, ocurrida una fría mañana del sábado 28 de mayo.
Un mes después de su muerte, Nelly iniciaba los trámites de adopción.
Cuentan en Parera que a Juan Biocca, que tenía apenas 53 años y era cantinero del Club Agrario, no le cabía el corazón en el pecho de tan grande que lo tenía. Pura bondad, pura honestidad, puro sacrificio. Un hombre de una sensibilidad extrema que sobrellevaba, como podía, la cruz de la obesidad. Nelly, y todo Parera, nunca dudaron de que Juan murió de tristeza. Tiempo después, en marzo de 2006, cuando Nelly había logrado la preadopción de Gabriel, le comentó a este cronista que su marido había muerto sin saber que el juez les había otorgado ese beneficio. Lo dijo con voz ahogada, mientras una montaña de ropa que cubría casi la mitad de la mesa de la cocina esperaba el paso lento de la vieja plancha a carbón que todavía no se había calentado lo suficiente.
La historia de Gabriel es un doloroso capítulo dentro de la vulnerable política de adopción que rige en la Argentina. Como otros miles de niños, Gabriel fue una víctima más del maltrato, el abandono y el desamor. Y por mucho tiempo, además, víctima de la negligencia y la desatención del Estado. Pero hoy es, también, ejemplo de lucha: la de él, por querer vivir; la de una familia, por haberle abierto los brazos y el corazón y acogerlo como un hijo más, y la de todo un pueblo, por haberse encolumnado detrás de una causa que trascendió, incluso, las fronteras del país.
"Al Gaby le fascinan los dinosaurios; por eso, Juan siempre le dibujaba dinosaurios. Todavía hoy, cada tanto, el Gaby sigue buscando dinosaurios en las nubes. Cuando era más chiquito y decía que lo veía al padre en la luna, lo decía tan seguro, tan convencido, tan emocionado que... hasta a mí también me daban ganas de levantar la cabeza -dirá Nelly, o la Neyi , como la conocen en el pueblo, con pudorosa vergüenza-. Y cuando decía que había olor a papá, es porque uno de mis hijos usaba el mismo perfume que Juan. Ese es nuestro Gabriel, el Gaby del pueblo, porque acá en el pueblo todos se sienten hermanos o tíos o abuelos del Gaby. Lástima... la pena profunda que tengo y que me estruja el corazón es que ya no está Juan para disfrutarlo."
En la Argentina hay 167 Pequeños Hogares y 95 Amas Externas (el folklore popular las llama "madres sustitutas") que tienen a menores a su cuidado y dependen del Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia. Pequeños Hogares y Amas Externas son programas creados por el Consejo para reducir al mínimo la institucionalización de los chicos abandonados o imposibilitados de reinsertarse en sus familias biológicas. Son niños que, una vez concluida la evaluación de los Juzgados de Menores, quedan en condiciones de ser entregados en adopción. Algunas cifras no oficiales indican que unas 3000 personas están registradas para adoptar en la Argentina. Actualmente, sólo en la provincia de La Pampa hay 320 chicos en guarda estatal, pero sólo se registran dos adopciones por año.
Nelly continúa con sus recuerdos: "Todo lo que siguió a la notificación del juez de que nos podían quitar a Gabriel para entregarlo a otra familia, en abril de 2005, fue tremendo, terrible... -suspira-. Ya a la semana yo veía que Juan se levantaba llorando, que comía llorando, que iba a trabajar llorando... A partir de esa noticia, se deprimió de tal forma que nunca lograría recuperarse. Llegó a tener 28 de presión. Es que para él Gaby era... todo... y yo lo veía cada vez peor. Gaby le decía todo el tiempo: «Papi, me cortás pan... papi, me das agua... papi, vamos a jugar... papi, me dibujás un dinosaurio grande...» Juan llegaba del trabajo, del campo o del Club Agrario, y Gaby lo esperaba en la puerta de casa. Así era. Todos los días igual. Juan siempre tenía tiempo para estar con él. Y a mí me decía en voz muy baja, con sus ojitos negros llenos de lágrimas, que nunca terminaban de caer para que el Gaby no se diera cuenta: «Me parece que lo perdemos». El pueblo empezó a movilizarse. Yo quería encontrarle otra vuelta, pero solos no podíamos hacer nada. El juez iba con todo el peso de la ley, pero después de casi 5 años, era una injusticia..."
Y Parera, en el mismo momento en que se preparaba para la inauguración del Festival Folklórico de Otoño -el acontecimiento más esperado del año- tuvo su "cabildo abierto". Las primeras reuniones se hicieron en la casa de los Biocca. Pero no fue Nelly la que salió a la calle a buscar apoyo. Fueron sus vecinos, de a uno, quienes empezaron a llamar a su puerta para decirle: "Neyi, estamos con vos para lo que necesités". Allí estaban los vecinos más cercanos: Gladys Mirco, Leticia Cometto, Norma Márquez, Olga Dosio y Mariela Lecitra. "La idea de marchar fue siempre la misma: velar por los derechos del niño... por el interés superior del niño", dicen las vecinas. Y a las marchas de mayo, que fueron seis, siguieron los petitorios al juez, y las firmas: 800, en una población de 1800 personas. Y se pusieron a pintar carteles (Parera grita en silencio Gaby no se va; La justicia lenta no es justicia; Señor juez: en este pueblo hay muchos chicos pero no sobra ninguno).
Y el párroco del pueblo montó en su bicicleta y se llegó hasta a la casa de Nelly. Y también el intendente, que fue caminando. Y el presidente del Concejo Deliberante de Parera, que acompañó la marcha del intendente. Y Rina Jurado, "la voz de Parera", cantó en el Festival de Otoño El hijo de todos, la zamba que Gaspar Montes, otro vecino de Nelly, le dedicó a Gabriel. Algo así como el himno de Parera: Niño no llores desconsolado,/ la ley del hombre causa dolor;/ los que legislan han olvidado/ ese derecho que da el amor./ Niño no llores, sigue soñando/ con ser un día zapateador./ De allá del cielo te están cuidando/ y todo un pueblo vela por vos./ Y le pedimos al ser divino/ que las tristezas no vuelvan más,/ hijo de todos ya te sentimos,/ junto a nosotros siempre estarás./ Niño sonríe, calla tu llanto/ vive la vida y sé feliz./ No dejaremos que tú te vayas,/ los que te aman están aquí..."
Exactamente un año después, el 5 de abril de 2006, empujado por las circunstancias y por la presión de todo un pueblo, el juez volvió sobre sus pasos y le concedió a la familia Biocca la guarda preadoptiva por la que habían luchado desde que Gabriel entró en sus vidas.
Nelly no estaba equivocada al plantear sus dudas. De no haber sido por la callada lucha de los Biocca y por esa toma de conciencia de los habitantes de un pueblo perdido en la llanura pampeana, Gabriel, hoy, podría ser un niño de la calle, o institucionalizado, o desaparecido, o explotado sexualmente, o esclavizado, o desarraigado, o adoptado ilegalmente (sólo el 25% de las adopciones comienza de forma legal). O muerto.
Nada de eso ha sucedido esta vez. Fueron 9 los años que se tomó la Justicia para resolver su destino, que concluyó con la adopción definitiva, a favor de Nelly Becerra de Biocca, el 22 de junio de 2008.
Gabriel cursa tercer grado de la escuela primaria de Parera. Su mamá dice que no perdió la costumbre de buscar dinosaurios en el cielo, y que a veces se pone medio triste porque ha empezado a olvidar cómo era la voz de Juan, su papá del corazón.
© Escrito por Jorge Palomar y publicado en el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 27 de Diciembre de 2009.
La ley argentina identifica diversas formas de protección al menor en riesgo:
Navidad: la falsa y la verdadera...
© Escrito por el Padre Manuel Maza, S.J.
El Padre Maza nació en La Habana, Cuba en 1945, es ciudadano de la República Dominicana, país que conoce desde 1967.
El Profesor Maza trabajó en la Parroquia Domingo Savio de l os Guandules y en el Seminario Santo Tomás de Aquino por más de seis años.
Se doctoró en historia, en Georgetown University (1987) y es también Licenciado en humanidades (Fordham Univ., 1967), licenciado en Teología Fundamental, con estudios en la Universidad de Lovaina (1972, Bélgica), Loyola University (1974, Chicago) y la Pontificia Universidad Gregoriana (1975, Roma).
Desde 1987 el Padre Maza es profesor-investigador en el Recinto Santo Tomás de Aquino de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, institución que ha apoyado sus investigaciones desde 1987. Desde 1983 es también profesor de historia en el Instituto Pedro Francisco Bonó de la Compañía de Jesús en Santo Domingo. El Dr. Maza fue durante más de doce años miembro del equipo editor de la revista Estudios Sociales en la cual aparecieron sus ensayos sobre la Iglesia y la sociedad cubana.
Matías Espinosa (quien lleva el apellido de su madre Norma), es hijo de Tulio "Tucho" Valenzuela quien no pudo reconocerlo porque vivía en la clandestinidad debido a que era una de las cabezas de la columna de Montoneros en Rosario. Precisamente, "Tucho" Valenzuela fue protagonista de una las historias más dramáticas e increíbles del enfrentamiento entre Montoneros y la dictadura militar.
La historia de su padre. En uno en uno de los tantos operativos ilegales, la dictaduta captura a Valenzuela. Detenido en un campo de concentración el por entonces general Leopoldo Galtieri le ofrece liberarlo -pero dejando como rehen a su mujer Raquel Negro y su hija- a cambio de que conduzca a los militares hasta Mario Firmenich por entonces exiliado en México.
“Tulio simula comerse los argumentos e inician conversaciones políticas con él (en alusión a Firmenich)", contó Alfredo Álvarez, íntimo amigo del militante desaparecido. En febrero de 1977 Valenzuela viaja con un grupo de militares al Distrito Federal de México, pero antes de entrar en contacto con la cúpula montonera logra fugarse de sus captores.
Doblemente condenado. Posteriormente logra ponerse en contacto con los jefes máximos del grupo guerrillero a quienes les revela el plan siniestro de los hombres de la dictadura. Dan una conferencia de prensa donde cuentan los planes de Galtieri lo que desencadena un conflicto diplomático y los secuestradores son expulsados de México. Pero la decisión de "Tucho" de salvar a los jerarcas montoneros no fue bien entendida por la Conducción Nacional del grupo guerrillero que le realiza un juicio revolucionario en el que se reconoce su heroismo, pero se lo condena por traición.
Su compañera de entonces, Raquel Negro (que había dado a luz a la hija de ambos en 1978, la cual fue recuperada por Abuelas de Plaza en 2008), fue asesinada por las fuerzas represivas de la dictadura después de, aparentemente, haber dado a luz a mellizos.
Cinco meses después, Tulio Valenzuela volvió voluntariamente a la Argentina en el marco de la Primera Contraofensiva Montonera y, al verse cercado por integrantes de un grupo de tareas de la ESMA, se suicidó ingiriendo una pastilla de cianuro.Otras versiones dicen que murió acribillado. Su cuerpo nunca apareció.
El número 100. Matías Espinosa se crió con su madre Norma Espinosa -alejada de la militancia en 1975- y sus abuelos maternos, estudió Educación Física y actualmente se dedica a la docencia. A pesar de que desde niño su madre le contó detalles referidos a su padre, fue durante su adolescencia cuando el joven tomó conciencia de que su padre era Tulio Valenzuela y que se encontraba desaparecido.
Fue en ese momento cuando se acercó por primera vez a Abuelas, donde le facilitaron el contacto con sus tíos paternos en San Juan. En 2009, tras la restitución de Sabrina (su media hermana, hija de Valenzuela y Raquel Negro), Matías fue derivado a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) para confirmar su filiación y convertirse en el nieto recuperado número 100.
© Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el martes 22 de Diciembre de 2009.
Juventud. Tulio nació en 1945 en San Juan, donde vivió hasta que en 1963 fue a Buenos Aires para estudiar Derecho en la UBA. Allí inició su militancia en la Juventud Peronista. Después, se unió a Montoneros en Rosario. En Jujuy, se casó con Alcira Fidalgo, su primera esposa.
Confirmación. Firmenich le escribe a la madre de Tulio para decirle que su hijo falleció. Hay dos versiones sobre su deceso en 1978. Alvarez relata que muere durante un tiroteo con militares: “Tulio cae en combate junto con dos compañeros. Se sabe que es el último en caer y que cuando los verdugos llegan a él, el flaco ya está muerto”. Otra versión sostiene que antes de que lo mataran tomó cianuro. “Se mató con la pastilla, el hijo de puta”, habría dicho el represor Eduardo “Tucu” Constanzo.
Familia. Cuando conoció a Raquel Negro en Rosario, ella ya tenía un hijo de un matrimonio anterior, llamado Sebastián (fotos). Tulio se casó con Raquel y ella quedó embarazada. Pero al poco tiempo los dos fueron detenidos en el centro clandestino Quinta de Funes. Antes de hacer fracasar el operativo México, Tulio habló con ella para adelantarle su plan, y ella aceptó morir por la causa revolucionaria. Constanzo declaró después a la Justicia que la vio llegar a Paraná muerta y desnuda en el baúl de un auto, tras parir.
Desde el exilio. Valenzuela fue detenido tres veces. La primera fue en 1973 en Jujuy, en donde le dejaron medio cuerpo paralizado por las torturas. Tras dos experiencias similares en 1975 y 1977, se exilió en Costa Rica, Nicaragua, Uganda, Suiza y España. Desde allí mantuvo informada a su familia por correspondencia. En una carta dice no saber nada de Raquel y tampoco de su embarazo. “El segundo pibe debe haber nacido ya (...) pero no tengo la menor idea de él”, confiesa. Ignoraba que esperaba mellizos.
Militante. Tulio creció dentro de la estructura montonera hasta convertirse en comandante militar y encargado de prensa. También era miembro del Consejo Superior de la organización. Tras hacer fracasar el operativo México (foto izquierda, luego de hablar con la prensa), Montoneros le hace un juicio revolucionario en el que, según Alvarez, se reconoce su heroismo, pero “se le reprocha el haber puesto en riesgo a la conducción nacional. Como sanción lo degradan (foto abajo, partiendo hacia el exilio).
Gestiones. En una misiva reciente, el hermano de Tulio cuenta datos desconocidos hasta ahora. Dice que en su desesperación por saber algo de Raquel y de su hijo, Tulio “le envió una carta a Galtieri y otra a la Junta de asesinos”. También le escribió al Papa. Pero no obtuvo respuesta. Héctor Valenzuela relata, además, que tiempo después le remitió una carta al hijo que no llegó a conocer “donde le explica por qué había caído su mamá”. Tulio nunca supo que tuvo mellizos y que fueron apropiados por los militares. Se creía que uno murió al nacer, pero ahora hay dudas.
Por lo general han expresado más odio los que defienden a los represores, que los familiares de las víctimas. Eso ha sido una constante desde que se fueron los militares. En un sentido tendría que ser al revés: los familiares tendrían más motivos para odiar. Pero lo que se hizo durante la dictadura tenía que cabalgar sobre un odio tan profundo que fuera capaz de galvanizar cualquier objeción, cualquier atisbo de conciencia. Esa clase de odio no tiene competencia.
Este zumbido de arco voltaico, de cable de alta tensión, se sintió los primeros años de democracia cuando Alfonsín hizo los juicios a los comandantes. En esos años se manifestaba en forma abierta en levantamientos carapintada, bombas, solicitadas y editoriales. Pero cuando la sociedad aceptó como reales los crímenes que trataban de defender, el odio persistió como un movimiento subterráneo que buscaba alimentarse de otros descontentos.
Cuando Kirchner reivindicó a los militantes de los ’70, cuando condenó las violaciones a los derechos humanos, anuló la Obediencia Debida y el Punto Final, entregó la ESMA a las organizaciones de derechos humanos, cuando desarrolló una política para cerrar heridas a partir de la justicia, el zumbido de furia aumentó y se convirtió en telón de fondo, en condimento de desborde de protestas como la de las entidades patronales del campo o las de la inseguridad. Ese odio de grito desaforado, de insulto explosivo, no fue sólo por las retenciones ni por la ola delictiva. Esas protestas quedaban engarzadas en una modalidad para odiar que se relaciona con la política de derechos humanos. En algunos de los actos de estas protestas siempre se escuchó atacar a los organismos de derechos humanos, a veces con la excusa del garantismo, a veces con la excusa del orden reclamado. Y en todos estos movimientos siempre aparecieron personajes relacionados con este odio, ahora reconvertidos en ruralistas o antigarantistas. Es una forma de odiar que tiene un sector de la sociedad argentina que respaldó a la dictadura y se siente humillada por la política de derechos humanos.
Cuando se anuló la Obediencia Debida y el Punto Final, hubo voces que dijeron que eso era fácil porque era una vía de acción que ya no tenía costo político. El secuestro y la desaparición de Julio López demostró que el odio estaba vivo.
Para los que vivieron la dictadura y se formaron en una sociedad hipócrita que llamaba democracia a un sistema de tutela de las fuerzas armadas, las ideas que publicó el ministro de Educación porteño, Abel Posse, tienen muchas reminiscencias con el sentido común de época de los años ’60 y ’70 que preparó el clima para justificar los crímenes de la dictadura. Podía ser una tía, una maestra en la escuela, el almacenero, no eran personas particularmente malas o violentas, pero repetían la idea de que había que hacer cualquier cosa para sobrevivir. El odio se induce por el miedo, por la idea de que estamos en peligro por el caos. A ese peligro se responde con odio o mano dura. Cualquiera sabe que el odio es la peor forma de reaccionar porque tiene consecuencias peores que su causa. El odio no soluciona nada pero se usa políticamente, ya no para la inseguridad ni para las retenciones, sino para debilitar a un gobierno o provocar su caída. Ha sido así en la historia reciente de nuestro país. Esa tía, la maestra o el almacenero odiaron y después se arrepintieron. Reflexionaron que no había motivo para tanto odio y hasta se olvidaron que lo sintieron. Qué estupidez, el daño ya estaba hecho.
Una voz en el helicóptero pidió que asesinen a Cristina Fernández el día que comenzó el juicio de la ESMA. Es la señal del odio que eligió ese momento para aparecer. Demasiada, sospechosa, imposible casualidad. Esa voz demuestra que a pesar de lo que diga Posse, los juicios y las condenas son más necesarios que nunca. Porque, justamente por lo que dice Posse, ese odio sigue vivo y se alimenta de malos pero también de inocentes que dejan de serlo aunque después se arrepientan.
© Escrito por Luis Bruschtein y publicado en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el martes 15 de Diciembre de 2009. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-137010-2009-12-15.html
Nota del redactor:
Podés o no creer esta noticia. Hipótesis podemos elecubrar por cientos... Lo que no podemos dejar de reconocer es la gravedad misma del hecho. La figura de la máxima autoridad de un país amenazada o pidiendo ser asesinada por quien fuese es un acto gravísimo que atenta contra nos solo la persona, sino contra un sistema de gobierno. Si fuese una amenaza como todo los indica o si fue un acto de la inteligencia autóctona para despertar inquietud institucional vaya a saber uno con que fin... En todo caso son actos que le hacen mucho daño a la Argentina, donde todos convivimos...
De Alguna Manera...
Lejos de las cámaras y la vorágine del show, Ángel Cappa tuvo su despedida en el corazón de Zavaleta, ahí, donde siempre será bienvenido, donde nace todo eso que lo hizo gigante, en el potrero, con el pueblo y con la pelota, porque “el fútbol es alegría o no es nada”, según escribió de puño, letra y aerosol en la pared de ladrillos aledaña a la canchita.
Frente a más de cien chicas y chicos del Fútbol Popular y ante todos los vecinos que conforman la asamblea de
No importaba quién era de Boca, ni quién de River, ni quién de Huracán, ni quién de San Lorenzo. El homenaje encontró a todo Zavaleta unido, y Cappa lo celebró: “Uno no se salva solo, pero si nos juntamos y peleamos en equipo seguro que podremos. Nos robaron en la última fecha del campeonato y nos demostraron que siguen empecinados en pisotearnos los sueños. Siempre, a los pueblos, a los humildes, nos impiden crecer pisoteándonos los sueños, porque quieren hacernos creer que no podemos aspirar a grandes cosas. Pero no. Tenemos que rebelarnos contra eso que dicen, y luchar todos juntos”. Luchar, porque algunos no quieren, no quieren una sociedad más justa, ni un fútbol con valores. Y entonces, tampoco quieren un Cappa en el medio: “Es lógico que hayan querido acabar con ese Huracán, porque si no corrían el riesgo de que muchos otros equipos quisieran jugar a ese fútbol”.
Convocado por el colectivo
Parecía suficiente, parecía demasiado. Cappa en el potrero, participando de la asamblea, escribiendo una pared con aerosol y disfrutando de una despedida que, en realidad, era un modo de no despedirlo. Parecía un montón, pero hubo más. “En realidad, también vengo a darles una gran noticia: las tres categorías mayores se irán de viaje a Chapadmalal, y los más chiquitos viajarán a conocer el mar en febrero”. Sí, la sorpresa del cierre de año organizado para los chicos, por los propios vecinos de
Empapados de alegría, las pibas y pibes volvieron al silencio catedrático, para que Robín, de 16 años, le entregara a Cappa una camiseta firmada por todos los chicos del barrio. No sólo la recibió con emoción. Y no sólo se la llevó puesta. Antes de irse, festejó esta victoria, por encima de cualquier árbitro y cualquier resultado: “Muchos creían que yo no había ganado, pero acá tienen: esta camiseta para mí es mucho más importante que ganar”.
© Publicado el domingo 6 de Diciembre del