Para el referente económico
de Alberto Fernández, "Kicillof es un ignorante"…
Expectativas. “El mercado
esperaba que Carlos Melconian resultase el ministro de Economía de Cambiemos.
Sin embargo, el Presidente optó por otras figuras”. Fotografía:
Pablo Cuarterolo
Está en la "lista corta" de posibles candidatos a
ministro de Hacienda de una gestión de Alberto Fernández. Parece coincidir con
Miguel Ángel Pichetto sobre el candidato K para Buenos Aires.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 14/072019 y publicado
por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
—Las empresas están preparando sus planes de
negocios futuros con dos escenarios distintos: el triunfo oficialista o de la
oposición. ¿Cuán distinto sería si ganara Macri o Fernández?
—Hacer ese tipo de escenarios fue parte de mi
carrera profesional. Es lógico que las empresas lo hagan. Y también es lógico
que, de acuerdo con los antecedentes, se infieran dos escenarios. Personalmente
creo que no deberían ser escenarios tan discordantes. El país está encorsetado
con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Esto otorga una gran
previsibilidad. No veo al país rompiendo con el Fondo. Cualquier gobierno que
llegue necesitará el apoyo de Wall Street y de Washington. Cuando digo Washington
me refiero al Tesoro americano, el mismo Fondo Monetario Internacional y
también el Banco Mundial. Las empresas hacen bien en prever escenarios
distintos, pero el encorsetamiento no abrirá brechas en lo coyuntural. Sí
percibo la posibilidad de un cambio que el mercado no espera en caso de que
gane Alberto Fernández: serán sorpresas agradables. El mercado está un poco
trabado en la fantasía de que Cristina y Kicillof controlarán a Alberto.
— ¿Sería lo mismo en términos de consumo?
—Macri está kirchnerizado en esta etapa. Por
eso la versión remixada de Precios Cuidados, la versión actual del Ahora 12. El
problema es otro: que Macri no consiguió despejar las incertidumbres respecto
de adónde quiere llevar la cosa. No hay el nivel de confianza necesario que
necesita cualquier economía. Y mucho más una economía de frontera. Hablo de
economía de frontera no en el sentido de un tipo de calificación crediticia,
sino en el de su falta de profundidad financiera. Para que la economía vaya
bien y se produzca un cambio fuerte se precisan expectativas muy positivas.
Tiene que haber confianza. La confianza es algo básicamente emocional. Se
pueden hacer cálculos, proyecciones de programas financieros acerca de cuánto
tendrá que pagar y en qué momento Argentina. Pero básicamente estamos ante una
cuestión emocional. Y Macri no la consiguió. No logró esa conexión. Sí logró un
lugar político, una esperanza política. Lo que podría caricaturizarse como
frenar al chavismo en el Río de la Plata. Pero desde el funcionamiento y las
variables económicas, le hizo perder gran cantidad de dinero a mucha gente. Y
no solo a los argentinos: hay inversores internacionales que también perdieron.
“El país está encorsetado con el
acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.”
— ¿Cuánto de la paz cambiaria de los últimos
días obedece a que muchas monedas de países emergentes se apreciaron respecto
del dólar, cuánto a la posibilidad real de que el Gobierno sea reelecto según
las encuestas? ¿Cuánto se debe a que Alberto Fernández encabece la fórmula y no
Cristina? ¿Qué incidencia tiene la reducción real del déficit, la lucha contra
la inflación? Y finalmente, ¿cuánto incide tu candidatura al Ministerio de
Economía?
—Soy candidato, estoy en la lista corta. Pero
no me parece que sea el tema. Cuando ganó Carlos Menem nadie sabía, por
ejemplo, que le pediría a Bunge y Born colaboración en la gestión económica.
— ¿Alberto Fernández puede dar una sorpresa
de ese estilo?
—No sé si sorpresa a lo Menem. Buena parte
del mercado esperaba que Carlos Melconian resultase el ministro de Economía de
Cambiemos. Hubiese sido lo más lógico. Y sin embargo, el Presidente optó por
otras figuras. Pero vayamos al eje de tu pregunta anterior. Acá hay temas de
cabotaje y temas internacionales. Los internacionales son clarísimos, y estaban
en tu enumeración original. Aquí hay una revaluación de emergentes...
—En principio, sí. Hay que tener presente la
falta de profundidad financiera. El mundo financiero es como un océano. Uno
puede bucear en aguas más profundas: hoy existen recursos. Es fácil
financiarse. Básicamente, se cuenta con el G7, China, los Tigres Asiáticos.
Todos tienen acceso a un pool de recursos muy grandes. Esa profundidad se hace
menos honda, más fina, al llegar a las costas argentinas. Argentina hizo todo
para decepcionar a los mercados financieros en distintos aspectos y en
diferentes momentos de la historia. No es algo adjudicable a un gobierno, sino
a una seguidilla de cosas que explica el estancamiento argentino. Que haya un
viento de cola en los mercados emergentes en este momento a partir de la
imposibilidad fáctica de que la Reserva Federal aumente las tasas provoca una
pequeña brisa que no justifica el entusiasmo mediático que vemos todos los
días, especialmente por parte del Gobierno.
“Cualquier gobierno que
llegue necesitará del apoyo de Wall Street y de Washington.”
— ¿La reforma previsional de Brasil podría
hacer que la brisa sea mayor y más duradera?
—Lo de Brasil va a tener un impacto grande en
Argentina. En muchos aspectos. Hoy el hijo de Jair Bolsonaro está pidiendo un
lugar en Washington para uno de sus hijos como embajador. Eso implica más que
relaciones carnales. Es un cambio de paradigma muy grande. Hasta ahora no le
estaba yendo muy bien a Bolsonaro en economía. Con esto, busca un segundo
aliento.
—Si aprobaran la reforma se produciría un
aumento del real y de las acciones de sus empresas. ¿Qué consecuencias tendría
en la Argentina?
—Consecuencias positivas y negativas. Dentro
de las positivas, el hecho de que contaríamos con un socio con un mercado muy
activo. Si además se logra revertir la mediocridad en la que está metido y
reactiva el consumo interno Brasil, Argentina se vería beneficiada, dado que es
nuestro mayor mercado de exportaciones industriales.
Brotes. “Que haya viento de
cola en los emergentes en este momento a partir de la imposibilidad de que la
Reserva Federal aumente las tasas provoca una pequeña brisa que no justifica el
entusiasmo mediático”. Fotografía: Pablo Cuarterolo
—Además se planchará el dólar.
—En ese aspecto tengo más dudas. El veranito
del dólar es algo transitorio. No responde a algo estructural. Y la
meteorología nos brinda veranitos más cortos que los estacionales. Cuando
hablamos de verano estamos hablando de una estación. Pero cuando nos referimos
a un veranito, podemos decir que la meteorología económica no funciona de
acuerdo con el calendario
— ¿Creés que durará menos de tres meses?
—Lo veo más corto. Desde el punto de vista de
la política monetaria se está volviendo a cometer un error, el del carry trade.
Fue algo costoso para la Argentina. Y hoy está de nuevo en vigencia. Es la
demostración de que la gestión económica del Gobierno no aprende. No se
aprendió nada de la situación traumática con Toto Caputo al frente del Banco
Central.
—Acabás de llegar de un viaje de varias
semanas en el exterior, ¿qué escuchaste de actores económicos internacionales
que siguen la realidad argentina?
—Argentina no existe. O existe poco. Parte de
mi viaje estuvo obligado a una cuestión profesional: soy consejero de un
directorio en Madrid. Es muy interesante escuchar qué pasa en España. Se recibe
una información de mucha calidad, no solo de España, sino de otras partes del
mundo. El directorio está muy activo en India, viendo otras oportunidades. De
Argentina se habla poco, porque está estancada. Por supuesto que hay preguntas,
básicamente vinculadas a las elecciones y a qué cabe esperar. Tienen las mismas
incógnitas que tus lectores de Perfil y quienes nos ven por televisión. Sí
estuve afuera en el momento en que se anunció el acuerdo Unión
Europea/Mercosur. Me resultó muy interesante. Si me perdonás el autobombo, te
diría que todo empezó treinta años atrás.
“Macri está kirchnerizado en esta
etapa previa a las elecciones.”
—Vos fuiste ministro consejero agrícola en la
ronda de negociaciones en Bruselas y Ginebra. Tenés mucha experiencia en las
relaciones con la Unión Europea.
—Creo que vale la pena contar una anécdota.
Se produjeron dos cosas simultáneas. La salida traumática del gobierno de Raúl
Alfonsín y el hecho de que Diego Guelar –hoy embajador en China, muy ligado al
PRO desde el comienzo– fuera a Bruselas. En ese momento yo era el ministro
consejero de mayor antigüedad, que llevaba los temas más candentes. Guelar es un
tipo hiperactivo. Me llama y me pregunta: “¿qué hacemos, qué podemos
presentar?”. Por el lado europeo, España y Portugal habían accedido en ese
entonces a la Comunidad Económica Europea. Con el acceso, empezó a haber
comisarios españoles. Uno de ellos tenía largas relaciones con América Latina.
Le sugerí a Guelar que hiciéramos un convenio entre los dos espacios de
integración –la Comunidad y el Mercosur–. Le encantó la idea. También le
encantó la idea a Abel Matutes, el comisario español. También le gustó mucho.
Pero ¿cuál era la contra? Que España y él mismo eran recién llegados. Estaban
aprendiendo los matices y los detalles de lo que era la comunidad. Tuvimos
varias reuniones. Pero en ese momento, el tema no podía volar. Menem tomó el
tema en una visita a Madrid en 1995 y firmó el documento que oficialmente
inició las negociaciones. Fijate cuánto tiempo llevó. Luego, me alejé de eso:
volví a la Argentina a trabajar en el sector privado. Pero siempre mantuve mis
vínculos y amigos con Europa. Y en viajes como este también refresco esos
temas. Y además, hay algo que quiero remarcar: el acuerdo es ante todo una de
las pocas muestras de algo muy necesario y de lo que seguramente vamos hablar:
las políticas de Estado. En la Argentina hay mucha política y más politiquería,
pero pocas políticas de Estado. Pero ese acuerdo fue política de Estado. Todos
los presidentes –excepto Ramón Puerta, que inició un ciclo de puerta giratoria
en la presidencia– hablaron de ese acuerdo en cada visita o cuando recibían a
alguna autoridad internacional. Es un acuerdo que trascendía las banderías
político-electorales. Eduardo Duhalde tiene una relación estrecha con José
María Aznar, otra figura importante. Cristina también lo intentó. Fueron todos.
— ¿Cómo resultó el tratado? ¿Sos optimista?
—El tratado no terminó. Se explicó muy mal y
se manejó peor. Hubiera correspondido una actitud más de Estado y menos
triunfalista electoral. Como si hubiera habido un héroe estilo Astroboy que
levantara el teléfono y al que le otorgaran mágicamente el acuerdo. El acuerdo
es el resultante de una situación política muy peculiar, especialmente en
España. No se termina de ver el rumbo en muchos aspectos. Están con elecciones
anticipadas. Y el acuerdo le brinda cierto oxígeno a Pedro Sánchez, por lo
menos en los medios empresarios, que perciben que se abre una frontera. En
Argentina se hizo algo de zócalo: adjudicarse la totalidad de un proceso como
este. Me parece que lo que correspondía era llamar a todos los presidentes que
impulsaron esto a lo largo de los años y lo mantuvieron vivo. Especialmente a
Carlos Menem, que todavía está. Y además es senador. Debería haberse anunciado
como una política de Estado, sin chiquitajes.
—Quiero pensar que no fue la grieta. Acá hay
hechos históricos. Cristina pidió por este acuerdo. Y antes, Néstor Kirchner.
— ¿Por qué lo criticó parte del kirchnerismo?
—No te podría decir por qué salen a
castigarlo. También hay ahí un costado de politiquería. Hubo politiquería de
los dos lados, pero el que empezó fue el Gobierno. El gran responsable es el
que anuncia. Las cuestiones de Estado deben manejarse como tales. No va eso de
sentirse un Astroboy que firma el acuerdo luego de una llamada telefónica.
—Vuelvo a la cuestión de fondo; ¿es
importante para la Argentina?
—Muy importante. Soy muy optimista. Pero hay
que aclarar que es el inicio de unas negociaciones que llevarán dos años. El
próximo gobierno, cualquiera sea su signo, va a tener que negociar los
detalles. Y deberá tener gente que sepa los detalles de esto. No es para
cualquiera. Europa tiene una gimnasia de negociación por un lado. Se necesitará
una adaptación de los distintos sectores industriales a las nuevas condiciones
competitivas que resultarán de los acuerdos. Argentina no tiene ninguna de las
dos cosas. Cuenta con gente en la cancillería que supo negociar esto y llevarlo
a buen puerto. Pero esto es el comienzo de algo y no el fin. Hay grandes
lecciones en la economía. Una de ellas, muy clara, es la conveniencia del
comercio internacional. Especialmente el comercio entre economías desiguales,
con precios relativos diferentes. Un contraejemplo de esto que te digo puede
observarse en la queja de Cuba: no pueden comerciar con Estados Unidos por el
bloqueo. Dejá de lado si tienen razón o no (en algunas cosas, la tienen; en
otras, no). Pero una economía pequeña, socialista, todo el tiempo plantea que
uno de sus dramas es no poder comerciar con Estados Unidos. Eso puede
extrapolarse a lo que estamos viviendo con este acuerdo.
—Existe la percepción de que el último
kirchnerismo se cerraba al mundo y de que Mauricio Macri tuvo una política
internacional más aperturista; ¿fue un actor más enérgico para que se cerrara
el acuerdo?
—Es verdad que fue más aperturista. Pero el
factor más enérgico fue la situación interna europea, especialmente la
española. Además, tuvo el apoyo fundamental de Ángela Merkel. Macri hizo todo
lo que pudo para merecer los elogios internacionales y la movida consiguiente.
Tuvo muy claro que en esta época de globalización no se puede mirar para
adentro. El vivir con lo nuestro ya fue. La sociedad argentina tiene
expectativas diferentes a las que tenía con Cristina. En la Argentina de hoy no
se pueden inferir cosas de 2002 ni de 2005. Estamos en una época completamente
distinta. Macri tuvo la extrema suerte de que Donald Trump sea presidente de
los Estados Unidos, algo que no veían venir los principales analistas.
“Por su falta
de profundidad financiera, Argentina es una economía de
frontera.”
— ¿Te referís a la relación personal entre
ambos? Porque en algún sentido fue díscolo respecto de Donald Trump.
—En las relaciones siempre hay aspectos
positivos y negativos. Pero el vínculo entre ambos presidentes es un dato a
tener en cuenta.
—Vos negociaste dos veces con el FMI, primero
con Duhalde y luego con Néstor Kirchner.
—Y negociamos bien: creció la economía.
Hicimos dos acuerdos y con ambos se creció. Y fuerte.
— ¿Habrá que renegociar con el fondo en 2020?
—Para responderte, debo ir un poco a lo
técnico. El esquema que usaron fue uno de emergencia que se llama “stand by”.
Los stand by se repagan en el plazo más corto, porque son asistencias por
problemas en el sector externo. Acá tuvieron que forzar tanto la mano que
lograron uno que es récord. Y fue así por la irresponsabilidad del gobierno de
Macri en cuanto a su endeudamiento de corto plazo. Fue un endeudamiento con
capital caliente, con hot money, hacer el carry trade. La base del problema
está en ese error. Error que repiten ahora.
—Se tomó deuda de corto plazo.
—Se entró con una fantasía. Para empezar, con
la absoluta libertad de movimiento del mercado de capitales. Podés exportar y
si querés no declarar los dólares, no los liquidás en el mercado durante ocho
años. Eso no existe. O existe solamente en el G7 y en unos pocos países. Se
tomó una actitud dogmática, otro de los problemas de la Argentina. La falta de
practicidad es un inconveniente, sea de Axel Kicillof o de Federico
Sturzenegger. Se llega a la política con dogmatismo. Hubo un ingreso de
capitales que salieron corriendo no bien tocaron el silbato del aumento de las
tasas en los Estados Unidos. El agujero financiero que quedó fue demasiado
grande. Así se llegó al préstamo récord, Volviendo a tu pregunta: el fondo sabe
qué hay que renegociar, sus funcionarios lo conocen perfectamente. Hay
vencimientos, en particular en 2021 y 2022, que están fuera de la realidad
económica de Argentina. Deudas que contrae la Argentina cuando Sturzenegger
comete un exceso al frente del Banco Central. Ese exceso fue el que nos llevó
al Fondo. La asistencia fue récord. Y no se puede pagar en los términos
pactados. No es dramático esto, puede negociarse. La imposibilidad del pago
responde a una matemática financiera. La Argentina no puede hacer frente a
todos los vencimientos de deuda privada más los 22 mil millones con el Fondo.
Es algo que sabemos todos. Especialmente, los negociadores del Fondo. Eso se
hizo mal y debe negociarse. Pero es algo solucionable.
—Se renegociarán los pagos. ¿La política
económica también?
—Ahí entramos en otra dimensión. El Fondo
tiene distintos programas. Los más livianos son los de stand by. Los de
facilidades extendidas vienen acompañados de una cantidad de requisitos sobre
reformas estructurales. Y ahí es cuando la cosa se complica. Llegan con una
lista de pedidos, muchos de los cuales tienen lógica económica. Vos hablabas de
la reforma previsional de Brasil hace un rato. El Fondo también la pedirá para
Argentina. Y la lógica corresponde a que, cuando llegás al gobierno, ves que es
el primer rubro de gastos. Y la contraparte es una estructura impositiva y la
recaudación absolutamente debilitadas por años de despilfarro, malas
inversiones. Todo lo que ya conocemos y que deviene en las crisis recurrentes
de Argentina. Ahí es donde aparecen los problemas de tiempos. Hay cosas que
modificar, pero no se puede hacer una reforma previsional para pauperizar
todavía más al sector pasivo en Argentina. Habrá tensiones ahí. Pero
seguramente haya una reforma laboral. Todos sabemos que hay leyes obsoletas. El
mundo no funciona más así, salvo en algunas economías puntuales, con una
altísima productividad, como la alemana. Nosotros tenemos sectores, como el
agropecuario, que son de altísima productividad. Somos campeones en materia de
soja y en la organización económica alrededor de la soja.
Errores. “El carry trade
demuestra que el Gobierno no aprendió nada de la experiencia traumática de Toto
Caputo al frente del Banco Central”. Fotografía: Pablo Cuarterolo
— ¿Podríamos decir que el Fondo tendrá
algunas exigencias que coincidirían con un buen plan económico y otras que
habría que resistir?
—Es importante señalar que Argentina está en
una crisis fuerte de mediocridad, más allá del acuerdo con el Fondo, más allá
de lo que haya que renegociar. Perdimos una década. Llevamos más de diez años
sin crecer. Si se mide el crecimiento per cápita, es más dramático: decrecimos.
No se puede seguir con el chiquitaje. No se puede crecer un año al 1% y al año
siguiente al 1,5%. Se precisa un cambio euclidiano muy fuerte en la política
económica. Son cosas que venimos hablando con Alberto desde hace años. Nuestra
relación no es nueva. Y de esto hablamos siempre. Estamos trabajando para hacer
un régimen muy potente, tanto para Vaca Muerta como para otros espacios de
formaciones no convencionales, que son seis en el país. Solo hablamos de Vaca
Muerta, pero hay más. Es algo que hay que hacer: va a llevar tiempo, pero
tendremos otra Argentina económica. Será un país con muchas más exportaciones,
que podrá salir de los cuellos de botella que plantea la deuda.
— ¿A quién debe atribuirse el mérito de Vaca
Muerta? ¿A Cristina, que nacionalizó y estatizó YPF, o a Macri, que le dio
tarifas redituables al sector? ¿Sería otra política de Estado?
—De alguna manera, es de los dos. Pero no hay
que perder de vista que la potencialidad de la roca en la que se hace el
fracking para obtener gas y petróleo es conocida por los geólogos desde hace
más de cien años. Lo que no había llegado a la Argentina era la tecnología del
fracking, que permite extraer el petróleo de esa roca que está a más de 3.000 m
(hay casos en que está más cerca, a 2.000 m). Esto empieza en Estados Unidos.
La primera perforación horizontal fue en 1990. Esta es la base. A partir de ahí
se fueron sumando distintas modificaciones tecnológicas que permiten que hoy
hablemos de una realidad. Explotar esa potencialidad no es una abstracción.
— ¿Lo que puede producir Vaca Muerta en
exportaciones sería paralelo a lo que consiguió el campo con la siembra directa
de soja?
—El gran mérito del fracking en la Argentina
es de Miguel Galuccio. Cristina les dio, ante todo, buen precio a las naftas y
al petróleo. Atrasó la tarifa de gas, pero no tanto la de combustibles. Galuccio
pudo explicarle todo eso a Cristina y mostrarle su potencial. Cristina, con el
acuerdo con Chevron, abrió la puerta política a lo que está sucediendo en Vaca
Muerta. Hoy, el pozo más productivo de YPF viene de estos acuerdos con Chevron.
—Finalmente, estamos frente a una política de
Estado, como en Vaca Muerta…
—No la tenemos todavía. Este gobierno
entendió qué es Vaca Muerta. Este gobierno también redactó (y muy mal) la
Resolución 46. En petróleo, y en general en toda la actividad minera, está el
de-risking, un sistema para moderar los riesgos. Había riesgos. Entonces
escribieron algo hipergeneroso y sin límites. Hubo empresas muy exitosas, como
Tecpetrol, que tuvieron el pozo más productivo de gas en Fortín de Piedra, a la
que se le reinterpretó la Resolución 46. Esto no es tan conocido por el gran
público, como tampoco otras cosas que son herencias de este gobierno hacia
adelante.
“La confianza es
una cuestión básicamente emocional.”
—Con sus más y sus menos, estamos frente a
dos elementos que tienen más futuro para la Argentina.
—Pero todavía no hay política de Estado en
Vaca Muerta. Vamos a hacerla, iremos más allá de las banderías políticas. Las
inversiones grandes necesitan de períodos de maduración que están por encima de
los cuatro años de una presidencia. Por eso necesitamos una clase dirigente que
sepa de la importancia de las políticas de Estado. Para que Vaca Muerta sea una
solución, y una rápida, necesitamos un marco legal adecuado. La otra política
de Estado fundamental para una Argentina en crecimiento es el banco central.
—También conocés mucho la cultura empresarial
que formó a Macri porque trabajaste en Socma entre 1993 y 1995 como gerente de
Planeamiento Estratégico. Miembro del equipo a cargo de los road-shows del
Grupo para la colocación de préstamos sindicados y ON. Fuiste negociador con el
gobierno nacional y con gobiernos provinciales por obras públicas, concesiones
y licitaciones. ¿Qué te dejó esa experiencia?
—Formé parte de un equipo maravilloso, el de
Franco Macri en el holding Socma. Salvo un período muy breve, trabajé con la
primera línea de gerencia. Yo era de la segunda línea, pero trabajaba con la
gente de Franco y con él mismo. Fue un hombre de gran capacidad empresarial y
muy querible también. Era cálido cuando debía y cuando se enojaba era un león.
Fueron años muy lindos.
— ¿Es cierto que ponía su casa como garantía
en ciertos negocios?
—Es parte de un folclore, en la empresa se
hablaba de eso, pero no me consta. Lo cierto es que era parte de una cultura de
tomar riesgos, muchos riesgos. Apostar las fichas a pleno.
—En esa cultura se crió Mauricio Macri.
—No fue fácil ser el hijo mayor de una
persona con esas características.
— ¿Encontrás algo de esa cultura de jugarse
fichas en la gestión Macri de estos tres años y medio?
—No lo veo así. Me llama la atención el
contraste con los cuadros gerenciales del grupo Macri y del grupo Socma, que
eran muy buenos. Era gente muy buena, muy capacitada, de una velocidad inusual
y los equipos de la gestión. Mauricio hubiera hecho un buen negocio si lo
hubiera dejado a Franco influir en su primer gabinete económico. No hubiera
tenido estos problemas. Más allá de la cultura de los riesgos, también había
una de las evaluaciones. El grupo Macri fue realmente de los fuertes, pese a
haber llegado tarde a las privatizaciones, algo que benefició a otros
competidores suyos.
—Fuiste ministro de Hacienda de la Ciudad de
Buenos Aires un año antes de que Macri asumiera. ¿Fue mejor jefe de Gobierno
que presidente?
—Sí. Fue mejor como intendente. Tanto Macri
como Horacio Rodríguez Larreta son muy caros. Hacen cosas, sí. Pero lo de
Horacio es una gestión muy importante, pero muy cara.
—Por ejemplo en el tema patentes. Tenemos una
de las patentes más caras de América Latina. Tributariamente, es un desastre. Aun
así, se endeudaron también. Cometieron el pecado de la deuda. Pudieron seguir
haciendo tantas obras por el festival de deuda. Un festival que alcanzó a
Rodríguez Larreta, también marginalmente a Vialidad Nacional. El grueso de la
deuda que tomaron fue para pagar jubilaciones y sueldos. Tomar deuda para pagar
gasto corriente es un error muy grave. Entraron con la premisa de no convalidar
un ajuste, una baja del gasto. En la Ciudad de Buenos Aires no lo hicieron.
Tampoco a nivel nacional. Al contrario, aumentaron el déficit.
—Pero los resultados de la Ciudad parecen ser
diferentes a los nacionales.
—La Ciudad tiene una realidad más acotada.
Los niveles de riesgo y las decisiones que hay que tomar son muy acotados.
Saltar de la Ciudad de Buenos Aires, que es el tercer presupuesto del país, a
manejar todo el presupuesto implica otro tipo de decisiones. Implica tensiones
distintas con los lobbies. No es estrictamente un aprendizaje ser un buen
intendente para gobernar la nación.
—Fuiste precandidato a jefe de Gobierno y a
diputado del Parlasur por el Frente Renovador de Sergio Massa cuando Alberto
Fernández era parte de ese partido. ¿Massa se diluye en el kirchnerismo o el
kirchnerismo se diluye en Alberto Fernández-Massa?
—Ninguno de los dos se diluye. Son
componentes de algo más complejo que está por verse cómo funciona. Hay que ver
qué tienen en común Kicillof o La Cámpora con Massa. Hay un esfuerzo muy grande
por construir la unidad. Es muy fácil el esfuerzo por la unidad cuando lo que
está en juego es el resultado electoral. Pero en la cancha se verán los pingos.
—A eso llamo “ver quién se diluye”. El
Amazonas se junta con el Río Negro: uno es marrón y uno negro. Pero al cabo de
cierta cantidad de kilómetros, el marrón es todo el río. En algún momento,
alguna de las dos culturas tendrá que predominar.
—Hoy no lo veo fácil de predecir. En esto
solo puedo opinar como lector de diarios. Yo soy economista y aunque conozco de
primera mano a los personajes que vos mencionás y trabajo con Alberto, no sé
cómo se dará en la realidad.
“El veranito actual del precio
del dólar es algo transitorio.”
— ¿Habrá cisma en Buenos Aires?
—Buenos Aires es la columna vertebral de la
política argentina. Va a ser muy interesante el proceso. Encontrar qué tiene en
común la provincia de Juan Manuel de Rosas con la de Kicillof. Se sabe que hay
diferencias. Pero yo creo en la historia.
—El año pasado Guillermo Moreno dijo que vos
integrabas su equipo de candidatura e integrarías el grupo que discutiría con
el FMI. Vos lo desmentiste pero también dijiste que más allá de las
diferencias, tenés muchas coincidencias con Moreno. ¿Cuáles?
—Moreno es consejero del PJ, forma parte de
la mesa del partido, y tiene a su cargo la Comisión de Economía del PJ. Desde
esa comisión, Guillermo Moreno me llamó para formar parte de ella. Tengo con él
una relación preexistente. Fui subsecretario de Finanzas del Gobierno cuando
era subsecretario de Comunicaciones. Ambos formábamos parte de un grupo que
debía monitorear acciones del Banco Hipotecario, que estaban en un fideicomiso.
Con todo eso, más allá de que no nos veíamos en el día a día, sí teníamos
reuniones y trabajamos juntos. Más allá de todo lo que sabemos, de su
enfrentamiento con el Grupo Clarín, Moreno es un tipo de características
intelectuales muy interesantes. Sabe mucho de comercialización, sabe en serio.
Pero sabe mucho en serio. No versea. Porque hay mucho meditador social
disfrazado de economista, o de funcionario. Guillermo sabe. Aunque tiene cosas
difíciles de justificar desde la democracia. Hay un punto en el que la
emocionalidad lo invade. Algunos dirán que se le rompe la cadena fácil. O que
tiene la mecha corta.
FMI. “Me tocó participar de
dos acuerdos con el Fondo Monetario. Uno fue con Eduardo Duhalde y el otro con
Néstor Kirchner. Luego de ambas negociaciones, la economía creció
fuerte”. Fotografía: Pablo Cuarterolo
— ¿Esta mecha corta es la que lo lleva a
decir cosas como que Alberto Fernández es neoliberal en economía?
— (Se ríe.) Me hiciste una pregunta muy
interesante. En la Comisión de Economía Guillermo Moreno hizo un buen trabajo.
Hizo algo muy difícil, que es juntar a las distintas tribus del PJ con todos
sus matices. Fue durante mucho tiempo un ámbito de discusión de ideas
económicas, ideas de política económica. No es que estuvieran todos de acuerdo.
Pero fue un ámbito de intercambio muy valioso. Después, sorpresivamente para
mí, Moreno quiso ser candidato a presidente. Y obviamente eso lo alejó de la
tarea que estaba haciendo.
— ¿Ahí sentiste que debías decir que no sos
parte del equipo de candidatos de Guillermo Moreno?
—El asunto fue así. Nosotros veíamos la
exageración del Fondo Monetario. Sobre todo cuando en una de las primeras
modificaciones, el Fondo adelanta los desembolsos del stand by. Lo que tenía
que desembolsarse en tres años se transforma en uno y medio. Ahí vimos que
pasaría lo que sucede hoy. Que, por ejemplo, el año que viene tenemos
obligaciones con el Fondo, pero no tenemos desembolsos del Fondo, los
desembolsos son ridículamente bajos, son 5 mil millones de dólares. Percibimos
la necesidad de hacer una gestión para conversar con ellos todo esto. Y
obviamente, a partir de mi experiencia con ellos, me pusieron en la terna de
miembros de la comisión para negociar. La cosa, desde el punto de vista
periodístico, no se manejó con mucha felicidad. Imaginate qué hubiera pasado
con la grieta si había una presentación pública. ¿Qué haría Marcos Peña ante
una carta dirigida a Christine Lagarde?
“Me resultó muy interesante el
acuerdo Mercosur/Unión Europea. Estuvimos en el inicio.”
—Cuando Moreno dice que Fernández es
“neoliberal en economía y socialdemócrata en política”, ¿es una buena
definición?
—Neoliberal es el término más confuso de la
política argentina.
— ¿Cómo definirías a Alberto Fernández en
términos económicos?
—Alberto Fernández en economía es una persona
preocupada por el gasto social, y porque su gestión permita crear una sociedad
de respeto democrático y en crecimiento, algo que los argentinos parecimos
olvidar. Entiende perfectamente, además, que el crecimiento tiene componentes
instrumentales. El mundo y la Argentina no están para políticas que se
practicaron en los años 50 o 60. Este es otro mundo.
— ¿Podríamos decir que Alberto
Fernández, en términos económicos, es una persona que respeta la ortodoxia?
—Seguro. Seguro. Hemos tenido reuniones y
almuerzos con Javier Milei, por ponerte un referente liberal explosivo desde el
punto de vista mediático, uno de los economistas mejor formados de la
Argentina, no te quepa la menor duda. Más allá del Milei mediático, del de los
debates, y de esa rapidez genial que tiene, es un tipo muy formado. Hemos
tenido reuniones, hay diálogos con muchos colegas, tanto liberales como
gente...
—Keynesianos; otro término rigurosamente
desdibujado. Cuando cae el Muro de Berlín y colapsa la Unión Soviética, crisis
que empezó en Polonia y siguió en Alemania, cuando todo cayó como un castillo
de naipes, la izquierda intelectual quedó huérfana. ¿Qué le quedó a la
izquierda intelectual? Cuba. Entonces los intelectuales buscaron un lugar
defendible. ¿Qué es lo más defendible y lo más cercano al intervencionismo
soviético? El keynesianismo. Si vos lees realmente las distintas ediciones de
Keynes, vas a ver que elogia la organización económica nazi. Y en otros lugares
elogia la organización rusa.
—Hay personas que creen que el Estado tiene
que intervenir más y personas que creen que el Estado tiene que intervenir
menos. ¿Cómo colocás a Alberto Fernández en ese diapasón?
—Diría que tanto mercado como sea posible, y
tanto Estado como sea necesario. Sería socialdemócrata.
—Esa que diste es la definición del Partido
Socialdemócrata en Alemania en 1958.
—Sí, sí, eso. Desde ese punto de vista, pero
el peronismo es una forma, ha sido una forma, ha tenido distintos momentos,
digamos, ¿no? Una cosa, un Cafiero socialdemócrata, otra cosa Menem con rasgos
liberales.
— ¿Y Massa? ¿Cuáles serían las diferencias
entre Massa y Alberto Fernández?
—Sergio Massa está económicamente muy
influido por sectores hiperproteccionistas, que atrasan cincuenta años, La
batalla por el impuesto a la renta financiera no solo fue un grave error. No
solo fue engorrosísimo, sino que además no recauda nada. Solo un 1% de la
recaudación llega del impuesto a la renta financiera. Esto, que fue
absolutamente predecible, aceleró la salida de capitales de la que hablábamos
antes, con la salida del carry trade. Fueron hechos que se dieron en sincronía.
Massa tenía esa idea. Pero, en definitiva, todo sucedió por responsabilidad del
Gobierno. Quien firmó las decisiones fue el Gobierno.
— ¿Vos sos el liberal dentro del peronismo?
—Soy liberal, pero sobre todo soy economista
profesional. El herramental neoclásico es muy importante para entender la economía
y para modificar la política económica. No le tengo miedo.
—La socialdemocracia también se asumía como
liberal en términos económicos. ¿Le cabría a Alberto Fernández el término
liberal en términos económicos?
—Mirá. Yo no quiero hablar de eso porque me
parece que es una connotación que si yo digo que Alberto es liberal, o
neoliberal, va a haber un montón que se van a subir al caballo a acusarlo de
estar en cuestiones de brujería oculta contra la Argentina.
“En la Argentina hay mucha política
y más politiquería, pero pocas políticas de Estado.”
— ¿Piensa parecido a vos en términos
económicos?
—Sí. Pero no es tan liberal como yo. Tenemos
discrepancias. Tengo muchos amigos que no piensan como yo.
—En 2014, desde el kirchnerismo te acusaban
de defender a los fondos buitre. Dijiste: “La mejor opción es pagar lo que
ordenó el juez Thomas Griesa”. Estuviste de los dos lados del mostrador en las
negociaciones. ¿Qué te dejó como conclusión la renegociación de la deuda con
los holdouts? Y a tu juicio, ¿cuál fue el error que cometió Kicillof al no
terminar de resolver ese problema?
—Empecemos por lo último. Un ministro de
Economía, además de saber de economía, tiene que saber de leyes y el
funcionamiento legal de los mercados de capitales. La legislación en Argentina,
y en el mercado central del planeta, que es Wall Street. Uno no hace lo que
quiere. Uno hace lo que la ley le permite. Entonces, si uno va y emite deuda
con legislación de Nueva York, o lleva el estatuto de YPF y lo homologa ante la
Security Exchange Commission, la SEC de New York, que es lo que regula el
mercado de Wall Street, eso tiene fuerza de ley. Por otra parte, nunca trabajé
con los fondos buitre. Nunca asesoré a un fondo buitre. Me han ofrecido ser
asesor de fondos buitre y yo no acepté. No acepté porque me parecía fuera de
lugar. Y sí negocié en términos muy duros con los fondos buitre. Tampoco me
siento acusado por el kirchnerismo. No diría eso. Sí hay sectores marginales
que tiraban ese tipo de cosas. Pero no me parece relevante. Sí lo es que yo
negocié con el Fondo, fui el renegociador de la deuda durante el kirchnerismo.
También, luego fui embajador con Cristina. Tengo la genética adecuada para que
esas cosas resulten marginales. Volviendo a Kicillof, te diría que su caso
demuestra lo difícil que es ser ministro. No solo tenés saber de Economía.
También tenés que elegir bien a tu gente. No solo es dirigir la orquesta de
colaboradores, que es la parte medular de un ministro de Economía, sino que
tiene que saber de leyes de mercado.
Escenario. “La Argentina de
los próximos años no podrá hacer frente a todos los vencimientos de deuda
privada más los 22 mil millones con el Fondo. Será preciso renegociar. Se
necesita gente que sepa”. Fotografía: Pablo Cuarterolo
—Necesitás horas de vuelo.
—Es un posdoctorado, pero mucho más
específico. No podés ser ministro de Economía si ignorás la importancia de las
normas de los mercados de capitales. Cuando vos emitís deuda con legislación
Nueva York, o legislación Reino Unido, tenés que saber que vos estás
claudicando la soberanía de esos papeles y te vas a manejar con ley Nueva York.
Y como decía: cuando se presenta el estatuto de YPF ante la Security Exchange
Commission, que es la que regula a Wall Street, es exactamente lo mismo. Ahí
nadie obliga a que vaya YPF a cotizar en Nueva York. Va porque le conviene.
Porque nos conviene a los argentinos que esa acción cotice en Nueva York y que
YPF pueda emitir deuda en Nueva York. El ministro de Economía tiene que ser
respetuoso de eso. Primero tiene que conocer que esto existe y, segundo, tiene
que ser respetuoso de esto.
— ¿Vos decís que Axel Kicillof fue ignorante?
—Veo que toqué tu vena básica de periodista
que busca un título. La respuesta es sí. No lo discuto desde algo personal. Yo
debato sobre políticas, acciones de gobierno.
“El acuerdo con el Fondo se
manejó muy mal y se explicó peor.”
— ¿Cuál sería la diferencia entre la mirada
económica de Kicillof y la tuya que, uno puede inferir, tiene Alberto
Fernández?
—Si querés establecer diferencias, corren por
tu cuenta.
—Te iba a preguntar también qué te diferencia
de Lavagna.
—Tengo una formación profesional liberal.
Egresé de la Universidad de Buenos Aires. Tuve grandes profesores marxistas. He
leído y estudiado las teorías de valor de Carlos Marx. Con esto quiero decir
que los egresados de los años 73, 74 recibimos una formación muy sólida.
Entiendo al marxismo, está en algún lugar de mi biblioteca. Pero también me
encontré con que no me servía para lo que a mí me interesaba, que era la
política económica. Te hablo desde mi experiencia personal. Me vino muy bien
cuando me fui a estudiar a la Boston University, que tenía una tendencia más
bien desarrollista. Había una fuerte influencia desarrollista y de la teoría
pura neoclásica. Y en el segundo ciclo apareció una avalancha fuerte de
Chicago, con el monetarismo.
— ¿Esa formación ecléctica es la que te hace
ser liberal para los peronistas y peronista para los liberales?
—Diría que tengo ese diálogo abierto con
personas distintas...
—En eso te parecés a Roberto Lavagna, a quien
los radicales creen radical, los peronistas creen peronista...
—Roberto es ante todo un tiempista. Lo sigo
como economista. Roberto economista es un tiempista brillante, un tipo muy
hábil para ver contextos. Cuando pasás a la política económica, te das cuenta
de que es más peronista ortodoxo que liberal. Cuando estuvimos juntos, yo tenía
que lidiar con lo más liberal de la relación de Argentina con el mundo, que son
los mercados de capitales.
— ¿Cómo trazaríamos el mapa con Kicillof
dentro de él?
—Kicillof es un marxista disfrazado de
keynesiano.
— ¿Lavagna sería un keynesiano auténtico, no
disfrazado?
—Lavagna es nacionalista. Peronista. Y
socialdemócrata, por ponerlo en términos más simples. Yo me ubicaría un poquito
más a la derecha de esas posturas.
— ¿Y decís al mismo tiempo de que Alberto
Fernández se parece más a vos?
—No seas estricto con eso: lo que quiero
decir es que tenemos coincidencias en cuanto a lo que hay que resolver.
—Te pregunto así: ¿La mirada económica de
Alberto Fernández es más parecida a la tuya que a la de Lavagna? ¿O a la de
Lavagna que a la tuya?
—Quiero pensar que es más parecida a la mía.
Ahora, él también viene de una formación, de una visión propia; es abogado. No
es economista. Pero vos sabés que los abogados tienen su propia exposición a la
cosa económica. Alberto en todo caso es un tipo abierto, y ante todo, es muy
consciente de los problemas que tenemos que resolver. Ese es el gran motor. Va
a ser el gran diseñador de las políticas económicas.
— ¿Hay diferencias entre la visión económica
del peronismo y del kirchnerismo?
—Sí. El problema de la izquierda en
Argentina, el problema estructural de la izquierda, y el gran desafío de la
izquierda, fue llegar a las masas. Las masas siempre fueron peronistas, y la
izquierda siempre tuvo una franja de la población muy pequeña, como lo
demuestran las encuestas electorales y al mismo tiempo, mucha presencia en las
universidades. Una influencia muy grande en lo intelectual, pero inoperante a
nivel masas. Con la presidencia de Alejandro Lanusse y el regreso de Juan Perón
se produce una efervescencia muy grande. Sectores de izquierda se plantean el
entrismo, entrar al peronismo. La izquierda entendió que si quería llegar a las
masas debía entrar al peronismo. No eran peronistas, eran zurdos. Los zurdos
agarran un pedazo grande de todo esto. Y aquí aparecen las distintas genéticas
políticas. Había grupos católicos, como pasó con montoneros, había grupos de
izquierda de distintos matices, algunos muy violentos. El entrismo fue muy
fuerte en la Argentina. La guerra sucia y todo lo que pasó tuvo un fuerte requisito
intelectual, que se dio sobre todo en las universidades. Pero también en los
sindicatos, tal como demuestra la acción de Agustín Tosco en Córdoba. O sea,
hubo una izquierda muy activa, peleándole lugares al peronismo, o disfrazándose
de peronista. Peronistas que estaban fuera de la doctrina esencial, que
sostenían que había que creer en la lucha de clases.
—Creo que sí. No es un posicionamiento
mayoritario. Pero se mantiene y está.
Seguridad. “Para que Vaca
Muerta sea una solución, y una rápida, necesitamos un marco legal
adecuado”. Fotografía: Pablo Cuarterolo
— ¿Se puede inferir que para vos el
kirchnerismo es parte de un entrismo?
—Tiene mucha gente del entrismo, sin duda.
Hay mucha gente que participó de las formaciones especiales. Por eso es tan
importante la cuestión de reivindicar las consecuencias de la lucha armada.
Hubo tortura, desapariciones, fue espantoso, fue horrible. Pero también hay
exageraciones.
— ¿Roberto Lavagna representaría a un
peronismo tradicional y Axel Kicillof representa al entrismo?
—Para simplificar las cosas, te diría que sí.
No te olvides que Kicillof en el gobierno de Néstor Kirchner no era peronista;
estaba en la vereda de enfrente, desde la izquierda. Participaba de ciertas
agrupaciones desde el centro de estudiantes. No estaba ni en el peronismo, ni
en el kirchnerismo.
— ¿Y puedo entender que tu definición de
Alberto Fernández lo coloca más cerca del peronismo y no en el entrismo?
—Por supuesto, no tengas la menor duda.
— ¿Cómo posicionás a La Cámpora?
—No soy un experto en La Cámpora. Hubo muchos
líos. Pero, por lo que afirman, diría que están cerca de Kicillof, a pesar de
que él no viene de La Cámpora. Kicillof acaba de decir que hay que nacionalizar
las generadoras eléctricas de la Provincia de Buenos Aires. Está evidentemente
en posiciones así.
— ¿Es posible un gobierno donde el presidente
y el gobernador de la provincia de Buenos Aires tengan miradas de la economía
tan diferentes?
—Sí. Hay políticas provinciales y hay
políticas nacionales.
— ¿El Banco Central debería ser
verdaderamente independiente?
—El Banco Central tiene que ser una política
de Estado. El problema es conseguir la gente que haga una conducción del Banco
Central como política de Estado. En ese sentido, hubo errores en esto de los
dos lados en los últimos años, gente que fue al Banco Central sin tener la
formación en política monetaria como para saber cuál es el rol y qué es lo que
se puede y no se puede hacer en el Banco Central.
— ¿Hablas de Luis Caputo?
—Caputo no es un banquero central, nunca lo
fue. Nunca pretendió serlo, es un tipo muy ubicado. Él es trader. Caputo
hubiese sido un excelente director del Banco Central supervisando la mesa de
dinero del Central. Es un tipo de mercado, no para ser presidente del Banco
Central. El Banco Central es algo mucho más amplio.
“El kirchnerismo hace
politiquería cuando critica el acuerdo con la Unión Europea.”
— ¿A quién te referías entonces?
—A Federico Sturzenegger, y a toda su
mayoría automática. Para el puesto se necesita gente que tenga conocimiento, y
la madurez necesaria como para ser banquero central. La madurez emocional es
fundamental.
—Repasando la charla, veo que tus críticas
más duras son para Axel Kicillof y Federico Sturzenegger.
—Sí. Y fíjate que son orientaciones opuestas.
— ¿Vos estás en el medio de esas dos
posiciones?
—Yo no lo había pensado en esos términos,
pero creo que tenés razón. No lo había pensado así hasta ahora.
— ¿Que opinión tenés de Guido Sandleris al
frente del Banco Central?
—Tanto Sandleris como Nicolás Caputo están
haciendo un ejercicio de administración virreinal. No administran la economía.
—Si ellos son virreyes, ¿el reino es el Fondo
Monetario?
—La metrópoli es el Fondo Monetario
Internacional. Sandleris pudo en los últimos meses negociar una mejor
instrumentación del mercado cambiario. Eso me merece un mayor respeto. Ha
logrado un espacio importante. Y le hizo entender a la metrópoli cómo se deben
manejar algunas cosas.
—Alberto Fernández dijo que la inflación
tardará tiempo en ser reducida. ¿Por qué no se pueden implementar planes como
el Plan Real o lo que fue inicialmente la convertibilidad o el Plan Austral?
—Poder se puede. Pero en Argentina tenemos
una complejidad bastante peculiar. Sucede que la política monetaria está muy
influida. No se supo manejar el tema de las Lebacs, una herencia maldita para
la política económica.
Guillermo Nielsen. Fotografía: Pablo
Cuarterolo
—Pero ¿podría imaginarse un plan en un
gobierno de Alberto Fernández que no espere cuatro años para bajar la inflación
progresivamente?
—Veo factible un enfoque gradualista para
bajar la inflación. No veo que sea viable un plan duro al estilo del de la primera
etapa de Augusto Pinochet en Chile, donde hubo que bajar la inflación como
fuera. Acá hay que trabajar con el Congreso para una Argentina con
expectativas.
—Pero cuando Fernando Henrique Cardoso aplicó
un plan antiinflacionario en Brasil la economía creció. En el Austral, también
la Argentina creció. Parar la inflación de golpe no implica ser Pinochet, ¿es
posible parar la inflación sin costos sociales?
—No diría que Fernando Henrique Cardoso la
paró de golpe. La paró en seis meses. Con la convertibilidad tampoco fue
inmediato. Nosotros tomamos la ruptura de la convertibilidad con riesgo de
entrar en hiperinflación. Pero en seis, ocho meses se serenó. No es algo
imposible. Se puede hacer. Macri va a dejar una herencia muy difícil. No la de
2002. Hay diferencias. Aquí hubo un atraso cambiario muy grande. Cuando vos
tenés el desequilibrio como el que se produjo con las Lebacs y ahora con las
Leliqs, se te hace muy difícil bajar la inflación. Si vos no le das cauce
constructivo a algo que surgió como un instrumento del Banco Central de
intervención del mercado, cuando la Tesorería no puede emitir, ponés el país en
riesgo de default. Después se exageró el recurso. Pero se puede bajar la
inflación.
“El acuerdo con la Unión Europea es
el comienzo de algo. No su fin.”
—Si vos tenés 40% de inflación y dejaras de
tenerla, el déficit aumentaría porque la inflación es un impuesto que le
permite al Estado recaudar y por lo tanto estar en equilibrio fiscal. En los
años 90 el gasto público, tanto de Brasil como de Argentina, era 20 y pico por
ciento. En esa época era más fácil parar la inflación. Si ahora se parase la
inflación, el primero que quebraría sería el Estado.
—No es tan directo, porque no es que el
impuesto inflacionario sea tan importante y no fuera compensado con una mayor
actividad. Al contrario, se compensa a través de una mayor actividad. Lo que
dejás de ganar por impuesto inflacionario, lo ganás por mayor nivel de
actividad. Pero hay que reconocer que estamos hablando de tendencias y cuando
te referís al déficit, tenés que hacer números finitos. Y no es tan fácil hacer
números finitos con dos cuestiones tan lábiles.
—Un gradualismo en el que coincide Alberto
Fernández con Macri.
—No diría que coincide con Macri. Me parece
que Macri hizo un gradualismo a la violeta.
—No poder bajar la inflación, ¿no es parte de
esa mediocridad argentina que mencionabas antes?
—Requiere ante todo contar con credibilidad.
Si querés solucionar la inflación, tenés que tener una política económica y
unos funcionarios creíbles.
—Guillermo, vos entraste en un retuiteo de un
texto de Diego Giacomini, que escribió: “La fuga de capitales no existe, el
dinero sigue en manos del propietario que protege su propiedad en pesos, de los
activos argentinos, y lejos de nuestra jurisdicción legal, porque Argentina
destrozó el peso y es campeona mundial en default, y emperadora en sacar leyes
expropiadoras”. Allí el periodista y economista Marcelo Zlotogwiazda, le
respondió: “Después de todo lo que padeció el país, por culpa del libre movimiento
de capitales, es increíble que ahora haya una campaña para convertir el control
de capitales, cualquiera sea, en una lacra abominable y anacrónica. Si lo hacen
de buena fe, les vendría bien estudiar un poco”. ¿Cuál es tu posición?
— Zlotogwiazda fue alumno mío. Tengo mucho
afecto por Zloto. Y Giacomini es uno de los economistas más brillantes que
tenemos en la Argentina. Y me gustó mucho como lo expresó en ese tuit. No hay
fuga de capitales. Es defenderse de una política económica agresiva y expropiatoria,
¿qué es lo que hay que hacer? Evitar que haya razones para que el capital se
fugue. Y ahí es fundamental tener muy clara la política económica que se quiere
hacer. Estoy de acuerdo con Giacomini. Y me parece que están discutiendo cosas
distintas, porque Zloto habla de control de capitales. Y algo de control de
capitales tiene que haber en un país como la Argentina, hasta que esto
funcione. Hay ideas que son muy buenas. Pero no para esta época de Argentina.
Por ejemplo, las metas de inflación: nunca estuve de acuerdo en metas de
inflación en Argentina. Teníamos que trabajar con agregados monetarios.
Mientras el Gobierno se enamoraba de las metas, lo único que hizo fue perder
credibilidad.
Guillermo Nielsen. Fotografía: Pablo Cuarterolo
—Ahora, respecto del control de cambios,
¿descartás que si llegara a ganar Alberto Fernández se llegue a colocar
alguna limitación al envío, a la compra de dólares, al envío de dólares al
exterior?
—Te garantizo que no va a suceder esa
ridiculez de tener la Gendarmería frente a la casa de cambio. Sería una locura.
Eso no va. No va. Acordate, no fue hace tanto. Pero puede haber algo de esa
índole: control de cambios puede ser concretamente, dependiendo de las
circunstancias, poner una limitación circunstancial, de un año, en el contexto
de una economía exitosa.
— ¿Y respecto de la compra, un límite de la
compra de dólares que también hubo en su momento?
—Es un drama que los argentinos ahorren en
dólares. Y muchos en dólares fuera del país. Tenemos que cambiar eso, hacer que
los argentinos ahorren e inviertan en el país. Vaca Muerta puede ser una
oportunidad en ese sentido.
—Ahora, ¿estás planteando que no se limiten
los dólares para los argentinos?
—Tiene que haber algo lógico. En este momento
estoy con un paquete en envíos internacionales porque fui, quise comprar una
prenda de vestir y no había en mi talle y la compré afuera. Me dijeron que me
la podían entregar en Buenos Aires. Desde hace más de una semana no puedo
entrar a hacer el trámite en la AFIP en envíos internacionales. Hay muchas
formas de tratar la cuestión. Los argentinos tenemos vocación de salir del
país: de viajar y de atesorar dólares. Y contra eso no podés hacer demasiado.
— ¿Qué cosas que se hicieron durante el
gobierno de Cristina no se podrían hacer ahora?
—Hay cosas que políticamente serían errores
groseros. Lo que tenés que hacer es buena política económica, tenés que manejar
hasta donde podés las expectativas y que haya tranquilidad, que la gente viva
tranquila, que se dedique a su negocio, no a mirar cómo está su situación en el
banco.
“Macri hizo todo lo que pudo para
merecer los elogios internacionales.”
—Tu mensaje es: si gana Alberto Fernández no
va a haber problema con la economía, no va a haber entre octubre y diciembre...
—En principio, no va a haber ningún problema.
En principio yo no veo problema. Ahora, tampoco puedo ser ingenuo. Y tuve
problemas en el Banco Central que lo demuestran. Entré al Banco Central con
Jorge Remes Lenicov. Lo primero es saber realmente cuál es la herencia
recibida. Yo estuve en el directorio y se describían fondos que no se tenían,
porque en realidad estaban prendados. Acá no sabemos cómo este gobierno va a
dejar la economía, cuánta plata va a dejar en la Tesorería, cuántas reservas
van a haber en el Banco Central. Y debemos trabajar con la intención de tener
un país normal, una economía normal en la que la gente se dedique a hacer y a
trabajar en lo propio: que no tenga la preocupación del banco con tasas a más
del 100%, que la tarjeta no sea expropiatoria.
—Un país normal. Y, lo que se vislumbra, no
es como para estar tranquilo. Nos espera una caja de Pandora que deberemos abrir.
— ¿Y el último kirchnerismo no era un país
normal en materia económica?
—El kirchnerismo tuvo exageraciones. No sé si
la palabra es anormalidad pero concretamente fue un tiempo en el que no había
tranquilidad.