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sábado, 21 de noviembre de 2015

Argentina es bipolar... @dealgunamaenra...

La salud mental de Cristina Fernández, a debate…

Presidente de la República Argentina, Cristina Fernández de Kirchner

Un libro insiste en que la líder argentina es bipolar y ella lo niega. El autor, antikirchnerista, asegura que la presidenta padece cinco trastornos mentales.


Argentina es bipolar. Y para sus detractores, la presidenta Cristina Fernández también. Tras más de doce años de gobiernos del matrimonio Kirchner, el país ha quedado dividido, polarizado entre kirchneristas y antikirchneristas, como evidencia la campaña electoral para elegir la semana próxima al sucesor de Fernández. Los medios de comunicación no son ajenos a esa polarización.

Nelson Castro es uno de los periodistas más populares de Argentina. Desde sus programas de radio y televisión fustiga diariamente a la presidenta y al Gobierno. Acostumbra a mirar fijamente a la cámara y hablar directamente a la mandataria. Pero además Castro es médico neurólogo, lo que le ha permitido especializarse en la salud de los mandatarios argentinos, escribiendo libros sobre las enfermedades de Evita o el general Perón. Su última obra, Secreto de Estado (Sudamericana), está dedicada a la salud de Fernández y está resultando muy polémica porque asegura, sin un ápice de duda, que la presidenta padece bipolaridad y otros trastornos mentales.

"La enfermedad más importante que tiene es la atrofia frontal, una afección que produce trastornos de conducta, que genera conductas desinhibidas", dice Castro a La Vanguardia, aunque asegura que esta patología no provoca la bipolaridad pero está "asociada". El periodista explica que "los médicos que la trataron dicen que la conducta de Cristina es el producto de cinco factores: estrés, bipolaridad, síndrome de Hubris, atrofia frontal y narcisismo; hay de todos estos un poquito".

Excepto en el caso de la atrofia del lóbulo frontal, los otros cuatro trastornos ya habían sido diagnosticados por Castro basándose en fuentes médicas próximas a la Casa Rosada. En el caso concreto de la bipolaridad, la revista Noticias ya lo había publicado en el 2006. La publicación tampoco identificó a su fuente, pero luego trascendió que se trataba del psiquiatra Alejandro Lagomarsino, que supuestamente había tratado a Fernández. Sin embargo, Lagomarsino no puede confirmarlo porque falleció de cáncer en el 2011. Otro argumento para quienes no tienen dudas de la bipolaridad de la mandataria es que su hermana, Giselle Fernández, sí padece esa enfermedad.

Ahora Castro se basa en el testimonio anónimo de otro psiquiatra, colaborador de Lagomarsino. Evidentemente, los cinco trastornos de la conducta mencionados no favorecen a Fernández, especialmente viniendo de uno de sus más mediáticos detractores. El síndrome de Hubris, por ejemplo, puede definirse como la adicción al poder o delirios de grandeza. No obstante, Castro defiende su profesionalidad y no cree que haya violado ningún código de ética médica escribiendo el libro, alegando que la salud de un presidente es un "asunto de estado". Además, el periodista deja claro: "Yo no soy el que violó el secreto o no", trasladando ese asunto de conciencia a sus fuentes médicas.

Para defender su libro, Castro enumera cómo se manifiestan esos supuestos trastornos mentales. "Afectan al egocentrismo de Cristina, al culto a su personalidad excesiva, su poca aptitud para tolerar opiniones dentro de su Gobierno contrarias a la suya, su tendencia a tomar decisiones sobre temas que conoce poco, su manejo centralista del poder, la falta de reuniones de gabinete, su tendencia a creer que la realidad es como ella cree que es y a creer que las opiniones que son distintas a las de ella son opiniones de gente ignorante", asegura Castro.

Por su parte, Fernández, que nunca se había referido en público a su supuesta bipolaridad, reaccionó hace unos días, denunciando una "campaña cloaca" contra ella y contra el candidato kirchnerista. No sólo negó que sea bipolar, sino que criticó la estigmatización de los enfermos mentales y defendió a quienes sufren esa patología refiriéndose a su hermana, sin citarla.

"Sabiendo que en mi familia tengo una persona muy inteligente que se enferma, porque son tan brutos que creen que los bipolares son locos. Los bipolares son enfermos que tienen una gran dosis de inteligencia y que tratados con su medicación son excelentes. Dicen que Einstein era bipolar, ¿no? Lamento, podría parecerme a Einstein, pero no soy bipolar", zanjó Fernández.

© Escrito por Robert Mur el domingo 16/11/2015 y publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad de Barcelona, España.

  

lunes, 23 de marzo de 2015

Creérsela… Macri, qué es Mauricio... De Alguna Manera...

Creérsela…

Macri como Napoleón. Los peligrosos riesgos del éxito. Facundo Iglesias

Macri, quien logró desplazar a Massa del ballottage, puede correr el riesgo de creérsela. 

En 1806, Hegel se asoma al balcón de su casa en Alemania y ve pasar triunfante a Napoleón en su caballo al frente de su ejército. El filósofo luego escribe: “He visto pasar el espíritu del mundo sentado en un caballo”. Desde una perspectiva metafísica, Napoleón no era una persona, sino un instrumento de la historia. La historia hacía a Napoleón y no Napoleón la historia.

Con una perspectiva más humanística, Lacan utilizaba el viejo chiste del loco que se cree Napoleón para decir que también Napoleón habría estado loco si se hubiera creído que era Napoleón: “El hacía de Napoleón”. Nuevamente, Napoleón para el mundo (no para su mujer, Josefina, o su madre, María Letizia) no era una persona, era un personaje, un significante, alguien que encarnaba las necesidades de su tiempo, un producto de su época.

Y esta enseñanza tiene un especial valor para Macri, quien después de haber logrado desplazar a Massa del ballottage y encolumnar tras su candidatura a la UCR, el más tradicional y respetado partido del país, puede correr el riesgo de creérsela. Creer que es él quien produjo esta corriente que amalgama diferentes intereses tras una esperanza y no percibir que es simplemente (lo que tampoco es poca cosa) el opositor más plausible para todos aquellos que desean escapar del kirchnerismo, como en 2013 fue Massa y en 2009 fue De Narváez.

Es cierto que en los casos anteriores, De Narváez y Massa fueron llevados por la sociedad al pináculo del triunfo frente al kirchnerismo pero siempre en un puesto legislativo, para luego ir homeopáticamente haciéndoles perder centralidad. En el caso de Macri, se tratará de la presidencia del país, lo que garantiza una estelaridad más perenne, ventaja que en menor medida ya se comprueba en Scioli como gobernador de la Provincia y el propio Macri como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Los K acusan al PRO de menemismo siglo XXI pero la izquierda, de kirchnerismo de derecha.

Pero casualmente, por la mayor longevidad de su puesto, puede ser aún más peligroso para Macri creérsela de lo que fue para De Narváez y después para Massa.

En su origen mitológico, Hubris era eso, la maldición de los dioses a los humanos tan exitosos que pretendían competirles, a quienes enfermaban haciéndoles creer que era dioses y morían de éxito por ambicionar siempre más hasta llegar al imposible.
Probablemente el desafío que le realiza Gabriela Michetti, no aceptando el papel que Macri tenía para ella y saliendo a disputar el puesto que Macri tenía destinado a otra de sus espadas, le resulte terapéutico en esta etapa donde todavía le entran las balas a su ego.
De lo que Macri debe cuidarse es de convertirse en un kirchnerismo de derecha, en un facticismo donde desde Cristóbal López y Moyano, pasando por todos los poderes fácticos, terminen siendo instrumentos de sus estrategias, y creyendo que él mismo es un gran titiritero, termine enredado en la telaraña del cinismo.
Un ejemplo en ese sentido son las cifras de la inversión en publicidad oficial del gobierno de la Ciudad durante el último semestre, que difundió esta semana el diario La Nación, en las que se perciben arbitrariedades, desproporciones y manejos discrecionales de los fondos públicos que, aunque de distinto grado, son comparables con lo que hace el kirchnerismo con su publicidad oficial.
Esa forma militar o deportiva de ver la competencia política: se gana o se pierde, tan típicamente kirchnerista, puede terminar haciendo que el macrismo confunda a Gabriela Michetti con una adversaria, cuando podría resultarle una gran aliada, o creyendo que Massa es su principal competidor cuando comienza a verse que intenciones de votos que va perdiendo el Frente Renovador, en lugar de ir para el PRO-UCR, van para el Frente para la Victoria, si Scioli continúa siendo el candidato.

Maniqueísmo PRO: no todos los votos que pierde Massa van a Macri, parte va a Scioli.

Muchas paranoias tienen un origen narcisista: las cosas “se las hacen” a la persona paranoica cuando en realidad fueron hechas por el propio interés de los actores y no para perjudicar a quien percibe que fueron en su contra. Quien cree que todo es por él inevitablemente tiende a desarrollar algún sesgo paranoico.
Desde el kirchnerismo se pretende estigmatizar a Macri diciendo que se trata de un “menemismo del siglo XXI”, pero el PRO debería preocuparse también, y hasta más, por la crítica que le hace la izquierda de ser un “kirchnerismo de derecha”. La combinación menemismo y kirchnerismo es de terror.
Los servicios

El secretario de Inteligencia, Oscar Parrilli, enojado porque la revista Noticias denunció la lista de militantes kirchneristas en la SI, acusó a Perfil de estar vinculada con Stiuso: “Ellos quieren volver a ser el brazo mediático de la SIDE de Jaime Stiuso, que mentía, extorsionaba, el espía más temido”.

Coincidimos con Parrilli en que la SIDE, y Stiuso en particular, “mentía y extorsionaba” pero las víctimas de sus operaciones fuimos nosotros, que desde el comienzo del kirchnerismo, y antes con la misma SIDE y el mismo Stiuso pero con Menem, fuimos difamados y hostigados de todas las formas posibles. Fueron las publicaciones de Perfil las que más sostenidamente criticaron a Stiuso y a la SIDE. La inversión de los hechos (de ser víctima de la dictadura a pasar a ser acusado de colaboracionista) es un hábito kirchnerista. Para que Parrilli se entere de cuál es la relación de Perfil con Stiuso y la SIDE, le recomendamos leer la contratapa del 15/2 de este diario titulada “Socios”.

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© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 22/03/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 6 de octubre de 2013

Señora Presidenta... De Alguna Manera...

Señora Presidenta...

 

 


Punto por punto, una réplica respetuosa a los dichos presidenciales respecto del columnista de Perfil. Debo comenzar por agradecerle a la Presidenta el inusual protagonismo que me otorgó durante la entrevista que le realizó Jorge Rial. Desde entonces, no he parado de atender llamados de medios de todas partes interesados en hablar del tema. A todos ellos también les extiendo mi gratitud.

Desde que vengo utilizando el recurso de dirigirme a Cristina Fernández de Kirchner como si ella me estuviera mirando, mucha gente me ha preguntado: “¿Usted cree realmente que lo mira?”. Mi respuesta, basada en los testimonios de los poquísimos funcionarios que en estricto off the record se animan a hablar, ha sido, invariablemente, que la Presidenta no mira mi programa pero que hay quienes le cuentan. Eso mismo fue lo que la jefa de Estado respondió: “Yo no lo miro, pero me dijeron que él le habla a la cámara como si me hablara a mí”, fue la expresión que usó al ser interrogada sobre su parecer acerca de mis comentarios sobre sus problemas de salud y mi diagnóstico del síndrome de Hubris, al que me referiré un poco más adelante, que tanto revuelo causó y sigue causando. Agradezco, pues, a esos funcionarios arriesgados la calidad de la información brindada acerca de este y otros asuntos concernientes al cerrado universo del cenáculo presidencial.

Otro de los tópicos sobre los que se interrogó a la Presidenta era su parecer acerca de esta conducta mía de haber hecho un diagnóstico a distancia del síndrome de Hubris. Visto el interés que el tema del diagnóstico a distancia ha despertado, no sólo durante la entrevista sino también en otros ámbitos, incluso médicos, es preciso señalar que esta metodología –la del diagnóstico a distancia– es uno de los recursos más relevantes utilizados en la medicina en los últimos tiempos, que se ha hecho posible gracias a la tecnología, lo que ha dado lugar a una verdadera disciplina como es la telemedicina. Así, entonces, a través de lo que permite la transmisión de datos, imágenes y sonido, un médico en su consultorio del Hospital Universitario de Nueva York puede tener como paciente a una persona que está en Buenos Aires. Esto ha posibilitado acercar a enfermos de distintas y distantes procedencias a los profesionales de los centros médicos de excelencia de diferentes lugares. Una de las especialidades más beneficiadas con estos métodos es la psiquiatría, ya que allí lo único que se necesita es el medio a través del cual el médico y el paciente puedan estar en contacto directo. Así, entonces, por medio del sistema Skype o de una teleconferencia, el profesional accede a la información necesaria a partir de la cual no sólo puede diagnosticar sino también medicar. En algunos casos extremos, el diagnóstico a distancia salva vidas.

Fue a propósito de esa pregunta que la Presidenta se extendió sobre el tema de la salud de Néstor Kirchner. Allí apareció, una vez más, la actitud de la jefa de Estado de contar la historia en forma parcial –lo que ocurrió también en otros segmentos de la entrevista– a fin de acomodarla a su relato tan cercano, en muchos casos, a una novela. Habló entonces Fernández de Kirchner de alguien que se había dedicado a diagnosticarle a su esposo un cáncer de colon que nunca tuvo. Sin embargo, hubo un episodio relacionado con esto que preocupó al ex presidente. Ella no lo contó, pero la verdad es que en una ocasión su esposo tuvo una proctorragia: una pérdida de sangre que se exterioriza por la vía anorrectal, una de cuyas causas es el cáncer de colon. Por lo tanto, desesperado como todo hombre del poder por la posibilidad de que eso trascendiera y lo dañara políticamente, Kirchner aprovechó uno de los viajes de su esposa a Nueva York para desplazarse hasta Washington y someterse a una videocolonoscopia, estudio que no mostró presencia de lesiones cancerosas.

En el caso de Kirchner, me tocó advertirle públicamente que, de seguir con el ritmo desordenado y estresante al que lo obligaba la candidatura presidencial a la que aspiraba, su vida estaba en serio riesgo. Ese fue un pronóstico exacto hecho a distancia que lamentablemente el ex presidente no escuchó, y que partió de un diagnóstico a distancia basado en información certera. Kirchner padecía una enfermedad polivascular o panarterial, así llamada porque afecta diferentes arterias de los distintos órganos del cuerpo humano (cerebro, corazón, riñones, etc.).

Como consecuencia de ello, como se recordará, el paciente padeció una suboclusión de la arteria carótida primitiva del lado derecho en febrero de 2010 y una oclusión de la arteria coronaria descendente anterior en septiembre de ese mismo año. Estos episodios agudos constituyeron emergencias médicas que obligaron a tratamientos inmediatos. En el caso de la suboclusión carotídea, a una endarterectomía, y en el caso de la coronaria, a una angioplastia con colocación de un stent. Además, en la tomografía computada de cerebro que se le realizó a propósito del cuadro carotídeo, se le detectó un pequeño infarto en el hemisferio cerebral derecho.

Cuando los enfermos que padecen una afección polivascular presentan dos episodios agudos oclusivos o suboclusivos en distintos territorios vasculares en un período no mayor de siete meses, el riesgo de muerte aumenta entre 37% y 40%. El caso de Kirchner cayó dentro de esta estadística.

Aquel pronóstico mío, realizado en la emisión de El juego limpio del 16 de septiembre de 2010, despertó la furia del Gobierno, por lo que desde sus usinas mediáticas se descargó contra mí una artillería de vilipendios que no me sorprendieron ni me inquietaron. Uno de ellos se llevó adelante en 6,7,8 y se tituló “El papelón de Nelson Castro”. Allí se reproducía mi comentario de advertencia y a continuación se pegaba un testimonio del ex presidente diciendo lo bien que se sentía. Eso fue así hasta el 27 de octubre, día en el que el fallecimiento de Kirchner demostró, lamentablemente, la certeza de mi pronóstico.

Sé que a la Presidenta le disgusta profundamente que hable de su salud. No me sorprende: es lo que le ha pasado y le pasa a la mayoría de los hombres y las mujeres del poder. Esta actitud de Fernández de Kirchner lleva a practicar un secretismo inconducente. Hoy es imposible pensar que los problemas de salud de un presidente pueden mantenerse ocultos a la opinión pública. Los procedimientos médicos hacen que sea mucha la gente que entra en contacto con el paciente, lo que transforma la confidencialidad en un imposible. Cuando el doctor José Rafael Marquina, oncólogo venezolano radicado en Miami, pronosticó que, tras habérsele diagnosticado un cáncer –un rabdomiosarcoma del psoasilíaco–, Hugo Chávez no viviría más de dos años, hizo un pronóstico exacto basado en un diagnóstico a distancia.

También él sufrió todo tipo de descalificaciones hasta que la realidad, tristemente, le dio la razón.

Como consecuencia de este secretismo, la Unidad Médica Presidencial –el día que este gobierno haya cumplido su mandato serán varios los médicos que hablarán y contarán la verdadera historia de lo que allí se vive– informa de modo desprolijo e incompleto, con lo cual mucho de lo que comunica es dudoso. Un último ejemplo: cuando la Presidenta se internó en el Sanatorio Otamendi el último fin de semana de agosto, se informó que lo hizo a fin de proceder al control del tratamiento de sustitución de la hormona tiroidea y a un chequeo ginecológico. Lo que no informó fue que, además, se le realizó también una videocolonoscopia. Nadie se inquiete: el estudio no detectó anomalías.

El síndrome de Hubris es una enfermedad del poder –y no sólo del poder político– mantenido por un período de varios años en los que el líder casi no ha tenido límites. Este es el núcleo de la discusión que he querido plantear al señalar los síntomas del síndrome que exhibe la Presidenta. Lo que hay que remarcar es que casi todos los síntomas tienen que ver con las conductas públicas del líder o se manifiestan a través de ellas. Por lo tanto, son esas conductas, que están a la vista de todos, las que llevan al diagnóstico. Repaso algunas: pérdida de contacto con la realidad y progresivo aislamiento; inquietud, impulsividad y desasosiego; excesiva confianza en el juicio propio y desprecio por las críticas y los consejos de los otros.

Lo que ha ocurrido después de haber hecho este diagnóstico tampoco me ha sorprendido. Fue similar a lo que sucedió con mi pronóstico sobre la enfermedad de Kirchner. Hubo críticas –siempre bienvenidas– y furia expresada a través de descalificaciones, ofensas, insultos y un largo etcétera de agravios. Incluso, hubo quienes amenazaron con llevar adelante un juicio ético en mi contra con la finalidad de cancelar mi matrícula médica. Lo que casi nadie hizo fue interesarse por discutir el síndrome de Hubris, al que muchos reconocieron desconocer.

En el medio de todo este fárrago, es importante que nadie desespere, ya que hay una buena noticia –que ya consigné en otra columna– para bien de la Presidenta y tranquilidad de sus acólitos: el síndrome de Hubris tiene cura. Ello ocurre a partir del momento en que la persona se aleja del poder. Es lo que le sucederá a Cristina Fernández de Kirchner el 11 de diciembre de 2015, cuando haya cumplido su mandato.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 06/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


 

domingo, 29 de septiembre de 2013

La dibujante... De Alguna Manera...

La dibujante...

 


El Presupuesto, la seguridad, los medios y la paranoia: vale todo. Hay cosas sobre las que hay que ponerse de acuerdo”, señaló Cristina Fernández de Kirchner en su “Aló Presidenta” del jueves en Misiones, al criticar a los diputados que no votaron afirmativamente el proyecto de Ley de Presupuesto 2014. Curiosa aspiración de imposible concreción para un gobierno que considera que la búsqueda de acuerdos con la oposición es la representación de una apostasía. Es que, por otra parte, y tal como ha ocurrido en años anteriores, el Presupuesto 2014 es un dibujo de tales dimensiones que la posibilidad de llegar a lograr la unanimidad requerida por la jefa de Estado tenía el valor de un esfuerzo vano.


Como tantas de las cosas que suceden con el kirchnerismo, hay afirmaciones hechas desde el oficialismo que son exactamente al revés de lo que exhiben las mismísimas planillas oficiales. Así, por ejemplo, donde se habla de superávit, lo que habrá es déficit; y donde se habla de desendeudamiento, lo que sucederá, en verdad, es un creciente endeudamiento.

Veamos, si no, unas pocas cifras: para 2013, el Presupuesto proyectaba un superávit de $ 1.085 millones. Ahora, en cambio, los números del Gobierno muestran que lo que hay es un déficit de $ 46 mil millones. A pesar de ello, la mayoría de los analistas económicos independientes reconoce que, a fin de año, esa cifra –la del déficit– trepará a los $ 60 mil millones. Por otra parte, en el Presupuesto de 2014, se estipula un superávit de $ 3.500 millones. Lo que nadie explica es cómo se hará para pasar de un déficit de 60 mil millones a un superávit de 3.500 millones. Esa es la “magia” del kirchnerismo.

El año que viene la Argentina tiene que hacer pagos de su deuda externa que ahondarán el rojo de las cuentas públicas. A ello hay que agregarle el monumental desembolso que habrá que hacer para seguir abasteciendo el requerimiento energético del país. Según los cálculos actuales, esa cifra oscilará entre los 15 mil y los 16 mil millones de dólares. Todos estos números representan no sólo desafíos para el actual gobierno, sino también para el que lo sobrevenga a partir de 2015. Estos datos, sobre el que quienquiera que aspire a suceder a Cristina Fernández de Kirchner deberá reflexionar muy bien, exigirán un arduo estudio para idear soluciones que la realidad le exigirá con premura.

El Gobierno ha puesto a trabajar a la maquinita de hacer billetes a toda velocidad. El clima interno que se respira allí es horrible. La semana estuvo tomada por los fuertes rumores sobre la posible renuncia de Guillermo Moreno. A ciencia cierta, nadie sabe con precisión qué es lo que va a pasar con él. El secretario de Comercio Interior es un campeón del fracaso. Nada de lo que ideó y puso en práctica funcionó. Sin embargo, la Presidenta, que lo defiende a capa y espada, le sigue otorgando un rol preponderante y un sitial privilegiado dentro del desbande que constituye el inarticulado rejunte de funcionarios que ocupan los diferentes cargos del área económica. Lo peor para Moreno es que ahora ya ni el florido repertorio de sus aprietes –bravuconadas, insultos, groserías y ofensas– surge ya efecto.

Todo es poco en esta carrera contra reloj orientada a tratar de revertir el resultado adverso de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). En la provincia de Buenos Aires, a cuyo gobernador acusaban de ser un pésimo administrador que no se hacía cargo de nada y al que le retaceaban fondos para pagar el aguinaldo de los docentes, ahora el dinero fluye en abundancia. La incógnita por develar es si esto continuará después del 27 de octubre. A Daniel Scioli, el kirchnerismo de paladar negro lo quiere cada vez menos.

Acorde con lo que es norma en el oficialismo, el manejo de la así llamada “nueva política” de seguridad en territorio bonaerense exhibe los mismos defectos de discrecionalidad, arbitrariedad y favoritismo político de los que el Gobierno hace gala todo el tiempo. Así, pues, el grueso de los efectivos de Gendarmería está siendo desplegado en los municipios kirchneristas. A los que no lo son les llegan menos –en algunos casos, con el desconocimiento absoluto del intendente del lugar– o, directamente, no les envían a nadie.

Envuelta en su tirria contra los medios, la Presidenta ha echado mano en estas últimas semanas a una nueva teoría conspirativa, según la cual los medios argentinos –sobre todo la televisión– no dan cuenta de las noticias internacionales con el objetivo de que los argentinos no se enteren de cuán mal le va al mundo y de cuánto mejor, en comparación, le va al país.

Al decir esto, Fernández de Kirchner demuestra un desconocimiento profundo de la realidad. Para mencionar tres ejemplos que la contradicen, ahí están Pedro Brieger, Telma Luzzani y Raúl Dellatorre, que conducen un muy buen programa sobre temas internacionales en Canal 7; Pepe Gil Vidal que, con igual calidad, hace lo mismo en TN, al margen de sus columnas en Telenoche; y Andrés Repetto con su labor en Telefe.

Al decir cosas como éstas, la Presidenta demuestra una vez más cuán profundamente la ha afectado el Síndrome de Hubris, un mal del poder.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 29/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.