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martes, 24 de noviembre de 2015

Confiar por Confiar, no más: Rarezas del Macrismo... @dealgunamanera...

Rarezas del Macrismo...


La consagración de Mauricio Macri representa una alegría importante para muchos argentinos. Millones de personas que han depositado su esperanza en él, le abrirán una línea de crédito político que Macri deberá saber administrar, para que no le ocurra lo mismo que a Cristina Kirchner luego del 2011, cuando dilapidó de manera extraordinaria aquél 54% de apoyo popular, cometiendo un error tras otro.

Hay dos maneras de intentar confiar en Macri. La primera, que es la más directa, y la que ha seguido la enorme mayoría de sus votantes, consiste en hacerlo, más por necesidad imperiosa de sacarse de encima al kirchnerismo, que por otro asunto.

La otra ya es más compleja. Porque parte del análisis de lo ofrecido, y de las personas que lo están ofreciendo.

Y ahí es donde, a este cronista, se le complica mucho poder confiar.

Porque PRO me dice que, para confiar en ellos, debo asumir que Mauricio Macri no tiene nada que ver con Franco Macri, que Adrián Menem no tiene nada que ver con Carlos Menem, y que Jorge Triaca hijo, (que suena para Trabajo), no tiene nada que ver con el Jorge Triaca que vació SOMISA, para que Techint la pueda comprar al 10% de su valor.

La misma Techint de Paolo Rocca que ha sido financista sustancial de la campaña de Mauricio Macri.

Y la verdad es que a mí me resulta demasiado extraño que en PRO se hayan juntado tantos muchachos que piensan con 180 grados de divergencia respecto de los que portan su mismo apellido, y hasta su misma cara.

Me explican, incluso, que la primera diputada nacional, Patricia Bullrich, no tiene nada que ver con la Patricia Bullrich que bajó 13% sueldos y jubilaciones.

O que Federico Sturzenegger no es el mismo que fuera procesado por el megacanje, ni es el que explicó en USA que, para debatir, la estrategia consistía en no decir jamás lo que pensaba hacer, y , simplemente, engañar a la gente.

Para confiar en PRO, o en Cambiemos, o en Macri, debo asumir que un ex Shell en YPF, que un ex Monsanto en Asuntos Agrarios de Bs Aires, o que un ex J.P.Morgan en economía, han hecho un vuelco absoluto respecto de los intereses que defendieron en el pasado, y ahora vienen a cumplir funciones públicas en defensa de lo nacional.

Otra vez, me resulta durísimo creer que en PRO se nucleen personas que han girado 180 grados respecto de los intereses que defendieron hasta hace 5 minutos.

Respecto del presidente Macri, se supone que debo olvidarme del origen espurio de su fortuna, de sus varios procesamientos judiciales, y de sus actitudes y expresiones del pasado reciente.

Debo creer que el presidente Macri no es el mismo que con la UCEP apaleaba indigentes por las calles, ni tiene algo que ver con aquél que reprimió pacientes y enfermeros en el Borda, que el presidente que ahora promete luchar contra la corrupción no tiene nada que ver con el intendente del decreto 556/10, mediante el cual se extrajeron millonarios fondos de la ciudad de Buenos Aires con fines insondables, o que el Macri que se quejaba de la fundación de nuevas universidades, que decía que el salario es un gasto, o que ponía alumnos a estudiar dentro de containers, era un Macri diferente a este que ganó la elección.

Mire...en cualquier parte del mundo, incluso aquí, para obtener un buen conchabo usted debe presentar un curriculum vitae. Se presenta para conocer qué cosas usted es capaz de hacer, pero básicamente, para saber cuáles fueron las cosas que ya hizo.

Personalmente estoy convencido de que la mejor forma de conocer quién es alguien, consiste en observar quién fue. Es un asunto simple, pero que prácticamente nunca falla.

Y cuando miro quiénes fueron estos muchachos, de dónde vienen, y qué es lo que representaron, es cuando se me hace arduo poder confiar en ellos.

La política argentina me quiere obligar a formatear razonamiento y memoria, e instalarme, periódicamente, un nuevo sistema operativo. Y todo en nombre de la esperanza, aunque eso consista en elegir a estas personas.

Lo siento. Pero me resisto a eso. Conmigo no, muchachos: Conmigo no.

El 15 de octubre de 2011, cuando CFK ganó con aquél 54% de los votos, escribimos para este mismo medio un artículo que contenía la siguiente frase.

"La mitad de los argentinos hoy me ha dicho que no le interesa que le contemos o analicemos lo que ellos desconocen. No les importa el pasado ni el futuro, y son clara y legítima mayoría".

4 años más tarde, la sensación es prácticamente la misma.

No diré lo que todos dicen "ojalá que a Macri le vaya bien", porque históricamente, cuando le fue bien a Macri, me fue mal a mí, y a un montón de tipos como yo.

A Macri le fue fantástico en los ´70 y en los ´90. A la argentina le fue espantosamente mal en esos lapsos.

Digamos que los intereses de Macri nunca estuvieron vinculados a los míos, ni a los del 90% de la gente que conozco.

Sí diré "ojalá que a los argentinos nos vaya bien", que es otro asunto sustancialmente diferente, y comparativamente mucho más importante.

© Escrito por Fabián Ferrante el lunes 23/11/2015 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 22 de febrero de 2015

El error K... De Alguna Manera...


El error K…

La marcha por Nisman del miércoles pasado fue gigantesca y hubiera sido aún más concurrida sin la lluvia. El kirchnerismo, con su beligerancia, contribuyó a agrandarla. Foto: AP

En el discurso de Cristina Kirchner en Atucha II, el día de la marcha por Nisman, está la clave para entender el núcleo del error K. En el discurso de Cristina Kirchner en Atucha II, el día de la marcha por Nisman, está la clave para entender el núcleo del error K, fuente de la mayoría de sus desaciertos y de los de su marido, a quien sólo la muerte le impidió sufrir las mismas consecuencias.

Cristina contó que en 2001 un empresario, quejándose, le gritó a Fernando de la Rúa mientras golpeaba la mesa del comedor de la Casa Rosada durante un almuerzo al que el presidente lo había invitado como integrante de una delegación de la UIA. Y que a ella ni a su marido nadie se hubiera animado a gritarles.

Agregó Cristina que la historia se la contó el actual vicepresidente de ADIMRA y ex presidente de la UIA, el filokirchnerista Juan Carlos Lascurain, y que ese empresario habría sido el dueño de Techint, Paolo Rocca. Historia que puede ser cierta porque en aquellos meses de terremoto económico, durante una reunión de De la Rúa con otra delegación de empresarios, en este caso dueños de grandes empresas no industriales, fue Héctor Magnetto quien le dijo a De la Rúa que su gobierno estaba agotado.

Cristina –como Néstor Kirchner– cree que la crisis de 2001 fue por la debilidad presidencial. Que personas como Rocca o Magnetto (“antes gobernaban otros que no eran los que la gente votaba”, dijo Cristina en ese mismo discurso) fueron los causantes de la crisis y no que, espantados por el terremoto que veían venir, trataban de torcer el rumbo de sus consecuencias en la dirección menos perjudicial para sus intereses.

Si a los ojos de los Kirchner la hecatombe de 2001 se produjo por flaqueza del presidente, es lógico que crean que la solución a cualquier crisis, y su profilaxis, sea un presidente muy fuerte, que nunca se deje “marcar la cancha” y que, aun cuando estuviera equivocado, siempre sería mejor que se mantuviera firme en el error y no que, al corregirlo, corriera el riesgo de mostrar debilidad. Redoblar siempre la apuesta es hijo de ese razonamiento equivocado.

Por eso, ante cada divergencia, Cristina –o Néstor Kirchner en su tiempo– ve una amenaza a su autoridad. No considera la posibilidad de  que se discrepe con determinadas acciones del Gobierno, sino que se convence de que atacan la propia autoridad presidencial. Ver golpes institucionales detrás de cada conflicto es resultado de esa matriz de pensamiento paranoico. Que termina, no pocas veces, logrando el resultado inverso al buscado, agigantando conflictos, aumentando su presión, en lugar de descomprimirlos.

Esa irracional forma de ser y actuar, en un país al que paralelamente le iba muy bien económicamente hasta 2008, requirió una explicación más elevada que la perturbación psicológica, e inspiró a muchos intelectuales K a utilizar conceptos como amigo-enemigo de Laclau o el Estado total de Carl Schmitt para justificar lo que simplemente eran equivocaciones generadas por una mala lectura de la realidad, errores que eran disimulados por un enorme ingreso de recursos, producido por el aumento de los precios de las commodities.

Con estos precios (aun los achicados a lo largo de 2014), De la Rúa no hubiera necesitado llamar a Rocca o Magnetto para, infructuosamente, pedirles cooperación ante la crisis que se avecinaba. Otro ejemplo de la importancia que tuvo el aumento del precio de las commodities es que el atraso cambiario llegó este año al mismo punto de tasa de cambio combinada que había en 2001, con vencimientos de deuda externa en dólares para 2015 en montos menores, comparables con 2002 y, sin embargo, no se produce un colapso como el de aquel año.

Cristina Kirchner creerá que es gracias a que a ella no le grita nadie, sin comprender que aquel diagnóstico originario sobre la debilidad presidencial de De la Rúa fue sólo una parte del problema de 2001. Y paga el enorme costo político de ni quisiera enviar las mínimas condolencias a la viuda y las hijas de Nisman, en un gesto casi patético de inconmovilidad. Encerrada en su desvarío, se enoja y termina imaginando que la viuda y la huérfana es ella misma, dado que la muerte de Nisman la perjudicó más que a sus familiares directos.

Néstor Kirchner, ante el asesinato del militante del Partido Obrero, dijo que había sido un tiro a su propio corazón. Y en el discurso de Cristina previo a la marcha por Nisman se quejó de “lo que tenía que aguantar”.

El próximo presidente debe cuidarse de caer en otro error de diagnóstico originario y de creer que el problema del kirchnerismo fue su intransigencia, y que todo se solucionará siendo flexible y dialoguista.

© Escrito por Jorge Fontevechia el sábado 21/02/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 15 de diciembre de 2013

Hipertrófico… De Alguna Manera...


Hipertrófico…

Alegría de la muerte. Un grupo de civiles armados defendiendo la sucursal de Walmart en Tucumán de posibles saqueos. Si estos son los buenos... Foto: La Gaceta de Tucumán.

La condición humana tiene sus oscuridades. Vecinos que saquean a vecinos. Mejores alumnos de un colegio que también saquean. Hasta la presidenta de la comisión de seguridad de un barrio que ella misma fue a saquear. Las razones económicas explican solo una parte. Dejan afuera los saqueos de los hinchas de Boca en los alrededores del Obelisco el jueves último mientras festejaban, o el de los hinchas de Canucks de Vancouver, en Canadá, que arrasaron los comercios de su ciudad mientras protestaban por perder la final de hockey sobre hielo hace poco más de un año.

Vale recordar que algunos años antes el primer ministro canadiense de entonces, Paul Martin, había levantado su copa durante el discurso en el que celebraron que Vancouver hubiera resultado el mejor lugar del mundo para vivir en la encuesta realizada por la Economist Intelligence Unit (EIU), que clasifica 127 ciudades en términos de riesgo personal, infraestructura y disponibilidad de bienes y servicios.

Volvamos a la Argentina. La foto que acompaña esta columna nos dice mucho sobre el tema. Es del diario La Gaceta de Tucumán y retrata un grupo de civiles armados que defendía la sucursal de Walmart en Tucumán de posibles saqueos. El rostro de felicidad del de remera blanca que está adelante en el centro con un fusil de mira telescópica, apto para caza mayor, dice mucho de la alegría embriagante que produce la pulsión de muerte. Del goce sádico que nos habita, del placer que genera romper y que sólo la civilización nos hace domesticar.

Justificar todo en la necesidad no sólo es equivocado sino que no resuelve siquiera el problema de la necesidad. No todo es economía, no todo es infraestructura. Esa mirada materialista simplifica y reduce el problema al no prestar atención al valor de la cultura y de la superestructura incluso en la propia creación de bienes.

El titular de Techint, Paolo Rocca, se quejó el martes pasado por el “estado hipetrófico que llevó la presión impositiva del 21% al 38% y que salta al 42% cuando se suma el impuesto inflacionario, afectando la competitividad de las empresas”. Al día siguiente, Jorge Capitanich salió a responderle que gracias a todos esos impuestos es que se pueden sostener los subsidios a la inclusión social.

La verdadera discusión no es sobre el grado de la presión impositiva sino sobre si esos recursos se utilizan para lograr que los excluidos se integren definitivamente a la sociedad activa, mejorando la vida de toda la sociedad en su conjunto con su aporte laboral, o se destinan esos impuestos a formas crónicas de subsidios perpetuos para mantenerlos siempre asistidos. Si se invierte en infraestructura y en subsidiar actividades que luego serán económicamente autosustentables o solamente en resolver las necesidades del presente.

Se le atribuye a Axel Kicillof adornar el frente del Palacio de Hacienda con la leyenda “E2 = Economía x Estado” (tiene reminiscencias de la hermosa fórmula de Einstein E=mc2, la energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado). No está nada mal que el Estado sume su propio motor al del mercado. Pero nuevamente el problema sería cultural si se apostara a consumir todo en el presente en lugar de equilibrar necesidades del presente con necesidades del futuro (como el Partido Comunista chino, de filosofía confuciana).
 
La humanidad dio un salto cuando su medio de vida pasó de la caza a la agricultura. Del vivir al día a la planificación del mañana. El saqueo se asocia con la caza. Un subsidio que no podrá ser sostenido en el futuro, en cierta forma, también.

Si solo hay presente no habrá civilización, sin importar los esfuerzos bien intencionados que se realicen desde la economía.

Hipertrofia (del griego antiguo ὑπερ- 'exceso' y -τροφία 'nutrición') es el nombre con que se designa un aumento del tamaño de un órgano cuando se debe al aumento correlativo en el tamaño de las células que lo forman; de esta manera, el órgano hipertrofiado tiene células mayores, y no nuevas. Se distingue de la hiperplasia, caso en el que un órgano crece por aumento del número de células, no por un mayor tamaño de éstas. 
También cuenta con parte contraria, la Atrofia. Palabra que normalmente se usa para calificar a algún objeto con un sinónimo de 'Descompuesto'. Así, la importancia de mantener un grado de hipertrofia resulta inminente.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 14/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


jueves, 18 de octubre de 2012

El concepto de lo mental... De Alguna Manera...


Error categorial…

Héctor Magnetto y Gilbert Ryle. Medios, metafísica y 7D.

El libro El concepto de lo mental es un clásico de la filosofía moderna. En él se acuñó un concepto clave: el “error categorial”. Su autor, el célebre profesor de Metafísica de la Universidad de Oxford durante gran parte del siglo XX, Gilbert Ryle, bregaba por construir una “geografía lógica” que nos exorcisara de lo que él llamaba “el mito del fantasma de la máquina iniciado con Descartes”, e indirectamente de todos los mitos de fantasmas.

“Los errores categoriales teóricamente interesantes –escribió Ryle– son los cometidos por personas capaces de usar conceptos, por lo menos en situaciones que les son familiares, pero que, sin embargo, al pensar en abstracto pueden asignar dichos conceptos a tipos lógicos distintos de aquellos a los que pertenecen.”

Ernesto Laclau, otro célebre profesor, en su caso de Teoría Política, de otra universidad inglesa, la de Essex, me hizo pensar en Gilbert Ryle. Fue por el ciclo Debates y Combates, que terminó anteayer en Tecnópolis, donde Laclau asignó a la Ley de Medios el carácter de “batalla” y “absolutamente central” (ver página 14).

¿Será así?, me pregunté a mí mismo: ¿habré pasado tantos años dentro de la máquina periodística sin darme cuenta de que la habitaba el fantasma absolutamente central del país?
Para responderme, y evitar el error categorial de confundir distintos tipos lógicos, seguí el método de aceptar como cierto el argumento que se pretende rebatir y profundizarlo.

Durante los últimos años, desde el periodismo militante se realiza la misma crítica al periodismo: que durante los noventa nos llenábamos la boca diciendo que éramos independientes del poder y sacábamos pecho publicando informaciones críticas de los gobiernos pero que en realidad no éramos tan valientes como parecíamos porque el poder no estaba en los gobiernos o en el Estado sino que el verdadero poder eran los dueños del dinero, y que con ésos no nos metíamos.

Que a la Corpo, las corporaciones en su conjunto, todas dominadas por ese señor Don Dinero, no la tocábamos porque eran nuestros empleadores y nos podían echar, en el caso de los periodistas, o eran los dueños de las empresas que ponían avisos que sostenían a los medios, en el caso de los editores. En síntesis, que el poder era de los empresarios, “los dueños de la Argentina”.

Pero esa lógica la destruyó el propio kirchnerismo con su éxito disciplinador porque ya no queda ningún empresario que se anime a levantar mínimamente la voz. Paolo Rocca tuvo que disculparse por carta con la Presidenta por una modestísima crítica a ciertas inconsistencias macroeconómicas. Y Alfredo Coto, después de haber sido el primer empresario públicamente atacado por Néstor Kirchner en 2006 por decir que la inflación del año siguiente iba a ser del 14% (veníamos del 6%), en el reportaje que publicó este diario hace un mes dijo que prefiere una inflación mayor al 20% a una recesión, y que la inflación actual tiene una tendencia a la baja. ¿Qué empresario se anima a levantar la voz con algo que contradiga la economía oficial? Evidentemente, el verdadero poder no está en los empresarios argentinos porque si así fuera no serían tan timoratos ni a veces hasta obsecuentes.

O sea, poder y dinero son tipos lógicos familiares pero no idénticos en la Argentina actual. Y aun concediendo que antes podría haber sido diferente, si gracias al kirchnerismo el Estado y el Gobierno recuperaron el dominio, dado que el periodismo tiene que ser crítico del poder, entonces, nuevamente, el buen periodismo, para cumplir su papel de crítico del poder, debe volver a ser el crítico de cada gobierno, incluyendo éste.

Otro error categorial, que el éxito del kirchnerismo viene a evidenciar, es que empresas y medios tampoco son el mismo tipo lógico. Los medios son empresas pero no son sólo eso. Si fueran lo mismo, alguno de los empresarios amigos del Gobierno que compraron o crearon medios habría alcanzado éxito de audiencia, más aún contando con los gigantescos recursos materiales e inmateriales del Estado, los que crean una barrera para los medios críticos que debería aumentar las ventajas de los medios oficialistas generando un círculo virtuoso. Pero eso no se produce.

Otra luz que el kirchnerismo con su éxito aportó fue sobre el mito “medio=sólo intereses comerciales”, y surge de observar que ningún empresario se atreve a mostrarse en conflicto con el Gobierno. ¿Por qué entonces Clarín, La Nación, Editorial Perfil y otros medios críticos del Gobierno no se acomodan al modelo para maximizar su beneficio aumentando sus ganancias como lo haría cualquier empresa?

Probablemente la explicación resida en que las empresas periodísticas, a diferencia de las empresas a secas, tienen en su constitución el gen del periodismo, cuyo mandato primigenio (aunque muchas veces sofocado) es el de ser crítico. ¿Crítico de quién? O sea, ¿dónde está el verdadero poder? Eso también lo elegirá la audiencia que le dará vida a cada medio.

Para finalizar, siguiendo el método de dar por cierto el argumento que se sospecha equivocado para ver si recorriendo su camino se puede probar su falla, si no hubiera ningún error categorial y Clarín fuera la oposición y no un conglomerado de medios sino una verdadera y poderosa organización política, ganada la batalla contra Clarín, quedará el espacio de la oposición vacío. Entonces, podría surgir una oposición partidaria que hasta ahora estuvo opacada por Clarín y que a diferencia de éste podría ser votada en las urnas y eventualmente ganar elecciones.

¿Será más “hegemónico” (en realidad, será una mayor amenaza a la hegemonía que desea imponer el kirchnerismo) un conglomerado de medios fuerte que un partido opositor fuerte que realmente pueda disputar el gobierno?

Si la hegemonía del peronismo obedeció a que en el pasado quienes no se sintieron representados por los políticos iban a golpear la puerta de los cuarteles y ahora la puerta de los “generales mediáticos”, y a partir de la aplicación plena de la Ley de Medios tendrán obligadamente que militar en política partidaria, obviamente surgiría una Argentina más democrática.

Lamentablemente, creo que hay un error categorial en ese razonamiento. El mismo que se percibe en la publicidad oficial sobre el 7D cuando se refiere a “un puñado de familias” que deberán devolver licencias como si se tratara de latifundios en una reforma agraria hace un siglo.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 13 de octubre de 2012.