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sábado, 19 de marzo de 2016

Los 100 días… @dealgunamanera

  Los 100 días…


El PRO no se preparó para ganar y el Frente para la Victoria ni se imaginaba que iba a perder. El resultado es malo para el país. Aunque las encuestas verdaderas ya permitían vislumbrar el resultado, las dos fuerzas estaban instaladas en su rol de oficialismo y oposición. Sus estrategias y políticas se estructuraban en esos roles. Los que estaban en la Rosada presuponían que su plan de gobierno se podía trasladar en forma automática en el remoto caso de que pasaran a la oposición. Desde la oposición, el PRO pensaba lo mismo pero al revés. Pero no es tan fácil en ambos casos.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 19/03/2016 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Parece un chiste la forma en que ahora los macristas defienden lo que antes bombardearon, como el secreto del acuerdo con Chevron, o ver las visitas a regañadientes de Macri a la ex ESMA o las críticas sin convicción al sector empresario por los aumentos en los precios. Ninguno tenía plan B y los problemas se van resolviendo sobre la marcha. Un resultado de esta situación de improvisación inevitable fue la negociación apresurada con los fondos buitre y sus malos resultados. Y la oposición quedó presa de las situaciones de hecho que va creando el oficialismo. No hay agenda opositora más allá de lo que dejan entrever los forcejeos y reacomodos de una interna donde los melones no terminan de acomodarse.

Es el momento de mayor fuerza del macrismo y el de mayor debilidad para el FpV. 49 a 51 fue el resultado, pero en la realidad esa proporción no duró ni un día. El triunfo fortalece y la derrota debilita, aunque la diferencia haya sido mínima. Así es la ley. Una parte importante de ese 49 por ciento que votó a Daniel Scioli, tras la derrota abrió una expectativa a favor del nuevo gobierno. Pese a la escasa diferencia del resultado electoral, a la semana el gobierno de Macri llegaba hasta casi el 70 por ciento de imagen positiva. Inmediatamente empezó a descender.

Al cumplirse los primeros cien días de gobierno –se toman como un simbólico período de gracia por experiencia histórica–, esa proporción es más o menos la misma que la del resultado electoral, pero con una carga diferente. Cada vez menos los problemas se identifican con la administración anterior, como sucedía en el resultado electoral y cada vez más comienzan a estructurarse con Macri como responsable. El horizonte no es bueno para el macrismo que perdió en estos cien días casi todo el plus que le había concedido el triunfo electoral.

Para la oposición, el balance tampoco ha sido positivo porque en estos cien días no ha podido encontrar un eje que la ordene en su nuevo lugar y quedó entrampada en la aceptación o el rechazo de lo que genera el gobierno. Para la característica volcánica del peronismo, esta podría considerarse una transición en calma hacia la oposición. Después de una derrota ha podido preservar el debate en su interior sin volcarlo al escenario general. Pero permanece en un clima de desconfianza, pases de factura y detonación de viejas inquinas al que se suma la necesidad de gobernar para los que tienen una gestión a su cargo, ya sean gobernadores o intendentes. En esta situación de desconcierto mutuo sale favorecido el macrismo, que encuentra en el gobierno más herramientas para la acción, desde la famosa caja con la que aprieta a los gobernadores, hasta la capacidad de una mayor iniciativa política.


El proceso que culminó en el acuerdo con los fondos buitre puso de manifiesto que el macrismo había tomado como prioridad este tema, pero sin diseñar una estrategia de negociación. El planteo se reducía a cerrar el diferendo. No a negociar. Los representantes argentinos simplemente aceptaron pagar lo que estipulaba el fallo del juez Thomas Griesa. Pero lo hicieron con tal impericia que no pudieron reaccionar cuando los buitres les corrieron el arco como habían hecho en las negociaciones anteriores. Fue una actitud ideologizada porque este gobierno tiende a pensar como lo hacen los ejecutivos de las financieras cuando negocian con los Estados, (son despreciativos y desconfiados de los funcionarios, no de los buitres) no piensan como debería hacerlo un Estado cuando negocia con estos fondos.

Por ideologizar de esta manera fueron incautos y nunca pensaron que esos fondos iban a aumentar sus reclamos y condiciones cuando vieran flaqueza del otro lado. Y la impericia fue mostrarse dispuestos y urgidos, vulnerables. Se la dejaron picando. Fue una mala negociación porque no pensaban negociar y fueron forzados a hacerlo sin tiempo porque estaban apurados por cerrar. Con este acuerdo se les paga más, incluso, de lo que ellos esperaban, y queda abierta la posibilidad de que esos mismos fondos pleiteen contra el país en base a los bonos ya reestructurados que ellos también poseen.

La razón del apuro fue la urgencia por reendeudarse. Ya se tomaron cinco mil millones de deuda y ahora se tomarán otros doce mil millones más. Esa enorme cifra es nada más que para pagar deuda. Ni un solo peso para reactivar a una economía que tras las medidas del gobierno se lanzó en picada al abismo de la recesión. En forma inminente tendrá que tomar más deuda. Los gobernadores han demostrado que respaldarán cualquier acuerdo que les permita endeudarse rápidamente para zafar del cepo que les pone el gobierno de Macri con la canilla del financiamiento.

Aunque el FpV no ve con buenos ojos esta decisión, los gobernadores de esta filiación asumen la posibilidad de endeudarse y la devolución del 15 por ciento de la coparticipación, como una vía que los independiza del gobierno central. En el caso de los gobernadores están entre la espada y la espada: pierden en lo inmediato si se oponen y pierden también si respaldan el acuerdo con los buitres.

Desde el kirchnerismo se pensó que el pago a los buitres establecería una línea divisoria, pero la realidad es más compleja y plantea sus urgencias. Por el otro lado, lo real es que el endeudamiento indiscriminado termina siendo un gol en contra. Con todas las restricciones que tenían en los mercados financieros, los gobiernos kirchneristas sumaron ahorro propio y alguna deuda, pero con organismos internacionales, y realizaron la mayor cantidad de obra pública de los últimos cincuenta años. Ese megaplan de obra pública se hizo con muy poca deuda.

Es paradójico, pero al macrismo le ha ido mejor en la política que en la economía: a pesar de ser minoría en el Congreso, consigue respaldo para medidas económicas que después no funcionan como esperaban. Pasaron los tres meses de gobierno y no han llegado las inversiones masivas del exterior, sacaron las retenciones y los productores rurales igual especularon para rendir sus dólares, devaluaron y los formadores de precios llevaron los precios a las nubes.

De la inesperada hiperactividad macrista de estos cien días no hubo una sola medida que favoreciera a los sectores de menor poder adquisitivo. La imagen de “gobierno de los ricos” –sin sentido peyorativo sino puramente descriptivo– empieza a circular en la sociedad como una síntesis que define al macrismo.

Al peronismo y al kirchnerismo les está resultando difícil encontrar el eje que los estructure en la oposición, aunque no hubo dispersión ni grandes divisiones. La salida de los 14 diputados del Bloque Justicialista resultó finalmente una sangría mínima que sirvió más para favorecer al macrismo que para debilitar al FpV. Hasta ahora predominaron el desconcierto y las recriminaciones o la búsqueda de chivos expiatorios de la derrota. Algunos intendentes aprovechan sus litigios territoriales para apuntarle a un Martín Sabbatella también hiperactivo. Otros apuntan a La Cámpora, que a su vez atraviesa una situación interna de inquietud.

Pero todas estas expresiones se asemejan más a los reacomodos lógicos en las nuevas relaciones de fuerza que a divisiones internas. Por esa característica el debate interno es pobre y no surgen de allí lineamientos que los ordenen. Kirchneristas y no kirchneristas están condenados a convivir si quieren generar una alternativa de poder en una situación económica muy deprimida que a mediano plazo se los va a reclamar. En vez de líneas divisorias tienen que encontrar un encuadre de reglas de juego y circulación de las decisiones para esa convivencia y recoger los nuevos reclamos de la sociedad para construir desde allí el rol de oposición política.



lunes, 14 de marzo de 2016

La batalla madre… @dealgunamanera...

La batalla madre…


El cierre legislativo del capítulo holdouts es vital para el Gobierno. Máximo da pelea.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 13/03/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

No hay plan B. Con esta afirmación, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, sintetizó el valor y la dimensión de la trascendencia que tiene el cierre del conflicto con los holdouts. Esa definición no sólo estuvo presente en el reportaje que el jefe de Gabinete le concedió a Alejandro Fantino, sino también en la reunión que hubo con los gobernadores de cada una de las provincias.

Compartir esa realidad con los mandatarios provinciales es un recurso de importancia para enfrentar la gran batalla política que ha comenzado a desarrollarse en el Congreso. Allí, el panorama con el que se encuentra Cambiemos exhibe contrastes: en Diputados las cosas parecen encaminadas hacia la aprobación de los proyectos de ley que el Gobierno necesita para poder firmar los acuerdos con los holdouts. En cambio, las cosas están más complicadas en el Senado. Es en esa Cámara donde el oficialismo necesita que los gobernadores hagan sentir el peso de su poder para “convencer” a sus senadores para que acudan a la sesión y voten a favor de esa propuesta.

Esta batalla tiene, además, una connotación política de alto voltaje para la vida interna del peronismo. Es que Cristina Fernández de Kirchner juega buena parte de su decreciente poderío. Por eso, en las postrimerías de la semana pasada reapareció Máximo Kirchner, quien fatigó alguno de los despachos de los jefes de bloque del Frente para la Victoria pidiendo –en realidad, presionando– que no den quórum. El panorama con el que se encontró no fue el mejor. 

Esta actitud de comisario político que encarna el hijo de la ex presidenta molesta a muchos legisladores que forman parte de ese universo enrarecido en el que casi todos experimentaron el sabor amargo del maltrato que padecieron durante los dos mandatos de CFK: ante ese embate de Máximo Kirchner, que pasa la mayor parte de su tiempo en Santa Cruz, algunos ya se rebelaron. Por lo que se sabe, han dicho hasta aquí. Ni el diputado José Luis Gioja ni el jefe del bloque de senadores del Frente para la Victoria, Miguel Angel Pichetto, han estado de acuerdo con esa demanda de la ex mandataria. Las relaciones entre una parte significativa del peronismo y Máximo Kirchner no son buenas. El ahora diputado se sigue comportando como si aún su madre ejerciera la presidencia. Sus conmilitones de La Cámpora, que añoran la plata del Estado y los cargos con los que fueron beneficiados, le adjudican un rol y una ascendencia que de ninguna manera se corresponde con la realidad política de la hora. 

Antes su voz era tomada como la de un álter ego de la presidenta; eso ya no existe más. Se terminó el verticalismo; Cristina no es más presidenta y las elecciones se perdieron, algo a lo que ella no es ajena, señala una voz del Frente para la Victoria que no olvida las humillaciones a las que los solía someter CFK.

La reunión del jueves pasado en la Casa Rosada entre el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y los gobernadores fue leída en el kirchnerismo con disgusto y preocupación. En verdad, todo lo que se construya en base al diálogo entre el oficialismo y la oposición espanta a la ex presidenta y a su núcleo de cercanía política. Las razones son dos: la primera es práctica: CFK sabe que si esos diálogos proliferan y fructifican, su poder se evanescerá; la segunda es conceptual: la ex jefa de Estado nunca supo dialogar con alguien que pensara distinto; todo lo que hizo durante sus dos mandatos fue ordenar, nunca escuchar.

Mal parados. La sesión de comisiones de la Cámara de Diputados en la que se discutió el acuerdo con los holdouts tuvo, entre sus expositores más notables, a Guillermo Nielsen y a Juan Carlos Fábrega, ex presidente del Banco Central en el momento en que fracasó la negociación que pudo haber puesto punto final al litigio con los holdouts a un costo mucho menor en julio de 2014. Nielsen dejó mal parado a Axel Kicillof y Fábrega también. El ex titular del BCRA contó, además, cuán cerca se estuvo de ese acuerdo, del aporte que se habían comprometido a hacer los bancos privados y de cómo todo eso se cayó de un plumazo por una sorpresiva ––apoyada por CFK– negativa del ex ministro.

Inflación y desempleo son efectos indeseados de un sinceramiento de la economía

Mauricio Macri atraviesa los momentos más difíciles de su gestión. 

La inflación y el desempleo son los efectos indeseados de un sinceramiento de la economía que representa un ajuste severo que golpea, como siempre, a los que menos tienen. Se sabe que el Presidente está decepcionado con varios sectores empresariales de los que esperaba más. Lo abrumaron con promesas que, hasta aquí, no se concretaron, señala una voz de la cercanía del jefe de Estado. Las dificultades del momento generan tensiones en el gabinete que llegan hasta el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Macri las conoce y, como se lo manifestó a Ari Paluch, ese asunto no lo inquieta. Habrá que ver cómo sigue esa historia.  

Sergio Massa ha anunciado que esta semana dará a conocer una serie de iniciativas parlamentarias para combatir la inflación. La relación del Gobierno con el líder del Frente Renovador genera tensiones. Por eso, algún asesor al que Macri escucha con atención le ha sugerido ser más medido en sus gestos hacia el ex intendente de Tigre, recordándole que en política “nunca es bueno pagar en efectivo y cobrar en cuotas”.

La renuncia forzada de Miguel Galuccio a la presidencia de YPF promete traer cola, no sólo porque ha pedido una alta indemnización, sino por algunos aspectos del contrato entre la petrolera argentina y Chevron. Uno de los puntos que generan más sospechas tiene que ver con algunas cuentas offshore a través de las que se habrían viabilizado las inversiones de la empresa estadounidense.

Esas cuentas, ubicadas en paraísos fiscales, están en el centro de las controversias originadas por la confidencialidad del contrato de marras. Como decía Virgilio: “Fascilis descensus averno”. “Fácil es el descenso a los infiernos”, máxima de plena vigencia en la Argentina.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.


domingo, 3 de enero de 2016

Stolbizer por Stolbizer… @dealgunamanera...

Stolbizer por Stolbizer…


Durante los últimos años y en especial durante la campaña electoral, me separaban de Cambiemos tantas cuestiones como también me habían identificado con ellos. Me separaba una visión del estado sin ideas. Me acercaba la defensa de la institucionalidad y el estado de derecho. Cuando ellos ganaron la elección, esperé ver plasmado en el nuevo gobierno, -compartiendo la esperanza de la mayoría de los argentinos-, una fuerte vocación y apego a la norma, sin riesgo de que se repitieran los atropellos que juntos habíamos denunciado durante el kirchnerismo.

© Escrito por Margarita Stolbizer el jueves 31/12/2015 y publicado en su Página en Facebook en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Con dureza y convicción he denunciado cada acción que violentaba la división e independencia de los poderes, o que implicaba un comportamiento fuera de la norma y de la ética.

Es por eso que, con ánimo de cooperación es que voy a seguir poniendo el mismo énfasis en la observación de los pasos equivocados, como en el aplauso de los que lo merezcan. Porque así se construye el diálogo y la confianza y así se afianza el nuevo gobierno, para no ser rehén de las prácticas extorsivas de los responsables de los desastres que vivimos (como acaba de ocurrir en la Provincia donde La Cámpora le ha puesto un freno a las necesidades presupuestarias de los bonaerenses con la sola intención de complicar la gestión de la Gobernadora Vidal).

Con esa intención manifesté mi crítica a los decretos para designar por comisión dos miembros a la Corte Suprema de Justicia. No fue casual que ninguno de los juristas más prestigiosos (que habían sido impulsores del cambio de gobierno) ni fueran consultados ni avalaran la medida. También dije que más allá de la discusión jurídica, había existido un enorme error político que abroqueló al FPV y les "permitió" decir: "ahora todos somos igualitos".

Acompaño designaciones, medidas, gestos, cambios en serio. Muchas de las decisiones del Presidente Macri me representan. En particular la medida anunciada ayer por el Ministro de Economía para poner fin al blanqueo de capitales, una de las vías más importantes para la instalación local de los carteles internacionales de la droga. Y un buen comienzo para implementar un plan de lucha contra el narcotráfico. 

Pero es necesario advertir que ninguna buena razón o explicación justifica violar la Constitución. No solamente los Decretos de Necesidad y Urgencia deben justificarse exactamente en esas dos pre-condiciones, sino que están absolutamente vedados por el art.99 inc.3 para ser utilizados en materia penal, tributaria, electoral y régimen de los partidos políticos. 

Cuando se habla de materia penal, esto comprende: el derecho penal de fondo, o sea el mismo código penal; la norma de forma, o sea el código procesal; y el aspecto ejecutivo, o sea la norma de ejecución de la pena. O sea, está absolutamente claro, que el DNU relacionado con el código procesal penal queda fuera de las atribuciones constitucionales del Presidente para usar este mecanismo excepcional.

Sería también muy importante que el Congreso discutiera las reformas a la ley reglamentaria de los DNUs, los decretos reglamentarios y los de promulgación parcial, para poner los límites que en conjunto quienes fuimos oposición reclamamos en los últimos 12 años de gobierno.

La gobernabilidad no es dar gestos de autoridad andando por la banquina. Al contrario, es adquirir la fortaleza necesaria con base en el diálogo y la cooperación, en el funcionamiento del sistema constitucional de derecho que nos rige, y en la atención prioritaria como garantía de la democracia, de los derechos humanos en plenitud.

Eso es lo que esperamos los argentinos: la existencia de una Justicia independiente que asegure derechos y marque los límites del poder, la puesta en marcha de la capacidad transformadora del estado para garantizar a todas las personas en condiciones de igualdad, sus posibilidades de desarrollo y felicidad.


Esos son, además, mis deseos para el año que se inicia.

¡
Muchas Gracias! ¡Muchas Felicidades!

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sábado, 12 de diciembre de 2015

Cristimacrimáticas… @dealgunamanera...

Cristimacrimáticas…


El resultado electoral tiene secuelas matemáticas: todos están haciendo números. Números para manejar espacios de poder y números relacionados con los fondos. Hay números para todo. Pero también hay números que van más allá de los parlamentos y los presupuestos. Son los que tienen que ver con un diseño opositor desde el peronismo y el kirchnerismo, y con la vía que elegirá el macrismo para llegar con oxígeno a las legislativas de medio término en dos años.

© Escrito el sábado 12/12/2015 por Luis Bruschtein y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El acto masivo, inapelable, del miércoles en la Plaza de Mayo fue más que una despedida a Cristina. Hubo una señal de fuerza al macrismo, un recordatorio de que ganó solamente por algo más de dos puntos de diferencia. También fue reafirmación de un liderazgo ante cualquier cuestionamiento futuro. Fue un acto limpio, con poco aparato y mucha gente que participó sin encuadramiento. El kirchnerismo aprendió de las elecciones: la militancia no tiene que obturar la participación, sino facilitarla. Se vieron pocas banderas de taller y muchos cartelitos caseros, muchas parejas, muchas familias con chicos y muchos grupos de amigos o compañeros de trabajo. Hubo algunos colectivos, pero mucho menos que en otros actos. Y la respuesta de la gente fue impresionante por lo emotiva y por lo masiva.

Cristina Kirchner tenía que reafirmar su liderazgo después de una derrota. Eso es de manual. Los consejeros de Macri quisieron evitarlo. Eso también es de manual: no hay que darle respiro al derrotado, hay que impedir que se levante. Macri primero aceptó seguir el protocolo, pero sus consejeros le dijeron que se echara atrás y aprovechara la inercia de su triunfo para acorralar a Cristina. No le salió bien. Se vio obligado a recurrir a los servicios –quizás demasiado serviciales– de un amplio sector del Poder Judicial que siempre lo ha consentido. Es un poder que conserva características feudales. Macri es un dirigente de la derecha y la mayoría de los jueces son de derecha, son macristas. Entre esos jueces y fiscales y los medios corporativos y sus estrellas periodísticas le hicieron la campaña sucia que le dio el triunfo.

Pero la movida tuvo un costo, le recortó el período de gracia. Fue al choque y usó un golpe bajo cuando, en medio del diálogo, el kirchnerismo se enteró de que el macrismo le había metido una cautelar. Se proclama el rey del diálogo y lo traiciona apenas empieza. No es buen antecedente para ningún otro diálogo. Esa actitud desleal del PRO fue la que provocó la ausencia de los legisladores del FpV en la jura de Macri.

El insólito fallo de la jueza Servini de Cubría obligará a crear un nuevo cargo electivo: el de presidente para las primeras doce horas. Según la jueza, cada vez que hubo recambio presidencial, se produjeron doce horas de acefalía, un hallazgo que pasará a la historia de la vergüenza judicial. Cristina criticó el fallo pero lo acató, lo que no impidió que hiciera su poderoso acto frente a la escuálida concentración ante la que habló Macri al día siguiente desde los balcones de la Casa Rosada, después de asumir.

Tras el recambio, hay incertidumbre en las tribus del Frente para la Victoria. La mala sintonía que hubo al principio de la campaña entre Daniel Scioli y La Cámpora había sido recompuesta en las últimas semanas. Pero quedaron resquemores en otros sectores que no se sintieron cabalmente representados en las listas. Hubo una grieta en el bloque de senadores bonaerenses impulsada por Fernando Espinoza que logró el respaldo de cuatro legisladores regresados del massismo.

Quedaron nueve a nueve, pero es una disputa de entrecasa, por los cargos en el bloque y la Legislatura. No se anunciaron alejamientos del Frente. Con otro resultado, es probable que este tironeo hubiera implicado atomización. No es lo que se avizora por una razón muy sencilla: el grado de incertidumbre es igual a la ventaja que sacó el adversario. Si hubiera sido de diez puntos, por ejemplo, es muy probable que se hubieran producido rupturas y migraciones hacia el massismo y el macrismo. Pero la diferencia fue la mínima, por lo que nada garantiza que un cambio en las alianzas mejore el resultado. Por el contrario, la expectativa mayor es de ganar en la próxima. En este escenario, la incertidumbre puede generar disputas, pero sin ruptura.
Porque la perspectiva de una ruptura es de debilitamiento antes que de fortalecimiento con otras alianzas. 

Al reafirmar su liderazgo, Cristina dejó en claro que ninguna expresión peronista puede ganar sin el kirchnerismo. Es cierto también al revés: el kirchnerismo solo, sin el resto del peronismo, tampoco podría ganar. Pero es la fuerza que puede articular un triunfo futuro del peronismo, lo cual incluye al massismo, que sería el más beneficiado por una ruptura pero al que aún así no le alcanzaría si tuviera que confrontar con Cristina. En ese escenario, es más factible a la larga una sangría del massismo hacia el PRO y el FpV.

En el caso de los gobernadores y el Senado, las alianzas asumen una lógica diferente. El FpV tiene gobernadores propios, aliados cercanos y otros no tanto. El gobernador tiene una lógica de gestión concreta y depende de los recursos del gobierno nacional. Este factor de gestión influye tanto como el juego político nacional en el momento de decidir los votos de sus senadores. Si acepta esa flexibilidad, que antes no tenía porque estaba en el gobierno, el FPV podrá contener la inquietud que produjo la derrota. De hecho, cuando tomaron la decisión de no asistir a la jura de Macri, el FpV no tuvo problemas en Diputados –aunque unos pocos asistieron– pero en el Senado tuvo que dejar en libertad de acción a los senadores porque algunos gobernadores no estaban de acuerdo con esa medida.

Para el macrismo las matemáticas son diferentes. Le resulta difícil distinguir su voto más fiel. El cálculo optimista estaría en el 34 por ciento de la primera vuelta. Es el voto que se define como macrista puro. En la segunda vuelta recibió 17 puntos más de Sergio Massa, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá para llegar al 51,3.

Macri hizo convocatorias a la unidad y al amor, pero en la práctica aplicó una estrategia agresiva contra el kirchnerismo. No le interesó aprovechar la inercia de su triunfo para generar también alguna expectativa entre quienes no lo votaron. Fue al choque y de manera desleal, como si quisiera provocar una reacción destemplada. Pensó que cualquier cosa que hiciera ahora que está embellecido por la victoria, funcionaría a su favor y en contra de Cristina. No quiso nada del 49 de Scioli y buscó reafirmar el 17 que le sumó en segunda vuelta. Calcula que en ese rubro cae bien patotear a Cristina. Su demostración de fuerza estaba en ese maltrato y no en hacer el traspaso en la Casa de Gobierno, lo que no tiene sentido. Si Cristina aceptaba el juego y hubiera asistido, hubiera sido humillada porque toda la estrategia del PRO apuntaba a ese desenlace. La derecha no se va a restringir en el uso del poder y lo hará con la impunidad que le conceden la corporación judicial y la corporación de medios que operaron estos doce años en contra del kirchnerismo.

Pero el escenario tan parejo está muy acotado, incluso para el que recién llega. La pelea no movió el amperímetro. Gran parte del electorado que lo favoreció no es macrista y ya está preocupado por los precios, por su trabajo o jubilación y por sus ahorros. Ni los medios corporativos pudieron ocultar el poco entusiasmo que generó la ceremonia de asunción, poca gente en el Congreso, en la calle y en la Plaza de Mayo, donde apenas se acercaban a la pirámide, sin ocupar las calles adyacentes. El hecho de que toda la atención esté puesta en los precios es un síntoma de debilidad en la ligazón que une ese voto con el macrismo.

Es el punto débil del gobierno derechista. Necesita distraer la atención de los precios y la economía, para colocarla en un enfrentamiento con el cuco del kirchnerismo y operar para tratar de aislarlo y dividirlo. La estrategia de cargar toda la responsabilidad sobre la supuesta herencia catastrófica que les habrían dejado les funcionó en contra porque provocó más inquietud que bronca. A nadie le importa ya reclamarle al que se fue. El que tiene que rendir cuentas es el que está a cargo del mostrador. Son las reglas de juego. Si quiere mejorar su presencia en el Congreso dentro de dos años, Macri deberá administrar con mucha cautela las medidas que siempre ha promovido y de las que los integrantes de su gabinete económico han sido los embanderados. La experiencia demostró que estas medidas fueron desastrosas para la mayor parte de los argentinos.

Pero aun así y a pesar de ellas, Carlos Menem ganó varias elecciones porque el primer efecto del endeudamiento es un espejismo de prosperidad.




domingo, 15 de noviembre de 2015

Encuestas... Debate... Minuto a Minuto... @dealgunamanera...

Minuto a minuto...

Construyendo el futuro. Dibujo: Pablo Temes

Actitudes polarizadas para una incertidumbre hasta el último voto. El dólar, centro de todo.

Al día de hoy, todas las encuestas auguran que la elección del domingo que viene la ganaría Mauricio Macri. Creer que eso significa que el resultado electoral está definido constituye un error grosero. Nada está definido aún. No son pocos los que decidirán su voto recién cuando estén en el cuarto oscuro frente a las dos boletas: la de Scioli y la de Macri.

El duro presente electoral de Daniel Scioli lo obliga a luchar todos los días contra un frente interno que lo castiga sin cesar. “Lo que nos están haciendo Cristina y La Cámpora no tiene nombre”, se sinceraba un alfil del candidato en los últimos días de la semana que pasó. El exabrupto de Axel Kicillof contra Sergio Massa y, por carácter transitivo, sus votantes, los nombramientos escandalosos en cargos públicos de militantes de La Cámpora, los dichos diarios de Aníbal Fernández y el comunicado del ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, responsabilizando a la gestión de Scioli por las inundaciones que están frenando la construcción de las vías del tren a Mar del Plata, fueron verdaderos mandobles que sacudieron la campaña del candidato del FpV, a los que hay que sumar las tomas de terrenos en Merlo y el problema que le genera la dura circunstancia de una situación económica complicada que se ha hecho ya indisimulable.

Por eso, Scioli se ha visto obligado a reconocer la existencia del cepo cambiario, de la inflación, del efecto nocivo que sobre los salarios tiene el mal llamado mínimo no imponible y sus escalas de aplicación, de lo negativas que para la producción agropecuaria resultan las retenciones, y un largo etcétera causado por el combo de desatinos producidos por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

Por el lado de Cambiemos se vive un momento de expectación. Sabedores de lo que señalan todas las encuestas, todavía no ganaron. “Esto es como un partido de fútbol: se define en el último segundo del último minuto”, señala una voz desde las entrañas del PRO. Por eso, Macri y su entorno bajan diariamente la consigna referente a la necesidad de no caer en actitudes triunfalistas. Uno de los temas sobre los cuales se insistirá mucho en esta semana final de la campaña es la correcta fiscalización del comicio y del escrutinio, sin cuya existencia no hay chance de victoria alguna.

De cara a un eventual gobierno, hay al interior de Cambiemos un intenso ir y venir sobre las medidas económicas a implementar inmediatamente después del 10-D. La expectativa existente en torno al levantamiento del cepo genera discusiones entre el candidato y sus principales espadas económicas. No todos comparten la idea de la metodología del shock. La devaluación por sí sola no soluciona los desbarajustes de la economía argentina. Ya se vio durante el ajuste cambiario que implementó Kicillof en enero de 2014.

Macri, por su parte, mantiene contactos frecuentes personales con Sergio Massa, transformado no sólo en un gran elector sino también en un guardián de la gobernabilidad. Ese es un rol de suma importancia que habrá de jugar en la gestión de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires y, por supuesto, la de Macri si es que gana la elección del próximo domingo. Lo que no está definido aún es qué tipo de acuerdo se buscará. “Lo que Mauricio debería buscar son acuerdos parlamentarios de tipo institucional. Si lo que persigue, en cambio, es atraer nombres para ocupar cargos, la cosa será más difícil”, señala un hombre de la cercanía de Massa.

Debe recordarse que en enero de 2014 devaluó axel Kicillof, pero fracasó.

En el medio de todo esto se ubica la Presidenta, cuyo norte político es claro: retener la mayor cuota posible de poder después del 10 de diciembre. La desesperación es tal que ya las formas no importan. Así, militantes de La Cámpora que van de aquí para allá con el objeto de llenar vacantes existentes en las distintas reparticiones del Estado, la creación de nuevas dependencias, nombramientos insólitos de nuevos embajadores y designaciones de fiscales y jueces representan el repertorio de medidas que la Presidenta está adoptando en estos últimos días de frenesí.

Estas actitudes de Fernández de Kirchner están causando un creciente malestar en distintos sectores del peronismo, que ven con un disgusto cada vez más difícil de ocultar esta presencia de La Cámpora que les es totalmente ajena. Hay voces que han decidido no callar más esta situación que se les hace insoportable: es el caso del gobernador reelecto de Salta, Juan Manuel Urtubey, cuyo disconformismo se ha escuchado sin eufemismos.   

Ante semejante panorama, el hecho más importante de esta pobre campaña electoral habrá de ocurrir hoy: será el debate que Macri y Scioli mantendrán esta noche en la Facultad de Derecho de la UBA. El hecho constituirá, además, un hito histórico no sólo por ser el primero que tendrá lugar en la Argentina sino porque, además, fijará un precedente del cual no se podrá retroceder.

Lo fundamental del debate no radica en quién lo gana. Al respecto, el primer debate presidencial de la historia –que tuvo lugar el 26 de septiembre de 1960 en los estudios de la CBS en Chicago y fue protagonizado por Kennedy y Nixon– marcó lo relativo de su incidencia en el resultado electoral, ya que para quienes lo vieron por televisión el ganador fue Kennedy, mientras que, para los que lo escucharon por radio, el vencedor fue Nixon.

La importancia del debate presidencial trasciende lo electoral porque cobra la dimensión de un acto de docencia cívica, en el que queda consagrada la diversidad de las ideas y las propuestas, representativas de la pluralidad que constituye la esencia de la convivencia democrática, atributo perdido durante los largos años del kirchnerismo en el poder que el país debe recuperar cuanto antes.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 15/11/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.