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domingo, 24 de febrero de 2013

Reportaje a Laura Ginsberg... De Alguna Manera...


"Este acuerdo con Irán es una maniobra perversa"…

Decisión. "Yo denuncié a nuestro abogado patrocinante, el doctor Alberto Zuppi, porque él se incorporó como ministro de Justicia del gobierno de Rodríguez Saá."


Perdió a su esposo en el atentado a la AMIA y fue miembro de Memoria Activa. Considera que, desde Menem, todos los gobiernos han sostenido este crimen en la más absoluta impunidad, y que éste quiere ponerle punto final al tema. Mientras, ellos buscan el juicio y el castigo a los culpables.

El 18 de julio de 1994 a las 9.53 de la mañana, yo estaba viajando rumbo a mi trabajo –recuerda Laura–. Nosotros vivíamos en Villa Crespo y recuerdo que un gran estruendo había hecho vibrar las ventanas de mi dormitorio, pero recién cuando llegué a mi lugar de trabajo me dijeron que habían volado la AMIA... y bueno, me fui inmediatamente para allá.”

Laura tiene en la mirada sin lágrimas la huella de los que han sido golpeados por el destino.
—Durante tres días estuvimos buscando a quien era mi marido –explica–. Estuvimos buscando a José… Lo hicimos porque todas las explicaciones que provenían fundamentalmente de quienes nos brindaban algún dato acerca de las personas que trabajaban en el edificio coincidían en que habían visto a Cuqui (así llamábamos a José) aún con vida. Por eso, durante esos tres días estuvimos buscándolo en comisarías, en hospitales, con fotografías que mi hermana había fotocopiado y ampliado para repartirlas en distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires. Finalmente, el 31 de julio me avisan que lo habían encontrado muerto entre los escombros.
—Ustedes eran muy jóvenes.
—El tenía 43 años, y… –aquí se produce una larga pausa que no interrumpimos, claro–. En verdad, durante esos días de búsqueda yo recuerdo que me dije a mí misma: “Esta debe haber sido la misma sensación de los que buscaban desaparecidos”, por aquello de que “está” pero “no está”. “Está” pero “no lo encuentro”. “Nadie me dice adónde está”. Algo muy terrible, ¿no? Sobre todo después del crimen de la bomba… Fue devastador, sobre todo teniendo en cuenta que apenas dos años antes habían volado la Embajada de Israel.
—Ahí es entonces donde comienza tu lucha… terrible lucha. ¿Estabas sola o acompañada?
—Sobre todo en los inicios, yo me acerqué al grupo de los familiares de las víctimas, y a Memoria Activa a principios del año ’95. Nos acompañamos todos porque nos encontrábamos en la misma situación. Incluso, una de las primeras cosas que recuerdo era tratar de establecer el número real de muertos. Aún hoy es una cifra que lleva un signo de interrogación. Todo el mundo habla de 85 muertos, pero resulta que uno de ellos reapareció con vida muchos años después. Incluso ésta es toda una historia en sí misma, y es muy reveladora de lo difícil que resulta en este país contar a los muertos.

—Ese hombre que apareció, ¿había perdido la memoria, o qué?
—No. Apareció cuando su mujer reclamó, si mal no recuerdo, la indemnización. Este hombre estaba con vida. Trabajaba como cocinero en el ejército paraguayo. Era efectivamente una víctima de nacionalidad paraguaya, así que resulta impresionante pensar que tanto desde la Embajada como desde la AMIA pasó mucho tiempo, y el Estado no nos puede decir realmente cuántos muertos hubo. Y recuerdo que una de las primeras cosas que discutíamos era cuántos muertos había realmente. Aparecieron muertos que no pertenecían a estos atentados. El propio Estado blanqueaba gente que no había fallecido allí. En aquel momento no lo veíamos, pero marcaba toda una impunidad que llega hasta hoy. Así, entonces, en el grupo de familiares de las víctimas llegamos al acto de 1997 y, a partir de allí, comenzamos a padecer los quiebres y las rupturas que propiciaban tanto la dirección judía como el gobierno de Menem.
—¿El gobierno de Menem quería propiciar la fractura tanto dentro de la dirección judía como dentro de su propio gobierno?
—Siempre dio la sensación, es cierto, de que Menem deseaba favorecer esta fractura no solamente dentro de la colectividad, sino que tenía en la mira la necesidad de dividir y fracturar un movimiento de familiares de víctimas de la AMIA que mostraba una posición independiente, opositora al gobierno de Menem e independiente de la dirección judía. Ni lerdo ni perezoso, el gobierno de Menem advirtió que eso se estaba transformando en un problema, y más después de 1997. Con lo cual comenzaron una campaña en paralelo, tanto el gobierno nacional como la dirección judía, para quebrar el movimiento de familiares. Esto fue lo que ocurrió. Después se fortaleció nuestra intervención como familiares con una postura más crítica durante muchos años hasta que, finalmente, yo fui separada de Memoria Activa en 2001; me quitaron su representatividad con un comunicado de prensa fechado el 14 de enero de 2002.
—Pero ¿por qué?
—Porque yo denuncié quién era nuestro abogado patrocinante en la causa, el doctor Alberto Zuppi, con quien hacía poco tiempo habíamos logrado que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aceptara una denuncia contra el Estado argentino. ¿Me preguntás por qué lo denuncio? Pues porque él se incorpora como ministro de Justicia del gobierno de Rodríguez Saá. Renuncié entonces a su patrocinio y lo denuncié públicamente, porque para mí era inconcebible que quien era nuestro abogado, patrocinándonos en toda esta lucha, pasara (directamente, sin escalas) a trabajar como ministro de Justicia para el Estado.
—Y vos, que has sido una víctima directa, ¿cómo ves el comportamiento de los partidos políticos? Y te lo pregunto porque a quien mencionaste en primer término fue a Menem.
—El tema es que, desde 1994 hasta hoy, ha habido una continuidad política en lo que se refiere al atentado, a la criminalidad perpetrada por el Estado y al encubrimiento mismo. Te explico: ¿una continuidad política en qué sentido? Todos los gobiernos que siguieron al de Menem (Menem, De la Rúa, Rodríguez Saá, Duhalde, Néstor Kirchner y, ahora, Cristina Fernández de Kirchner) se han puesto de acuerdo de alguna manera en sostener este crimen en la más absoluta impunidad. Y esto es así porque, de alguna manera, los hechos confirman la acusación que nosotros sostenemos desde hace tantos años. El Estado argentino sabía que el crimen se iba a cometer porque contaba con los informes de servicios de inteligencia de otros países y también propios. Puso entonces todas sus fuerzas de seguridad y sus servicios de inteligencia al servicio del hecho del atentado, encubriéndolo durante 19 años.
—Según tu pensamiento, ¿cuál sería el motivo para obrar así?
—Porque el Estado argentino es el responsable del atentado. Y hoy estamos frente a una situación en la que el Gobierno nos pone y nos pretende llevar al terreno de la discusión de cómo involucrar la conexión iraní cuando, en realidad, todavía, 19 años después, no hay certezas. Nosotros, por lo menos, no las tenemos. No tenemos certeza de que hayan sido los iraníes o los sirios o una conexión local. Pero sí tenemos certezas de lo que ocurrió aquí con nuestras fuerzas de seguridad, con la sustanciación de una instrucción judicial en manos de funcionarios, jueces y fiscales corruptos que han cometido delitos. Que han armado una construcción que luego se elevó a juicio y que, después de tres años, terminó liberando a todos. A Telleldín, a los Ribelli. A los primeros eslabones de la conexión local. De manera tal que nosotros ya calificábamos esto como un juicio totalmente fraudulento.
—¿Vos decís “nosotros” desde Apemia?
—Es decir, la Agrupación por el Esclarecimiento de la Masacre Impune de la AMIA. Nosotros teníamos muy claro lo que estaba pasando porque además seguíamos el juicio prácticamente de manera cotidiana y teníamos la claridad de que el resultado no iba a ir en el sentido del esclarecimiento del crimen, y que estaban todos al borde de ser liberados. Y así fue. A partir de que el gobierno de Kirchner empieza a percibir (y no porque sea ajeno sino porque ayudó a construir esa impunidad) el resultado del juicio. Y, por eso, desde 2003 empieza a abonar la necesidad de liquidar, de terminar la conexión local; no hablar más de las conexiones locales y abonar, en ese sentido, la conexión iraní. Poner la culpa afuera. Y el primero que comienza a trabajar en eso es el propio ex canciller Bielsa, con quien también estuvimos reunidos.
—¿Cuál era el pensamiento de Bielsa?
—El propiciaba la investigación, digamos, y el juicio a la conexión iraní y un tercer país. Llegó incluso a presentarnos papers en relación con eso. Los leímos atentamente y le respondimos por escrito al entonces canciller Bielsa, y con él también mantuvimos una reunión en la que le dijimos que lo que estaba proponiendo era totalmente inviable; que no había ninguna legislación internacional que avalara semejante aventura, y que estaban poniendo la causa a miles de kilómetros de distancia, alejándola así de quienes somos las partes más interesadas en intervenir y en ponerla cerca. De manera tal que, como en aquel entonces la condición era que “todos estén de acuerdo con llevar adelante la propuesta del tercer país”, y como nosotros no estuvimos de acuerdo (de hecho salió publicado que Apemia le dobló el brazo al canciller), la propuesta no prosperó. Pero lo que sí prosperó después fue, durante el gobierno de Néstor Kirchner, la entrega (producto de una decisión política) de la causa en sí misma creándole un fiscal especial a partir del año 2004/2005.
—¿Te referís al fiscal Nisman, hoy terriblemente amenazado?
—Claro. Nosotros le expresamos nuestra solidaridad al fiscal Nisman, pero no perdemos de vista que esa fiscalía fue creada precisamente para terminar de cerrar este tema AMIA acusando a los iraníes basándose en diferencias. Nosotros lo hemos dicho en más de una oportunidad (y seguimos sosteniéndolo). Los documentos que produjo la fiscalía, y a los cuales nosotros tuvimos acceso, se basan en diferencias: nosotros no acusamos a Irán porque defendamos el régimen iraní ni mucho menos, sino sencillamente porque entendemos que la única manera de avanzar en este terreno (pero más especialmente poniendo en evidencia las responsabilidades locales) es que se pongan los archivos secretos sobre la mesa. Y podamos así tener acceso a aquello que ahora quieren poner en manos de esta Comisión de la Verdad que nosotros consideramos que, otra vez, va a ser sólo una comisión encubridora. Vamos a estar en presencia de una comisión que va a ayudar al encubrimiento, y ahora con el acuerdo del régimen iraní.
—¿Creés que Irán va a aceptar la detención de los acusados si así lo ordena el juez Canicoba Corral? No hay que olvidar que el actual ministro Ahmad Vahidi tiene pedido de captura internacional con grado rojo. ¿Aceptarían esa detención?
—Hay un antecedente al respecto: en 2003, cuando el gobierno de Kirchner apunta en esta dirección (sacar las responsabilidades afuera), lo que estaba ocurriendo era que habían detenido en Gran Bretaña a Soleimanpour (uno de los que eran justamente acusados de ser parte de la conexión internacional). Y cuando Argentina envía la evidencia (la documentación) que supuestamente iba a lograr que esa acusación terminara en una extradición, en Gran Bretaña dicen que la evidencia no es formal, que no es suficiente; tuvieron que liberar a Soleimanpour y finalmente la Argentina tuvo que pagar. Después de ese episodio, ocurrido hace tantos años, no tenemos ninguna acusación concreta con evidencias concretas. Y el tema es el siguiente: antes de que Canicoba Corral pueda hacer nada (de hecho, desde que lo nombraron derivó todo a Nisman), pero antes de que eventualmente pudiera hacer algo, reunieron a esta Comisión de la Verdad, que va a tener que analizar la evidencia que la Argentina envíe. ¿Y si la evidencia no es suficiente, como en 2003? ¿Qué va a decir Timerman? “¿Nosotros hicimos lo que pudimos?” “¿Lo lamento?”.

—¿Cómo evalúan ustedes el comportamiento del canciller Timerman?
—Hay que entender el comportamiento del canciller en el marco de una decisión política de gobierno que, en algún sentido, es la continuidad de lo que ya se había implementado (o se intentaba) en 2003. Dejando de lado sus características personales y su actitud patoteril, me parece que lo que hay que poner de relieve es lo siguiente: tal como lo reconoció en la sesión primaria de la Comisión en el Senado, en la que estuve presente, Timerman viene negociando con el régimen iraní desde hace por lo menos dos años en el sentido siguiente: “Vamos a una negociación”. 

Porque, hasta ayer, el gobierno de los Kirchner iba a cada una de las sesiones de apertura de la Asamblea General de las Naciones Unidas a decir “los iraníes son los responsables”; “tienen que venir a la Argentina”; “tienen que someterse a la Justicia argentina”; “tienen que declarar”. Producto de un giro político, de pronto, en la última reunión la Presidenta dice: “Vamos a negociar con Irán”, y nosotros observamos que esto no es un capricho de la Presidenta. Esto va en sintonía con un cuadro internacional donde el Departamento de Estado y el gobierno de Obama están buscando un terreno de diálogo con Irán para superar los problemas que no han podido superar hasta ahora. 

Son problemas relacionados con energía nuclear, con la salida de las tropas norteamericanas de Irak y de Afganistán. El cuadro más general es el de negociar con Irán. Un cuadro donde, hoy en día, aún sin saber cómo va a terminar desarrollándose este acuerdo, lo cierto es que no es un cuadro para hacer intervenciones bélicas. Por lo menos en este contexto. En este sentido, el gobierno argentino sigue disciplinándose con los lineamientos políticos que marca el gobierno de los Estados Unidos. Hasta ayer, la causa AMIA estaba puesta al servicio de la guerra cuando Irán constituía el Eje del Mal. Hoy está puesta al servicio de un supuesto cuadro de “paz” (así, entre comillas), de “diálogo”. En ninguno de los dos casos al servicio del esclarecimiento ni del juicio y el castigo para todos los culpables, que es lo que nosotros reclamamos. Entonces, de este modo el Gobierno argentino resuelve dos problemas: el primero (que es el más importante para ellos) es poner un punto final al tema AMIA. 

Pensamos que el Gobierno está decidido a ponerle un punto final al tema AMIA. Y por dos motivos: primero, sacarse sus propias responsabilidades como Estado argentino en la criminalidad y el encubrimiento. Que no es un tema menor. En ese aspecto, Irán viene a tenderle una mano. Y el segundo motivo es que está otra vez poniendo la causa al servicio de un cuadro internacional que entiendo que es de una complejidad muy grande pero que, probablemente, va en un camino de acuerdo y negociación con Irán. En cualquier caso, insisto, nada de esto tiene que ver con lo que nosotros venimos exigiendo desde hace tanto tiempo, y de ninguna manera vamos a conformarnos con algunas opiniones que hemos escuchado tanto por parte del Gobierno como de otros familiares que dicen: “Bueno, por lo menos esto es algo”, “tal vez tengamos un poco de verdad” y “en todo caso, si esto no resulta todo quedará igual”. 

Esto no es cierto. En primer lugar, la verdad no viene en dosis. Sabemos la verdad o no la sabemos. Es lo que está ocurriendo hasta ahora. No sabemos la verdad porque el Gobierno la oculta. Y en segundo lugar, no es cierto lo que dice Timerman cuando, apretado por las circunstancias, el otro día en el Senado dijo: “Bueno, en el peor de los casos, si esto no progresa no habrá pasado nada”.  Sí pasa. No es que no pasa nada. Pasa que retrocedemos otra vez en el sentido de lo que significa la obligación del Estado por perseguir justicia. Nosotros somos conscientes de que esto se abandonó hace rato pero, formalmente, ¿qué va a decir el Gobierno? “Nosotros hicimos lo que pudimos”; “si Irán no responde...”; “si las pruebas no son suficientes...”; “si los iraníes no quieren declarar, están en su derecho”, dijo Timerman en el Senado. Entonces, ¿adónde nos está llevando el Gobierno? 

Lo presentan como si fuera un gesto de buena voluntad y una maniobra inocente. No. Es una maniobra perversa, elaborada y pergeñada consciente y deliberadamente para el Punto Final.

© Escrito por Magdalena Ruiz Guiñazú el domingo 24/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




jueves, 27 de septiembre de 2012

Siete Veces Siete... De Alguna Manera...


Siete años distintos pero iguales...

Como aquellos sobrevivientes de tragedias colectivas o de situaciones personales límite, Diario PERFIL siente que nació dos veces. El primer parto fue en mayo de 1998, se publicaba todos los días y cerró sus ojos a los tres meses, víctima dolorosa de ambiciones propias y ajenas. Pasaron siete años para que PERFIL volviera a ver la luz, en septiembre de 2005, en formato dominical y al que la aceptación de lectores y anunciantes lo llevó a sumar luego la versión de los sábados. Esta edición conmemora los siete años de aquel renacimiento, lapso en el que algunas cosas cambiaron y otras no tanto.

Por entonces el kirchnerismo ya llevaba un bienio en el poder. Néstor ya había abrazado la defensa de los derechos humanos (como no lo había hecho nunca antes en dictadura o en democracia) con dos elementos simbólicos impactantes: pidió perdón por el terrorismo de Estado y le hizo descolgar al jefe del Ejército el cuadro de Videla del Colegio Militar.

En lo social y económico, ya se habían dado varios pasos para “salir del infierno”. La reestructuración de la deuda externa, con una quita histórica, entreabría una puerta más esperanzadora. Igual, el arquitecto de la salida del default –Roberto Lavagna– sería eyectado como una de las primeras señales de que los Kirchner no toleran mucho la autonomía: lo reemplazó Felisa Miceli, la bolsera.

Miceli fue una de las contadísimas funcionarias que cayeron por una investigación periodística. Y no debe haber sido casual que se publicara en PERFIL, con la autoría de Jorge Lanata. Por aquel entonces, a Lanata no dejaba de sorprenderle que sus muy buenas notas no fueran tenidas en cuenta por otros medios. Ya no le pasa: Clarín se encarga de propalarlo por todo su imperio mediático.

Aquellos eran otros tiempos. Kirchner y Clarín eran amigovios, con uso y abuso de favores procaces: negocios a cambio de trato privilegiado. Para aquel kirchnerismo no había periodismo hegemónico, monopolio ni Papel Prensa apropiado, y Héctor Magnetto era bien recibido en Olivos. Para aquella versión clarinesca de la vida, la corrupción K no existía, TN era Todo Positivo y el Grupo no se cansaba de dar primicias a favor del oficialismo.

Salvo PERFIL, ningún diario protestaba por el manejo arbitrario y discrecional de la publicidad oficial, ni tampoco de la discriminación informativa a la que este periódico era sometido por el Gobierno. El eterno demócrata y dialoguista Alberto Fernández, entonces Jefe de Gabinete, era el entusiasta celador de la segregación, junto al magnate Enrique Albistur.

Con semejante escenario, se entiende por qué hasta ahí aún no surgía el enorme y millonario andamiaje de medios paraoficiales que pululan hoy. Sólo PERFIL (y la revista Noticias) relataban las andanzas de personajes por entonces desconocidos, como Julio De Vido, Cristóbal López, Lázaro Báez, Rudy Ulloa y tantos otros.

Los tiempos han cambiado, pero PERFIL no: sigue haciendo periodismo.

© Escrito por Javier Calvo, Jefe de Redacción de Perfil y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 22 de Septiembre de 2012.










domingo, 16 de septiembre de 2012

Minorías… De Alguna Manera...


Minorías…

Eclécticos. El jueves en Plaza de Mayo la protesta tuvo distintos móviles y un catalizador: el "profundo desagrado" con el Gobierno, sin exculpar a la oposición.

Una interpretación es que aquí no pasó nada electoralmente relevante porque quienes se manifestaron fueron los mismos que nunca votaron ni votarán por el kirchnerismo. Pero aun aceptando que el voto de esta minoría nunca fuera para el Gobierno, sería un error para el kirchnerismo minimizar el efecto electoral que tienen las imágenes de quienes se movilizaron, sobre todo en aquellos que no fueron a protestar.

El peronismo ha sido históricamente experto en aprovechar el valor contagio-legitimación-amedrentamiento que produce la movilización de una minoría sobre el resto. Siempre se manifiestan minorías; si ellas representan a la mayoría o no, sólo se confirma en las urnas.

Además, las mayorías siempre comienzan siendo minorías, y aunque continuaran siendo minorías, lo que falta en la política argentina es el contrapeso entre mayoría y minoría porque esta última carece de voz. Una minoría más combativa también sería un hecho político.

Aunque quienes protestaron la noche del jueves fueran exclusivamente de clase media hacia arriba, no se podría desconocer que las redes sociales y los celulares permiten la emergencia de un nuevo sujeto político que, aun siendo el mismo de siempre, al hacerse visible se hace otro. Salvando las muy gigantescas distancias, la bien mayoritaria clase obrera existía antes del 17 de octubre de 1945, pero al hacerse visible se convirtió en un actor político de otra relevancia.

La indignación es un combustible, pero sin una máquina política no llega a ninguna parte. Los Indignados de Europa y Estados Unidos fueron consumiéndose en su abstracción, mientras que en la Primavera Arabe la combinación de indignación más redes sociales pudo institucionalizarse por la existencia de organizaciones políticas que le dieron cauce a esa energía.

Creer que los medios de comunicación clásicos pueden ser originadores o receptores del mandato de la movilización es una simplificación: la protesta fue multicausal, y no salva a la oposición. En la tentación de creer lo primero caen los kirchneristas (“lo armó Magnetto”) y en lo segundo, algunos opositores.

Cómo sigue dependerá también de la respuesta del Gobierno. Si absorbe el golpe, hace correcciones y baja el tono, podrá lograr que las protestas vayan achicándose hasta diluirse. Pero si redobla la apuesta, aumenta la controversia y endurece la lengua, corre el riesgo de cosechar protestas cada vez más numerosas. Y todo lo que nace pacífico en su escalamiento puede dejar de serlo.

La palabra de época que no se integró al relato oficial es “autoconvocados”. Probablemente la más temida, porque escapa al control orgánico. Parcial o totalmente cierto, una autoconvocatoria llevó a De la Rúa a la renuncia. Y otra autoconvocatoria generó el conflicto del campo en 2008. El efecto depende de la intensidad y la persistencia de la protesta. Ya en junio hubo tres cacerolazos que perdieron fuerza.

El futuro es por naturaleza incognoscible. El pasado reciente muestra que ha ido aumentando un goce en Cristina por provocar exaltación en propios y ajenos. Respondió a esta protesta diciendo: “No me van a poner nerviosa”. Pero algo alterada debió estar el día que dijo que sólo había que temerle a Dios y un poco a ella, aumentando el encono de quienes no le tienen simpatía. Ojalá regrese de El Calafate más calmada.

El jueves se especuló con que militantes de La Cámpora impedirían el ingreso de manifestantes a Plaza de Mayo. Finalmente triunfó la cordura. Ojalá siga triunfando.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 14 de Septiembre de 2012.


domingo, 5 de agosto de 2012

¿Quién cuida a Cristina?... De Alguna Manera...

Defensores peligrosos...

 Superhéroes I El caballero desciende. Guillermo Moreno. Dibujo: Pablo Temes.

El caso Boudou-Ciccone o la interna Moreno-Kicillof afectan la imagen presidencial, que cayó 30% en las encuestas.

–Pase, ingeniero, no mordemos.
–¿Seguro?
–Por lo menos en esta ocasión, no.
El cruce filoso entre Cristina y Macri en el despacho de Adelmo Gabbi terminó bien porque la Presidenta se puso de pie y le dio un beso. Pero después, en el escenario de la Bolsa de Comercio, una broma, casi una galantería, del jefe de Gobierno fue tomada como una crítica y puso a la defensiva a la Presidenta. Macri le comentó sobre lo difícil que debe ser para una mujer con polleras sentarse en primera fila y de frente a la concurrencia. Se refería a los malabarismos que deben hacer con las piernas para ocultar su ropa interior de las miradas indiscretas. Pero Cristina le contestó que para ella no era un problema “no tener lindas piernas”. La Presidenta es y se siente muy atractiva, pero alguna vez confesó su complejo por no tener tobillos finos.

Pero a Mauricio Macri, políticamente, le impactó esa eterna guardia levantada. Esta se puede imputar a su desconfianza genética, a su mirada conspirativa del ejercicio del poder o al mal momento que está pasando en las encuestas, donde se registra un desplome del 30% de su imagen positiva en sólo seis meses.
Se podría decir que con amigos así no necesita enemigos. O que con sus últimas decisiones no hay buenas mediciones que resistan. Esa es la mala noticia. La buena es que todavía tiene un 40% de apoyo y que ningún presidenciable recibe lo que ella pierde.

El principal problema del Gobierno es obvio; la economía que, cuando marcha a toda velocidad, suele actuar como una frazada que tapa los errores. La plata en el bolsillo de los ciudadanos aumenta siempre los niveles de tolerancia frente a las torpezas y las arbitrariedades. Por eso la Presidenta dilapidó la simpatía de un sector independiente que no la había votado pero que la miraba con esperanza. Y también perdió alrededor de un 15% de sus propios votantes de la clase media más volátil, que ahora no la defienden aunque estén dispuestos a apostar nuevamente por ella si el panorama de competidores sigue tan flaco y Cristina encuentra el rumbo que perdió.

Lo grave es la tendencia. La ecuación negativa es indirectamente proporcional. Cae la economía, sube el pesimismo y el deterioro del Gobierno en la opinión pública. En un trimestre podría volver a su peor momento como presidenta, poco antes de la muerte de Néstor Kirchner. Aquel acontecimiento sepultó también las sospechas de corrupción. Y Amado Boudou tuvo el dudoso privilegio de haberlas resucitado para ubicarlas entre los aspectos que la gente más critica. En lo simbólico, el vicepresidente le hizo mucho daño a Cristina. La chicana de Cristina en la Bolsa contra Macri, eso de “No trajimos ningún convicto, pero hay algún procesado”, se podría transformar en un tiro en los pies. Es que las versiones sobre el procesamiento de Boudou son insistentes. ¿Lo obligarán a pedir licencia? Porque Boudou quedó descolocado por la gravedad de lo que hizo con Adelmo Gabbi. Si es cierto que el hombre de la Bolsa lo quiso coimear, ensució a Cristina que lo recibió en la Casa Rosada con afecto y que esta semana lo trató amigablemente por su nombre de pila. Y si Boudou mintió, además de afectar el buen nombre y honor de Gabbi, se va a tener que bancar una querella por falsa denuncia. No es de Rolando, es de Amado, la mancha que está salpicando a parte del Gobierno con la investigación de enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y tráfico de influencias.

Guillermo Moreno tampoco le ayudó a mantener el prestigio a Cristina. Se la pasó repartiendo remedios que fueron peores que las enfermedades y dejó a la economía al borde de chocar contra el iceberg de la recesión para lograr el objetivo de pagar una deuda de apenas el 0,4% del PBI. Mató un mosquito con un misil. Esa desmesura irracional es reiterativa en la administración del Cristinato. Sacrificar el crecimiento, perder mercados y proveedores y hasta líneas de producción y fuentes de trabajo es algo que va a costar mucho recuperar.

Por eso hoy tambalea la cabeza de Moreno, que ya pasó a tantos a degüello. La lógica K dice que Cristina jamás lo tiraría por la ventana mientras los medios lo estén reclamando. Sería como acceder a sus pedidos y una muestra de debilidad frente a “la corpo”.

Pero pocas veces estuvo tan cuestionado por alguien con tanto poder. Hablamos de la nueva estrella en ascenso, Axel Kicillof, otro rubio fachero economista que deslumbra a Cristina como en su momento Martín Lousteau y Boudou. Entre Moreno y Axel hay un choque cultural que no es original dentro del movimiento. Uno viene del barrio y de la derecha ortodoxa pejotista y el otro, de la universidad y de la utopía marxista.

Inseguridad, corrupción e inflación están en el podio de las preocupaciones de todas las consultas. Todo el vodevil que generaron con el tema carcelario fue directamente a potenciar los miedos de una parte de la población. Tanto que obligó a Sergio Massa, el dirigente de mejor imagen, a recuperar la voz para diferenciarse: “No hay que dar señales de impunidad. Las leyes y las sanciones están para cumplirlas”. Pero hasta personalidades del progresismo como Adolfo Pérez Esquivel o León Arslanian tuvieron palabras cuestionadoras.

La Presidenta cayó en la trampa de defender a un femicida feroz como Eduardo Vásquez o al barrabrava asesino de Gonzalo Acro. Cero sentido común y falta absoluta de sintonía fina con las demandas populares. Fue patética la mirada celebratoria que Cristina hizo de las mafias del fútbol, donde además confirmó que no debe hablar de lo que ignora.

El Gobierno debería cuidar más a la Presidenta. En pocos días apareció al lado de quienes son una suerte de Frankenstein en la opinión de las mayorías. Gerardo Martínez, Mario Ishii o Julio Grondona no son muy progres ni éticos que digamos, son más actores de El Padrino que de Manual de conducción política, para utilizar sus propios conceptos.

La Presidenta es un extraordinario cuadro político, pero no está blindada. Y menos cuando la construcción y la industria automotriz, que fueron estrellas del crecimiento, frenan los motores. Hace apenas noventa días que Miguel Galuccio asumió casi como si fuera un Premio Nobel y ya tuvo que desmentir un par de veces su renuncia producto de que lo puentean todo el tiempo y firman acuerdos en nombre de YPF sin su presencia.
Eso es cristinismo explícito.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 4 de Agosto de 2012.