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lunes, 12 de septiembre de 2016

José Ortega y Gasset sabía de inflación… @dealgunamanera...

José Ortega y Gasset sabía de inflación…


Entre las frases sobre nuestro país dichas por o atribuidas al pensador español José Ortega y Gasset en una de sus visitas, hace casi un siglo, hay una premonitoria y contundente: “La Argentina es un país con un gran futuro. Y lo seguirá siendo”, habría dicho, y dejó a más de uno sin saber si tenía que agradecerle.

© Escrito por Carlos De Simone el domingo 11/09/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cuando el diario Perfil en su actual versión llegaba por primera vez a los quioscos, hace 11 años, el gobierno de entonces, a cargo de Néstor Kirchner, disponía elevar la jubilación mínima a $ 390. Era una buena noticia para los jubilados, que con esa suma lograrían acceder apenas a la mitad de la canasta básica, que rondaba los $ 800. Desde entonces hasta hoy desaparecieron las AFJP y pasó todo lo que sabemos que pasó, hasta llegar a esta primavera de 2016. Aquel mismo jubilado que sigue cobrando el haber mínimo, como en 2005, hoy tiene la edición del undécimo aniversario de Perfil en sus manos y $ 5.600 mensuales de jubilación en sus bolsillos, con los que logra acceder apenas a la mitad de la canasta básica, calculada en unos $ 11.300.

No es necesario convocar a Paul Krugman para ver que tanto la canasta básica como la jubilación mínima se actualizaron en estos 11 años más de un 1.300%, y que la cifra no habla de otra cosa que de la inflación que supimos conseguir. El jubilado está en el mismo lugar, e igual de lejos de la góndola del súper.

La información de este septiembre también menciona que por estos días se conocerá el nuevo proyecto para la recuperación del Riachuelo, y reproduce declaraciones de los actuales directivos de la entidad creada para el saneamiento, en las que se asegura que hoy “está peor que hace un siglo”. Veinticinco años atrás, la dupla Menem-Alsogaray prometió que en mil días los porteños se tirarían a nadar en él, pero María Julia se reveló fiel a Heráclito: no sólo no nos bañaremos en ese mismo río, sino que ahora calculan que llevará cuarenta años limpiarlo.

Las referencias son apenas dos botones de muestra, tan arbitrarios como representativos. Se podría elegir otros ejemplos de distintas fechas para comparar, sean años o décadas, y seguramente aparecerían las clases con peligro de no comenzar por el conflicto salarial docente, los hospitales con carencia de insumos vitales, o reclamos por la inseguridad. Tampoco faltaría quien sume datos positivos que contrapesen en el otro plato de la balanza. En tren de comparar aniversarios, el país de hoy no es el mismo que el de septiembre de 1930, y no es poca cosa.

No se trata de abonar al pesimismo nacional en el afán de destacarse. No somos los peores del mundo ni estamos condenados al éxito, y el destino y la grandeza que –se dice– éste nos tiene reservada están por verse.

Está claro que no se avanza sólo mirando el espejo retrovisor (tampoco ignorándolo) y que el pasado no explica el futuro, pero aun sin echar mano del rigor de las estadísticas existe en el inconsciente colectivo la ligera certeza de que las coyunturas se repiten demasiado y que, con matices, vivimos en un país que es más o menos siempre el mismo.

Para que Ortega y Gasset deje de tener razón al menos en eso, no estaría mal en algún momento probar qué pasa si dejamos de señalar a la piedra como la culpable de nuestros reiterados tropiezos.


domingo, 22 de junio de 2014

La carta de Domingo Cavallo a CFK... De Alguna Manera...

La carta de Domingo Cavallo a CFK...


El ex ministro de Economía acusó a la mandataria de mantener un discurso “plagado de mentiras e hipocresía” en cuanto a cómo se gestó la deuda.

El ex ministro de Economía Domingo Cavallo acusó hoy a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de haber dado anoche un discurso “plagado de mentiras e hipocresia” respecto a la convertibilidad, el blindaje y el megacanje.

Fue luego de que anoche la mandataria hizo su dercargo tras conocerse la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de no tomar la causa respecto a los fondo buitre.

Obviamente no prestó ninguna atención al esfuerzo que hice para sacarla del errado relato sobre la deuda en el que ha caído, error en el que ella y Nestor Kirchner no habían caído en los noventas ni en el que estaban a principios de 2002. Yo explique la verdadera relación entre la convertibilidad, el blindaje y el megacanje con el default en mi artículo “La lucha por evitar el default y  la devaluación” , que presenté ante el juez Ballesteros en abril de 2002. A este artículo lo publiqué como apéndice en mi libro “Estanflación” y volví a referirme a él en “Camino a la estabilidad””, apuntó.

Cavallo advirtió que la mandataria es “refractaria a cualquier intento de ayudarla a salir de la telaraña en la que ha quedado enredada”. El ex funcionario adjuntó a su post una carta que envió a la Presidenta el pasado 5 de junio:

Estimada Señora Presidente,

Me dirijo de esta forma a Usted y no a través del “Querida Cristina”, como lo hubiera hecho antes de que asumiera sus altas funciones, no porque mis sentimientos hacia Usted sean diferentes a los de entonces, sino por respeto a su investidura.

Le hago llegar un ejemplar de mi nuevo libro “Camino a la estabilidad”, que escribí pensando precisamente en los problemas que Usted tiene que enfrentar de aquí al final de su mandato. Y en los problemas que deberá resolver quien sea elegido para sucederla. Se trata del mismo propósito que me animó a escribir “Estanflación” en el año 2008.

Como Usted verá, dedico el primer capítulo a explicar los errores conceptuales y de evaluación de la realidad del libro de Alfredo Zaiat, titulado “Economía a contramano”. Decidí hacerlo porque luego de escuchar sus elogios y constatar la semejanza de los razonamientos del autor a los del Ministro Axel Kicillof, me preocupa que esos errores puedan llevarla a Usted a adoptar medidas que agraven la situación inflacionaria y recesiva que estamos viviendo.

Se trata de la misma razón por la que dedico el segundo capítulo a criticar la interpretación de la inflación y de lo que se necesita hacer para derrotarla, que presenta mi amigo Federico Sturzenegger en su libro “Yo no me quiero ir”. Me preocupó escuchar a Mauricio Macri sostener que resolver el problema de la inflación  es sólo cuestión de “hacer un poco de austeridad” y que no es un problema muy difícil. Ojalá el Jefe de Gobierno de la Ciudad salga de este error, porque si no lo hace y llega a ser elegido Presidente de la Nación, va a reducir en gran medida sus posibilidades de éxito.

También dedico un capítulo a explicar por qué Duhalde y Lavagna son, incluso, más responsables que Usted y que Axel Kicillof y sus anteriores Ministros de Economía de muchos de los problemas que estamos padeciendo. En este sentido quiero destacar que Usted estaba en lo cierto cuando sostuvo en la Cámara de Diputados de la Nación, al tratarse la derogación de la ley de Convertibilidad, que se trataba de un grave error, por lo que se abstuvo de apoyar esa propuesta de Duhalde.

Fue la pesificación forzosa y la gran devaluación que se produjo como consecuencia de esa decisión, la que creó todos los desajustes de precios relativos que explican la crisis energética y muchos otros problemas que hoy le adjudican a su gestión, precisamente algunos de los que inspiraron aquellas decisiones equivocadas.

En el capítulo dedicado a la historia de la inflación, me extiendo en detalle sobre la experiencia de los años 2001 y 2002. Si Usted lee esta historia, advertirá que tanto Néstor Kirchner como Usted, no estaban equivocados cuando valoraban la convertibilidad, brindaban apoyo a la reestructuración y privatización de YPF y criticaban, como recuerdo lo hacía Néstor con énfasis, el excesivo gasto y endeudamiento de las provincias a partir de que Duhalde y Menem comenzaron a competir por la candidatura presidencial del Justicialismo entre 1997 y 1999.

Mis únicas críticas sobre las decisiones de Néstor en aquellos años son dos:

Primero, que no haya utilizado los 700 millones de dólares que, siguiendo mi consejo, había podido ahorrar luego de cobrar las regalías que la Nación debía a la Provincia de Santa Cruz, para formar un consorcio con empresarios petroleros locales que compraran el paquete de acciones de YPF que el Presidente Menem decidió vender por licitación en 1999. De haber promovido la Provincia de Santa Cruz ese consorcio,  aprovechando que ya tenía un buen porcentaje de acciones de la petrolera, en lugar de venderlas a Repsol, Ustedes, junto a empresarios petroleros argentinos, podrían haber pasado a controlar YPF.
 
Segundo, que cuando le propuse a Néstor, en julio de 2001, que la Provincia de Santa Cruz aportara sus 700 millones de Dólares para integrar un Fondo Monetario Interprovincial que receptaría además una cantidad equivalente de la Nación y 1.600 millones de dólares del paquete que estaba aprobando el FMI, cuyo consejo de administración presidiría Néstor Kirchner, él me dijo que no confiaba en los gobernadores de las provincias que necesitaban asistencia financiera y que prefería dejar los fondos de Santa Cruz en el exterior.

Por supuesto, mis críticas a la gestión económica desde el 25 de mayo de 2003 hasta la actualidad son muchas más, tal como lo destaco en mi libro, pero no las hago para adherirme a los ataques que Usted está recibiendo de parte de muchos de los que son más responsables que Usted de los errores cometidos, sino para ayudarla y ayudar a quienes se postulan para gobernar a la Nación desde el 10 de diciembre de 2015, a encontrar soluciones.

El Presidente Menem, a quien entre 1996 y 1999 yo critiqué con la misma intención con la que ahora lo hago a su gestión, me ha reconocido que mi actitud fue mucho más leal y constructiva que la de aquellos que entonces se desvivían por aplaudirlo y elogiarlo y que, tan pronto perdió el poder, se dedicaron a denostarlo. Lamentablemente vi y sigo viendo a muchos de esos personajes, tener hacia Usted la misma actitud que tenían hacia Menem. No me gustaría que cuando Usted ya no esté en el poder, hagan leña del árbol caído, como lo siguen haciendo con el Presidente Menem.

Mis libros fueron, son y serán, o al menos procurarán ser, aportes a la construcción de una Argentina estable, con desarrollo económico y progreso social. No me anima ningún otro propósito.
 

La saludo con la mayor consideración y le deseo éxito en el final de su gestión.

Afectuosamente,
 
Domingo F. Cavallo.

© Escrito por Domingo F. Cavallo el Martes 17/06/2014 y publicado por el Diario El Cronista de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




viernes, 5 de julio de 2013

El derrotero corrupto de los ´90... De Alguna Manera...


“La política se piensa a partir de la corrupción”...


El sociólogo Sebastián Pereyra explica el derrotero corrupto del país en la década del 90. Aquí, alerta sobre las generalizaciones que se hacen en este terreno y habla del papel de los periodistas.

Como un rumor que lo sobrevuela todo y se instala con fuerza de realidad. Poderoso, capaz de degradar la moral de los políticos a fuerza de escándalos y denuncias, asentadas y divulgadas tanto por el periodismo como por funcionarios (opositores y oficialistas) y miembros de ONG. Con esta lógica comenzó a instalarse el problema de la corrupción en nuestro país durante los años noventa, y son estás dinámicas las que preocupan al especialista en ciencia política y doctor en sociología, Sebastián Pereyra. En su reciente libro Política y transparencia, la corrupción como problema público (Siglo Veintiuno Editores) el autor indaga en las continuidades y rupturas de procesos paralelos y convergentes que explican la centralidad y el abordaje de la temática, desde su génesis y hasta 2001. 


A la vez que abre un interrogante que interpela: “¿por qué dar por sentado que nuestro país es altamente corrupto si al mirar los datos concretos, los que se desprenden de las prácticas poco honestas, la cantidad es mucho más baja que la percepción que se tiene de las mismas?”. En opinión del especialista, que además es profesor de la Universidad Nacional de San Martín, “la corrupción se volvió un modo central a partir del cual se piensa la política”. Una idea de corrupción que tiende a sintetizar una suma de problemas que fueron surgiendo en los últimos veinte años en términos de representación política y a vincularlo casi exclusivamente con el estatus moral de quienes ejercen funciones o cargos en el gobierno. “Cuando en realidad evocan a un conjunto de malestares de la democracia frente a otros que han perdido centralidad. Muchos grupos o actores sociales y ciudadanos que sienten ajenidad con la política utilizan la palabra ‘corrupción’ para nombrar esa distancia”. 

Pensada la política como problema moral, ¿hay ciertos tipos de conducta que generan mayor controversia social?
No. Más bien lo que se puede pensar, es el modo en el que algunos aspectos particulares de las denuncias de corrupción tienden a operar en momentos de dificultad económica, específicamente si afectan a ciertos sectores en particular. Por ejemplo, en ciertos momentos de crisis, el de enriquecimiento ilícito tiende a prevalecer sobre otros. Como si se esperara que la clase política sea solidaria con los problemas que afectan a ciertos sectores. También hay un tipo de público más afín a los escándalos de corrupción. Es interesante ver porqué ciertos sectores tienden a priorizar la corrupción como un problema y a elegir el vocabulario de la corrupción para pensar la política. 

Por eso usted no se siente cómodo con la inclusión del tema como “problema global”…
Sí, porque a veces lo que llamamos problemas globales, aparecen aislados de su correlato ideológico. Yo no estoy tan de acuerdo con esa idea: la corrupción (que después de la caída del Muro, los países occidentales centrales han tomado como uno de los más importantes a nivel internacional) aparece como un problema global cuando en realidad es un punto de vista y una mirada que tiende a pensar el funcionamiento democrático basado en una serie de reglas. Estableciendo así, una cierta mirada sobre cómo debe ser el funcionamiento democrático y tendiendo un correlato con el libre mercado y el no intervencionismo estatal. 

A pesar de que una de las conclusiones a las que usted arriba es que no puede hablarse de una relación directa entre centralidad del Estado y corrupción, ni entre neoliberalismo y corrupción.
Exactamente. Hay una idea heredada de los 90 que está muy presente en la sociedad: sospechamos de la intervención estatal como una forma directa o indirecta de corrupción, y el tema aparece recurrentemente cuando discutimos el rol del Estado. De hecho una de las claves por las que el menemismo decía que era fundamental avanzar en grandes e importantes reformas estatales era por ese preconcepto. Había que retirar al Estado para dejar operar al mercado. En Argentina se pasó de una situación de alta regulación e intervención del Estado, que se dio hasta mediados de los 70 a lo que ocurrió a fines de los 90, cuando la intervención disminuyó notablemente. Sin embargo, la percepción sobre la corrupción en general no disminuyó, ni en uno ni en otro modelo. 

Pese a que su trabajo no analiza la coyuntura actual, ¿es posible rastrear elementos recurrentes entre los escándalos del noventa, y los aparecidos en los medios en los últimos meses?
Escándalos y denuncias hubo siempre. Pero incluso ahora, cuando los escándalos recuperan cierta productividad política, hay varias diferencias con los de los 90. Una es el rol de la prensa o de los periodistas en relación a ellos. Para que un escándalo sea productivo el denunciante tiene que lograr ese lugar de neutralidad, en términos de representación de la opinión pública, que ahora, o después de 2001, aparece seriamente cuestionado o transformado. El otro elemento, es que a partir del 2001 y diría hasta el caso Ciccone los escándalos fueron de resolución más rápida en los 90.

¿Y qué particularidades encuentra en comparación con la lógica de los escándalos de corrupción en otros países?
En Francia e Italia se observa que éstos surgen como consecuencia de una investigación judicial previa, mientras que aquí es al revés: jueces y fiscales actúan en función de lo que aparece en la prensa. Lo cual es un problema porque no es lo mismo lo que cuenta como prueba en un escándalo (que se centra en la evaluación moral de determinado personaje) que en un caso judicial, en el que se debe probar un delito.

Tal como usted relata en su libro, para que el periodismo opere como custodio de la transparencia y referente de la opinión pública necesita credibilidad, ¿cuál es entonces el rol que les toca a estos profesionales?
Entiendo que entre la aspiración a la neutralidad y la representación de la opinión pública, el escenario más típico de los 90 y el modo del ejercicio de la profesión partidizada o segmentada políticamente, hay matices. Yo tengo la sensación de que la profesión periodística tiene mucho para ganar en el medio de los dos escenarios (el de los 90 y el actual), si es que no pretende ser la portavoz de la opinión pública en un sentido global, y en cambio busca clarificar y sincerar sus puntos de vista. Es decir entre la sobreactuación de la neutralidad política y la toma de posición política me parece que se desdibuja el modo en el que la profesión periodística genera legitimidad. Se producen picos de representación o legitimidad sobre públicos muy segmentados: consumidores o no de escándalos. 

A pesar de que el periodismo de investigación estuvo ligado desde sus inicios a la crítica y a la denuncia de la corrupción…
Sí, pero ese rasgo no define el modo en el que los periodistas intervienen en cada caso de corrupción. No es lo mismo que solamente apuesten su credibilidad para sostener una denuncia a que lo hagan con una investigación previa detrás, con pruebas. Lo que ocurre es que en los escándalos se juega un proceso paralelo: la degradación del denunciado redunda en la exaltación del denunciante. Así, si el denunciante no logra la degradación del denunciado pone en juego su propio reconocimiento social.

© Escrito por Martina Menzio el viernes 05/07/2013 y publicado en la Revista Ñ de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

domingo, 19 de mayo de 2013

El peronismo en el foco de las sospechas... De Alguna Manera...

El peronismo en el foco de las sospechas... 

Néstor Kirchner y Carlos Ménen

La corrupción y sus “épocas” dentro de la política argentina. El discurso dominante (el del gobierno), recuerda a la del 90 como la década “infame”. Una triste noche neoliberal que asedió a la Argentina durante un decenio y que acabó por entregar el patrimonio nacional al capital financiero y especulativo foráneo. En líneas generales, estos son los calificativos que utilizan los referentes “K” para recordar aquellos años del uno a uno. Los argentinos medios, los comunes y corrientes, aquellos que no pertenecen a la oligarquía política, no asocian a los 90 únicamente con algunos de estos conceptos. La impunidad, la corrupción y la ostentación de funcionarios que mutaron de mendigos a millonarios de la noche a la mañana son recuerdos que ocupan un lugar importante en la memoria colectiva. Lógicamente esa parte de la historia no suele ser citada por el Frente para la Victoria cuando se hace referencia a aquellos años teóricamente nefastos. Del discurso oficial se desprende que el actual modelo es más justo e inclusivo pero no necesariamente más honesto que el de Carlos Menem. Es quizás en este aspecto en donde el kirchnerismo ha sido más coherente.

Desde 2003 que Néstor y Cristina se la pasan hablando de crecimiento, empleo, producción e inclusión pero poco y nada de transparencia y honestidad. El Kirchnerismo nunca se vendió a sí mismo como limpio y tampoco hizo de la lucha contra la corrupción una de sus banderas. La honestidad, que alguna vez fue un concepto valioso dentro de la sociedad argentina, quedo totalmente devaluada luego del estrepitoso fracaso de la Alianza. Fernando De la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez llegaron al poder con un discurso centrado en la seriedad, los valores, el combate a la corrupción y la transparencia institucional. Toda la estrategia comunicacional de la campaña para las elecciones presidenciales de 1999 fue justamente orientada en aquel sentido. “Dicen que soy aburrido”, “será porque no ando en Ferrari” decía Fernando de La Rúa en sus brillantemente diseñados spots publicitarios.

La sociedad le dio su apoyo en las urnas y el entonces Jefe de Gobierno porteño fue elegido Presidente. Las denuncias de coimas en el senado se llevaron por delante la supuesta renovación moral y el corralito y la fulminante crisis económica del 2001 marcaron el fin de su gobierno en forma anticipada. Luego de este breve paréntesis de dos años no peronistas el justicialismo volvió al poder. Desde entonces el valor de la honestidad comenzó a ser sistemáticamente minimizado desde el propio gobierno. De hecho la palabra “honestísimo” surgió como una crítica hacia aquellos dirigentes que hacen de la honestidad su principal activo. Del mensaje kirchnerista se desprende que ellos son buenos gobernantes pero no necesariamente gobernantes transparentes. Desde el retorno de la democracia en 1983 que el peronismo, en sus antagónicas corrientes, ha mantenido una retórica básicamente similar. Menem vino a corregir la hiperinflación heredada de Alfonsín y Duhalde (devenido en Néstor) la híper recesión de De la Rúa. La efectividad en la gestión siempre fue el caballo de batalla de los herederos de Juan Domingo, nunca la transparencia institucional.

Curiosamente la tolerancia del electorado a la corrupción en la Argentina tiene sus “épocas”. Pareciera que los gobiernos pueden robar un tiempo, sobre todo durante sus primeros años, y más aun si la economía se encuentra en un ciclo expansivo. Allí la ciudadanía suele hacerse la distraída. El “roban pero hacen” es implícitamente aceptado y la bonanza económica alimenta la idea de que la corrupción es un problema menor siempre y cuando el país “avance”.

Pero la gestión suele desgatar a los gobiernos y aquella “primavera” de los primeros años no dura para siempre. El descontento suele potenciarse cuando la economía no atraviesa un período de prosperidad. Es allí donde la ciudadanía comienza a prestar mayor atención a lo que están haciendo sus representantes con el dinero público. Parece ser que si un gobernante envía 5 kilos de dólares al exterior mientras un ciudadano medio consigue un empleo, esos dólares no estuvieron tan mal robados. Ahora bien, si un hecho de corrupción es simultaneo a la pérdida de un puesto de trabajo, ahí si se trata de un suceso terriblemente serio. En teoría la corrupción debería ser condenada igualmente en cualquier momento, más allá del contexto que la rodee. ¿Alguien podría negar que la honestidad es una cualidad positiva? ¿Alguien podría negar que la corrupción es una práctica negativa? Por más extraño que parezca, el significado de estos conceptos suele mutar en la Argentina. Robar no es malo per se, depende de cuando se lo haga.

El trabajo del Jorge Lanata es muy útil para terminar de dar forma a esta reflexión. El popular periodista siempre se dedicó más o menos a lo mismo, a investigar al poder. Hacia fines de los años 90, quienes simpatizaban con Carlos Menem veían en el trabajo periodístico de este “fumador televisivo” una campaña de desprestigio y una intentona desestabilizadora. Paradójicamente, en la Argentina de hoy, quienes simpatizan con Cristina Fernández de Kirchner (y supuestamente se encuentran ideológicamente en las antípodas del menemismo) ven también en Jorge Lanata a un golpista desestabilizador.

Quizás las cosas no han cambiado tanto con la llegada del pingüino, la pingüina y los vientos patagónicos a Balcarce 50. En última instancia el mismo partido (Partido Justicialista), está siendo investigado por el mismo periodista (Jorge Lanata) por haber hecho exactamente lo mismo (utilizado la gestión pública para el enriquecimiento personal).

 © Escrito por Santiago Pérez el jueves 16/05/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


martes, 15 de enero de 2013

Deje de mentir Señora Presidente... De Alguna Manera...


Deje de mentir...

Ser o no ser, esa es la cuestión. Darín - CFK. Dibujo: Pablo Temes.

Mensaje a Cristina. La Presidenta niega realidades y hace su relato. Bienes, Darín, Fragata y los derechos humanos.

De fondo, en esta conversación, se escucha un tema de Los Redondos, Nuestro amo juega al esclavo, en el que el Indio Solari canta, a modo de estribillo “violencia es mentir”. Usted, señora, dice que no miente, pero negar es una forma de mentirse a uno mismo y a los demás.

Por ejemplo, señora, su patrimonio. Si un ciudadano quiere que se lo explique, usted tiene que hacerlo. Se llame Darín o Clarín, si es un medio el que pregunta. Tiene, señora, tanta experiencia en la función pública –tanta que casi no trabajó en otro lugar que no sea el Estado– que seguro comprende los motivos. Y entiende, señora, que no basta con la declaración jurada, porque en esas planillas usted dice “qué” tiene en bienes y dinero pero no cuenta “cómo” logró semejante aumento, de seis millones a ochenta en sólo diez años. No hay otro empleado público en la historia que haya alcanzado semejante fortuna en tan poco tiempo. Ni Manzano ni Menem.

La duda es: ¿Por qué no revela los detalles y da una lección de trasparencia que sirva de ejemplo a todos los que la sucedan? ¿Por qué no, señora? En estos casos, señora, negar información es ocultar, y sólo oculta el que no quiere revelar la verdad. ¿Será que la verdad resulta indecible?

Y usted sabe, señora, que no alcanza con enojarse y remitirse a la Justicia cuando, por otra parte, es usted misma, señora, quien día por medio dice que la Justicia no responde a los intereses del “proyecto nacional y popular”. ¿Por qué, entonces, debería creer un ciudadano de a pie lo que dice un juez como Oyarbide sobre su patrimonio?

Le cuento otro caso, del que seguramente usted no está enterada, porque si no ya habría tomado medidas. Se trata de su vicepresidente, Amado Boudou. Al parecer, por su inexperiencia o por su formación en un partido de la “derecha”, el muchacho cometió, digamos, “algunas irregularidades” administrativas. Nada importante, según él, pero por las dudas hizo echar al jefe de los fiscales, al juez y al fiscal que lo investigaba, y el expediente pasó a manos más confiables.

Y así, señora, podría hacerle una larga lista de “contradicciones” con la verdad. Esta semana nos conmovió usted con el encendido discurso sobre la “liberación” de la fragata Libertad, pero no dedicó un párrafo a contarnos por qué arriesgamos el navío en un puerto que no debió incluirse en el recorrido, y por qué nadie pagó con su cargo por eso.

Ni por los 51 muertos en la estación de Once. El ministro responsable sigue ahí. Pero ahora, a casi un año de la tragedia y después de diez de gobierno, usted anuncia un plan de inversión para los trenes. ¿Comprende por qué resulta cada vez más difícil creerle?

Le doy un último ejemplo. Con la excusa de la “guerra” que estamos ganando a los fondos buitre, decía usted que padecimos dos períodos de endeudamiento provocado por ellos, con la ayuda de los “caranchos” de adentro. Recordó los años del ‘76 al ‘83, cuando los militares asaltaron el Estado, y luego los años del llamado “menemismo”, de 1991 a 2001, y de la convertibilidad, que concluyó con el estallido de la Alianza y de la sociedad.

Pues bien, señora, no quiero obligarla a negar o a mentir nuevamente, pero si alguien se lo preguntara, ¿podría decir dónde estaban usted, su marido y su cuñada Alicia, y qué hacían en cada uno de esos períodos? Fue su marido, señora, el que consagró a Menem como “el mejor presidente de la historia”. Fue su marido, señora, el que aprovechó para depositar a su nombre los mil millones de dólares que recibió Santa Cruz por la privatización de YPF y que ya se esfumaron. Era su marido, señora, el que compró dos millones de dólares una semana antes de que aumentara el precio.

El mal, señora, que contamina desde hace años al kirchnerismo , al menemismo y a todas las versiones de lo mismo, y lo que violenta, es la mentira sistemática desde el poder. Eso, al cabo de los años, es lo que indigna. El “relato”, escrito y sostenido por los fanáticos o beneficiarios de turno, o por los intelectuales del “proyecto”, capaces de envolverlo y protegerlo en el “espesor” de las palabras, no resiste la confrontación con los protagonistas y los hechos.

¿En qué “proyecto nacional y popular” se puede creer, señora, cuando el que lo quiere vender es Boudou? ¿En qué bandera de los “derechos humanos” se quiere envolver usted, señora, si se saca fotos con Gerardo Martínez, el secretario general de la Uocra que fue un comprobado informante de la dictadura? ¿En qué “defensa de los trabajadores” se puede confiar, señora, si sus aliados son Cavalieri, Lezcano y el resto de “los gordos” que se hicieron multimillonarios al frente de sus sindicatos? ¿De qué “juventud maravillosa” hablamos, señora, si los responsables políticos de los Montoneros que usted tiene de asesores no se hacen cargo de los pibes que mandaron a morir?

¿De qué “patria” habla, señora, en discursos que recuerdan a Galtieri? ¿Por qué citar en vano a próceres austeros y modestos, como Belgrano o San Martín, que se sentirían avergonzados frente a las fortunas personales que ostentan usted y sus ministros?

De eso se trata, tal vez, señora: de dejar de simular sacrificio. De dejar de hacer asados en la ESMA, conferencias en cadena para anunciar promesas, de pagar por los aplausos, y de ver, mirar, reconocer, aceptar, bajar el tono, callar, pensar, hacer un minuto de silencio y acompañar en el dolor a los que padecen y a los que sufren por sus muertos.

Y haga a la vez, señora, el esfuerzo para dejar de fumarse a los que ya se sabe quiénes son, de vender humo, de negar y de mentir.

© Escrito por Carlos Ares el domingo 13/01/2013 y publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.