domingo, 20 de octubre de 2019

No, no se puede… @dealgunamanera...

No, no se puede…


La dinámica política argentina desde el retorno democrático debería obligarnos a la deconstrucción del análisis, a la hora de anticipar sucesos o interpretarlos de manera tajante. Pero, al menos acá, intentamos hacer periodismo basado en evidencias y no en creencias.

© Escrito por Javier Calvo el domingo 20/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Repasemos antecedentes presidenciales impensados. Alfonsín le quitó el invicto electoral al peronismo. Menem llegó con promesas de hiperpopulismo y aplicó un capitalismo salvaje. De la Rúa iba a cambiar la historia, la detonó. Kirchner era impensable hasta que Duhalde lo bendijo por descarte. Cristina solo era la escala constitucional para que el matrimonio se sucediera a sí mismo y la dieron por acabada miles de veces. Macri lideraba un partido vecinal sin ambiciones de poder. Fernández ni en sueños pensaba que podía sentarse en el sillón de Rivadavia.

Con el diario del lunes, como suele decirse, es más sencillo hallar argumentos. En especial cuando previamente se arman falsas burbujas de paridades electorales, como desnudaron las PASO tanto en oficialistas como en opositores.

Dos ejes excluyentes pueden explicar el amplio triunfo del Frente de Todos en las primarias: la reunificación de casi todo el peronismo y la crisis económica. Ambas razones no han hecho otra cosa más que acentuarse desde agosto.

Por ello es que resulta muy improbable que el macrismo la dé vuelta, que sería llegar al ballottage, pese a la extraordinaria convocatoria en el acto de la 9 de Julio. No es imposible, en nombre de la deconstrucción mencionada, pero sí una utopía.

De todas maneras lo obtenido no es poco. Desde ya, que un gobierno no peronista termine un mandato es un logro. Y con apreciable respaldo en las urnas. Puede no alcanzar para forzar una segunda vuelta, pero el tercio en las PASO –que podría crecer algo el domingo 27– coloca a Juntos por el Cambio en la perspectiva de una fuerza opositora nada desdeñable para los tiempos muy difíciles que vienen.

Este futuro inmediato tan problemático es el que además amplía la enorme dificultad del “Sí, se puede” al espacio peronista triunfador. No, no se puede creer basados en evidencias que Alberto Fernández vaya a cumplir con sus promesas de reactivar, poner a la Argentina de pie y plata en los bolsillos de la gente, amén de varios otros compromisos ambiguos llenos de “qué”, pero sin “cómo”. Ni hablar de la incógnita en torno a que vuelven mejores…

Contra el lugar común de que la fe mueve montañas, desde lo racional no hay lugar para milagros. Ni para Macri, ni para Fernández.




Declaración del Partido Socialista... Febrero 22 de 1987, volver a las fuentes... @dealgunamanera...


DECLARACIÓN DEL COMITÉ NACIONAL 22 DE FEBRERO DE 1987, PARTIDO SOCIALISTA POPULAR

I- Situación Nacional

Nuestro país sufre una profunda crisis como resultado del agotamiento del modelo económico dependiente puesto en marcha a fines del siglo pasado.

El agotamiento se ve y se sufre en la situación económica y social que vivimos. No hay trabajo para quien no lo tiene, no hay estabilidad para quien trabaja; tampoco hay salario y jubilaciones dignas. La degradación de la economía impide el cumplimiento de las leyes. Así pasa con las paritarias y con las jubilaciones.

En realidad no sólo castiga a trabajadores y jubilados, sino que también golpea con crudeza a los pequeños y medianos productores de nuestro agro y a la pequeña y mediana industria nacional, privando al pueblo argentino de un futuro cierto.

Asfixiado por la dependencia y por la usura que esta genera nuestro país ha visto cerrar sus fábricas y reducir sus fuentes de trabajo, a la par que se acelera el despoblamiento del interior y de nuestras fronteras por el quebranto de las economías regionales.

En realidad tampoco da respuesta a las apremiantes necesidades de las provincias que, saltando el cerco de la organización nacional, tratan de resolver sus problemas en un “sálvese quien pueda” que se exterioriza desde la emisión sustitutiva del papel moneda hasta el apoderamiento de obras hidroeléctricas y el manejo del comercio exterior.

A este cuadro se suma la existencia de la deuda externa -absolutamente impagable¬ que-, generada por el equipo encabezado por Martínez de Hoz, hipoteca y compromete nuestro futuro y la existencia independiente de nuestra nación. A través de las negociaciones de la deuda externa el imperialismo condiciona nuestra economía.

En el país, las únicas actividades lucrativas son las realizadas por empresas de capital extranjero y las que están basadas en la especulación y la usura. El trabajo y la producción de los argentinos, cada vez vale menos; lo producido por ellos, cada vez vale más.

La inmensa mayoría de los argentinos vive sacrificándose para dar respuesta a las exigencias de FMI y de la Banca Mundial que nos lleva año tras año, al saldo cada vez menor de nuestra balanza comercial.

En 1983 los argentinos recuperamos para nuestro país la democracia, luego de haber sufrido ocho largos años de negación de todo derecho. Factores internos y externos -la resistencia de los trabajadores y de la inmensa mayoría del pueblo, la solidaridad internacional y el resultado de la guerra de Malvinas- determinaron el retorno del país a la vida institucional.

En 1983, la realidad caótica del país ya existía y la realidad de hoy era absolutamente previsible.

II- Promover la Coincidencia Nacional y la participación

Consciente de la profundidad de nuestra crisis el Socialismo Popular reitera hoy la necesidad de conformar una coincidencia nacional que supere los simples acuerdos partidarios y que esté más allá de un acuerdo electoral.

La crisis Argentina no puede ser superada por un solo partido, es imprescindible estructurar una amplia mayoría que permita la reconstrucción de la Nación. La coincidencia es necesaria para otorgar viabilidad y estabilidad a un proyecto político, condición indispensable para lograr la credibilidad en el mismo por parte del pueblo.

Esta interpretación de la realidad nacional no es compartida por la conducción de los grandes partidos políticos, que en consecuencia, tampoco comparten nuestra propuesta para superarla. Sus convocatorias a la unidad nacional no trascienden de meras estrategias electorales partidarias, como resultado de ello, el país vive una confrontación ínterpartidaria estéril que se prolonga hasta nuestros días.

Los resultados electorales de 1983 hubieran posibilitado convocar a una coincidencia nacional encabezada por el partido triunfante. No se interpretó que en un país en crisis, el mero triunfo electoral no es suficiente para gobernar. En la crisis, para gobernar, es necesario contar con el consenso social de los que trabajan y producen. Se pueden ganar elecciones sin sus votos, pero no se puede gobernar sin su consenso.

Basado en el principio mayoritario, un gobierno democrático, puede contar con el consenso político que se expresa cada cuatro o seis años en las urnas, pero funcionará tanto mejor cuanto más amplia y unida sea la mayoría que acepta su política de distribución de oportunidad–y sacrificios. Cuando el consenso social se reduce y no coincide con el consenso político, se genera un obstáculo para el afianzamiento y la estabilidad de la democracia.

El Socialismo Popular ha planteado la necesidad de arribar a un acuerdo entre los diversos sectores políticos y sociales de la realidad nacional para garantizar una estrategia y un programa que nos permita salir de la crisis generando confianza y certeza para cada uno de los sectores.

Se trata de acordar las bases de la reformulación nacional, los comicios determinarán las responsabilidades en su concreción. La transparencia del proyecto y la concreción de nueva formas participativas fortalecerá y desarrollará la confianza en las instituciones de la democracia.

Nadie puede pensar que quienes en el extranjero y en el país se benefician con la actual situación asistan como simples observadores de la transformación que proponemos. El camino para superar esta resistencia es el de construir una estrategia histórica adecuada a las grandes tradiciones de la Nación, porque una estrategia así arraigada será capaz de coordinar las fuerzas y de crear las tácticas necesarias a fin de derribar los obstáculos que existen para la reformulación de Argentina.

La crisis económica, social y moral debilita la confianza de los argentinos en la capacidad y en la fuerza de la Nación Argentina. Es necesario revertir este proceso. La identidad nacional es una exigencia prioritaria, pues es ella misma la que anima y sostiene la voluntad colectiva. La defensa de su especificidad representa el primer paso hacia la plena recuperación de las facultades creadoras y realizadoras de un pueblo y de su decisión de participar en un mundo que tiende a suprimirlas. No puede interpretarse esto como una simple reactivación de valores antiguos, sino como la construcción de un futuro sólidamente arraigado en nuestra tradición nacional.

La conciencia colectiva solo existe dentro del marco nacional, dislocar esa conciencia nacional es destruir la propia sustancia de la Nación y su única fuente de resistencia a la colonización de las superpotencias y a la presión de sus compañías multinacionales. Aquí y ahora la causa nacional y la del socialismo son solidarias en América Latina.

La coincidencia nacional resulta necesaria no solo para superar la crisis del país, sino para posibilitar su propio funcionamiento hoy trabado por confrontaciones intrascendentes, marginada de los intereses de los trabajadores, de los jubilados, de la juventud, de los pequeños y medianos empresarios, de la ciudad y del campo, y de los altos objetivos de la nación.

Alfredo Palacio dijo: “Mantener o fomentar los antagonismos internos desconociendo los derechos fundamentales de la nacionalidad y particularmente de los trabajadores, en lugar de promover la unión de los argentinos, sin mezquinos propósitos de ventajas personales, es traicionar los destinos de la Patria, y secundar los planes siniestros del extranjero sin escrúpulos, que aspira a someternos”.

En el seno de la coincidencia nacional, crecerá quien realmente trabaje para el afianciamento del sistema democrático y por los cambios sociales en nuestro país.

El Socialismo Popular reitera que la palanca del cambio es la participación que refuerza el sistema representativo, mejora a quienes participan y al posibilitar la participación de los organismos intermedios, coordina y organiza toda acción social tras los objetivos comunes de la Nación.

Es necesario otorgar a las expresiones populares, sociales y regionales una participación en la gestión y contralor del Estado. La participación democrática es la forma de garantizar el correcto funcionamiento de una maquina estatal cada vez más voluminosa y burocrática.

El socialismo ha propuesto como forma institucional de la coincidencia nacional y de la participación la concreción de concejos económicos y sociales, multipartidarios y multisectoriales, a nivel nacional y provincial.

III- Defender la convivencia democrática

La persistencia de la crisis económica a través de largos años ha llevado al pueblo a vivir en una gran inseguridad, generadora de la crisis moral que padece el país.

El advenimiento de la democracia hizo nacer la expectativa generalizada de que se resolverían rápidamente, además de los problemas políticos, y económicos-sociales, las diversas situaciones críticas que vive el país en lo externo y en lo interno.

Pasados tres años sin respuestas relevantes en lo económico y social, la frustración se incrementó y se han creado las condiciones propicias para el resurgimiento de voces desvalorizadoras de la democracia por parte de quienes nunca han creído en ella. Entre ellos están quienes correctamente piensan que sus privilegios peligran con la vigencia de la democracia y quienes incorrectamente piensan que en democracia, no pueden mejorarse las condiciones de vida de los trabajadores y de los sectores más postergados.

Constituye un dato de nuestra realidad que el debate entre las interpretaciones subjetivas y las objetivas con respecto a los cambios posibles y a sus formas, se desarrolla hoy nuevamente en nuestro país. Ya lo vivimos en 1966 cuando, frente a la dictadura de Onganía y los socialistas planteábamos “elecciones libres sin proscripciones y exiliados” frente a quienes gritaban “ni golpe ni elección, revolución”. El tiempo nos dio la razón en 1973 cuando el pueblo se volcó masivamente a las urnas. Así también fue cuando encabezamos la defensa del gobierno popular, pese a sus desaciertos y su desorden, diciendo en 1974 que “nadie especule con la derrota de este gobierno, porque si ello ocurriera solo existirá futuro para el dolor de los argentinos y la apetencia de los mercenarios”.

Muchas veces se toman equivocadamente respuestas de otras tierras, de otros tiempos y se construyen frases y respuestas que nada tienen que ver con la realidad; sus análisis ideales de la realidad claman por soluciones coherentemente imaginarias.

Estas concepciones subjetivas desarraigadas de la realidad, que menosprecian la capacidad del pueblo, le hicieron el “juego” a quienes derrocaron al último gobierno popular, abriendo la dolorosa experiencia de 1976. Hay que tener memoria. Porque hoy nadie pide rendición de cuentas a los responsables de aquel debate ideológico que precipitó a la juventud a una estrategia nihilista reñida con nuestra realidad y con su vida.

Ante este debate el Socialismo Popular reitera su definición por la defensa y la consolidación de la democracia que vivimos. Algunos se avergüenzan y retacean decir que estamos en la defensa de la democracia frente a quienes sostiene que la nuestra es una democracia dependiente, formal y no real, política y no social.

Nosotros sostenemos que nuestra democracia es la democracia que existe, aquí y ahora, y que luchamos para que esta democracia tenga cada vez más un contenido social, pero partiendo de lo que tenemos, no negándola. Esta democracia es el comienzo de la otra; es un paso ineludible para su construcción y por ella han luchado los trabajadores, la juventud, y el pueblo todo. Porque la democracia que tenemos es una conquista nuestra, no es un regalo del imperialismo. Quienes así no piensan, sostiene que la posibilidad de resquebrajamiento institucional no nos debe preocupar porque esta democracia es la forma electa por el imperialismo.

Sostener que esta democracia es formal y que, por ser tal, no tiene valor o significado, resulta una posición indefendible a esta altura de la experiencia histórica argentina. Porque cuando la democracia formal deja de existir, la dependencia no es solo denominación económica y sujeción social de la mayoría, sino que a ello se agrega el autoritarismo y la dictadura con el consiguiente sello de violación de los derechos más elementales del hombre. Entonces, puede apreciarse que las reglas del juego democrático, la llamada democracia formal, constituye una conquista, que no es una concesión del imperialismo, sino una conquista de los trabajadores, de la juventud y demás sectores de las mayorías nacionales.

Dejemos que otros discutan en las piezas y gabinetes la diferencia entre democracia formal y real y salgamos a trabajar en las organizaciones populares, en los clubes, en las vecinales, en los centros estudiantiles, en los sindicatos, en las asociaciones de profesionales, en las cooperadoras, en las cooperativas para la defensa de los intereses de los argentinos, fomentando la participación popular. Así estaremos transformando la democracia política en social.

La experiencia dictatorial de América Latina, nos demuestra que aspectos denominados “formales” como el habeas corpus, la división de poderes, las garantías de la libertad individual y el pleno respeto de los derechos humanos, son muy “reales” y tienen vital importancia para la construcción de una democracia más profunda.

La compleja y difícil realidad que estamos viviendo que se expresa a través de la agudización de los problemas económicos y sociales: el rebrote inflacionario, desfasaje de los salarios y jubilaciones, la crisis de las pequeñas y medianas empresas, del campo y de la ciudad, así como la situación de las fuerzas armadas y la cuestión Malvinas, determina una situación de alta complejidad y de gran fragilidad para el afianzamiento de la convivencia democrática entre los argentinos.

Frente a ello, existen dos grandes líneas a seguir, por parte de quienes propiciamos el cambio: nos marginamos de la realidad, nos enajenamos del hoy, y la cuestionamos en su conjunto o asumimos la realidad, nos insertamos en ella trabajamos aquí para modificarla y partimos del hoy para construir el futuro.
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Para quienes plantean el cuestionamiento de la globalidad este es un país entregado en bloque y, hay que crear un polo contrario que plantee su liberación. Blanco o negro: se pretende que el país sea blanco o negro porque se piensa esquemáticamente -al margen de la realidad- en blanco y negro. Pero la realidad no es así; la realidad es toda una gama de grises.

El Socialismo Popular ratifica el compromiso asumido en nuestro Comité Nacional de fines de 1985, de asumir dos cuestiones que, muchas veces en nuestro país fueron presentadas como contradictoria: el afianzamiento de la convivencia democrática y, al mismo tiempo, el desarrollo de una alternativa socialista.

Este compromiso se amplía en el marco de la Unidad Socialista, concretada a fines del año pasado y que ha de formalizar en breve tiempo.

El socialismo ha tomado la responsabilidad de una difícil práctica política: integrar un concejo para la consolidación de la Democracia y al mismo tiempo pedir el cambio de la política económica y del equipo que la ha implementado, y ser plenamente solidario con los reclamos de los trabajadores.

No hay un camino simple porque la realidad no lo es. Este es un quehacer complejo, ya que al tiempo que peleamos por la convivencia democrática, luchamos por las reivindicaciones de los trabajadores, por el afianzamiento de la independencia nacional y por el desarrollo de una alternativa socialista.

Somos conscientes de que la crítica sin alternativa concreta frente al problema concreto es una crítica que, por salirse de la realidad, plantea la ruptura y, por consiguiente, no crea posibilidades futuras de cambio. Por el contrario la crítica con alternativa concreta, frente al problema concreto, nos lleva a una inserción cada vez mayor en la realidad y genera posibilidades ciertas de cambio.

IV- Desarrollar la alternativa socialista

En 1983, el Partido Socialista Popular, que había logrado desarrollar el socialismo en el campo nacional, participa del proceso electoral. Después de décadas el socialismo concreta una realidad a la que miles de argentinos ven como alternativa argentina de cambio.

Pero los socialistas populares sabemos que el advenimiento del socialismo en argentina, no es un fatalismo o un determinismo histórico. No es un hecho inevitable, sino el fruto de una acción política colectiva, permanente, persistente, militante y coherente, basada en la interpretación socialista de la realidad que desarrollamos diariamente en nuestra patria, ‘Parte integrante de nuestra querida América Latina y en la mayoría de la humanidad: el Tercer Mundo.

La alternativa que luchamos por crear todos los días no es la alternativa del gobierno socialista ideal, sino que es la alternativa del socialismo posible, esto es, del mejor cambio posible, acorde con la realidad argentina de 1987.

Porque, para nosotros, el socialismo no es un “estado” que deba implantarse, un esquema “ideal” preexistente al que ha de sujetarse la realidad sino un movimiento real que supera el estado actual de cosas. Todo proceso social hacia adelante no consiste en la realización de ningún esquema, porque el socialismo, como el mundo, no podrá ser creado en un solo día; su construcción no es como la de una casa. Ella consiste en liberar, no en crear, las energías sociales ya existentes, los elementos de la nueva sociedad contenidos en la vieja sociedad y en coordinar/os hacia adelante.

Nuestro socialismo no llega como producto de un accidente histórico-geográfico, sino que se abre paso en la conciencia de los trabajadores y de la juventud, poco a poco; con mucho esfuerzo militante, con mucha fe, con mucho amor y disposición de servicio.

El socialismo es una resolución práctica y diaria de servir al pueblo. No a un pueblo abstracto e ideal, sino al que existe en la realidad, producto de tantos años de dependencia, explotación y marginación.

El crecimiento del socialismo obedece a la concreción de un proyecto político de cambio inserto en nuestra realidad y arraigado en nuestra tradición histórica.

Frente al crecimiento del socialismo, surge la pregunta acerca de qué es el socialismo: nuestro socialismo es el análisis objetivo de la sociedad capitalista dependiente.

¿Qué socialismo se plantea?

No existe dogmáticamente un proyecto socialista, y nadie más que los trabajadores y la juventud definirán cuál es el socialismo necesario y posible. El programa socialista para Argentina 1987 es el que determinan y elaboran los socialistas argentinos insertos en la realidad actual acorde a las necesidades de nuestro pueblo y de nuestra Nación. Este es un socialismo objetivo, que difiere del socialismo esquemático, subjetivo, de utopías.

Nuestra propuesta socialista, que nace de la realidad, es impulsada fundamentalmente por quienes más padecen esta realidad: los trabajadores y la juventud. Los trabajadores que constituyen la base fundamental e irremplazable de la producción económica son quienes sufren sobre sus espaldas y las de sus familias el mayor peso de las arbitrariedades de la realidad, son quienes están menos comprometidos con su injusticia y quienes pueden y quieren cambiar/as.

Tampoco se debe olvidar que la referencia última de los trabajadores está en sus familias, está en su tierra, está dentro de la Nación. Por todo ello, los trabajadores son los encargados históricamente de conducir a las mayorías nacionales a una nueva etapa de vida y a una nueva forma de organización social.

La juventud que es fisiológicamente futuro, se ve privada de su condición de tal, porque el agotamiento de/ modelo económico imperante en el país priva de futuro cierto a todos los integrantes de la Nación.

Nuestra propuesta frente a la crisis que afecta a la inmensa mayoría de los integrantes del pueblo, debe ser una propuesta cultural amplia, debe ganar cultura/mente a la inmensa mayoría del país, obtener su consenso para nuestra interpretación histórica. Plantear intereses sociales más amplios y más altos ideales solidarios, adquiriendo así la capacidad de orientar el proceso histórico futuro.

No se trata de negar en bloque la realidad cultural, de nuestro tiempo, sino de analizarla, eliminando las deformaciones producidas por la dependencia para poner la cultura contemporánea al servicio de /a emancipación y la realización del hombre.

La inmensa mayoría de la población, exige conocer las propuestas del socialismo frente al problema de la organización de la salud, de la educación, de los contenidos y formas de enseñanza, de la vivienda, de la economía, de/ arte y el deporte para aceptarlo como alternativa de cambio. Esta exigencia no se encuadra ni se agota en el rechazo de hoy, sino que se satisface en la propuesta de hoy para mañana.
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Los socialistas tenemos que asumir hoy nuestra realidad y comenzar a construir en ese compromiso, el cambio que queremos. Comenzar a construirlo hoy haciéndolo con solidaridad, con servicio, con el estudio de una nueva economía, con /a proyección de una nueva alternativa. Pero hoy estamos existiendo, hoy la gente está sufriendo y hoy tenemos que empezar a construir el futuro.

A quienes van perdiendo su fuerza, a quienes van bajando sus brazos, debemos llevarles un mensaje de fe, que es el mensaje de que el cambio es posible en la República Argentina a través de la alternativa socialista, donde toda argentina y argentino que vive de su trabajo y se siente lesionado por la dependencia y esta corrupta sociedad de consumo, tiene un lugar para ser protagonista de este cambio.

V – Democracia y socialismo

La problemática de la democracia involucra dos cuestiones que es necesario definir: el de las formas o modos de la transición, esto es el de la vía democrática al socialismo y el del ineludible contenido democrático de la sociedad socialista.

El Partido Socialista Popular como ya lo planteara y lo practicara con toda responsabilidad en los difíciles años de 1974/75, repudia la violencia considerándola una forma absolutamente negativa e ineficaz para superar la crisis y avanzar hacia adelante, reiterando hoy su profunda-convicción de que en la sociedad argentina el cambio solo puede operarse a través del consenso. Pensar en otra vía para realizar el cambio es avanzar hacia la concreción de otra dictadura que superará en vejación, depravación y entrega a todo lo conocido en nuestro país.

Resulta irreal en Argentina 1987 pensar en algún cambio positivo que no cuente con la adhesión y el consenso democráticamente expresado de las mayorías nacionales. La idea de una sociedad nueva y profundamente distinta ha de poder conquistar el consenso de las grandes mayorías. Lo importante para los que queremos el cambio es que los cambios perduren y perdurarán si están apoyados por el consenso.

Los socialistas luchamos por crear una alternativa argentina, por estructurar una nueva mayoría nacional independiente de los intereses de la dependencia y del privilegio interno.

Ratificamos la corrección de nuestra propuesta de Frente del Pueblo formulada en 1967 y ratificada en el Congreso Nacional partidario de 1975.

Coherentemente el socialismo, para lograr este objetivo, ha de debatir con los demás sectores integrantes de las mayorías nacionales, en forma democrática y consensual, la elaboración del programa de la nueva mayoría. A esa mesa, el socialismo concurrirá con su programa, pero con el espíritu y la decisión política de acordar con el resto de los participantes.

Es por ello que debemos profundizar el dialogo con las expresiones políticas y sectoriales de las mayorías nacionales para fortalecer la unidad nacional, única estrategia valida contra la dependencia extranjera.

Los partidos políticos mayoritarios del país aún cuentan con la adhesión política necesaria para triunfar en los comicios pero exhiben un agotamiento programático. Durante estos últimos tres años han expresado la voluntad de recomponer con diversos matices el pasado, sin asumir su irreversible agotamiento y la necesidad de reformular el país.

El socialismo como proyecto de independencia nacional, de liberación de todos los oprimidos y de quienes aspiran a una sociedad mejor, no tiene un modelo político único y excluyente, pero reconoce que la democracia es un valor y principio histórico irrenunciable. El socialismo representa la profundización del concepto de democracia, pues lo concebimos como una forma de organización social que eleva a su más alto nivel la democratización de la sociedad, a través de la participación popular institucionalizada en la gestión del Estado a todo nivel.

El socialismo es democracia social en cuanto impulsa, en el plano de las relaciones sociales, la instancia igualitaria, pero también es la democracia política más desarrollada y más directa en cuanto estimula la progresiva autodirección organizada y social. El socialismo continúa, desarrolla, profundiza y hace evolucionar la democracia más allá de sus límites jurídico-formales. La clave para avanzar es no considerar la democracia política como un estorbo para el eficiente funcionamiento del Estado y para la progresión de las transformaciones sociales.

El socialismo ha de ser el perfeccionamiento de la democracia y, para ello, demostrará que es un proyecto positivo de integración, refuerzo y expansión de la realización de cada persona. Porque un socialismo basado en el consenso y en el pluralismo político no será nunca un socialismo impuesto, que se tambaleará sobre sus cimientos, sino que será un socialismo construido por la voluntad de las mayorías que articularán la austeridad con la solidaridad.

El socialismo sólo podrá afirmarse si demuestra que es capaz de obtener el consenso de los trabajadores, de la juventud y demás sectores de las mayorías nacionales, y no de una parte restringida de la sociedad, constituida, como se afirmaba, por la “vanguardia consiente y organizada” que, por el interés del pueblo reemplaza al pueblo.

La realización política del socialismo surge así como potenciación de la soberanía popular y se vincula a la batalla democrática actual. Si todos los hombres participan realmente en la gestión del Estado la dependencia y la explotación ya no podrán existir. La clave que asegura esta perspectiva de realización pacifica de la revolución socialista es, evidentemente, la conquista del consenso respecto de la necesidad y la viabilidad de construcción de una nación independiente y solidaria.

No sólo debemos librar una batalla en defensa de las instituciones democráticas sino que conjuntamente debemos dar una batalla ofensiva que, ampliando la democracia representativa con formas participativas y proyectando reformas sociales, inicien un proceso general de transformación de la sociedad y del Estado.

El sistema de libertades formales ha de ser desarrollado por el socialismo, posibilitando la creciente participación que no excluye el ejercicio del poder por vía representativa. El desarrollo de esta fórmula es una tendencia en todos los trabajadores del mundo, porque constituye una necesidad histórica contemporánea. Con el advenimiento del socialismo, la libertad formal no será sustituida por la libertad real sino que será reforzada, y el sistema representativo no será sustituido por un sistema participativo sino reforzado.

En definitiva, en Argentina 1987, es posible fundir la lucha democrática que se abre hacia el socialismo y la lucha socialista que afianza a la democracia. Este accionar asegurará la independencia nacional.

VI- Nuestra propuesta

El socialista popular ratifica sus propuestas para la coyuntura económica en la argentinización de las finanzas y en la moratoria de la deuda externa para poner fin a la hemorragia de nuestra economía. Para ello proponemos:

1. La argentinización de la banca, del comercio exterior, del mercado de cambio y de las operaciones de seguro y reaseguro. Argentinización que no significa el manejo burocrático de éstas áreas, sino su contralor a través de organismos democráticos y democratizantes, que han de integrarse con representantes de los trabajadores, de las empresas nacionales, de los productores del agro, de las cooperativas, y del estado nacional o provincial según corresponda, a los efectos de garantizar que estas funciones se realicen en beneficio de la comunidad y no en su desmedro. Los gastos de estos representantes estarán a cargo de sus organizaciones, quienes los elegirán democráticamente, y asimismo tendrán derecho a revocar su mandato a los efectos de garantizar en forma constante su representatividad.

2. La concreción de una moratoria por doce meses de toda obligación emergente de la deuda externa.

3. Una recomposición salarial y de las jubilaciones de monto fijo.

4. Una política de control de precios basada en la participación democrática.

5. La participación de los trabajadores, de los usuarios y del Estado (Nacional, Provincial o Municipal) en la administración de las empresas públicas.

6. La participación de los trabajadores de las empresas líderes.

7. Concesión de créditos para los pequeños y medianos productores agropecuarios y a los pequeños y medianos industriales, con disminución progresiva de las tasas de interés.

8. Verificación de los costos de los insumos esenciales de la explotación agropecuaria.

9. Revisión del sistema impositivo a través de sucesivas reformas que tengan en cuenta la capacidad contributiva, el incremento de la esfera de los impuestos directos y la reducción de los indirectos.

La moratoria en materia de deuda externa decretada hace pocas horas por el gobierno de Brasil demuestra la factibilidad y la responsabilidad de la propuesta moratoria hecha por el socialismo.

La moratoria brasileña pone al gobierno argentino frente a dos alternativas: sumarse a través de la moratoria al liderazgo de la defensa de los intereses de los pueblos de América Latina o aprovechar la moratoria brasileña para obtener mejores condiciones en la dependencia. Esta última alternativa nos alejará de la causa latinoamericana y no conseguirá beneficio trascendente alguno para nuestro país.

El socialismo convoca a creer en la capacidad creadora y realizadora de cada integrante del pueblo. Esto es creer en la esencia de la democracia y en las posibilidades de la Nación.

El socialismo convoca a los trabajadores y a la juventud a encabezar la defensa de la convivencia democrática y la necesaria reformulación del país, para concretar una Nación independiente y solidaria.

Comité Nacional del Partido Socialista Popular
Buenos Aires, 21 – 22 de febrero de 1987



Macri y Fernández. Autocrítica en default... @dealgunamanera...

Autocrítica en default…

Teatro de operaciones. Dibujo: Pablo Temes 

El Presidente expone como comentarista y Fernández no menciona los males que dejó Cristina.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 20/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Afirmó alguna vez Mauricio Macri: “Fue Perón quien dijo que gobernar es crear trabajo. Hoy tenemos el deber de darle un trabajo digno a cada argentino”. Y agregó: “El peronismo no es narcotráfico, no es prepotencia y soberbia. El peronismo es la búsqueda de la igualdad de oportunidades, la búsqueda de la justicia social. A eso quiero invitar a los peronistas”. El “alguna vez” tiene fecha, lugar y circunstancia: ocurrió el 8 de octubre de 2015, durante el acto de inauguración del monumento al general Juan Domingo Perón en la plaza ubicada frente a la Aduana. Además del hoy presidente, compartieron el escenario –entre otros– Hugo Moyano, Eduardo Duhalde, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Moyano, que habló, dijo: “Me sentí emocionado al ver la figura de Perón. Después se llenan la boca en contra del PRO y nunca hicieron esto. Concurrimos acá porque Perón está por encima de todos y nos pareció importante lo que está haciendo Macri”. (sic).

Cuenta la leyenda que, cuando aún compartían una amistad luego perdida, Mario Vargas Llosa le dijo a Gabriel García Márquez: “¡Ay, Gabo! qué difícil escribir ficción en Latinoamérica con su increíble realidad”.  Sea verdad o mito, la frase refleja a la perfección la sinuosidad increíble de la política en la Argentina.

Ahora, el presente. Más allá del multitudinario acto de ayer, en el Gobierno todo tiene aire de despedida. Es una despedida larga y dolorosa, a la que Mauricio Macri ha intentado dotar de una cierta épica. Eso es lo que han sido esta serie de actos que encabezó en distintas ciudades del interior y que culminó en el Obelisco. A lo largo de esa especie de caravana, el Presidente desplegó un discurso pobre, lleno de clichés y, en algunos casos, desopilante, como cuando confundió en su saludo al Chaco con Corrientes. Al fin y al cabo, es difícil prometerles un futuro mejor a los miles y miles de ciudadanos y ciudadanas que se han quedado sin presente. Luego del 5,9% que en septiembre dio el índice de inflación comunicado por el INDEC, escucharlo a Macri diciendo: “No se puede vivir con este nivel de inflación que nos mata a todos”, es paradójico. Parece un comentarista de la realidad que, además, se pasa echándole la culpa de las desgracias de su gobierno al que le precedió. Es lo mismo que hacía CFK cuando dedicaba su incontenible verborrea por cadena nacional para atribuir a otros –Clarín, Obama y el mundo entero– las causas de sus errores de gestión.

En los actos, el Presidente les habla a sus votantes. Y el problema es que con sus votantes no le alcanza para ganar. Le ha sucedido algo similar a lo que le ocurrió a Sergio Massa. Luego de su resonante victoria en 2013, el error que cometió  el ex intendente de Tigre fue no darse cuenta de que muchos de los que pusieron su boleta en la urna eran partidarios de Macri que buscaban derrotar a CFK.

La historia –que como signo del fracaso de la Argentina siempre se repite– lo ha hecho ahora de una manera inversa. Llevado por la omnipotencia del poder y de sus entornos, el Presidente no advirtió que muchos de los votantes que hicieron posible que ocupara el sillón de Rivadavia, eran de Massa. Tampoco pensó que el peronismo se reunificaría. Es lo que durante un reportaje reconoció María Eugenia Vidal, quien, a su discurso de IDEA, le imprimió un tono de despedida. La gobernadora no tiene ninguna chance de dar vuelta esa elección que en Buenos Aires se define por un voto de diferencia. A partir del 10 de diciembre próximo tendrá un sucesor: Axel Kicillof.

Las palabras de Vidal pivotearon entre la evaluación de su gestión y el esbozo de su futuro. De su gestión, se encargó de diferenciarla de la de Macri. Lo hizo con sutileza, pero con claridad. “A un gobernador se lo debería juzgar por lo que hace en materia de educación, seguridad, obras públicas y salud”, dijo con voz serena. Los que la escuchaban entendieron el metamensaje: la responsabilidad de la economía, por la que terminará perdiendo la elección, es del Presidente. De su futuro lo único cierto es la incertidumbre.

No le va a ser fácil. Necesitará apoyos territoriales importantes. Por eso, es clave lo que suceda con las elecciones municipales y la cantidad de intendencias que queden en manos de Juntos por el Cambio. Dependerá también de lo que decida hacer Macri que, por lo que se sabe, ni sueña con abandonar la política.

En el Frente de Todos, todo es ganancia. El índice de inflación del 5,9% que se conoció el miércoles cayó como anillo al dedo frente al debate de esta noche. Alberto Fernández tendrá en ese dato una ayuda para enfrentar los embates que, en su contraofensiva, intentará Macri. En el del domingo pasado en la Universidad de Santa Fe, se lo vio enojado, tenso y, en los primeros cuarenta minutos, desenfocado. El principal problema que enfrentó en ese debate no fue el dedo del candidato del Frente de Todos ni su estilo agresivo, sino la realidad.

Y, a propósito de ese debate, dos apuntes más: hubo dos contradicciones por parte de Alberto Fernández: la primera, su modo agresivo que no se compatibiliza con el espíritu de diálogo que pregona en campaña; la segunda, la falta de mención a los males del kirchnerismo que él mismo critica.

El segundo apunte tiene que ver con CFK. En la presentación de su libro Sinceramente en El Calafate, dijo que no vio todo el debate porque había tenido gente en su casa. Nada que sorprenda: para la ex presidenta nada de lo que sucede por fuera de ella es relevante. Se ve que ni siquiera le interesaba lo que decía su compañero de fórmula. El narcisismo está en la esencia de su patológica personalidad.  

Mientras, Fernández continúa con su agenda de presidente virtualmente electo. Por eso, en su oficina de la calle México, su entorno habla y discute sobre gestión. Una gestión que, con una cuota de poder enorme, no tendrá período de gracia. La realidad apremia. Y de eso está hablando, entre otros, con Guillermo Nielsen, quien, por estos días, se encuentra en Washington. Al margen de atender asuntos particulares, Nielsen quien, por lo poco que se sabe hasta ahora no sería ministro de Economía del nuevo gobierno, activó sus contactos en el FMI. Y allí comprobó, con preocupación y sin sorpresa, que, en el centro de la escena, está la Argentina y su inevitable sino: el conflicto.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.




viernes, 18 de octubre de 2019

Los espías de la libertad… @dealgunamanera...

Los espías de la libertad…

Permanece la natural tensión que debe existir entre el periodismo y el poder. Ilustración: Horacio Cardo.

"Subversivos”, la palabra escrita en grandes letras, podía leerse desde lejos en la portada de la revista Cabildo, un pasquín de la ultraderecha que había apoyado a la dictadura militar. Con la mentalidad burocrática de los ficheros policiales, los nombres de una centena de periodistas llenaban las páginas de esa revista. En la lista figuraban casi todos los periodistas conocidos, o cuyos artículos habían sido analizados bajo la lupa de los espías del Estado a la caza de subversivos.

© Escrito por Norma Morandini, periodista, ex senadora nacional, el miércoles 16/10/2019 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

He contado más de una vez la anécdota porque nada revela mejor esa concepción autoritaria que equipara la prensa con un delito; dejó centenas de periodistas desaparecidos y al imponer el terror congeló la libertad individual, la más eficaz de las censuras. Importa volver a narrar ese episodio sucedido en el final de la dictadura, ahora, que bajo el sistema de la legalidad democrática se vuelve a penalizar la actividad de los periodistas. Una malversación, si no intencionada, al menos ignorante de esas funciones en democracia, la de los periodistas que cuando son valientes e independientes “espían”, en beneficio de la ciudadanía, lo que los poderes buscan ocultar; en cambio, los agentes de inteligencia cometen delito cuando se meten y hurgan en la vida privada de las personas.

Han pasado más de 30 años, la democratización fue liberando ese chaleco de fuerza del terror con leyes que protegen la actividad periodística y garantizan el derecho de la sociedad a ser informada. Sin embargo, hoy preocupa que persista la idea de delito nada menos que en la letra de un juez y la bendición de los que por indagar en las lacras del pasado ejercen una superioridad de comisarios morales.

Esa “pasión por la censura”, la expresión de otro Premio Nobel, de literatura, el sudafricano John Maxwell Coetzee que por haber vivido en una sociedad totalitaria, la de la supremacía blanca, escribió un ensayo “Contra la censura” para comprender qué se expresa detrás de esa manía de “silenciar y censurar”. Si en el fin de la dictadura, ironizar en una asamblea de periodistas, como hice, para que los que no figuraban en la lista de la revista pidieran ser incluidos, era toda una definición política ya que para las tiranías la que es subversiva es la prensa.

Hoy debiéramos pedirle a la Comisión de la Memoria de La Plata que preside el Premio Nobel de la Paz, Pérez Esquivel, reconstruya históricamente la censura de la dictadura, las persecuciones, las mordazas y la responsabilidad que tuvieron los agentes de inteligencia, los “temidos servicios” que se hacían pasar por periodistas para mentir sobre las acciones de la “guerra sucia”, enfrentamientos que en realidad eran fusilamientos, la propaganda “somos derechos y humanos” para contrarrestar las denuncias, los “desaparecidos están en el extranjero” y las mentiras de una humillante guerra perdida, la de las Malvinas, esa sí “acción psicológica”, una expresión bélica, incompatible con la legalidad democrática y el respeto a la capacidad de discernimiento de las personas.

Al final, el único propósito de la reconstrucción del pasado y de una auténtica Comisión de la Memoria es el “Nunca Más” para evitar que regrese la dictadura de la unanimidad y la mentira que contaminó la prensa con esos espías disfrazados de periodistas., o lobbista confundidos igualmente con empresarios de prensa.

No deja de ser paradójico, y a riesgo de ser mal comprendida por el sarcasmo, que en democracia los buenos periodistas son los que mejor “espían” en lo que se quiere ocultar, la corrupción de los funcionarios del Estado. En cambio, en democracia, los espías del Estado cometen delito cuando violan el derecho a la privacidad de los ciudadanos, sean sus cartas, sus teléfonos o sus alcobas.

Detrás de esa malversación, sólo puede haber una intención: desvirtuar las investigaciones de la prensa en la Causa de los Cuadernos y volver a imponer el miedo, la más eficaz de las censuras. Pero, también, revela nuestro fracaso democrático ya que culturalmente sobreviven las odiosas expresiones “operación de prensa” o “la carne podrida”, como se llama a la información mentirosa e intencionada.

No hay nada más difícil que argumentar sobre lo obvio. La prensa está protegida constitucionalmente para cumplir mejor su mediación entre la información del estado y la ciudadanía, una protección que se extiende también a las ideas que molestan porque son la condición del pluralismo democrático. Sin la protección de la fuente es muy difícil actuar de manera independiente y ganarse la credibilidad de la ciudadanía.

En Argentina, los periodistas debimos estrenar la libertad con los miedos, los fantasmas del pasado y el autoritarismo adherido como una ameba. Al igual que otras instituciones de la democracia, el periodismo camina con esa marca de origen, entre una prensa cortesana, de los despachos, a una prensa independiente, como expresión de la sociedad. Permanece la natural tensión que debe existir entre el periodismo y el poder. Y los argentinos ya hemos hecho un largo camino.

Muchas denuncias periodísticas desbarataron redes de corrupción y complicidad de los funcionarios del Estado, indicios sobre los que la Justicia no siempre investigó ni condenó; muchas han sido, también, las tentaciones del poder para domesticar a la prensa, ya sea con la distribución de la pauta oficial, “los sobres” para los propagandistas de los gobiernos o la distorsión del “periodismo militante”.

A la par, en la defensa de la libertad de expresión, los periodistas debemos ser humildes y debatir honestamente sobre cómo se ejerce el periodismo hoy, distorsionado por la espectacularidad, la dictadura del rating y el lenguaje del odio, a los que debemos contraponer la única limitación posible, la responsabilidad y la razonabilidad. Pero cuando las concepciones autoritarias atentan contra ese pilar de la democracia, los periodistas no podemos ser ni omisos, ni neutros porque lo que está en riesgo es precisamente el sistema que nos da fundamento: la democracia.