lunes, 30 de enero de 2017

Abuso en el Distrito Fashion de Palermo... @dealgunamenera...

“Vení, putita”: un intento de abuso en el pasillo de Juan B. Justo, en primera persona…


Un domingo por la tarde, en pleno Palermo, y un tenebroso episodio a metros de un shopping a cielo abierto. El crudo relato de una víctima.

© Escrito por Manuela Fernández Mendy el lunes 30/01/2017 y publicado por Big Bang News de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El 
paso a nivel de Soler tiene, tal vez, uno de los murales más lindos que vi en Buenos Aires. 
“Es tiempo de brillar”, reza la frase, adornada con venecitas de colores, que supe retratar y elegir hace casi un año como foto de portada de Facebook. Es uno de los accesos al nuevo “distrito fashion” de Palermo, el “Bronx”, para los adiestrados agentes inmobiliarios de la zona. Un shopping que alberga las marcas más exclusivas, el moderno polo científico y su nueva plaza aledaña, a la que suelo llevar con frecuencia a mi sobrina de tres años: el combo que acompañó la “lavada de cara” del viejo corredor ferroviario abandonado de Juan B. Justo.

Todos los días, cuando vuelvo de la redacción, cruzo el colorido paso a nivel de Soler, a veces custodiado por un efectivo de seguridad privada que cuida el estacionamiento emplazado en paralelo a las vías del tren, otras desolado.

Aunque mi cabeza esté inmersa en un océano de dilemas existenciales, o simplemente perdida en alguna canción que tarareo mientras camino,todos los días miro de reojo y con cierta complicidad ese mural. Mi mural.

Un “liviano” episodio de inseguridad, en el que un hombre me corrió a las cinco y media de la mañana por tres cuadras al grito de “sos mía”, me había obligado hace un año a abandonar mi habitual caminata matutina y reemplazarla por un fugaz viaje en taxi, de sólo seis cuadras y por el que pago la no tan módica suma de $40 diarios. Entro a trabajar a las seis de la mañana, horario en el que durante gran parte del año la penumbra invade las callecitas de adoquines. 

“Mejor prevenir, que curar”, suelo excusarme ante los tacheros, en cuyos rostros se puede ver con claridad la decepción de haber aceptado un viaje tan corto. El negocio, claro, son las salidas de los boliches que ofrecen, además, personajes mucho más pintorescos que quien escribe estas palabras.

Ayer a la tarde apagué la computadora. La misma en la que estoy escribiendo ahora. Me despedí de mis compañeros y, a diferencia de mi habitual saludo dominical en el que suelo maldecir con ironía a algún personaje impuesto por la agenda mediática, les dije: “Me voy a vivir”. Esas frasecitas que, parafraseando una respuesta que Julio Cortázar le dio al gran Osvaldo Soriano, terminan convirtiéndose en “proféticas”. “Después, retrospectivamente, te das cuenta de lo que contenían”.

Salí de la redacción, ubicada en el corazón de Palermo, y me fui a vivir. Encendí un cigarrillo en la vereda, acomodé mi cartera y emprendí la misma ruta de todos los días. El destino: el mural, mi mural. Hacía calor, había bandas tocando en la plaza del Polo. Minutos antes, mi mejor amiga me había mandado un mensaje diciéndome que estaba con su hija disfrutando del espectáculo. Pero no llegué a entrar. Un tirón, una navaja y un “vení, putita”, me lo impidieron.

Desaparecí de la faz de la tierra. Estaba a diez metros del lugar en el que decenas de personas participaban de un festival al aire libre. Sólo otros cinco me separaban de una de las avenidas más transitadas de la ciudad.

Pero ese domingo, a las siete y diez de la tarde, desaparecí de un tirón de la faz de la tierra. Un hombre me tomó con abrupta violencia de un brazo, el otro me levantó de la cintura y llevó su mano a mi boca. Todavía siento impregnado el olor a óxido que emanaba. Fueron dos precisos movimientos que me sacaron de mi mural y me acorralaron en “el pasillo de Juan B. Justo”.

Sentí la navaja rozar mis costillas e instalarse con comodidad en mi cintura. El de gorrita, el mismo que me había deslizado al oído ese repulsivo “putita”, sostenía la punzante amenaza contra mi cuerpo, mientras procuraba taparme la boca con firmeza –otra vez, el olor a óxido- y respirarme al oído.


El otro, con la perversión impregnada en sus apagados ojos, me miraba de arriba abajo. “Mamita”, se regodeó, mientras comenzó a masturbarse. Se mas-tur-bó: no pienso utilizar un sinónimo suave. Comenzó a deslizar su mano con velocidad sobre su miembro y le pidió a su colega que me sacara las calzas. “Rápido boludo, rápido que acabo”.

Nunca me sentí más sola, ni vulnerada en mi vida. Mi cuerpo temblaba, mis manos no me respondían y mis piernas comenzaban a aflojarse. Estaba en tranceSólo podía pensar en una persona, en lo que necesitaba a esa persona en ese momento. Un escape “feliz” al horror que estaba viviendo.

“Se me cae, se me cae”, gritaba el otro, lastimándome con la navaja para que me quedara quieta. Y fue ese filo, el mismo con el que pretendía dominarme y someterme, el que me activó.

Mordí su oxidada mano con el odio condensado de 28 años de abusos de género. Mordí sus dedos, que ahora impregnaban de sabor a óxido mi boca, como si les estuviera devolviendo gentilezas a todos los hombres que, a su manera, me habían sodomizado o sometido. Jefes, ex parejas, compañeros de trabajo, de colegio, de facultad, profesores. Los mordí a todos. Vi sus rostros en mi cabeza y clavé con fuerza toda mi dentadura.

“Puta de mierda”, dijo y me soltó con violencia al piso. Empecé a arrastrarme por el corredor de tierra, repleto de preservativos y chapitas de cerveza que me lastimaban las rodillas. El otro, todavía con el miembro al aire, atinó a agarrarme de una pierna y lo logró. Pero grité. Grité fuerte. Su mano, la misma con la que minutos antes se había masturbado, no logró llegar a mi boca. Grité tan fuerte que todavía siento ardor en mi garganta.

Estaba a media cuadra de la salida del pasillo. A media cuadra del mural que todas las tardes me invitaba a “brillar”. Escuchaba la música de fondo. Pasó el tren. Seguía arrastrándome y gritando. Ahora eran dos los que, reincorporados, volvían por su presa. Pero hubo un valiente. Hubo un hombre que se metió en el pasaje y los amedrentó con su sola presencia. Y los compadritos, los machos cabríos que se creían invencibles frente a la “debilidad física” de una mujer, corrieron como ratas. Los cagones, salvajes e hijos de puta se escaparon por el pasillo y se refugiaron en el asentamiento ubicado a pocos metros. El mismo al que nadie se anima a entrar, ni la policía que, alertada por los cientos de denuncias que los vecinos presentan a diario, elige mirar para otro lado.

No sé el nombre de la persona que me rescató. Espero que estas líneas le acerquen mi profundo agradecimiento. Tampoco recuerdo bien cómo llegué a mi casa. Sé que me bañé durante casi dos horas para sacarme el olor a óxido que, sentía, se había impregnado en cada centímetro de mi piel. No hice la denuncia. De nada sirve. La complicidad de la comisaría de la zona con las “banditas del pasillo” es conocida en el barrio.

Pero elegí dar batalla desde mi lugar. Elegí convertir mi pluma, o en este caso mi teclado, en un misil. Para que todos recordemos que esos cobardes no sólo son producto de las políticas de Estado que excluyen año a año a miles de personas y a las que como sociedad tenemos la obligación de darles una respuesta, sino que también son hijos, hermanos y nietos. Alguien los crió. Con alguien brindan en Año Nuevo. 



Esta mañana volví a caminar la zona, elegí que el temor no me paralizara. Me compré el café de todos los días y vine a trabajar. Ninguno de mis compañeros sabe qué es lo que estoy escribiendo, salvo mi jefe. Elegí dar pelea y, por sobre todas las cosas, seguir brillando, porque no soy, ni pienso ser la puta de nadie.



domingo, 29 de enero de 2017

Osvaldo Soriano a veinte años... @dealgunamanera...

No habrá más penas ni olvido…

Imagen: Gonzalo Martínez

Hace exactamente veinte años, el 29 de enero de 1997, murió Osvaldo Soriano. En ese momento, ya era un escritor consagrado por el público, popular gracias a su labor periodística, en especial sus columnas y contratapas en Página/12, a sus libros que narraban las historias de inolvidables personajes perdedores con un suave tono de nostalgia y un delirante sentido del humor y a las versiones cinematográficas de algunas de sus novelas más conocidas como No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno. Discutido por parte de la crítica, entrampado en algunos debates de época como los conflictos entre literatura y mercado o la contraposición entre una narrativa más popular y otra volcada a la experimentación formal, hay que decir que la circulación de sus libros reeditados desde 2003 irían revelando la plena vigencia de Soriano entre los lectores de entonces y muchos nuevos que, año tras año, renuevan un acercamiento a sus novelas y crónicas. A veinte años de aquel 29 de enero, Radar rinde homenaje a esta vigencia y permanente renovación de Osvaldo Soriano y su literatura.


© Escrito por Ángel Berlanga y publicado el domingo 29/01/2017 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Una de las principales distorsiones que a menudo se manifiestan en el ejercicio del poder –en todas sus formas– es la aplicación de lo que podríamos llamar la lógica de la ilógica. Una de las principales distorsiones que a menudo se manifiestan en el ejercicio del poder –en todas sus formas– es la aplicación de lo que podríamos llamar la lógica de la ilógica. Cuando ello sucede, se adoptan decisiones que generan tanto desconcierto y controversia que al final terminan siendo inaplicables o contraproducentes.


De la crítica a su obra literaria habrá quien se haga cargo, con mérito o no para la tarea”, escribió José María Pasquini Durán en el número de Radar que apareció cuatro días después de la muerte de Osvaldo Soriano. “No tengo dudas, sin embargo, de que sus historias serán leídas en el futuro por sucesivas generaciones con el mismo encanto con que las recibieron muchísimos lectores en los últimos veinte años –seguía Pasquini–. Aun sus críticos más severos tendrán que aceptar que hay un estilo Soriano, que ocurre cuando cualquiera puede leer sin la firma del autor y reconocerlo como suyo. Al mismo tiempo, esas historias son las mismas que podrían contar millones de personas. En esa identificación, en sus pasiones sencillas, populares, podría encontrarse alguna razón profunda para que tuviera no solo la fama literaria merecida, vendiera más libros que la mayoría de sus contemporáneos en el país, o cautivara a italianos, húngaros, españoles y quién sabe cuánta otra gente de geografías distantes. Soriano era popular como si hubiera sido cantante, actor o animador de televisión”.


Se cumplen veinte años hoy desde la muerte de Soriano y parece claro que subsisten, de diversos modos, las huellas de su presencia. Están en el ADN o el espíritu de este diario, por empezar, porque el tono que sin dudas le imprimió a Página/12 desde su fundación busca mantenerse en el sesgo contestatario a los grandes poderes, en la búsqueda de la igualdad y la justicia, en la defensa de los derechos humanos, en cierto talante romántico, en el desacartonamiento y el humor, en la vocación por develar y contar, en la reivindicación de la lectura y la escritura, en la mirada aguda y sentida del país y sus relaciones con el mundo. Y claro que se extrañan los textos que pudo haber escrito (tenía nomás 54 años cuando murió), la pasión y el entusiasmo que le ponía a sus descubrimientos, la fluidez con la que podía contar del liberalismo, de Dumas o de Rosas, de Belgrano o de Maradona, de Gostanián o de Tyson, de su padre real o imaginario, de Cortázar, Stalin o de sus visiones del peronismo a través del tiempo. Señalaba Pasquini en esa despedida que aquí como en Italia los diarios de mayor tirada le hicieron muy buenas ofertas para contratarlo y que prefirió seguir escribiendo en Il Manifesto y en Página. “Desconfiaba de los grandes medios porque creía que mientras mayores fueran los intereses que defendían, más grandes serían las posibilidades de que le pusieran algún límite a la libertad de sus opiniones”, escribe Pasquini.


Se conocían desde comienzos de los ‘70, habían coincidido en varios medios y se habían prometido que el primero que muriera escribiría el texto post mortem del otro. Las contratapas de Soriano, sus distintas vertientes, son un clásico. ¡El festín que se habría hecho con el macrismo! Uno casi que puede escuchar al corresponsal del Créase o no describiéndole al editor que lo llama por teléfono lo de la grasa militante y las dos pizzas de Prat Gay, esto de “la creatividad política” de Elisa Carrió, la precisa delicadeza de Aranguren, la comprensión que implora Triaca para los empresarios que despiden, la pericia de Michetti en el manejo del Senado y en las operaciones de la Fundación Suma, nombre incluido, la efectividad rezadora del pastor Giménez Bergman para apagar incendios, las increíbles aventuras del ingeniero Panamá. Con el globo que está inflando la criatura ya se intuye, otra vez, el paisaje en descomposición de Una sombra ya pronto serás, ese fresco de los comienzos del menemismo que a la vez preanunciaba la hecatombe Alianza-De la Rúa.


Aunque muchos escritores y periodistas reivindican y siguen ponderando su narrativa, también subsisten algunos autores, intelectuales y críticos a quienes les caía y sigue cayendo mal su obra y/o él mismo: son elocuentes, al respecto, cada tanto, textos y declaraciones. Es elocuente, también, la invisibilización de su obra en análisis literarios de algunas épocas; pero no en todos, por supuesto, y es notable a la vez la cantidad y diversidad de ensayos y tesis sobre sus libros que brotan en distintos ámbitos universitarios del país y también en Francia, Chile, Canadá, España, Italia, Brasil, largo etcétera. Cuando Soriano murió, en 1997, toda su obra era manejada en el continente por la editorial Norma, que en ese momento empezó a ir para atrás y en consecuencia no fue eficaz en su circulación. 


En 2003, por iniciativa y edición de Juan Forn y en editorial Seix Barral, dirigida por Alberto Díaz, comenzaron a reeditarse todos sus libros. A propósito de lo elocuente o significativo, un dato: entre comienzos de 2004 y fines de 2016 la editorial vendió 412.200 libros de Soriano. La cuenta da 31.707 libros y algunas páginas decimales al año. Epa: qué sorpresa. Sus textos no están demasiado a la vista, expuestos, en las librerías; no hay campañas o agites publicitarios. Hay un fenómeno profundo ahí, que se sostiene en el tiempo. Sus historias leídas por sucesivas generaciones, como proyectaba Pasquini Durán.


Triste, solitario y final, No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno, sus tres primeros libros, son las novelas más requeridas (41.800, 45.600 y 41.500 ejemplares, respectivamente). Alberto Díaz, editor de Soriano desde 2003, se sorprendió con Arqueros, ilusionistas y goleadores, la recopilación de sus relatos futboleros, publicado en 2006: desde entonces la editorial vendió 65.900 volúmenes. Entre las recopilaciones que Soriano publicó en vida la más leída es Rebeldes, soñadores y fugitivos (36.400): el próximo diciembre se cumplen treinta años desde la aparición de este libro, publicado por Editora/12 el mismo año en que se fundó este diario. Anota Pasquini en aquel artículo que desde los primeros borradores hasta el final el diario “era parte de sus sueños”. Página fue el medio en el que se afincó luego de varios tumbos, porque el regreso desde el exilio tuvo sus claroscuros. Hacia el final de la dictadura empezó a publicar algunas columnas en Humor y los libros que había publicado inicialmente en Europa (Una sombra y Cuarteles, que aparecieron inicialmente en italiano, francés y polaco) de repente empezaron a ser, entre fines de 1982 y hasta 1984, los más vendidos en la Argentina.


Ya de regreso quiso reeditar de algún modo sus experiencias anteriores, la mítica de Primera Plana y/o la protagónica en el suplemento cultural de La Opinión y convenció a Andrés Cascioli para hacer el semanario El periodista, cuya redacción fue armada casi íntegramente por Soriano, pero a unos días del debut se pelearon  y quedó al margen hasta de Humor. Luego intentó reflotar Crisis, pero tras un par de números las diferencias con Vicente Zito Lema fueron cruciales. Formó parte de la cooperativa El Porteño, siguió publicando notas en medios europeos: recién con Página, en 1987, encontró su lugar. Escribe Pasquini Durán: “Con el mismo entusiasmo se alegraba frente a una nota bien escrita o una idea interesante o armaba broncas tremebundas por lo que podía afectar la salud del diario, que no dejó de imaginar con futuro, fuerte y hermoso, aun en los momentos en que otros bajaban los brazos”. Y también: “Ejerció el periodismo antes que la literatura pero nunca lo dejó porque era más que una forma de ganarse la vida, era una vocación profunda, cultivada con ternura, devoción y paciencia de orfebre”. 


Es bien interesante el estudio crítico que viene haciendo Rogelio Demarchi con la obra de Soriano. Entiendo que prepara un libro de ensayos que contendrá, imagino, las vertientes en las que está trabajando: las correspondencias e interrogaciones que entrevé en las novelas de Soriano respecto a las de Puig, por ejemplo, y cómo ha operado un sector de la crítica para canonizar a Puig y defenestrar a Soriano. O los grandes temas que desarrolla en cada una de sus novelas: la amistad en Triste, el peronismo en No habrá más penas, los milicos en Cuarteles, la revolución en A sus plantas rendido un león, la decadencia en Una sombra, la conspiración en El ojo de la patria, el origen en La hora sin sombra. O la construcción de un dispositivo mitográfico, plantea, a través del que lee en sus cuatro libros de recopilaciones “al Soriano-periodista y al Soriano-personaje como construcciones ficcionales del Soriano-autor”.


“Fueron los franceses los que, por larga experiencia, adoptaron la católica metáfora del purgatorio”, escribió Soriano en “Cartas”, un texto de 1992 en el que indaga sobre las que se le escriben a los escritores, y sus respuestas. “Según ellos –sigue Soriano–, escritor que muere, obra que desaparece, hasta que al cabo de un largo purgatorio, si de verdad lo merece, entra definitivamente en el paraíso. La regla tiene sus excepciones. Proust no pasó por el purgatorio pero sí Sthendal, Balzac, Flaubert y Maupassant. Entre nosotros Roberto Arlt estuvo tres décadas a fuego lento antes de ser un clásico. Macedonio Fernández sigue ardiendo y si no lo saca ese estupendo relato de Ricardo Piglia que es La ciudad ausente ya no lo saca nadie. Horacio Quiroga salió ya y cualquiera puede comprar sus libros en las nuevas ediciones de Losada. Eduardo Mallea, en cambio, anda penando por las mesas de saldos, que son una forma del infierno. Rodolfo Walsh tuvo que esperar quince años, pero ya está en el paraíso, reeditado por De la Flor. Ahora hay que esperar que Manuel Puig vuelva del paseo y reencuentre los maravillados lectores que tenía en los años setenta, cuando era el más best seller de todos y los críticos se burlaban de él. Ahora empiezan a burlarse de Cortázar y lo tironean para que vaya de una buena vez a purgar sus pecados, pero los lectores no lo dejan. Todavía hoy los libros que escribió inseguro y dudoso siguen figurando entre los más vendidos de la Editorial Sudamericana”.


Me gusta esa imagen: Arlt, Walsh, Quiroga, Cortázar, Puig, Tizón, Briante, Piglia, Laiseca, Rivera, Dal Masetto, Soriano, sus hipotéticas conversaciones en ese paraíso, o donde fuera. “En el fondo, mis libros plantean por infinitésima vez en la literatura argentina el problema de la identidad –decía Soriano–. El 90 por ciento de los escritores, sobre todo los contemporáneos, nos pasamos interrogándonos por la identidad. En el fondo, esto es lo que se pasa preguntando la gente en la calle, a veces de manera inconsciente: qué somos, por qué nos va como nos va, cómo se resuelve este berenjenal. Por eso mis personajes son contradictorios y se parecen tanto a los comunes mortales. Yo hago historias de tipos como todos. Retomo la literatura de personajes, que está algo olvidada”.



La lógica de la ilógica… @dealgunamanera...

La lógica de la ilógica…

Incomprensible. A veces el Presidente crea conflictos inútiles donde no los había. Foto: Cedoc

Una de las principales distorsiones que a menudo se manifiestan en el ejercicio del poder –en todas sus formas– es la aplicación de lo que podríamos llamar la lógica de la ilógica. Una de las principales distorsiones que a menudo se manifiestan en el ejercicio del poder –en todas sus formas– es la aplicación de lo que podríamos llamar la lógica de la ilógica. Cuando ello sucede, se adoptan decisiones que generan tanto desconcierto y controversia que al final terminan siendo inaplicables o contraproducentes.

De ese tipo de situaciones hubo abundancia en las dos administraciones de Cristina Fernández de Kirchner. Una de las promesas de Mauricio Macri fue alejarse de esas conductas. Sin embargo, algunas decisiones tomadas en lo que va del año y casi dos meses de su gestión han defraudado esa expectativa. Ejemplo de ello fue el entuerto judicial desatado alrededor del aumento de las tarifas del gas. Lo ocurrido con tres decisiones adoptadas entre diciembre y enero ha ido en el mismo sentido.

La primera: el envío del proyecto de modificación al mal llamado mínimo no imponible a los sueldos sin ningún tipo de acuerdo previo con la oposición, hecho que estuvo a punto de significarle al Presidente una derrota que lo hubiese dañado políticamente. La segunda y la tercera son de estos días: el anuncio de modificación del sistema de las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo a través de un decreto de necesidad y urgencia (DNU) y la transformación –de fijo a movible– del feriado del 24 de marzo.

Respecto al tema de las ART hay coincidencia –incluso en muchos sectores del gremialismo– en que se debe introducir en ese régimen modificaciones que restablezcan un equilibrio que en la Argentina ha sido siempre difícil de alcanzar. Así como está concebido hoy, termina siendo palanca de apoyo para la industria del juicio, hecho que finalmente afecta al mercado laboral. 

Debido a esto, muchas empresas (sobre todo pequeñas y medianas, motor fundamental en la creación de empleo) se muestran reacias a contratar más personal. En los 90, la balanza estaba inclinada hacia el extremo opuesto, alternativa de la que muchas empresas se aprovecharon en desmedro de sus trabajadores.

Es pues un asunto extremadamente delicado en sus consecuencias como para que el Gobierno pretenda saltearse el imprescindible debate que debe darse en el ámbito del Poder Legislativo. El DNU es una muy controvertida herramienta institucional que sólo debe usarse excepcionalmente.Esto, que ha sido repetido hasta el cansancio, no ha sido óbice para que el Presidente recurra a esta herramienta con excesiva frecuencia. Esto, a su vez, contradice el discurso republicano de Cambiemos. Lo que también inquieta es una falta de aprendizaje por parte del Gobierno de lo acontecido a lo largo de su primer año de mandato, en el que resulta claro que cada vez que buscó atajos para evitar el consenso con las otras fuerzas políticas, las cosas no le salieron bien.


Acordar. 

El mapa político que quedó después de las elecciones de 2015 le dio a Cambiemos una cuota de poder limitada, a diferencia de la suma del poder que obtuvo CFK en 2011 como consecuencia de su resonante victoria con el 54% de los votos, que le permitió dominar –literalmente– el Congreso y manejarlo a su antojo. Hay quienes creen que actuando de esta manera –es decir, por medio de la imposición y no del consenso– se dan señales de autoridad que pesan a la hora de crear las condiciones para atraer las inversiones de las que tanta necesidad tiene la Argentina. No saben cuán equivocados están.

Una medida de tanta endeblez –que podría ser revocada a su vez a través de otro DNU– de ninguna manera puede ser imán para alguna nueva inversión significativa. A esta altura, el jefe de Estado debería tener plena conciencia de que la barrera para atraer nuevas inversiones productivas la representa la conducta a futuro del peronismo. En la medida en que lo tenga de opositor cerril y sin posibilidad de consensuar políticas de Estado, ningún inversor potente se sentirá demasiado entusiasmado de instalarse en nuestra geografía.

Otra medida incomprensible es la modificación –de fijo a movible– del feriado del 24 de marzoPocas veces se ha visto una decisión tan falta de tino en su forma y en su fondo. No se entiende la falta de consulta no sólo a los diferentes organismos y referentes de los derechos humanos, sino también a los de la política. Por qué causar un nuevo foco de conflicto donde no lo había. 

El Gobierno ha cometido una fenomenal torpeza que ha encolumnado en las críticas no sólo a la oposición sino también a muchos dentro del oficialismo, como la opinión contraria de Santiago Cantón, secretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires.

Es la economía... En el medio de estas idas y vueltas está la realidad económica, en donde las dificultades siguen siendo muchasEn lo macro, las cosas están un poco mejor. El problema es que, en lo micro, esas mejoras aún están lejos de llegar a la gente, no sólo de los sectores más desfavorecidos sino también de la clase media. No se percibe bien cuán claro tienen esto quienes toman decisiones en el entorno presidencial. Hay tensiones que irán creciendo. Ahí está en punta la CGT, anunciando un plan de lucha cuya escalada culminará en un paro nacional. La advertencia ha sido lanzada sin eufemismos.

Miguel Bein –economista serio que supo ser hombre de consulta de Daniel Scioli en la campaña presidencial de 2015– acaba de señalar que hay una reactivación que viene sucediendo desde noviembre, que la inflación estará en el orden del 23% y que hay recuperación del empleo. Pero todo es paulatino y, por lo tanto, no alcanza para solucionar el ahora de mucha gente que la está pasando mal. La insatisfacción no sólo proviene desde el ámbito laboral, también en los empresarios hay críticas.

Febrero arranca con el aumento tarifario de la electricidad. Eso irá a precios. Se calcula que en el primer cuatrimestre tendrá una incidencia de 3%. Jorge Todesca, titular del Indec, ha dicho que el índice de inflación ideal para el primer cuatrimestre de este año no debería superar el 5%, lo cual parece de dudoso logro si se toman los cálculos de enero y febrero.

El presente socioeconómico es preocupante para el Gobierno no sólo por la conflictividad social que alimenta sino también por la elección legislativa de octubre. Superadas las vacaciones, se ve que en las cabezas del oficialismo se ha comenzado a trabajar en este objetivo. Ganar va a ser muy difícil. Las encuestas en la provincia de Buenos Aires no son buenas para el oficialismo. Lo único positivo para Cambiemos es que la tiene a María Eugenia Vidalcuya buena imagen está consolidada. El problema es que no puede ser candidata, salvo que alguien con afán suicida quisiera repetir la experiencia de las listas testimoniales que tan mala fue para el kirchnerismo en 2009.


Los candidatos de Cambiemos marchan terceros cómodos.

La realidad le marca al Gobierno la necesidad de ampliar su base de sustentación. Ante esa evidencia, los resquemores entre la gobernadora y el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, parecen haber quedado en el pasado luego de la comida que compartieron hace unos días. Ambos reconocen la necesidad de incorporar a hombres del peronismo no sólo como alternativa electoral sino también de gobernabilidad.

La incógnita electoral la representa Cristina Fernández de Kirchner, quien a pesar de todas las denuncias en su contra mantiene un caudal de votos importante que no tiene nadie más en el peronismo. Es notable lo que está sucediendo en el PJ: salvo la dirigencia de La Cámpora y algunos intendentes ultra K, son muy pocos los dirigentes de peso que se encolumnan tras ella. Sin embargo, ningún otro dirigente –ni siquiera Scioli– la supera en intención de voto. A su vez, en el rompecabezas electoral que se presenta hoy, CFK sabe que sin la presencia dentro del peronismo de Sergio Massa las cosas también serán difíciles para ella.

A escuchar. 

Lo sucedido con las escuchas judiciales que la comprometen es grave por donde se lo mire. En la distorsionada visión del kirchnerismo y sus acólitos de Justicia Legítima, se escandalizan por la filtración de esas escuchas. Lo que ocurre en verdad es que cada uno se escandaliza con estas cosas según en qué vereda de la geografía política se encuentre. Si estas escuchas hubieran sido comprometedoras para Macri, la misma CFK, que hoy dice sentirse perseguida, estaría convalidándolas. En verdad, lo grave es el contenido, así como también el hecho de que el titular de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) de ese entonces, Oscar Parrilli, se haya llevado a su casa 88 CD con escuchas que de ninguna manera debió haber sustraído de su lugar.

Hay que recordar que esas escuchas habían sido dispuestas por un juez federal, Ariel Lijo. La conversación entre CFK y Parrilli refleja tanto el abuso de poder de CFK como su trato con los miembros de su gobierno. Utilizar la palabra “pelotudo” no es ningún delito. Es una vulgaridad, y ése es un atributo –su repertorio es vasto– harto conocido de la ex presidenta.

El asunto clave radica en el propósito de armarle una causa a Jaime Stiuso. Ese “armado” es la demostración del abuso de poder que fue tan patente durante toda la gestión K. Pasaba lo mismo cuando ordenaba a la AFIP apretar a quienes criticaban a su gobierno. El kirchnerismo se creyó no administrador sino dueño del Estado. El “vamos por todo” no fue un eslogan de campaña, sino un proyecto de poder.

Producción periodística:  Santiago Serra.


Hablemos de Soberanía... @dealgunamanera...

Se efectuó un vuelo de control de los espacios marítimos…


El avión P-3B Orion de la Armada sobrevoló anoche 880 millas náuticas en las que se visualizaron cerca de 200 barcos pesqueros.

© Publicado por el viernes 27/01/2017 por el Periódico Gaceta Marinera de la Armada Argentina desde la Ciudad de Trelew, Provincia del Chubut, República Argentina.


Un avión P-3B Orion, perteneciente a la Escuadrilla Aeronaval de Exploración, llevó a cabo anoche un Vuelo de Control de los Espacios Marítimos (VCEM) en el límite exterior de la Zona Económica Exclusiva Argentina (ZEEA) y su zona adyacente donde se encuentra uno de los caladeros más importantes del océano atlántico sudoccidental.
En cumplimiento de directivas del Comando de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada, la aeronave exploró un amplio sector recorriendo 880 millas náuticas, ubicadas en las aguas de la ZEEA de nuestro litoral marítimo donde se concentran buques pesqueros de terceras banderas que realizan una actividad pesquera en especies transzonales como la merluza hubbsi y el calamar illex. En esta oportunidad visualizaron cerca de 200 barcos.

La aeronave despegó de la Base Aeronaval Almirante Zar de Trelew bajo el comando operativo del Capitán de Fragata Marcos Jonas. La tripulación estuvo compuesta por pilotos, ingenieros de vuelo, técnicos de vuelo y operadores que trabajaron con los sensores de la aeronave, como el sistema AIS (Automatic Information System), el SAI-ORION (dispositivos de cámaras visuales) y el radar, que permiten obtener información precisa de los buques que se encuentran en las zonas patrulladas. Estos datos fueron compartidos, en tiempo real, a la autoridad de control del vuelo, en este caso el Área Naval Atlántica (ANAT).
Una vez analizada la información se dispondrá, si es necesario, la patrulla de una unidad de superficie, para actuar en caso de buques que se presuman infractores a fin de confirmar la actividad que realizan.

Cabe recordar que en ejercicio de sus derechos soberanos como Estado ribereño, la República Argentina ejerce, a través de la Armada, el control de los recursos naturales en su zona de jurisdicción.



sábado, 28 de enero de 2017

Esconder la memoria… @dealgunamanera...

Esconder la memoria…


Las huellas de la memoria no se pueden borrar. Hay fechas que marcan un camino, instantes que imprimen nuestra historia y que recordamos como gestas, otras como tragedias. Momentos de esa historia que construimos como país nos llenan de orgullo, nos conmueven, otras nos generan contradicciones, dolor y no se pueden olvidar.


© Escrito por Edgardo Esteban, Periodista y ex combatiente de Malvinas, el sábado 28/01/2017 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La construcción de esos relatos es un ejercicio colectivo que se hace desde el presente evocando a ese pasado común que nos une como nación. Una sociedad que intenta proyectarse hacia el futuro de manera democrática tiene que rememorar y reflexionar sobre su historia. Pero estos no son actos de nostalgia y pérdida, sino compromisos hacia adelante: es posible e indispensable construir identidad a partir de la memoria. Subrayar las fechas, acontecimientos, lugares y personas que conforman nuestra relato colectivo, de aquellos hechos siniestros y atroces que deseamos nunca más se vuelvan a repetir, constituye un aporte a la convivencia democrática.

Lamentablemente el gobierno de Mauricio Macri toma el camino inverso. Invita por decreto a olvidar lo que no le conviene y recordar del relato lo que se ajusta a su presente y su entorno. Este nuevo acto de arrogancia política se vio reflejado en el decreto presidencial que modifica el carácter inamovible de dos feriados nacionales: el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el 24 de marzo, que recuerda el día del golpe militar de 1976; y el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, el 2 de abril. Este último fue declarado por el Congreso de la Nación en noviembre del 2000, y a partir del año 2006 es inamovible. La decisión de cambiar las fechas es un atropello y una injusticia dolorosa. Hay derechos adquiridos en estos años de lucha que no se pueden desvanecer sin un costo para quienes prefieren la liviandad del olvido. ¿Por qué estas fechas son movibles y el 8 de diciembre no? ¿Qué memoria quiere construir este gobierno?

El 2 de abril es una fecha que marca nuestra identidad como pueblo y mantiene encendida la llama de los momentos vividos por los ex combatientes que participamos en el conflicto bélico de 1982 y que tanto nos costó hacerla respetar por una sociedad que no quería recordar esa derrota y por los gobiernos de turno que la querían esconder o tapar esa parte de la dictadura militar. Había que ocultar a los fuimos a la guerra, algo tendrán. No fue y, por lo visto, aun no es fácil el camino para hacernos respetar como parte viva de ese instante tan particular de la historia Argentina. Esa fecha simbólica nos interpela y permite recordar lo que hicimos en ese tiempo de guerra y dictadura, que nos pasó y como atravesamos esos intensos días, que aún perduran en nuestros recuerdos. Por eso el 2 de abril es una jornada de reflexión, es un día de homenaje y reconocimiento a quienes allí perdieron la vida, de los que estuvimos, además de afirmación de nuestro inclaudicable reclamo de soberanía.

La causa Malvinas, trasciende a un gobierno que ejerce su mandato democrático por cuatro años sea del pasado, presente o de los gobiernos futuros. Es una cuestión de Estado, de derecho soberano y de identidad, más allá de cualquier grieta o signo político. ¿Estamos todos de acuerdo que las Malvinas son argentinas? Hay voces en el actual gobierno que imparten dudas que responden caprichosamente o ven a las Islas Malvinas solo como un buen negocio. De alguna forma hasta desprecian a los ex combatientes, molestan, pero aún estamos vivos para defender la soberanía de nuestras islas y repudiar el colonialismo británico, sus intereses sobre nuestro mar austral y la militarización que hay por parte del Reino Unido en la región.

La lucha por los derechos humanos o la defensa de nuestro territorio austral son parte de un ejercicio de ciudadanía que venimos construyendo desde la última dictadura militar. Son las banderas que asumimos junto a los organismos de Derechos Humanos en este largo camino por la memoria, la verdad, la justicia y la soberanía. Hemos vivido 34 años en democracia y a 35 años de la Guerra de Malvinas, uno apuesta a una mejor sociedad, a la emancipación, al conocimiento y a la memoria para el bien y el futuro de las nuevas generaciones que esperan de nosotros el respeto y la posibilidad de contarnos con dignidad quienes somos como argentinos.

En el recuerdo permanente de nuestros muertos en Malvinas que no se olvidan y mucho menos se negocian. Como el 24 de marzo y el 2 de abril son efemérides que nos hacen parte de una experiencia colectiva y que no podemos olvidar, tienen que ser feriados inamovibles.