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sábado, 21 de diciembre de 2013

Los derrotados... De Alguna Manera...


Los derrotados...


OLLA IMPOPULAR. Cristina Fernández de Kirchner. Foto: Pablo Temes. 

Laclau y Capitanicj. El Gobierno es hoy víctima de las confrontaciones que alimentó. El corte como símbolo de quiebre.

Para Mao, el poder nacía del fusil. Para Ernesto Laclau y sus intelectuales a la carta, el poder nace de la confrontación popular prolongada. Esa es la irresponsable justificación ideológica que encontraron para explicar el resentimiento y el revanchismo que el matrimonio Kirchner construyó desde su llegada al poder en la intendencia de Río Gallegos. Un infantilismo que necesitó revestirse con el jurásico marco teórico del neopopulismo que cobra suculentos honorarios y, por las dudas, sigue viviendo en Londres, mientras el “ los pibes argentinos dan la batalla feroz contra las corporaciones y por la liberación”. Siempre fue una locura semejante ignorancia sobre el fracaso planetario de la violencia como partera de la historia. Pero en estos tiempos, cuando las turbulencias hacen que los funcionarios del oficialismo se aferren temerosos a sus poltronas, todo se hace mas bizarro y patético.

La solicitada publicada exclusivamente en los medios K, reclamando (casi rogando) “por una navidad en paz y un 2014 fortaleciendo la democracia que es convivencia y respeto por la diversidad”, firmada por Milagro Sala y Luis D´Elía, entre otros patoteros de estado, es tragicómica. La suscribe el elenco estable del cristinismo (con pocas excepciónes como Perez Esquivel y algún empresario ingenuo) y repite la misma exigencia de diálogo y coexistencia que estigmatizaban hasta hace dos semanas.

¿Desde cuando le dan valor a los consensos? ¿Que los hizo virar tan bruscamente? ¿ El diálogo no era una demanda de las corporaciones y la derecha destituyente como una manera de frenar el avance de los revolucionarios de la justicia social? ¿No gastaron seminarios y ríos de tinta en explicar que la crispación de Cristina (a la que reconfiguraron en las remeras como “Cris-pasión” era la pulsión necesaria para lograr la inclusión?

Desde muchos sectores se les advirtió que era temerario y peligroso agitar todo el tiempo la división y el odio como una forma de reinar. Y que era mucho mas grave sembrar la semilla del resentimiento en una tierra que fue regada por la sangre de miles de muertos y desaparecidos del terrorismo de estado.

Pero no entendían razones. Se regodeaban en su soberbia y seguían insultando a quienes pensaban distinto y tirando mas leña al fuego de la “cris-pasíon”. Hoy ese discurso nefasto implosionó. Permeó en grandes sectores que tampoco quieren respetar ley ni regla alguna. Y esa anomia se convirtió en un bumerán brutal contra Cristina. El corte como símbolo de quiebre. Cortes de luz, de calles, de relaciones con los semejantes. Hoy la desesperación llevó al gobierno a hacer convocatorias vacías y formales que no fueron correspondidas. Es natural y humano. Si uno le vive pegando cachetazos a los demás en épocas de vacas gordas, es ridículo que convoque a los que humilló cuando llegan las vacas flacas.

No era tan difícil mantener las relaciones cordiales con todos y ser firmes en la defensa de sus convicciones. Pero eligieron la piolada de hacerse los guerreros y justicieros y ofendieron a tanta gente que ya les cuesta encontrar aliados. Incluso dentro del kirchnerismo la cosa pudo ser distinta. El ejemplo es el de Julián Domínguez. Mantuvo siempre un trato respetuoso con todos los bloques y en diez minutos los tuvo a todos los jefes en su despacho firmando un firme respaldo a la democracia. No fingió buenas maneras a último momento mientras el rancho se quemaba. Tuvo el tino de tener siempre un criterio responsable.

Pero la gran enseñanza en este plano la dio una vez mas la Iglesia hoy potenciada por la cultura del encuentro que pregona el Papa Francisco. Monseñor Jorge Lozano logró juntar a casi todo el abanico político para ponerlo al frente del combate contra el enemigo común mas letal: los narcos y la droga. Es inédita una foto con Massa y Sanz, Binner y Macri, Margarita y Solanas, entre otros. Solo faltó Daniel Scioli, el mas opositor de los kirchneristas o el oficialista mas parecido a los opositores. Envió una carta de adhesión y se quedó con las ganas de poner la cara en esa foto histórica. Cristina no podía permitir que semejante pluralismo no fuera generado por ella. Hasta Jose Manuel de la Sota vió la oportunidad para sumarse y apostó a la continuidad de ese espacio al agregarle otros temas de agenda.

La Iglesia pudo lo que Cristina no puede. Dinamitó sus relaciones con todos y ahora es muy difícil reconstruirlas. Por eso hoy aparecen palabras con el preocupante aroma del 2001. “Cuasi monedas”, dijo el gobernador de Corrientes, “Dialogo Argentino”, fue lo que muchos vieron en esa foto madura y multipartidaria y “Liga de gobernadores” es lo que que está funcionando de hecho y en forma casi clandestina como una manera de evitar los incendios proviniciales que reduzcan a cenizas a sus jefes provinciales.

Es que Cristina no puede con su genio. No puede dejar de ser ella. Licuó el poder de Jorge Capitanich en un par de semanas. Lo vació de contenido porque le quitó sus presuntas virtudes de buen trato y pensamiento propio y lo disciplinó con facilidad porque lo hizo justificar lo injustificable con malabarismos verbales. El pedido de censura de Lázaro Báez, la pelea con Julio de Vido por cortar o no cortar lo que de hecho está recontra cortado, la obligación de hacer saludo uno, saludo dos, ante el vergonzoso ascenso del general Milani y el error original de castigar en lugar de ayudar a De la Sota al comienzo de la crisis, lo cortaron en pedazos. A una semana de haber asumido, me pregunté en esta columna, cuanto tiempo iba a durar Capitanich. Apostó su capital a un pleno y está a punto de perderlo todo en un juego donde siempre gana la banca, es decir Cristina.

Hay una metodología antidemocrática y escandalosa a la que hay que ponerle límite para que no siga deteriorando las instituciones. Me refiero a estatizar Ciccone para ocultar la corrupción de Boudou, la de intentar descabezar a Campagnoli y al periodismo para proteger a Lázaro y Cristina, y el colmo de que todos los argentinos (incluso los mas humildes) se hagan cargo de las deudas irracionales y oscuras de Hebe de Bonafini, Sergio Schoklender y sus cómplices.

La obsesión bulímica tanto de Néstor como de Cristina por el dinero y el poder hoy empieza a cobrarse las facturas mas abultadas. La caída del Imperio Laclau y su capital, Jorge Capitanich, es un aviso.

© Escrito por Alfredo Leuco el viernes 20/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

sábado, 14 de diciembre de 2013

La Argentina saqueada... De Alguna Manera...


Quiénes son los culpables de la Argentina saqueada...

Causa y efecto. Los motines policiales en todo el país, seguidos de olas de saqueos. La política solo echó nafta al fuego.

Todos los responsables detrás del estallido. Policía amotinada, política cínica y marginalidad cultural.

Los tres principales asesores de Jorge Capitanich en la Jefatura de Gabinete son contadores públicos y dos de ellos obtuvieron sus posgrados en el noventista Centro de Estudios Macroeconómicos, CEMA. El viceministro de Gabinete, Carlos Alberto Sánchez, por ejemplo, sabe de seguridad social y economías regionales. La actual subsecretaria de Gestión y Empleo Público, Mónica Zorrilla, es coautora del libro “Federalismo fiscal y coparticipación federal (Una propuesta para la transformación de la relación Nación-provincias)” junto al propio Capitanich y Axel Kicillof, hoy ascendido a ministro de Economía. El secretario de Evaluación Presupuestaria, Fabricio Bolatti, viene del Frente Grande de Chaco pero su especialidad es la modernización del Estado.

Es decir, los tres están entrenados en administraciones y presupuestos provinciales, en parte origen del problema de los violentos saqueos. Y están prevenidos, por experiencia, ante eventuales reacciones sociales en cadena. Por eso, desatada la rebelión salarial de la Policía cordobesa el martes 3 de diciembre –acuartelamiento en distintas localidades de la provincia, saqueos y vandalismo en supermercados, personas heridas y hospitales colapsados–, previeron la emergencia de enviar fuerzas de Gendarmería al distrito en llamas.

Aconsejaron “cortar por lo sano” como cuando Daniel Scioli acordó con Sergio Berni establecer un comando antisaqueo en el cruce estratégico entre la autopista Ricchieri y el Camino de Cintura.Capitanich coincidió, pero no podía avanzar por su cuenta. Recordó que el año pasado, Cristina Fernández había prometido que no se enviarían más gendarmes a “las provincias en problemas” (en respuesta a la muerte de nueve efectivos de la Gendarmería en un accidente de tránsito, trasladados luego de reprimir una violenta protesta petrolera en Cerro Dragón, Chubut).

Al mismo tiempo –mientras se generalizaban los disturbios en Córdoba capital–, el secretario Carlos Zannini le transmitió al jefe de gabinete una orden presidencial: “De ninguna manera nos podemos hacer cargo de los desmanes de una policía vinculada al narcotráfico. Los gendarmes, en donde tienen que estar”, justificaba Cristina.Lo que siguió fue una secuela de hechos dictados por el descontrol de la situación. El gobernador José Manuel de la Sota debió regresar de urgencia al país desde Panamá y sobreactuar sus confusos pedidos de auxilio al gobierno nacional. El secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, desembarcó tres días después en la provincia con 1.200 gendarmes por un acuerdo urgente entre De la Sota y Capitanich que revertía la primera orden presidencial.

A pesar de la recomendación de al menos dos de sus ministros de saltear la “fiesta popular” prevista por el oficialismo para el martes 10 –no del acto formal por los 30 años de democracia–, Cristina se empecinó en hacerla tal cual ella lo había imaginado: bailó y tocó el tamboril.Fue el día en que se confirmaba un saldo provisorio de ocho muertos y se generalizaban zonas liberadas, saqueos y actos delictivos en otras seis provincias. Según Berni, tuvo que pasar varios días sin dormir. A algunos lugares, como Rosario o Chivilcoy, fue él mismo piloteando el helicóptero de Gendarmería. En Seguridad no pensaron que el conflicto iba a escalar tanto, aunque vienen alertando desde hace tiempo que los sueldos de las fuerzas son bajísimos, y que la baja cantidad de efectivos de Gendarmería es una deuda pendiente del oficialismo.

El periodista Horacio Verbitsky, a quien no se podría acusar de formar parte de ninguna “desestabilización” como la que terminó denunciando Capitanich, dijo: “Esto mide la fragilidad del terreno sobre el que está asentada la democracia que esta semana cumple 30 años –escribió en Página 12–, también la magnitud y la diversidad de conflictos siempre prestos a manifestarse en cuanto una merma en el crecimiento macroeconómico y la generación de empleo exacerba ánimos y requerimientos”.

A la hora de establecer las culpas del estallido, las interpretaciones discurrieron entre la toma de partido política –a favor o en contra del Gobierno– y la demonización de sus eventuales promotores –la Policía, De la Sota, Sergio Massa, las 4 x 4, el “modelo”, el narcotráfico, las mafias del delito, etc.–. Como se trata de un suceso de carácter complejo y claramente multicausal, convendrá no perderse en los atajos:

La responsabilidad policial. Los salarios básicos de las fuerzas de seguridad provinciales, hasta los recientes aumentos arrancados “a punta de pistola”, estaban fijados entre 280 y 4.500 pesos según la jurisdicción. Eran, hasta entonces, los empleados públicos peor pagos y el menos favorecido por la disparidad salarial y el pago en negro de las distintas administraciones.

Hasta ahora, los ajustes acordados van desde los 3.500 hasta los 9.000 y 10.000 pesos de bolsillo si se toma en cuenta lo negociado en estos días en diez provincias. Sin embargo, esa postergación y estos aumentos –bastante por encima del nivel inflacionario real– no podrían justificar una Policía autónoma del poder político ni atribuirse el establecimiento de “zonas liberadas” ni presionar por reivindicaciones a través de métodos “sediciosos”, fuera de la ley. Tampoco es admisible reconocerle un carácter de “grupo de presión” que, como el de ciertos jueces, se arrogan el derecho de rebelión cuando el poder político se desgasta y entra “en retirada” hacia un gobierno de otro signo. Una fuerza vertical y armada no debería estar dirigida por personajes incapaces de ejercer la autoridad o peor, sospechados de vínculos con barrabravas, narcotraficantes y mafias vinculadas a todo tipo de delitos. Aunque fueran justificados sus reclamos salariales, no sería admisible el travestismo institucional para conseguirlo. Habría que darle razón al oficialista juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni: “Es una deuda de la democracia no haber repensado la Policía”. La reacción política fue mala y tardía.

El vacío de los gobernadores. De la Sota, como tantos otros mandatarios –incluidos los alineados con la Casa de Gobierno– vienen subestimando los estragos sociales provocados en sus provincias por el reparto discrecional de los recursos que se recaudan, el efecto inflacionario de la economía oficial y la ausencia de una política pública de seguridad capaz de retener el monopolio de la fuerza en el Estado. En este último caso, los gobernadores no han ido más allá de exigir la aplicación de la ley de seguridad interior que obliga a la Nación a ir en auxilio de las jurisdicciones en riesgo. Y mientras tanto, se han acostumbrado al poder de turno y adaptado a sus caprichos y condicionamientos, aun en contra de los intereses de sus representados.

Al unitarismo fiscal de la Nación no se le replicó con el federalismo de las alternativas de inversión y mayor productividad a no ser la recepción pasiva del “salvataje” discriminatorio de la Nación con sus obras para los “amigos”. Así, el empleo público sirvió para disimular el desempleo y la falta de trabajo. El clientelismo congeló los salarios públicos en niveles miserables. Y a los reclamos de coparticipación de impuestos –una deuda que va a cumplir 20 años sin saldarse– le siguió el conformismo del módico reparto del Fondo Federal Solidario extraído del 30% de las retenciones a la soja.

Ni el crítico De la Sota, ni el feudal José Alperovich, ni el oficialista Martín Buzzi, ni el cristinista Sergio Urribarri, y tampoco el alineado Jorge Sapag, fueron capaces de recoger los previos indicios de intranquilidad social que recorrían sus provincias. Hasta que estallaron en una sola oleada de frustración y promesas incumplidas. Los que dieron aumentos, tienen pensado pasarle la factura a la Nación. Capitanich ya anticipó: “Tenemos recursos limitados para prevenir incidentes”. Se refería a la supuesta “pueblada” que difunden las redes sociales para el 19 y 20 de diciembre.

© Escrito por José Antonio Díaz el viernes 14/12/2013 y publicado en la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 8 de diciembre de 2013

¿Amor y Paz?... De Alguna Manera...


¿Amor y paz?...

De corazón. CFK, en la jura de la ministra de Seguridad. Foto: Marcelo Aballay

La precaria salud que apartó a Cristina Fernández del proscenio fue una prueba del cielo (quizás un signo producido por su reconciliación con Bergoglio). En octubre, le permitió esquivar la noche de los resultados electorales y, ahora, le permite emitir órdenes para que sus ministros las cumplan y, si algo falla, se hagan responsables y renuncien. Pero el miércoles Córdoba fue saqueada. Veloz de reflejos, la Presidenta saltó sobre esa oportunidad, pensó qué le convenía, y abandonó al pueblo de la ciudad de Córdoba a lo que estaba sucediendo. Capitanich recibió la orden, tan despiadada como irresponsable, de no enviar a la Gendarmería. Que se entienda: no fue De la Sota el abandonado, fue el pueblo de Córdoba.

Conviene volver al home movie de Olivos, con el que la Presidenta anunció su regreso. El 18 de noviembre se mostró a su pueblo con dos simpáticos animalitos. Se ha escrito mucho sobre el estilo de ese retorno. Sin embargo, hay algo que no se subrayó. El home movie de Olivos no es un relato, sino la puesta en escena de una posición presidencial respecto de los ciudadanos, que se llama, sencillamente, paternalismo. Cristina Fernández no habló de cómo continuaría su gobierno ni de ningún tema político. Este silencio implica: “Ustedes deben confiar en mí, que puedo interpretar mejor sus necesidades y deseos, porque los conozco como nadie puede conocerlos”.

Para comunicar esto bastó que la Presidenta mostrara un despliegue de virtudes maternales (la forma femenina, modosa y televisiva del celebrity-paternalismo), con un perro en la falda, con un peluche plantado cerca, con una hija detrás de la cámara.

Ofreció la imagen restaurada de su cuerpo como prueba de que ella estaba todavía allí, para tranquilidad de su pueblo. Sin palabras, a ese pueblo le dijo: “Miren el perrito, miren el pingüinito, miren mi camisita blanca que pone fin al luto; hoy es un día nuevo para mí y para ustedes”. Su especulativo silencio nos transmitía: “Ustedes no necesitan saber lo que yo haré esta misma tarde. Todo lo que ustedes necesitan es confiar en que yo esté acá”. No se precisa más para definir una interpelación paternalista.

Muchos creen que el discurso hogareño fue pobrísimo. ¿De verdad? Me parece que armó una nueva escena: Cristina Fernández pasa más tiempo en Olivos que en la Rosada, no porque le indiquen que no viaje en helicóptero, sino porque le conviene a ella establecer una distancia. Lo adverso que suceda será atribuido a sus ministros y secretarios. Serán, como suelen serlo en muchas democracias, fusibles. La Presidenta, en cambio, avanza hacia el plano más iluminado pero menos comprometido de la escenografía. Allí donde sopla el viento o cae la lluvia, Cristina Fernández no estará porque tiene que cuidar su salud, meditar para bajar el estrés y otros diversos etcéteras. 

Por ahora la Presidenta eligió el hands-off. Como Menem (que en eso imitó a Bush padre), designó un vocero ejecutor: en los 90 era Corach; en la segunda década de este siglo, Jorge Capitanich. Sólo los diferencia que Corach no ambicionaba la presidencia que Capitanich desea. Eso significa que Menem tuvo más horas para jugar al golf y andar por el mundo que las que Cristina Fernández tendrá para los ejercicios antiestrés.

Cristina está haciendo menos que antes. ¿Y con qué reemplaza lo que hace menos? Con su presencia, con la diseñada y fotografiada presencia de su cuerpo que, mostrándose floreciente, prueba el triunfo de la salud y, en consecuencia, que la Nación ha salido de peligro. Cuerpo real y Nación son uno solo. Durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill gobernaba Gran Bretaña como primer ministro. Con estudiada periodicidad, sacaba a la familia real a pasear por las calles de Londres, sobre todo, después de los bombardeos nazis. El rey, la reina madre y las princesitas eran los cuerpos indispensables para animar el patriotismo.

Hoy el cuerpo de Cristina es indispensable a una causa probablemente algo menor: su propio futuro. Por ahora, con sabiduría muy tradicional, se ha mostrado en los juramentos de sus ministros (como un monarca constitucional) y haciendo mohínes en el balcón que da al Patio de las Palmeras: ¡cuánto los quiero y cuánto los extraño!

El estilo paternalista puede resultar insultante a quienes defienden el principio de autonomía de los ciudadanos. La Argentina tiene larga experiencia en paternalismo oligárquico y paternalismo populista (militar, de elite criolla, popular, religioso). No vamos a escandalizarnos a esta altura, cuando surgen nuevos dirigentes que practican la demagogia repitiendo el contenido más obvio de los deseos atribuidos a la gente: eso también es populismo paternalista. Los ciudadanos creen y delegan. Por eso, el pintoresco home movie de la menor de los Kirchner merece volver a verse. Todavía no se ha dicho lo suficiente.

A no distraerse: un perrito bolivariano y un pingüinito del PRO son sólo juguetes de una representación paternalista. Por lo demás, ella sigue siendo la misma. La noche de los saqueos reacondicionó una vieja máxima del general Perón: “Al enemigo (como De la Sota), ni la Gendarmería”. Y si el que sufre violencia es el pueblo de Córdoba, confiemos en que Dios lo ilumine y se dé cuenta de que no le conviene votar antikirchneristas.

Esa es nuestra Cristina, la que demuestra que no hay enfermedad ni terapia capaces de cambiar un temperamento.

© Escrito por Beatriz Sarlo el sábado 07/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

sábado, 20 de abril de 2013

El empleado del mes… De Alguna Manera...

La peor semana...
 
EL EMPLEADO DEL MES. Lázaro Báez DIBUJO: PABLO TEMES.

CKF, con viento en contra… El “Lázarogate”, el revés por la Ley de Medios y el 18A impactaron en el Gobierno. A qué juegan Scioli y Massa.

Por falta de lectura, quizás no conocían la anécdota. Hubiera sido un aporte. Cuentan que estaba por comenzar el gobierno de John Kennedy, realizaba el Presidente una de sus primeras reuniones de gabinete y le preguntó a sus colaboradores: ¿qué hacemos con Edgar Hoover? Como el titular del FBI estaba en el cargo desde antes de la II Guerra Mundial, atribuida su permanencia y continuidad en el cargo (siguió luego de Kennedy) por conocer costumbres y hábitos comprometidos de los políticos, se supuso que el nuevo mandatario se encargaría de despedirlo. Pero el responsable de la “nueva política” prefirió consultar. Casi todos cuestionaron a Hoover hasta que Robert Kennedy, hermano presidencial, selló la discusión con una referencia popular: “Entre tener adentro un tipo que mea para afuera y tener afuera un tipo que mea para adentro, prefiero lo primero aunque sea indeseable”. Ese episodio demuestra cínicamente que en materia de secretos la política norteamericana exigía el mayor de los cuidados, no dejar cabos sueltos, alimentar inclusive a elementos de sospechosa calaña.

Desde afuera, entonces, dos individuos propios volcaron litros de orín sobre los Kirchner y su hermético entorno santacruceño encabezado por el próspero empresario Lázaro Báez, quien no leyó la historia de los Kennedy. Nunca viene mal un librito. En su derrame humillante, una mejicaneada oral sobre fondos que tal vez provenían de otra mejicaneada (vaya uno a saber), Leonardo Fariña y Federico Elaskar se vistieron de “arrepentidos” sin causa, iluminaron a Báez, enterraron de nuevo a Néstor 15 subsuelos más abajo, enmudecieron a la viuda e hijos y, si continuaban en sus revelaciones íntimas sobre movimientos de dinero non sancto, merecían por devotos la inscripción en La Cámpora y Carta Abierta. Finalmente, disponían de más confianza con el ex presidente que los militantes de esas agrupaciones.

Fue ese estallido en el programa de Jorge Lanata, curiosamente el periodista importado por el monopolio el año pasado que, en un solo domingo, pudo descolgar el cuadro “Clarín miente” que el poderoso diario no logró durante años. Se paralizó Cristina al menos 24 horas, también su equipo, ni hablar de la Justicia; víctimas de un ACV colectivo, no respondieron a las acusaciones, se puso en vilo hasta la concesión de dos gigantescas represas en Santa Cruz que ya parecían otorgadas a Báez. Allí habló De Vido: las obras se hacen de cualquier manera, no hay negocio que se detenga.

Quizás la Justicia tardía ni siquiera encuentre una prueba, pero en la Casa Rosada admiten que el confesionario público de Fariña y Elaskar fue una de las peores derrotas políticas para CFK: el fango se filtró hasta en los sectores más carenciados, algo más que suspicacia sobre venalidad en la gestión. Doble el impacto, además, porque luego los dos insolventes morales, repentina y sospechosamente, modificaron su declaración en otro canal de TV, se desmintieron a sí mismos, pidieron nerviosos perdón a sus denunciados alegando que se habían equivocado porque eran jóvenes. Nueva categoría de la estupidez organizada. Mientras, Ella, conmovida por el turbión impúdico, se hundía tensa en un bache comprensible sin que los masajes y las pastillas pudieran aliviarla, insomne, aferrada a un control remoto en la madrugada como si fuera un tótem de la filosofía oriental que en el ejercicio ritual del zapping le devolviera sosiego.

Para colmo salió en letra de molde lo que ya sabía: el fallo a favor de Clarín por la Ley de Medios en la Cámara Civil y Comercial. “La peor semana de Cristina”, otra vez, la quinta o sexta en 2013 y todavía no se llegó a la mitad de año. Ofuscada insistió con una réplica: arrancar con fórceps la “reforma judicial” en el Congreso para demostrar poder, a pesar de que también sabe que un juez suspenderá la vigencia de esas leyes por inconstitucionales y la elección directa de los consejeros a la Magistratura no podría realizarse en octubre como Ella dice querer. Para decir, si ése es el curso, “no me dejan gobernar”. Este juego parece una premeditada acción del Gobierno: montar una discusión con la excusa de que la mafia judicial también impide que el pueblo vote, que la mayoría se exprese, como si el kirchnerismo fuera el proscripto peronismo de la Revolución Libertadora.

Aun faltaba, en la semana traumática, la movilización del 18A con multitudes voceando su nombre. No favorablemente, claro. Demasiado para una sola mujer, atendible que se sujetara a un viejo dicho popular –corazón que no ve, corazón que no siente– y se embarcara a otro país, desatendiéndose de otra medicina que heredó de su marido: tanto dijo Néstor que la gente debía participar y movilizarse, que la prédica tuvo su premio: la muchedumbre marchó fustigando al Gobierno.

Lo más curioso de la protesta: casi nadie vociferó contra la re-reelección, como en otras oportunidades. Más que un cambio de opinión, ese olvido obedece a la realidad de que el gentío entiende ya como alternativa imposible lo de “Cristina eterna”. Ni siquiera en la organización previa del evento se debatió la desaparición de la consigna, para ellos es un hecho consumado. Y para Ella, otro misil en su línea de flotación, de ahí que atosigara con 60 tuits de rabia mientras buena parte del país se le plantaba en las calles. Como si la palabra pudiera parar la marea humana.

Después de la movilización y el descrédito, no es Cristina la única preocupada por conservar políticamente la cabeza en su sitio: la conmoción también afecta a Daniel Scioli y Sergio Massa, héroes del doble estándar, del mostrar y no ejercer, hasta hace horas intocables en la vanguardia de las encuestas. Uno porque aparece comprometido con la Casa Rosada aunque allí no lo quieren; y el otro porque se le agota el tiempo para coquetear entre la oposición y el Gobierno. Se prometían pacífica convivencia y ahora estalló el conflicto que el próximo 11 alcanzará el climax cuando el tigrense junto a otros intendentes salga a cuestionar la política de seguridad bonaerense. ¿Ataca a Scioli por orden de Cristina o por su propia aspiración presidencial? Mucho diálogo con De la Sota, Barrionuevo, Lavagna, pero a la hora de la verdad sentó a su diputado Roberti para que el cristinismo pudiera reunir el quórum y aprobar las leyes judiciales.

A la histeria o a los pactos secretos se los llevará la correntada junto a los carteles con sus nombres. Raro que no lo sepan dos hombres que viven junto al río.

© Escrito por Roberto García el viernes 19/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.