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lunes, 16 de septiembre de 2013

Izquierdismo... De Alguna Manera...

Izquierdismo...


Hay verdades y hay mentiras. También hay deschaves. O sincericidios, esa palabra colosal que inventó la perspicaz Silvia Bleichmar. Un sincericidio es como quitarse la vida diciendo la verdad. Por algo, Cristina Kirchner anunció “mañana me van a matar” cuando esta semana reveló que votó a Perón en 1973, pero “desde la izquierda”. Curiosa confesión, abre un espacio digno de volver a visitar.

En una expedición a los pobres de la Villa 21-24, al regresar de la zarista San Petersburgo, Cristina se sintió en confianza como para blanquear lo que hizo a los 20 años, en septiembre de 1973. El 23 de ese mes, la Argentina eligió presidente de la Nación por segunda vez en un año. Ya se había votado el 11 de marzo. El electo Héctor Cámpora asumió el 25 de mayo. Juan Perón lo echó el 13 de julio, 49 días después. Puso en su lugar al yerno de José López Rega, un oscuro coleccionista de corbatas llamado Raúl Lastiri. Las nuevas elecciones las ganó Perón, llevando como compañera de fórmula a María Estela Martínez. Asumieron el 12 de octubre.

En esas elecciones, la fórmula Perón-Perón obtuvo 7.359.252 votos, el 61,85%. Pero algo curioso sucedió. Mientras que 6.497.815 de esos votos fueron depositados con la boleta del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), 883.434 fueron emitidos con la de otro “frente”, el de Izquierda Popular (FIP). Entre éstos estaba el de esa veinteañera Cristina.

El FIP fue una derivación del Partido Socialista de Izquierda Nacional, fundado por Jorge Abelardo Ramos, y sus seguidores. El Colorado Ramos fue un infatigable polemista que se plegó al peronismo en los años 40. Trabajó para Perón como divulgador y en su época fue muy conocida su columna, que firmaba como Víctor Almagro, en Democracia, uno de los varios diarios de aquel gobierno.

Pero Ramos provenía del trotskismo, y ésa fue su residencia ideológica central. Durante años, editó libros con el sello Coyoacán, nombre del barrio de México DF donde vivió y fue asesinado León Trotsky. Al igual que la corriente inspirada en el mítico Nahuel Moreno (Hugo Bressano, 1924-1987), para Ramos había que estar con el peronismo porque allí estaban “las masas”. Hacia allí fue y allí se quedó. Más de tres lustros después, Ramos sería embajador de Carlos Menem en México. Siempre junto a las masas.

Pero la maniobra de votar a Perón “desde la izquierda” fue un mamarracho muy grosero. La boleta (se consiguen ejemplares carísimos en Mercado Libre) era igual a la del Frejuli (Perón-Perón), pero con la sigla FIP. Pretender que esos 883.434 votos apoyaban a Perón “desde la izquierda” fue un grueso insulto a la inteligencia. Por una razón muy simple: el 11 de marzo de ese año, mientras que el Frejuli obtuvo para Cámpora el 49,5% (5.908.414 votos), el FIP presentó la candidatura presidencial del propio Ramos, que recibió 48.571 votos, o sea el 0,41%. ¿La “izquierda nacional” multiplicó en septiembre por 18 sus 48.571 votos de marzo?

Trapisonda típica de su oportunismo camaleónico, a Ramos demasiados colectivos siempre lo dejaban cerca.

Al evocar su gesto de supuesta radicalidad ideológica, la Presidenta perpetró uno de sus habituales trucos, aunque desnudó ¿sin quererlo? su viejo objeto del deseo. Encuadrado en un relato de izquierda, el peronismo sería el domicilio eterno del pueblo. Eso explica que epígonos de aquellos viejos avatares sean referentes centrales del Gobierno. El hoy ciudadano británico Ernesto Laclau, nacido en 1935, fue seguidor de Ramos, que había nacido en 1921. Aunque mucho más joven (1952), el actual secretario de Cultura, que acaba de fijar residencia en la Villa 21-24, Jorge Coscia, también proviene de la misma incubadora, la “izquierda nacional”. El peronismo de matriz “troska” comparte algo con el maoísmo criollo del PCR, que en aquellos años vio en Isabel y López Rega a los protagonistas centrales de una supuesta guerra entre la Argentina y el “social imperialismo” soviético. A esta tribu perteneció Carlos Zannini, otro ícono del modelo nacional y popular que venera la Presidenta.

Pero si Cristina votó “desde la izquierda” a Perón en septiembre de 1973, ¿habrá votado también a Ramos en marzo? ¿Ella era peronista? La triquiñuela de Ramos fue una pompa de jabón, porque ni siquiera se proponía desmarcarse, apostando por ejemplo a votar a Perón para presidente en una fórmula con otro vicepresidente. Cristina votó desde “la izquierda” a Isabel y López Rega, el creador de la Triple A. La izquierda real estaba en el Frejuli en marzo de 1973. Y en septiembre la Alianza Popular Revolucionaria, con Oscar Alende y Horacio Sueldo, recogió 885.201 votos (7,56%) con candidatos y programa propios, mientras que el trotskista Partido Socialista de los Trabajadores, con Juan Carlos Coral y Nora Sciappone, recibía 181.474 votos.

El sincericidio cristinista desnuda la frivolidad juguetona e irrespetuosa con que se maneja el grupo gobernante. Es la misma ligereza con la que, improvisada como es habitual, bautizó “Carupé” (sic) a la Virgen de Caacupé, la misma superficialidad que exhibió al enrostrarles en la cara al padre Pepe Di Paola y a los curas de la 21-24 que si las cosas cambiaron en la villa fue gracias a este gobierno, ignorando con su desdén proverbial una tarea social que empezó mucho antes de que la Presidenta supiera que esa barriada existe.

© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 15 de Septiembre de 2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 30 de junio de 2013

A paso redoblado... De Alguna Manera...


Cristinismo en armas...

A paso redoblado, Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

Con el nuevo jefe del Ejército, el Gobierno busca que las FF.AA. sean un aporte para construir más poder. La inspiración chavista. Cristina puso en marcha la última etapa de un peligroso plan para “cristinizar” a las Fuerzas Armadas y convertirlas en un instrumento más de su intento de eternizarse en el poder.

La sorpresiva designación del general César Milani como jefe del Ejército, confirma que la Presidenta no reconoce límites institucionales y está dispuesta a cumplir su promesa de ir por todo a tambor batiente y a paso redoblado.

Fiel a su lógica de construcción que implica fracturar cada institución para luego intentar cooptarla con tropa propia, la Presidenta tomó la inédita decisión de colocar en la cima de los uniformados a su militar preferido, peronista de cuna, admirador de Hugo Chávez y dueño del aparato de inteligencia más sofisticado y oneroso para el Estado después del que dispone la ex SIDE.

Milani construyó una íntima relación con la ex ministra de defensa Nilda Garré y con su asesor Horacio Verbitsky quien, curiosamente, también fue un experto en inteligencia pero de Montoneros. La mesa chica mas ideológica del kirchnerismo fomenta que los militares chavistas sirvan como espejo para nuestras fuerzas armadas. Involucrar a los hombres de armas en la política en general y en las internas partidarias en particular, es un proyecto inquietante y casi suicida. 

El terrorismo de estado debería haberles enseñado que la sociedad civil debe profesionalizar y mantener a los militares totalmente alejados de la política sectorial. Pero la generación de Cristina, Garré y Verbitsky nunca abandonó el delirio de contar con esos “ejércitos nacionales y populares” que hoy tienen en Venezuela a su máxima expresión. La condición militar de Juan Domingo Perón y las formaciones especiales de la guerrilla peronista abonaron aquella utopía durante lo que se llamó “Operativo Dorrego”. 

Fue en 1973, con Héctor Cámpora como presidente y se realizaron acciones conjuntas entre la Juventud Peronista de las regionales que encabezaba el actual legislador Juan Carlos Dante Gullo y el Ejército a cargo del genocida llamado Albano Harguindeguy quien luego fue ministro del Interior de Jorge Videla. Marcharon y acamparon juntos para realizar tareas sociales. Hoy las versiones en lo más concentrado del poder dicen que el trabajo de La Cámpora durante las inundaciones en La Plata contó con gran colaboración logística del ejército argentino y que eso sólo fue un primer paso con la excusa de la integración definitiva de los militares a la democracia.

El plan empezó hace varios años con la excelente intención de extirpar a los militares nostálgicos de la dictadura. Luego se enrareció cuando empezaron a discriminar a varios oficiales por portación de apellido y, finalmente, todo terminó por ensuciarse definitivamente a la hora de ascender discrecionalmente, sólo a los amigos o a los que manifestaron a viva voz su pertenencia al proyecto cristinista. Esa actitud es antidemocrática pero además es letal para la eficiencia y fortaleza profesional de la fuerza. Genera resentimiento entre los militares cuyas carreras no progresan gracias a sus méritos, como debería ser.

Así como en los últimos tiempos el gobierno de Cristina intentó colonizar y domesticar a la Justicia y los medios de comunicación para evitar que los controlen, ahora intentan colocar al brazo armado de la Nación al servicio de sus intereses personales.

Fracasaron cuando lo quisieron hacer con la Gendarmería y la Prefectura quienes se insubordinaron por maltrato y mal pago. Hoy, están ubicando en los puestos más altos a los encargados de hacer inteligencia estratégica que, sin tener hipótesis de conflicto a la vista, cuentan con un presupuesto de 333 millones de pesos, tal como adelantó Perfil ayer. Hay un sector de los espías civiles que conducen Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher que viene trabajando en forma mancomunada con los topos verde oliva, sobre todo en la búsqueda de mugre personal y de todo tipo, para erosionar la credibilidad de opositores, jueces y periodistas. Esto es más grave si recordamos que este gobierno aprobó la ley antiterrorista y mantuvo hasta que se descubrió el “Proyecto X” que tenía intenciones persecutorias y represoras de distintos referentes gremiales y sociales.

El general Milani no se mantuvo al margen en ninguna de las ocasiones en que la política atravesó en forma traumática al Ejército.

Ni durante la dictadura, con su tarea conspirativa en Tucumán; ni durante los nefastos levantamientos carapintadas de Aldo Rico y Mohamed Ali Seineldín. Precisamente durante el ataque institucional que comandó este último en 1994, Milani recibió una de las dos sanciones que registra su legajo: 8 días de arresto.

En Cosquín, en la calle Obispo Bustos, hay una Unidad Básica llamada César Milani. Es en homenaje a su padre que se llamaba igual. En su juventud, llegó a la capital nacional del folclore de una manera muy extraña. Había contraído tuberculosis durante la colimba y por ley, el Ejército debió hacerse cargo de su tratamiento en los legendarios sanatorios serranos dedicados a ese flagelo. Además tuvieron que darle el mínimo grado militar. Peronista de libro, César Milani integró la comisión que ideó el célebre festival coscoíno y fue un dirigente negociador si lo comparamos con Olga Pérez, su esposa, mucho más combativa y seguidora de Eva Perón.

Milani, el flamante jefe del Ejército, se llama César Santos Gerardo del Corazón de Jesús. Suele visitar en forma reservada a su hermano Rodolfo, un abogado que junto al intendente Marcelo Villanueva, lograron la ayuda de Julio de Vido para construir una importante obra vial que, como todas, fue con la designación de la empresa constructora amiga incluida. Sus vecinos, consideran a los Milani como buenos peronistas que alguna vez se encolumnaron con José Manuel de la Sota. El hijo de Rodolfo, que comparte nombre y profesión con su padre, en su twitter se auto titula hincha de Belgrano aunque exhibe la imagen del Che Guevara en la Plaza de la Revolución de Cuba y celebra a Hugo Chávez porque “dejó un pueblo lleno de fuerza para seguir con su revolución”. 

Tal vez el sobrino exprese en esos 140 caracteres las convicciones más arraigadas del flamante supe jefe del Ejército K. Ojalá no le guste jugar con fuego. Ya se sabe que a las armas las carga el diablo.

© Escrito por Alfredo Leuco el sábado 30/06/2013 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




lunes, 29 de abril de 2013

Yuta... De Alguna Manera...


Yuta…  

¿Qué pensará Axel?...

Llamó al adusto policía. Le pidió que actuara. Iba y venía. Hacía que hablaba por su celular. Se sentaba. Se ponía de pie. Daba órdenes. Apuntaba con el índice. Corbata con nudo corazón, trabita para ajustarla a la camisa, mirada pretendidamente incendiaria, retrato arcaico; era la imagen de una época lejana. Le importaba mucho que la policía actuara, ya, sin demoras. Se conducía como jefe de la Mazorca ordenando pronta represión. A su lado, verlo a Axel Kicillof daba un poco de vergüenza y mucha tristeza. Cabizbajo, el profesor Kicillof empequeñecía ante la exuberante exhibición de fuerza de su jefe. Nunca se vio con tanta claridad el vasallaje abyecto de un intelectual voluntarioso y soberbio, domado por los modales cuarteleros de un comisario rústico y explosivo.

El desembarco de Guillermo Moreno, llevando como cachorro silencioso a Kicillof, la noche del jueves 25 en la asamblea de accionistas del Grupo Clarín fue una clase maestra del modo de operación de quienes gobiernan la Argentina desde hace nueve años y 11 meses. Cada vez que el desaforado Moreno se dirigía a la mesa que conducía la asamblea, aludía a su supuesta condición de propietario de la empresa. “Nosotros tenemos”, “nosotros somos dueños de”; sus ametrallamientos retóricos evocaban el sueño dorado de la confiscación.

Impresionan el rictus y el recurso policial, el pedido a los uniformados para que intervinieran. ¿Razones? El pobre viceministro Kicillof habría sido destratado. El otro integrante del patibulario trío, Daniel Reposo, un mediocre esperpento bochado por mentiroso e incapaz cuando Cristina quiso designarlo procurador general de la Nación, en lugar de Esteban Righi, ministro del Interior del presidente Héctor Cámpora en 1973, se quejaba de que habían “atentado” contra él.

Esa noche en la asamblea del Grupo Clarín fue una foto rotunda de los ribetes mussolinianos que hoy se advierten en la conducta de los jerarcas la Casa Rosada. Desencajado, histérico, incoherente, el zar Guillermo Moreno me hizo acordar a ese policía italiano que Gian Maria Volonté interpretó magistralmente en Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto (“Investigación de un ciudadano libre de toda sospecha”), la inolvidable película de Elio Petri estrenada en 1970. Patán, gesticulante, rudimentario pero inconsolablemente policíaco, Moreno no es Moreno. Moreno es los Kirchner, un poco sobreactuado tal vez, pero exponente fiel de esa estirpe de poder grueso y beligerante esculpida en la ventosa Santa Cruz desde hace un cuarto de siglo.

Kicillof, que desde sus años dorados en las aulas del Colegio Nacional de Buenos Aires ha quemado sus pestañas leyendo a Marx, parecía entre embelesado y preocupado. Convertido en “che pibe” de Moreno, recibió una clase de ejercicio del poder en condiciones de extrema rusticidad, como si el secretario de Comercio Interior lo hubiese arrastrado diciéndole “vení pibe, te voy a enseñar cómo se hacen las cosas; acompañame, que esta noche te demuestro cómo nos llevamos puesta a la Corpo y hago que encima se mueran de miedo, vas a ver, vení conmigo…”.

Afuera de la asamblea empresaria, la ciudad hervía.

Veintidós grupos de tareas, cada uno de los cuales no contaba con más de veinte ejecutores, desarrollaban su anunciado plan de colapsar Buenos Aires, demencial forma de reclamar por el espacio público. Debidamente instruida por la Casa Rosada, la Policía Federal participó integralmente de los bloqueos de esquinas y barrios, con su proverbial eficacia para que nada ni nadie perturbara el objetivo de enloquecer a millares de personas que pretendían cumplir con sus rutinas.

Imposible, colapsada, caótica, intransitable, la Buenos Aires de cada día se ha convertido ya en aquella Ciudad Gótica de Batman en la que el Guasón atrapa al poder, suelta a los presos de las cárceles y desencadena el mal total. La idea es hacer imposible a la ciudad de Buenos Aires, atormentarla con una dieta cotidiana de trampas y seudoprotestas. Uno de los 22 piquetes custodiados por la Policía Federal cortó calles reclamando, por ejemplo, la restitución del monumento de los caciques de la cordillera, supuestamente desplazado del Parque los Andes.

Pero ni Moreno ni la Federal pudieron evitar la epifanía ya legendaria de Hernán Lorenzino, huyendo de una periodista griega que le preguntaba por la inflación. Los países y los pueblos siempre encuentran momentos y circunstancias paradigmáticas. Los regímenes en el poder también terminan registrados por frases imborrables. El “me quiero ir” del ministro de Economía de Cristina Kirchner es y será la luz de la verdad profunda. Sincericidio o acto fallido, adquiere el valor del no retorno. Entre los alaridos de Moreno contra el Grupo Clarín, su insistente pedido de intervención a la policía, los grupos de tareas pudriendo la vida de la Ciudad con unos “cortes” que hacían recordar las acciones callejeras de las “milicias” en la Argentina de 1973-1976 y la fuga de Lorenzino, que se vio y escuchó en todo el mundo, los triunfos legislativos del oficialismo para armar una Justicia ya totalmente adicta o al menos castrada, se hizo evidente la taciturna verdad de un ocaso, que no será precipitado pero tampoco evitable.

El pasado muerto se resiste a tomar nota de su deceso. Los países cambian sin darse cuenta de que esas transformaciones sólo aguardan ser certificadas. Cuando a los que mandan se les desfleca la tropa en la propia costra de funcionarios importantes, es porque el final ha comenzado, aunque tarde, a concluir.

© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 28/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 16 de febrero de 2013

La trampa del sentido común… De Alguna Manera...


La trampa del sentido común…
En la revista Borradores que edita la Universidad Nacional de Río IV en su ensayo sobre La trampa del sentido común, Hugo Daniel Aguilar señala:
“... la configuración del sentido común es inherente a la construcción social de la representación que llamamos ‘lo real’, ya que en ese proceso se constituyen también una visión del mundo y una lectura de lo que se considera como ‘lo correcto y lo verdadero, en un determinado punto del tiempo histórico’.

Lo cual compromete no sólo una ‘descripción’ del mundo en tanto ‘lo real’, sino una ‘valoración’ axiológica de ese mundo y los sujetos que lo habitan...”.

En esta dirección de análisis para confrontar al Gobierno nacional y todas sus iniciativas, los medios opositores, apoyados por el coro de gurúes neoliberales y políticos que le son afines, han propalado esta semana, con intensidad digna de mejores causas, la certeza del fracaso del reciente acuerdo de precios bajo la falacia, convertida en  “sentido común” en las últimas décadas de “libre mercado” que afirma que “los acuerdos de precios siempre fracasaron en nuestro país”.

Esta sentencia, que pretende describir una circunstancia “objetivable” en el “mundo real”, no es más que una construcción valorativa de aquellos que rechazan la intervención del Estado en la economía en general y su capacidad de regulador de precios en particular.

Sin embargo, a poco de revisar la historia reciente observamos que nada es más falaz que sostener el fracaso necesario de los acuerdos de precios. Revisemos los últimos tres grandes acuerdos llevados adelante por gobiernos peronistas.

1. Año 1952. Las medidas de control o acuerdo de precios que generó el gobierno justicialista lograron revertir la situación, y la inflación pasó del 38% en 1952 al 4% en 1953 y cayó al 3,8% en el año 1954. Al mismo tiempo el nivel de actividad económica aumentó y el PBI pasó de una caída del 6% en 1952 a un crecimiento del 5,4% en 1953.

Hacia 1954 el Producto Bruto Interno se ubicaba en 10% por sobre el del año 1952, mientras que el incremento de precios había sido tan sólo del 8% acumulado bianual, los salarios reales mantenían los niveles de principios de la década y la participación de los trabajadores sobre la renta fue la máxima en la historia nacional al punto que en 1954, el registro fue del 50,1%, alcanzándose así el deseado fifty-fifty.

2. Año 1973. Con el regreso definitivo del General Perón, el Pacto Social, que impulsara como principal medida de política económica, supuso también acuerdo de precios, y fue tan eficaz que logró bajar la inflación drásticamente del 100% existente, cuando iniciara el gobierno de Cámpora, al 30% en sólo un año.

Nuevamente el control de precios sostenido políticamente por Perón mientras vivió fue eficaz y logró junto a otras medidas del gobierno popular que en el año 1974 la diferencia entre el 10% más rico y más pobre de los perceptores de ingreso fuera de 12 veces (en el año 2002 tras el colapso de los experimentos neoliberales alcanzó las 32 veces) y la participación de los trabajadores en el Producto alcanzó el 47,0%, ¡segundo récord histórico! (en 2002, de la mano de los libremercadistas la participación de los trabajadores sobre el producto había caído al 17%).

3. Por último, llegamos al año 2006. La etapa más reciente de acuerdos de precios fue desplegada exitosamente por Néstor Kirchner, y supuso la muy oportuna eyección de Roberto Lavagna cuando en su último trimestre como ministro el rubro alimentos y bebidas proyectara una inflación anualizada de canasta de alimentos del 24,7%, lo que hubiera supuesto, por el lado del gasto de los hogares, 1,2 millones de indigentes más, ya que no existía en ese momento la Asignación Universal por Hijo como mecanismo compensador de ingreso.

El acuerdo de precios desplegado por Néstor Kirchner logró que la suba de alimentos y bebidas en el año 2006 fuera del 4,9%, veinte puntos por debajo de la pesada herencia dejada por Lavagna, que hoy dicta cátedra sobre política antiinflacionaria.

Finalmente, como lo mostramos en esta columna, la afirmación que supone a los acuerdos de precios un mecanismo destinado inexorablemente al fracaso, no tiene sustento empírico y es fácilmente rebatible.

Se trata de una construcción sostenida hoy por los medios opositores respaldados por el discurso de los gurúes neoliberales convertido en “sentido común”, una trampa en la que caen una y otra vez aquellos que rehuyendo a todo esfuerzo de comprensión repiten como loros y cotorras, todos y todas, las tapas de los diarios y los zócalos de los noticieros opositores. ¿No es una macana, estimados lectores de Perfil?

© Escrito por Artemio López Director de Consultora Equis el viernes 15/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 20 de enero de 2013

Mansa y tranquila… De Alguna Manera...


Mansa y tranquila…

PARA LA FOTO, CFK y Fidel. Dibujo: Pablo Temes.

CFK, de apacible viaje. Tras una semana de furia, la Presidenta disfrutó de una gira que la calmó. Aunque los problemas sigan.

Hubo menos furia presidencial en la semana que pasó. Eso se notó tanto, que hasta una encuesta habló de un freno en la caída de la imagen de Cristina Fernández de Kirchner por el solo hecho de no exhibirse a través de la Cadena Nacional de Radio y Televisión. Apenas si hubo un tuit desde los Emiratos Arabes con acusaciones contra el diario La Nación por la información que publicó sobre la parálisis de la flota de aviones de la Presidencia a la que intentó desmentir y que fue confirmada, una vez más, por la realidad. Seguramente, a su vuelta y en sus habituales “Aló Presidenta”, nos informará de los “grandes éxitos y logros de este viaje”. Por ahora, lo más trascendente ha sido su foto con los hermanos Fidel y Raúl Castro, su encuentro con Diego Armando Maradona –oficialista del gobierno de turno, de quien en el poder parecen haberse olvidado que supo llamarlo al entonces vicepresidente Julio Cobos para felicitarlo por su voto “no positivo” a la Resolución 125–, y la sorpresa por el regalo que le hicieron los empresarios argentinos de una muñeca que no se le parece en nada.

El dato proyectivo más preocupante de la semana lo dio, con todo, el presidente de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren. A De Mendiguren de ninguna manera se lo puede considerar un opositor. Por el contrario, se lo ve a menudo en las primeras filas de los “Aló Presidenta” como parte del elenco cuasi estable de los aplaudidores que deben acudir a la Casa Rosada a participar de actos sobre cuyos motivos la mayoría de las veces no tiene la más mínima idea y con los que su área de acción no tiene relación alguna. El titular de la UIA señaló que, si los gremios lograsen imponer su voluntad en las negociaciones paritarias y, por ende, alcanzaran aumentos salariales del 25%, el Rodrigazo estaría a la vuelta de la esquina. Los que recuerdan y saben lo que fue el Rodrigazo se estremecen, y con razón. Aquello fue un ajuste brutal de la economía del país, cuyos números reales venían siendo disfrazados y ocultados desde los orígenes de aquel gobierno que comenzó con Héctor Cámpora, siguió con el general Perón y terminó con el derrocamiento de su esposa.

Hay un dato no menor que ocurrió esta semana y que seguramente encendió las luces anaranjadas –nada que ver con Scioli– en los sectores empresariales. Ese dato fue la coincidencia manifestada por todas las centrales sindicales –incluidas obviamente las afines al Gobierno– en su reclamo no sólo de ese nivel de reajuste salarial, sino también de la elevación del mal llamado “mínimo no imponible”, al cual los puristas del lenguaje exigen se denomine “máximo no imponible”, ya que es el máximo sueldo que un trabajador puede alcanzar sin estar abarcado por el pago del Impuesto a las Ganancias. Esto se hace impostergable porque, con los nuevos aumentos que se acuerden en las negociaciones paritarias, la no modificación de los valores a partir de los que se tributa esa gabela hará que muchos trabajadores experimenten el doloroso proceso de apreciar cómo gran parte de su mejora va a parar a las arcas de la AFIP. A propósito del organismo recaudador de impuestos: ¡qué bien parece estar pasándola la familia de Ricardo Echegaray en Punta del Este! ¿Se les hará tan difícil como se les está haciendo a otros conciudadanos lograr que la AFIP les reintegre el recargo del 15% a los gastos con tarjeta de crédito realizados en el exterior?

La escapada del dólar blue trae la imagen de un país del pasado. Hasta aquí teníamos el dólar oficial y el blue, eufemismo con el que se denomina a la divisa adquirida en el mercado negro que,  a modo de muestra,  se ofrece a la vista y a los oídos de todos y de todas a lo largo de la calle Florida, en donde de tanto “arbolito” voceando la venta de dólares, reales y euros ya se forma a veces un verdadero bosque. A ese dólar ilegal –al que muchos empleados de la mismísima AFIP sugieren como solución a los atribulados ciudadanos que con fondos genuinamente acreditados necesitan comprar dólares para viajar al exterior– se le ha agregado ahora el dólar “implícito”.

En el frente interno del peronismo las aguas se agitan cada día un poco más. La última víctima política de la Presidenta es el intendente de San Carlos de Bariloche, Omar Goye, que hasta hoy pertenecía al Frente para la Victoria, y quien a partir de hoy seguramente se habrá dado cuenta de la manera en que se actúa desde la Babel de Olivos. El intendente ahora suspendido no era precisamente un monumento a la virtud. No hacía falta investigar mucho para enterarse de eso. Con sólo caminar por las calles de la ciudad y hablar con la gente, bastaba para saberlo. Sin embargo, nada de ello le había importado al poder central. Goye pasó a ser mala palabra para el kirchnerismo después de los saqueos. Entonces vino la alusión a su responsabilidad en esos hechos que hizo Fernández de Kirchner en uno de los últimos “Aló Presidenta” del año pasado, y todos entendieron que, para el intendente de Bariloche, ello equivalía a una sentencia que dictaminaba su muerte política. A cualquier otro que hubiese osado desplazar así a un jefe comunal, el kirchnerismo lo hubiera descalificado aplicándole el mote de destituyente.

Continuando la navegación por las procelosas aguas del oficialismo, el desvelo mayor que allí se sigue viviendo lo representa Daniel Scioli. La desesperación va en aumento porque ninguna de las maniobras y de los ataques que en su contra se lanzan desde la Casa Rosada viene dando resultado. A esta altura, la Presidenta ya sabe que no podrá prescindir de la figura del gobernador si aspira a lograr una victoria en la provincia de Buenos Aires en las decisivas elecciones legislativas de octubre venidero. La contrafigura de Alicia Kirchner como contrincante de Scioli no funciona, y el proyecto de Máximo Kirchner como candidato a diputado nunca llegó a levantar a más de medio metro del suelo. La Presidenta sabe que hoy no tiene herederos y que si no logra continuar en el poder por, al menos, cuatro años más, el kirchnersimo será devorado por la línea interna del peronismo que logre tomar el poder. Es lo que les pasó a Menem y a Duhalde; al menemismo se lo llevó puesto el duhaldismo; y a este último, el kirchnerismo. ¿Y al kirchnerismo, quién?


Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 20/01/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.