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martes, 13 de noviembre de 2012

Ni Gobierno... Ni Oposicion: Nadie escucha... De Alguna Manera...

Nadie escucha...
"AUTISMO PATRIOTICO". Presidenta Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

Ni la Presidenta ni Mauricio Macri toman nota del reclamo social. ¿Hasta cuándo?

Definitivamente no escuchó. Aunque, en verdad, lo correcto es decir que no quiso, ni quiere, ni querrá escuchar el ruido de las cacerolas ni de las voces que no concuerden con el tramado de su relato. Así es como mejor puede definirse la actitud de la Presidenta no sólo frente a la impactante manifestación del 8N que, por su dimensión y extensión a lo largo y a lo ancho del país, hizo recordar a aquellas otras de los albores de la renacida democracia argentina en 1983.

Pero no sólo eso –el no escuchar– fue lo que hizo la doctora Cristina Fernández de Kirchner, sino algo más: primero, ningunear a las decenas de miles de ciudadanos y ciudadanas que expresaron sus desacuerdos con el Gobierno (“Ayer pasó algo importante: el Congreso del Partido Comunista Chino”); segundo, decirles que se busquen a quienes lo representen (“el verdadero problema de la sociedad es la falta de una dirigencia política que los represente con un modelo alternativo con el cual podamos debatir y decidir”). Y he aquí un grosero error de concepto por parte de la Presidenta, porque es a ella a quien le corresponde atender los reclamos de la ciudadanía.

La Presidenta no gobierna sólo para quienes la votaron sino también para aquellos que no lo hicieron. Una de las características de la manifestación del 8N fue la presencia de reclamos muy concretos: no a la inflación, no a la inseguridad, no a la corrupción, no al incumplimiento de fallos judiciales favorables a jubilados que requieren cobrar lo que les corresponde, basta de presiones a la Justicia, no a la re-reelección, no al autoritarismo.

No son ésas consignas ideológicas. A diferencia de lo sucedido en aquellas trágicas y tristes jornadas de fines de 2001, la gente no fue a pedir que se vayan todos sino a reclamarle al Gobierno que se aboque a buscar la solución de los problemas que hoy afectan la vida de muchos ciudadanos, demanda que también se extiende sobre una oposición que hoy no representa una alternativa de poder viable y que es corresponsable del desequilibrio político de graves consecuencias institucionales que hoy vive el país.

Hay un enamoramiento del relato y del personaje. Ese es uno de los problemas más graves que deja al descubierto la reacción de la Presidenta ante la masiva manifestación popular del 8N. A la doctora Fernández de Kirchner le cuesta creer que haya gente que esté insatisfecha con la marcha de su gobierno. “Tienen una visión distorsionada del país”, dijo. Para el relato oficial esa parte de la ciudadanía está equivocada o es malintencionada.

En esa división agonal del escenario político que el kirchnerismo azuza todo el tiempo, no hay lugar para puntos intermedios. Todo es blanco o negro; todo se reduce a una puja entre buenos y malos, en la que el oficialismo es el bueno y los que están contra él son los malos.

Lo que el Gobierno no puede, no sabe o no quiere solucionar, directamente no existe, persistiendo así en su política de negar la inflación, de afirmar que la inseguridad es una sensación, que hay que cortarla con el cepo cambiario, que no hay problemas con el abastecimiento de energía eléctrica, que todo es un invento de Clarín y que después del 7D ya no habrá más problemas. A esta altura, al Gobierno sólo le falta echarle la culpa de los cambios climáticos a Héctor Magnetto. Si la Presidenta insiste con estas posturas, lo más seguro es que los cacerolazos se vuelvan una habitualidad en la realidad política de la Argentina durante los tres años y un mes que le faltan para cumplir su mandato.

Muchos funcionarios importantes viven con mucha preocupación este presente del gobierno del que forman parte. Una manifestación como la del jueves pasado era impensable hace un año. Reconocen, además, que siguen sin entender por qué la doctora Fernández de Kirchner se ha empecinado en abrir conflictos donde antes no los había. El caso paradigmático es el de Hugo Moyano. El otro, el de Daniel Scioli. A propósito del gobernador de la provincia de Buenos Aires, su estrepitoso silencio acerca del 8N no pasó inadvertido para nadie del entorno presidencial. El aumento de la conflictividad social es otro de los ítems que amenaza con poblar el paisaje político en los meses venideros. Habrá que prestarle atención a la marcha conjunta organizada para el 20 de noviembre por Moyano junto con la fracción de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) que encabeza Pablo Micheli. Así también habrá que seguir con detalle lo que suceda en el universo de la desvaída CGT Balcarce, encabezada por Antonio Caló, cuyo liderazgo está bajo fuego como consecuencia de la negativa del Gobierno a atender algunos de sus reclamos que, al fin y al cabo, son los mismos que viene haciendo Hugo Moyano.

“Si no nos dan algo, muchos de nuestros trabajadores van a terminar marchando con Moyano”, señala un dirigente sindical que se alejó del líder de los camioneros y que ya se desilusionó con el Gobierno al que creyó cercano, de quien dice “ellos creen que hacen todo perfecto y nosotros tenemos que acompañarlos”.

Las cacerolas del 8N también tuvieron como destinataria a la oposición. En ese espacio, algunos lo entendieron; otros, no. La incapacidad que han exhibido y siguen mostrando los opositores para lograr consensos ha sido clave para la construcción del formidable nivel de poder que el Gobierno logró acumular en las elecciones de octubre de 2011.

A ellos les corresponde enfrentar el desafío de conformar coaliciones que sumen y no que resten.

En ese universo de desacuerdos, el que más desentonó por estas horas fue Mauricio Macri, queriéndose subir con algún protagonismo a una convocatoria que lo excedía, y participando luego de una foto con los integrantes de Kiss en el estadio de River en la aciaga y desesperante noche del miércoles 7, en la que el gigantesco corte de energía eléctrica hizo de la sufrida vida de los argentinos que habitan y transitan por la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense un suplicio.

El efecto demoledor de esa foto ha sido más nocivo que las decenas de palabras críticas que sobre el jefe de Gobierno se vierten desde el oficialismo. “Fueron sólo diez minutos”, dijo increíblemente a modo de justificativo Macri, cuando todo hacía suponer que no le alcanzarían los segundos para ver cómo mejor ayudar a paliar los padecimientos por el que a esas horas atravesaban miles de personas angustiadas ante tanta vulnerabilidad y desamparo.

“Me hayan votado o no, yo los he escuchado. Y he aprendido de ustedes. Y ustedes me han hecho un presidente mejor”, dijo Barack Obama tras haber sido reelecto y prometer que contactaría a su rival, Mit Romney, para tratar de establecer una agenda común. ¡Qué lejos de nuestra realidad queda eso!

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 10 de Noviembre de 2012.





domingo, 22 de julio de 2012

Historia repetida... De Alguna Manera...

Historia repetida...

Último bastión. Paradójica imagen gorilesca. Hugo Moyano. Dibujo: Pablo Temes

La Presidenta insiste en dar pasos equivocados. Más tensiones con Scioli, el dólar y Moyano.

Una mirada retrospectiva de la realidad nos permitiría extraer estos datos, tomando como referencia la situación al 23 de octubre de 2011, día en que Cristina Fernández de Kirchner fue reelecta con el 54% de los votos:

No había dólar paralelo.

Había una fuga de depósitos producto de una ecuación ya conocida en la Argentina: inflación más dólar barato.

Los bancos tenían depósitos en dólares.

Había unos pocos arbolitos en el microcentro, a los que casi nadie prestaba atención.

La construcción estaba en pleno desarrollo.
 
El mercado automotriz estaba en auge.

Algunos sectores del campo habían restablecido puentes con el Gobierno, lo que auguró la esperanza de una mejor relación en el nuevo mandato de la Presidenta.

Daniel Scioli era un ícono del triunfo del kirchnerismo.

Hugo Moyano les reconocía a algunos confidentes que su ciclo al frente de la CGT estaba terminado, que extrañaba a Néstor Kirchner y que aspiraba a finalizar su mandato con algún tipo de acuerdo con el Gobierno para comenzar a solucionar el espinoso asunto del mínimo no imponible.

Han pasado nueve meses desde aquel momento que la foto del hoy en día parece ubicar en un tiempo remoto. Y así, entonces:

El dólar paralelo es el tema obligado de cada día.

- Los que tenían sus depósitos bancarios en dólares los sacaron.

La fuga de divisas continúa a pesar del cepo cambiario, que cada día se estrecha más.

En el microcentro porteño, los arbolitos –que operan con total tranquilidad y a la vista y a las oídas de todos– alcanzan la dimensión de un bosque.

En la construcción se han perdido alrededor de 75 mil puestos de trabajo.

Las suspensiones y las reducciones horarias son cada vez más frecuentes en las plantas automotrices.

A pesar de que el valor de la tonelada de soja vuela, la relación entre el Gobierno y el campo ha vuelto a tensarse. Además, como consecuencia de la existencia de un dólar paralelo que parece imparable, los exportadores retacean la liquidación de sus dólares –que debe hacerse al valor del oficial– tanto como pueden.

Daniel Scioli se ha transformado en el enemigo público número uno del Gobierno.

Hugo Moyano, a su vez, en el enemigo público número dos.

Todo ello es consecuencia de las medidas adoptadas por la Presidenta a instancias de Guillermo Moreno, el ministro de Economía en funciones del Gobierno. La información de estas horas es que el poder de Moreno ha comenzado a esmerilarse. Los que conocen la intimidad de Olivos hablan de una reunión, que tuvo lugar allí el 10 de julio pasado, en la que Fernández de Kirchner le hizo fuertes reproches al todopoderoso secretario de Comercio. 

Ello reavivó las internas dentro del equipo económico, en el que el ministro Hernán Lorenzino actúa más como un secretario a cargo de la instrumentación de medidas decididas por otros sin su participación que como titular de su cartera, y el viceministro Axel Kicillof –cuyas soberbia y arrogancia hacen acordar a las que exhibía Domingo Cavallo en el apogeo del menemismo– como el “cerebro” a cargo de la fijación de los lineamientos de la política económica.

El nuevo capítulo de lo que –parafraseando a Gabriel García Márquez– en adelante titularemos como La penosa historia de la borrascosa relación de la Presidenta con Scioli ha dado pie a una disputa de interpretaciones. Antes de ir a ese análisis, un apunte. En las palabras utilizadas por Fernández de Kirchner en su Aló Presidenta del jueves, ante el júbilo de sus habituales asentidores, aplaudidores y reidores, señaló que los 600 millones de pesos que se le otorgaban a Scioli eran producto de una amplia y ultrasesuda búsqueda de fuentes de recursos con la finalidad de asistir a la provincia de Buenos Aires. La verdad es que la trama de esa decisión fue mucho más sencilla y obvia: la plata salió de la Anses, que –al paso que van las cosas– habrá de convertirse en el financiador totipotencial de la Argentina a costo, claro, de no cumplir con su misión fundamental: la de pagarles a los jubilados lo que les corresponde. 

Como es evidente, para ellos la Anses nunca tiene plata. Según dijo Kicillof, utilizar los recursos de la Anses exclusivamente para abonar los haberes de los jubilados es “reaccionario y noventista” (sic). Por lo tanto, ahora sabemos que para el Gobierno deberles a los jubilados es progresista. Volviendo al préstamo a la provincia de Buenos Aires, hay que subrayar que esa plata de la Anses siempre estuvo allí. No hizo falta que nadie se quemara las neuronas para “encontrarla”. Lo que en verdad sucedió es que, hasta el jueves, no hubo voluntad política de la Presidenta de darle a Scioli los fondos que necesitaba para pagar el medio aguinaldo. Todo en el Gobierno es así.

Para ella y sus acólitos, el episodio se vivió como un triunfo, ya que –según ellos– se logró humillar al gobernador y ponerlo en vereda. Para el sciolismo, en cambio, fue todo lo contrario. Más allá de esa disputa, hay una pregunta que hacerle a la Presidenta: si la plata estaba, ¿por qué se dilató su entrega y expuso a la gente a tanta penuria? Por supuesto que el embate contra Scioli no ha concluido. Habrá nuevos capítulos, que serán potenciados por las penurias económicas que deberá sortear su administración en un futuro inmediato. 

Los números de la Provincia están en rojo, y en la medida en que el Gobierno no salga del corset que para la economía representa el cepo cambiario, nada permite prever que las cosas mejoren. El anuncio de giros de mayores fondos a las provincias dispuesto por la Presidenta es una señal de que el problema de caja que en ellas se vive es ya indisimulable, y está complicando la gestión de gobernadores de indiscutida prosapia kirchnerista.

El tema del dólar paralelo, por otra parte, tiene inquieta y nerviosa a la Presidenta. El precio de 6,90 que se llegó a pagar el miércoles pasado hizo las cosas insoportables. Por eso se ordenó a una sociedad afín al Gobierno que opera en bolsa a largar dólares para poner un límite al frenesí de esa jornada. Las declaraciones del ministro Lorenzino, que dijo que lo que pasa con el dólar paralelo no afecta la economía real, demuestran que las cosas no están bien. Si hurgara un poco en la historia, se daría cuenta de que eso mismo dijeron otros ministros en crisis similares y nunca les fue bien. Pero pedir eso es un imposible. Este gobierno parece empecinado en repetir la historia, lo que en la Argentina es el pasaporte seguro al fracaso.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 21 de Julio de 2012.



domingo, 24 de junio de 2012

Hugo Moyano, Nuevo jefe opositor… De Alguna Manera...

Nuevo jefe opositor…
El aura. Hugo Moyano. Dibujo: Pablo Temes.

El jefe de la CGT jaquea al Gobierno y desnuda sus contradicciones. El rol de Scioli. Los errores oficiales.

El comienzo de esta historia se remonta al 15 de octubre de 2010. En el estadio de River, y ante una multitud, Hugo Moyano expresó su deseo de, algún día, “tener un trabajador en la Casa de Gobierno”. A su lado estaban Néstor Kirchner y la Presidenta. Rápida y molesta, Cristina Fernández de Kirchner tomó el micrófono y le contestó: “A usted, que pide un presidente que sea trabajador, yo trabajo desde los 18 años”. Esa respuesta marcó una grieta en la relación entre la Presidenta y Moyano que el tiempo y las circunstancias no hicieron más que ahondar. Ninguno de los protagonistas de esta historia pudo imaginar que Kirchner fallecería 12 días después y que el esquema de sucesiones alternativas e indefinidas entre esposo y esposa que el matrimonio había pergeñado se vería tronchado. Así como con Kirchner Moyano tenía buen diálogo, la situación era distinta con la Presidenta.

Un hecho ocurrido en la noche de aquel fatídico 27 de octubre de 2010 aparece como premonitorio. Como se recordará, Moyano fue el último dirigente con quien Kirchner habló telefónicamente en la noche previa a su muerte. Un rumor de aquellas horas atribuía a esa conversación el origen del disgusto que habría precipitado el fallecimiento del ex presidente. Preocupado ante esta versión, Moyano convocó a una reunión en la CGT. “Me quieren echar la culpa a mí de su muerte”, se le escuchó. Hay que recordar que la gestión de Kirchner fue decisiva para lograr que Moyano alcanzara la presidencia del Partido Justicialista bonaerense, hecho que en aquel momento alarmó a varios de los intendentes peronistas del Conurbano. “La muerte de Kirchner cambió todo. Con Néstor otra vez en la Presidencia, Hugo imaginaba un futuro político mejor”, señala una voz del kirchnerismo que supo lo que se cocinaba. Nadie sabe a ciencia cierta por qué Fernández de Kirchner decidió cerrarle todas las puertas a Moyano, quien se involucró activamente en la campaña por la reelección.

El reclamo por el aumento del mínimo no imponible lo viene haciendo Moyano y la dirigencia de la CGT desde hace años. El Gobierno ha hecho siempre oídos sordos a tales exigencias. Sin embargo, nunca la situación llegó a un extremo como el que se vive por estos días. Todo quedaba en el ámbito de las declaraciones. Eso se terminó. Hay una realidad: si en los momentos de bonanza el Gobierno no quiso atender el reclamo de Moyano, que es de estricta justicia, mucho menos podría hacerlo ahora cuando las arcas fiscales necesitan hacerse de fondos de donde sea. A esa imposibilidad se le agrega ahora otro factor: satisfacer la demanda del secretario general de la CGT sería concederle una victoria política que la Presidenta no está dispuesta a tolerar. Se arriba así a un callejón sin salida que sólo podría arreglar el diálogo, para el cual surgen a primera vista dos problemas: uno es quién estaría dispuesto a levantar el teléfono primero; el otro es con qué objetivo.

La innecesaria crisis de estos días tiene cuatro vértices: Moyano, Scioli, la crisis económica y la elección de 2015.

Con Moyano no hay vuelta atrás. La Presidenta ha bajado una orden clara: hay que destruirlo. La orden –que como ocurre en este gobierno nadie que quiera seguir en su cargo puede atreverse a discutir– puede llegar a incluir la cárcel para el líder camionero. El objetivo inmediato es quitarle la conducción de la CGT. Ahí el Gobierno se encuentra con un problema, debido a la falta de figuras del mundo sindical que exhiban un liderazgo fuerte como para opacar la del actual secretario general. El otro problema, al que el Gobierno ha contribuido, es que los acontecimientos de estas horas han transformado a Moyano en el virtual jefe de la oposición. He ahí las increíbles declaraciones de apoyo de Mauricio Macri y de Francisco de Narváez como confirmación de esta novedad, que no requiere de mayores explicaciones ya que deja expuestas sus contradicciones.

Esto vale también para la interna del peronismo, que se encarniza. Moyano es consciente de ello. Por eso, el cuidado lenguaje que empleó para anunciar el paro y movilización del próximo miércoles buscó generar una convocatoria que exceda la del mero aparato sindical. Hay que tener en cuenta que el hecho de que no se aumente el mínimo no imponible termina afectando a la clase media, que seguramente hará su aporte a la manifestación en la Plaza de Mayo.

Muchos se preguntan hacia dónde se encaminará esa cuota de poder que tiene hoy Moyano. La respuesta hoy surge clara: se llama Daniel Scioli. Este es otro de los protagonistas del dramático ajedrez político al que asistimos. Por eso desde el Gobierno ha bajado también la instrucción de destruirlo. Al respecto, lo sucedido en esta semana ha sido categórico y, además, ha venido con un agregado: ya no sólo se le critican a Scioli aspectos de su gestión sino que ahora, directamente, se lo acusa de ser parte de un complot destinado a desestabilizar a la Presidenta. Por lo tanto, a esta altura no se sabe si lo que Gabriel Mariotto –que ha dejado a Julio Cobos hecho un poroto– persigue es que haya cambios en la gestión del gobierno provincial o que Scioli renuncie.

Otro hito de este conflicto lo marcó la denuncia penal contra Moyano y la amenaza de aplicarle la Ley de Abastecimiento. Esta ley refiere a una época nefasta de la Argentina en la que José López Rega, el hombre fuerte del gobierno de Estela Martínez de Perón, se enseñoreaba en el poder. Que un gobierno autodenominado “progresista” haya echado mano a esa norma para limitar una protesta sindical es otra de las paradojas del momento. Es que, como consecuencia de su doble discurso, el kirchnerismo está condenado a beber de su propia medicina. Desde esta columna se ha criticado –y se lo seguirá haciendo– la metodología de los bloqueos y de los cortes de calles y rutas como manera de protestar. Cuando le convino a sus intereses, el Gobierno no dudó en apoyar esa metodología. Es lo que reconoció Pablo Moyano hablando con quien esto escribe por Radio Mitre: “Antes, cuando bloqueábamos las plantas de Techint, de Clarín o de La Nación, desde el Gobierno nos decían que estaba todo bien; ahora, en cambio, nos trata como delincuentes”.

Lo tremendo de todo esto es que esta situación pudo haberse evitado a través del diálogo, herramienta clave de la actividad política. Esta es una verdad de Perogrullo. El problema es que el Gobierno ha hecho una mala lectura del resultado electoral, ya que ha creído y aún cree que el 54% de los votos obtenidos lo transforma en infalible. Y –en lo que constituye otra verdad de Perogrullo– se sabe que la infalibilidad es ajena no sólo a este gobierno sino también a la condición humana.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 24 de Junio de 2012.


domingo, 6 de mayo de 2012

El Ingeniero Miguel Galuccio... De Alguna Manera...

Ahora, lo difícil…

 'Pepe Premium' Miguel Galuccio. Dibujo:Pablo Temes.

Pasada la épica expropiadora, llega el momento de conducir la petrolera. ¿Podrá o lo dejarán a Galuccio?

Crónica de una épica que no fue. Así podría titularse todo el proceso que culminó con la nacionalización del 51% de las acciones de YPF que estaban en manos de Repsol. Por eso, la puesta en escena del debate en la Cámara de Diputados formó parte de esta necesidad permanente del Gobierno de hacer del relato casi la esencia misma de su gestión. Y, paradójicamente, es la exposición de ese relato la que deja a la intemperie las indiscutibles contradicciones del kirchnerismo. El Gobierno tiene todo el derecho de decidir la expropiación de una empresa cuando entiende que hay tras de ello una cuestión de interés público. Hacía muchos años que había razones objetivas para proceder a la nacionalización de YPF. El accionar de Repsol fue devastador. El artículo 17 de la Constitución Nacional contempla esta circunstancia y expresa claramente cómo proceder en situaciones como éstas. Y es en esa inobservancia de lo establecido por la Constitución donde la Presidenta ha cometido un error cuyas consecuencias no serán gratuitas.

La Argentina nunca debió haber privatizado una empresa de la importancia estratégica de YPF. La complicidad de Néstor y Cristina Kirchner con ese modelo no necesita ya de mayor comprobación. Por eso, el lienzo con el rostro de Néstor Kirchner que, tras la aprobación de la ley de expropiación hizo caer La Cámpora desde los palcos de la Cámara de Diputados, no se corresponde con la verdad histórica.

La renacionalización de YPF, disfrazada de ideología, tuvo una causa fundamental: la imposibilidad de hacer frente a los costos que el creciente déficit energético hoy le significan al país.

Viene ahora lo más difícil: la gestión. La designación al frente de YPF del ingeniero Miguel Galuccio, una luminaria del mundo del petróleo, ha generado elogios unánimes. He ahí un acierto de la Presidenta. Para la gestión de Galuccio la incógnita tiene que ver con el nivel de apoyo político con que contará. Se sabe que el nuevo funcionario ha puesto condiciones exigentes para dotar de independencia a sus decisiones. Ojalá se las respeten. Galuccio debe remontar una cuesta empinada. Por estas horas, hay ansiedad en el Gobierno por cerrar acuerdos con algunas de las grandes petroleras internacionales que puedan ser anunciados con bombos y platillos. Ello no será fácil.

Con todo, el principal problema energético que tiene la Argentina es el gas, que es el elemento del cual se nutre la industria y por cuya falta muchas plantas quedan expuestas a una realidad, ya crónica, de cortes en los meses de otoño y de invierno. De ahí la expectativa que genera la existencia del pozo de gas shale de Vaca Muerta, considerado el tercero en importancia en el mundo después de los existentes en China y en los Estados Unidos. La real posibilidad de explotación de este recurso va a depender de tres factores primordiales: el impacto ambiental, la necesidad de utilizar grandes volúmenes de agua y el requerimiento de grandes inversiones.

Un capítulo aparte de todo este proceso de renacionalización de YPF lo merece la oposición, que parece empecinada en su derrotero de declinación imparable. En la Argentina hay opositores pero no hay oposición. Nadie allí acierta a encontrar la fórmula que permita anudar algún tipo de consenso mínimo sin el cual les será imposible construir una estructura con capacidad de oponerse al Gobierno, no ya por el hecho mismo de enfrentarlo sino por el de la necesidad que tiene toda democracia de generar alternativas. Hasta el mismo Gobierno se beneficiaría con ello. La crisis que la nacionalización de YPF ha producido en la UCR es la que corresponde a un partido carente de figuras con capacidad de liderazgo.

Por todo esto es que el Gobierno se siente imbatible. “Podemos hacer lo que queremos”, se ufana una voz que habita en las entrañas del poder que, con algún grado de sensatez, agrega que “esa falta de límites es, a la vez, un problema, por las tentaciones que genera”.

En medio de esta euforia, comienzan a aflorar los números de la economía, los que marcan que las señales de alerta se vienen incrementando. El cerrojo que, con acuerdo de la Presidenta, Guillermo Moreno mantiene sobre las importaciones, ha empezando a horadar la fortaleza de la economía argentina. Por otra parte, las dificultades que las provincias van teniendo para lograr financiamiento ha vuelto a poner en vigencia la idea de las cuasimonedas –en buen criollo, bonos– como instrumento de pago. Habrá que ver cómo se maneja esta delicada situación. El Gobierno cubre el rojo de sus cuentas fiscales sacando plata de cuanta caja puede. Es una potestad que las provincias no tienen. Los gobernadores despotrican pero lo hacen en la voz más baja posible. Saben que si son escuchados por la Presidenta, serán sujeto de represalias y se quedarán sin fondos, sin gestión, sin presente y sin futuro político.

Estas cosas aún no son percibidas por una gran parte de la sociedad. Por lo tanto, el Gobierno sigue de fiesta. Para corroborarlo ahí está Amado Boudou, el hombre que, a pesar del escándalo de la ex Ciccone, siempre ríe. A propósito de esto: dos relevantes figuras del mundo del derecho, que supieron ocupar cargos de relevancia en la magistratura, fueron lapidarias al decir que con los elementos que son del dominio público, la situación del vicepresidente es, desde el punto de vista del proceso judicial, de una gran endeblez; con jueces verdaderamente independientes su citación a declaración indagatoria sería un hecho.

Como parte de la fiesta está el nuevo chisporroteo con Gran Bretaña por la disputa de soberanía sobre las islas Malvinas. Ahí están pues, el entredicho entre la embajadora Alicia Castro y el ministro de Relaciones Exteriores británico William Hague, sumado al resonante impacto producido por la publicidad filmada por el capitán del equipo argentino de hockey sobre césped, Fernando Zylberberg. En el Gobierno están exultantes con la repercusión interna de estos episodios. Increíblemente, nadie allí parece darse cuenta de que, en los hechos, con estas acciones se logrará sólo una cosa: que las Malvinas estén cada día un poco más lejos.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado de Mayo de 2012.