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martes, 1 de mayo de 2018

La devaluación del peso lleva 200 años… @dealgunamanera...

La devaluación del peso lleva 200 años…

Fotografía: Crónica del NOA

Para la mayoría de los economistas, la modificación del tipo de cambio del peso con respecto al dólar que se viene es “la devaluación más anunciada de la historia”. Quieren decir que el atraso monetario está tan marcado que para la ortodoxia económica no quedaría otro recurso que depreciar la moneda local.

© Escrito por Germán Negro el domingo 29/11/2015 y publicado por el Diario La Voz del Interior de la Ciudad de Córdoba, República Argentina.

No es para nada algo novedoso en la Argentina. Pero cuando hubo devaluación casi siempre perdió la gente que vive del salario. La más recordada, casi como un apocalipsis, fue la que lanzó el ministro peronista Celestino Rodrigo, en 1975, aunque la historia completa tiene unos 200 años. Como la patria misma.

La génesis podría situarse en 1827, en tiempos del patrón oro. El peso que circulaba en la Argentina se devaluó casi un 35 por ciento, según recopiló el chileno Sebastián Edwards en su libro Dejada atrás: América Latina y la falsa promesa del populismo. Unos dos años después, el deterioro fue del 68 por ciento y los ajustes siguieron su curso cada dos o tres años.

El rosario de devaluaciones siguió hasta la convertibilidad que rigió entre 1891 y 1914. En esa época, el país se instaló como uno de los mayores productores de granos del mundo y recibió millones de inmigrantes, principalmente italianos, que escapaban de la hambruna y de las guerras en Europa.

En Crisis y divisas y devaluación en la Argentina: una perspectiva histórica, de Esteban Bertuccio, Juan Manuel Telechea y Pablo Wahren, se divide a las últimas devaluaciones en dos períodos: el asociado con las crisis del comercio exterior, de 1955 a 1975, y el de las crisis financieras, desde 1976. Aluden, claro, a que las consecuencias fueron las mismas: pérdida de salario y desocupación, entre las principales.

En octubre de 1958, en medio de la gran expectativa puesta en el desarrollismo, el flamante presidente Arturo Frondizi dio lugar a una devaluación cercana al 70 por ciento y desató una inflación que llegó casi al 114 por ciento. El gobierno de facto que le siguió devaluó casi un 65 por ciento en 1962.

En importancia seguiría la más recordada, la que marcó a la generación previa a la dictadura de 1976 y que tuvo nombre propio: “el Rodrigazo”. En junio de 1975, Celestino Rodrigo, ministro de Economía de Isabel Perón, devaluó un 99 por ciento, congeló salarios y subió tarifas. En pocos meses, la depreciación de la moneda llegó casi al 900 por ciento y dejó cientos de miles de quebrantos y de excluidos.

Durante la dictadura llegaría otro golpe al peso en 1981 (225 por ciento), mientras que en el gobierno de Carlos Menem hubo un fuerte impacto en 1989. En la memoria también quedó la salida de la convertibilidad, entre diciembre de 2001 y marzo de 2002, cuando el dólar pasó de uno a tres pesos. No se quedará fuera de la historia el período de 12 años de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, cuando de los tres pesos por dólares se pasó a los 15 pesos del billete que se consigue hoy en la plaza irregular.




domingo, 26 de junio de 2016

Reportaje a Carlos Campolongo, peronista irredento... @dealgunamanera...

Carlos Campolongo: “Brancatelli es el primero que me llama profesor y no aprobó mi materia”…


Peronista irredento, con fama de maldito en la Academia, regresó a la TV de la mano de Del Moro. Política versus profesión periodística.

© Escrito por Alejandro Margulis el sábado 25/06/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fotos: Juan Ferrari.

Carlos Campolongo reconoce con humor que su participación en el programa “Intratables” lo devolvió a la visibilidad, “ese requisito del posmodernismo”.  Al borde de los 70, divorciado y padre de dos hijos, asegura no tener otra cuenta pendiente que terminar su tesis de doctorado en Ciencias Sociales. Su tema: el miedo político y la (des)integración social. Pero la charla arranca con lo que le dijo Mercedes Sosa.

Carlos Campolongo llega demorado y se disculpa: viene de ver a su padre, que tiene 97 años. “Está muy bien aunque la memoria de corto plazo le falla”, dice él, que sabe desandar el pasado sin inconvenientes. “Pero vamos a hablar del siglo XXI. No nos vamos a quedar en la melancolía”, advertirá en algún momento de las dos horas que dura la charla con la Revista Noticias no sin aclarar que “prefiere la melancolía a la manía”, como si estuviese en un diván de psicoanalista.

Carlos Campolongo: “Carlos, nosotros somos sobrevivientes”. Recién  volvía del exilio. Ella presentaba un disco y yo trabajaba en el noticiero de ATC. Pero antes de la dictadura tuve mi etapa en blanco y negro. Hacía el trabajo que hoy hace un movilero. Las cámaras eran pesadas, tanto que a los camarógrafos les afectaba la escoliosis. Fui el primero en llegar al lugar donde estaba el cuerpo de José Ignacio Rucci. Fuimos corriendo con todo ese peso encima. Había que dar una mano.

Noticias: ¿Qué edad tenía?
Campolongo: Tendría veintitrés años. Pero mi ingreso en el periodismo fue hacia fines del ’69, cuando estudiaba Derecho en la Universidad del Salvador. Me propusieron para un programa semanal y fui de los pocos que entramos con un semi concurso, lo que hoy se llama casting. Hice de todo en la televisión, desde tiracables a conductor.

Noticias: ¿Cuál fue el primer dirigente político que conoció?
Campolongo: Arturo Frondizi. En el ’63 o ’64. Yo tendría 16 o 17 años. La madre de un amigo mío estaba en el equipo de Frondizi y le pedí conocerlo. Era un tipo más bien, no digo distante, sino conservador en el estilo. Formal pero afable. Yo estaba nervioso. Fui desde el colegio o falté para ir.

Noticias: ¿Qué colegio?
Campolongo: El Cardenal Newman, pero no el de Macri. Estaba en Balvanera. Iban hijos de familias de clase alta. Mis viejos no eran gente de dinero, obtuve media beca. Guardo gratos recuerdos del colegio pese a que tenía grandes polémicas con mis compañeros.

Noticias: ¿A qué se debían esas polémicas?
Campolongo: Un amigo era hijo de uno de los jefes de la Revolución Libertadora. Esas discusiones empalman con el inicio de mi trabajo social en una villa de la Isla Maciel. Iba a tocar la guitarra y daba clases de apoyo en lengua y geografía.

Noticias: ¿Qué impacto le causó estar en una villa por primera vez?
Campolongo: Me sensibilizó y me abrió la cabeza. Las dos experiencias que me abrieron la cabeza fueron esa y la colimba. La villa era un mundo desconocido. El cariño de los pibes, como que te estaban esperando.

Noticias: ¿Le emociona recordarlo?
Campolongo: ¿Sabés qué pasa? Estas cosas son mi carta de identidad. Legislador en la ciudad de Buenos Aires en el 2000 por el partido PAIS, que consagró a Irma Roy como diputada nacional, en 2003 supo ser jefe de campaña de Aníbal Ibarra: “Le ganamos a Macri en la ciudad”. En tiempos del kirchnerismo fue candidato a diputado porteño por la corriente peronista federal, junto a Adolfo Rodríguez Saá; le faltaron 284 votos. Nunca dejó de considerarse un peronista acérrimo, seducido por el Perón que conoció en persona.

Campolongo: El peronismo es un fenómeno difícil de definir. Mi primer acercamiento fue en el regreso del ´72. Cubrí la zona Sur como cronista de Canal 9 de Romay. Llovía, había represión policial, tiraban con balas de goma, gases. El método de defensa era ponerse barbijos empapados con agua y bicarbonato.

Noticias: Pero usted estaba con los periodistas.
Campolongo: La policía no distinguía. Las fuerzas que reprimen siempre atacan la cámara.

Noticias: Todo un concepto.
Campolongo: Claro. Cuando me hablan de la manipulación informativa del gobierno K, me acuerdo de esas cosas. Mi comunión final se da viendo a sus seguidores cruzar el río Matanza con el torso desnudo. Era una cosa…

Noticias: ¿Épica?
Campolongo: Extraordinaria. Si tuviera que musicalizar la escena sería con “La fuerza del destino”, de Giuseppe Verdi.

Noticias: ¿Cuándo y cómo lo conoció a Perón?
Campolongo: La primera imagen que tengo es cuando sale al balcón de la casa de Gaspar Campos en Vicente López. Estábamos de guardia hacía horas y le pedíamos una declaración. “Muchachos, hace tres días que no me quito los botines”, dijo. Cuarenta y pico de días estuvimos ahí. Cada mañana nos hacía entrar. En uno de esos encuentros me autografió su libro “La hora de los pueblos” y me impresionó lo parecida que era su firma a la mía.

Noticias: ¿Volvieron a conversar?
Campolongo: Otra vez nos ofreció un brindis antes de las elecciones del ´73. Acababan de derrocar a Allende en Chile. “Mire”, me dijo, “siempre es preferible dar un solo paso sólido para adelante que dar diez y tener que retroceder veinte”. Una mente política brillante. Además de conducir el movimiento y el Estado, era un gran lector. Se nutría de filosofía aristotélica. Me impactó su concepción geo-estratégica. La capacidad de ver lo que pasaba en el mundo en relación con lo que ocurría en el país.

Noticias: ¿Y en Néstor o en Cristina no encontró eso?
Campolongo: Sí en lo que llamaría mascarada discursiva. Pero no en Néstor, que era más rústico. En la manera de sostenerse en una supuesta épica setentista que jamás ejercieron, y esto lo digo con conocimiento de causa, decididamente no.

Campolongo fue eyectado de la TV con el golpe militar de 1976; la causa fue un viaje a Cuba. Y así como bajo el gobierno de Onganía hizo la carrera de Derecho, durante el terrorismo de Estado cursó Psicología; por entonces acuñó una muletilla: “Con cada dictadura, una carrera…”.

Noticias: Regresó al periodismo en 1986, ¿verdad?
Campolongo: En realidad fue en 1984, a canal 11 y gracias a Chacho Marchetti. En 1986 Mónica Gutiérrez, a quien apenas había cruzado, me propuso en el noticiero de ATC. Buscaban un peronista para co conducir. Algunos radicales me miraban con lupa por si hacía contrabando ideológico. Pero me permitieron expresar mi pensamiento. En el ´89, durante las elecciones a Presidente, ridiculizaban muchísimo a Menem. Eso me trajo un altercado con la gerencia a pesar de que yo había optado por Cafiero. Julio Fernández Cortez me autorizó a explicar al aire que no estaba de acuerdo con el trato que se hacía de Menem.

Noticias: Eso habla bien de los radicales…
Campolongo: (Asiente). A Alfonsín lo conocí en Chascomús. Dos de sus hijas salían con compañeros míos; siempre tuve una relación muy buena con él, tanto que cuando murió fui el intermediario para que en su funeral hablase Antonio Cafiero.

Ese día Campolongo dedicó una clase entera a hablar de Alfonsín en la Universidad de Buenos Aires, para sorpresa de sus alumnos de periodismo en la carrera de Ciencias de la Comunicación, que sigue dictando hasta hoy. Su cursada es engorrosa y  difícil, y más de uno opta por cambiar de orientación con tal de no vérselas con él.

Noticias: ¿Le gusta que los alumnos le tengan miedo?
Campolongo: Hay mucho de leyenda en eso. La reconozco y es lógica. Soy exigente. Mis exámenes finales son largos, pero es cuando tengo la duda entre aprobar o no. No caigo en la demagogia y si hay que reprobar, repruebo, y como lo que más se recuerdan son las frustraciones…

Noticias: ¿La política lo alejó del ejercicio del periodismo?
Campolongo: ¡Qué tema! Ninguno de mis despidos fue por llegar tarde. Pero sí, en una sociedad políticamente inmadura como la nuestra, la política fue un obstáculo para mi desarrollo profesional. Por eso esta instancia de “Intratables” la siento como una dulce revancha de la vida.

Noticias: ¿Cómo llegó al programa?
Campolongo: Un gran misterio. Liliana Parodi, gerente general del canal, estaba buscando el formato, lo que podríamos llamar “los roles”. Algo que Santiago del Moro, con su inteligencia intuitiva, nos dijo en una reunión: a cada uno su impronta. Me toca ser la síntesis. Estoy en el tiempo del remate. Es todo un desafío. Tenés que tener pensado el título en ciento cuarenta caracteres. No todos los días estás inspirado y mi estilo es más argumentativo.

Noticias: Lo mencionan como “profesor”. ¿Está pautado eso?
Campolongo: Se dio. Lo que ocurre es que de varios de los panelistas yo fui realmente su profesor: Débora Plager, Natasha Niebieskikwiat, Diego Brancatelli. Él, un buen compañero de trabajo, es el primero que me llama profesor y no aprobó mi materia en Lomas de Zamora. Me lo contó él: le hice una pregunta sobre la poética aristotélica para comparar el teatro griego con la dramaturgia televisiva, y no lo supo.

Noticias: ¿“Intratables” es el  “678” de hoy?
Campolongo: No. Sé que dicen eso por Twitter y Facebook. Pero no es así y lo comprobé. Lo crucé a un tipo del PRO que comparó el gobierno anterior con el estalinismo: “¿Dónde están los millones de muertos del estalinismo?”. El que quería que fuese su columnista en Radio Nacional es el Cholo Castañón, a quien le tengo un cariño enorme. Tenía que llamarme la directora de la radio, Ana Gerschenson, que también fue mi alumna. Y no me llamaron nunca.


jueves, 7 de enero de 2016

Año nuevo con sorpresas… @dealgunamanera...

Año nuevo con sorpresas…

"Basta de arbolitos". Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.

Curiosamente, no fue el dólar la preocupación del final de 2015. Inundación, prófugos y una nueva oposición que se va armando.

© Escrito por Manuel Mora Y Araujo el martes 05/01/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En la Argentina el año nuevo con nuevo gobierno no siempre se asocia a expectativas tranquilas. Nuestros años nuevos, y la temporada veraniega que los acompaña, suelen ser políticamente complicados. Este de 2016 venía bien, con un gobierno nuevo dotado de energía y espíritu activo, y con las oposiciones y las corporaciones obstruyendo poco. Hasta que estalló lo inesperado: la fuga de los presos de la cárcel de General Alvear con su secuela de violencia y su carga de inquietantes ramificaciones políticas y mafiosas. Sin hablar del drama de una parte del país que se encuentra bajo el agua y con perspectivas inciertas de retornar a la normalidad.

del drama humano, el problema de las inundaciones remite en las percepciones de mucha gente de la ausencia de una política medioambiental. Es un problema universal y no sólo argentino, y como en muchos otros países, también entre nosotros tiende a ocupar un lugar marginal en la agenda política. Pero la problemática ambiental, fuera de agenda, reaparece este fin de año en la política no sólo por el impacto de las inundaciones sino además porque la ex presidenta Cristina de Kirchnercritica al presidente Macri por estar influido por la viuda de Douglas Tompkins, a raíz del tema de las represas hidroeléctricas en Santa Cruz –que es por sí mismo un tema de política pública, y no uno menor–. La contraposición entre desarrollo y medio ambiente como tema opositor.

La seguridad, el medio ambiente, las represas hidroeléctricas, no parecían estar entre los mayores ejes temáticos de esta transición política. Su irrupción en la agenda tal vez contribuya a instalarlos. Y son, si se quiere, una buena señal, porque son problemas que el país arrastra. Este año nuevo, la inflación, los salarios, el tipo de cambio, podrían habernos arruinado la fecha, pero no fue así. Por el contrario, y más allá del impacto de la suba de precios en diciembre, ha prevalecido un clima de expectativas positivas.

Un observador impresionístico no deja de advertir que para estas fiestas volvieron a verse en las góndolas de los supermercados de los barrios pudientes los consabidos fideos italianos y algunos otros productos importados, lo que no significa nada pero en la Argentina es una señal de “buen clima” de consumo de las clases medias. El tipo de cambio no se espiralizó; el ajuste no estalló.
Dentro y fuera del país la situación política argentina despierta más interrogantes que certezas.

Siendo todavía escasos los hechos, las palabras adquieren mayor significado. Al presidente Macri le hace un gran favor, sobre todo en el ámbito internacional, la inusitada y desubicada reacción del gobierno de Venezuela; ante el mundo, y hasta en nuestra América Latina más “bolivariana”, le suma a Macri y le resta a Maduro. Del mismo modo, algunos de nuestros conocidos libretistas nacionales y populares no paran de sorprender. Días atrás, José Pablo Feinmann publicó en Página/12 una pieza notable por el compendio de ideas reaccionarias que combina, acusando a Macri de serla máxima expresión de la deshumanizada modernidad capitalista y a la vez de someterse acríticamente a las enseñanzas del gurú hindú Sri Sri Ravi Shankar. No se entiende qué puede tener eso de particularmente malo, aun si fuese cierto; para Feinmann es inconsistente.

Mauricio Macri, quien asumió el mando con una referencia a Arturo Frondizi, debe estar desorientado con adversarios que lo acusan de estar influido por un líder ecologista o por un líder espiritual. Si Macri esperaba ser atacado por neoliberal, ahora puede dormir tranquilo.

Hasta ahora, no. El gobierno nacional podrá verse exigido por la situación económica y social; eso lo veremos en los próximos meses, pero no ha sucedido hasta ahora. Podrá verse sorprendido por acontecimientos como los de estos días; pero todavía es temprano para arriesgar pronósticos acerca de sus habilidades para capear temporales. De cómo se desarrollen los hechos en esos frentes dependerá, en buena medida, la suerte de este gobierno. Pero también dependerá de cómo se organicen y posicionen los grupos políticos opositores. Y al respecto, el año nuevo comienza con buenos vientos para el Gobierno.

La propensión del gobierno de Macri a hacer uso de los DNU abre un gran signo de interrogación. Tal vez termine concluyéndose que es una respuesta pragmática a necesidades coyunturales; tal vez, que responde a una estrategia política. Hay que esperar para ver. Mientras tanto, el vasto espacio peronista entra en una etapa de redefiniciones. Se entiende que Cristina de Kirchner tratará de mantener el liderazgo, pero no está todavía dicho si se tratará de un liderazgo combativo –como los antikirchneristas suponen– o articulador –como le gustaría al peronismo moderado–. Además, ese liderazgo ¿tenderá a fortalecerse o a diluirse con el paso del tiempo? Más allá de algunas obvias posturas típicamente opositoras, el peronismo exhibe estos días una amplia gama de matices; seguramente será implacable ante eventuales errores del Gobierno, pero no está dicho que será homogéneamente inflexible y destructivo a toda costa. Para muestra hay algunos botones: en el plano de las palabras, declaraciones del senador Urtubey, o la plataforma expuesta con claridad meridiana por Gustavo Marangoni en La Nación del pasado miércoles.

En el plano de los hechos, el bastante sorprendente experimento del municipio de La Matanza –con más población que muchas provincias–, que concentra en la nueva gestión de gobierno local a un alto número de funcionarios de las gestiones nacional y provincial anteriores.

No se descarta que termine sorprendiendo un tipo de peronismo “orientado a la gestión”, que intente desafiar al macrismo a competir en ese terreno donde se suponía que no encontraría competencia alguna. Tal vez la nueva oposición se muestre también pragmática y empuje para la actualización de la agenda de las políticas públicas, que en nuestra Argentina habitualmente es definida por las circunstancias o por las ideologías y no por las estrategias.

Feliz año nuevo.



domingo, 25 de enero de 2015

Reportaje a Mario Bunge... De Alguna Manera...

“El capitalismo fue un gran avance, pero moralmente es injustificable”...

Primeros pasos. “Mi padre, que era socialista, tenía en su biblioteca un librito sobre materialismo dialéctico. Esta filosofía me atrajo porque parecía explicarlo todo”. Foto: Néstor Grassi

Cuarta entrega de los reportajes destacados de Magdalena Ruiz Guiñazú realizados en el 2014. Aquí, el filósofo admite que es partidario de la libertad de creencias y considera una pérdida de tiempo atacar a las religiones. Opina que el psicoanálisis es “un macaneo puro” y admite que su obra se lee más en el exterior que en nuestro país.

Vuelve a Buenos Aires uno de los filósofos más destacados de la actualidad. La llegada de Mario Bunge coincide con la celebración de sus vigorosos 95 años y la presentación, el 1º de octubre en la Facultad de Derecho, de un nuevo libro, el número 50: Memorias. Entre dos mundos.

—Sin embargo, usted había dicho que no quería escribir esas “Memorias”. ¿Por qué decidió hacerlo?
El doctor Bunge es terminante:
—Decidí hacerlo porque vi por ahí,  en la red, muchas biografías con datos falsos, y esto me decidió. Además, creía que hacerlo me iba a resultar una labor ímproba y no fue así. Resultó facilísimo. Cuando comencé a escribir las palabras aparecieron a borbotones. Estaba en una isla griega y me pasaba el día mirando el paisaje y escribiendo. Por ejemplo, entre muchas otras cosas, recordé la tarde en la que convencí a Arturo Frondizi de que se metiera en política.

—¿Cómo fue?
—En el año 1938 la República Española estaba dando las últimas boqueadas y estaba siendo desplazada por los fascistas que recibían ayuda de italianos y alemanes. Entonces, un conocido del sindicato de Gastronómicos a quien conocía a través de la Universidad Obrera me pidió que le recomendara a un orador porque el sindicato pensaba organizar un homenaje a la República Española. Se trataba de una cena con más de mil cubiertos y no tenían orador. Lo consulté con mi padre y me dijo: “¿Por qué no vas a ver a mi abogado, el doctor Arturo Frondizi?”. Entonces fui, le plantee el problema y me dijo: “¡Pero yo jamás he hablado en público!”. “Es una buena ocasión para empezar”, le contesté, y unas semanas después pronunció un discurso que conmovió a todos los presentes. Algunos lloraban. Frondizi tuvo una trayectoria muy discutida, pero era un hombre de buenas intenciones y básicamente muy honesto.

—Sí, fue un gran presidente.
—Le pasó lo que le ocurrió a Alfonsín: asediado por una cantidad de buitres. Además, cometió el error de querer complacer a todo el mundo. Pero ante todo fue un intelectual, estudió la economía argentina y ahí lo conoció a mi padre cuando se ocupó del petróleo en la Argentina. A los dos el tema les interesaba sobremanera. Luego nos encontramos pocas veces, pero en vísperas de las elecciones que lo iban a llevar al poder fuimos a verlo con quienes se preocupaban por la Comisión Nacional de Energía Atómica. “Uno de los problemas que puede resolver durante su presidencia”, le dijimos, “es la transferencia de la Comisión Nacional a autoridades civiles”. Hasta ese momento estaba a cargo de la Marina. “La ciencia no debe depender de las Fuerzas Armadas”, le dijimos. “Además, debe abandonar completamente el sueño de Perón de lograr la bomba atómica”. Estudios de energía nuclear y de física nuclear se realizaban en aquel tiempo con ese propósito.

—Justamente quería preguntarle esto. Perón era un hombre inteligente, ¿cómo se dejó convencer por una persona tan poco seria como aquel alemán Richter que convirtió la isla Huemul en una fortaleza en la que realizaba esos experimentos?
—Efectivamente, Perón era inteligente y, además, tenía una cultura histórica que solemos olvidar. Lo que ocurría es que estaba rodeado de lo que los ingleses llaman yes men. Es decir, gente que le decía que sí a todo. Por supuesto que de física y de ingeniería no sabía nada, y además no les profesaba un gran aprecio. A pesar de ser germanófilo y saber que la técnica y la ciencia habían hecho grande a Alemania a partir del siglo XIX, tenía un conocimiento limitado sobre el tema. Como le decía, estaba rodeado de serviles que, además, eran ignorantes y no sabían decirle que no. Recuerdo la anécdota del coronel Mercante cuando Perón le preguntaba la hora: “La que usted diga, mi general” –Bunge se ríe francamente.

—Pero volviendo a su historia personal, usted tiene un encuentro con la filosofía marxista siendo muy joven, ¿no?
—Fue por casualidad. Mi padre, que era socialista, tenía en su biblioteca un librito sobre materialismo dialéctico. Me lo tragué, y esta filosofía me atrajo porque, al igual que el psicoanálisis, parecía explicarlo todo. En particular me intrigó la dialéctica. Pero cuando le pregunté a mi padre qué era eso, me contestó: “El Maestro Justo –para él Juan B. Justo era “el Maestro Justo”– decía que no era sino hocus pocus. O sea, algo así como “bla, bla, bla”. Pero esto, en vez de alejarme, me hizo leer a Hegel, con quien perdí muchos años. Pasó bastante tiempo, en realidad mucho después, hasta que entendí que todo eso era ininteligible en el mejor de los casos, y una falsedad, en el peor. Cuando me encontré con la lógica matemática y con otros filósofos como Bertrand Russell, me desprendí del marxismo. Más aún: fui el único en hacer una crítica muy detallada de la dialéctica. Esto salió en la Revue Nationale de Philosophie de Francia y fue luego objeto de debate en un congreso en Bulgaria en 1973. –Bunge reflexiona en voz alta–: Mire, no me arrepiento del todo porque creo que el juicio que le mereció a Marx el capitalismo era justo. El capitalismo fue un gran avance pero moralmente es injustificable. En el curso de los últimos cincuenta años la productividad industrial se duplicó, pero sabemos que la desigualdad social ha venido aumentando en todas partes menos en los países escandinavos. Para mí, los países escandinavos son aquellos que tienen el régimen social más justo. ¿Usted sabía que Dinamarca tiene una tasa de mortalidad infantil que constituye la décima parte de la tasa de mortalidad de EE.UU.? Esta es la verdad. Dinamarca, Suecia y Noruega tienen el mejor sistema de salud pública del mundo. Y, sorprendentemente, otro país cuya desigualdad social resulta muy baja es Japón. Fíjese usted: en Japón el gerente gana, a lo sumo, cuatro veces lo que gana su secretaria. En Estados Unidos gana 50 mil veces de lo que gana su secretaria. Una tremenda injusticia, sobre todo teniendo en cuenta que son, casi todos, incompetentes.

—Volviendo a su libro, me resultó sumamente interesante su encuentro con Ernesto Sabato cuando él se dedicaba a la física, que luego abandonó por la literatura, ¿no es cierto?
—Nunca se apasionó por la ciencia. Se doctoró en Física y presentó su tesis, pero cuando fue a París con una beca del Instituto Joliot-Curie le asignaron un trabajo de rutina que le aburrió. Sabato era un hombre muy inquieto, de vasta cultura. No solamente escribía bien sino que hacía unos dibujos deliciosos. Además, estaba muy metido en política. Fue a Francia como comunista y vocero del congreso comunista. Luego lo transformaron en trotskista. Estaba muy desilusionado del estalinismo. Y con razón. En todo caso era lo que se llamaba, en la Universidad de La Plata, doctor asistente y estaba a cargo de trabajos de avanzada, aunque no publicó nada sobre esto. Los profesores que tuvimos en Física y en Matemáticas tampoco publicaban nada. Enseñaban. Casi todos eran expositores excelentes. Para mí el más sabio, más crítico, el mejor de todos, fue don Teófilo Isnardi, de quien fui ayudante en su cátedra de Física Matemática en Buenos Aires. Un hombre brillante que aprendió, en soledad, física cuántica, que no es fácil, y luego publicó en 1927 un artículo sobre el tema en la revista que había fundado José Ingenieros. Los estudiantes formamos dos seminarios, en Buenos Aires y en La Plata, para leer revistas y solíamos publicar trabajitos, ensayos y reproducíamos artículos recién aparecidos en revistas de circulación internacional. Recuerdo la emoción con que esperábamos la llegada de los libros que provenían del exterior. Yo tenía un amigo en el Palacio del Libro que me guardaba las últimas novedades. También en la librería El Ateneo su propietario y fundador, don Pedro García, solía apostarse a la entrada y cuando pasábamos por allí nos avisaba: “Acabo de recibir un libro que quizás le interese”. Andaba a la pesca de posibles compradores. ¡Un buen librero! ¿Dónde están hoy esos libreros? Además de don Pedro estaba Salvador Rueda, que me recomendaba obras literarias. Finalmente, El Ateneo fundó su propia editorial.

—Cuénteme, doctor, ¿sigue manteniendo sus prevenciones contra el psicoanálisis?
—Dejemos eso porque usted es una fiel seguidora de don Sigmund Freud.

—El análisis es una gran ayuda, —me atrevo a opinar.
—No, no. El psicoanálisis es macaneo puro. Pregúnteselo a mi hija, que es profesora de la nueva ciencia cognitiva en Berkeley, Los Angeles, que es la mejor universidad del mundo en ciencias, mejor que Harvard y Cambridge. En todo caso, se piensa con el cerebro y Freud pensaba con el alma. Esa es una psicología completamente anticuada y, sobre todo, dogmática. Jamás se hizo un experimento psicoanalítico. Aquí, en 1901, el doctor Humberto Piñero –un hospital lleva hoy su nombre– fundó un laboratorio pero no hubo investigación original. En Argentina recién se hizo investigación original cuando apareció el gran Bernardo Houssay en los años 20. Fue el primer científico experimental en Argentina, el primero en publicar trabajos originales. Era un genio. Un hombre que unió la endocrinología con la inmunología y formó grandes investigadores como el doctor Eduardo Braun Menéndez. Recuerdo que con Braun viajamos a Roma en el mismo avión. Braun Menéndez no solamente era un gran sabio sino que fue el verdadero discípulo de Houssay, que no era de prodigar afectos, quien lo consideraba como un hijo.

Bunge evoca nuevamente sus recuerdos:
—En aquel tiempo no había prácticamente física experimental, sólo algunos trabajitos muy modestos, pero había, sí, neurociencia. Hay un caso muy extraño, muy notable, muy curioso. Es el de Braulio Moyano, que fue el único científico puntano, de San Luis, que trabajó solo, se hizo solo y formó a sus discípulos. Desgraciadamente tuvo muy poca repercusión. Hubo también un alemán, Christopher Jakob, que enseñaba en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y también en La Plata. Hacía neurociencia del peludo.

—¿Del peludo?
—Sí, del animal. Fue fundador de una publicación, la única seria y de nivel internacional, sobre neurología en Argentina. Dejó un solo discípulo. La Facultad de Química era la más seria de todas. Allí hice mis primeros trabajos prácticos en química en 1937.

—Y usted, que vive en Canadá y enseña allí en una universidad, ¿cómo se ubicaría dentro del pensamiento argentino?
—Como alguien totalmente desconocido, marginado, boicoteado por mis colegas de Filosofía a diferencia de lo que ocurre en otras partes. Por ejemplo, en España, en el colegio secundario se enseñan los rudimentos de mi filosofía. También en México. En Argentina, por supuesto que no.

—¿Por qué piensa que ocurre esto?
—Porque he llamado charlatanes a los que aquí enseñan desde el primer año. Les envenenan el cerebro a los chicos obligándolos a estudiar Hegel, Nietzsche y los existencialistas. A partir de entonces no pueden pensar. Están inhabilitados para pensar. Además, se enseña por autores y no por temas. Nadie abarca temas y yo, desde el comienzo, abarqué temas.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, ¿qué es el azar?  ¿Qué es la causalidad? ¿Qué saben del espacio y el tiempo? Esto no se hace aquí.
Bunge está visiblemente enojado pero no queremos dejar de conocer su pensamiento.

—Por ejemplo, doctor, para usted, ¿qué es el tiempo?
—Ahhh… Los primeros en pensar seriamente en eso fueron Aristóteles, desde luego, y Epicuro. Para ellos el tiempo es la sucesión de los acontecimientos. En un mundo inmutable, como el que había imaginado Parménides, no hay tiempo. Esa unidad relacional del tiempo, a diferencia de la idea de Newton, ve el espacio como la trama de las cosas. Si no hubiera cosas, si a Dios se le ocurriera eliminar a todo el mundo, si quedara hueco, también desvanecería el espacio. En cambio, para Newton el espacio y el tiempo son inmutables y están ahí.

—Y Platón, ¿por ejemplo?
—La única doctrina correcta de Platón es que los objetos matemáticos son inmutables. En cambio, las cosas reales cambian constantemente. Pero usted me preguntaba hace un momento acerca de mi posición. Mis obras son leídas, pero no en Argentina sino en otras partes. Ocupo el lugar número 44 en el Science Hall of Science de la American Asociation of Masters of Science que tiene una lista de los 200 autores científicos más citados en el transcurso de los últimos doscientos años.

—Y usted ocupa el lugar 44. Impresionante.
—Soy bastante leído, ironiza Bunge. Pero, por supuesto, desconocido en las facultades de Filosofía de Argentina.

—Hace un momento nombró a Dios. ¿Usted es agnóstico?
—No. Soy ateo. Como Borges. Es una manera de decir. 

—Pero tengo entendido que admite la religiosidad en otras personas.
—No sólo la admito sino que la respeto y, como Voltaire, que era deísta, soy partidario de la libertad de creencias. Además, creo que es una pérdida de tiempo atacar a las religiones.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guinazú el sábado 24/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.