domingo, 26 de enero de 2014

Donde digo digo... De Alguna Manera...


Donde digo digo...


Fue un triunfo estrepitoso del sofisma. El viernes 24, cuando el jefe de Gabinete señor Capitanich, flanqueado calladito por el ministro de Economía señor Kicillof, anunció las nuevas medidas económicas –que, según la verba inflamada de la prensa, “aflojaban el cepo”– todos entendimos que los gastos de las tarjetas argentinas fuera de la Argentina dejarían de tributar el 35 por ciento y volverían al 20 por ciento que entregaban hasta el 3 de diciembre pasado.

Así lo explicaron, al unísono, todos los medios. Así lo consignaron en sus ediciones del sábado 26 Clarín, La Nación, Página/12, Perfil y compañía. Así, incluso, fue que yo pensé más de dos veces que me daría mucha vergüenza publicar un libro en diciembre y retirarlo de la circulación en enero; que era raro que un gobierno deshiciera una medida tan reciente, y que era otro signo de la imparable decadencia kirchnerista.

Por eso me sorprendí tanto esta mañana cuando vi el tuit de @IsmaelBermudez1 que decía que el señor Kicilof decía que las tarjetas seguirían tributando el 35. Busqué la fuente: era una larga entrevista, tapa de Página/12.

La empecé divertido. Me gustó cuando los periodistas contaban que, en medio de la peor crisis de la última década, el ministro de Economía estaba cuidando a sus hijos: nada mejor que la familia para dar la sensación de calma que la ciudadanía espera de sus líderes. Y me gustó cuando el ministro empezó a explicar que “ahora las personas podrán ir nuevamente a un banco y adquirir dólares” y que “su capacidad de compra va a estar asociada al nivel de ingreso normal que tengan”, y que “quien quiera acceder a la tenencia de dólares debe estar registrado en la AFIP y tener una capacidad proporcional a lo que quiere comprar”. Y que entonces los periodistas despiadados le preguntaran qué criterio se iba a utilizar con cada grupo de asalariados, y que el ministro, seguro, les contestase:

–El mecanismo tendrá un sesgo hacia los que menos tienen.

Haciendo del sonsonete acostumbrado un imposible lógico: aunque forma parte de un gobierno que trabaja para bancos, mineras, petroleras y cuentas propias proclamando siempre que favorece a “los que menos tienen”, no puede decir que un mecanismo de entrega de dólares a los que prueben que tienen la plata suficiente va a favorecer a los que no la tienen. Hasta ahí podíamos llegar en el avance de la idiocia, me reí. Me reía, pero topé con la parte del león:

“– ¿Cómo se implementará la reducción de 35 a 20 por ciento en la percepción a cuenta del pago del Impuesto a las Ganancias?

–La compra de dólares para tenencia pagará un anticipo del Impuesto a las Ganancias equivalente al 20 por ciento de la operación. En el caso de venta de divisas por turismo y para gastos con tarjeta en el exterior, el paso de 35 a 20 por ciento no será implementado este lunes.”

Putée, me dije que era increíble inverosímil delirante, que ahora sí tenía miedo, que un gobierno no puede proclamar una medida el viernes y negarla el sábado, que estábamos realmente en la trituradora. Y entonces decidí escribir este exabrupto y fui a buscar el anuncio del viernes para mostrar la flagrantísima contradicción. En el video, el señor Capitanich era lacónico:

–Hemos decidido autorizar la compra de dólares para tenencia de personas físicas de acuerdo al flujo de ingresos declarados. Y paralelamente se ha decidido disminuir el anticipo de impuesto a las ganancias del 35 por ciento al 20 por ciento para el comprador.

Dijo desde su púlpito, leyendo un papelito, y no dijo más sobre el asunto. Y todos leyeron –leímos– que se había bajado el impuesto para las tarjetas en el exterior. Pero, releyéndolo ahora con el cuidado del entomólogo tuberculoso, se ve que el señor Capitanich no precisó: que dijo que la baja era “para el comprador”, y que podría argüir que se refería al comprador de esos dólares que ahora se venderán, no al comprador de objetos o servicios en dólares vía tarjeta.

Aunque todos –incluidos sus medios propios– entendimos lo contrario y lo anunciamos y lo comentamos y ellos lo permitieron. Seguramente se la pasaron bomba. La única explicación es que hayan preparado con cuidado una frase que podía entenderse de las dos formas para especular con las reacciones antes de decidir qué medida aplicaban. O quizás hay otras, vaya a saber.

En todo caso: tienen razón, no dijeron lo que todos creímos que dijeron. Jugaron con las apariencias y las percepciones y ganaron –no se sabe qué. Pero mostraron, tan claro como nunca, el juego que juegan. Hablar de forma que puedan decir no dije esto, no, donde digo digo digo diego, ay qué pena vos te confundiste. No es lo que se espera de la comunicación de un gobernante. Es, sí, lo que estos hicieron.

Si querían enseñarnos algo, lo lograron: que hay que desconfiar de lo que parece que dicen y darlo vuelta para ver qué dicen y dónde está el gato encerrado o, peor: que no hay que dar por cierto nada que no sea una medida firma y refrendada y publicada -y aún así.

O, más en general: que lo lógico es no creerles un carajo.

Actualización, 10.10 hs.: me equivoqué. Mea culpa mea grandissima culpa. Una lectora atenta, @sofimills, me manda la grabación de una entrevista que el señor Kicilof concedió al señor Morales, viernes a media mañana, poco después del anuncio oficial. Allí, entre el minuto 07:55 y el 10:35, el ministro explica muy claramente que el anticipo de impuesto a las ganancias que se cargará a las tarjetas argentinas fuera de la Argentina será del 20 por ciento.

 
Creo que caí víctima del gusto argentino por las teorías conspirativas que, en general, intentan convertir en astucia malévola lo que no es más que incapacidad: la famosa inepcia. En este caso está claro que el viernes el gobierno -o por lo menos su ministro de Economía- pensaba reducir el impuesto del 35 al 20 por ciento. El sábado ese mismo ministro pensaba o dijo lo contrario. Lo que interpreté como ambigüedad era solo contradicción, decir y desdecirse, indecisión extrema: no sé ni lo que hago.

Por otras vías, la conclusión sigue siendo la misma: lo lógico es no creerles un carajo. 

© Escrito por Martín Caparrós el Domingo 26/01/2014 y publicado por el Diario El País de Madrid, España.


sábado, 25 de enero de 2014

Del dicho al hecho… De Alguna Manera...


La derrota cultural K…

Uniforme de combate. César Milani. Dibujo de Pablo Temes

Cómo el propio Gobierno demuestra en la gestión que la batalla por una sociedad justa era, más que nada, retórica. Del dicho al hecho.

No es lejano el recuerdo de cuando se hablaba de la “batalla cultural” ganada por el kirchnerismo. Apenas tres años después de aquel juicio impactante, con la misma contundencia y el mismo apoyo empírico aquella vez alegados, podemos proclamar la noticia, en principio muy buena, de su derrota. Necesito aclarar por qué digo que la noticia es “muy buena,” por qué digo que es “contundente,” y por qué digo sólo “en principio”.

La noticia es muy buena porque, finalmente, el kirchnerismo dejó claro que era más un obstáculo que un medio para alcanzar una sociedad más justa, más igualitaria y sobre todo más fraterna. Luego del huracán de su paso por diez años, los niveles de pobreza y desigualdad son dramáticos en términos históricos, y con tendencia al empeoramiento (la diferencia de ingresos entre el 20% superior y el 20% inferior era de 7,36 en 1961, 10,24 en 1986, 12,28 en 2009, y en grave declive desde entonces, si las simuladas cifras oficiales nos permitieran confirmarlo); todos los servicios públicos básicos aparecen abandonados; y los lazos sociales se han corroído hasta los niveles de horror que comprobamos durante los últimos saqueos: vecindarios armados contra un “enemigo interno”, nacido y criado en su propio vientre.

La noticia es contundente porque hoy ya no es necesario hacer esfuerzos de “desenmascaramiento”. Para cualquiera –salvo para el núcleo duro de su militancia– el kirchnerismo es, más que la contracara, la caricatura de los ideales que alguna vez predicó. Años atrás, cualquiera podía entender de qué hablaba el kirchnerismo cuando sacaba el pecho y contraponía el intervencionismo estatal (con el que se identificaba) al neoliberalismo menemista (al que repudiaba con el fanático fervor de los conversos). Hoy, en cambio, el kirchnerismo representa la falta de luz en verano, ante los primeros calores; la falta de gas en invierno, ante los primeros fríos; tarifas subsidiadas para los ricos y caras para los más pobres; una red de transporte que nos condena al sufrimiento, con trenes que luego de la masacre siguen rodando salvajes, amenazantes: un insulto que se graba día a día sobre la piel de un pueblo cansado. Pese a la retórica estatista, fue el kirchnerismo el que obligó a ese pueblo a recurrir al abuso de los proveedores privados. En manos privadas hubo que recalar para proveerse de los bienes dignos que antes garantizaba un Estado bueno: primero salud y educación, luego transporte y seguridad, enseguida el agua porque bajaba sucia, y –la novedad de estos días– generadores de electricidad particulares.

Años atrás, hablar de las continuidades existentes entre menemismo y kirchnerismo resultaba una provocación que corría en desventaja, una injuria que debía demostrarse ante interlocutores impávidos. Hoy, esa continuidad es demasiado obvia como para ser demostrada. No sólo porque el elenco es casi el mismo (repásese la lista de los principales legisladores, gobernadores, intendentes), sino, sobre todo, porque la estructura económica y social del país no difiere mucho de la que entonces predominaba: la economía está tan concentrada y más extranjerizada que durante el menemismo; el país quedó maniatado a la voluntad de los Repsol, los Chevron, las compañías mineras contaminantes y los empresarios del juego. Es decir, seguimos dependiendo de las decisiones de un puñado de empresarios ricos, envueltos en negocios sucios, y aplaudidos por la misma farándula excitada de los años idos.

Carcomida la retórica K sobre el Estado, la de los derechos humanos pasó a ser la última frontera de su legado. La debacle en la materia fue brutal: medidas y nombramientos sucedidos uno tras otro, sin respiro, sin compensación y sin matices: la ley antiterrorista, aprobada –para no dejar dudas– como primera ley del cristinismo. Enseguida llegaron el espionaje sobre militantes sociales (Proyecto X), organizado por el Ministerio de Seguridad; el uso de las fuerzas armadas para resolución de conflictos internos; los nombramientos de Sergio Berni en el Ministerio de Seguridad, César Milani al frente de la Inteligencia, Alejandro Granados en la Seguridad de la Provincia, Alejandro Marambio en el Servicio Penitenciario. No eran errores ni excesos, sino una política consistente, rotunda y sin fisuras, que se coronó días atrás con Hebe de Bonafini abrazada a Milani, nuevo jefe del Ejército, y un coro de partidarios celosos balbuceando tonterías.

Los hechos señalados sólo ilustran el fin de la fábula. Dejo constancia de que hasta aquí no mencioné siquiera a la corrupción; no he dicho nada sobre los diez años de mentiras del Indec; nada del hiper-presidencialismo; nada sobre la hostilidad con los campesinos e indígenas; nada sobre el modo en que desalientan, ridiculizan y atacan a la participación popular, a las ONG, a los grupos ambientalistas; nada sobre el modelo extractivista, clientelista y consumista de desarrollo. No es necesario hacer más esfuerzos argumentativos. Quien no quiera convencerse no será convencido por nadie, pero ya no es necesario convencer a más gente. (Hasta hace poco, muchos veían estos problemas, pero los balanceaban diciendo que el peronismo era liderazgo, la única garantía de gobernabilidad en un país desbocado. Pero luego de meses de una presidenta ausente, con pánico de contaminar su investidura con algún problema; luego de saqueos que recorrieron el país en medio de la falta de luz, gas, agua, trenes, policía, es difícil seguir repitiéndolo. El peronismo no garantiza la gobernabilidad, y es parte fundamental de los problemas que la ponen en crisis).

El kirchnerismo perdió la batalla cultural, pero el problema es que el mal contra el que peleamos lo trasciende largamente. De allí que la buena nueva de su derrota sea buena sólo “en principio.” Las bases de la desigualdad estructural, que el kirchnerismo consolidó como nadie, nacieron antes que él, y seguirán luego de su duelo. Resolver la desigualdad no requiere sólo medidas que no se toman, sobre una estructura de miseria sólida e intacta, sino disposiciones morales y actitudes sociales –un ethos extendido– que hace años quedaron exhaustas. Por eso la derrota del kirchnerismo no significa victoria. La disputa por una sociedad justa, igualitaria, fraterna la venimos perdiendo desde hace años.

© Escrito por Roberto Gargarella, Doctor en Derecho, el Domingo 12/01/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

viernes, 24 de enero de 2014

Primer auto de Fórmula Eléctrica... De Alguna Manera...


Deslumbró el primer auto de Fórmula Eléctrica...


El primer automóvil de Fórmula E, que participará en una futura competencia de autos de carrera cuyo objetivo es poner en la mira a los vehículos eléctricos, tuvo un deslumbrante debut en Las Vegas.

 Spark-Renault SRT-01E

El brillante Spark-Renault SRT-01E, capaz de desarrollar una velocidad superior a los 225 kilómetros por hora, competirá en el primer Campeonato de Fórmula E cuya temporada dará comienzo en septiembre en Pekín, y constará de 10 carreras auspiciadas por la Federación Internacional del Automóvil (FIA), organización que regula a nivel mundial las competencias de automovilismo.

"La Fórmula E es el futuro del automóvil, pienso que esto cambiará la percepción que se tiene de los vehículos eléctricos", dijo Paul Jacobs, jefe ejecutivo de Qualcomm, una de las corporaciones patrocinadoras del equipo.

La Fórmula E tendrá 10 equipos en competencia, cada uno de ellos con dos conductores.

El piloto brasileño Lucas Di Grazzi condujo el vehículo dentro de una playa de estacionamiento, demostrando a los espectadores y a los medios la capacidad con que cuenta esta máquina, equipada totalmente con motor eléctrico.

"Es un sentimiento diferente a cualquier otro", dijo Di Grazzi a la prensa tras conducir el Spark-Renault SRT-01E, añadiendo que "uno tiene que ser más preciso...pero es más eficiente".

El patrón de la Fórmula E, Alejando Agag, dijo que espera que este campeonato estimule la inversión en los vehículos eléctricos y les cambie su imagen.

"La Fórmula E es un campeonato con una misión", señaló. "Los automóviles eléctricos han sido percibidos como lentos...buscamos que más consumidores tengan un auto eléctrico", añadió.

La Fórmula E realizó esta demostración en el marco del Salón Internacional de la Electrónica de Consumo (CES) que se lleva a cabo en Las Vegas.

© Escrito por Ricardo Braginski el Viernes 24/01/2014 y publicado por el Diario Ambito Financiero de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Las fotos






¿Se muere Facebook?.... De Alguna Manera...


Pronostican la muerte de Facebook: perdería 80% de usuarios en 3 años...


Lo afirma una investigación de la Universidad de Princeton. Dicen que la red social finalmente dejará de usarse.

¿Es lo mismo “contagiarse” con las redes sociales que pescarse una gripe? ¿Nos “infectamos” igual con los medios sociales que con los virus, bacterias y otros “bichos” biológicos que andan por ahí? John Cannarella y Joshua Spechler, investigadores de la Universidad de Princeton, creen que sí. Y fueron más allá: elaboraron un modelo matemático que toma datos de las evoluciones de las epidemias humanas y lo aplicaron al uso de Facebook. El resultado es fulminante: la red social de Mark Zuckerberg desaparecería muy pronto. Los científicos se animaron a más precisiones: pronosticaron que en los próximos tres años Facebook perderá el 80% de sus usuarios.

Los jóvenes investigadores estadounidenses, que con este trabajo aspiran a un doctorado, parten de la premisa de que las ideas, al igual que las epidemias, se propagan entre las personas antes de comenzar a morir. “Aquellos que difunden una idea, tarde o temprano pierden interés en ella y dejan de comunicarla”, afirman. Facebook tiene hoy 1.200 millones de usuarios, según la misma empresa. Casi un sexto de la población mundial.

La metodología del estudio es bastante sencilla. Para proyectar el futuro de la red social, los autores analizaron la evolución de las búsquedas de la palabra “Facebook” en Google. Observaron que esa búsqueda alcanzó su punto máximo en diciembre de 2012. Desde entonces, no paró de descender.

Aplicando el “modelo epidemiológico en la dinámica de las redes sociales” (así lo llamaron), los autores llegaron a la conclusión que, en tres años, Facebook tendrá apenas 240 millones de usuarios.

De acuerdo al estudio, Facebook se habría extendido entre la población mundial como una enfermedad infecciosa, pero los usuarios de a poco nos hacemos “inmunes a sus atractivos”.

Para sostener aún más la investigación, Cannarella y Spechler compararon la evolución proyectada (hacia la muerte) de Facebook con la que tuvo MySpace, otra red social que nació en la misma época que la de Zuckerberg, pero que no se pudo sostener y hoy prácticamente nadie la usa.

Entre las críticas al estudio, se le señala que no considera el uso de Facebook en teléfonos celulares, por donde ingresa el 78 por ciento de los usuarios en los Estados Unidos, y gran parte del público argentino también. Los que acceden por celular normalmente se dirigen a la aplicación de Facebook, no lo hacen a través de Google.

Si el comportamiento que las personas tenemos en las redes sociales puede compararse con las epidemias biológicas, tampoco queda claro por qué seguimos insistiendo con otros productos culturales como el libro, que ya lleva más de mil años de uso.

© Escrito por Ricardo Braginski el Viernes 24/01/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.