miércoles, 17 de julio de 2013

Textual… De Alguna Manera...


Textual…

Es necesario el establecimiento de un clima permanente de orden, disciplina y exigencia en la sociedad, premisa imprescindible para consolidar el avance de la actualización del modelo económico y no admitir retrocesos contraproducentes.

Este tema no resulta agradable para nadie, pero el primer paso para superar un problema de manera efectiva es reconocer su existencia en toda la dimensión y hurgar en las causas y condiciones que han propiciado este fenómeno a lo largo de muchos años. No debemos restringirnos a debatir con toda crudeza la realidad, si lo que nos motiva es el más firme propósito de rebasar el ambiente de indisciplina que se ha arraigado en nuestra sociedad y ocasiona daños morales y materiales nada despreciables.

Hemos percibido con dolor, a lo largo de los años, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás.

Una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado. Se propagaron con relativa impunidad las construcciones ilegales, además en lugares indebidos, la ocupación no autorizada de viviendas, la comercialización ilícita de bienes y servicios, el incumplimiento de los horarios en los centros laborales, el hurto y sacrificio ilegal de ganado, la captura de especies marinas en peligro de extinción, el uso de artes masivas de pesca, la tala de recursos forestales, el acaparamiento de productos deficitarios y su reventa a precios superiores, la participación en juegos al margen de la ley, las violaciones de precios, la aceptación de sobornos y prebendas y el asedio al turismo.

Conductas antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad.

Se tolera como algo natural tirar desechos en la vía; hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; marcar y afear paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de embriaguez; el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas; se convive con el maltrato y la destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines y áreas verdes; se vandaliza la telefonía pública, el tendido eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de los acueductos, las señales del tránsito y las defensas metálicas de las carreteras.

Igualmente, se evade el pago del pasaje en el transporte estatal o se lo apropian algunos trabajadores del sector; grupos de muchachos lanzan piedras a trenes y vehículos automotores, una y otra vez en los mismos lugares; se ignoran las más elementales normas de caballerosidad y respeto hacia los ancianos, mujeres embarazadas, madres con niños pequeños e impedidos físicos. Todo esto sucede ante nuestras narices, sin concitar la repulsa y el enfrentamiento ciudadanos.

Lo mismo pasa en los diferentes niveles de enseñanza, donde los uniformes escolares se transforman, al punto de no parecerlo, algunos profesores imparten clases incorrectamente vestidos y existen casos de maestros y familiares que participan en hechos de fraude académico.

Es sabido que el hogar y la escuela conforman el sagrado binomio de la formación del individuo en función de la sociedad, y estos actos representan ya no sólo un perjuicio social, sino graves grietas de carácter familiar y escolar. Esas conductas en nuestras aulas son doblemente incompatibles, pues además de las indisciplinas en sí mismas, hay que tener presente que, desde la infancia, la familia y la escuela deben inculcar a los niños el respeto a las reglas de la sociedad.

Lo más sensible es el deterioro real y de imagen de la rectitud y los buenos modales. No puede aceptarse identificar vulgaridad con modernidad, ni chabacanería ni desfachatez con progreso; vivir en sociedad conlleva, en primer lugar, asumir normas que preserven el respeto al derecho ajeno y la decencia.

El delito, las ilegalidades y las contravenciones se enfrentan de manera más sencilla: haciendo cumplir lo establecido en la ley, y para ello cualquier Estado, con independencia de la ideología, cuenta con los instrumentos requeridos, ya sea mediante la persuasión o, en última instancia, si resultase necesario, aplicando medidas coercitivas.

Es hora ya de cumplir y hacer cumplir lo que está establecido, tanto en las normas cívicas como en leyes, disposiciones y reglamentos. A pesar de las innegables conquistas educacionales alcanzadas, hemos retrocedido en cultura y civismo ciudadanos. Tengo la amarga sensación de que somos una sociedad cada vez más instruida, pero no necesariamente más culta.

***


Estas son palabras textuales. Eliminé sólo unas pocas del texto completo, para que no se advirtiera enseguida quién las había dicho. Tienen plena vigencia en la Argentina, pero las pronunció el 7 de julio de 2013 el general de Ejército Raúl Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la primera sesión ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el año 55 de la Revolución. Me limité a bajarlas del sitio de Granma, el diario del Partido Comunista cubano. Fueron dichas, en y para Cuba, por el hermano de Fidel Castro.



© Escrito por Pepe Eliaschev el sábado 13/07/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



 

martes, 16 de julio de 2013

El relato falla... De Alguna Manera...


Estigmas K...



El relato falla, las insustancialidades oficiales. Los casos de Moreno y Jaime. La verborrea del kirchnerismo para sostener el “relato” ha desnudado en estos días la dimensión creciente de sus contradicciones y sus insustancialidades.

Cómo no mencionar lo contradictorio de quejarse por el espionaje –reprochable– de los Estados Unidos y, por otro lado, defender el Proyecto X, y además nombrar como comandante en jefe del Ejército a un general de Inteligencia –César Milani–, área en la que estas prácticas son el pan de cada día.

Cómo no señalar lo insostenible de criticar a empresarios que se llevaban la plata en pala y, al mismo tiempo, defender a Lázaro Báez, que en su meteórica carrera de la nada a potentado ha demostrado llevarse millones en bolsas de consorcio, bolsones, camionetas y otros etcéteras.

Cómo no subrayar lo desopilante de zamarrear hace unas pocas semanas públicamente a Daniel Scioli –por no hacerse cargo de las cosas, por no tener gestión (inundaciones en La Plata), por no defender a la Presidenta de sus críticos, por querer tener un millón de amigos, por no representar genuinamente el proyecto, por ser hombre de las corporaciones y otras tantas descalificaciones– y ahora ponerlo como mascarón de proa de la campaña de Martín Insaurralde en la provincia de Buenos Aires.

A propósito: a aquellos con quienes Scioli negoció hasta las primeras horas de la tarde del sábado 22 de junio la participación de su esposa, Karina Rabolini, como segunda candidata en la lista que lidera Sergio Massa –una de esas personas es Alberto Fernández– el gobernador les dice que lo que lo llevó a abortar esa movida fue su temor de que le echaran la culpa de la eventual derrota del oficialismo y su convicción de que, tras ello, el Gobierno caería (sic).

En algunas filas del funcionariado nacional se percibe un estado que es producto de una mezcla de fatiga, desencanto y perplejidad.

Allí se observa azoro ante muchos de los dichos de la Presidenta. “Cristina no escucha a nadie”, es la expresión que más circula entre esos hombres y mujeres que pasan sus horas en despachos oficiales, sean de la Casa Rosada o de los distintos ministerios.

Otra cosa evidente es la falta de conducción y de estrategia de la campaña del oficialismo. Los dichos de Julio De Vido del jueves ante un grupo de intendentes K –“los intendentes que pierdan que se olviden de recibir plata”, dijo– representan una manifiesta acción de extorsión política expresada de manera desembozada y abierta. Son, a la vez, un signo de debilidad y también de cierta desesperación.

La apretada configura, además, un manifiesto abuso de los poderes de funcionario público que el Código Penal castiga. Esta práctica forma parte del abecé del manual de usos y costumbres del kirchnerismo.

El día que deje de ser ministro, es altamente probable que a De Vido le aguarde un largo deambular por los pasillos y los despachos de los tribunales de Comodoro Py, en los que se ventilan los casos de corrupción.

En el medio de este “todo vale” que el Gobierno aplicará para su campaña electoral hecha con fondos públicos, es probable que asistamos a la utilización de las Fuerzas Armadas como herramienta proselitista.

Eso es lo que ocurrirá con su participación creciente en estos meses en tareas de asistencia social.

No hay que olvidar que el ministro de Defensa, Agustín Rossi, prometió reeditar el “Operativo Dorrego” desarrollado en 1973, que consistió en tareas de reparación de escuelas, calles y edificios públicos en zonas carenciadas de la provincia de Buenos Aires realizadas conjuntamente por tropas del Ejército e integrantes de Montoneros. Ahora, el lugar de los Montoneros lo tomará La Cámpora.

Otra cosa que se va perdiendo es el efecto de la magia. Antes, Guillermo Moreno sacaba un conejo de su galera y, previo a fracasar, funcionaba por algún tiempo; ahora eso se va acabando.

El pan a diez pesos dura hasta que se acabe el stock. Algunas veces eso ocurre a las 10 de la mañana, y muchas otras, bastante más temprano. Como se ve, muy poco serio.

Los acuerdos de precios son una ilusión vana. Los Cedin entusiasman poco a muy pocos. El dólar blue rebotó y el viernes cerró a 8,30/8,40 pesos. “Me quiero ir” es una expresión que varios ya le han escuchado decir a Moreno. No se irá hasta el último segundo del último minuto del mandato de Cristina Fernández de Kirchner. A sus muchas tareas –en todas viene fracasando– ahora ha agregado la de representante del Gobierno en las asambleas del Grupo Clarín.

Esto también es producto de las malas noticias que la realidad le depara al Gobierno. La medida dispuesta por la Comisión Nacional de Valores es grave y reaviva la embestida del kirchnerismo para intervenir y destruir la única estructura multimediática independiente que existe en la Argentina.

El viernes último fue un mal día para el oficialismo.

Enfrascados en las fantasías del “relato”, en la Babel de Olivos nadie tenía el más mínimo indicio de la resolución que había tomado el juez federal Claudio Bonadio de ordenar el encarcelamiento del ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime.

La sorpresa y la preocupación fueron de tal magnitud que el “Ministerio del Humo” debió salir a las corridas a buscar algo con que contrarrestar el impacto causado por esa noticia.

Por ello, tras recibir un llamado de alguien del Gobierno, la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, debió concurrir a las apuradas a su despacho para emitir su dictamen –favorable al Gobierno– sobre la constitucionalidad de los artículos 161 y 45 de la Ley de Medios.

Jaime le plantea al kirchnerismo un verdadero dolor de cabeza.

El ex secretario de Transporte era un hombre de acceso directo a Néstor Kirchner y a quien el ex presidente defendía a capa y espada, algo de lo cual el senador Luis Juez da testimonio cada vez que le tocan el tema.

El caso de Ricardo Jaime es emblemático de la corrupción que mata, uno de los estigmas del kirchnerismo y de la “década ganada”.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 13/07/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

domingo, 14 de julio de 2013

Lo insustancial, CFK y Sergio Massa... De Alguna Manera...


Insustancial…


“Cristina Kirchner subestima a Sergio Massa como una verdadera amenaza. Cree que la picardía política del intendente es proporcional a su falta de sustancia” (de la columna “Cristina, entre encuestas y dólares”, de Damián Nabot, el domingo pasado en Perfil). 

Probablemente la Presidenta tenga razón acerca de la insustancialidad de Massa, entendiendo por sustancia de la política la ideología. El mejor ejemplo es la estrategia comunicacional de Massa como flamante candidato: fue al programa de Alejandro Fantino (se llama Animales sueltos) y aspira a ir al de Susana Giménez.

No exponerse a responder preguntas de periodistas políticos es una señal. Hay quienes ven en esa actitud de Massa inseguridad y vacío: no sabría qué responder. Y otros lo interpretan como una demostración de fortaleza: no precisa mostrar su sustancia para ganar.

Pero tenga o no Massa sustancia, la insustancialidad de lo que Massa representa se plasma en su ambigüedad ideológica sin importar que sea el resultado de una elección o una limitación.

¿Cómo alguien tan insustancial llega a ser el político con mejor imagen y mayor intención de voto de la Argentina? La perplejidad surge de la idea de mérito, de justificación, de sustancia traducida como virtud. Cristina Kirchner quedó apegada al planteo clásico de la esencia: para Platón, sólo es lo que se encuentra en el mundo de las ideas, lo sensible no tiene ni esencia ni existencia, es pura apariencia; o sea, Massa.

La política electoral es relacional, es como el poder, reducible a una cuestión de posición. 

Las representaciones electorales son como las representaciones lingüísticas. Lo que une la representación con lo representado es arbitrario y convencional.

Tomando la representación política como el significante y lo representado como el significado, se podría apelar al texto canónico Curso de lingüística general del suizo Ferdinand de Saussure, quien sostenía que en la lengua “no había que prestar atención a lo sustancial, a lo sustantivo sino, por el contrario, sólo a lo relacional”.

Saussure funda la lingüística moderna al romper con el enfoque clásico de pensar al signo en relación con aquello que representa, simplificadamente: ningún lazo natural los une.
 
Para Saussure, “el significante lingüístico es incorpóreo, está constituido no por su sustancia material sino exclusivamente por las diferencias que lo separan (de los otros)”.

La lingüística de Saussure se transformó en la disciplina guía del estructuralismo, influenciando múltiples campos (la cultura es un lenguaje), como en la antropología a Lévi-Strauss, cuya teoría de la alianza se basa en el intercambio de símbolos. Todos los fenómenos culturales, desde el arte hasta la política, son sistemas simbólicos de oposiciones binarias.

La significación, dice Saussure, no sale del elemento aislado y de su idea representada, el valor es el resultado de la interdependencia de una significación con otras significaciones que emana de la presencia de cada uno de los elementos dentro del sistema (por ejemplo, hoy Scioli más K que nunca).

Uno de los grandes teóricos de la posmodernidad, Fredric Jameson, calificó a nuestra época como “la tendencia saussureana de sustituir sustancias por relaciones”.
 
En su Curso..., Saussure escribió: “Para determinar el valor de una moneda de cinco francos, poco importa el elemento tangible que le sirve de soporte (hoy reservas en dólares), hay que saber que se la puede trocar por una cantidad determinada de una cosa diferente” (el pan de $ 10 de Moreno, por ejemplo).

El valor de un elemento de un sistema no es el propio fuera de contexto sino en relación con otros elementos con los que comparte el sistema. Lo determinante es el lugar que el elemento ocupa en esa red de relaciones, y nunca es el resultado solitario del elemento sino de la copresencia de todos los demás con los que se relaciona.

Lo único esencial es la relación, nunca el elemento, y esa relación nunca puede ser creada ni modificada sólo por el individuo. “El valor de cada uno de los signos –decía Saussure– es el resultado de la presencia simultánea de los otros”.

Massa no representaría lo que representa si el oficialismo y la oposición previos a su surgimiento no hubieran creado la demanda que Massa viene a representar. “Los valores se definen en oposición a otros valores del mismo sistema y al campo asociativo basado en relaciones de semejanza”.
 
Massa, como significante de la ambigüedad, remite a un concepto multidimensional, a una representación colectiva, donde –parafraseando al semiólogo Christian Metz– “la (in)inteligibilidad del objeto (Massa) se convierte a su vez en objeto”.

Umberto Eco escribió: “La imprecisión, la debilidad y la incompletud no impiden que se hable de código, a lo sumo se hace ambigua la significación y difícil la comunicación”.
 
Massa es signo del vacío político que lo creó. Es, fundamentalmente, producto de Cristina Kirchner, que eligió a un “insustancial” para ser su primer jefe de Gabinete no heredado.

La insustancialidad es un signo de época. No sólo es un atributo de Massa: también lo es de Scioli y de Macri, los tres principales candidatos actuales a presidir el país en 2015.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el viernes 12/07/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.