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domingo, 29 de enero de 2023

Qué berreta… @dealgunamaneraok...

 Qué berreta…


Coincidencias sonoras, ¿Berretta o beretta? Dibujo: Pablo Temes

El Gobierno no para de hacer papelones: Celac, Corte, peleas... 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 28/01/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 

Berreta: adj. coloq. Arg. De mala calidad. Éste es el significado que aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua de una palabra que define a la perfección al desmembrado elenco de politicastros que hoy están a cargo de la administración del país.

En efecto, comenzando por el mismísimo Alberto Fernández, todo lo que exhibe el actual gobierno es berreta. Es berreta lo que dice y es berreta lo que hace. Un botón de muestra de ello fue la intrascendente reunión de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac).

Muy en off, algunos de los que acompañaron a Luiz Inácio “Lula” Da Silva no pudieron evitar la sorpresa al palpar el nivel de tensión interna y desorganización que se vive dentro del Gobierno. El hip-hop que hubo alrededor del frustrado encuentro entre el presidente del Brasil y la vicepresidenta de la Argentina fue propio de un reality. CFK exigía que Lula la visitase en su despacho del Congreso, mientras que el mandatario brasileño pretendía que, por razones de seguridad y logística, el encuentro se realizara en el Hotel Sheraton en el que se alojaba. En cambio, no hubo tal disputa con el expresidente uruguayo José Mujica, a quien Lula visitó en su chacra ubicada a las afueras de Montevideo. El kirchnerismo podrá armar el relato que crea conveniente para explicar el desaire; lo único cierto es que la reunión no se produjo. 

Argentina sigue siendo rehén de gran parte de una dirigencia política que solo busca proteger su interés. 

No fue muy distinta la impresión –decididamente mala– que se llevaron los empresarios que acompañaron al presidente brasileño. “Todo lo que pudimos ver del gobierno argentino es poco serio”, dijo uno de ellos que representaba el parecer de varios de sus colegas. 

Una de las iniciativas que generó sorna en la delegación brasileña fue la de la moneda común, a la que se pretende bautizar con el nombre de “Sur”. Hay que recordar que ya en tiempos de los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney hubo un intento similar. La moneda común se iba a llamar “Gaucho” y la memoria nos trae al presente un hecho contundente: esa iniciativa murió antes de nacer. 

Enojos. Ahora sabemos que el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro se enojó con AF porque no lo invitó a la reunión de Lula con las organizaciones de Derechos Humanos. Como hubiera dicho el inolvidable Antonio Carrizo, De Pedro ha ingresado al club de los ofendidos y humillados. 

El episodio escaló y tuvo ribetes novelescos. La ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, le exigió a De Pedro que se defina: “o estás adentro o estás afuera”, en referencia a la “falta de códigos” de los que critican siendo parte del Gobierno. Lo curioso es que Tolosa Paz se definía a sí misma en público y en privado como “la más albertista de los kirchneristas y la más kirchnerista de los albertistas”. 

El episodio continuó subiendo de tono y personajes de segunda línea de la provincia de Buenos Aires cercanos a Axel Kicillof –que ni siquiera valen la pena mencionar– volvieron a cruzar a la ministra para ver si elevaban su propia estima interna y ganaban algunas líneas en los diarios.   

Desde el inicio de este Frankenstein que es el gobierno nacional cada uno tuvo que salir a explicar de qué lado estaba. En palabras de Diego Latorre en sus tiempos de futbolista del club de la Ribera: “Un Cabaret”. 

Reculando en chancletas

Otro papelón. Desde su génesis todo fue contra natura. El tiempo se encargó de confirmarlo. Berreta también fue la primera reunión de la Comisión de Juicio Político que tuvo lugar el jueves último y lo será todo el proceso en ese sentido. Iniciativa que sólo encuentra explicación en la desesperación del kirchnerismo por intervenir el Poder Judicial para cooptarlo.

Sus mentores saben perfectamente que no tienen los votos necesarios para avanzar en la Cámara de Diputados con semejante disparate. Sin embargo, condenarán al país a la parálisis legislativa extendiendo este proceso tanto como sea posible para mantenerlo vivo en vísperas electorales.

La maniobra no está destinada a sumarle votos al oficialismo; más bien a sostener el frágil equilibrio interno para tirarle un hueso a la militancia dura. Un show que le saldrá muy caro a nuestro país que se verá sometido a una discusión estéril y dejará en segundo plano los problemas y necesidades reales de los ciudadanos argentinos. La disociación con la realidad es total. 

“No saben qué decir cuando se les recuerda que esta Corte tuvo su origen en los inicios de la presidencia de Néstor Kirchner. Se les queman todos los papeles y responden con chicanas y agresiones. Estamos obligados a debatir en un proceso que ni siquiera debería existir y eso lo vamos a recordar en cada una de las reuniones”, se quejó un diputado de Juntos por el Cambio al retirarse de la escena por los pasillos del Congreso. 

Otro indicador de la intrascendencia del proceso fue la ausencia de los principales cronistas de exteriores y periodistas acreditados en el Congreso dentro de la sala A del edificio anexo al palacio legislativo donde se reunió la Comisión. Curiosamente en la sala contigua acondicionada con unos banners que hacían referencia al convite, un puñado de canales de televisión afines al oficialismo hacía desfilar a los diputados kirchneristas ante sus cámaras para garantizar la difusión. 

Si en este primer encuentro que debió ser informativo y reglamentario no faltaron los insultos, las bajezas y la falta de respeto, lo que vendrá será aún peor.

La Argentina sigue siendo rehén de gran parte de una dirigencia política que busca proteger sus intereses sin el más mínimo decoro e interés por la Nación.




     

viernes, 9 de diciembre de 2022

«El bolsonarismo no es sólo malo para Brasil, sino para el mundo»... @dealgunamaneraok...

 Gabriela de Lima Grecco: «El bolsonarismo no es sólo malo para Brasil, sino para el mundo» 

Jair Bolsonaro en el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo brasileño.

Entrevistada por Salvador Lima, la historiadora Gabriela de Lima Grecco analiza la derrota de Bolsonaro y repasa la historia política brasileña al calor de la polarización del presente. 

© Escrito por Salvador Lima (*) el miércoles 06/12/2022 y publicado por el Periódico Digital La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
 

“Hemos llegado al final de una de las elecciones más importantes de nuestra historia. Una elección que puso frente a frente dos proyectos opuestos de país, y que hoy tiene un único y gran ganador: el pueblo brasileño. Esta no es una victoria mía, ni del PT, ni de los partidos que me apoyaron en esa campaña. Es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó, por encima de los partidos políticos, de los intereses personales y de las ideologías, para que la democracia saliera vencedora.”

Con esta reivindicación de la democracia abrió Lula su primer discurso, tras la segunda vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas. Ahora bien, contra todos los pronósticos que aseguraban un triunfo apabullante del candidato petista, su victorial electoral fue definida por un margen muy estrecho de votos que no sólo deja al nuevo/viejo presidente un panorama político muy complejo para los próximos cuatro años, sino que plantea un escenario de polarización maniquea poco habitual en Brasil. Para comprender un poco mejor el asunto, hemos hablado con la historiadora Gabriela de Lima Grecco para tener una explicación cabal y brasileña sobre el significado de este momento político de Brasil y su perspectiva histórica. Gaúcha del sur brasileño, doctora en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid y actual profesora de Historia de América Latina en la Universidad Complutense, Lima Grecco ha colaborado en universidades de Estados Unidos y Europa y es especialista en fascismos europeos y latinoamericanos. Sobre este tema, ha escrito más de cuarenta artículos, así como ha coordinado diversas obras y publicado dos libros de su autoría.


¿Por qué crees que estas elecciones tuvieron tanta repercusión internacional? 

Creo que todo el mundo estaba bastante expectante por las elecciones debido a la dinámica transnacional de esta “extrema derecha 2.0”, tal como la llama el historiador italiano Steven Forti de la Universidad de Barcelona. Se trata de una red internacional populista de derecha que podemos identificar con personajes como Donald Trump, Viktor Orbán, Giorgia Meloni y Jair Bolsonaro. Debido el peso relativo de Brasil en la región, muchos teóricos y políticos estaban muy preocupados por la influencia que podía tener Bolsonaro en América Latina, siguiendo la premisa de Richard Nixon, wherever Brazil goes, Latin America follows. Después de todo, en aquellos años, la dictadura brasileña (1964-1985) fue modélica para otros regímenes autoritarios en América Latina y financió y apoyó golpes militares en los países vecinos. De modo que lo que pasa en la política brasileña es siempre relevante para la región. Ahora bien, si la derecha bolsonarista no tuvo éxito en ganar las otras elecciones recientes en la región (aunque habría que estar atentos al largo plazo), en cambio, es preocupante su eficacia en contagiar discursos violentos y radicales en otros países. El bolsonarismo no es sólo malo para Brasil, sino para el mundo. De ahí el apuro de Joe Biden, Emmanuel Macron y otros líderes democráticos por avalar la victoria electoral de Lula.

«Lo que pasa en la política brasileña es siempre relevante para la región. Ahora bien, si la derecha bolsonarista no tuvo éxito en ganar las otras elecciones recientes en la región (aunque habría que estar atentos al largo plazo), en cambio, es preocupante su eficacia en contagiar discursos violentos y radicales en otros países».


¿Qué significado tuvo el apoyo expreso de Fernando Henrique Cardoso a la candidatura de Lula? Hubo cierto aire a “frente antifascista” en estas elecciones.

Como dices, a diferencia de la neutralidad que adoptó en 2018, para estas elecciones Fernando Henrique sí comprendió el peligro que implicaba una posible victoria de Bolsonaro para la democracia brasileña y adoptó una postura de apoyo firme a Lula. De todos modos, como historiadora, no utilizaría el término frente antifascista. Hay muchas diferencias entre el fascismo clásico y la extrema derecha moderna. Sí se puede hablar de un frente democrático contra el bolsonarismo. Además de FHC, también hay que recordar que el compañero de fórmula de Lula es Geraldo Alckmin, otro personaje histórico del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). Vemos que la candidatura de Lula estuvo muy inclinada al centro político, evitando discursos sectarios de izquierda o populistas. Además, a pesar de todas sus diferencias de ideas, Lula y FHC siempre tuvieron una relación muy respetuosa y de reconocimiento mutuo. Por otro lado, hubo mucha continuidad entre las políticas de Lula y Cardoso, cuyo gobierno no fue tan neoliberal como el de Menem. Por ejemplo, las bolsas de familia y las cuotas raciales, emblemas de la política social del PT.

¿Qué análisis hace del lugar gobierno de Bolsonaro en la historia de Brasil? 

La gran marca histórica de Bolsonaro es que rompió con una tradición política brasileña de buscar el consenso a la hora de gobernar. Para poner un ejemplo extremo, durante el 
Estado Novo (1937-1945), la dictadura Getúlio Vargas buscó cierto consenso social, incorporando políticos opositores a las funciones de gobierno, incluso algunos comunistas. Hay colegas sostienen que la dictadura militar de los años ’60 y ’70 también practicó, moderadamente y a su manera, la misma cooptación de cuadros de los partidos políticos. Digamos que es un rasgo común de la cultura política de Brasil. Se trata, además, de una estrategia política, ya que, al incluir al adversario en el gobierno, se disminuye su capacidad de daño como opositor. Vemos que Lula ha hecho esto durante sus dos gobiernos y lo está haciendo ahora. Bolsonaro ha hecho todo lo contrario y, tras un comienzo de gobierno en el que prometió la colaboración con expertos de otros sectores, redujo su gobierno a personas como él. La otra gran ruptura de Bolsonaro con las tradiciones políticas brasileñas fue la politización de la religión. Aunque Brasil siempre fue un país religioso, Bolsonaro ha radicalizado mucho los elementos evangélicos de su discurso, logrando una conexión entre política y religión que no tiene precedentes, ni siquiera en Vargas o en los militares católicos de las décadas de 1960 y 1970.


Es decir que esta polarización que produce Bolsonaro es algo nuevo. ¿No hay antecedentes en la historia democrática del Brasil?

No, los discursos de odio de Bolsonaro y su fascinación con la dictadura militar han provocado una división social sin precedentes en la historia democrática. Una de las frases de cabecera de la dictadura era “
Brasil, ame-o ou deixe-o” (Brasil, ámelo o déjelo). Bolsonaro ha recuperado ese espíritu nacionalista y de exclusión. Se ha apropiado de los símbolos nacionales, trazando divisiones entre los “verdaderos brasileños” y los que no lo son. Ha reiterado buena parte del mismo discurso político de la dictadura, especialmente en su obsesión con el comunismo, al cual ve siempre representado en el PT.



Al respecto de esta polarización, Lula afirmó que es necesario reconstruir el alma de Brasil. ¿En qué se diferencia el contexto doméstico que deberá afrontar en esta tercera presidencia con respecto a las anteriores?


Hay una frase que dijo Dilma Rousseff, en en Madrid, luego de haber sufrido el impeachment, que me parece más representativa: “Brasil tiene que encontrarse consigo mismo”. Luego de esta experiencia histórica de Bolsonaro, debemos mirarnos al espejo y repensarnos a nosotros mismos como país. Durante décadas, la identidad de Brasil fue enunciada a través de algunos mitos, como el de la democracia racial o el del ciudadano cordial. Lo cierto es que Brasil es un país muy violento, racista y pobre. Especialmente, la elite brasileña debe enfrentar estos problemas, debe mirar al pueblo de frente y reconocer sus deudas. La identidad brasileña tradicional se basó sobre unos pilares que ya no se sostienen, de modo que la dura realidad nos tiene que obligar a construir nuevos consensos. Yo creo que de esto es de lo que habla Lula y ahí tiene su gran desafío político, ya que enfrentará a uno de los congresos más conservadores de la historia de Brasil. El Partido Liberal (PL) de Bolsonaro domina la Cámara de Diputados y el Senado y los senadores en Brasil tienen un mandato de ocho años. Esto significa que el bolsonarismo (o algo parecido a él) va a estar durante dos mandatos presidenciales más en el Congreso. Será un verdadero reto para Lula. En cuando a la izquierda, a mi entender, el nuevo presidente va a tener que dialogar mucho más con el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), formado por gente que rompió con el PT en 2004 por considerarlo demasiado centrista. Esto también es un desafío. Con todo, confío en que Lula va a estar a la altura. Es un auténtico político.


Antes mencionaste las conexiones ideológicas de Bolsonaro con la dictadura de 1964-1985. Con respecto a Lula ¿qué momentos o personajes de la historia brasileña reivindica?

Me gustaría complementar lo que conté antes de Bolsonaro diciendo que, en su despacho, tiene o tenía los retratos de los cinco dictadores y él y sus hijos siempre han encomiado el Ato Institucional Nº 5 (AI-5) de 1968, un decreto de la dictadura que cerró el congreso y dio poderes especiales al presidente. Incluso, en 2016, durante el impeachment de Dilma Rousseff, él y sus hijos expresaron abiertamente sus simpatías para con Carlos Alberto Brilhante Ustra, antiguo militar y torturador de Dilma. En cuanto la pregunta de a quién mira Lula en la historia de Brasil, no sabría decir. Siempre me pareció un personaje muy auténtico que creó su propia carrera y mito. Si tengo que arriesgar una respuesta, es posible que mire a Getúlio Vargas, un hombre de convicciones nacionalistas y estatistas, que creó numerosas empresas públicas y que pretendía construir una identidad brasileña fuerte. Pero no estoy segura. Siempre vi a Lula como alguien distinto. Es el primer hombre de clase trabajadora que llega al poder, no pertenece a ninguna de las élites económicas, ni a la clase intelectual, ni se identifica con el Ejército.


«Siempre vi a Lula como alguien distinto. Es el primer hombre de clase trabajadora que llega al poder, no pertenece a ninguna de las élites económicas, ni a la clase intelectual, ni se identifica con el Ejército».   

Hablando de Getúlio, la «Era Vargas» fue la experiencia latinoamericana más afín al modelo fascista de entreguerras y, al mismo tiempo, fue un momento de expansión de derechos sociales y laborales. Teniendo en cuenta el discurso filofascista de la familia Bolsonaro y la agenda social del PT ¿Cómo debe interpretarse el legado histórico y político de Getúlio?


Las relaciones de Vargas con el fascismo siempre fueron complejas y conflictivas. El partido propiamente fascista en Brasil era Ação Integralista Brasileira(AIB) y estaba liderado por Plínio Salgado. Aunque, desde 1930, apoyaron a Vargas y su régimen autoritario, en 1938, Salgado intentó un golpe de palacio que no salió como esperaba. El resultado fue la captura y el fusilamiento de los integralistas por parte del Ejército y la disolución del AIB. Esto no quiere decir que no quedasen filofascistas en el gobierno de Vargas, pero hubo un quiebre. En cuanto a la agenda social, hay que comprender que la expansión de derechos laborales realizada por Vargas ocurrió en un contexto mundial que iba en esa dirección. Tanto en las democracias liberales, como en los regímenes fascistas, hubo mejoras en la calidad de vida y en las condiciones laborales de los trabajadores. Por ello, para denominar a la tradición política inaugurada por Vargas, la historiadora brasileña Ângela de Castro Gomes ha acuñado el término trabalhismo (que significaría “trabajismo” o laborismo en español), evitando las definiciones a veces simplistas de populista o fascista. El trabalhismo sería esta tradición política fundamentada en las relaciones entre los sindicatos y el Estado, luego heredada por João Goulart y Leonel Brizola. Entonces, si Bolsonaro adopta los símbolos propios de AIB, como “Dios, patria, familia” o su cruzada anticomunista, Lula, seguramente, construye su identidad en dicha tradición trabalhista.


El peronismo es un movimiento político con el que casi la mitad de los argentinos se siente identificada y que aún se denomina a partir del apellido de su fundador. En Brasil, no encontramos nada parecido. ¿Por qué dirías que nombres como Vargas o Goulart no han trascendido de la misma manera en las tradiciones populares de tu país?


En realidad, al no tener un movimiento varguista, Brasil no es la excepción, es la regla. Si miras las repúblicas sudamericanas, no es lo habitual un partido como el peronismo en las democracias actuales. En el transcurso de su historia, los brasileños hemos sino mucho menos personalistas a la hora de formar o dar identidad a los partidos políticos. De hecho, el bolsonarismo es, probablemente, un caso muy especial de movimiento que toma el nombre de un dirigente y que lo trasciende. De todas maneras, dudo mucho que tenga la trayectoria que logró el peronismo, hay que esperar. A la inversa, el lulismo no existe. En Brasil siempre hablamos del PT o del petismo. Es un partido institucionalizado de centro-izquierda. Lula es muy popular y hasta se lo puede acusar de populista, sin embargo, no tuvo ningún problema en ceder el poder a Dilma Rousseff. No planteó cambiar la constitución para apostar por una reelección indefinida y trató de retirarse de la política activa. Es más, mi opinión es que él hubiera preferido no presentarse a estas elecciones. Si lo hizo, fue porque consideró que era una necesidad del PT, no había ningún otro candidato capaz de enfrentar a Bolsonaro. Evidentemente, la cultura política brasileña no permite la construcción de personalismos al estilo peronista, aunque no sabría decir por qué, no soy una experta en el tema.
 


Lula da Silva y Jair Bolsonaro en el debate electoral de este año.
 

Lo que veo es que, en Brasil, hay mayor fragmentación partidaria, el PT no es el peronismo con su electorado incondicional del 40%. Además, ¿puede ser que los partidos brasileños estén mejor institucionalizados? Parece que allí es más difícil para un líder carismático condicionar toda una estructura partidaria o su competencia interna.


Puede ser que los partidos en Brasil sean más fuertes que los personajes. Tomando el caso de Fernando Henrique Cardoso ¿Es el símbolo del PSDB? La verdad que no, el partido tiene una narrativa, una misión y una estructura propia que va más allá de Cardoso, aunque éste haya sido presidente y uno de sus referentes más importantes. Pensándolo bien, lo que veo más parecido al peronismo en Brasil es el fenómeno trabalhista que mencioné antes. Sus ideas sindical-estatistas, el discurso soberanista y el estilo de liderazgo popular, que ejercieron Vargas, Goulart y Brizola, conectan al trabalhismo con la cultura política de la América hispana. Después de todo, estos tres referentes eran todos nativos de Rio Grande do Sul, un estado muy penetrado por las tradiciones políticas e ideológicas del Río de la Plata.


En 1986, Raúl Alfonsín tuvo la iniciativa de trasladar la Capital Federal a la ciudad de Viedma. Era un proyecto político que, además, pretendía producir un giro modernizador de la economía y la demografía argentina hacia la Patagonia. En los años ’50, Juscelino Kubitschek logró materializar una política análoga, con la fundación de Brasilia como símbolo de la "Marcha para o Oeste" ¿Qué balance histórico se puede hacer de esta política en Brasil?

Es muy difícil de evaluar los resultados profundos de la Marcha al Oeste, una política de Estado iniciada por Getúlio y continuada por Juscelino. Si comenzamos por el corto plazo, el objetivo desarrollista de construir Brasilia, una ciudad planificada y moderna se logró y el proyecto urbano de Oscar Niemeyer fue admirado y reconocido. Ahora, en el largo plazo, la Marcha al Oeste, como proyecto de modernización de la economía y el territorio nacionales que buscaba integrar el interior y corregir el desequilibrio demográfico en la costa, no tuvo pleno éxito. Por supuesto, la población de Brasil está hoy más “interiorizada” de lo que estaba antes de la fundación de Brasilia, pero la concentración demográfica sigue siendo desproporcional en el litoral, especialmente en San Pablo. En cierta manera, la gran consecuencia de Brasilia fue desconcentrar la población y los recursos de Río de Janeiro, a costa de darle mayor centralidad y fuerza al estado de San Pablo, que hoy es una verdadera potencia económica sin un contrapeso a nivel doméstico.


«Lula siempre dio mucha importancia a América Latina y al hecho de que Brasil se definiese como potencia latinoamericana. Tampoco hay que olvidar el esfuerzo de integración diplomática y comercial que realizó la presidencia de Fernando Henrique. Para resumir, el problema con la integración es que tiene que tener continuidad».

Desde la perspectiva regional del Cono Sur, parecería que la integración económica, social y política sigue siendo una promesa eterna que nunca se cumple del todo. ¿Cuáles son las miradas que tienen los brasileños sobre la región? ¿Hay interés o reina la indiferencia hacia América Latina?

Una historia habitual y muy repetida en Brasil ha sido el aislamiento respecto a las repúblicas hispanoamericanas. Nuestros historiadores siempre han señalado como Brasil, durante el siglo XX, ha desarrollado una economía y una política exterior de espaldas a América Latina y mirando a Estados Unidos. Además de factores económicos o geopolíticos, sin dudas que la diferencia lingüística nos ha distanciado. Es interesante ver la historia de Gustavo Capanema, que fue ministro de Educación de Getúlio Vargas, ya que tuvo un proyecto de integración lingüística y cultural con América Latina. Él decía que los brasileños leían a los hispanoamericanos, pero que éstos no leían a los nuestros. La literatura brasileña no era traducida al español, de modo que Capanema invirtió mucho para que los escritores de Brasil llegasen a las repúblicas vecinas y fuesen difundidos como correspondía, a través de traducciones, intercambios y contactos con editoriales y bibliotecas. Lamentablemente, esta política no tuvo mucha continuidad en gobierno sucesivos.


En la actualidad, veo mucho más interés de parte de hispanoamericanos y brasileños por comunicarse. Ha sido una política pública de Lula y de Dilma el hacer del español la segunda lengua de todos los brasileños, por encima de inglés. Bolsonaro eliminó esta política y hubo una reacción muy importante de parte de los profesores de español, a través del movimiento Fica Espanhol. En el balance, Bolsonaro fue muy coherente en su desprecio general hacia la América hispana, por desinterés y por diferenciarse de los gobiernos del PT. Lula siempre dio mucha importancia a América Latina y al hecho de que Brasil se definiese como potencia latinoamericana. Tampoco hay que olvidar el esfuerzo de integración diplomática y comercial que realizó la presidencia de Fernando Henrique. Para resumir, el problema con la integración es que tiene que tener continuidad. Sobre todo, porque el brasileño de a pie no tiene facilidad para identificarse con América Latina. Brasil es un país de dimensiones continentales, con una población de más de doscientos millones de habitantes que miran hacia adentro, tenemos nuestro estilo musical, nuestra cultura, nuestra lengua… Por ello es tan difícil la integración. Es un trabajo arduo que, si se interrumpe en alguna de sus facetas, luego es muy difícil remontarlo.

Por último. ¿Qué desafíos históricos diría que son una cuenta pendiente para este Brasil que ya lleva casi cuarenta años de democracia?

Mucho tiene que ver con las deudas de la elite. Una elite que tiene que reconocerse como brasileña, que tiene que mirar al pueblo y ver sus carencias. Es cierto que los gobiernos del PT han hecho mucho para corregir los males sociales en Brasil, pero no alcanzó, aún hay que seguir trabajando para reducir las desigualdades. Para el segundo gobierno de Lula, Brasil había salido del mapa del hambre de la ONU y ahora está nuevamente en ese grupo de países. También están los problemas del racismo estructural que, es cierto que ha mejorado gracias a algunas políticas, pero que sigue siendo una mancha difícil de remover, así como el machismo de la sociedad. Para ponerlo en términos concretos, creo que el día que la mujer negra brasileña tenga posibilidades de acceder a los puestos de decisión, en la política y en las empresas, y que no tenga problemas para reunir un capital propio o disfrutar de una educación superior, sin los obstáculos sociales y prejuicios de siempre, podremos decir que Brasil ha superado sus cuentas pendientes.


¿Quié es Gabriela de Lima Grecco?, es investigadora contratada en el Departamento de Historia, Teorías y Geografía Políticas, en la Universidad Complutense de Madrid. Fue Investigadora y profesora en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid, con el contracto Atracción de Talento Investigador (2018-2021). Doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid, con la tesis De la pluma como oficio a la pluma oficial: estado y literatura durante los nuevos estados de Getúlio Vargas y Francisco Franco (1936-1945), la cual recibió el Premio Extraordinario de Doctorado.
Fue investigadora visitante en la University of California Los Ángeles, en la Freie Universität Berlín, en la Université Sorbonne Nouvelle Paris III, en la Fundación Getúlio Vargas y en la Universidad de São Paulo (USP). Fue profesora invitada/visitante en la USP y en la Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur. Ha publicado más de 40 artículos y capítulos de libro, así como ha sido editora de diversos libros y autora de dos obras: Literary Censorship in Francisco Franco’s Spain and Getulio Vargas’ Brazil. Burning Books, Awarding Writers (2020) Palavras que resistem: Censura e promoção literária na ditadura de Getúlio Vargas (1937-1945) (2021).  

(*) Salvador Lima: Investigador doctoral en Historia en el Instituto Universitario Europeo en Florencia y editor general en Toynbee Prize Foundation.


  

martes, 22 de noviembre de 2022

Hebe de Bonafini: del coraje con el que enfrentó a la dictadura al desatino y la violencia del final… @dealgunamaneraok...

 Hebe de Bonafini: del coraje con el que enfrentó a la dictadura al desatino y la violencia del final…

Hebe de Bonafini. Fotografías: (NA).

A los 93 años, murió la presidenta de Madres de Plaza de Mayo. Fue una mujer que despertó fervores y rechazos. Le llamaban “La Roca” por su terquedad, su obstinación, su intransigencia, su franqueza, su lenguaje llano y brutal. Con ella muere parte de una época y de un estilo político que marcó en cierto modo la vida del país.

© Escrito por Alberto Amato el domingo 20/11/2022 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

 

A los 93 años Hebe Pastor de Bonafini, titular de Madres de Plaza de Mayo, el organismo que le plantó cara a la última dictadura militar en pleno terrorismo de Estado, en 1977, y que reveló años más tarde los horrores del “proceso”; la asociación que le dio entidad internacional y valor de lenguaje cotidiano a una nueva y trágica figura del violento mundo político argentino, la del “desaparecido”; el grupo de mujeres que, con un pañuelo blanco en la cabeza, impidió en 1983 una retirada decorosa y sin estridencias del poder militar, que había dictado una ley de autoamnistía para ocultar y alejar de todo proceso judicial a sus miles de asesinatos.

 

Fue una mujer que despertó fervores y rechazos. Le llamaban “La Roca” por su terquedad, su obstinación, su intransigencia, sus desplantes, su franqueza, su lenguaje llano y brutal, sus arranques que la colocaban siempre al borde de la perturbación. Vivió una tragedia personal inmensa, la desaparición de sus dos hijos y la de su nuera, a manos de los centuriones de la dictadura; y convirtió ese dolor privado en un dolor colectivo, le dio a su drama y al del resto de las madres, una dimensión social como nunca antes tuvo un drama en la Argentina. 




La ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo (AGN).

 

Bonafini hizo incluso algo más: por propia decisión, y sin muchos más fundamentos que los que le dictaba su tragedia personal, quitó toda autoridad moral a los gobiernos democráticos del país en los últimos treinta años hasta que, seducida por el ex presidente Néstor Kirchner, adhirió a su gobierno con la furia de los conversos, mientras se ponía al frente del programa “Sueños compartidos”, un plan de viviendas que manejó al menos mil doscientos millones de pesos y por el que terminó acusada de corrupción y envuelta en un escándalo cuya investigación y aristas judiciales está aún en manos de la justicia federal.

Fue en estos últimos años en los que su figura perdió prestigio internacional y adhesión popular en el país. Coincidió también con sus exabruptos más violentos por los que llegó a valorizar la tremenda lucha armada de los años 70, a incitar a los adolescentes a “la rebeldía y al combate”, a celebrar el atentado contra las Torres Gemelas que dejó más de tres mil muertos, a ensalzar la guerrilla vasca ETA, la del mexicano Ejército Zapatista y la de las FARC de Colombia, a organizar un juicio popular a la prensa, a calificar de “turros” a los jueces de la Corte y a amenazar con tomar el Palacio de Justicia y a denigrar la elección del cardenal Bergoglio como Papa para luego, en coincidencia con el giro del Gobierno, enviarle una elogiosa carta personal en julio de 2013 y visitarlo para rogar su perdón en mayo de 2016.

 

Jorge y Raúl, los hijos desaparecidos de Hebe de Bonafini.

 

Impulsó, a su modo, la instauración de un estado revolucionario que sabía imposible, que borrara para siempre el sistema y las leyes que le daban cobijo a su prédica, a la organización que presidía y, con el kirchnerismo, a su propia cuota de poder personal. Encarnó también otro imposible: proyectó, proclamó y pretendió representar lo que, pensó, sería hoy la lógica y las ideas de sus hijos asesinados y las del resto de los “desaparecidos”.

 

Bonafini nació en Ensenada, en el barrio El Dique, el 4 de diciembre de 1928. Hija de un español planchador de sombreros y de una argentina ama de casa, creció en un hogar humilde del que habló siempre con inocultable orgullo. Casi sin educación formal más allá de la primaria, se ganó la vida desde muy joven confeccionando ponchos y otras prendas en unos telares que, solía decir, le hicieron conformar una especie de cooperativa junto a otras mujeres tejedoras. Muy joven también, a los 14 años, se puso de novia con Humberto Bonafini, que tenía 17 y sería su esposo durante treinta y tres años. Se casaron, después de seis años de noviazgo, el 12 de diciembre de 1949 en la iglesia San Francisco de La Plata, tuvieron tres hijos, Jorge, Raúl y Alejandra, y fueron un arquetipo del modelo del primer peronismo: ascenso social y económico de los sectores más humildes, posibilidad de ahorro y de compra de la casa propia, hijos en la universidad, con llegada a un nivel educativo que le había sido negado a sus padres.


Hebe de Bonafini en una marcha contra la Ley de Obediencia Debida del gobierno de Raúl Alfonsín (Télam).
 

Ya convertida en Hebe, la luchadora por los derechos humanos, Bonafini repetía que hubiese sido para siempre “Quica” Pastor, un ama de casa común, de no mediar la desaparición de sus hijos y de su nuera. Jorge Bonafini, un estudiante de física de 26 años, fue secuestrado el 8 de febrero de 1977. Durante semanas, su madre recorrió comisarías y cuarteles con algo de comida y una muda de ropa, sin imaginar la verdad, de la que supo luego en contacto con otras madres. El 30 de abril de 1977, ese todavía pequeño grupo de apenas catorce mujeres, con su fundadora Azucena Villaflor de De Vincenti a la cabeza, hizo su primera ronda en la Plaza de Mayo. Se juntaban porque querían que las recibiera el dictador Jorge Videla y como la policía las obligaba a “circular”, regía el estado de sitio, empezaron a dar vueltas alrededor de la Pirámide. Una semana después, Bonafini se unió a ellas. Marchaban los viernes hasta que una madre sugirió que ese era “día de brujas”. Y eligieron los jueves.

 


Hebe de Bonafini en uno de sus enérgicos discursos. Fotografía: (NA) Daniel Vides.

 

El 6 de diciembre de ese año, fue secuestrado su otro hijo varón, Raúl, estudiante de Ciencias Naturales de 24 años. Dos días después, un comando de la Armada secuestró a un grupo de madres en la Iglesia de la Santa Cruz y a dos religiosas francesas, Alice Domon y Leonie Duquet, y dos días después, en Avellaneda, fue arrebatada Azucena Villaflor: todas fueron asesinadas en la Escuela de Mecánica de la Armada.


Bonafini se convirtió entonces en titular de las Madres, que todavía no tenía entidad de asociación. Su carácter y su decisión la hicieron líder y le imprimieron su impronta a aquel puñado de mujeres desesperadas que, durante el Mundial 78, revelaron a la prensa extranjera parte de los horrores de la dictadura. Un mes antes del torneo, había sido secuestrada María Elena Bugnone, la mujer de su hijo Jorge. Poco a poco, las madres dejaron de ser “viejas locas”, como las había definido el poder militar; el nombre de la agrupación empezó a escribirse con mayúscula; los pañuelos blancos en la cabeza, que primero fueron pañales en una marcha a Luján en 1978, se convirtieron en un símbolo de la resistencia, y la asociación, con fuerte apoyo popular, pasó a ser cuestionadora del poder militar y, de alguna manera, su incómoda y pertinaz conciencia.

 



El expresidente Néstor Kirchner junto a la titular de Madres de Plaza de Mayo Hebe de Bonafini. Al santacruceño lo miraba de reojo al principio de su mandato, pero luego fue una firme aliada (NA).

 

Ya en democracia y bajo la mano férrea de Bonafini, las Madres se opusieron a dar testimonio ante la CONADEP, cuestionaron la política de derechos humanos del gobierno de Raúl Alfonsín y sus leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, no aceptaron ninguna reparación económica estipulada por la Ley 24.411, rechazaron la instauración de la figura del “detenido desaparecido” que fijaba otra ley, la 24.231, reclamaron la aparición con vida de quienes sabían asesinados y renunciaron a recobrar sus cuerpos y darles sepultura.

Esa postura afectó también a otros organismos de derechos humanos y llevó a la división de Madres: en 1986 nació Madres Línea Fundadora que llegó a cuestionar la “falta de democracia interna y el autoritarismo” de Bonafini en el manejo de la Asociación, que se prolongó durante más de tres décadas.

Con Cristina Fernández de Kirchner en la sede de Madres de Plaza de Mayo (NA).

 

En 2006, la política de derechos humanos de Néstor Kirchner, su decisión de derogar las leyes del perdón dictadas por Alfonsín, la reanudación de los juicios a los represores de los años 70, la instalación del Museo de la Memoria en la ex ESMA y el devenir de antiguos guerrilleros en funcionarios y legisladores, hizo que Bonafini expresara: “Ya no tenemos un enemigo en la Rosada”.

Ese año, Madres y Abuelas dejaron de celebrar la anual “Marcha de la Resistencia”, que nucleaba a miles de personas a lo largo de veinticuatro horas. Las altas torres que Bonafini alzó en 1977 fueron en cierto modo desmanteladas: “Estamos viejas”, dijo a modo de justificación. Su fervor resistente se trasladó a una defensa a ultranza del gobierno de Néstor Kirchner primero y de Cristina Fernández después, fervor del que quedaron como testimonio frases ya célebres con el sello inconfundible de su creadora, los millones de pesos del programa Sueños Compartidos, hasta que el Gobierno decidió quitar a las Madres su manejo en julio de 2011, y el decreto de junio de 2010 firmado por la Presidente que “autoriza la creación” de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, un proyecto que ya tenía diez años de vigencia y del que terminó haciéndose cargo el Estado.


 

Con el presidente Alberto Fernández pasó de un tibio amor a enfrentarlo (@alferdez).

 

En 2012, apoyó en forma abierta el ascenso a teniente general de César Milani, un militar cuestionado por los organismos de derechos humanos por su actuación durante la dictadura, cuando era un joven oficial. Bonafini reporteó a Milani para la revista “Ni un paso atrás”, de las Madres de Plaza de Mayo y desechó las críticas de sus pares, que la cuestionaron, con una frase terrible que hacía referencia al cobro de las indemnizaciones por los desaparecidos: “Ellas vendieron la sangre de sus hijos”. En esa entrevista llegó a sugerir lo impensado en otros tiempos: que el Ejército actuara en las villas miseria de Capital y de Gran Buenos Aires.

 


Sergio Schoklender fue su impensado socio en la Fundación Madres de Plaza de Mayo y en el escándalo de Sueños compartidos (Foto NA).

 

La entrevista, un tanto naif, al luego jefe del Ejército, fue el sello aprobatorio de Bonafini y de su entidad al ascenso de Milani. No fue, como podría haberse pensado, un intento de reconciliación de las Madres con parte de las Fuerzas Armadas, sino un deseo personal de Bonafini de seguir los dictados de la Presidente. Con el punto final al reportaje, el amplio arco moral que Bonafini exhibió a lo largo de su vida, quedó cerrado. Milani terminó por pedir el retiro del Ejército en junio de 2015, cercado por las denuncias por violación a los derechos humanos.



Con Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, tuvo fuertes cruces (NA). 

 

Fue también una feroz opositora al gobierno de Mauricio Macri a quien hizo blanco de sus críticas más furiosas e insultantes. Fue la asunción de Macri a la presidencia, en diciembre de 2015, que Bonafini vivió como una derrota personal, la que la despojó de los últimos vestigios de sensatez y de prudencia. En discursos y declaraciones cegados por la furia, llegó al insulto personal, a la afrenta pública, a proponer incluso el derrocamiento de Macri por cualquier medio. En el final de su vida, aquella luchadora contra los golpes de Estado, tornó a impulsarlos.

En mayo de 2016 visitó al Papa Francisco, contra quien había lanzado también una larga ristra de acusaciones e insultos en 2013, cuando el cardenal Bergoglio fue electo pontífice. El giro de Bonafini hacia la figura del Papa coincidió con la idéntica voltereta del entonces gobierno de Cristina Kirchner y se vistió luego con el traje de la devoción personal. Tras el abrazo en Roma con el Papa, y con la misma laxitud moral con la que cerró el círculo con Milani, Bonafini admitió: “Con Francisco nos equivocamos como nos equivocamos con Néstor”, por Kirchner. Es de suponer que el Papa juzgó conveniente creerle.


Con un muñeco de Mauricio Macri, al que llamó a derrocar cuando era presidente.

 

En marzo de 2017, un día antes del 41 aniversario del golpe de Estado de 1976, Bonafini selló el destino de Madres de Plaza de Mayo y, en gran medida del prestigio internacional del que gozaba la entidad: “Somos –dijo– una organización política y nuestro partido es el kirchnerismo”. Si al kirchnerismo se le critica el uso político de los derechos humanos, no lo es menos el paso a la política partidaria de aquella agrupación emblemática de esos mismos derechos. En ese mismo acto criticó a Estela de Carlotto por firmar un acuerdo con la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, a quien calificó de “asesina”.

 

Ese mismo año, en medio de una polémica entre las autoridades nacionales, provinciales y porteñas encargadas de la seguridad, que debatían el uso de pistolas Taser, propuso que se probara la efectividad de esas armas eléctricas, destinadas a paralizar en forma momentánea a los delincuentes, en la hija del entonces presidente Macri, de seis años, o en los hijos de la gobernadora de Buenos Aires.

 


Su entrevista a César Milani marcó un quiebre: Las Madres de Plaza de Mayo pasaron de ser una organización de Derechos Humanos para convertirse en parte del kirchnerismo, lo que ella admitió.

 

El regreso del peronismo al poder en 2019 volvió a darle alas que resultaron de vuelo muy corto: se decepcionó enseguida del presidente Alberto Fernández, lo vituperó con diferentes tonos y maneras, afirmó que el presidente tenía nada que ver con el kirchnerismo, le criticó ir a “canales de mierda” por alguna de las presentaciones televisivas del Presidente, le exigió: “Hable lo menos posible porque cuando lo hace es una desilusión”, convocó a una pueblada destinada a evitar una eventual condena de Cristina Fernández en alguna de sus causas judiciales, expuso sus deseos de “trompear” al entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, insultó a toda la oposición, convocó a una marcha, otra más, contra los jueces de la Corte, “Tenemos que ser muchos, que se note y que les duela que les moleste”, llamó a un paro general contra el gobierno kirchnerista en protesta contra la inflación y mantuvo inquebrantable su adhesión con la vicepresidente Cristina Fernández.

 

Con el Papa Francisco en 2016.

 

Contradictoria, extravagante, polémica, admirada y detestada casi por igual, absurda a veces, osada siempre, con Hebe Bonafini muere parte de una época y de un estilo políticos que marcó en cierto modo la vida del país. Si en los últimos años lo hizo a través del desatino y de la violencia, que fueron siempre su sello distintivo, en aquellos duros años de la dictadura Bonafini enfrentó al terror sin más armas que su ingenuidad y su coraje.

 

Tal vez sea esa la imagen que de ella atesore la historia.