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martes, 27 de noviembre de 2012

El relato irreal… De Alguna Manera...


El relato irreal…
Desde la casamata.... Hugo Moyano. Dibujo: Pablo Temes.

La huelga general, el juez Griesa y las restricciones económicas imponen la agenda.

Como no podía ser de otra manera, la realidad se abre paso por sobre el relato del Gobierno de manera inexorable. El paro organizado por la CGT Azopardo y la fracción de la CTA que encabeza Pablo Micheli y el duro fallo del juez de Nueva York, Thomas Griesa, fueron esta semana los hechos que, con su impronta, han impactado sobre el complejo presente que afronta la Argentina. El fallo de Griesa es desmesurado. El caso es así: en 2005 la Argentina solucionó la mayor parte de su deuda con los bonistas privados a través de un acuerdo que totalizó 57.267 millones de dólares. El grupo que quedó afuera de ese arreglo, porque no lo aceptó, representa un monto que alcanza la cifra de 6.514 millones de dólares. Por otra parte, y a los fines de clausurar este complicado proceso, el Congreso sancionó una ley por la cual se cerró cualquier posibilidad de reabrir una negociación con aquellos bonistas que no entraron en el canje. 

En disconformidad con esta circunstancia, los “fondos buitre”, que compraron gran parte de esos bonos a precio vil, han venido litigando contra esa decisión. Uno de esos juicios se lleva a cabo en Nueva York, el lugar que se fijó como sede judicial. En ese marco, y tras un procedimiento complejo que incluyó a la Corte de Apelaciones del distrito, Griesa dictaminó que la Argentina debe pagarle a esos “fondos buitre” la totalidad de la deuda que reclaman, los 6.514 millones de dólares. Esto es una desmesura. En su sentencia, el juez señala que está dispuesto a embargar los pagos correspondientes a los bonistas que entraron en el canje. Por ello la Reserva Federal se ha expresado contraria a este fallo, ya que entiende que termina afectando derechos de terceros.

Las expresiones “tribuneras” de hace unos días de la Presidenta, diciendo que nunca les pagarían a los fondos buitre, repetidas luego por el Jefe de Gabinete y el ministro de Economía, constituyeron un grave error estratégico porque implican el no cumplimiento de un fallo. Y esto fue lo que enfureció al magistrado. El extracto del diálogo final entre el abogado del estudio que defiende los intereses de la Argentina y el magistrado lo muestran a éste enojado con las declaraciones de la Presidenta en la que aseguraba que nunca les pagaría a los “fondos buitre”. Otra vez aparecen aquí los problemas que tiene Fernández de Kirchner para distinguir los matices de la realidad. El Gobierno se ha acostumbrado a tomar como habitual el no cumplimiento de aquellos fallos judiciales que le disgustan: ahí están los casos de la no reposición en el cargo del ex procurador de Santa Cruz, del no pago de las sentencias a favor de la recomposición de haberes de los jubilados, por citar algunos. Pero el mundo es otra cosa. En buena parte de ese mundo, los fallos de la Justicia se cumplen. Respecto de los EE.UU., la Presidenta debería abrevar en algunos casos de su historia judicial para comprender el peso institucional que tienen allí los jueces. 

Enojarse con un juez es un camino que no conduce a nada. Es lo que ha pasado aquí. El no cumplimiento de una sentencia es un acto de desacato. Algunos indicios señalan que la Presidenta no esperaba este fallo. Ello es producto de las gruesas falencias informativas que complican la gestión del Gobierno. Si alguien se hubiera tomado el trabajo de hablar con el abogado de la Argentina, habría tenido un anticipo de lo que vendría. Como consecuencia de todo este embrollo, el Gobierno está en una situación muy delicada; si cumple con el fallo del juez Griesa, incumple la ley sancionada por el Congreso; y si no lo hace, incumple con el fallo del juez de la jurisdicción en la que se dirime el caso. Y ello podría llevar al país a entrar en un “default técnico”, constituyendo esto un escenario de pesadilla.

En medio de esta encrucijada, el Gobierno se topó esta semana con una huelga. Que el primer paro general contra el kirchnerismo lo haya tenido como uno de sus principales impulsores a Hugo Moyano es una paradoja impactante. No fue sólo el piquete –metodología siempre criticable– el que detuvo muchas de las actividades en los principales centros del país. La inadecuación del mínimo no imponible complica la vida de muchos trabajadores, sobre cuyos bolsillos la inflación está teniendo un impacto negativo de una magnitud como no se había sentido hasta ahora. Por eso que inmediatamente después del Aló Presidenta en el que se anunció que el medio aguinaldo de diciembre no tributaría impuestos, Fernández de Kirchner se reunió en la Casa Rosada con la conducción de la CGT Balcarce, a la que le confirmó que el año próximo se subiría el mínimo no imponible, aunque sin precisar el momento a partir del cual se concretaría tal promesa y advirtiendo que las cuentas fiscales están en un delicado equilibrio, ya que el superávit es cosa del pasado con pocas posibilidades de recuperarse en el futuro.

Los líderes sindicales –a los que el fallo de Griesa ha preocupado mucho– se fueron con angustia porque entendieron el metamensaje: las paritarias del año que viene serán muy difíciles, y eso caerá mal en las bases a las que no les está resultando fácil contener. De hecho, si bien el paro del martes no tuvo mayor impacto sobre los gremios industriales (UOM y Smata), en otros como comercio y transporte, ligados a la CGT oficial, hubo apoyos a la medida de Moyano que dejaron mal paradas a sus conducciones. Lo del senador Aníbal Fernández con su infeliz alusión en forma despectiva a la figura de Augusto Timoteo Vandor –víctima de la violencia política– para descalificar a Moyano, lo terminó complicando a Caló cuya agrupación lleva precisamente el nombre del líder sindical asesinado en su despacho en 1969.

En tanto –y como respuesta a las alternativas de la hora– la Presidenta lo mandó al ministro de Planificación, Julio de Vido, a hablar de la re-reelección. Nadie sabe de quién fue la idea, aprobada por Fernández de Kirchner, de ponerlo a De Vido, funcionario que es la imagen de los cortes de luz y de la tragedia de Once, a hablar de la re-re el mismo día que se anunciaba un aumento de las tarifas de gas y electricidad. ¿Serán los que le dicen que no hay inflación? ¿Serán los que le dicen que con el fallo de Griesa no irá a pasar nada? ¿Serán los que le dicen que después del 7D se acabarán los problemas en la Argentina?

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

DESDE LA CASAMATA... Hugo Moyano DIBUJO: PABLO TEMES.


© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 24 de Noviembre de 2012.


martes, 13 de noviembre de 2012

Ni Gobierno... Ni Oposicion: Nadie escucha... De Alguna Manera...

Nadie escucha...
"AUTISMO PATRIOTICO". Presidenta Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

Ni la Presidenta ni Mauricio Macri toman nota del reclamo social. ¿Hasta cuándo?

Definitivamente no escuchó. Aunque, en verdad, lo correcto es decir que no quiso, ni quiere, ni querrá escuchar el ruido de las cacerolas ni de las voces que no concuerden con el tramado de su relato. Así es como mejor puede definirse la actitud de la Presidenta no sólo frente a la impactante manifestación del 8N que, por su dimensión y extensión a lo largo y a lo ancho del país, hizo recordar a aquellas otras de los albores de la renacida democracia argentina en 1983.

Pero no sólo eso –el no escuchar– fue lo que hizo la doctora Cristina Fernández de Kirchner, sino algo más: primero, ningunear a las decenas de miles de ciudadanos y ciudadanas que expresaron sus desacuerdos con el Gobierno (“Ayer pasó algo importante: el Congreso del Partido Comunista Chino”); segundo, decirles que se busquen a quienes lo representen (“el verdadero problema de la sociedad es la falta de una dirigencia política que los represente con un modelo alternativo con el cual podamos debatir y decidir”). Y he aquí un grosero error de concepto por parte de la Presidenta, porque es a ella a quien le corresponde atender los reclamos de la ciudadanía.

La Presidenta no gobierna sólo para quienes la votaron sino también para aquellos que no lo hicieron. Una de las características de la manifestación del 8N fue la presencia de reclamos muy concretos: no a la inflación, no a la inseguridad, no a la corrupción, no al incumplimiento de fallos judiciales favorables a jubilados que requieren cobrar lo que les corresponde, basta de presiones a la Justicia, no a la re-reelección, no al autoritarismo.

No son ésas consignas ideológicas. A diferencia de lo sucedido en aquellas trágicas y tristes jornadas de fines de 2001, la gente no fue a pedir que se vayan todos sino a reclamarle al Gobierno que se aboque a buscar la solución de los problemas que hoy afectan la vida de muchos ciudadanos, demanda que también se extiende sobre una oposición que hoy no representa una alternativa de poder viable y que es corresponsable del desequilibrio político de graves consecuencias institucionales que hoy vive el país.

Hay un enamoramiento del relato y del personaje. Ese es uno de los problemas más graves que deja al descubierto la reacción de la Presidenta ante la masiva manifestación popular del 8N. A la doctora Fernández de Kirchner le cuesta creer que haya gente que esté insatisfecha con la marcha de su gobierno. “Tienen una visión distorsionada del país”, dijo. Para el relato oficial esa parte de la ciudadanía está equivocada o es malintencionada.

En esa división agonal del escenario político que el kirchnerismo azuza todo el tiempo, no hay lugar para puntos intermedios. Todo es blanco o negro; todo se reduce a una puja entre buenos y malos, en la que el oficialismo es el bueno y los que están contra él son los malos.

Lo que el Gobierno no puede, no sabe o no quiere solucionar, directamente no existe, persistiendo así en su política de negar la inflación, de afirmar que la inseguridad es una sensación, que hay que cortarla con el cepo cambiario, que no hay problemas con el abastecimiento de energía eléctrica, que todo es un invento de Clarín y que después del 7D ya no habrá más problemas. A esta altura, al Gobierno sólo le falta echarle la culpa de los cambios climáticos a Héctor Magnetto. Si la Presidenta insiste con estas posturas, lo más seguro es que los cacerolazos se vuelvan una habitualidad en la realidad política de la Argentina durante los tres años y un mes que le faltan para cumplir su mandato.

Muchos funcionarios importantes viven con mucha preocupación este presente del gobierno del que forman parte. Una manifestación como la del jueves pasado era impensable hace un año. Reconocen, además, que siguen sin entender por qué la doctora Fernández de Kirchner se ha empecinado en abrir conflictos donde antes no los había. El caso paradigmático es el de Hugo Moyano. El otro, el de Daniel Scioli. A propósito del gobernador de la provincia de Buenos Aires, su estrepitoso silencio acerca del 8N no pasó inadvertido para nadie del entorno presidencial. El aumento de la conflictividad social es otro de los ítems que amenaza con poblar el paisaje político en los meses venideros. Habrá que prestarle atención a la marcha conjunta organizada para el 20 de noviembre por Moyano junto con la fracción de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) que encabeza Pablo Micheli. Así también habrá que seguir con detalle lo que suceda en el universo de la desvaída CGT Balcarce, encabezada por Antonio Caló, cuyo liderazgo está bajo fuego como consecuencia de la negativa del Gobierno a atender algunos de sus reclamos que, al fin y al cabo, son los mismos que viene haciendo Hugo Moyano.

“Si no nos dan algo, muchos de nuestros trabajadores van a terminar marchando con Moyano”, señala un dirigente sindical que se alejó del líder de los camioneros y que ya se desilusionó con el Gobierno al que creyó cercano, de quien dice “ellos creen que hacen todo perfecto y nosotros tenemos que acompañarlos”.

Las cacerolas del 8N también tuvieron como destinataria a la oposición. En ese espacio, algunos lo entendieron; otros, no. La incapacidad que han exhibido y siguen mostrando los opositores para lograr consensos ha sido clave para la construcción del formidable nivel de poder que el Gobierno logró acumular en las elecciones de octubre de 2011.

A ellos les corresponde enfrentar el desafío de conformar coaliciones que sumen y no que resten.

En ese universo de desacuerdos, el que más desentonó por estas horas fue Mauricio Macri, queriéndose subir con algún protagonismo a una convocatoria que lo excedía, y participando luego de una foto con los integrantes de Kiss en el estadio de River en la aciaga y desesperante noche del miércoles 7, en la que el gigantesco corte de energía eléctrica hizo de la sufrida vida de los argentinos que habitan y transitan por la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense un suplicio.

El efecto demoledor de esa foto ha sido más nocivo que las decenas de palabras críticas que sobre el jefe de Gobierno se vierten desde el oficialismo. “Fueron sólo diez minutos”, dijo increíblemente a modo de justificativo Macri, cuando todo hacía suponer que no le alcanzarían los segundos para ver cómo mejor ayudar a paliar los padecimientos por el que a esas horas atravesaban miles de personas angustiadas ante tanta vulnerabilidad y desamparo.

“Me hayan votado o no, yo los he escuchado. Y he aprendido de ustedes. Y ustedes me han hecho un presidente mejor”, dijo Barack Obama tras haber sido reelecto y prometer que contactaría a su rival, Mit Romney, para tratar de establecer una agenda común. ¡Qué lejos de nuestra realidad queda eso!

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 10 de Noviembre de 2012.





domingo, 9 de septiembre de 2012

Disidentes y enemigos... De Alguna Manera...


Disidentes y enemigos…

Repegar.com Ricardo Echegaray. Dibujo: Pablo Temes.

Discurso único. Con soberbia setentista pero con otras armas, el poder oficial cada vez castiga más a quienes se atreven a no coincidir.

La soberbia armada es el título de un libro sobre la guerrilla montonera, del periodista Pablo Giussani. Se equivocó: lo de Firmenich –dirigente máximo de aquella guerrilla y hoy autopropuesto candidato a presidente de la Nación– ha sido y sigue siendo soberbia política. La sangre de miles de jóvenes y no tan jóvenes que entraron en la muerte, movidos por el ideal de una Argentina mejor, no ha desmontado a Firmenich de esa soberbia”. El 5 de agosto de 2001, desde la contratapa de Página/12, el gran poeta Juan Gelman utilizaba su mejor arma, la palabra, para separar la paja del trigo. ¿Quién puede acusar a Gelman de derechista o gorila? Autodefinido como “teniente del llamado ejército montonero y miembro de ese mascaron de popa que se llamó Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero”, se preguntó: “¿Nada tuvo que ver con la política suicida y suicidante que él encabezó antes y después del golpe del 24 de marzo de 1976?”.

Integré aquella generación de los que luchamos por el socialismo. Pero como lo hacíamos por la vía pacífica de las urnas, como nuestros admirados Salvador Allende o Agustín Tosco, éramos descalificados en cada asamblea como “reformistas burgueses funcionales al imperialismo norteamericano”. Nos levantaban el dedito para darnos cátedra de Foquismo I, mientras construían ese infierno que tan bien describe Gelman porque lo conoció desde adentro. Los mismos infantilismos irresponsables del extremismo pragmático hoy nos siguen enseñando con la misma altanería blindada. Hoy la materia es Emancipación I y los que queremos una sociedad más igualitaria y libre somos “defensores de las corporaciones monopólicas”.

Algunos actores, son los mismos de aquella época. Dinosaurios reciclados que se agazaparon, detrás de las instituciones republicanas que hoy dinamitan. La soberbia desarmada actual también atropella lo que antes denominaban la partidocracia o la democracia formal y burguesa. No se acatan las decisiones de la Corte Suprema de la Nación en varios casos. Se apela a los aprietes como una manera de eliminar al enemigo, aunque esta vez utilizan los “fierros” del Estado como la AFIP, los servicios de inteligencia y la maquinaria propagandística. Se castiga a los disidentes propios mucho más que a los enemigos externos. Y si no que lo digan Miguel Bonasso o Esteban Righi. Y a los compañeros de ruta que se abren, como Roberto Lavagna, Alberto Fernández, la familia Eskenazi o Daniel Peralta, por nombrar sólo a algunos de una gran diversidad ideológica. Todos cayeron en desgracia. En los 70 se los condenaba a muerte. Ahora, a la muerte política. Los juicios sumarios los hacen quienes antes eran, y ahora son, dueños de la verdad absoluta y de la patria. Por eso no hay rivales ni adversarios. Hay enemigos que deben ser exterminados. Sin tiros, aunque semejante nivel de clima vengativo sea plataforma de lanzamiento de algunos gurkas de izquierda como los que asesinaron a Luis Condorí en Humahuaca. La prueba de parafina confirmó que los detenidos utilizaron pistolas y las fotos de hace diez días muestran al jefe de ellos con Milagro Sala, comandante de la Tupac Amaru. El Perro Santillán, otro al que nadie puede vincular con la derecha, lo atribuyó a “la impunidad de los que van a las movilizaciones en Mercedes-Benz”. 

En una semana cargada de desmesuras que hablan más de sí mismos que de los que critican, Eduardo Fellner, el gobernador de Jujuy, le quitó responsabilidad al intendente local porque aseguró que se trató “de una pelea entre privados”. Esa ideología Skanska debería llenar de indignación y rebeldía a los que defienden sobre todas las cosas la vida y los derechos humanos. La frase privatizadora del crimen compite con lo que dijo el ministro Julio de Vido contra Paolo Rocca. El responsable de los fracasos energéticos y del transporte de la era K, explicó que el capo de Techint  “defiende a las patronales y nosotros a los obreros”. Ese clasismo declarativo debería ser contrastado con las opiniones de Hugo Moyano, Pablo Micheli, Víctor De Gennaro, Jorge Ceballos o Néstor Pitrola. Sobre todo este último, cuya agrupación padeció en carne propia otro asesinato de otro joven, Mariano Ferreyra por parte de la patota de José Pedraza, alineado en aquel momento con Carlos Tomada y ahora con Antonio Caló en la interna cegetista. Pero hubo más definiciones inquietantes. Axel Kicillof le perdonó la vida a Techint. Fue magnánimo en decir que podrían fundir a Rocca pero que “no lo van a hacer, pese a que habla mal del Gobierno”. 

Paolo Rocca, que hasta hace poco fuera caracterizado como ejemplo de la burguesía nacional y orgullo de los argentinos por Cristina, sinceró su pensamiento y pasó a ser “un monopólico que se hizo millonario gracias a la política antidumping y los subsidios de los Kirchner”. Podrían declarar de interés público y sujetas a expropiación todas las empresas y provincias cuyos líderes no elogien a Cristina. Fueron tragicómicas declaraciones en línea con la cercanía a Dios de la Presidenta a la hora de fomentar el miedo entre los mortales. Cristina todavía no escribió ningún libro, aunque virtualmente ya existe una suerte de “Manual de la Destitución de Estado K”. A Peralta se lo aplicaron a rajatabla. Santa Cruz tuvo tres gobernadores en seis años y está a punto de tener cuatro. Todos los pusieron y los derrocaron los Kirchner. Golpes de Estado provinciales que explican por qué le cuesta a Cristina encontrar un heredero político, un jefe de la CGT Balcarce o un gobernador santacruceño que esté a su altura. Nadie da la talla. Peralta probó de su propia medicina. Cometió el pecado de pelearse con la casa matriz de La Cámpora, atendida por su propio dueño: Máximo. Scioli, Macri, De la Sota, Cariglino, entre otros, se pueden mirar en el espejo de Peralta. Asfixia económica, cacería mediática de los paraperiodistas, fogoneo de causas judiciales en su contra; obras y dinero para intendentes conspiradores, son los capítulos principales del manual.

Pablo Giussani, en su libro en 1984, concluye: “Los montoneros, afortunadamente, han quedado atrás en la historia argentina, en la conciencia de los argentinos, y acaso parezca superfluo o anacrónico a esta altura un intento de estimular aversiones contra ellos. Condenar a los montoneros ya es en el país moneda corriente, casi una moda, por cierto más saludable que la moda precedente de ensalzarlos”. Termino con otra cita de Juan Gelman de aquel turbulento 2001: “La soberbia frecuenta impertérrita los territorios del oportunismo”. El capitalismo de amigos y enemigos es así.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 8 de Septiembre de 2012.