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lunes, 9 de marzo de 2020

Mucho Ruido. Discursos y circunstancia… @dealgunamanera...

Mucho Ruido. Discursos y circunstancia…

En reparación... Dibujo: Pablo Temes

La economía, entre renegociación de la deuda y la falta de inversión, se vuelve cada vez más compleja. Enojo eclesial por el tema aborto.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 08/03/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El análisis de la semana política debe incluir ineludiblemente el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso que Alberto Fernández pronunció el domingo pasado ante la Asamblea Legislativa y su circunstancia. Tres aspectos principales sobresalieron: 

Primero: la acertada decisión del Presidente ordenando que no hubiera barras en las galerías y palcos del recinto, y así como también la de pedirle al aparato del PJ que evitara la realización de una movilización masiva.

Segundo: el discurso, que evitó las descalificaciones personales de los opositores y en el que al ex presidente al que más se nombró fue a Raúl Alfonsín. De hecho, por el tono en que el doctor Fernández lo leyó y en varios de sus párrafos, las reminiscencias a los discursos del ex presidente Alfonsín obraron como un bálsamo nostalgioso que se esparció por todo el recinto de la Cámara de Diputados.

Tercero: la falta absoluta de anuncios concretos en materia económica.

No todo lo que reluce es oro. El tema económico va desplegando poco a poco su complejidad. La renegociación de la deuda –tanto privada como con el Fondo Monetario Internacional– viene complicada. Los días de mutuo encantamiento entre el Gobierno y la cúpula directriz del FMI parecen ser cosa del pasado. El calificativo de “inusual” que el organismo internacional utilizó para calificar la forma en que el Gobierno está negociando conlleva una connotación que no es precisamente positiva. Las cosas se han endurecido en esta semana por parte del Fondo. Hay que tener en cuenta un dato significativo: una parte importante de su directorio no está de acuerdo con la posición pro acuerdista de la directora gerente, Kristalina Georgieva. Tan dura es esa oposición que en una reunión que hubo en Washington se le hizo saber a Georgieva que su postura iba en contra de los reglamentos del FMI.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, cuya tarea excluyente es ocuparse de la renegociación de la deuda, sigue a pie juntillas su estrategia, para la cual cuenta siempre con la ayuda de Joseph Stiglitz.

Mientras así corren los días, en el ámbito interno todo sigue muy parado. La reunión del Presidente con los empresarios en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción dejó sentimientos encontrados que llevaron a algunos de sus asistentes a sostener que “por suerte está Alberto”, porque si no todo sería peor con “controles de precios más duros y retenciones aún mayores para las exportaciones de trigo”.

Junto con la renegociación de la deuda externa está la de la deuda interna. Y allí se evidencia que en algunas áreas del Ministerio de Economía hay una preocupación creciente por los errores cometidos. Eso no hace más que generar dudas acerca de la real capacidad del país para evitar el default.

Todo esto genera un impacto negativo en los mercados. Por eso, casi todos los agentes económicos están en una actitud de esperar y ver, porque no se aprecia el atisbo de una recuperación sostenida que estimule la toma de personal, o la apertura de una línea de producción. No se habla en esos ámbitos de invertir en plantas nuevas, sino de reabrir las plantas que están cerradas. La capacidad ociosa en la Argentina es ridículamente alta.

Los sectores productivos no encuentran los incentivos para movilizar la inversión. Mientras esté latente el default, el valor de los activos argentinos con default es un precio y sin default es otro.

Cuando se entra en default, los activos valen un 30% menos que el valor actual. La construcción cayó 13,6%. Es una caída fenomenal de un motor clave de la economía que no es gran consumidor de dólares. 

El Gobierno está concentrado en la deuda; tiene el 90% de su energía ahí y está dejando de actuar en otros sectores. Y eso es un error. La caída de la recaudación fiscal –10 puntos menos porcentuales que la inflación– debería ser una importante señal de alarma.

Si el Gobierno no genera expectativas positivas ni confianza, todo lo demás seguirá atravesado por la duda de la realidad. Y la realidad es que caen el empleo, el consumo y la construcción. Para revertir eso, la gente tiene que pensar que mañana va a estar mejor, entonces puede gastar en los rubros  electrodomésticos o textiles, que están en caída también.

Los idus de marzo. En esta semana en que la llegada del coronavirus dejó mal parado al Gobierno que, nadie sabe por qué, se empecinó durante varias semanas en negar que la pandemia llegaría a estas orillas, han hecho irrupción dos conflictos: uno, con el campo, por el aumento de las retenciones a la soja; el otro, con la Iglesia, por el proyecto de ley de legalización del aborto.

Las bases ruralistas están hoy marcando el paso de esta disputa con el Gobierno. Buena parte de la dirigencia de la Mesa de Enlace pretendía mantener abiertos los canales de diálogo con el Gobierno. Pero terminó prevaleciendo el mal humor de los pequeños y medianos productores. Ese es un universo donde la presión impositiva se siente con agobio.

Esta situación representa un desafío para Alberto Fernández. ¿Tendrá la muñeca de la que careció en 2008 para no regenerar aquel escenario de conflicto terminal que tanto daño le hizo al país? Sus primeras declaraciones –“negociamos, pero ellos siempre quieren ganar”, dijo– no han sido muy auspiciosas. Y si lo que viene está impregnado del espíritu de dichos como el del amanuense de Cristina Fernández de Kirchner, senador Oscar Parrilli –“nos sentimos orgullosos de que nos ataquen”, expresó–, el resultado será el mismo de aquel conflicto ocurrido por causa de la resolución 125, promulgada el 11 de marzo de 2008.

Por su parte, la Iglesia realiza hoy su primera manifestación masiva en contra del aborto. La elección del lugar no es casual: la Basílica de Luján.

En la cúpula del Episcopado hay un malestar creciente contra el Presidente. Se vive ahí un clima denso. La iniciativa de AF ha sido tomada por varios de ellos como una traición al papa Francisco. Y mucho más después de su gesto de asistir –el 5 de febrero pasado– al encuentro de economistas en el que se sentó y habló en favor de la Argentina ante Kristalina Georgieva.  Uno de los más enojados es el arzobispo de La Plata, monseñor Manuel Víctor “Tucho” Fernández.

Monseñor Fernández es un obispo del riñón de Francisco. “El hambre es un problema gravísimo que requiere atención urgente. No había ninguna necesidad de sacar el tema de la legalización del aborto con esta premura”, se le escuchó decir con tono de inocultable disgusto.

Tanto es su enfado que el lunes el arzobispo no asistió a escuchar el desvaído discurso que pronunció el gobernador Axel Kicillof ante la Asamblea Legislativa de la provincia de Buenos Aires. No se perdió nada importante. Su ausencia, en cambio, habló.




domingo, 23 de febrero de 2020

Deudas e Internas. Buenas y malas noticias… @dealgunamanera...


Deudas e Internas. Buenas y malas noticias…

Deuda, Martín Guzmán. Dibujo: Pablo Temes

El apoyo del FMI al Gobierno no cierra las tensiones y conflictos que persisten puertas adentro. Los roles de Guzmán, Kicillof y Cristina.

© Escrito por Nelson Castro  el domingo 23 de Febrero de 2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

El FMI le dio al Gobierno la mejor noticia de la semana, cuando expresó en su comunicado que la deuda de la Argentina no es sostenible, por lo que les sugirió a los acreedores privados que debían aceptar la renegociación de sus acreencias con una quita “apreciable”. Y para eso, que no fue magia, hubo un protagonista muy importante: el papa Francisco.

De eso habló el Sumo Pontífice en la extensa reunión que mantuvo con Alberto Fernández el 31 de enero. A quien el Papa le contó en persona y en detalle su compromiso en ayudar al Gobierno en la compleja y difícil renegociación de la deuda fue a Alicia Barrios, la periodista de mayor llegada a Francisco. Y esa decisión no solo se concretó a través de las gestiones ante la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, durante la reunión que sobre el tema de la deuda organizó la Santa Sede el 5 de febrero, sino que se extendió a la canciller alemana, Angela Merkel, una admiradora ferviente de Francisco, a quien visitó doce veces. Era un contacto que Alberto Fernández ya había buscado establecer durante su gira europea en su condición de presidente virtualmente electo post PASO.

Guzmán contra reloj. Sin embargo, las cosas dentro del Gobierno no son simples. Las tensiones están. Uno de los que está en la mira es el ministro de Economía, Martín Guzmán. La fecha del 31 de marzo, puesta como tope para el arreglo con el FMI, le pone presión. “Su función es arreglar lo de la deuda. Si no lo logra, su futuro va a ser difícil”, confirman desde despachos importantes de la Casa Rosada. En ámbitos empresariales y financieros vernáculos consideran un error haber puesto el 31 de marzo como fecha tope para cerrar esa compleja negociación.   

El viernes 21 fue un buen día para el ministro. Durante su reunión en Riad con Georgieva se avanzó en la elaboración de un nuevo acuerdo con el FMI. Eso sí, a cambio de la inclusión del famoso y vilipendiado artículo IV, que le permite al organismo auditar las cuentas argentinas. Por aceptar esto mismo, a Mauricio Macri lo lapidaron. Otra vez, la vigencia del teorema de Baglini: cuando llegan al gobierno, los opositores se parecen a los oficialistas que los precedieron.

A pesar de estos avances, las diferencias de criterios persisten en relación con la estrategia de renegociación de diversos aspectos de la deuda. En el equipo económico hay discusiones sobre algunos desmanejos financieros. Por eso surgen internas dentro del propio gabinete del ministro respecto de cómo se maneja la relación de la deuda en pesos versus la deuda en dólares. Esto generó gran conflictividad con el secretario de Finanzas, Diego Baosturre, a quien se le asigna toda la responsabilidad de los fracasos en la reestructuración del bono AF20.

No es bueno maltratar a los que financiaron al Estado. Algún día se los puede volver a necesitar.
Estos desmanejos de la Secretaría de Finanzas generan ruido. El diálogo tanto con los acreedores locales como con los extranjeros no es bueno. Los que están dispuestos a acompañar una refinanciación de sus deudas ven diferencias apreciables entre lo que dice y plantea la gente del Instituto Patria y lo que expresa el pensamiento de AF.

Por los rincones del GBA. Las cosas están complicadas y difíciles en ese territorio indómito. Lo que mejor funciona por allí es la tarjeta alimentaria. Pero con eso no alcanza. De eso se habló –y mucho– en la reunión que mantuvieron Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa. Hay problemas con el Fondo del Conurbano que está generando una tensión creciente entre la Provincia y la Nación. Para plantear la restitución del Fondo del Conurbano se necesita apoyo político y financiero. Ese fue el objetivo de la reunión. Kicillof está buscando apoyo. El gobernador sostiene que Guzmán está parado arriba de la caja a la que, además, le puso un candado. Y eso dificultó –y dificulta– la reestructuración de la deuda bonaerense. Sin ese arreglo es imposible hacer gestión. “Si se acuerda la reestructuración, se libera guita para ponerla en la calle en esquemas productivos”, señala con toda crudeza un senador provincial del FdT.

Este episodio ha resentido la relación entre el gobernador y el Presidente. Algo no quedó bien después del debate por el pago del Bono 2020 emitido en 2011 durante la administración de Daniel Scioli. “Axel esperaba otra cosa de Alberto. Se lo está respetando demasiado a Guzmán”, se escucha decir en las cercanías del gobernador.

Siempre las internas. Esta semana fue el turno del aumento, o no, de las tarifas de los servicios públicos y del precio de los combustibles. El tema es más profundo que el contrapunto de declaraciones radiales que hubo entre el Presidente y su jefe de Gabinete. Santiago Cafiero afirmó que, en junio, va a haber un aumento de tarifas, mientras que AF dijo que eso hoy no está en carpeta. No es lo mismo.

Pero la interna más profunda no es esa sino la que se genera con Cristina Fernández de Kirchner por el precio de los combustibles y el rol de YPF. La vicepresidenta habla permanentemente sobre el tema con el ex presidente de la petrolera estatal, Miguel Galuccio. Es sabido que no siente afecto ni respeto por el actual titular de la empresa, Guillermo Nielsen, a quien, de hecho, le copó la segunda línea de la compañía con miembros de La Cámpora. Nielsen casi ni se habla con ellos. Galu-ccio le señaló a CFK que el aumento de combustibles se debe concretar porque, si no, la situación de YPF se va a tornar muy complicada.

Es conocida la postura del Presidente de no confrontar con CFK. “Alberto no quiere oír hablar del albertismo”, confiesa uno de sus cercanos. La pregunta que cabe hacerse es: ¿a qué costo?
Hasta aquí, la vicepresidenta le ha venido marcando la cancha a AF en varios temas claves. El único gesto significativo que tuvo en resguardo de la autoridad presidencial fue no firmar ningún decreto durante el tiempo en que estuvo a cargo del Ejecutivo durante el viaje de AF por Europa.

Pero después impuso su criterio en relación con los recortes presupuestarios a los fondos de la Capital, se entrometió imprudentemente en la renegociación de la deuda con el FMI y estuvo –y está– activa con las designaciones de funcionarios en las segundas líneas que, en algunos casos, actúan como comisarios políticos y traban la gestión de los superiores a los que deberían responder.

“Tengo la tranquilidad de tener a Cristina a mi lado”, dijo Alberto Fernández esta semana. ¡Qué frase intranquilizadora!