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domingo, 4 de febrero de 2018

Escándalos de Corrupción… @dealgunamanera...

Esos sindicalistas ricos que dan vergüenza ajena…

Caídos. Humberto Monteros, de Bahía Blanca y el Pata Medina, de La Plata, de la UOCRA; Caballo Suárez, del SOMU; Balcedo, del SOEME. Fotografía: Cedoc

El secretario general de la CGT dijo sentir eso ante las fortunas “mal habidas de algunos malandras” que ostentan un cargo en gremios. Sin embargo, advierte que son una excepción y que machacar con esos casos busca golpear al movimiento obrero.

© Escrito por Juan Carlos Schmid, Secretario general de la CGT, el domingo 04/02/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Vergüenza ajena es la expresión inmediata que siento al ver las riquezas mal habidas que los medios han develado de algunos mal llamados dirigentes sindicales.

Sin embargo, no podemos ser ingenuos… Detrás de la reiteración de titulares e imágenes se busca instalar la certeza de una cruzada contra la corrupción; que algunos de esos malandras ostenten un cargo sindical no debe confundir. Son la excepción, mucho menos frecuente que la enquistada en otros actores de la sociedad, y de ningún modo la regla.

La honestidad de la inmensa mayoría. Desde la fundación de la CGT, en 1930, a partir de la confluencia de gremialistas provenientes del anarquismo, el comunismo y el socialismo, y durante todo el período peronista que llega a nuestros días, el movimiento obrero organizado hizo suyos los valores de honradez que, frente a las corruptelas de patrones, políticos y funcionarios inescrupulosos, llevaron a que los militantes sindicales padeciesen todo tipo de sacrificios materiales. Más allá de cualquier debate sobre su actuación o sus posiciones políticas, es indudable la conducta solidaria de los principales secretarios generales y dirigentes históricos de la CGT, llámense Luis Gay, José Espejo, Eduardo Vuletich, Andrés Framini, José Alonso, Raimundo Ongaro, Augusto Vandor, Agustín Tosco, René Salamanca, José Ignacio Rucci o Saúl Ubaldini, por citar sólo algunos nombres de una larguísima lista, que incluye a la gigantesca mayoría de los miles de cuadros que tiene hoy el sindicalismo argentino. Todo ello, sin contar los innumerables compañeros que se desempeñan en los cargos intermedios de las estructuras gremiales.

Todos los gremialistas que acabo de mencionar vivieron austeramente y, en más de un caso, incluso en la pobreza, muy a pesar de la denigrante y estúpida cantinela de todo pelaje, cuyos exponentes vieron en el peronismo “el hecho maldito del país burgués”, tal como lo decía John William Cooke. Es muy fácil de comprobar lo que digo. Basta comprobar que, una vez fallecidos esos dirigentes, muchos de ellos asesinados, dejaron a sus familias en serias dificultades. Para vivir, la mayoría de sus esposas e hijos debieron recurrir a la solidaridad de sus compañeros.

El mito de un Vandor “millonario”, por tomar un solo ejemplo, no se sostiene ante la realidad de que su viuda tuvo que trabajar 25 años más para jubilarse y seguir viviendo en el mismo departamento de dos ambientes de la calle Emilio Mitre. Qué rara forma esa de “robar” para seguir siendo pobre, sin siquiera asegurarle el futuro a su familia.

Recordemos, ya que hablamos de muertes o, mejor dicho, de asesinatos, que el movimiento obrero argentino ofrendó la vida de más de veinte secretarios generales desaparecidos durante el Proceso de Videla y Martínez de Hoz. Y lo menciono así porque muchos de los que hoy hablan desde posiciones dominantes y con poder de decisión fueron socios de esos tenebrosos personajes.

A esos compañeros que forman parte del martirologio de nuestro pueblo hay que agregar la larga lista de dirigentes y militantes sindicales asesinados en los años setenta por pseudorrevolucionarios que despotricaban contra la supuesta “burocracia sindical” o por las bandas lopezreguistas. Los violentos siempre forman parte de esa secta, transversal a las ideologías. Nunca les importó el zanjón de sangre y dolor que dejaron detrás de sus alocadas aventuras.

Todo ello vuelve más indignantes los casos de corrupción en las filas del movimiento obrero. Hay que ser un cretino completo para que, después de dedicar años de vida a la militancia gremial, se manche al conjunto de la dirigencia luego de alcanzar un cargo de poder. El poder sirve para transformar a la sociedad, para mejorar la vida de los compañeros y compañeras, no para alimentar la ambición de nadie.

Cuando veo a esos idiotas del dinero fácil, me viene a la memoria la actitud de José Espejo, hombre de confianza de Eva Perón y del General, que acumuló un enorme poder. Cuando tuvo que irse, lo hizo sin pestañear, en silencio, respetando las reglas de la militancia gremial y política; y buscándose un trabajo, en su caso, repartiendo vino casa por casa, hasta su jubilación. 

Los que se quedaron en el 55. El bloque mediático, la corporación judicial y el particular poder político-económico que hoy nos domina hacen lo imposible para convencer al hombre común de que estamos a merced de un grupo de filibusteros, vulgares chorros disfrazados de gremialistas, cuya única aspiración sería alcanzar el poder para dedicarse a esquilmar a sus compañeros.

Ese discurso o, más bien, ese relato de ficción, se inserta en un entramado ideológico y sociológico al que podemos definir como los nostálgicos de la dictadura instaurada en 1955, la mal llamada Revolución Libertadora. Esa que se hizo para que “el hijo del barrendero siga siendo barrendero”, según el no muy elaborado pensamiento del almirante Arturo Rial. En ese barro, mezcla de revanchismo, desprecio por el prójimo y odio a los pobres; se amasó el pensamiento prejuicioso y la acción disociadora de muchos en nuestra vapuleada Argentina. La “grieta”, que tanto se menciona, tiene un origen mucho más antiguo que el expuesto en tiempos más recientes.

No es mi intención aquí fungir de historiador, pero sí recordar algunos hitos de esa desdichada trayectoria. El general Aramburu y el almirante Rojas creyeron que destruyendo el movimiento sindical harían desaparecer al peronismo. Lo que lograron fue el nacimiento de la Resistencia Peronista. El presidente Frondizi, un dirigente de primera línea con orígenes de radical probo, acudió al ingeniero Alsogaray con las mismas intenciones, y ya sabemos en qué terminó. Onganía le encomendó la misión a Krieger Vasena, con el resultado de los Rosariazos, Cordobazos y demás puebladas. López Rega lo intentó con Celestino Rodrigo; Videla y Martínez de Hoz lo emprendieron con el peor genocidio de nuestra historia. El doctor Alfonsín, obnubilado por su amigo Germán López, que se había quedado anclado en 1955, pergeñó la llamada “ley Mucci”, y el resultado fue la más continuada protesta obrera contemporánea. Cavallo lo intentó hasta que su sueño mesiánico naufragó tras la odisea de la Banelco, poniéndonos al borde de la desintegración y el riesgo de una guerra intestina de todos contra todos.

Esta historia, de más de sesenta años, que sumió a la Argentina en estériles confrontaciones, fue movida por ese sueño eterno, para usar las palabras de Andrés Rivera, de desintegrar al movimiento obrero organizado y, por esa vía, devorarse al peronismo.

Los ataques desde la doble moral. El actual embate apela a unos pocos casos excepcionales que pretenden manchar a todo el movimiento obrero y, lo que es más grave, buscando otorgar a los funcionarios de turno una injerencia que no les compete. De eso se trata la anunciada intención de emprender auditorías o controles sobre las organizaciones gremiales, en una violación de las normas internacionales y nacionales que les reconocen independencia del Estado y de los gobiernos. Esos anuncios olvidan que los sindicatos no manejan fondos públicos, sino fondos de sus propios afiliados. Podría acaso tener algún sentido si en la Argentina hubiese un sistema de afiliación obligatoria. Pero en nuestro país la afiliación gremial es completamente voluntaria, y los sindicatos son entidades civiles, no oficiales, cuyos dirigentes responden exclusivamente a sus afiliados. Son estos los únicos con derecho a fiscalizar, lo que efectivamente se hace a través de la presentación anual de balances ante las asambleas y demás medidas de control de la gestión, de acuerdo con los estatutos de cada sindicato.

Las prestaciones sociales y médicas de los sindicatos argentinos constituyen una tarea sorprendente; es tan potente que llama la atención incluso de dirigentes gremiales de países más avanzados, donde a pesar de contar con mejores condiciones económicas no tienen coberturas tan amplias y eficientes. ¿No será este el verdadero problema que molesta a algunos representantes de poderosos intereses? ¿No será que no soportan a quienes consideran “feos, malos y sucios” porque construyen poder económico con el objeto de discutir de igual a igual?

Si los funcionarios están tan preocupados por controlar las cuentas de organizaciones civiles particulares, ¿por qué no auditan a entidades financieras o a la Sociedad Rural? Entre sus directivos o asociados hay más de un alto funcionario del actual gobierno, y el famoso bono recibido por un ministro, otorgado por una organización que él mismo presidía hasta minutos antes de asumir el cargo público, no es precisamente un ejemplo de transparencia. Por el contrario, sí es una muestra clara de un doble estándar moral que se extiende a otros hechos que ocupan la primera plana de los diarios. Todo esto sucede ante la mirada impertérrita de la Oficina Anticorrupción, un organismo que, cuando se trata de colegas funcionarios, a lo sumo expresa reconvenciones más propias de una maestra jardinera a sus niños que las de quienes deben velar por la ética pública. En cambio, si los señalamientos apuntan a algo someramente relacionado con un sindicato, esgrimen intervenciones, las llevan a cabo y, en lugar de sanearlo como prometen, lo terminan convirtiendo en una caja de Pandora.

La viga en el ojo del Gobierno. Las preguntas que se imponen son las siguientes: ¿fueron los sindicatos los responsables del atraso argentino?, ¿qué rol jugó el mundo empresario?, ¿qué intereses manejó y maneja el complejo mediático, que muchas veces se desentendió del destino del país?, ¿cuáles fueron las obligaciones que evadió nuestro sistema judicial para acomodarse a los diferentes “tiempos políticos”?

Entre tanto, la clase política, para defender espacios de poder que muchas veces tienen apenas el tamaño de una baldosa, pacta cualquier acuerdo a cambio de veinte monedas. ¿Acaso no acabamos de verlo en las llamadas “reformas” previsional y tributaria, verdaderos ajustes para favorecer a los sectores más concentrados de la economía, a costa de los más vulnerables?

Lejos, muy lejos de cumplir el mandato evangélico de prestar atención a la viga en el ojo propio más que a la paja en el ojo ajeno, quienes nos gobiernan pretenden presentarse como si hubieran sido creados por ángeles celestiales.

Todos los días nos enteramos de parientes de autoridades beneficiados por decretos de blanqueo, condonaciones de deudas con el Estado; de directivos, socios o accionistas de grandes empresas, quienes, no habiendo transcurrido el tiempo legal y, en más de un caso, sin haberse siquiera desprendido de esos intereses, pasan de la noche a la mañana a ser ministros y secretarios en áreas que afectan a esas mismas corporaciones. Tenemos un ministro de Hacienda declarando el ochenta por ciento de su patrimonio en el exterior. ¿Son verdaderos funcionarios públicos o siguen siendo los mismos CEO de siempre, encaramados en los organismos del Estado? ¿A esto pretenden llamar capitalismo en serio? Tengo todo el derecho a expresar mi recelo sobre estas situaciones. 

La misión del sindicalismo. Se está promoviendo una idea que no busca elevar las prácticas morales sino atacar al sindicalismo, intentando impedir que cumpla con su misión y razón de ser: la defensa de los intereses de los trabajadores y los más necesitados. Es decir, de todos aquellos que, en palabras del papa Francisco, son la “periferia existencial” en un mundo injusto y egoísta: nuestros viejos, nuestros niños, nuestros jóvenes que no pueden trabajar ni estudiar, los millones de argentinos que no consiguen llevar a sus casas lo necesario para parar la olla diariamente.

Es una primitiva y rudimentaria idea para convencernos del destino elegido por las víctimas de la injusticia y la desigualdad, quienes preferirían un plan de ayuda al orgullo de ser obrero y ganarse el pan con el sudor de su frente. Es una mirada tan antigua y retrógrada, que ya hace más de un siglo fue denunciada por nuestros mejores intelectuales y artistas, impecablemente retratada en esa maravillosa obra de Ernesto de la Cárcova, Sin pan y sin trabajo, pintada en 1894. Ya entonces se acusaba de “vagos” a los excluidos y explotados, y de “vividores” a quienes, sacrificando tiempo y descanso, luchaban por organizarlos.

Ahora, con un discurso pretendidamente “moderno”, nos apabullan con los mismos prejuicios y rencores. Que quede claro: los trabajadores soñamos con una democracia moderna, con instituciones republicanas sólidas, en una Patria donde la corrupción sea la excepción y no la norma, con la estrella polar que guía a la Doctrina Social de la Iglesia dentro de una concepción que conduzca hacia la verdadera armonía en la comunidad, que supo tener entre nosotros algunos defensores como Enrique Shaw, el único empresario propuesto para santo. Si el empresariado siguiese esas enseñanzas, no solo no habría divergencia de objetivos con el mundo del trabajo, sino que la alianza entre ambos sería casi indestructible.

Esa vocación mayoritaria del sindicalismo argentino es la que está bajo ataque.

Lamentablemente, estamos enlodados en un mundo dominado por la “cultura del descarte” y, en lo que nos concierne, en una Argentina desigual e injusta; por eso, la misión de las organizaciones sindicales sigue vigente, por más que se la pretenda denigrar, encorsetar o encuadrar, caracterizándola como el final de un ciclo histórico.

La agresión contra los sindicatos no es nueva y siempre ha estado vinculada a políticas tendientes a concentrar cada vez en menos manos la riqueza e imponer condiciones progresivamente peores a las grandes mayorías. En su historia, el movimiento obrero atravesó etapas mucho más duras; basta recordar que ha luchado sin tregua durante los regímenes autoritarios.

Los trabajadores sufrimos la proscripción, los fusilamientos de la llamada Revolución Libertadora; la “movilización militar” y la aplicación del Plan Conintes bajo Frondizi y Guido; la represión del onganiato y el plan sistemático del terrorismo de Estado de la dictadura genocida de 1976. Y pese a su brutalidad, esos ataques no pudieron destruir nuestra convicción de bregar por una Patria justa, libre y soberana.

Entonces, si con toda esa violencia no consiguieron desarticular ni hacer desaparecer al movimiento obrero organizado, no será sembrando el desprestigio que podrán doblegar la voluntad de quienes hemos decidido dedicar nuestra vida a defender a la más vieja nobleza del mundo: la dignidad de los hombres de trabajo.



sábado, 1 de abril de 2017

Los ‘Newman’s boys’ son de madera… @dealgunamanera...

Los ‘Newman’s boys’ son de madera…

Newman´s Boy´s. Foto: Cedoc

El Gobierno, políticamente debilitado, lenta pero inexorablemente va quedando en soledad y perdiendo respaldo electoral.

© Escrito por Artemio López, Director de Consultora Equis, el sábado 01/04/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El balance de estos 14 meses de gobierno neoliberal no puede ser peor. En materia socioeconómica, a los 1,5 millones de nuevos pobres y más de 400 mil desocupados debe adicionarse el desmoronamiento del empleo formal en general y el industrial en particular, que es coherente con la utilización de la capacidad industrial instalada, que llegó a los niveles del año 2002, apenas el 40%, como se ve en el gráfico con datos oficiales.

Esta calamidad la logró Cambiemos apenas en su primer tramo de gobierno, y promete muchos más desaguisados. Pero no sólo desde el punto de vista socioeconómico se observa el pésimo desempeño del oficialismo.

De cara a la conflictiva social también son de madera. No logran desanudar el conflicto docente a nivel nacional, que por su extensión no registra antecedentes en democracia y, peor aún, los “Newman’s boys” insisten en resolver la demanda comunitaria vía represión, tal como amenazara la ministra Bullrich esta semana. Sostuvo la funcionaria sobre la conducta a seguir por el oficialismo respecto a los “piquetes”, un eufemismo de conflicto social: “Si nosotros actuamos, que después no se critique”, mostrando un nivel de irresponsabilidad en la gestión de seguridad interior no conocido en democracia, advertencias de demagogia punitiva que crean un clima de época favorecedor de conductas delictivas como las que se registraron en Santa Fe, donde un camionero “decidió actuar sin que se lo critique” y atropelló a un piquete en el acceso norte de la localidad de San Lorenzo dando muerte al trabajador a Jonatan Gardini  de 38 años, perteneciente al Sindicato de Vigiladores (Sutravip).

Toda esta suma de calamidades no podía más que debilitar políticamente al Gobierno, que lenta pero inexorablemente va quedando en soledad y perdiendo respaldo electoral.

Esto explica el abandono por parte de Cambiemos de las primitivas intenciones de construir un peronismo “Macri friendly”cuyo punto de arranque simbólico estuvo en el viaje a Davos del Presidente junto a Sergio Massa, al que se lo proponía además como “jefe del PJ”. Eran tiempos de las arrastradas de Diego Bossio y su banda de corazones justicialistas desencantados, que se “sacaban el sombrero” tras la salida del denominado cepo que, recordemos, indujo una devaluación del 60% con subas en la pobreza e indigencia inéditas, entre otras delicias.

Todo eso quedó muy atrás, y los supuestos aliados hoy ya no ahorran gestos para despegarse de la proximidad del gobierno nacional y de la figura del señor presidente, ya sólo consolado por los talleres de entusiasmo del inefable Ale Rozitchner.

Frente a este nuevo escenario impuesto por su incapacidad de gestión, el Gobierno no pudo más que aceptar que su única alternativa es jugar lo que marca el tablero: reconocer a Cristina Kirchner como principal opositora y profundizar la polarización con la ex presidenta, estrategia a la que inicialmente había renunciado.

Los resultados de esta nueva genialidad macrista aún no los conocemos en toda su extensión, pero análisis preliminares muestran obviamente la consolidación de Cristina como principal y casi excluyente opositora y un crecimiento de su figura en las preferencias ciudadanas, que combina el acompañamiento del 33% de seguidores, que constituyen el núcleo duro del kirchnerismo, a los que se agregan lenta pero inexorablemente aquellos ciudadanos que con su conducta dieron sustento hace ya más de medio siglo a la sentencia de Juan Perón, constituida en emblemática a la hora de analizar el rumbo probable de la opinión pública frente a gestiones paupérrimas como la del actual oficialismo: “No es que nosotros fuimos tan buenos, los que vinieron detrás nos hicieron óptimos”.


¿No les parece otra gran verdad del ya mítico “león herbívoro, estimados lectores de Perfil?



domingo, 5 de junio de 2016

Mauricio Macri. Trastienda de una intervención imprevista... @dealgunamanera...

Pasado, presente y futuro de la arritmia que aqueja al Presidente…

Mauricio Macri, analizado por el ojo clínico de Nelson Castro. Foto: Cedoc.

Los primeros malestares, al mediodía del viernes. La casi inmediata revisación médica. El pedido de reserva en la clínica. Qué se le hizo. La medicación que debe tomar. Lo que viene.

Un halo de fatalidad parece haberse posado sobre la salud de los presidentes argentinos a lo largo de la historia. Cuatro fallecieron en el ejercicio del mandato: Manuel Quintana (1906), Roque Sáenz Peña (1914), Roberto Ortiz (1942) y Juan Perón (1974). Hubo un quinto –Néstor Kirchner– cuyo deceso, ocurrido el 27 de octubre de 2010, correspondió al período en que cogobernaba con su esposa a la manera de un ex presidente en funciones.

A este grupo se le debe sumar el de aquellos presidentes que durante sus mandatos sufrieron enfermedades que representaron riesgos serios para sus vidas y que tuvieron alto impacto político. Son los casos de Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Menem padeció una suboclusión de la arteria carótida derecha; De la Rúa sufrió un neumotórax y luego la obstrucción de una de sus arterias coronarias, por lo que debió someterse a una angioplastia; Kirchner tuvo una úlcera erosiva gastroduodenal, una suboclusión de la arteria carótida derecha y una oclusión de la arteria coronaria circunfleja. Al margen de sus enfermedades de base –bipolaridad y atrofia frontal bilateral–, Fernández de Kirchner fue operada de un cáncer de tiroides que nunca tuvo, se le debió drenar un hematoma subdural de localización fronto-temporoparietal derecha y tuvo que ser internada por una diverticulitis complicada con una sigmoiditis.

En este grupo se ubica también Mauricio Macri. El Presidente debutó con un accidente doméstico mientras jugaba con su hija Antonia, que le produjo una fisura en algunas de sus costillas, afección que originó un ida y vuelta médico-político que aún debe ser narrado.

Alerta. El viernes 3, pasado el mediodía, Macri comenzó a sentir algunas molestias cardíacas. “Estoy con palpitaciones”, le dijo al jefe de la Unidad Médica Presidencial, doctor Simón Salzberg. Cardiólogo de gran prestigio, Salzberg lo examinó y diagnosticó de inmediato una fibrilación auricular.

La fibrilación auricular (FA) es una arritmia relativamente frecuente que consiste en una desorganización de la actividad eléctrica del corazón, que altera el ritmo cardíaco y que se observa tanto en personas con corazones aparentemente sanos como en aquellas que padecen distintos tipos de enfermedades cardiológicas. Hay dos tipos principales de FA: el paroxístico y el crónico. La fibrilación auricular en corazón sano tiene buen pronóstico y su principal complicación –que es baja–es el tromboembolismo que, a su vez, puede desencadenar un accidente cerebrovascular. En cambio, la FA crónica tiene más riesgos de complicaciones; la más común de ellas es el accidente cerebrovascular.

El tratamiento depende de las formas de presentación de la afección, de la existencia o no de patologías cardíacas concurrentes –cardiopatía isquémica, valvulopatías, insuficiencia cardíaca, hipertensión arterial, trastornos de la conducción del impulso cardíaco– y de su evolución. En algunos casos de aparición aguda, se hace necesaria la cardioversión eléctrica. En otros, se recurre a un tratamiento medicamentoso a base de drogas antiarrítmicas.

Solucionado el cuadro agudo, el paso siguiente es qué hacer para prevenir su repetición. Si se considera que el desencadenante fue el estrés, al paciente se le indica, además de la medicación específica, la toma de ansiolíticos.

Chequeo. Volvamos ahora a lo sucedido en la tarde del viernes en la Residencia de Olivos. Una vez hecho el diagnóstico, Salzberg le indicó al Presidente la conveniencia de su traslado a la Clínica Olivos para un chequeo más completo y para la instalación del tratamiento adecuado.

Ante esto, Macri respondió, después de algún breve cabildeo, que lo haría luego de realizar una entrevista off the record que ya había sido acordada con los colegas Edi Zunino, Eduardo Feinmann, Gloria López Lecube y Walter Curia. Una vez establecido esto, hubo una comunicación desde la Unidad Médica Presidencial con el centro médico, no sólo para avisar de la llegada del jefe de Estado sino también para arreglar sus detalles. Ahí fue cuando se produjo la filtración que dio origen a la primicia que difundió el área digital de la revista Caras a través de su sitio en Perfil.com alrededor de las seis de la tarde y en la que se informaba que Macri había sido internado. Esto dejó descolocados a los voceros presidenciales, que se apresuraron a desmentir un hecho que, en esencia, era cierto.


Completada la entrevista periodística, las palpitaciones que aquejaban al Presidente continuaban por lo cual, luego de un nuevo examen médico, se concretó su traslado a la Clínica Olivos. Una vez allí, se le practicaron diversos estudios cardiológicos. Uno de ellos fue un ecocardiograma transesofágico para descartar la presencia de trombos auriculares. Ello permitió concluir que el corazón del paciente está sano. Se decidió entonces realizarle una cardioversión eléctrica por medio de un desfibrilador, para lo cual se lo anestesió con Propofol. El primer intento no fue exitoso ya que la arritmia no se revirtió, cosa que sí ocurrió tras la segunda cardioversión. Una vez recuperado de la anestesia, el doctor Salzberg le aconsejó al Presidente pernoctar en la Clínica Olivos, sugerencia que fue rechazada, por lo que Macri se retiró finalmente de allí alrededor de las once y media de la noche del viernes. Durmió muy bien y el sábado 4 amaneció asintomático y de buen humor.

Tratamiento. En la mañana de ayer fue examinado nuevamente por Salzberg y su equipo, quienes decidieron instalar un tratamiento preventivo a base de un antiarrítmico y un anticoagulante por vía oral. El antiarrítmico elegido fue la amiodarona. Sumado a esas dos medicaciones, se instituyó un sedante de tipo ansiolítico, ya que los médicos presidenciales consideran que el estrés ha sido el principal factor desencadenante de la afección que aquejó a Macri.

Se le indicó también reposo y se le pidió que el fin de semana permaneciera en Olivos y no se trasladara a su quinta Los Abrojos por precaución, debido a que en la residencia presidencial hay equipamiento médico de emergencia para atender cualquier imponderable que pudiera presentarse en estas horas.

El plan del doctor Salzberg es evaluar al Presidente en un mes, momento en el cual seguramente se le realizará un Holter de 24 horas para chequear el ritmo cardíaco a fin de decidir cómo continuar el tratamiento. Podría ser antes.

El ejercicio del poder es un factor altamente estresante que afecta la salud de quien lo ejerce. Ese estrés es mucho mayor si ese ejercicio del poder transcurre en medio de las turbulencias de tiempos como los que se están viviendo en la Argentina. Es algo que los médicos de la Unidad Médica Presidencial saben y a lo que Macri debería prestar atención, porque su salud es, hoy en día, una cuestión de Estado.

Producción periodística: Santiago Serra. 



domingo, 31 de enero de 2016

“Cristina no quiere competir por el PJ”… @dealgunamanera...

“Cristina no quiere competir por el PJ”…


La afirmación de Recalde sobre la ex presidenta y el rol partidario. La jefatura de Perón, un modelo que hasta ahora nadie alcanzó. El poder repartido. El PJ abandonado y su web para arqueólogos. El cordobesismo. Massa. El espacio de Cristina. ¿Y Scioli?

© Escrito por Martín Granovsky el domingo 31/01/2016 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Héctor Recalde, el presidente del bloque de diputados del Frente para la Victoria, lo afirmó ayer sin vueltas. Cristina Fernández de Kirchner “ya dijo que no quiere competir por la presidencia del Partido Justicialista”, citó Recalde, para quien “todo el mundo reconoce su liderazgo”. Dos mensajes en uno.

Las declaraciones de Recalde a Radio Continental ponen en un sitio módico de la política las expectativas desmesuradas que a veces rodean la renovación de autoridades del PJ programada en principio para los próximos meses. Es como decir que lo valioso en el peronismo es la conducción del conjunto y que además, para Recalde, esa conducción le pertenece a la ex presidenta.

La historia del movimiento que ganó sus primeras elecciones hace casi 70 años, el 24 de febrero de 1946, es pródiga en anécdotas por el estilo.

En 1972 dos jefes guerrilleros llegaron a Madrid a visitar a Juan Perón, que todavía estaba en el exilio. Lo saludaron cuadrándose. “Mario Eduardo Firmenich, jefe de la organización Montoneros”, dijo uno. “Roberto Quieto, jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias”, dijo el otro. El dueño de casa los sobró: “Juan Domingo Perón, jefe del Movimiento Peronista”. 

El episodio figura en el interesante libro La lealtad, de Aldo Duzdevich, contada por Alcira Argumedo. Revela muy bien que a Perón le importaba el peronismo como conjunto, más allá de las líneas y las organizaciones, y naturalmente quería ejercer en plenitud el liderazgo de todo el movimiento. Un liderazgo que, entendía Perón, le pertenecía por legitimidad popular.

Perón fue el único peronista que consiguió su objetivo de liderazgo sintético cuando el peronismo no tenía el control del Estado. Y lo mantuvo nada menos que 18 años, entre 1955 y 1973.

En la última dictadura el peronismo no tuvo un jefe nato. Entre 1983 y 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, tampoco despuntó un líder indiscutible. Creció Antonio Cafiero en 1985 y aumentó su poder de forma notable cuando ganó la gobernación de Buenos Aires en 1987, pero ya en 1988 perdió la interna con Carlos Menem para determinar la candidatura presidencial de 1989.

El siguiente período con el peronismo fuera del Estado nacional fue el de Fernando de la Rúa instalado en la Casa Rosada. El peronismo mostró dos jefaturas. La de Menem, ya muy menguada. Y la de Eduardo Luis Duhalde, quien tampoco logró evitar un estado de dispersión y divisiones que aún perdura.

El peronismo volvió a gobernar durante diez días con Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá y Dante Camaño, y poco más de un año con Eduardo Duhalde. Luego tuvo el volante del Poder Ejecutivo durante doce años y medio con Néstor Kirchner y con Cristina Fernández de Kirchner. Por eso el comienzo del mandato macrista marca la tercera vez en la era democrática en que el justicialismo no tiene el control de la Presidencia de la Nación y plantea otra vez el desafío de hallar un liderazgo o al menos un sistema colectivo de resurrección política.

El cuadro de poder es heterogéneo:

- Los jefes territoriales peronistas no gobiernan en distritos importantes como Buenos Aires, Santa Fe, Capital Federal y Mendoza, y perdieron Jujuy por primera vez.

- El peronismo retuvo La Matanza, Lomas de Zamora, Ezeiza, Florencio Varela y Berazategui, pero perdió bastiones tradicionales como Quilmes y Tres de Febrero.

- Cristina es una figura de peso personal y político tras sus ocho años en la presidencia (la tercera para un mandato peronista luego de los diez años de Carlos Menem y los nueve de Perón), pero aún no puso a prueba su jefatura.

- El Congreso todavía no comenzó a funcionar. Su dinámica futura es un intríngulis y no hay jurisprudencia que permita un pronóstico exacto.

- Un peronista, Juan Schiaretti, es gobernador de Córdoba, pero pertenece al sector del también peronista José Manuel de la Sota, que nunca se sumó al FpV ni reconoció el liderazgo de Néstor Kirchner. Precandidato a vice con Cafiero en el 88 y gobernador de Córdoba las veces que lo deseó, la vez que De la Sota estuvo más cerca de la Presidencia fue en 2003, pero no llegó porque Duhalde bendijo a Néstor Kirchner como candidato y le puso a disposición el aparato del peronismo bonaerense.

- Schiaretti, que ganó la gobernación en una provincia que le aportó a Macri 1.540.018 votos en el ballottage de los 12.903.301 totales, y ella sola una diferencia de 900 mil votos sobre Daniel Scioli, construyó su propia relación cordobesista con Macri. No se integró al grupo de gobernadores peronistas formado por Carlos Verna (La Pampa), Juan Uñac (San Juan), Juan Manuel Urtubey (Salta), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Rosana Bertone (Tierra del Fuego), Domingo Peppo (Chaco), Gildo Insfrán (Formosa), Alicia Kirchner (Santa Cruz), Sergio Casas (La Rioja), Lucía Corpacci (Catamarca) y Juan Manzur (Tucumán).

- El grupo es sólo funcional. Esos gobernadores son interlocutores de la Casa Rosada y no necesariamente coinciden en sus proyectos políticos y personales. Pero necesitan sumar masa crítica para discutir con mayor poder de negociación.

- Un peronista, Sergio Massa, salió tercero en las elecciones y domina parte del peronismo bonaerense.

- Todas las vertientes de origen peronista, de Cristina a Massa, respetan la tradición frentista, sólo que en cada caso buscan aliados distintos. Martín Sabattella es un ejemplo dentro del peronismo kirchnerista. Mario Meoni, un ejemplo en el peronismo de Massa. Incluso el PRO no reniega de los dirigentes que vienen del peronismo como Cristian Ritondo, Diego Santilli, Federico Salvai o Emilio Monzó, muchos de ellos convertidos en interlocutores de sus antiguos compañeros.

- El movimiento obrero está atomizado en tres CGT (Hugo Moyano, Antonio Caló y Luis Barrionuevo) y dos CTA (Pablo Micheli y Hugo Yasky). Los cinco son peronistas.

En este cuadro la obsesión por el control del Partido Justicialista parece un juego distanciado del poder real.

Sólo tres

Hasta ahora sólo tres personas hablaron con cierto interés de la futura conducción del PJ.

Uno fue Macri, cuando dijo en Davos que para él Massa es el que pinta mejor. Si lo hizo por candidez o por picardía (para desordenar al FpV o tal vez para tornarlo rígido y quebradizo) es una elucubración sin respuesta.

El otro fue Massa al proponer como jefe a un peronista virgen de kirchnerismo como De la Sota.

El tercero fue Guillermo Moreno, que volvió de su cargo de agregado comercial en Italia y se candidatea diariamente como postulante al PJ mientras alimenta el mito del peronista puro que desafió a las corporaciones. Audaz y frontal, Moreno confía en su estrella y en la escasez de debate a fondo sobre fenómenos como la quiebra de Cresta Roja.

Con este panorama no sería extraño que el presidente del PJ termine siendo un dirigente sin aristas públicas que sus adversarios busquen limar. El jujeño Eduardo Fellner, que no parece muy irritado por el virtual estado de excepción resuelto por su comprovinciano Gerardo Morales para encarcelar a Milagro Sala, fue un ejemplo.

La Argentina no tiene un régimen parlamentario donde los partidos sean una pieza clave porque el jefe de la agrupación habitualmente es el candidato a formar gobierno y transformarse en primer ministro. Aunque los partidos tienen rango constitucional desde 1994, la práctica del peronismo y la del mismo PRO ilustran que ambos son maquinarias electorales capaces de reforzar el peso de la estructura partidaria solo frente a elecciones inminentes. Más a la norteamericana que a la europea.

El partido desierto

En el peronismo nunca el partido fue decisivo. Cafiero logró sortear el obstáculo de Herminio Iglesias en el 85 yendo a las primeras legislativas del período de Alfonsín por fuera del peronismo, con el sello democristiano que le prestó Carlos Auyero. Y ganó. A fines de 2002 Néstor Kirchner era solo un gobernador más que soñaba con ser presidente en 2007. Ni Duhalde controlaba el PJ sino solamente un trozo, el bonaerense, sin duda más importante que la porción de Menem y la porción de Adolfo Rodríguez Saá, los otros dos candidatos presidenciales de las elecciones de abril de 2003.

Néstor se preocupó por el PJ según las épocas y de manera intermitente. Jamás se obsesionó por él. Cristina se ocupó de que el PJ fuera favorable o neutral respecto de su propio poder. No más.

Desde 2003 hasta ahora el PJ no conformó siquiera una gran escuela de cuadros o un núcleo unificado de técnicos, el sueño eterno de muchos peronistas veteranos que imaginan terminar con el silencio desértico que reina en Matheu 130, la sede nacional que el partido tiene en el barrio de Balvanera. Una inspección por la página http://www.pj.org.ar ofrece resultados increíbles. El último documento fue colgado el 15 de octubre de 2015. El listado de autoridades se remonta a 2013. Hay solo tres textos: Conducción política de Perón, Doctrina peronista y Las 20 verdades. En la era digital la web parece una estación de tren abandonada.

La paradoja es que, desde el 10 de diciembre, las unidades básicas reciben cada vez más preguntas sobre cómo y cuándo afiliarse al PJ.

Una ronda de consultas de Página/12 a dirigentes peronistas intermedios permitió detectar el origen de esos pedidos. Hay un sector de kirchneristas no peronistas que fantasea con una gran puja interna en la que habría que estar adentro para votar por Cristina o por quien Cristina mande. Hay una franja de jóvenes hasta ahora no encuadrados que se siente peronista y quiere un combo de fundamentos y militancia territorial. Y hay desencantados de La Cámpora que buscan en las unidades básicas sitios con mayor intensidad de discusión política.

Poder real

Pero el poder real está fuera del PJ y desagregado en provincias, grandes distritos del Gran Buenos Aires, dirigentes sindicales y legisladores. También en una persona que no entra en ninguna de esas categorías: Cristina, dueña a la vez de un predicamento construido desde la Presidencia, de su carácter mismo de ex presidenta reciente, y por lo tanto con un conocimiento cercano de los temas de gobierno, de su potencial como contracara de Macri y del manejo de resortes parlamentarios a nivel nacional y de Buenos Aires. La realidad indicará si puede mantener su jefatura sobre todos los sectores que formaban el Frente para la Victoria, si construye un liderazgo importante gracias a lo que en la jerga se llama “confianza en la conducción” o si queda como un punto de referencia importante pero no excluyente.

¿Y Daniel Scioli? Desde su ingreso al peronismo hace 19 años fue diputado, funcionario y candidato, pero no tuvo vocación de construir ni jefatura ni liderazgo.

No es un disparate pensar en un escenario de poder repartido, con distintos niveles cruzados de diálogo y disputa entre dirigentes peronistas y entre ellos y el oficialismo, con dos momentos en que la dispersión necesitaría mayor centralidad: las legislativas de 2017 y las presidenciales de 2019, que deberían mostrar si el peronismo enfrenta otra vez un ballottage temible o aprovecha el margen constitucional para ganar en primera vuelta si es que las otras fuerzas no se juntan. Siempre teniendo en cuenta, claro, que los contrarios también juegan. Lo decía siempre Garrincha, jugador de la selección que ganó el primer mundial para Brasil, el de Suecia 1958.

Y Garrincha algo sabía de fútbol.