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miércoles, 1 de enero de 2020

La pasión de Alberto… @dealgunamanera...

La pasión de Alberto…


Para Alberto la nuestra es una democracia con “cuentas pendientes”, in progress, incompleta.  Pero en esa incompletud yace precisamente su fortaleza, porque la política democrática se funda más en preguntas que en respuestas.

© Escrito por Sol Montero el viernes 10/12/2019 y publicado por el Periódico La Vanguardia Digital de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

El anuncio de Cristina Kirchner del 18 de mayo abrió, como por arte de magia, un proceso de transmutación del carisma: del aura de Cristina al cuerpo de Alberto, progresivamente investido de legitimidad, capacidad y virtud.

En el Frente de Todos el desafío fue hacer visible un liderazgo donde no había ninguno, y esa visibilidad, puesta en escena en más de un dispositivo comunicacional durante la campaña y la transición, posibilitó su ascenso como candidato y futuro presidente. Hay muchas estaciones en la pasión de Alberto, que hoy culminó en su asunción presidencial.

Después de la elección de octubre se desplegaron dispositivos de concordia y de discordia: la designación de un equipo de transición, el encuentro entre el presidente saliente y el electo en la Casa Rosada, una misa compartida, una conferencia de prensa con el anuncio del gabinete de ministros, los intercambios entre funcionarios entrantes y salientes, la presencia pública del Alberto-estadista en eventos internacionales, la aparición del Alberto-twittero respondiendo mensajes. Así se fue configurando el cuerpo y la voz presidencial en los últimos meses.

La democracia no es solo un régimen de procedimientos, también es un régimen de liturgias y conmemoraciones. El 10 de diciembre, día histórico para la democracia argentina, se produjo la unción definitiva, la asunción presidencial, ese ritual milimétricamente reglado, y sujeto a múltiples arreglos institucionales y conmemorativos. Todo es signo en un acto de este tipo.

Están los compromisos institucionales: el trayecto desde el domicilio particular hasta el Congreso, el juramento, el traspaso de los atributos presidenciales, el discurso del nuevo presidente, el traslado a la Casa Rosada (Alberto llegó sin chofer, conduciendo su propio auto desde su casa hasta el Congreso), la jura de los ministros, el saludo a las delegaciones extranjeras. El pasaje de la condición de civil a la de primer magistrado.

Y luego están los rituales populares: la plaza, la multitud, los carteles, el festival, la música, el sudor, la marcha peronista, la alegría, las pasiones. No hay asunción sin pasión, porque el poder, cuando es representativo, está ungido por ese engrudo místico que es la identificación afectiva.  

No hay asunción sin pasión, porque el poder, cuando es representativo, está ungido por ese engrudo místico que es la identificación afectiva.

“¿Vas a ver la asunción de Cristina el martes 10?”, escuché decir por ahí en referencia al acto de asunción del 10 de diciembre.

Porque hoy también asumió Cristina. Invocadas explícitamente durante el proceso de selección de ministros, la palabra y la autoridad de Cristina funcionan, aún en silencio y en ausencia, como una garantía, como el soporte en el que descansa la legitimidad de Alberto.

Sentada a su lado, como presidenta de la Cámara de Senadores, como compañera y como líder político-espiritual, en la ceremonia de asunción miraba su discurso de reojo, ahora también aprendiendo de Alberto. El cuerpo de Alberto y el aura de Cristina, encarnación de una nueva comunidad política.

En su discurso de asunción Alberto habló de recomponer ese cuerpo político con más y mejor democracia: pero ¿a qué fundamento apelar para llevar adelante este proyecto democrático?

En última instancia, algo tan material como una comunidad política, integrada por cuerpos (sufrientes, necesitados, emocionados), se funda en valores, en gestos intangibles: la “solidaridad en la emergencia”, la “ética de la urgencia”, las “verdades relativas”.

La recomposición comunitaria de la Argentina requerirá solidaridad y de humildad, exigirá renunciar a (parte de) los privilegios, ceder (parte de) las verdades absolutas para confluir en un pacto social que es irrealizable sin cierta disposición ética de los actores.

Esa es la paradoja de la democracia: para construir la unidad es precisa la división, la escisión entre los intereses particulares y los colectivos, la confrontación de verdades parciales en pos de una verdad superadora y contingente.


Esa sociedad democrática en construcción desde aquel 10 de diciembre de 1983 es una que todavía “nos debemos”. Para Alberto la nuestra es una democracia con “cuentas pendientes”, in progress, incompleta. Pero en esa incompletud yace precisamente su fortaleza, porque la política democrática se funda más en preguntas que en respuestas.

Las preguntas abren un campo de posibilidades, hacen estallar las certezas uniformes y permiten imaginar un futuro. La liturgia de la asunción de Alberto cerró con una pregunta, la pregunta del millón: ¿seremos capaces, como Argentina unida, de atrevernos a construir esta posible y serena utopía a la cual nos llama hoy la historia?





viernes, 22 de noviembre de 2019

El eterno retorno... del peronismo… @dealgunamanera...

El eterno retorno... del peronismo… 


El peronismo logró vencer a la coalición Juntos por el Cambio y frustrar la reelección de Mauricio Macri. El fracaso económico del gobierno y la reunificación del peronismo explican el retorno de este último al poder más rápido de lo que hasta hace poco se esperaba.

© Escrito por María Esperanza Casullo el domingo 27/10/2019 y publicado por Nueva Sociedad de la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

El domingo 27 de octubre, Argentina se dio nuevo gobierno. Lo hizo mediante un acto eleccionario en el cual el país asistió a varias novedades: por primera vez en su historia nacional, fue derrotado un presidente en funciones que buscaba su reelección; por primera vez desde la recuperación de la democracia en 1983, un presidente no peronista logró llegar a las elecciones luego de cuatro años de mandato con posibilidades de ser reelegido; por primera vez un ex-presidente (en este caso, ex-presidenta) va a asumir como vicepresidente de la nación; por primera vez, asumirá un presidente que no ha pasado por ninguna función ejecutiva o electiva previa. También será la primera vez que el peronismo llegue al poder derrotando a un presidente en ejercicio (en 1989, Raúl Alfonsín no era candidato; en 2003, Néstor Kirchner no compitió contra Fernando de la Rúa, quien había renunciado dos años antes). Con la asunción del nuevo gobierno, el próximo 10 de diciembre, Argentina llegará a 36 años de estabilidad democrática, no solo con elecciones libres sino con alternancia en el poder.
Pero comencemos por el principio: ¿cómo puede explicarse que Mauricio Macri haya logrado lo que solo otros dos presidentes latinoamericanos pudieron antes, vale decir, ser derrotado en su intento reeleccionista?
En enero de 2016 publiqué un artículo en Nueva Sociedad titulado «El gobierno de Mauricio Macri: entre lo nuevo y lo viejo», en el que intentaba sistematizar las dimensiones con las cuales evaluar la gestión del entonces nuevo gobierno. Argumentaba que Cambiemos (la coalición integrada por Propuesta Republicana, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica) había llegado al gobierno con algunas promesas sustantivas que habían concitado apoyo en la población, entre ellas, la reducción de la inflación, una mayor liberalización económica (sobre todo, la posibilidad de comprar dólares y de acceder a bienes de consumo limitados por el «estatismo» kirchnerista) y, en especial, la perspectiva de derrotar políticamente, y de manera definitiva, al kirchnerismo (una popular consigna antikirchnerista era «No vuelven más»). De estas tres cuestiones dependería su éxito o fracaso.
Es evidente que el resultado adverso en las urnas del domingo 27 de octubre solo puede explicarse como resultado de haber incumplido totalmente las dos primeras promesas. No obstante, la resiliencia política de Cambiemos hacia el futuro se explica a partir del éxito (parcial) en el cumplimiento de la tercera.
Resulta tal vez redundante, pero necesario, recentrar el análisis de la derrota de Juntos por el Cambio (el nuevo nombre de Cambiemos) en su gestión de gobierno, ya que aquí se cifra la causa principal. El gobierno de Macri no solo no disminuyó la inflación (aunque en la campaña había dicho que eso era «muy fácil»), sino que la aumentó (el gobierno kirchnerista se retiró con una inflación de alrededor de 25% anual; la última medición del Instituto Nacional de Estadística y Censos antes de las elecciones alcanzó un 6% mensual). No llovieron las inversiones privadas, como había prometido el gobierno market-friendly, y la gestión económica macrista disminuyó las posibilidades de consumo de la mayoría de la población.
En un país en el que el acceso al consumo es una demanda prácticamente universal, no solamente los bienes de primera necesidad y suntuarios resultaron más caros en términos reales sino que su oferta se empobreció: menos variedad de marcas y de productos en los supermercados y nula apertura a las marcas aspiracionales globalizadas que sus votantes buscaban. No solo no se instaló en Argentina un Apple Store, ni vinieron H&M o Forever 21, sino que de repente se volvió difícil para grupos sociales enteros comprar queso o lácteos. A punto que tal que Cristina Fernández de Kirchner ironizó: «Estos son malos capitalistas, conmigo sí había capitalismo (...) que no me jodan más con lo del capitalismo».
Si bien en algunos sectores aumentó la oferta de servicios (por ejemplo, en el mercado de transporte aéreo, con el ingreso de las llamadas low cost), cabe señalar que el gobierno de Macri fue mucho más «proempresas» que «promercado», para utilizar la útil clasificación de James Bowen. La concentración empresarial en los sectores de servicios públicos, bancario, de telefonía celular y de medios de comunicación fue una constante. El deterioro de las condiciones de vida de las mayorías (que incluyó la caída de cuatro millones de personas bajo la línea de pobreza y el crecimiento de la pobreza hasta alcanzar al 35% de la población) no condujo al «círculo virtuoso» en el cual un menor salario real dinamizaría la demanda de empleo, que se suponía frenada por el alto costo laboral argentino.
En síntesis: Argentina cerrará este ciclo de gobierno con una caída del PIB proyectada para este año de 3,1%. Finalmente, y casi como una cruel ironía, Macri terminó su mandato reinstalando controles de cambios: la posibilidad de ahorrar en la moneda estadounidense fue la demanda que había unificado a sus votantes desde que el gobierno de Fernández de Kirchner implementó el llamado «cepo» en 2012. El cepo actual es aún más restrictivo que el de entonces: solo se pueden comprar 200 dólares mensuales por persona.
No puede resultar sorprendente, por lo tanto, que el núcleo del voto del peronismo hayan sido las zonas geográficas de Argentina más impactadas por el deterioro productivo y socioeconómico de estos cuatro años. La victoria de Alberto Fernández, cuya candidatura permitió reunificar al peronismo, se construyó con los votos de las zonas industriales y populosas del Conurbano bonaerense (profundamente afectadas por la caída del empleo) y las provincias del sur y el norte del país. La Patagonia, en particular, resultó adversa para el macrismo, que una y otra vez la consideró una región de privilegios indebidos, por ejemplo, por recibir subsidios a las tarifas de gas y electricidad. Tampoco resulta sorprendente que el núcleo del voto de Juntos por el Cambio se haya distribuido en espejo: las zonas agrícola-ganaderas del centro pampeano del país fueron, son y seguramente serán el corazón del proyecto político del macrismo en la oposición.
Pero el macrismo no sólo no pudo entregar buenos resultados macroeconómicos: resultó llamativo durante estos cuatro años su desapego (que bordeó en la displicencia) hacia la gestión del Estado. El gobierno de Cambiemos no tuvo prácticamente políticas insignia novedosas ni dejará tampoco leyes reformadoras de gran relevancia. En salud, educación, tecnología y política social, su gestión fue o bien la clausura de políticas enteras, o bien una continuidad desganada del statu quo anterior, cualquiera fuese este. No hubo reformas de fuste o creación de nuevas capacidades estatales en prácticamente ningún área. La inversión en infraestructura de transporte, vivienda y saneamiento ambiental fue módica. Por momentos pareció como si el gobierno de Macri hubiese estado auténticamente convencido de que el único y fundamental deber de su gobierno era retirar al Estado lo más posible, con la convicción de que desaparecido este obstáculo, las fuerzas del mercado desarrollarían autónomamente el país. Se abrió el debate del aborto pero no se aprobó y, en la campaña, el oficialismo hizo un giro «provida».
Queda aún la tercera promesa de Macri: derrotar definitivamente y para siempre al kirchnerismo (primero) y al peronismo (luego de 2017), con la paradoja de que Macri buscó un candidato a vicepresidente peronista (antikirchnerista), Miguel Ángel Pichetto, y que varias provincias «amarillas», como Córdoba o Santa Fe, donde ganó Macri, tienen también gobernadores peronistas. En esta meta podemos encontrar (paradójicamente, ya que fue derrotado por el revitalizado adversario peronista) los mayores éxitos del macrismo.
Juntos por el Cambio alcanzó 40% de los votos en unas elecciones disputadas en medio de una grave crisis económica porque la coalición respondió con mucha claridad a la pregunta de a quién representaba: a los y las votantes cuya primera prioridad ideológica es enfrentarse, de plano y definitivamente, con el peronismo, con votantes peronistas a los que imaginan radicalmente distintos de ellos mismos, y con la dimensión plebeya, contestataria y popular que el peronismo (tanto en sus versiones neoliberal durante la década de 1990 como nacional-popular durante el kirchnerismo) no tiene empacho en traer a la arena política.
El giro hacia el antiperonismo puro y duro se reforzó en el último mes antes de las elecciones, durante el cual Macri llevó adelante una larga gira por todo el país bautizada «Sí se puede». En ella inauguró una fase de «liderazgo carismático» (que incluyó, por ejemplo, besar el pie descalzo de una seguidora sobre el escenario) que pocos anticipaban, pero que fue eficiente en movilizar a su base más fiel. Si bien la coalición Juntos por el Cambio fue derrotada, conservó una buena porción de votos, ganó en las provincias agroganaderas del país (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos), en San Luis y la Ciudad de Buenos Aires, y se aseguró un bloque muy nutrido en el Congreso. No es poca cosa. El precio, sin embargo, fue la consolidación de un discurso con ribetes clasistas –e incluso racistas–, cuyo desenvolvimiento en la esfera pública habrá de ser monitoreado.
Lo que viene es una incógnita, ya que hay pocos elementos del pasado con los cuales establecer comparaciones o analogías, y el peronismo siempre se reinventa a sí mismo. Como en los últimos años, la economía será el principal desafío del nuevo gobierno: la deuda externa, asumida en su totalidad por el gobierno de Macri, deberá ser renegociada. Alberto Fernández deberá negociar con los actores económicos y sociales del país a fin de que todos acepten perder algo: los acreedores deberán resignar ganancias, los sectores agroexportadores tal vez deberán pagar más impuestos y las bases sociales del peronismo deberán tal vez aceptar que la mejoría en su calidad de vida y sus ingresos no será todo lo rápida que ellos se imaginan hoy.
Además, ambos bloques deberán maniobrar en una situación en la cual las diferencias ideológicas entre los votantes –en las elecciones más polarizadas desde 1983– parecen haberse solidificado de manera abierta, al aire libre, en el reino de lo dicho y no de lo insinuado. Lo esperable no es la desaparición de los antagonismos políticos (no es esa la «cultura» argentina) pero sí, al menos, su canalización en los espacios del Congreso y la negociación sectorial institucionalizada. También es una incógnita cómo funcionará la encarnación actual del peronismo, de la cual el kirchnerismo es una parte fundamental pero no la conductora, y Fernández de Kirchner fungirá, de manera inédita, como vicepresidenta (tal vez valga la pena recordar que el peronismo en el poder hasta ahora se ha verticalizado siempre bajo la figura de la autoridad presidencial). 
Por el momento, vale la pena señalar que, en una región que está en este momento sumida en serias turbulencias políticas, Argentina vivió una elección presidencial en la que dos visiones de país distintas –una de centroizquierda y otra de centroderecha– se enfrentaron pacíficamente.

Esta elección libre no es poca cosa: al ejercerla, la sociedad argentina decidió que un gobierno que teóricamente venía a hegemonizar la política nacional por cien años durará sólo cuatro.


sábado, 26 de octubre de 2019

¿Qué proponen los 6 candidatos presidenciales en caso de ganar?... @dealgunamanera...

¿Qué proponen los 6 candidatos presidenciales en caso de ganar?...


Los candidatos presidenciales presentaron sus plataformas oficiales ante la Justicia electoral. ¿Qué proponen?

© Publicado por Chequeado.com el viernes 04/10/2019.

La extensión y el grado de detalle de las plataformas electorales varía mucho según el partido, desde las 27 páginas del Frente para Todos que lleva como candidato presidencial a Alberto Fernández, hasta el frente Nos, que encabeza José Gómez Centurión, que sólo tiene una página. El tipo de propuestas también es bien diverso.

“No hay ningún formato que los partidos tengan que seguir la presentar sus plataformas, y está bien, la Justicia no puede tomarle examen a las agrupaciones para ver si pueden participar”, explicó a Chequeado Martín D’Alessandro, presidente de Sociedad Argentina de Análisis Político. Y agregó:

“Históricamente eran un documento partidario, con el que el partido podía ir a exigirle al candidato que cumpliese. Hoy pueden hacerlo los ciudadanos, es una herramienta de control. Sin embargo, en la práctica tienen poca relevancia”.

Frente de Todos: la plataforma más detallada

La plataforma presentada por el Frente de Todos es la que incluye mayor nivel de precisiones sobre las políticas que se llevarían a cabo en caso de ganar (un primer análisis realizado por Chequeado sobre los dos candidatos más votados puede verse acá). Incluye diferentes secciones, como Educación, Desarrollo Social, Seguridad y Transparencia, que tienen distintos niveles de detalle.
La sección de Desarrollo Económico, por ejemplo, hace un diagnóstico de la situación actual, pero no presenta medidas puntuales. Señala que “las políticas de desarrollo productivo deberán priorizar aquellos proyectos que generen un incremento de las exportaciones y sustituyan importaciones de manera genuina”. Entre las pocas propuestas concretas en esta sección incluye “generar un régimen especial de inversiones en la actividad de petróleo y gas”.

Varias de las propuestas en diversas áreas son la creación de nuevos organismos, entre ellos dos consejos, el Consejo Nacional Interministerial en Juventudes, y el de Emergencia en Niñez y Adolescencia. Propone también generar un Instituto Estadístico de la Economía Popular y Observatorio de la Seguridad Pública, para “producir conocimientos acerca de las violencias y las problemáticas delictivas”. Justamente, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, candidata a vicepresidente de esta fórmula, las estadísticas criminales dejaron de publicarse entre 2009 y 2015, pese a que una ley lo dispone expresamente. La plataforma señala también la necesidad de crear la ANSES Mujeres, “una seguridad social con perspectiva de género”.

La plataforma incluye además medidas concretas, como la eliminación del IVA de los productos de la canasta básica (algo que el gobierno actual hizo con algunos de los productos y fue criticado por Fernández, a pesar de estar en su plataforma y varios gobernadores cuestionaron ante la Justicia. Fernández dijo que lo haría sobre algunos grupos, como beneficiarios de la AUH).

Propone también armar un sistema masivo de créditos a tasas bajas para las familias, implementar los juicios por jurado (algo que ya funciona a nivel provincial en varias jurisdicciones y que establece la Constitución Nacional de 1853) y regular el lobby empresarial, a través de “mecanismos de regulación precisos”.

Juntos por el Cambio: propuestas generales

El partido de gobierno, que lleva como candidatos por Juntos por el Cambio a Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto, presentó una plataforma de 15 páginas, en el que refuerza su propuesta de reducir la pobreza, a la que define como “el principal problema económico de la Argentina”. La pobreza aumentó en el primer mandato de Cambiemos y en la primera mitad de 2019 llegó al 35,4%. Si se analiza la serie recalculada por el Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad de La Plata, este sería el valor más alto desde 2009, como se explicó en esta nota.

En su sección de propuestas, la mayoría son declaraciones de principios. Por ejemplo, en la sección de estabilidad macroeconómica, sostiene que se deben privilegiar “las inversiones que permiten la actividad económica” y que se necesita “una política monetaria prudente y/ un tipo de cambio acorde con sus necesidades de integración internacional”. No hay, sin embargo, propuestas concretas sobre cómo se lograrían estos objetivos.

La plataforma tiene también una sección sobre “integración inteligente al mundo”, en la que plantea que “la Argentina necesita aumentar considerablemente sus exportaciones, darle al sector productivo las herramientas para que sea cada vez más dinámico y productivo, se anime a salir al mundo y ofrezca empleos formales y calificados”.

Sobre el rol del Estado en la “equidad y la movilidad social”, la agrupación propone “un foco central en la creación de empleo formal, la extensión de las redes de agua corriente, cloacas, asfalto e Internet; sistemas de salud y educación universales y de calidad; y programas sociales enfocados en el desarrollo de habilidades para ingresar el mercado de empleo”.

Consenso Federal: búsqueda de acuerdos

Las 5 páginas de la plataforma de Consenso Federal, que lidera Roberto Lavagna y lleva como candidato a vicepresidente a Juan Manuel Urtubey, tienen como eje la necesidad de acuerdos. Su primer punto es la “convocatoria a la unidad, el diálogo, la concertación social y la formulación de acuerdos básicos”. En este punto incluye la propuesta de “un trabajo institucional que haga del diálogo una práctica permanente en la vida republicana”, la constitución de un Consejo Económico y Social, un Consejo Federal de Planeamiento Estratégico y un Consejo de Estado “integrado por representantes de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria”.

En cuanto a las propuestas económicas, presenta líneas de acción generales, sin detalle de cómo se realizarían. Habla, por ejemplo, de la necesidad del “equilibrio macroeconómico, la eliminación del déficit en el sector público y en la cuenta corriente del balance de pagos, la drástica reducción de la inflación, el control de las estructuras monopólicas y oligopólicas y el mejoramiento sustancial de los niveles de transparencia administrativa”, sin precisar las medidas concretas.

Sobre el mundo laboral, propone la “modernización en el régimen de trabajo, que en cada una de las actividades productivas tendrá que ser consensuada entre las entidades empresarias y las organizaciones sindicales”. Y, por último, en cuanto a cuestiones de transparencia, señala la necesidad de que la Oficina Anticorrupción sea un órgano independiente del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) y de que “todo funcionario público, al abandonar su cargo, rinda cuentas sobre su gestión y patrimonio”.

FIT: ruptura con el FMI y aborto legal

La plataforma del Frente de Izquierda y los Trabajadores Unidad (FIT), que postula como candidato a presidente a Nicolás del Caño, tiene propuestas concretas sobre las acciones que tomaría: ruptura con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el no pago de la deuda; aumento de los salarios y jubilaciones; prohibición de los despidos y suspensiones; anulación de la “reforma previsional” y de los “tarifazos” y la expropiación de las empresas Barrick Gold y Chevron, entre otras medidas.

Es la única agrupación que incluye a la legalización del aborto como parte de su plataforma y propone, al igual que el Frente de Todos, la eliminación del IVA de los alimentos de la canasta básica.

Frente NOS: patria

La página que concentra todas las propuestas del frente que lleva a Juan José Gómez Centurión como candidato a Presidente tiene 7 títulos en mayúsculas: Patria, Vida, Seguridad, Trabajo, Seguridad, Justicia y Económico.

La primera propuesta, dentro del título Patria, es “volver a sentir orgullo por nuestro pasado y nuestros símbolos patrios”. La segunda, en el título Vida, es “defendemos la vida desde la concepción y hasta la muerte natural”, y aclara que se opone a lo que considera el “asesinato de seres humanos indefensos en el vientre materno”. Señala también que reconoce “a la familia como núcleo básico de la sociedad” y la necesidad de “revalorizar a las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales”.

Despertar: tratados de libre comercio, fin de los aranceles y baja del gasto público

El frente que lidera José Luis Espert tiene como parte de su plataforma un acuerdo de 13 puntos que incluye eliminar o reducir los aranceles a la importación, firmar tratados de libre comercio con todos las regiones y países que deseen acceder a nuestros mercados, bajar el gasto público en un 40% y la eliminación de los regímenes de promoción industrial y regional, entre otros puntos.



domingo, 20 de octubre de 2019

No, no se puede… @dealgunamanera...

No, no se puede…


La dinámica política argentina desde el retorno democrático debería obligarnos a la deconstrucción del análisis, a la hora de anticipar sucesos o interpretarlos de manera tajante. Pero, al menos acá, intentamos hacer periodismo basado en evidencias y no en creencias.

© Escrito por Javier Calvo el domingo 20/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Repasemos antecedentes presidenciales impensados. Alfonsín le quitó el invicto electoral al peronismo. Menem llegó con promesas de hiperpopulismo y aplicó un capitalismo salvaje. De la Rúa iba a cambiar la historia, la detonó. Kirchner era impensable hasta que Duhalde lo bendijo por descarte. Cristina solo era la escala constitucional para que el matrimonio se sucediera a sí mismo y la dieron por acabada miles de veces. Macri lideraba un partido vecinal sin ambiciones de poder. Fernández ni en sueños pensaba que podía sentarse en el sillón de Rivadavia.

Con el diario del lunes, como suele decirse, es más sencillo hallar argumentos. En especial cuando previamente se arman falsas burbujas de paridades electorales, como desnudaron las PASO tanto en oficialistas como en opositores.

Dos ejes excluyentes pueden explicar el amplio triunfo del Frente de Todos en las primarias: la reunificación de casi todo el peronismo y la crisis económica. Ambas razones no han hecho otra cosa más que acentuarse desde agosto.

Por ello es que resulta muy improbable que el macrismo la dé vuelta, que sería llegar al ballottage, pese a la extraordinaria convocatoria en el acto de la 9 de Julio. No es imposible, en nombre de la deconstrucción mencionada, pero sí una utopía.

De todas maneras lo obtenido no es poco. Desde ya, que un gobierno no peronista termine un mandato es un logro. Y con apreciable respaldo en las urnas. Puede no alcanzar para forzar una segunda vuelta, pero el tercio en las PASO –que podría crecer algo el domingo 27– coloca a Juntos por el Cambio en la perspectiva de una fuerza opositora nada desdeñable para los tiempos muy difíciles que vienen.

Este futuro inmediato tan problemático es el que además amplía la enorme dificultad del “Sí, se puede” al espacio peronista triunfador. No, no se puede creer basados en evidencias que Alberto Fernández vaya a cumplir con sus promesas de reactivar, poner a la Argentina de pie y plata en los bolsillos de la gente, amén de varios otros compromisos ambiguos llenos de “qué”, pero sin “cómo”. Ni hablar de la incógnita en torno a que vuelven mejores…

Contra el lugar común de que la fe mueve montañas, desde lo racional no hay lugar para milagros. Ni para Macri, ni para Fernández.