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domingo, 22 de junio de 2014

La carta de Domingo Cavallo a CFK... De Alguna Manera...

La carta de Domingo Cavallo a CFK...


El ex ministro de Economía acusó a la mandataria de mantener un discurso “plagado de mentiras e hipocresía” en cuanto a cómo se gestó la deuda.

El ex ministro de Economía Domingo Cavallo acusó hoy a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de haber dado anoche un discurso “plagado de mentiras e hipocresia” respecto a la convertibilidad, el blindaje y el megacanje.

Fue luego de que anoche la mandataria hizo su dercargo tras conocerse la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de no tomar la causa respecto a los fondo buitre.

Obviamente no prestó ninguna atención al esfuerzo que hice para sacarla del errado relato sobre la deuda en el que ha caído, error en el que ella y Nestor Kirchner no habían caído en los noventas ni en el que estaban a principios de 2002. Yo explique la verdadera relación entre la convertibilidad, el blindaje y el megacanje con el default en mi artículo “La lucha por evitar el default y  la devaluación” , que presenté ante el juez Ballesteros en abril de 2002. A este artículo lo publiqué como apéndice en mi libro “Estanflación” y volví a referirme a él en “Camino a la estabilidad””, apuntó.

Cavallo advirtió que la mandataria es “refractaria a cualquier intento de ayudarla a salir de la telaraña en la que ha quedado enredada”. El ex funcionario adjuntó a su post una carta que envió a la Presidenta el pasado 5 de junio:

Estimada Señora Presidente,

Me dirijo de esta forma a Usted y no a través del “Querida Cristina”, como lo hubiera hecho antes de que asumiera sus altas funciones, no porque mis sentimientos hacia Usted sean diferentes a los de entonces, sino por respeto a su investidura.

Le hago llegar un ejemplar de mi nuevo libro “Camino a la estabilidad”, que escribí pensando precisamente en los problemas que Usted tiene que enfrentar de aquí al final de su mandato. Y en los problemas que deberá resolver quien sea elegido para sucederla. Se trata del mismo propósito que me animó a escribir “Estanflación” en el año 2008.

Como Usted verá, dedico el primer capítulo a explicar los errores conceptuales y de evaluación de la realidad del libro de Alfredo Zaiat, titulado “Economía a contramano”. Decidí hacerlo porque luego de escuchar sus elogios y constatar la semejanza de los razonamientos del autor a los del Ministro Axel Kicillof, me preocupa que esos errores puedan llevarla a Usted a adoptar medidas que agraven la situación inflacionaria y recesiva que estamos viviendo.

Se trata de la misma razón por la que dedico el segundo capítulo a criticar la interpretación de la inflación y de lo que se necesita hacer para derrotarla, que presenta mi amigo Federico Sturzenegger en su libro “Yo no me quiero ir”. Me preocupó escuchar a Mauricio Macri sostener que resolver el problema de la inflación  es sólo cuestión de “hacer un poco de austeridad” y que no es un problema muy difícil. Ojalá el Jefe de Gobierno de la Ciudad salga de este error, porque si no lo hace y llega a ser elegido Presidente de la Nación, va a reducir en gran medida sus posibilidades de éxito.

También dedico un capítulo a explicar por qué Duhalde y Lavagna son, incluso, más responsables que Usted y que Axel Kicillof y sus anteriores Ministros de Economía de muchos de los problemas que estamos padeciendo. En este sentido quiero destacar que Usted estaba en lo cierto cuando sostuvo en la Cámara de Diputados de la Nación, al tratarse la derogación de la ley de Convertibilidad, que se trataba de un grave error, por lo que se abstuvo de apoyar esa propuesta de Duhalde.

Fue la pesificación forzosa y la gran devaluación que se produjo como consecuencia de esa decisión, la que creó todos los desajustes de precios relativos que explican la crisis energética y muchos otros problemas que hoy le adjudican a su gestión, precisamente algunos de los que inspiraron aquellas decisiones equivocadas.

En el capítulo dedicado a la historia de la inflación, me extiendo en detalle sobre la experiencia de los años 2001 y 2002. Si Usted lee esta historia, advertirá que tanto Néstor Kirchner como Usted, no estaban equivocados cuando valoraban la convertibilidad, brindaban apoyo a la reestructuración y privatización de YPF y criticaban, como recuerdo lo hacía Néstor con énfasis, el excesivo gasto y endeudamiento de las provincias a partir de que Duhalde y Menem comenzaron a competir por la candidatura presidencial del Justicialismo entre 1997 y 1999.

Mis únicas críticas sobre las decisiones de Néstor en aquellos años son dos:

Primero, que no haya utilizado los 700 millones de dólares que, siguiendo mi consejo, había podido ahorrar luego de cobrar las regalías que la Nación debía a la Provincia de Santa Cruz, para formar un consorcio con empresarios petroleros locales que compraran el paquete de acciones de YPF que el Presidente Menem decidió vender por licitación en 1999. De haber promovido la Provincia de Santa Cruz ese consorcio,  aprovechando que ya tenía un buen porcentaje de acciones de la petrolera, en lugar de venderlas a Repsol, Ustedes, junto a empresarios petroleros argentinos, podrían haber pasado a controlar YPF.
 
Segundo, que cuando le propuse a Néstor, en julio de 2001, que la Provincia de Santa Cruz aportara sus 700 millones de Dólares para integrar un Fondo Monetario Interprovincial que receptaría además una cantidad equivalente de la Nación y 1.600 millones de dólares del paquete que estaba aprobando el FMI, cuyo consejo de administración presidiría Néstor Kirchner, él me dijo que no confiaba en los gobernadores de las provincias que necesitaban asistencia financiera y que prefería dejar los fondos de Santa Cruz en el exterior.

Por supuesto, mis críticas a la gestión económica desde el 25 de mayo de 2003 hasta la actualidad son muchas más, tal como lo destaco en mi libro, pero no las hago para adherirme a los ataques que Usted está recibiendo de parte de muchos de los que son más responsables que Usted de los errores cometidos, sino para ayudarla y ayudar a quienes se postulan para gobernar a la Nación desde el 10 de diciembre de 2015, a encontrar soluciones.

El Presidente Menem, a quien entre 1996 y 1999 yo critiqué con la misma intención con la que ahora lo hago a su gestión, me ha reconocido que mi actitud fue mucho más leal y constructiva que la de aquellos que entonces se desvivían por aplaudirlo y elogiarlo y que, tan pronto perdió el poder, se dedicaron a denostarlo. Lamentablemente vi y sigo viendo a muchos de esos personajes, tener hacia Usted la misma actitud que tenían hacia Menem. No me gustaría que cuando Usted ya no esté en el poder, hagan leña del árbol caído, como lo siguen haciendo con el Presidente Menem.

Mis libros fueron, son y serán, o al menos procurarán ser, aportes a la construcción de una Argentina estable, con desarrollo económico y progreso social. No me anima ningún otro propósito.
 

La saludo con la mayor consideración y le deseo éxito en el final de su gestión.

Afectuosamente,
 
Domingo F. Cavallo.

© Escrito por Domingo F. Cavallo el Martes 17/06/2014 y publicado por el Diario El Cronista de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




domingo, 2 de marzo de 2014

Hipogresía…De Alguna Manera...

Hipogresía…


Convierten lo malo en inevitable y lo antes denostado, en parte de una etapa promisoria. Por eso acuñaron la quimera de que la devaluación de enero le fue impuesta al Gobierno desde “afuera”. Arquetípica mueca peronista, siempre hay complots enderezados a despedazarnos. Ya en mayo de 1973, con Cámpora en la Casa Rosada, a punto de volver al país para morir aquí, Perón denunciaba la doble pinza de los “centros trotskistas” y de los “centros gorilas” conjurados contra él y contra la Argentina (portada de La Opinión, el diario de Jacobo Timerman, 31 de mayo de 1973). Esa característica indoblegable que permite usar las posiciones de principios dándolas vuelta como un guante, es una visceral hipocresía.
No debo robarle la palabra a Jorge Fernández Díaz, que cada noche se hace cargo del micrófono de Radio Mitre cuando yo concluyo mi “Esto que Pasa”. Él propone hablar de hipogresía para describir la hipocresía de quienes se llaman “progresistas”. Otra colega, Luciana Vázquez, inventó la semana pasada en La Nación un adverbio ríspido pero válido, “progremente”, que adjetiva en términos de prolijidad ideológica lo que se hace en nombre de la causa, aunque haya que devorarse densos guisos de sapo.
Es lo que hizo el académico Alfredo Zaiat esta semana en Página/12. Zaiat, a quien Cristina Kirchner elogia en público, aseguró que la deuda contraída por la Argentina para indemnizar a Repsol por la expropiación de su 51% en YPF, era “buena” porque tuvo “un resultado muy favorable al Estado argentino”, algo que “culmina en saldo positivo para la Argentina”.
Es cierto que Axel Kicillof, exuberantemente elogiado por Zaiat, dijo que “no les vamos a pagar lo que ellos dicen, sino el costo real de la empresa. Dicen que son 10.000 millones de dólares. ¿Y eso dónde está? Los tarados son los que piensan que el Estado tiene que ser estúpido y comprar todo según el estatuto de YPF”. También es cierto que Kicillof y Julio de Vido habían calificado de saqueadora a Repsol y habían sugerido que debería ser la empresa española la que debería pagarle a la Argentina, no al revés.
Si bien la progresía local admite que el motivo oficial al decidir la expropiación es que el Gobierno se desayunó en 2012 con la calamidad de que la Argentina había perdido su autoabastecimiento energético, Zaiat es enternecedor en este punto. Barrunta que eso sucedió porque el Gobierno “confió (sic) en demasía en el comportamiento de las petroleras privadas, en especial de Repsol con sus socios argentinos Eskenazi”. O sea que Néstor Kirchner, uno de los dos padres de la patria, al lado de Jose de San Martín, como dictaminó estos días el gobierno argentino, fue una víctima de su buena fe. Pobre Néstor, dice la academia progresista, Repsol y los Esquenazi le hicieron el cuento del tío y luego se la llevaron con pala, hasta que llegó Cristina y “mando a parar”.
Las agachadas son movimientos tácticos geniales, los giros a cualquier extremo son artilugios monumentales que revelan la sapiencia profunda de la conducción. Todo obedece a la arcaica pero vigente doctrina nacional: así-como-te-digo-una-cosa-te-digo-la-otra. El muy presidenciable Daniel Scioli se maneja con una consigna astuta: propone alejarse del populismo y del neoliberalismo, o sea de Menem y de los Kirchner, gobiernos que han sido producidos por el peronismo. Juegos de palabras, muecas retóricas, impunidades semánticas, en todos los casos habrá siempre voluntariosos explicadores, listos para argumentar que el cambio de ruta es un imperativo táctico que no modifica el destino ideológico.
Sucedió en 1921 en la Rusia bolchevique, cuando tras los primeros años de revolución socialista, Lenin adoptó la Nueva Política Económica (NPE), una estratagema para lograr inversiones capitalistas en la derruida economía soviética. Eso incluiría libre mercado y un capitalismo de Estado que numerosos comunistas rusos aborrecían. Sin embargo, Lenin solo quería ganar tiempo y la NPE le permitiría fortalecerse para, ahí sí, lanzar a la URSS rumbo al socialismo. Lenin murió en 1924 y fue reemplazado por Stalin, que instauró un reinado del terror, en el totalitarismo mas desaforado. Así y todo, al georgiano no le tembló el pulso para pegar un volantazo en 1941 al firmar un tratado de no agresión con la Alemania de Hitler.
La feligresía intelectual del comunismo siempre justificaría las razones “del partido” para zigzaguear sin sonrojarse. Cuando la URSS se desplomó en 1990/1991, Cuba, que era a esa altura poco menos que un satélite dócil de los soviéticos, proclamó el “período especial”. Tres lustros más tarde, y ahora bajo la conducción de Raúl Castro, ha iniciado un tembloroso pero ostensible retorno a una especie de socialismo pequeño burgués o capitalismo barrial. Para todo siempre hay una explicación y una tolerancia inauditas. ¿Cómo no existirían, en esta estólida mirada, deudas “buenas”, mientras que otras serían malas?
La semana pasada este diario dedicó 12.500 palabras a reproducir una entrevista de Jorge Fontevecchia a Beatriz Sarlo y Horacio González. El director de la Biblioteca Nacional fue capaz de decir en esa ocasión que “el acto de la ESMA con (Néstor) Kirchner (en marzo de 2004) solo en la tarima, fue una injusticia hacia Alfonsín, reconocida de inmediato. Y por otro lado, el Gobierno es alfonsinista por todos los lados que lo quieras ver”. Dos patrañas en muy pocas palabras: Kirchner nunca reconoció en público el juicio a las juntas, ni jamás se rectificó de esa insolente desvirtuación de veinte años de luchas democráticas previas a 20113. Calificar de “alfonsinista” al gobierno de 2003 a la fecha es, por otra parte, una gruesa demasía, indigna de los pergaminos literarios de González, para quien el kirchnerismo es “como un intento de transformación de la trama íntima del peronismo”.
Deudas buenas y un Kirchner “alfonsinista”; para la ardorosa y florida prosa explicatoria de los sacerdotes de la hipogresía oficial no hay límites imposibles. Esas rodillas siempre se pueden flexionar un poco más.
© Escrito por Pepe Eliaschev el Sábado 01/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 9 de febrero de 2013

La economía del miedo… De Alguna Manera...


La economía del miedo…


El discurso económico convencional captura la atención en las sociedades modernas emitiendo mensajes que advierten acerca de que algo malo puede suceder. Los divulgadores de esos avisos siempre presentan un peligro potencial de consecuencias desastrosas para la economía y por lo tanto para el bienestar de la población. El motivo de esa eventual desgracia varía según el momento. No importa si predicen desastres donde no los hay y luego no se verifican, puesto que no son interpelados por la catástrofe que no fue. No pierden tiempo en revisar fallidos y reemplazan un miedo por otro. Intervienen en un escenario global donde se despliega la precariedad de la existencia, en general asistida por las religiones o la filosofía, abonando la economía del miedo. Alimentan la angustia de gran parte de la población por el riesgo a perder el trabajo, los ahorros o advierten que la perspectiva de la economía personal puede ser amenazada por el desborde inflacionario o una brusca alteración de la paridad cambiaria.

El objetivo de diseminar temores es disciplinar a una sociedad para que acepte situaciones que serían rechazadas si fueran ofrecidas en un marco normal. El miedo es el vehículo para condicionar el comportamiento colectivo. En una era de incertidumbre global, la meta es imponer de ese modo políticas impopulares. En los noventa se convocaba el recuerdo traumático de la hiperinflación para aplicar reformas devastadoras de derechos sociolaborales y de liquidación de activos públicos. Después se alertaba sobre el riesgo de salir de la convertibilidad para justificar fuertes ajustes fiscales con recortes del gasto público y de salarios y jubilaciones.

Las dudas sobre lo que está sucediendo y el temor sobre lo que vendrá provocan intranquilidad. Gran parte de la sociedad se encuentra así en condiciones vulnerables para absorber teorías conspirativas, escenarios apocalípticos y análisis de caos inminentes. El crecimiento espectacular de Internet con el flujo de información al instante y la comunicación vía mail y redes sociales ha derivado en un canal impresionante de rápida difusión de todo tipo de análisis y especulaciones. Los mercaderes de la ansiedad ocupan el centro de la escena y se requiere de una firme voluntad política para desenmascarar sus intenciones y neutralizarlos.

La persistente mención del riesgo a la debacle va consolidando la sociedad del miedo, donde existen antecedentes traumáticos que abonan el terreno del temor. En este delicado cuadro, el manejo de las expectativas juega un rol fundamental para construir consensos sobre cómo se desarrolla la economía, y para evitar que el círculo vicioso de las exageraciones pueda concluir en profecías autocumplidas. El español Joaquín Estefanía escribió el libro La economía del miedo, donde remarca que “el miedo ha sido siempre fiel aliado del poder. Nos han inoculado el miedo a la inseguridad económica, al paro, al otro, al que viene a disputar los pocos empleos que se crean...”. Cuando Estefanía habla del poder se refiere al económico. Rescata una viñeta del dibujante “El Roto” que resume ese concepto: “Tuvimos que asustar a la población para tranquilizar a los mercados”, dice un hombre de traje y corbata desde un balcón.

El recorrido desde la recuperación de la democracia en 1983 reúne varios capítulos de la economía del miedo. Para su construcción ha intervenido una variable financiera principal subordinando el resto. La administración alfonsinista padeció la evolución del dólar. El vaivén del billete verde era presentado como el termómetro más firme sobre la marcha de la economía. Cotización que acompañaba diariamente la información del estado del tiempo. El alza de la paridad cambiaria fue limitando así la gestión de la política económica, acorralada por la carga de los pagos de la deuda, hasta generar las condiciones para el golpe de mercado que hundió el gobierno, obligando el adelantamiento de la fecha de las elecciones y de la posterior entrega del poder.

Durante el menemismo, pese a la alianza del gobierno con los grupos económicos locales y trasnacionales y la banca acreedora, las contradicciones al interior del poder económico tenían como registro principal de esas tensiones el movimiento de los activos bursátiles. El tipo de cambio estaba congelado y la deuda se cancelaba con la venta de empresas públicas y emisión de nuevos bonos. La evolución de las acciones líderes era entonces el indicador para abonar el miedo económico. En esos años, las pujas por la permanencia del ministro de Economía, las agudas internas políticas en el gobierno o los intereses de grupos económicos y de la banca acreedora tenían como caja de resonancia el sube y baja de las acciones y bonos.

La memoria está más fresca con el índice de riesgo país que mantuvo en jaque la presidencia de Fernando de la Rúa enredada en la falsa ilusión de complacer al poder financiero como política de supervivencia. Ese indicador golpeaba día a día difundiendo con títulos catástrofes cada una de sus variaciones, afectando las expectativas de los agentes económicos. En esos años el riesgo país actuaba como termómetro de la economía dominada por la lógica financiera. Ese índice es la diferencia entre la tasa de interés del bono del Tesoro de Estados Unidos a diez años con la de uno similar argentino. Esa brecha era sinónimo de una mayor o menor confianza de los acreedores para prestar dinero comprando nuevos bonos en la refinanciación de vencimientos de deuda. El riesgo país actuaba como un factor de disciplinamiento del poder político para que aplique medidas de austeridad que, en búsqueda del respaldo de los mercados, aseguraran el pago de la deuda.

Cada una de esas experiencias con sus respectivas variables (dólar-Alfonsín; Bolsa-Menem; riesgo país-De la Rúa) tuvo al Fondo Monetario Internacional como el protagonista principal para (des)ordenar la economía con las condicionalidades de ajuste adheridas a los planes de auxilio financiero, facilitados por el despliegue de esos indicadores de la city alimentando la economía del miedo.

Este círculo vicioso se pudo romper con la cesación de pagos y la renegociación de la deuda con quita, disminución de la tasa de interés y extensión de los plazos de pago, como también con la cancelación total de la deuda con el FMI. Además, con la acumulación de abultadas reservas en las arcas del Banco Central para pulsear con éxito cada una de las corridas contra el peso. El riesgo país sigue ubicado en niveles muy elevados sin influencia relevante en el funcionamiento diario de la economía doméstica, revelando así que sólo es un índice de utilización política del mundo financiero, puesto que los indicadores de deuda argentinos son muy sólidos en relación con el PBI, reservas internacionales, sector externo y horizonte de vencimiento. La deuda dejó de ser un problema principal y el mercado de cambio oficial es manejado sin dificultad por el Banco Central.

La economía del miedo se quedó de ese modo sin indicadores de las finanzas globales para atemorizar sobre lo inevitable de una crisis. Ni el dólar, ni la Bolsa, ni el riesgo país. En el ciclo político del kirchnerismo irrumpieron entonces nuevos fantasmas con pronósticos sobre la inminencia de un default, recesión, desborde inflacionario o fuerte devaluación. Si bien tuvieron su impacto negativo en la formación de expectativas no han podido afectar en gran medida la evolución de la economía. El elemento diferenciador con los mencionados períodos anteriores fue que la gestión de la política económica no quedó subordinada a los dictados de indicadores financieros, sino que comenzó a disputar en pie de igualdad el control del escenario económico.

A partir del régimen de administración y control de acceso a la moneda extranjera, alquimistas de la economía del miedo encontraron la variable necesaria para recuperar aliento y fortalecer posiciones con predicciones de próximos descalabros: la cotización del dólar comercializado por fuera del circuito formal.

La trampa de la economía del miedo ahora es de color “blue”.

© Escrito por Alfredo Zaiat el sábado 09/02/2013 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 7 de enero de 2012

Medicamentos de Alto Costo (MAC)... De Alguna Manera...

Los MAC...
(Medicamentos de Alto Costo)


Los medicamentos no son un tema exclusivo de profesionales de la medicina, laboratorios y pacientes, sino que también debería ser abordado con mayor énfasis desde la economía política. Al ser un bien vinculado con la vida y la muerte, los participantes que manejan ese “mercado” tienen la ventaja de cierta pasividad de los “beneficiarios”, entendible resignación que sólo puede ser compensada con una intervención decidida del Estado.

El sistema de salud tiene la suficiente complejidad por la cantidad de protagonistas, intereses en juego y áreas académicas involucradas que requiere de un abordaje global para definir un objetivo de acceso y cobertura de calidad universal, para luego avanzar en campos específicos de acción para empezar a transformarlo. Uno de ellos es el de los medicamentos, sus precios y alcance a la población, y específicamente los de alto costo, que están absorbiendo una porción creciente del presupuesto de salud. La mayoría de los países desarrollados y varios de la región, entre los que se destacan Brasil y Uruguay, se han ocupado de regular ese segmento. Argentina está bastante atrasada en esa tarea pese a que esos medicamentos ya representan alrededor del 10 por ciento del total del gasto en salud por su costo elevado, según detalla un reciente informe del Instituto de Estudios sobre Política de Salud, de la Asociación Agentes de Propaganda Médica, afiliada a la CTA.

Los denominados Medicamentos de Alto Costo (MAC) son los destinados a un conjunto limitado de enfermedades que registran baja prevalencia, pero demandan un monto creciente de recursos. Por esa baja prevalencia y su costo altísimo también se las conoce como “enfermedades catastróficas”. Se las llama así porque su aparición empobrece a quienes las padecen. En 2010, por ejemplo, el 62 por ciento de las familias norteamericanas que quebraron y entraron en la pobreza lo hicieron por causa de esas enfermedades.

El principal factor que explica los precios elevados de los MAC es que son productos monopólicos, que tienen un único oferente y mediante la barrera de las patentes impiden el ingreso de competidores al mercado. Tampoco son vendidos en farmacias minoristas ni figuran en las listas de precios, por eso se los define como “medicamentos ocultos”. Estos registran los mayores precios y muy baja sustitución, lo que origina que la demanda permanezca cautiva y la elasticidad del precio sea virtualmente nula. En ese informe se destaca que la mayoría son productos biotecnológicos y su facturación aumenta en todo el mundo a un escala que duplica el crecimiento anual del mercado farmacéutico en su conjunto. Las ventas globales de este segmento se incrementan a un ritmo anual de 12,5 por ciento desde hace un lustro, contra el 6,4 por ciento de crecimiento del mercado global. Por ejemplo, en 2007 existían 134 productos biotecnológicos y monopólicos con ventas superiores a 75 mil millones de dólares en el mundo. Al tope se ubicaban 22 marcas comerciales “innovadoras” con ventas superiores a los 1000 millones de dólares cada una.

Uno de los más prestigiosos académicos en economía de la salud de Argentina y Latinoamérica, director del Centro de Estudios en Gestión y Economía de la Salud de la Facultad de Ciencias Económicas, Federico Tobar, explica que ese gasto crece en todo el mundo, pero en Argentina a un ritmo mayor. Detalla que se duplicó entre 2003 y el 2007 por tres motivos:

1 Los productos se venden en Argentina a precios muy superiores a los internacionales.

2 No hay competencia. Son medicamentos con un solo fabricante y no se venden en farmacias sino a través de unas pocas droguerías.

3 Se usan en enfermedades crónico-degenerativas de creciente prevalencia en la población.

“Estas condiciones convierten a los medicamentos de alto costo en un botín ideal para atraer mafias. Así, quienes padecen enfermedades caras deben también soportar el castigo de los oportunistas que lucran con ello”, sentenció Tobar en el documento “Acceso universal a medicamentos de alto costo y el fin de las mafias”. Señala que a esas características de los MAC “se suma la organización extremadamente fragmentada y segmentada de nuestro sistema de salud. Ambos factores configuran una combinación explosiva: pocos vendedores, pocos controles y altos precios”. Precisa que en los últimos años el gasto en esos medicamentos registró en el país un incremento promedio del 60 por ciento anual, muy por encima del gasto en salud en su conjunto e incluso del gasto en el total de medicamentos.

En otra investigación, Tobar realiza una comparación internacional del precio de los MAC en Argentina respecto de Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay, además de España e Inglaterra. Relevó una canasta de productos de significativa relevancia para idénticas marcas y presentaciones comerciales: son medicamentos de alto costo que generan el mayor gasto en el país e involucran 18 marcas comerciales, y la gran mayoría de ellas se venden en otros países. En todos los casos la información es a precios finales y en dólares. En esa cesta se incluyeron medicamentos oncológicos, para la esclerosis múltiple, leucemia mieloide crónica y aguda, entre otros. La conclusión es que en casi todas las marcas los precios en Argentina son superiores a los vigentes en esos países seleccionados. En Chile, Uruguay, España e Inglaterra todos los que integran esa canasta de medicamentos de alto costo resultan sensiblemente más baratos que en Argentina. En Paraguay, donde sólo se comercializan 8 de las 18 marcas, la mitad de ellos presenta precios levemente inferiores a los vigentes en Argentina. En Brasil hay otros cuatro medicamentos que presentan precios superiores. Por ejemplo, el producto de marca comercial Sutent (oncológico) cuesta en Inglaterra un 60 por ciento más barato, el Gilenya (esclerosis múltiple) en Chile tiene un precio 32 por ciento más bajo, y el Tarceva (oncológico) en España registra un precio 44 por ciento más barato. Adquirir un envase de cada uno de los medicamentos que integran la canasta global relevada cuesta en Argentina 448.962 pesos. Si se pudieran comprar al menor precio anotado en esos otros países, el costo total sería 161.855 pesos, un 64 por ciento menos.

Tobar recomienda implantar un seguro universal “que garantice a todos los argentinos los cuidados adecuados frente a las enfermedades catastróficas, incluyendo la provisión gratuita de medicamentos”. Para ello propone que debería haber un solo comprador (el Estado) “muy bien vigilado, que obtendría precios de hasta un 80 por ciento más baratos a través de licitaciones internacionales”. Define que las enfermedades deberían ser tratadas según protocolos a los cuales médicos e instituciones de la salud (prepagas, obras sociales sindicales, PAMI, hospitales públicos) deberían ajustarse. Afirma que los recursos con que hoy opera la Administración de Programas Especiales (APE) son suficientes, que se podrían complementar con un pago mensual capitado de las prepagas que, al delegar en el Seguro Nacional de Enfermedades Catastróficas esa cobertura, resultarían aliviados en sus gastos. Por ejemplo, el Fondo Nacional de Recursos del Uruguay, que ya implementó ese sistema, cobra una mensualidad de dos dólares por cada afiliado a los seguros privados.

Otros países también encararon este tema con una fuerte intervención pública. Brasil definió que esos medicamentos serían adquiridos en forma centralizada por el Estado, captando así economías de escala en la compra. En Inglaterra existe una regulación de precios que, de aplicarse en Argentina, sería calificada de un ataque a la inversión privada, pues el Estado británico les impone a los laboratorios un tope en la rentabilidad por los nuevos medicamentos, calculado sobre el capital invertido en I+D. La mayoría de los países europeos, Australia y Canadá han incorporado en forma progresiva diversas medidas de racionalización y contención del gasto farmacéutico.

Tobar propone “acabar con las mafias de los medicamentos y al mismo tiempo avanzar hacia un modelo más justo de salud”, conquistando el acceso universal e igualitario a la cobertura de las enfermedades de menos prevalencia y mayor costo. Afirma que no es una cuestión de fondos, de conocimientos ni de tecnología, sino que “se requiere voluntad política”. Se sabe que el sistema de salud en Argentina es complejo y complicado cuando se plantea la misión de mejorarlo, pero por algún lado se empieza. Los MAC pueden ser uno de ellos.

© Escrito por Alfredo Zaiat y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 7 de Enero de 2012.