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domingo, 9 de julio de 2017

Radio Nacional cumplió 80 años y premió a figuras históricas… @dealgunamanera...

Radio Nacional cumplió 80 años y premió a figuras históricas…

Distinción para un emblema. Larrea recibió galardón con forma de micrófono. (Foto Pedro Lázaro Fernández).

Héctor Larrea, Magdalena Ruiz Guiñazú, Jorge Lanata y otros fueron distinguidos esta noche, en el CCK. Entrega de micrófonos realizados por Pallarols.

© Escrito por Patricio Féminis el jueves 06/07/2017 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


La voz de Héctor Larrea reverbera en La Cúpula del Centro Cultural Kirchner (CCK) y Jorge Lanata lo mira desde abajo, con ansiedad. A su costado, Magdalena Ruiz Guiñazú y Lalo Mir captan nuevos matices en la voz de Larrea, quien recibió el premio “por su aporte a la radiofonía” en el festejo de los 80 años exactos de la primera emisión de Radio Nacional (AM 870). La certeza rodea a la voz símbolo del micrófono: “Por su aporte a la radiodifusión argentina. Un maestro para muchos de los que entienden la radio como a un trabajo honesto”.

Lalo y su micrófono de Pallarols (Pedro Lázaro).

Lo afirma Silvina Chediek junto al guitarrista Esteban Morgado, maestros de ceremonia en los premios por los 80 años de Nacional. Justo antes de Larrea, otros aplausos llegan para el director de FM Nacional Rock, Bobby Flores, por “sus 40 años de romance con la radio”. ¿Qué piensa él? "Dirigir una radio pública tiene una presión extra: hay que responderles a todos. Espero dejar una buena radio para el que sigue".


Otro premio le espera a Lalo Mir -con carisma encendido- como antesala de dos condecorados, con resonancia en la Radio Nacional de hoy, aunque no pertenezcan a ella: a Magdalena Ruiz Guiñazú y a Jorge Lanata, ambos “por su aporte al periodismo”. Chediek cruza miradas con el conductor de "Periodismo para Todos" y dice de él: "Ha desarrollado recursos creativos que transformaron la manera de hacer periodismo radiofónico". Y Lanata quiere resonar: "La radio es una pelea contra la imposibilidad. Siempre fue una prueba contra todo".


Sobre Ruiz Guiñazú, Chediek lee que “con valentía y frontalidad mostró que es posible hacer un periodismo riguroso y creíble". Nora Perlé también tuvo su premio “por su trayectoria” pero no pudo estar en La Cúpula para la ceremonia y las fotos. Incluso hubo un premio para Sandra Mihanovich: "Revelación en radio". A eso de las 20, ella misma había disparado el festejo entonando "Soy Nacional", la cortina en sus programas de los sábados.

Chediek y Morgado.

Tras ella hablaron la directora de Radio Nacional, Ana Gerschenson; el secretario de Medios Públicos, Jorge Sigal; y el Ministro de Medios y Contenidos Públicos de la Nación, Hernán Lombardi. "Aún vivimos un centralismo horroroso, pero nadie sabe hacia qué cambio tecnológico nos dirigimos. Allí también avanza la radio: nada va a reemplazar a la voz humana tan diversa. Ningún comunicador nació para ser un repetidor de slogans. Podemos mirar 80 años atrás para ir hacia el futuro”.

Antes de la aparición de Lanata, Larrea y Ruiz Guiñazú, habían recibido premios varios programas de las emisoras federales de Radio Nacional: "Campo en acción", que va de 5 a 6 de la mañana, de lunes a viernes por LT 14 Paraná. Luego, "Tira Nacional deportiva", que va de 19.30 a 21 en Nacional Córdoba, y, con gritos unánimes, "Puntos cardinales", que de 23 a 24, en LRA 23 Nacional San Juan refleja "las historias del país, de los pueblos y de las personas que habitan el territorio".

Ana Gerschenson, la Directora de Radio Nacional.

El siguiente premio, "Música de todos", por Radio Nacional Zapala (martes de 24 a 1). Y otro que se emite a la misma hora, los jueves, por Radio Nacional Concepción del Uruguay: "Hacete la película". Después llegaron premios a RSE Radio, de Ushuaia, y a "Mamá Rock", con 15 años en Radio Nacional Córdoba, los sábados de 16 a 17. Al sur de todos lados hubo reconocimiento para Antártida Nacional, que conducen Carla Fassio y Adriana Martínez, los sábados de 17 a 17.30 en LRA 36 Radio Nacional Arcángel San Gabriel, en la base Esperanza.

LRA 24 Radio Nacional de Río Grande. Tierra del Fuego e Islas el Atlántico Sur.

Otro espesor entre lo social y el arte, los derechos de género y de los jóvenes, vibró en los premios siguientes. Entre otros, al esencial "Alero Quichua", el ciclo que creó Sixto Palavecino 48 años atrás y que continúan Cristian Verduc y Casilda Chazarreta los sábados a las 8 y los domingos a las 13.30, desde LRA 21 Radio Nacional Santiago del Estero.

LRA 24 Radio Nacional de Río Grande. Tierra del Fuego e Islas el Atlántico Sur.

También hubo distinción a "Mujeres de acá", el programa de los domingos a las 10 por Radio Nacional; ¿Hay alguien ahí?, del mismo día a las 15, para niños y adolescentes, y Cuento con voz, el ciclo nocturno de entrevistas de María Areces.

Cobertura de LRA Radio Nacional 


domingo, 25 de enero de 2015

Reportaje a Mario Bunge... De Alguna Manera...

“El capitalismo fue un gran avance, pero moralmente es injustificable”...

Primeros pasos. “Mi padre, que era socialista, tenía en su biblioteca un librito sobre materialismo dialéctico. Esta filosofía me atrajo porque parecía explicarlo todo”. Foto: Néstor Grassi

Cuarta entrega de los reportajes destacados de Magdalena Ruiz Guiñazú realizados en el 2014. Aquí, el filósofo admite que es partidario de la libertad de creencias y considera una pérdida de tiempo atacar a las religiones. Opina que el psicoanálisis es “un macaneo puro” y admite que su obra se lee más en el exterior que en nuestro país.

Vuelve a Buenos Aires uno de los filósofos más destacados de la actualidad. La llegada de Mario Bunge coincide con la celebración de sus vigorosos 95 años y la presentación, el 1º de octubre en la Facultad de Derecho, de un nuevo libro, el número 50: Memorias. Entre dos mundos.

—Sin embargo, usted había dicho que no quería escribir esas “Memorias”. ¿Por qué decidió hacerlo?
El doctor Bunge es terminante:
—Decidí hacerlo porque vi por ahí,  en la red, muchas biografías con datos falsos, y esto me decidió. Además, creía que hacerlo me iba a resultar una labor ímproba y no fue así. Resultó facilísimo. Cuando comencé a escribir las palabras aparecieron a borbotones. Estaba en una isla griega y me pasaba el día mirando el paisaje y escribiendo. Por ejemplo, entre muchas otras cosas, recordé la tarde en la que convencí a Arturo Frondizi de que se metiera en política.

—¿Cómo fue?
—En el año 1938 la República Española estaba dando las últimas boqueadas y estaba siendo desplazada por los fascistas que recibían ayuda de italianos y alemanes. Entonces, un conocido del sindicato de Gastronómicos a quien conocía a través de la Universidad Obrera me pidió que le recomendara a un orador porque el sindicato pensaba organizar un homenaje a la República Española. Se trataba de una cena con más de mil cubiertos y no tenían orador. Lo consulté con mi padre y me dijo: “¿Por qué no vas a ver a mi abogado, el doctor Arturo Frondizi?”. Entonces fui, le plantee el problema y me dijo: “¡Pero yo jamás he hablado en público!”. “Es una buena ocasión para empezar”, le contesté, y unas semanas después pronunció un discurso que conmovió a todos los presentes. Algunos lloraban. Frondizi tuvo una trayectoria muy discutida, pero era un hombre de buenas intenciones y básicamente muy honesto.

—Sí, fue un gran presidente.
—Le pasó lo que le ocurrió a Alfonsín: asediado por una cantidad de buitres. Además, cometió el error de querer complacer a todo el mundo. Pero ante todo fue un intelectual, estudió la economía argentina y ahí lo conoció a mi padre cuando se ocupó del petróleo en la Argentina. A los dos el tema les interesaba sobremanera. Luego nos encontramos pocas veces, pero en vísperas de las elecciones que lo iban a llevar al poder fuimos a verlo con quienes se preocupaban por la Comisión Nacional de Energía Atómica. “Uno de los problemas que puede resolver durante su presidencia”, le dijimos, “es la transferencia de la Comisión Nacional a autoridades civiles”. Hasta ese momento estaba a cargo de la Marina. “La ciencia no debe depender de las Fuerzas Armadas”, le dijimos. “Además, debe abandonar completamente el sueño de Perón de lograr la bomba atómica”. Estudios de energía nuclear y de física nuclear se realizaban en aquel tiempo con ese propósito.

—Justamente quería preguntarle esto. Perón era un hombre inteligente, ¿cómo se dejó convencer por una persona tan poco seria como aquel alemán Richter que convirtió la isla Huemul en una fortaleza en la que realizaba esos experimentos?
—Efectivamente, Perón era inteligente y, además, tenía una cultura histórica que solemos olvidar. Lo que ocurría es que estaba rodeado de lo que los ingleses llaman yes men. Es decir, gente que le decía que sí a todo. Por supuesto que de física y de ingeniería no sabía nada, y además no les profesaba un gran aprecio. A pesar de ser germanófilo y saber que la técnica y la ciencia habían hecho grande a Alemania a partir del siglo XIX, tenía un conocimiento limitado sobre el tema. Como le decía, estaba rodeado de serviles que, además, eran ignorantes y no sabían decirle que no. Recuerdo la anécdota del coronel Mercante cuando Perón le preguntaba la hora: “La que usted diga, mi general” –Bunge se ríe francamente.

—Pero volviendo a su historia personal, usted tiene un encuentro con la filosofía marxista siendo muy joven, ¿no?
—Fue por casualidad. Mi padre, que era socialista, tenía en su biblioteca un librito sobre materialismo dialéctico. Me lo tragué, y esta filosofía me atrajo porque, al igual que el psicoanálisis, parecía explicarlo todo. En particular me intrigó la dialéctica. Pero cuando le pregunté a mi padre qué era eso, me contestó: “El Maestro Justo –para él Juan B. Justo era “el Maestro Justo”– decía que no era sino hocus pocus. O sea, algo así como “bla, bla, bla”. Pero esto, en vez de alejarme, me hizo leer a Hegel, con quien perdí muchos años. Pasó bastante tiempo, en realidad mucho después, hasta que entendí que todo eso era ininteligible en el mejor de los casos, y una falsedad, en el peor. Cuando me encontré con la lógica matemática y con otros filósofos como Bertrand Russell, me desprendí del marxismo. Más aún: fui el único en hacer una crítica muy detallada de la dialéctica. Esto salió en la Revue Nationale de Philosophie de Francia y fue luego objeto de debate en un congreso en Bulgaria en 1973. –Bunge reflexiona en voz alta–: Mire, no me arrepiento del todo porque creo que el juicio que le mereció a Marx el capitalismo era justo. El capitalismo fue un gran avance pero moralmente es injustificable. En el curso de los últimos cincuenta años la productividad industrial se duplicó, pero sabemos que la desigualdad social ha venido aumentando en todas partes menos en los países escandinavos. Para mí, los países escandinavos son aquellos que tienen el régimen social más justo. ¿Usted sabía que Dinamarca tiene una tasa de mortalidad infantil que constituye la décima parte de la tasa de mortalidad de EE.UU.? Esta es la verdad. Dinamarca, Suecia y Noruega tienen el mejor sistema de salud pública del mundo. Y, sorprendentemente, otro país cuya desigualdad social resulta muy baja es Japón. Fíjese usted: en Japón el gerente gana, a lo sumo, cuatro veces lo que gana su secretaria. En Estados Unidos gana 50 mil veces de lo que gana su secretaria. Una tremenda injusticia, sobre todo teniendo en cuenta que son, casi todos, incompetentes.

—Volviendo a su libro, me resultó sumamente interesante su encuentro con Ernesto Sabato cuando él se dedicaba a la física, que luego abandonó por la literatura, ¿no es cierto?
—Nunca se apasionó por la ciencia. Se doctoró en Física y presentó su tesis, pero cuando fue a París con una beca del Instituto Joliot-Curie le asignaron un trabajo de rutina que le aburrió. Sabato era un hombre muy inquieto, de vasta cultura. No solamente escribía bien sino que hacía unos dibujos deliciosos. Además, estaba muy metido en política. Fue a Francia como comunista y vocero del congreso comunista. Luego lo transformaron en trotskista. Estaba muy desilusionado del estalinismo. Y con razón. En todo caso era lo que se llamaba, en la Universidad de La Plata, doctor asistente y estaba a cargo de trabajos de avanzada, aunque no publicó nada sobre esto. Los profesores que tuvimos en Física y en Matemáticas tampoco publicaban nada. Enseñaban. Casi todos eran expositores excelentes. Para mí el más sabio, más crítico, el mejor de todos, fue don Teófilo Isnardi, de quien fui ayudante en su cátedra de Física Matemática en Buenos Aires. Un hombre brillante que aprendió, en soledad, física cuántica, que no es fácil, y luego publicó en 1927 un artículo sobre el tema en la revista que había fundado José Ingenieros. Los estudiantes formamos dos seminarios, en Buenos Aires y en La Plata, para leer revistas y solíamos publicar trabajitos, ensayos y reproducíamos artículos recién aparecidos en revistas de circulación internacional. Recuerdo la emoción con que esperábamos la llegada de los libros que provenían del exterior. Yo tenía un amigo en el Palacio del Libro que me guardaba las últimas novedades. También en la librería El Ateneo su propietario y fundador, don Pedro García, solía apostarse a la entrada y cuando pasábamos por allí nos avisaba: “Acabo de recibir un libro que quizás le interese”. Andaba a la pesca de posibles compradores. ¡Un buen librero! ¿Dónde están hoy esos libreros? Además de don Pedro estaba Salvador Rueda, que me recomendaba obras literarias. Finalmente, El Ateneo fundó su propia editorial.

—Cuénteme, doctor, ¿sigue manteniendo sus prevenciones contra el psicoanálisis?
—Dejemos eso porque usted es una fiel seguidora de don Sigmund Freud.

—El análisis es una gran ayuda, —me atrevo a opinar.
—No, no. El psicoanálisis es macaneo puro. Pregúnteselo a mi hija, que es profesora de la nueva ciencia cognitiva en Berkeley, Los Angeles, que es la mejor universidad del mundo en ciencias, mejor que Harvard y Cambridge. En todo caso, se piensa con el cerebro y Freud pensaba con el alma. Esa es una psicología completamente anticuada y, sobre todo, dogmática. Jamás se hizo un experimento psicoanalítico. Aquí, en 1901, el doctor Humberto Piñero –un hospital lleva hoy su nombre– fundó un laboratorio pero no hubo investigación original. En Argentina recién se hizo investigación original cuando apareció el gran Bernardo Houssay en los años 20. Fue el primer científico experimental en Argentina, el primero en publicar trabajos originales. Era un genio. Un hombre que unió la endocrinología con la inmunología y formó grandes investigadores como el doctor Eduardo Braun Menéndez. Recuerdo que con Braun viajamos a Roma en el mismo avión. Braun Menéndez no solamente era un gran sabio sino que fue el verdadero discípulo de Houssay, que no era de prodigar afectos, quien lo consideraba como un hijo.

Bunge evoca nuevamente sus recuerdos:
—En aquel tiempo no había prácticamente física experimental, sólo algunos trabajitos muy modestos, pero había, sí, neurociencia. Hay un caso muy extraño, muy notable, muy curioso. Es el de Braulio Moyano, que fue el único científico puntano, de San Luis, que trabajó solo, se hizo solo y formó a sus discípulos. Desgraciadamente tuvo muy poca repercusión. Hubo también un alemán, Christopher Jakob, que enseñaba en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y también en La Plata. Hacía neurociencia del peludo.

—¿Del peludo?
—Sí, del animal. Fue fundador de una publicación, la única seria y de nivel internacional, sobre neurología en Argentina. Dejó un solo discípulo. La Facultad de Química era la más seria de todas. Allí hice mis primeros trabajos prácticos en química en 1937.

—Y usted, que vive en Canadá y enseña allí en una universidad, ¿cómo se ubicaría dentro del pensamiento argentino?
—Como alguien totalmente desconocido, marginado, boicoteado por mis colegas de Filosofía a diferencia de lo que ocurre en otras partes. Por ejemplo, en España, en el colegio secundario se enseñan los rudimentos de mi filosofía. También en México. En Argentina, por supuesto que no.

—¿Por qué piensa que ocurre esto?
—Porque he llamado charlatanes a los que aquí enseñan desde el primer año. Les envenenan el cerebro a los chicos obligándolos a estudiar Hegel, Nietzsche y los existencialistas. A partir de entonces no pueden pensar. Están inhabilitados para pensar. Además, se enseña por autores y no por temas. Nadie abarca temas y yo, desde el comienzo, abarqué temas.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, ¿qué es el azar?  ¿Qué es la causalidad? ¿Qué saben del espacio y el tiempo? Esto no se hace aquí.
Bunge está visiblemente enojado pero no queremos dejar de conocer su pensamiento.

—Por ejemplo, doctor, para usted, ¿qué es el tiempo?
—Ahhh… Los primeros en pensar seriamente en eso fueron Aristóteles, desde luego, y Epicuro. Para ellos el tiempo es la sucesión de los acontecimientos. En un mundo inmutable, como el que había imaginado Parménides, no hay tiempo. Esa unidad relacional del tiempo, a diferencia de la idea de Newton, ve el espacio como la trama de las cosas. Si no hubiera cosas, si a Dios se le ocurriera eliminar a todo el mundo, si quedara hueco, también desvanecería el espacio. En cambio, para Newton el espacio y el tiempo son inmutables y están ahí.

—Y Platón, ¿por ejemplo?
—La única doctrina correcta de Platón es que los objetos matemáticos son inmutables. En cambio, las cosas reales cambian constantemente. Pero usted me preguntaba hace un momento acerca de mi posición. Mis obras son leídas, pero no en Argentina sino en otras partes. Ocupo el lugar número 44 en el Science Hall of Science de la American Asociation of Masters of Science que tiene una lista de los 200 autores científicos más citados en el transcurso de los últimos doscientos años.

—Y usted ocupa el lugar 44. Impresionante.
—Soy bastante leído, ironiza Bunge. Pero, por supuesto, desconocido en las facultades de Filosofía de Argentina.

—Hace un momento nombró a Dios. ¿Usted es agnóstico?
—No. Soy ateo. Como Borges. Es una manera de decir. 

—Pero tengo entendido que admite la religiosidad en otras personas.
—No sólo la admito sino que la respeto y, como Voltaire, que era deísta, soy partidario de la libertad de creencias. Además, creo que es una pérdida de tiempo atacar a las religiones.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guinazú el sábado 24/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




sábado, 26 de octubre de 2013

Palabras de libertad... De Alguna Manera...


Palabras de libertad...


Las denuncias por casos contra la expresión libre en el país llegan a la CIDH. Periodistas van a la OEA.

El viernes próximo a las 15.15, en la sede de la Organización de Estados Americanos, 1989 F Street NW, Washington DC, ocurrirá un hecho inédito en los treinta años de la democracia argentina. Siete periodistas expondrán ante la audiencia otorgada a tal efecto por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre “las distintas acciones adoptadas por el Estado argentino que, a nuestro juicio, implican serios retrocesos en la vigencia del derecho de libertad de expresión en la Argentina. Estimamos que sólo el diligente actuar de ese organismo podrá poner límite a las condiciones de creciente hostilidad impulsadas por las autoridades gubernamentales nacionales, que afectan seriamente el ejercicio del periodismo independiente”, según expresa textualmente el documento.

Me gusta decir que el principal insumo del periodismo no es la noticia. Es la libertad. Con libertad se puede hacer un periodismo bueno, malo o regular. Pero sin libertad sólo es posible hacer propaganda. Y eso es lo que buscan los gobiernos autoritarios: controlar todo y que nadie los controle a ellos. Domesticar a los periodistas para convertirlos en propagandistas. Eso es intolerable para una democracia plena y republicana. La libertad debe ser defendida con uñas y dientes frente a cualquier gobierno o cualquier poder. Hay que levantar la bandera de la libertad, y no importa si el gobierno que la quiera pisotear es de derecha o de izquierda, o si los censuradores son los dueños de los medios o los grandes empresarios. No hay periodismo sin libertad.

La década ganada por los Kirchner fue el momento de menor libertad de prensa en la Argentina desde 1983. Néstor y Cristina pusieron en marcha un plan sistemático para eliminar las críticas y utilizaron el aparato estatal para atacar a periodistas independientes. Y apelaron a todos los mecanismos posibles.

Una lista incompleta debe incluir la acción directa con agresiones físicas e insultos, la difamación y la estigmatización constante desde los medios estatales y paraestatales, las acusaciones falsas de los peores delitos, como “golpistas”, “sicarios” y “criminales”, la privación arbitraria de la pauta oficial, el cepo publicitario y las presiones hacia los anunciantes privados, el apriete a los dueños de los medios para que despidan o no renueven contratos, la mussoliniana pegatina de afiches con el rostro de periodistas que luego fueron sometidos a una parodia de juicio popular en la plaza pública, la incitación a niños y militantes a que escupieran esas fotos, la saturación de comentarios insultantes mediante una brigada de mercenarios por internet, la utilización de la ex SIDE y la AFIP, con escuchas ilegales y carpetazos como instrumentos para intimidar y castigar, la prohibición de publicar las cifras del verdadero costo de vida y la querella a las consultoras que se atrevieron a hacerlo, y la conformación de un oligopolio amigo del gobierno con subsidios millonarios que pagamos todos; éstos son sólo algunos de esos atropellos autoritarios.

Son acciones que podríamos agrupar bajo el rótulo de “patoterismo de Estado”.

Los siete periodistas de los más diversos medios, hartos de tanta persecución, que hicimos este reclamo en defensa propia, de muchos otros colegas y del derecho de los ciudadanos a ser informados con transparencia somos Magdalena Ruiz Guiñazú, Nelson Castro, Joaquín Morales Solá, Pepe Eliaschev, Luis Majul, Mariano Obarrio y quien esto escribe.

El próximo 1º de noviembre, en el Salón Rubén Darío, ubicado en el octavo piso de la sede de la OEA, durante veinte minutos se argumentará sobre todo lo denunciado. Habrá otros veinte minutos dedicados al descargo de un funcionario nacional designado por el gobierno de Cristina.

Hasta ahora no se sabe quién será ese representante. El único país que se negó a responder a una audiencia de estas características fue Cuba.

También participará Catalina Botero, la destacada relatora de libertad de expresión.

La CIDH tiene mucho prestigio y fue varias veces citada elogiosamente por la propia Cristina. En este 149º período de sesiones se tratarán denuncias sobre gobiernos de matriz ideológica antagónica, como las violaciones a los derechos humanos con los presos y las Damas de Blanco en Cuba, o la utilización de los drones, los aviones no tripulados, como armas de guerra por parte de Estados Unidos, o la situación de los detenidos en la base naval de Guantánamo. Esto demuestra que el trabajo de los comisionados no tiene un sesgo político particular y que su interés principal es preservar las libertades públicas.

Quienes padecimos la dictadura celebramos el histórico informe de la CIDH que vino a nuestro país entre el 6 y el 20 de septiembre de 1979. Para confeccionarlo entrevistaron a Jorge Rafael Videla, quien era el jefe del terrorismo de Estado, y a decenas de autoridades nacionales y provinciales, pero también a los organismos que con tanto coraje defendían los derechos humanos en las peores circunstancias y asimismo a políticos radicales como Ricardo Balbín y Raúl Alfonsín, peronistas como Deolindo Bittel y el comunista Fernando Nadra, entre otros.

Las conclusiones de la Comisión hicieron eje en el problema “de los desaparecidos”, por considerarlo entre los más graves, y exigieron que se informara el paradero de éstos, que cesara la acción represiva del Estado y que se restituyeran los niños apropiados de los detenidos políticos o los nacidos en cautiverio, entre otras denuncias que muchos argentinos no podían o no se atrevían a hacer.

Por supuesto que hay que salvar las distancias. Ni siquiera hay punto de comparación entre aquel 1979 horroroso en sus crímenes de lesa humanidad y este 2013 lamentable en su intento de instalar un discurso único y chupamedias.

Pero el valor de la libertad es indiscutible en todos los tiempos y bajo cualquier régimen.

Serrat nunca dudó al decir que “para la libertad, sangro, lucho y pervivo”, en la convicción de que si el autoritarismo resiste, hay que resistir, porque “retoñarán aladas de savia sin otoño, reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida”.

Todo sea para la libertad

© Escrito por Alfredo Leuco el viernes 25/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 5 de octubre de 2013

El periodismo desde la recuperación democrática... De Alguna Manera...


Una profesión indispensable para una sociedad democrática...


Carlos Ares reflexiona sobre el rol del periodismo desde la recuperación democrática. Desde los primeros resquicios, abiertos en plena dictadura por la revista Humor, pasando por el valor de publicaciones como el Buenos Aires Herald de Robert Cox hasta la irrupción del tema de la corrupción, de la mano de Página/12. El crimen de Cabezas, el recuerdo de los más de cien periodistas desaparecidos y la actualidad de la “militancia periodística”.

Prólogo necesario. Treinta años de periodismo suponen unos 16 millones de minutos, de noticias, de títulos, nombres, fotografías, programas de radio o de TV, portales, análisis y comentarios confeccionados y retransmitidos por miles de profesionales. Revisarlos en un texto breve impone una selección brutal, casi salvaje. Pero, aún así, el sobrevuelo resulta útil. Revisar es recordar, recordar es traer al presente las miradas sobre nosotros, sobre lo que pasó, sobre lo que hicimos, todos.

‘Humor’, fin y principio

El ciclo de la dictadura militar que se inició en 1976 se da formalmente por concluido el domingo 30 de octubre de 1983, día de las elecciones que consagraron a Raúl Alfonsín como presidente de la Nación.

Los historiadores advierten que, en realidad, el fin de la dictadura comenzó a gestarse en junio de 1982, cuando la derrota en la guerra de las islas Malvinas acabó con el último y desesperado intento de los militares para mantenerse en el poder.

Pero desde el periodismo podría también situarse ese final en la entonces imperceptible raja, luego grieta, más tarde fisura y por último en el inmenso boquete que abrió en la represa de la censura militar la revista Humor en 1978, antes de que se disputara el Mundial de Fútbol.

Mensual al comienzo, quincenal después, en el número ocho de la revista ya estaba en la tapa, dibujado ante el tiburón insaciable de la inflación, el ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz.

Y en el número 15 se atrevieron con la caricatura de Videla.

La revista fue obligada en principio a una “exhibición limitada”, luego prohibieron una edición, pero ya no podían con ella ni con la creciente demanda y, en adelante, ya no podrían con nada.

En ese contexto, en el de los años previos a la recuperación democrática, junto a Andrés Cascioli, Tomás Sanz y toda la tira de dibujantes y redactores de Humor, debe también releerse a la inolvidable María Elena Walsh y su estremecedor País jardín de infantes, artículo escrito en 1979 para la sección Opinión del diario Clarín.

También es un deber rendir tributo al coraje de Robert Cox, el director del Buenos Aires Herald, a quienes las Madres de Plaza de Mayo dedicaron años después una solicitada pagada por ellas mismas con el título: A Roberto Cox, el periodista digno, el hombre íntegro.

El filo de Humor, que se presentaba como “la revista que supera apenas la mediocridad general”, cortaba el silencio mortal, desintegraba el autoritarismo, la soberbia y la locura militar, disolvía su poder, los desnudaba de uniformes y máscaras y los revelaba ladrones e inútiles.

El efecto del humor fue siempre demoledor para todo tipo de poder que se inviste absoluto e impune.

Ahora mismo, aunque en una escala mucho menor de riesgo, el sarcasmo de las columnas que escribe cada domingo Alejandro Borensztein en Clarín y las ironías con que se responde a los dichos del poder en el programa Periodismo para todos de Jorge Lanata son, en lo inmediato, políticamente más devastadoras que las denuncias documentadas de corrupción o mala gestión, causas siempre demoradas en procesos judiciales interminables.

La imagen de la represa que se resquebraja y se parte, es quizá la más indicada para representar simbólicamente lo que ocurrió.

La sociedad tenía sed de saber todo lo que encubrió la dictadura y que pasaba en el día a día.

Había que sacudirse el gris, el cuerpo, la lengua y, casi, aprender de nuevo el oficio.

La censura militar que reprimía el flujo y dejaba gotear sólo su versión de los hechos se pudrió en su propio embalse.

Hasta el final de la década del 80, el periodismo se desbordó en publicaciones, programas de radio y televisión.

En esos programas había de todo: cómplices de la dictadura, militantes de los partidos políticos en recuperación y profesionales que habían sobrevivido en la clandestinidad o que regresaban del exilio.

Medios y política

En el río revuelto se formaban sociedades como la que reunió a la feudal familia Saadi de Catamarca con ex Montoneros para sostener el diario La Voz, de la llamada “izquierda” peronista. A su vez, ex jefes de la organización guerrillera ERP, aportaban fondos acumulados en robos o secuestros extorsivos para bancar la salida y los pasivos económicos iniciales del diario Página/12, nacido entonces para “contrainformar” y revelar lo que el poder quería ocultar y subsidiado ahora con fondos públicos. El Partido Comunista edita Sur y fracasa. La Junta Coordinadora del radicalismo, que lideraba Enrique “Coti” Nosiglia, intenta también tener su propio diario para apoyar al gobierno de Raúl Alfonsín, electo en octubre de 1983, y desarrolló, con publicidad oficial y fondos públicos, la última etapa de Tiempo Argentino. Poco antes, en febrero de 1982, el llamado “desarrollismo” rompía su histórica alianza política y financiera con Clarín y sus representantes, entre ellos, Rogelio y Octavio Frigerio, Oscar Camilión y Antonio Salonia, años más tarde aliados al peronismo como ministros del gobierno de Carlos Menem. Clarín quedó entonces en manos de la viuda de Roberto Noble, su fundador, y de un gerente y militante que había llegado con el desarrollismo, Héctor Magnetto.

Las nuevas tecnologías y la televisión abierta, el llamado “destape” que se produjo durante los primeros años de la recuperada democracia, renovó los textos, los diseños, el lenguaje, se instalaba un “nuevo periodismo” y la libertad se expresaba en los escaparates de los quioscos, donde se exponían y vendían a la vez, en cantidades que hoy resultan increíbles, revistas culturales como Crisis y de contenidos esotéricos, sexuales y diversos como Libre, de actualidad como Gente, Siete Días, PERFIL y políticas como Somos, nacida en los 70 para apoyar a la dictadura.

Dante Caputo, canciller del gobierno de Raúl Alfonsín, financió también un semanario político, El Expreso, con el que esperaba apoyar su postulación como candidato a presidente, pero el proyecto fracasó a los pocos meses. A la vez, Bernardo Neustadt, otro apologista de la dictadura, seguía editando Extra y Jacobo Timerman, que había sido secuestrado y torturado, se hizo cargo de La Razón, tradicional vocero del Ejército, a pedido del gobierno radical.

Al amparo del prestigio social creciente que tenía el periodismo, los conversos se escondían en las redacciones. Informantes, cómplices y ex servicios de inteligencia de los militares y de los Montoneros o del ERP resurgían como “periodistas” y comenzaban ya a reescribir el pasado para instalar un “relato”. El vértigo de aquellos años impedía hacerse las preguntas básicas: ¿qué hiciste, dónde estabas? Se trataba de sumar todas las fuerzas a la investigación de la barbarie militar.

Las crónicas del juicio a las juntas de comandantes de la dictadura fueron trabajos urgentes y ejemplares. Una revista, cada semana, El Periodista de Buenos Aires, financiada por Andrés Cascioli con los beneficios de Humor, y el Diario del Juicio, publicado por la editorial Perfil, son sólo dos de las cumbres éticas alcanzadas por el periodismo en estos treinta años. Durante la dictadura, Perfil sufrió el secuestro de su director editorial, Jorge Fontevecchia, y ocho clausuras de sus productos. En la radio se destacaba Magdalena Ruiz Guiñazú, que había sido integrante de la Conadep.

Los más experimentados profesionales eran requeridos por los más jóvenes, sin importar la procedencia o las ideas políticas. Se formaron parejas emblemáticas. Mónica Gutiérrez era la cara más “alfonsinista” junto al “peronista” Carlos Campolongo en el noticiero central de la TV pública. Jorge Lanata convocó a Horacio Verbitsky, servicio de inteligencia de Montoneros, y al escritor Osvaldo Soriano, para ser columnistas en Página/12. El diario Crónica, dirigido por el mítico Héctor Ricardo García, vendía, con sus tres ediciones diarias, más ejemplares que Clarín. La Nación desplazaba a La Prensa entre los sectores de clase media y alta.

Menem, pizza y champagne

Los alzamientos “carapintadas” de la Semana Santa de 1987, el fracaso del Plan Austral, la hiperinflación y la llamada “renovación” del peronismo, en la que Carlos Menem se impuso a Antonio Cafiero, provocaron el final anticipado del gobierno de Raúl Alfonsín. El periodismo derramado comenzaba a ser negociado. Salían nuevos medios, pero la crisis económica golpeaba a la mayoría. Entre 1987 y 1991 cerró la cuarta parte de las fuentes de trabajo. La investigación del asesinato de la adolescente María Soledad Morales en Catamarca,  que convocó durante meses a los diarios y la televisión hasta el juicio y la condena de los responsables, le dio a los empresarios periodísticos la verdadera dimensión de su influencia. Tenían poder y comenzaron a ejercerlo.

A fines de 1989, Menem elimina el inciso “f” del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión que impedía a los dueños de los medios gráficos participar de la propiedad de radios o canales de televisión y desencadena, seguramente sin prever las consecuencias, la formación de “grupos”, de “corpos”, de “holdings” en todo el país. Clarín legitima así la propiedad de radio Mitre y se queda con Canal 13. En el reparto, entre otros, la familia Vigil, dueños de editorial Atlántida, editora de la revista Gente, con el canal 11, ahora en manos de la española Telefónica.

Las sucesivas crisis económicas o financieras, los cambios tecnológicos que ampliaron la red de medios a cables, satélites y sitios virtuales, además de los pactos o acuerdos políticos de turno, determinaron luego pases de manos y de acciones en el control de los canales y emisoras de radio, hasta que a fines de 2007 otro presidente peronista, Néstor Kirchner, aprobó la fusión de Multicanal y Cablevisión y consolidó el monopolio de Clarín, el mayor grupo privado de medios del país.

El periodismo líquido, turbio de dictadura, que se fue aclarando en la transición democrática, se cristalizó en los noventa y se convirtió en el espejo de la sociedad. La política de venta de las empresas del Estado estimuló los negocios y las ambiciones, crecieron en calidad e información los diarios económicos, liderados por Ambito Financiero. El gobierno de Carlos Menem –reelecto en 1995– es, desde el comienzo y durante los dos períodos de su gestión, sospechado, acusado y denunciado por más de 200 hechos de corrupción. El diario Página/12 inaugura, en 1991, la serie con las “coimas” que le piden a la empresa Swift-Armour para aprobar sus proyectos de inversión. En revistas, es Noticias, un semanario de política y actualidad, la publicación que contribuye a revelar la descomposición del sistema. Mucho más modesta, en recursos y en lectores, La Maga, criticó también duramente, desde 1992,  la cultura de “pizza y champán” del menemismo.

Menem confiaba en un pacto, no escrito, según el cual facilitaba a los grandes medios la formación de grupos concentrados a cambio de apoyo a su gobierno. Pero ese supuesto “acuerdo” no alcanzó a las publicaciones más independientes o partidarias. Por su parte, muchos periodistas encuentran en los libros de investigación sus propias fuentes de trabajo, sin intermediarios. Los lectores, ávidos, insatisfechos, demandan la información en contexto y las relaciones empresarias y políticas

La tradición retomada por Rodolfo Walsh en los años sesenta, con Operación masacre y Quién mató a Rosendo, entre otros títulos memorables, recobra fuerza en los años noventa. El crecimiento del género es imparable. Una frase adjudicada al diputado peronista-menemista, José Luis Manzano, “robo para la corona”, dio el título a un libro de Horacio Verbitsky que alcanzó un registro histórico de ventas. La avalancha de libros de ensayo y de investigación firmados por periodistas abarcó a todas las actividades y personajes, desde las “biografías”, autorizadas o no, de artistas populares, hasta los ensayos y análisis sobre acontecimientos que aún estaban bajo investigación, como los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, el contrabando de armas, los saqueos, la caída del gobierno de la Alianza y la crisis terminal del año 2001.

De la “ley mordaza” a la Ley de Medios

El periodismo comienza a verse también en el espejo de la corrupción de los años noventa y en la primera década del nuevo siglo. La expansión de los grupos multimedia en negocios que no tienen que ver con el periodismo, limita la independencia de sus profesionales o los hace participar en las llamadas “operaciones”, a veces sin que ni siquiera se enteren. Por su parte, la necesidad de mejorar su imagen ante el público y de relacionarse en buenos términos con los medios, lleva a las empresas a crear sus propios departamentos de prensa y a contratar agencias “consultoras”.

Los derechos del periodista raso se reducen. Los medios marginales, en ventas de ejemplares o en audiencia, se ven sometidos por las urgencias económicas. El poder político no soporta las críticas ni la investigación. En 1995, cuando es reelecto, Menem declara: “derroté a la oposición y a la prensa”. Trece años más tarde, otro presidente peronista, Néstor Kirchner, le iniciaba la guerra a una supuesta “corpo” de medios opositores liderada por Clarín, con los que había pactado hasta entonces.

En 1995, Rodolfo Barra, ministro de Justicia de Menem, preparó un proyecto de “ley mordaza” para castigar los supuestos “excesos” de la prensa. En 2008, Kirchner encubrió su ataque al grupo Clarín en un proyecto de Ley de medios que debía promover la “pluralidad de voces”, pero terminó en demandas por inconstitucionalidad ante la Corte Suprema de Justicia.

Los periodistas buscaron refugio en las empresas que seguían produciendo periodismo. La reaparición del periódico Perfil resultó un oasis ante lo que parecía convertirse de nuevo en un desierto, esta vez de medios independientes. Desde sus comienzos, la editorial Perfil soportó ataques, extorsiones políticas, judiciales y financieras, y también fracasos económicos. El asesinato de de uno de sus reporteros gráficos, José Luis Cabezas, fue el crimen que marcó la época.

Treinta años después, con el recuerdo de José Luis, sin olvidar los casi cien periodistas desaparecidos durante la dictadura, con otros tantos expulsados al exilio, con miles perseguidos, amenazados, obligados a mendigar pautas publicitarias oficiales para subsistir y pagar espacios de radio y televisión donde hacer escuchar sus voces, el oficio resiste y se ejerce hoy, dignamente, por todos los medios, los tradicionales y los nuevos.

En ellos, en los viejos y en los nuevos periodistas, perduran los valores de una profesión que sigue siendo indispensable para la construcción de una sociedad democrática. También, como se sabe, en los últimos años han aparecido “grupos” de medios que financian mercenarios y militantes con fondos públicos. Pero, para ellos no hay ni habrá memoria, sólo pena y olvido.

© Escrito por Carlos Ares (*) el domingo 29/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

(*) Fundó y dirige las escuelas de periodismo TEA y TEA Imagen. Trabajó en El Gráfico, Goles y Humor. En 1981 comenzó a colaborar en Madrid con el diario El País, del que luego fue corresponsal en Buenos Aires durante 23 años. Jefe de sección de El Periodista de Buenos Aires en 1984 y prosecretario general del diario La Razón en 1985. Creó y dirigió las revistas La Maga entre 1991 y 1997 y La García en 1999. Condujo por Canal 7 entre 2000 y 2002 el programa Troesma, nominado al Martín Fierro como “mejor programa cultural”. Actualmente coordina el sistema de medios públicos de la Ciudad de Buenos Aires y conduce el programa La clase en el canal de la Ciudad.