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miércoles, 7 de agosto de 2013

Contraprogresismo… De Alguna Manera...



Contraprogresismo...
Sergio Massa. Dibujo: Pablo Temes.

Lo que deja CFK. La derrota cultural de la década se anticipa con el auge de los candidatos light. Mala praxis política.

Si las elecciones presidenciales fueran el próximo domingo, los tres candidatos con mayores posibilidades de ganar serían Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri. Ese es el dato de mayor provocación intelectual que aportó la última encuesta de Enrique Zuleta Puceiro. Es la confirmación de la derrota cultural del cristinismo. Esos tres dirigentes de matriz similar, casi la contracara del concepto dogmático de “progresismo”, fueron paridos por la “ideologitis” de Cristina, es decir por la inflamación de su ideología. Ella y sus intelectuales son los responsables de que el péndulo de las preferencias haya iniciado su periplo hacia el otro lado.  Es que a toda acción corresponde una reacción en igual magnitud y dirección pero de sentido opuesto. Es la ley de la dinámica de Isaac Newton que el materialismo dialéctico supo frecuentar.

Cuando Cristina abandone el poder en 2015 habrá destruido muchas cosas. Las más graves, desde el punto de vista simbólico, son la convivencia pacífica y el concepto de “progresismo”. El resto es economía, se puede arreglar con racionalidad, soja y profesionalismo. La plata va y viene, pero lo importante es la salud democrática y republicana. El gran desafío para el que venga será suturar las heridas para rehabilitar la cohesión social y extirpar el odio que transformó en enemigo a todo el que piensa distinto. Pero así como Carlos Menem invalidó por su mala praxis corrupta el término “liberalismo”, Cristina dejará herido de muerte el contenido de la palabra “progresismo”, también por su mala praxis corrupta. En este último caso hay que hacer un agregado generacional que se repite como comedia y, ojalá, no como tragedia.

En los 70, una minoría intensa utilizó la lucha armada y el tiro en la nuca como instrumento político (definición de Joan Manuel Serrat sobre la ETA) y se autotituló “vanguardia revolucionaria”. Con una asombrosa mezcla de coraje, ingenuidad e irresponsabilidad, finalmente, guió a parte de esa generación a la muerte y no a la victoria socialista. Fue tan blindado el microcosmos en el que desarrollaron sus acciones, que se convirtieron en una patrulla perdida lejos de las demandas del pueblo y de su nivel de conciencia, como se decía entonces. La guerrilla hablaba en nombre de un pueblo que no la escuchaba.

Sin embargo, la permanente extorsión ideológica sobreactuada a la que hoy someten al ciudadano común es patética. Es de un sectarismo recargado pero, por suerte, menos peligroso porque se hace sin armas en la mano.

Pero esa “ideologitis” que te obliga todo el tiempo a fijar posición sobre todo es la misma. Ese falso relato que se quiere imponer a los amigos para estigmatizar a los enemigos hoy es ridículo. Por eso surgen nuevos liderazgos más descafeinados que apuestan al discurso de “la gestión para resolver los problemas de la gente” en lugar de “el combate contra las corporaciones oligárquicas”. Hasta Cristina tuvo que recurrir a un candidato no beligerante y apto para la clase media ligth como Martín Insaurralde para subirse a ese viento de cola. La fría caja registradora de votos manejada por Cristina le robó una foto al Papa y no a Evo Morales o a Fidel Castro. Más claro: Carlos Kunkel o Diana Conti fueron sepultados debajo de la sábana del Frente para la Victoria. Pero resucitaron a Scioli. Por eso quien más posibilidades tiene de derrotarlos es Sergio Massa.

De esta manera, una porción importante de la sociedad independiente denuncia su hartazgo frente a esa obsesión cristinista de teñir todo de falsa batalla épica. Todo es liberación o dependencia. Que a esta altura le pongan al torneo de fútbol Nietos Recuperados y a la copa  Miguel Sánchez, tiene una doble lectura. Por un lado, el ejercicio de la memoria sobre el horror del genocidio nunca será suficiente. Pero la repetición serial de más de lo mismo como dogma y fanatismo provoca cierto vaciamiento de los contenidos y el reclamo desde la izquierda para combatir otras impunidades más cercanas en el tiempo que son responsabilidad del actual gobierno. ¿Se imaginan un campeonato de fútbol llamado Tragedia de Once? ¿O un trofeo con el nombre de Julio López o Juana Gómez, la chiquita qom de 15 años violada y asesinada en Chaco?

Ese repliegue del kirchnerismo sobre sí mismo, igual que en los 70, lo aísla de las grandes mayorías y lo deja atado a los más verticalistas. Su intolerancia ya no es contra viejos enemigos oligárquicos como La Nación o nuevos enemigos monopólicos como Clarín. Ahora van contra los propios, atacan a los que integran “el campo popular y progresista”, que empieza a astillarse. Jamás nadie podría acusar al director de teatro Carlos Rivas de golpista o simpatizante de la derecha. Todo lo contrario. Sin embargo fue atacado como si fuera un criminal de lesa humanidad sólo porque se atrevió a poner en palabras lo que piensan muchos argentinos democráticos, republicanos, progresistas, honestos y defensores de todos los derechos humanos.

En las discusiones en el trabajo, con amigos o la familia, los niveles de ceguera verticalista son peligrosos. El veneno que los Kirchner diseminaron sobre las venas abiertas de Argentina logra que hasta los hechos más cotidianos sean considerados de vida o muerte.

¿Te gustó Metegol?, te preguntan desafiantes. Si decís que sí, te convertís en un antikirchnerista sólo porque Juan José Campanella no permitió que lo domestiquen. La única salvación del escrache es si decís que la voz del Negro Fontova hace un mejor trabajo que la de Fabián Gianola. Y cuidadito con caracterizar de genio a Charly García. Serás fusilado por el paraperiodismo estatal y acusado de macrista. Sólo el asco de Fito por los porteños es nacional y popular. Son discusiones de secta endogámica, “fecundación entre individuos de la misma especie”, como dice el diccionario. Por suerte, la inmensa mayoría de los argentinos no participa de este infantilismo de asamblea universitaria.

El laburante que viaja mal en los trenes de mierda y que gana poco y no le alcanza y que tiene miedo por su vida y la de sus hijos quiere que se dejen de hinchar las pelotas con tanta sanata presuntamente progre y trabajen en serio para construir un país mas justo y más libre. En 1764, Cesare Beccaria, un luchador por la emancipación y contra el despotismo, abogó por “la máxima felicidad para el mayor número de personas posible”. Algo así es la democracia realmente popular.

© Escrito por Alfredo Leuco el 04/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

domingo, 30 de junio de 2013

Doble apriete… De Alguna Manera...


Doble apriete…

El regreso de 'SUPERTIGER' Sergio Massa. Dibujo: Pablo Temes.

Con Massa y el jefe de la Corte en la mira, el kirchnerismo sube la apuesta. La decisión de Sergio Massa de presentar su candidatura a diputado nacional por fuera del Frente para la Victoria pegó fuerte dentro del Gobierno y despertó la ira de Cristina Fernández de Kirchner, estado de ánimo del que hace gala cada vez con mayor frecuencia para sufrimiento de varios de sus funcionarios. 

Según narran quienes conocen al dedillo la trama de esta historia, hasta el sábado 22 por la tarde –es decir, a pocas horas del vencimiento del plazo para presentar las listas de candidatos–, la Presidenta estaba convencida de que Massa no competiría. 

No eran pocos los colaboradores que le informaban que intendentes, diputados de diversos colores políticos, actores y varios nombres conocidos dentro y fuera del kirchnerismo se estaban pasando al bando del intendente de Tigre. 

Sin embargo, en todos los casos la respuesta de la jefa de Estado a sus allegados fue tajante y contundente: “Terminen de preocuparse por Massa; yo les digo que no va a jugar; eso es lo que me confirmó la SIDE”. Por eso, horas más tarde, cuando la candidatura del intendente de Tigre se hizo realidad, el desconcierto y la furia de Fernández de Kirchner fueron mayúsculos.

Entre los operadores políticos del kirchnerismo, las preguntas fueron recurrentes: ¿cómo es que Cristina no se dio cuenta de que Massa nos iba a traicionar? ¿Cómo es que dejamos escapar a este hombre que hoy tiene tan buena imagen en las encuestas creíbles?

Las fuentes que saben los detalles de la negociación señalan que el intendente de Tigre recibió un llamado sobre el cierre de los plazos para presentar las listas, de uno de los armadores políticos del kirchnerismo –todos señalan a Carlos Zannini– con un mensaje muy claro: si jugaba en estas elecciones por fuera del oficialismo, desde el Gobierno se encargarían de comenzar con los carpetazos referidos a algunas presuntas irregularidades cometidas por Massa durante su gestión al frente de la Anses. Lejos de amilanarse, el ahora candidato a diputado respondió con firmeza: “Hagan lo que quieran, pero no se olviden de que yo fui jefe de Gabinete y me tocó viajar con Néstor en varias oportunidades”. 

No hizo falta agregar nada más. Massa dejó mudos y preocupados a quienes intentaron apretarlo sin éxito.

“No va a pasar nada. Tan sólo habrá un poco de aspaviento por unos días y después la tormenta amainará.” Palabras más, palabras menos, éstas fueron las expresiones con las que el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, buscó llevar calma a los miembros del cuerpo preocupados por la virulenta reacción que el Gobierno mostró ante el fallo que declaró la inconstitucionalidad de las modificaciones al Consejo de la Magistratura. 

Los ministros, que lo escucharon con atención, no coincidieron con esa apreciación. “Los ataques de la Presidenta van a seguir”, dijo uno de ellos, que no imaginaba cuán pronto los hechos le darían la razón para disgusto particular, en este caso, del mismísimo Lorenzetti. De eso fue de lo que se habló en la dramática reunión –acordada– de la Corte que tuvo lugar el martes pasado. Ese día, el presidente del alto tribunal dio detalles sobre la investigación que está realizando la AFIP –verdadera Gestafip– contra su persona y contra su hijo. Si ese momento produjo impacto, lo que ocurrió el jueves por la noche ahondó la convicción existente de que el Gobierno no cejará en su objetivo de vaciar de poder a la Corte. Ese es el objetivo del proyecto que reflotaron Diana Conti y Carlos Kunkel para retirarle el manejo de los fondos.

“Un poder sin manejo de los fondos que necesita para funcionar casi deja de ser poder”, confiesa un ministro del cuerpo que viene advirtiendo con creciente preocupación esta voluntad del Poder Ejecutivo de quedarse con la suma del poder público. “Si tiene todo en orden, no tiene nada que temer”, se apresuró a señalar el flamante ministro de Defensa, Agustín Rossi, al referirse al apriete a Lorenzetti. Curiosa afirmación del funcionario de un gobierno que, en una de sus tantas contradicciones, acaba de premiar a evasores con un blanqueo escandaloso. “Es evidente que vienen por nosotros”, siguió diciendo ese ministro, cuyas expresiones, a esa altura, eran compartidas por todos sus colegas presentes. 

El único ausente era Eugenio Zaffaroni, ocupado por uno de sus frecuentes viajes al exterior. En tren de especular, una fuente inobjetable que conoce el pensamiento de varios de los integrantes de la Corte señalaba: “Es poco probable que la Presidenta intente forzar el desplazamiento de los ministros Carlos Fayt o Enrique Petracchi, quienes han superado el límite de los 75 años. ¿Pero qué pasaría si, en cambio, le solicitara la renuncia a Zaffaroni a fin de nombrar en su lugar a la actual procuradora general de la Nación, Magdalena Gils Carbó, una militante furiosa del kirchnerismo?”.

“Nos equivocamos con la Corte”, es lo que se escucha en la Babel de Olivos. Es la expresión más acabada de un gobierno que no acepta que su poder tiene un límite. Ese límite es la Constitución a la que la Presidenta juró observar, algo que hoy demuestra haber olvidado.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

©Escrito por Nelson Castro el sábado 30/06/2013y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 22 de junio de 2013

La diferencia en hacerse o ser... De Alguna Manera...


Locura presidencial…
 

Es inevitable, pasado cierto tiempo en el ejercicio del poder todos los presidentes enloquecen. Por lo menos eso muestra la historia argentina reciente. Ninguna ideología desarrolló anticuerpos suficientes pues el virus ataca por igual a presidentes progresistas o conservadores, a democráticos o autoritarios. Es cierto que hay alguna diferencia entre los que son buenas y malas personas. Aunque sin ninguna garantía, los primeros tienen posibilidades de recuperarse pasado cierto tiempo como ex presidentes; así sucedió con Alfonsín, que algunos años después de la resaca del poder volvió a ser la misma persona profunda, bien humorada y tierna de cuando asumió la presidencia. En cambio, Menem nunca se sanó; tampoco llegó a la presidencia siendo un cúmulo de virtudes. Y quizás el mayor talento de Néstor Kirchner haya residido en algo poco valorado por sus seguidores: no haber querido ser reelecto inmediatamente. No vale el argumento de que si se intercalaban con su esposa podrían haber logrado 16 años consecutivos en la presidencia, porque si él hubiera sido reelecto y luego recién lo hubiera sucedido Cristina Kirchner habrían logrado la misma duración.


Megalónama
:

La megalomanía es un estado psicopatológico caracterizado por delirios de grandeza, poder, riqueza u omnipotencia. A menudo el término se asocia a una obsesión compulsiva por tener el control.


Pareciera que ningún presidente puede superar el resentimiento que debe producir haber sido primero adorado y premiado con índices de aprobación aplastantes y más tarde, cuando sus políticas dejan de ser útiles, pasar a ser descartado, ridiculizado e insultado. El primer mecanismo de defensa al que apelan los presidentes es la negación, que luego concluye con un autismo profiláctico. Pero antes la paranoia se transforma en odio generalizado al Otro.

Este proceso no es cronológicamente homogéneo; el resentimiento tiene una etapa de incubación en el que los síntomas no son muy expresados para luego producirse una aceleración de lo que vulgarmente llamamos “locura”, donde los presidentes parecen personas totalmente diferentes de las que fueron electas, desconocidas. Para ellos, los desconocidos son los votantes, que antes aplaudían lo mismo que ahora castigan. Igual que en las relaciones personales: cuando el cristal se rompe, el otro, más que extraño, parece siniestro, aquello que había sido familiar pasa a resultar tenebroso.

Eso le sucede a Cristina Kirchner con la sociedad: el despecho que le produce sentirse rechazada la lleva a retroalimentar el rechazo. Por momentos parece que provocara a propósito a la Corte Suprema para que le falle en contra. Auto cumple sus profecías. Carlos Zannini, pareja simbólica de la Presidenta, redobló la apuesta al decir que Lorenzetti tiene ambiciones presidenciales. Y para completar, Diana Conti agregó: “Hay países latinoamericanos que, por fallos de la Corte Suprema, han sacado a un presidente, hay que estar preparado para resistirlo”.

Ambos se refieren a que el presidente de la Corte Suprema llegue a la presidencia del país frente a una acefalía por renuncia de Cristina Kirchner, de su vicepresidente y los presidentes de las dos cámaras del Legislativo. El presidente de la Corte Suprema ocupa el cuarto lugar en la sucesión presidencial y el primer lugar entre los funcionarios no elegidos por voto popular. Esto último lo obligaría a ser presidente interino y llamar a elecciones en seis meses, pero una visibilidad extrema en un momento de crisis podría darle una altísima popularidad, como la que repentinamente tuvo Cobos en la época de la crisis del campo, y eventualmente ser él mismo candidato a presidente, manteniendo el cargo de presidente interino, y ganar la elección representando a una fuerza de unión nacional multipartidaria.

¿Pero para qué Zannini y Conti convocan a esos fantasmas? Últimamente sobran preguntas como ésa: ¿para qué promueven leyes contra la Corte Suprema sabiendo que tiene el poder de declararlas inconstitucionales? ¿Para qué la castigan públicamente si precisan de su benevolencia en fallos sustanciales para el kirchnerismo? ¿Para qué se comprometen con un 7 de diciembre que cambiaría la historia de los medios sabiendo que procesalmente esa fecha estaba fuera de su alcance? ¿Para qué sacan a Tinelli de El Trece para que no haya imitadores humorísticos en un año electoral y terminan con imitaciones más corrosivas para el kirchnerismo en el programa de Lanata? ¿Para qué colocan el fútbol en el mismo horario que Lanata aumentando su visibilidad? Justificaciones triunfalistas del tipo “las derrotas templan la militancia” esconden una acumulación de fracasos que pueden ser mejor explicados por una pérdida de lucidez.

La sinrazón encuentra alguna justificación formal en las palabras de la Presidenta cuando en Córdoba, tras el fallo adverso de la Corte Suprema, dijo: “La única batalla perdida es la batalla no dada”. Pero quizás lo definió mejor cuando al día siguiente, en el acto del Día de la Bandera en Rosario, comparó su lucha con la de Belgrano, de quien destacó que “lo tildaban de loco”.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 22/06/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.