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domingo, 17 de junio de 2012

Antes militante, ahora “terrorista”... De Alguna Manera...

Antes militante, ahora “terrorista”...


Con el “atentado” de las torres gemelas en Nueva York allá por el 11 de Septiembre de 2001 comenzaría la nueva interpretación de una vieja idea, reeditada como “la civilización” contra “los terroristas”.


Origen

El ex-presidente de EEUU George Bush ideó un macabro sistema de “categorización” de países: algunos serían parte de la “comunidad internacional”, otros “nidos de terroristas”. Consiguió que le votaran millones de millones de dólares para su Ejército, que inauguró el siglo invadiendo países, violando soberanías, en fin: recalcando que son “la” potencia militar del mundo.

El argumento principal fué el 11-S, lo de las torres gemelas. Lo paradójico es que hasta un ex presidente italiano, Francesco Cossiga, denunció públicamente a los servicios de inteligencia como autores del “autoatentado”.

Sus “think tank” (tanque de ideas) se encargaron de planificar una apretada más en la morsa del nuevo, ya viejo para ellos, siglo.


Made in USA

Las ideas de Bush & Cia.(con estricto doble sentido) no tendrían mayor novedad si no fuera porque algunos países comenzaron a “importar” estas ideas. Algunos locales actúan como socios de los de afuera.

Con convenciones internacionales comenzaron a “sembrar” la doctrina “anti-terrorista” (at en adelante). Su principal alfil es el GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional). Este logró la “proeza” de apurar a los diputados para que votaran la primer Ley at, con plazo hasta el 23/06 del 2007(hubo varias razone$ para eso).

No se puede obviar: el kirchnerismo trajo a nuestro país la lógica del “at” que los anteriores se limitaron a “bocetar”. El objetivo era doble: mendigar unos pocos dólares y crear una herramienta para perseguir a opositores.


Primer acto…

La primera ley at fue la 26.268. Esta incorporó dos nuevos delitos al Código Penal, extremadamente vagos en su contenido, exactamente lo contrario que requieren los tipos penales. Cualquier reclamo podría encuadrarse en sus artículos.


Segundo acto…

Cuatro años después, el mismo gobierno y sus legisladores incorporan al Código Penal el art. 41 quinquies: “Cuando alguno de los delitos previstos en este Código hubiere sido cometido con la finalidad de aterrorizar a la población, la escala penal se incrementará en el doble del mínimo y del máximo. Si la finalidad fuese la de obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, se aplicará la misma escala.”

Sin embargo, la ley no define qué es terrorismo. Los tipos abiertos vulneran los artículos 18 y 19 de nuestra Constitución Nacional que establecen que sin ley previa –clara y completa en su definición- no puede haber imposición de pena.

Eugenio Zaffaroni, quien suele coincidir con las iniciativas de la Casa Rosada, cuestionó públicamente: “Es una extorsión que nos hace el organismo GAFI, de segunda categoría…no necesitamos esta ley…puede ser utilizada por alguien contra la protesta social o contra los sindicatos”(24/12/2011).

Muchos opositores señalaron el giro a la derecha del gobierno en este aspecto.

Lo primero que debemos tener en cuenta es la pérdida de soberanía que implica subordinarse a las imposiciones de distintos organismos extranjeros. Curiosamente, países pilares del G-20 no tienen una ley at como la aprobada aquí.


Intervalo lúdico

La justificación de los partidarios del gobierno nacional es desopilante: “no será usada para reprimir conflictos sociales”; “Lo que no queremos es que un tipo se levante y decida devaluar el peso”. Si no se va a usar en el sentido que literalmente está redactada, ¿Para qué sancionarla? Si un animal afila sus garras, para algo será.


Grand finale, para ellos

Las últimas declaraciones de Cristina, marcando la cancha a los reclamos salariales y sociales, en un escenario de agravamiento de las condiciones económicas dan pie a que la justicia comience a utilizar esta figura.

En la “construcción de relato” kirchnerista, que cuenta con la pluma del posmoderno Ernesto Laclau,  los “enemigos del pueblo” son todos aquellos que enfrentan sus políticas en cualquier terreno. Nunca serán terroristas los de su “juventud maravillosa” terrorista porque son oficialistas desde la fábrica.

La presidenta refuerza la legalidad represiva, de por sí extendida, sin dejar de dibujar el tono del relato de un manto épico.

Cuando se destapó el Proyecto X dijeron que era un mero “software en desuso”. En conjunto con esta ley están conformando una política de estado, parte de su “INDEC” ideológico que nos ofrecen.


Riesgos y perspectivas

Frente a este cuadro: “No se garantiza que líderes sociales no sean perseguidos y sometidos a proceso bajo estas nuevas figuras ligadas al terrorismo, lo que implicaría someterlos a una fuerte presión para abandonar su reclamo”, expresaron organizaciones en un reclamo que se viene sintiendo en forma creciente.

En la actualidad numerosos dirigentes sociales enfrentan causas penales como consecuencia del legítimo ejercicio de los derechos constitucionales. De ello pueden dar cuenta, entre otros, los trabajadores del Ferrocarril Sarmiento, los de la empresa Kraft, los estatales, los docentes de Santa Cruz, los trabajadores del azúcar, estudiantes universitarios, etc. Todos ellos podrán ser imputados como “terroristas”, decisión que el gobierno puede tomar cuando quiera, habida cuenta que -ya lo dijimos- la ley no explica qué es el terrorismo que combate. A esto debemos sumar el hecho de que estos “delitos” serán juzgados por la justicia federal, sector probadamente dependiente del poder político.

Así como la república y el sufragio universal representaron un enorme progreso esta imposición de la lógica at, es un paso atrás, y muestra la relación directa que existe entre  la cuestión nacional y la democrática. No se resuelve una sin la otra. Debemos denunciar las violaciones de derechos humanos del presente, como lo es esta ley.


© Escrito por Alejo Caivano y publicado por plazademayo.com el viernes 15 de Junio de 2012.


sábado, 9 de junio de 2012

¿Cómo es el país de Cristina?... De Alguna Manera...

¿Cómo es el país de Cristina?...


Historiadores y politólogos caracterizan a los gobiernos según la inspiración filosófica de sus actos: las presidencias del último tercio del siglo XIX fueron liberales, con el golpe de 1930 se inició un régimen conservador y autoritario, Perón fue estatista, Frondizi desarrollista, Alfonsín socialdemócrata y Menem neoliberal. ¿Cómo es la Argentina de Cristina?

Ella dirige un país en el que es posible cambiar de sexo o elegir el género con el cual identificarse, pero en el que no se puede comprar dólares o viajar como se quiera sin dar explicaciones. Un país que se sumó a la vanguardia de los que admiten matrimonios entre homosexuales, aunque no favorece la misma libertad para acceder a cualquier libro editado , sin importar dónde haya sido impreso. Un país donde pronto se podrá fumar marihuana libremente y quienes soporten una agonía interminable atada a tratamientos y maquinarias ya no tendrán que excusarse para optar por una muerte digna, pero en el que no se puede acceder a cualquier medicamento que no haya sido fabricado en el país, y se pretende imponer con qué medios hay que informarse.

Mientras que muchas conductas de la vida privada fueron sustraídas a las sanciones de la ley, otras tantas –tan privadas como aquellas– soportan crecientes controles o hasta prohibiciones del Gobierno . Algunos presentan estas maniobras bajo la piel de una supuesta recuperación del rol del Estado. Pero si así fuera, esa intervención implicaría un despliegue de leyes, resoluciones y responsabilidades propias del aparato estatal y lejanas a cualquier arbitrariedad. No parece.

A su vez, la acción del Estado para proteger el bien común es la cara de una moneda cuyo anverso es el control ciudadano sobre sus gobernantes. Pero el Gobierno corre en dirección opuesta: no se aceptan preguntas ni se difunden datos básicos de la gestión –o se malversan–, los organismos de control fueron desactivados o son ignorados, y hasta el Congreso es asemejado con frecuencia a una mera escribanía. Entonces, ¿es Argentina un país liberal, estatista o autoritario? Habrá una respuesta para cada día, o tal vez haya que inventar otra, una nueva palabra suficientemente elástica para contener al gaseoso “modelo”.

© Escrito por Claudio Savoia y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio de 2012.


sábado, 19 de mayo de 2012

Dólar... De Alguna Manera...

Dólar...

Moreno. Con su intervención, la brecha con el dólar oficial hizo que el "blue" vuelva a ser negro.

Lector, el dólar va a aumentar, las tarifas van a aumentar, los subsidios van a bajar y los sueldos en dólares van a bajar. Lo opinable es sólo cuándo eso irá sucediendo.

El Gobierno no sólo sabe que eso es inevitable sino que le conviene que así sea, porque de otra forma su modelo (como cualquier otro) no sería sustentable.

El Gobierno usa a Moreno como asustador en distintos eventos sabiendo que lo puede hacer sólo durante cierto tiempo (los cucos, como los fantasmas, aterrorizan sólo por breves períodos). Y también Moreno sabe que él no puede disciplinar al mercado y que sólo puede hacer creer que lo disciplina (por eso los modos y los gritos  siempre sobreactuados de teatralidad). Su servicio al Gobierno es ganar tiempo para que la realidad emerja cuando no parezca impuesta por el mercado, aunque siempre lo sea y lo único que hayan hecho fuera aguantar un poco más. Pero cada vez le cuesta más cara esa posposición, porque a Moreno le pasa lo mismo que a los magos: descubiertos sus trucos, producen menos efecto.

Cuando Cristina públicamente le dijo: “Moreno, usted es un príncipe al lado de los italianos” –que habían allanado calificadoras de riesgo–, todos los participantes, incluido el propio Moreno, lanzaron una carcajada, porque la ironía destacaba lo opuesto, con todos los sinónimos que el diccionario tiene para innoble: bajo, ruin, vulgar, indecoroso; calificativos que fueron festejados porque no caen sobre los fines que serían nobles sino apenas sobre los medios.

¿Se acuerda, lector, cuando hace pocos meses el aumento del precio del dólar paralelo fue achacado al dueño del Banco Macro, Jorge Brito, por haber especulado comprando dólares? ¿O por la misma causa, al hoy enjuiciado Pedro Blaquier? Ambos ya cayeron en desgracia; sin embargo, el dólar sigue subiendo.

No era lógico que el precio del dólar fuera lo que menos creciera en la Argentina de los últimos años. Como no es lógico que los servicios públicos cuesten ridículamente menos que en el resto del mundo. Como no es lógico que los sueldos promedio en dólares de muchas actividades en Argentina sean el doble que en España o Italia. Y lo que no es lógico no dura. Es cuestión de tiempo.

Una progresiva devaluación del peso que no se trasladara (o se trasladara poco) a los precios internos, es decir a la inflación, sería ideal para el Gobierno y hasta una verdadera panacea. Le resolvería los problemas de competitividad de los exportadores, eliminaría la necesidad de dedicar tanta energía a la “policialización” del dólar, aumentaría el superávit comercial bajando las importaciones y subiendo las exportaciones, aumentaría el superávit fiscal incrementando los ingresos públicos por más ganancias del Banco Central con sus reservas, y por recibir más pesos por las mismas retenciones (además de hacerlas más justas porque hace unos años el Gobierno las explicó como una compensación de una política cambiaria de dólar alto por la cual el Estado pagaba el costo de comprar más dólares que los que precisaba y esterilizar luego con bonos).

Si no fuera conveniente devaluar –con pocos costos inflacionarios–, no le pediría Estados Unidos a China que sobrevalúe su moneda o el ministro de Economía de Brasil no se hubiera quejado de la guerra de monedas, donde los países desarrollados devalúan para sobrevaluar las monedas de los países emergentes y reducirles su competitividad.

Para progresivamente devaluar sin que se traslade a precios internos, habría que enfriar la economía. Si la gente consume menos, los precios terminarán subiendo menos. Y precisamente eso es lo que está haciendo el Gobierno. Enfrió la economía para frenar los aumentos de salarios colocándoles a las paritarias un techo que terminó por estar no debajo del 20%, pero no mucho más arriba. Si no enfriaba, y con la inercia que veníamos, las paritarias hubieran sido mayores del 30%. Y ahí sí, cualquier devaluación por arriba del promedio hubiese retroalimentado la inflación a más del 35%.

Con paritarias cerradas en el 22% de promedio y un enfriamiento del consumo, las expectativas de inflación podrían llegar a contenerse y, en un contexto así, se podría aumentar el precio del dólar oficial cosechando sus beneficios y limitando sus costos inflacionarios.

De cualquier forma, la brecha del 25% entre el dólar oficial y el paralelo irá produciendo efectos similares a una devaluación oficial del peso. Y ya lo produjo en gran parte de los actores económicos cuyos precios tienen algún componente internacional, quienes calculan el valor de reposición de sus materias primas importadas –o nacionales pero exportables– asumiendo que el precio del dólar oficial futuro será como el del paralelo actual. Entonces, ¿por qué el Gobierno no aprovecharía esta oportunidad de cosechar las ventajas de un costo ya producido?

A este Gobierno le gusta  mostrarse más heterodoxo de lo que es. Se hacen los locos, pero no lo son tanto.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 18 de Mayo de 2012.