martes, 1 de enero de 2013

Reportaje a Hermenegildo "Menchi" Sabat... De Alguna Manera...


"Esto es una presión para que deje de dibujar"…

Caso. "Como hay una obsesión con el Grupo Clarín, y particularmente con el diario, te diría que no soy el dueño del diario, nunca aspiré a otra cosa que hacer lo que hago y en el diario nunca me dijeron lo que tenía que hacer."

Sus dibujos enfurecieron al kirchnerismo. En 2008, la Presidenta lo llamó “cuasi mafioso” y ahora lo acusaron de misógino. Dice que esto no le pasó ni en la dictadura, cuando dibujó a Videla como una viuda. Cree que Cristina no está preparada para soportar el ejercicio del poder.

La caricatura política ha sido, desde los lejanos tiempos en que Ramón Columba se burlaba de los legisladores y las sesiones del Congreso de la Nación, una tradición que permanece vigente, en particular gracias al talento de Menchi Sábat.

—Columba era taquígrafo del Congreso –recuerda Sábat– y por eso tenía a todos los políticos a su alrededor. Se familiarizó con ellos y sacó entonces una espléndida revista que se llamó Páginas de Columba, que tenía dibujos magníficos. Eran las postrimerías de la década del 20 y entre sus colaboradores figuraba nada menos que Guillermo Divito…

—¡Divito! El creador de “la chica Divito”, que con sus curvas enloqueció a más de una generación.
—Yo he conservado algunos ejemplares en los que ya aparece la firma de Divito, que en la década del 40 avanzó con Rico tipo. Además, Divito tenía una cualidad muy elogiable: nunca sentía celos por el talento ajeno, cosa que no abunda en la vida… Y de esa generación no quiero dejar de mencionar a un hombre, Oski (en realidad se llamaba Oscar Conti), que no se caracterizaba por elogiar muchas cosas, y sin embargo hablaba maravillas de Divito. Pero volvamos a Columba: vos sabés que fundó una editorial, sacó la revista El Tony e inventó una historieta que se llamaba Raco el extra. En realidad jugaba con las iniciales de Ramón Columba, y en la tapa aparecía la tira de Mandrake.

—También, durante la Segunda Guerra Mundial, Lino Palacio con el seudónimo “Flax” publicaba crónicas de la época.
—Sí –interrumpe Sábat–, pero fijate que Lino Palacio (que personalmente era un hombre encantador) se tomó la guerra con mucha liviandad. Para él eran lo mismo Hitler que Churchill, o Il Duce y Roosevelt. No me gusta hablar mucho de ese tema, pero evidentemente Lino no tomó la guerra como la tragedia que realmente fue.

—Ahora, Menchi, te toca a vos. En Plaza de Mayo te llamaron “cuasimafioso” y según José Pablo Feinmann, te gusta pegarles a las mujeres.
—Bueno, yo estoy muy triste y hasta un poco desordenado internamente por este asunto. Yo esperé muchos años para tener este trabajo. Mucha gente, antes de los 37 años, hubiera tirado la toalla, ¿no? Entré al diario La Opinión en 1971–recuerda– y el diario no podía competir en calidad de impresión con Clarín, Nación o La Prensa (que todavía se mantenía). La Opinión se imprimía en los talleres del Tageblatt y, entonces, lo que parecía ser una emulación del legendario Le Monde de París (que no publicaba fotografías) prefirió justamente utilizar una tecnología anterior, casi diría pretérita, con dibujos lineales. Entonces me contrataron a mí, y esto cambió mi vida. Era la posibilidad de trabajar en algo que, de algún modo, colmaba mis deseos y mi vocación. Pasé dos años en La Opinión, hasta que a fines de marzo de 1973 y hasta ahora trabajé en Clarín. Quisiera que sólo hubieran pasado cuarenta minutos y no cuarenta años. Como decían los ingleses, “la vida empieza a los 40”. Pero lo que me llama la atención en estos momentos es el ataque indiscriminado. ¿Por qué?

—Es público y notorio que la diputada Cerruti y el filósofo José Pablo Feinmann te han acusado de las peores violencias contra las mujeres por haberle pintado un ojo morado a la Presidenta a raíz de la multitudinaria manifestación del 8 de noviembre.
—Te diré que esto me llama mucho la atención. ¿Por qué? Fijate que bajo la presidencia de la señora María Estela Martínez de Perón...

—… cuando López Rega, su ministro, crea la asociación terrorista de la triple A…
—… yo dibujé cosas que, comparadas con ésta, eran violentísimas. E incluso, años después, con la ingeniera María Julia Alsogaray. Y nadie dijo nada. Ahora resulta que, por un lado, soy misógino. ¿Qué tendría que haber dicho entonces el señor Menem? ¿Que soy homofóbico? Cuando hoy leí la nota acerca del comentario radial de José Pablo Feinmann me encontré con que deriva mi dibujo a lo que hacen los hombres en México con sus mujeres, “a las que matan como ganado…”, dice. Cosas que no pasarían por la cabeza de nadie aquí en Buenos Aires. Incluso habla de Picasso (“Picasso y Dalí eran mucho más maestros, pero Picasso nunca lo dibujó a Hitler pegándole una piña a una mina…), y si hubo un artista realmente genial que se dedicó a destrozar a la mujer fue justamente Pablo Picasso. Sin entrar en un juego de cotejo, basta con ver la reproducción de su obra. Pero acá, evidentemente, tengo una sensación de inseguridad personal por lo que pueda pasar después de las elecciones del año que viene. Una sensación que puede llevar a la gente a este tipo de cosas, de acusaciones, por miedo a perder su programa en una radio o una banca en la Legislatura. Realmente no lo entiendo. Lo único que puedo decir es esto: yo me ocupo de mi trabajo. No aspiro a otra cosa que no sea mi trabajo, que vengo haciendo desde hace unas cuantas décadas… Yo nunca recibí advertencias de este tipo. Es una cosa muy triste. No me ocurrió siquiera durante la dictadura militar.

—Y eso que dibujaste a las famosas “viudas” del Proceso, que eran ni más ni menos que los miembros de la Junta Militar.
—Bueno, ese dibujo se publicó cuando era presidente el general Reinaldo Bignone y las viudas enlutadas eran Videla, Viola, Galtieri y Bignone. Y nadie dijo nada. Pero esto no quiere decir que yo sea bueno. No me voy a rasgar las vestiduras, pero… no sé. Evidentemente es una presión para que yo deje de dibujar. Sin duda alguna.

—¿Como ves al gobierno? ¿Fascista, autoritario?
—A mi me resulta difícil juzgarlo de una manera rotunda. Creo, sí, que no es un gobierno para todos, más allá del eslogan que ellos plantean. Es un gobierno para ciertos sectores. No para todo el mundo.

—¿Y cómo ves la personalidad de Cristina?
—Ella tiene una personalidad muy compleja. La gente que aspira al poder se supone que debería estar entrenada para eso y para tolerar las cosas que suceden cuando ellos están en el poder. Daría la sensación que la Presidenta no está totalmente segura. Esta es la sensación que transmite.

—No es extraño que los intelectuales no coincidan con sus gobernantes, y por eso tampoco se los llama “cuasimafiosos”, como cuando le dibujaste unas curitas en la boca a la Presidenta. ¿Qué quisiste decir para que lo haya interpretado así?
—Lo que yo veía y escuchaba en esos momentos (exactamente abril de 2008) era que la señora Presidenta hablaba dos o tres veces por día. Nada más que eso. Pero, evidentemente, acá estamos frente a algo que ha pasado hace cuatro años y medio. Y ésta es la segunda advertencia. Como aquí hay una cuestión monotemática y una obsesión con el Grupo Clarín, y particularmente con el diario, te diría que yo no soy dueño del diario; nunca aspiré a otra cosa que hacer lo que hago, y en el diario nunca me dijeron tampoco lo que tenía que hacer. Y siento por eso un genuino agradecimiento. Creo que la gente tiene que ser respetada como persona y hay que dejarla hacer lo que realmente sabe hacer. Y esto es un poco lo que a mí me ha pasado: me respetan como persona pero tampoco me meto en el puesto de otro. Ni peleo ni hago lo que no tengo que hacer. Pero insisto en que creo que algunos desean que yo no trabaje más.

—Es muy posible. Hay gente a la que le molesta la oposición inteligente: por ejemplo, si después de la marcha del 8 de noviembre hubieras dibujado a la Presidenta con el corazón desgarrado, no habría producido demasiados comentarios porque hubiera resultado ridículo.
—Aparte, hay otra cosa: durante la década del 30, Hitler y Goebbels, en particular, se dedicaron a perseguir a artistas a los que llamaron “degenerados”. Incluso organizaron una exposición en la que estaban, por ejemplo, Paul Klee, George Grosz… todos grandes artistas alemanes y, aunque no te lo afirmo, yo creo que va a perdurar más el expresionismo alemán que el surrealismo. Además, hay algo que dijo Picasso: “El arte no representativo nunca es subversivo”, que es importante recordar y les cuadra a estos artistas. Aquí, en Argentina –hilvana Sábat–, durante la década del 30 y del 40 la revista Rico tipo en particular tuvo un papel destacado. Allí había gente de la legendaria Patoruzú. Caras y Caretas, a su vez, cumplió una función extraordinaria en el periodismo del país pero murió (de muerte natural) en 1936. En 1941 o ‘42 apareció Cascabel, pero ya en el ‘44 los gobiernos eran militares. Entonces, en vez de hacerse caricatura política se creaban historietas que eran arquetipos populares. Por ejemplo, Fúlmine, que era un tipo que traía mala suerte, o El otro yo del Dr. Merengue, que expresaba los pensamientos secretos de un hombre en su madurez. También se destacaba Pochita Morfoni. En una palabra, no había una representación de lo que realmente ocurría sino que, repito, se trataba de arquetipos populares. Como decía Winslow Homer, “lamento haber pintado un cuadro que precise explicación”.

—¿Y cuándo se retomó la caricatura política?
—Recién en la época de Frondizi con Landrú, a quien Onganía, con su enorme bigote, le cerró la revista Tía Vicenta porque lo llamaba “la morsa”. Ese cierre le valió a Colombres el premio Moores Cabot, muy importante.

—A los gobiernos autoritarios nunca les han gustado las caricaturas. Por eso me llama mucho la atención que un hombre inteligente como José Pablo Feinmann no pueda visualizar esa realidad. Rarísimo.
—Sí, es una cosa muy extraña. Yo creo que únicamente el ensimismamiento (que lleva al fanatismo) puede permitir esas cosas, ¿no es cierto? Yo no voy a juzgar la sapiencia del señor Feinmann en su presunta cualidad de filósofo. Me causa gracia… No me gusta que un individuo se autocalifique… Sinceramente yo les disparo a esas cosas. Siempre me acuerdo, en cambio, de Julián Centeya (el seudónimo de Amleto Vergiatti), que era un reo porteño y se había mandado hacer unas tarjetas que decían: “Julián Centeya. Pobre” –Menchi se ríe francamente–. Así como otros se presentan como abogados o médicos, para Centeya su tarjeta de presentación era ser “pobre” de profesión. Ahora bien, cada uno sabe a qué filósofos atender. En 1973, cuando fue derrocado violentamente Salvador Allende, aparecieron por Clarín unos periodistas franceses que trabajaban en una publicación incipiente que se llamaba Libération…

—Un diario muy a la izquierda…
—Exacto. Sartre estaba allí. Los franceses me pidieron entonces que les hiciera un dibujo de Pinochet, cosa que hice de inmediato. También me dijeron que no tenían plata para pagarme, pero les contesté: “Yo, lo que quiero, es un manuscrito de Jean Paul Sartre”. Y me lo mandaron, cosa que yo venero. Imaginate un manuscrito de puño y letra de ese hombre. Curiosamente, con los años, en alguna librería especializada conseguí tres libros originales de Sartre dedicados, no voy a decir a quién porque sería una denuncia ingrata. Pero a lo que voy es que Sartre y Albert Camus, por ejemplo, son los individuos que yo leía con intensidad cuando era un adolescente. Esas cosas repercuten positivamente con los años porque esa gente nunca dejó de pensar lo que tenía que pensar. Es decir, muy probablemente el único que descreyó de Sartre fue Alberto Giacometti, un artista, un escultor extraordinario que ahora se está exponiendo en la Boca. El era de origen suizo, y en una de las biografías de Giacometti leemos que tanto Sartre como Simone de Beauvoir le pedían que se mudara al elegante boulevard Raspail, y Giacometti nunca quiso salir del lugar polvoriento donde dormía cada noche. Y con este agregado: cuando Giacometti comenzó a ganar mucho dinero con la venta de sus magníficas obras, les pagaba departamentos carísimos a las damiselas que frecuentaba en los boliches a los que concurría todas las noches Es decir… repito: cada uno tiene los filósofos que quiere y, hoy día, los filósofos que merece. Pero me parece una exageración cuando Feinmann me llama “ignorante”. Sin duda soy ignorante, porque todos los días aprendo algo nuevo, pero no me titulo “filósofo”. Esa es la diferencia.

—Además, Feinmann te llama “ignorante”. Pero ¿ignorante de qué?
—No sé… yo creo que, a pesar de que soy un tipo casi muy viejo, siempre tengo el deseo de aprender algo. Pero ciertamente no voy a aprender a partir de las cosas que digan de mí –se ríe–. Voy a aprender, en cambio, de las cosas que he perdido de aprender “antes”, y esto es mucho. Y necesito seguir aprendiendo, gracias a lo cual todavía me siento vivo.

—¿Esta actitud de Feinmann no daría la sensación de que no entiende muy bien lo que significan el humor y la representación del humor?
—Bueno, el humor, el “buen” humor, está siendo sustituido por el “mal” humor. Y aquí entonces no caben dudas de que el “mal” humor es algo que está inyectado para autodefenderse. No lo usa para defender a la señora Presidenta sino para autodefenderse. Entonces no veo por qué tiene que atacar al voleo. Y puedo decir con tranquilidad que yo me siento afectado. No soy de duro aluminio. Ni ando con corazas. Y una cosa de éstas a mí me duele mucho. Lo mismo que lo que ocurrió en la Legislatura la semana pasada.

—Cuando Gabriela Cerruti te increpó…
—Yo leí el libro que escribió esta señora. Se llama El jefe, y allí cuenta (y es un libro que todavía circula y nunca fue censurado) que por las palizas que le propinaba Carlos Menem a Zulema su mujer, ella abortó dos veces. Y a mí me pareció muy valiente de parte de Cerruti que comentara ese hecho. Creo también que es una señora que ha practicado el periodismo. Entonces, me llama la atención que habiendo sido tan abierta para contar cosas íntimas se horrorice frente a mi dibujo… Aquí la confusión viene por una cosa que hay que recalcar: si yo estoy atacando al género femenino estamos ante una materia muy delicada. No voy a pedir permiso cada vez que dibuje a una mujer. Yo hago cada semana una cosa que se titula Gente imprescindible. Allí he puesto a una cantidad de mujeres. A Niní Marshall; la semana pasada a Victoria Ocampo, una mujer admirable sin duda y gracias a quien este país pudo tener la visita de Stravinsky, el conde Keyserling, Rabindranath Tagore… He dibujado a muchas mujeres más y nadie se ofendió por el retrato de Victoria Ocampo comparado con el de la señora Presidenta. No pasa nada porque, aparte, esto es insignificante. Pongamos las cosas en su lugar: en la historia del periodismo argentino y en mi vida personal. Ahora bien, aquí el señor Feinmann también avanza con respecto al Uruguay. “En el Uruguay no son peronistas”, dice. Pero ¿qué tiene eso de malo? Mi madre nació en La Boca, mi padre era profesor de literatura y en casa no había dinero pero había muchos libros. Así es que yo he leído mucho. Cuando mamá quería hablar con sus padres los llamaba cada semana por teléfono desde Montevideo. Y, por supuesto, hablaba de cosas coloquiales. De familia. “¿Cómo está la tía?”. Pero siempre aparecía una voz en el medio que decía que había que terminar la conversación. Era otra época. No existían los avances tecnológicos con los que contamos hoy, pero aparecía un intruso que impedía la conversación.

—Pensaría que lo de la tía era una clave.
—Probablemente. Estamos sospechando tanto que se ha llegado a este tipo de cosas; en definitiva, el motivo principal es dividir a la sociedad. Dividirnos. Y generar una presunta lucha de clases absolutamente “trucha”. Y utilizo este término bien reo. La lucha de clases aquí es “trucha”. Yo no soy mejor por no dibujar. Al contrario: creo que una de las cosas que he aprendido es a leer “críticas” de arte sobre cosas que he hecho. Y ahí se aprende que las cosas que uno hace pueden no gustarle a la gente. Mala suerte. Yo no puedo cambiar a esta altura, pero me llama la atención que por una cosa insignificante se haga tanto barullo.

—Demuestra una gran debilidad frente a la crítica.
—Estoy totalmente de acuerdo. Hay una inseguridad esencial en este asunto y una cola de paja muy larga. Fijate que antes de la aparición del famoso El mosquito hubo una revista llamada Antón Perulero, y no “Pirulero”, que compré en San Telmo. Y allí están todos: Vélez Sarsfield, Mitre, Sarmiento, Nicolás Avellaneda. Incluso, gracias a esa publicación me enteré de que Avellaneda era de muy baja estatura y andaba con zancos. Es una forma de aprender la historia que a mí me ha ayudado mucho. Lo mismo que con Caras y Caretas. Pero esa gente era respetada. Los dibujos de El Mosquito y de Antón Perulero eran (como se dice ahora) “dibujos militantes”. Las revistas estaban contra esa gente, y las redacciones se componían de gente que expresaba lo que pensaba y nadie sospechaba de ellos.

© Escrito por Magdalena Ruiz Guiñazú y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Diciembre de 2012.



María Julia & Felisa... De Alguna Manera...


Después todos son críticos…

LAS DOS CONDENADAS del menemismo y del kirchnerismo, María Julia Alsogaray y Felisa Miceli, lo fueron por notas, una en la revista Noticias y otra en el diario PERFIL.

Somos la repetición, decía Kierkegaard. En la repetición emerge lo real, lo verdadero, lo permanente. Esto vale tanto para las personas como para los medios. Y explica por qué otra vez la única condena por sospechas de corrupción a un funcionario de un gobierno longevo se produce a causa de una nota periodística originada en una publicación de Editorial Perfil: María Julia Alsogaray, por la denuncia de la revista Noticias en 1993, y Felisa Miceli, por la denuncia del diario PERFIL en 2007.

Los años 1993 y 2007 tienen en común que encontraban a los dos gobiernos, el de Menem y el de Kirchner, en su apogeo de popularidad, y los medios reflejaban ese romance entre el político y su sociedad prácticamente no publicando noticias negativas sobre ellos. Resulta cómico ver hoy cómo los diarios de 2007 minimizaron y ningunearon la noticia sobre la aparición de la bolsa con dinero en la oficina de Miceli cuando era ministra de Economía, y el contraste con la actual difusión que se dio a su condena. ¿No hubo medios hegemónicos los primeros años del kirchnerismo?

Lo mismo se repite en el caso de 1a denuncia de enriquecimiento ilícito de María Julia Alsogaray en 1993: salvo por aquel Página/12 de Lanata, ningún diario se hacía eco de las investigaciones que publicaba la revista Noticias, pero sí le dieron mucha difusión a la condena que recibió cuando ya el menemismo estaba totalmente desprestigiado. Lanata es otro caso de repetición en la temprana y sostenida crítica tanto al gobierno de Menem como a los de los Kirchner, justificando por qué la vida cruzó nuestros caminos tantas veces y los sigue cruzando. No es casual que haya sido Lanata quien escribió la nota sobre la bolsa de dinero en el baño de la ministra Miceli.

Hace dos días pregunté a quien fue el publisher que introdujo la revista The Economist en Estados Unidos, y que hoy permite a la originaria edición inglesa sobrevivir vigorosamente, por qué la emblemática revista de noticias norteamericana Newsweek acaba de cerrar después de décadas de vender tres millones de ejemplares semanales. El publisher respondió que para que una publicación periodística mantenga pujante su vínculo con la audiencia debe tener “un punto de vista”, y Newsweek había perdido el suyo. Ya no era la revista progresista de los liberales de izquierda de los Estados Unidos, y se había homogeneizado junto con la revista Time en la pérdida del sentido crítico e inquisidor que caracteriza al buen periodismo.

Es que ser crítico cuesta muy caro. Más aun cuando se sostiene ese punto de vista en soledad porque la mayoría de los medios y la sociedad atraviesan una etapa de conformismo. Pero la coherencia tiene su retribución en el largo plazo, y más cuando se asumen riesgos no justificados por un beneficio obvio.

La repetición es la esencia que hace evidente lo ineludible: la exigencia interior de constituir la identidad. Como si hubiera sólo una forma de acceder a la propia verdad que no fuera a través de la reflexión, sino sólo de actos que darán sentido a esa existencia.

El kirchnerismo dejará el poder y vendrá otro gobierno, pero es previsible que los medios, como personas aunque no físicas, vuelvan a repetir para mantener su identidad. Al principio serán condescendientes, y después todos serán críticos.

Para Kierkegaard, cuando se repite, “entonces surge la libertad en su forma superior, en la cual ella se determina por relación a sí misma (...) la libertad misma es entonces la repetición”. Ser lo que se es.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Diciembre de 2012.



domingo, 30 de diciembre de 2012

Reportaje a Ricardo Darín... De Alguna Manera...


"Se producen muchas películas que no ve nadie"...

 Se producen muchas películas que no ve nadie. Foto Cedoc

Estrena Tesis sobre un homicidio y, en Telefe, reponen Mi cuñado, cosa que no le gustó. Habla del cine nacional y pide un porcentaje de pantalla, pero quiere otra forma de producción. Dice que el teatro es lo que más feliz lo hace.

Llega a los cines argentinos una nueva película con Ricardo Darín en el rol protagónico y, como ya es habitual en los últimos años, hay olor a éxito de taquilla. A primera vista, Tesis sobre un homicidio, basada en una novela de Diego Paszkowski y dirigida por Hernán Goldfrid –director que debutó en 2009 con Música en espera– tiene todo para rendir bien comercialmente: una trama policial ajustada e intrigante, un trabajo sólido de Darín y un lanzamiento fuerte en todo el país. Completan el elenco Calu Rivero, Antonio Puig y Alberto Ammann. Darín sostiene que aceptó el trabajo “porque me gustó la trama, que está muy bien urdida”. Asegura que no es el cachet lo primero que suele considerar. “En este caso, de hecho, lo económico apareció en tercer o cuarto lugar, tampoco era para volverse loco con lo que me ofrecían. Agarré viaje porque también me atrapó el personaje. Me atrapó de entrada. Y el entusiasmo del director, su enamoramiento por el género policial, me terminó contagiando”.

—Solés asegurar la taquilla. ¿Qué tipo de exigencias planteás cuando te llaman para una película?
—Bueno, no siempre aseguro eso, revisá bien (risas). Pero creo que es al revés: en vez de exigir más, quizás busque más los acuerdos. Sé que mi opinión es escuchada, pero no siento diferencias con lo que me pasaba cuando era más joven porque siempre me metí, siempre opiné. No me gusta ir a un rodaje a marcar tarjeta, yo laburo mucho ahí. En el set podés descubrir que una línea de diálogo, que parecía inteligentísima en el guión, al final está de más porque el contexto cuenta todo, por ejemplo.

—¿Te dejás dirigir o te rebelás?
—Me puedo llegar a rebelar, pero no es lo que más me gusta hacer. Para llegar a eso tiene que haber fracasado cada uno de los caminos de entendimiento posibles. Yo soy un experto en eso de encontrar un modo de convivir. Es, quizá, la faceta que más he desarrollado en mi carrera.

—Empezaste haciendo comedia y hoy casi no te llaman para hacer películas de ese género. ¿O es que vos no querés?
—Para nada, me encantan las comedias, pero es que muchas no se hacen hoy por hoy. Es un rubro que está atravesando una crisis. Durante décadas, la Argentina fue una factoría importante para el género, pero hoy no. Están muy viradas a la pantomima o son de fuste muy liviano. No me considero un actor “serio”, ni pretendo serlo. Hacer buena comedia es dificilísimo, además.

—Pero una comedia producida por Adrián Suar, “Dos más dos”, fue un éxito de taquilla y de críticas.
—Me gustó. Es una comedia digna, pero me pareció una película sostenida básicamente en el trabajo de los actores. Todos están muy bien, pero al Chueco lo vi mejor que nunca. No en vano esa historia salió de su cabeza. Igual, yo creo que las comedias que nos matan son las que también encuentran una partitura, una vibración interna, más allá del laburo de los actores. Acá había un tema muy original, el de los swingers, y dos caminos: profundizar para ver hasta dónde llegaba el disloque o ponerse más serios, que fue lo que eligieron. Eso es lo que menos me gustó de la película, la que considero su mayor equivocación.

—Desde hace un buen tiempo tenés una enorme popularidad en España. ¿Cómo lo explicás?
—Tuve suerte. Se encolumnaron varias películas muy diferentes entre sí en un mismo período. De hecho, los críticos españoles con los que hablé no recuerdan a ningún actor que haya tenido seis películas en cartel al mismo tiempo como tuve yo, una locura… Nueve reinas y El hijo de la novia fueron las que abrieron ese camino. Cuando vi eso, me animé a poner el cuerpo y llevé una obra de teatro, Art. Eso fue muy fuerte porque allá los actores de teatro sólo trabajan en teatro y los de cine sólo en cine. Los sorprendí. Y después, algo de química y un poco de culo.

—En la Argentina se producen muchísimas películas que no terminan de encontrar un circuito de exhibición. ¿Cómo se resuelve ese problema?
—Me parece muy bien que el Incaa apoye a directores nuevos, eso es encomiable. Pero te cuento algo: yo soy parte de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, y cuando a fin de año me llegan las planillas con todos los estrenos para que vote el mejor, veo ahí decenas de películas de las que no tenía ni noticias. No hay chance de ver todo, además. Pero creo que lo grave es que hay muchas que no las ve nadie. Prefiero que se hagan menos y que haya oportunidad de verlas. Estoy de acuerdo con que se reserve un porcentaje de las pantallas para exhibir cine nacional, incluyendo los experimentos más locos. Pero producirlos y largarlos en banda no tiene sentido. Me van a tildar de defensor del cine comercial, ya sé. Pero que alguien me explique para qué se produce algo que no va a ver nadie. ¿Para qué nos sirve como comunidad? Hay que garantizarles un circuito de exhibición a todas las películas que se producen y reglamentar que las salas proyecten un porcentaje obligatorio de cine argentino.

—En poco tiempo volvés al teatro. ¿Cómo vivís la previa?
—El teatro es lo que más me gusta. Y es una obra importante, además, un buen desafío: Escenas de la vida conyugal, de Ingmar Bergman, con Valeria Bertuccelli como compañera y Norma Aleandro en la dirección. Suena bien… En el teatro me siento más vivo que en cualquier otro lugar. Se produce una cosa mágica, misteriosa. Me gusta el peligro del teatro. No es lo mismo jugar en el Nou Camp que en el patio de tu casa.

—¿Y pensás en tomarte alguna vez un año sabático?
—No puedo.

—¿Por cuestiones económicas?
—Sí, no tengo espaldas tan anchas como muchos deben imaginar. Y además no quiero. A mí me gusta trabajar en lo que trabajo, tengo esa suerte. Por eso prefiero el cine antes que la tele, porque me permite hacer las cosas con tiempo, planificar, estar en mi casa, tener una vida más o menos normal. No me gusta trabajar todo el día como un enfermo, como si estuviera persiguiendo no sé qué cosa. Pero tampoco me gusta quejarme. Más oportunidades que las que tengo yo no tiene nadie, sobre todo en un país como éste, donde no sobran. Acá, casi todos se rompen el alma para sobrevivir y para lidiar con eso de trabajar en algo que no les gusta y a la vez mantener una familia. No es mi caso, soy un privilegiado, reconozco que tuve y tengo suerte.

—Entonces, difícil que hagas algo en la tele.
—Creo que me fui en el momento justo. Yo no le debo nada a la tele ni la tele me debe nada a mí. La de hoy es una televisión con una dinámica diferente a la que me recibió a mí. Aquella era una época en la que vos constatabas en la calle lo que pasaba con lo que hacías, no con una planilla de rating en la mano. Muchas veces se arma un buen elenco, con una buena idea detrás, y pierde frente a programas que son cualquier cosa. Es muy desalentador… Hay una histeria tremenda.

—¿Que opinás de la reposición de “Mi cuñado” en Telefe?
—Me sorprendió. A Francella le han hecho lo mismo varias veces ¿no? Pero en este caso no entiendo bien a qué necesidad responde. Nos metieron en un paquete con El Superagente 86 y La pantera rosa. Es un combo de caricaturas (risas). Puede que me equivoque, pero creo que es un programa que puede quedar un poco anacrónico.

—Si te hubiesen preguntado, ¿que habrías dicho?
—Hubiera preferido que no lo repusieran porque ese programa significó mucho para mí. Dejé la piel trabajando ahí y no quiero que quede una imagen distorsionada.

“Me gustaría vivir en un país más serio”

Aprovechando el momento de la charla con PERFIL, donde se habla de su fuerte relación con España, se le propone a Ricardo Darín un juego. Y él, siempre amable y bien predispuesto con la prensa, acepta.

Supongamos que un español le pregunta por la actualidad argentina. 

¿Cómo la sintetizaría hoy? 
Ahí va:

“Me parece que estamos mucho mejor que lo que algunas sensaciones térmicas indican. Es un momento histórico, irrepetible, una gran oportunidad. Pero creo que esa oportunidad puede ser desaprovechada si seguimos poniendo el foco en las antinomias, en descubrir quién la tiene más larga.

Tenemos todo para ser un país serio, sólido, sustentable, autónomo. Depende de nosotros, tenemos que zafar del Boca-River, del peronistas-radicales, etcétera. Eso me tiene harto, es una falta de respeto a la inteligencia. Yo entiendo y respeto que muchos piensen que éste es un momento brillante del país, pero si eso te lleva a pensar que los que no opinan lo mismo son unos boludos o unos golpistas, tenemos un problema. De mil personas que expresan su disconformidad, puede haber dos que son golpistas, y ya sabemos qué hacen y cómo piensan, así que no jodan con eso.

Me parece buenísimo que se hayan abierto las puertas para que muchos jóvenes se interesen por la política. Y creo que Néstor armó una cosa muy piola: la construcción del poder yendo a poner la jeta. Eso es irreprochable. El tipo puso el cuerpo. Pero con su muerte apareció un grupo de gente dedicada a proteger a Cristina que le aconsejó cosas que están bien y cosas que no están tan bien. Ésa es mi sensación, al menos. Por momentos, algunos parecen estar ajenos a la realidad.

Igual, no justifico a la gente que ataca a una mujer que también pone el cuerpo todos los días en un lugar tan complicado como la presidencia de un país. Y mucho menos cuando esos ataques son arteros, personales, irrespetuosos. No escucho esos ataques encarnizados.

Los argentinos somos tan individualistas que siempre pensamos que tiene que venir a salvarnos una sola persona. Por eso es Cristina sí o Cristina no, cuando lo que importa es el proyecto político y llevarlo adelante en equipo. En definitiva, me gustaría vivir en un país más serio”.

© Escrito por Alejandro Lingenti y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 29 de Diciembre de 2012.

Las fotos:

 Se producen muchas películas que no ve nadie. Foto Cedoc

 Llega a los cines argentinos la nueva película de Ricardo Darín, "Tesis sobre un homicidio". Foto: Cedoc

Junto al actor Alberto Ammann durante el rodaje de la nueva película. Foto:| Cedoc

 Con Calu Rivero, quien hace su debut en cine. Foto: Cedoc

 Darín compuso al cura villero en Elefante Blanco, la última película de Pablo Trapero. Foto: Cedoc

Con su mujer Florencia y su hija Clara. Foto: Cedoc 

  "Los argentinos somos tan individualistas que siempre pensamos que tiene que venir a salvarnos una sola persona", reflexionó el actor. Foto: Cedoc

 No está contento con el regreso de "Mi cuñado" a la pantalla de Telefé. Foto: Cedoc



 

Fenómeno de Identidad Barrial... De Alguna Manera...


Vecinos que recuperan clubes, fenómeno de identidad barrial…

Junto al Malvinas Argentinas. El Predio Chivilcoy, un terreno que hinchas y socios de All Boys lograron que la Legislatura les otorgue para más actividades. Foto: Guillermo R. Adami.

Varias asociaciones fueron más allá de los resultados deportivos, para conseguir terrenos y más espacios de pertenencia. Son los casos de All Boys, San Lorenzo, Huracán, Comunicaciones, y otros.

“Nosotros no decimos que son 90 minutos de fútbol por semana, decimos que es toda una vida”. Eso dice que dice Marcelo Reto, hincha y socio de All Boys, en el restaurante All Boys. Está entusiasmado y nada tiene que ver con la campaña de sus jugadores. Hace pocos días que la Legislatura aprobó la concesión del Predio Chivilcoy (frente al estadio Malvinas Argentinas) al club, luego de la movida organizada por él y varias agrupaciones de socios y del barrio. A cambio, All Boys tendrá que construir un jardín maternal. Y luego, lo que quiera. El primer objetivo es una fachada y una cancha de futsal, también útil para practicar patín y handball, actividades que el club no tiene. Para eso, socios e hinchas, están recaudando fondos.

“Fijate, este año la gente se diferenció mucho de las hinchadas; gritó contra los barras . Y de a poco va entendiendo que el club es un lugar para estar y participar”, agrega Fabián Aguirre, tan loco por All Boys y su barrio como Reto.

Durante 2012, hinchas y socios de varias instituciones demostraron que el amor no es solo hacia un equipo de fútbol, sino hacia un club y hacia un barrio . Porque siempre hubo hinchas de cancha, hinchas de la barra brava. Pero este año se notó, y mucho, el trabajo de los hinchas exigiendo, ganando o creando espacios para que los vecinos y chicos se acerquen al club y encuentren allí un lugar de pertenencia . “Cuando a muchos pibes les mostrás que no todo es putear en la cancha, que hay otra movida, ellos se ponen a trabajar por el club y el barrio”, dice Aguirre.

Lo de San Lorenzo y la vuelta a Boedo fue lo más difundido y festejado. Fueron socios, hinchas y vecinos pidiendo por espacios donde se puedan practicar deportes. La restitución del predio de Avenida La Plata, además del polémico estadio que cuestionan otros vecinos, incluye un proyecto de más de cincuenta actividades deportivas y culturales, un centro médico y una escuela. “Nuestro trabajo motivó a los socios de otros clubes”, afirma Adolfo Res, de la Subcomisión del hincha de San Lorenzo. “En nuestro fideicomiso se anotó gente que era de otros equipos . Es todo genuino, y no es nuevo. Lo que ocurre es que siempre son noticia los 50 tipos de la barra antes de las cosas que hace la gente del club”.

Pero en los casos de los demás clubes no hay canchas. El rol es social. “Tené en cuenta que cuando nosotros éramos pibes jugábamos en la esquina. Eso se perdió; a los chicos no los dejan salir a la calle. Los clubes son el único espacio que tienen para hacer amigos fuera de la escuela”, suma Pablo Cribari, presidente de General Lamadrid. El club está esperanzado con la mudanza de la cárcel de Devoto . Se espera que ese día Lamadrid reciba el terreno que da a la calle Bermúdez, hoy ocupado por camiones del Servicio Penitenciario Federal. “Creemos que es la mejor manera de cambiarle la cara al club. Además, nuestros gimnasios nos están quedando chicos de las actividades que hay”, agrega Cribari.

Colegiales se fundó en 1908, milita en la Primera B Metropolitana y tiene su estadio en Munro, Vicente López. Más de 400 chicos de la zona practican deportes a veinte cuadras del estadio. Desde hacía veinte años lo hacían en un Campo Municipal. Cuando comenzó la gestión de Jorge Macri, hubo problemas. “Las infantiles se quedaron sin lugar; por más de tres meses tuvieron que entrenarse en una plaza y en una cancha de Baby. Después de una movida del barrio y del club se firmó un convenio y Colegiales utilizará por un año el Campo”, cuenta Marcelo Oneto, vocero de la subcomisión de fútbol. Y agrega: “Perder el terreno era perder el sentido de pertenencia. Los chicos son casi todos de Munro, y todos hinchas de Colegiales. No querían entrenarse en otro lugar que no fuera su casa”.

Pero All Boys, San Lorenzo, Colegiales y Lamadrid no son los únicos. Este año también lucharon Comunicaciones y sus socios, frente a Hugo Moyano y el gremio Camioneros. Comunicaciones tiene más de 2.900 asociados y está en quiebra desde 2000. La causa pasó por distintas instancias hasta que el juez Fernando D’Alessandro aceptó la oferta de Camioneros para cancelar el pasivo del club con $ 12 millones e invertir otros $ 40 millones en obras para los afiliados de la mutual. Y descartó así el plan que impulsaba el Gobierno de la Ciudad: una inversión de $ 26 millones que incluían la construcción de un microestadio cubierto, y la cesión del establecimiento a los socios por un plazo de 99 años. Pero en agosto la Cámara de Apelaciones dio vuelta el fallo y le permitió al club extender un fideicomiso para levantar la quiebra. Por otro lado, Huracán está peleando con el Gobierno porteño, que quiere dos hectáreas del predio La Quemita. Y Ferro acusa a Nación de querer hacer viviendas sociales donde está su club. “Es que en la mayoría de los clubes que peleamos por predios no tenemos grandes sueños futbolísticos. Nuestras alegrías pasan por compartir ratos con amigos, que nuestros hijos se hagan hinchas y mamen el sentimiento barrial”, resume Aguirre.

La calle de hoy, la nueva esquina, “el barrio”, la contención y la pertenencia hoy está en los clubes. Ya no quedan potreros y cada vez menos chicos juegan la pelota en las plazas. En los espacios culturales tal vez haya más carteles políticos que actividades. Y hasta es posible que el docente lleve una remera de una agrupación. No es así en los clubes: se es de un barrio y de una camiseta, y no de un sector político.

Reto y Aguirre, además de sus trabajos, son profes de Baby en All Boys. Dicen que no buscan sacar jugadores. “Lo que buscamos es sacar hinchas”. Del restaurante All Boys al predio Chivilcoy hay seis cuadras. Las caminamos. Paredes, cordones de vereda, palos de luz, están pintados de blanco y negro. “Los pibes salen a pintar todos los miércoles”, revela Aguirre. El Predio Chivilcoy era una fábrica de zapatillas que se incendió y fue demolida. Hubo gente que usurpó y los socios e hinchas la echó y taparon todo para que nadie pasara. Un día se propusieron reclamárselo al Gobierno porteño. Y en 2012, tras seis años, lograron que el proyecto se incluya en el Presupuesto 2013. “Es que no teníamos predio propio. Si a mí me decías el predio, a cambio de firmar el descenso, yo te firmaba”, admite Reto.

Hoy todos sueñan con más: “Falta una confitería para quedarnos a charlar de la vida entre amigos”, dice Reto. Como si hubiese cosas que sólo los clubes pueden lograr.

© Escrito por Nahuel Gallotta y publicado en el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma e Buenos Aires el domingo 30 de Diciembre de 2012.