lunes, 8 de octubre de 2012

Entrevista a Roberto Lavagna... De Alguna Manera...


"Para los pobres, la inflación ya es del 30 por ciento"...

Visión. "El pensamiento único es siempre negativo. Por eso yo creo que hoy, en Argentina, uno de los grandes desafíos es lograr juntar un centro grande que se escape de los extremos".

Dice que el Gobierno vive una “ficción total” con la inflación. Advierte que un país con una sociedad dividida no progresa. Cree que se necesita un “gran centro”, y que hoy la gran prioridad es evitar la reforma constitucional.

Llueve torrencialmente sobre Buenos Aires y desde los antiguos ventanales de las oficinas del ex ministro de Economía contemplamos cómo el tránsito de la Avenida 9 de Julio se vuelve incesante mientras nos demoramos en una larga charla.

—¿Qué va a pasar con la inflación en 2013? Sabemos que, por principio, el kirchnerismo buscará aplacarla en un año eleccionario.
—En realidad, hay una renuencia a aceptar la realidad. La inflación es un mal desde el 2007. O sea que vamos ya por el sexto año consecutivo. Pero no es sólo el problema de la inflación. Es un tema más amplio. En un momento se dijo “truchemos todos” y parece ser que muchos, en el Gobierno, ¡lo hacen! Hay, incluso, diferencias en cuanto al número de chicos desnutridos en Argentina. Me refiero, por ejemplo, a diferencias de ¡entre 750 mil y un millón y medio que se dan entre el Gobierno y ONG privadas! De manera tal que el problema es más grave. Hay un alejamiento de la realidad que preocupa porque empezó con la inflación, pero se ha ido extendiendo prácticamente a todos los datos de la realidad política y social del país.

—Sí, hay una especie de batalla campal contra las asociaciones encuestadoras de precios. Esta semana le ha tocado a Adelco, que llevaba más de veinte años publicando precios y encuestas.
—Claro, claro… por eso digo que hay un enamoramiento del “relato” y que el “relato” y la “realidad” ¡sólo tienen en común sus dos primeras letras! En cuanto al resto son absolutamente distintos. El relato es imaginación. Una formulación que seguramente va a ser sometida a un revisionismo histórico en su debido momento, lo cual será muy duro, precisamente porque ese “relato” está demasiado alejado de la realidad cotidiana de los argentinos.

—Y a propósito de “relato y realidad”, ¿cómo no sabía la Presidenta de la Nación el tipo de gira que iba a emprender por las universidades norteamericanas?

El doctor Lavagna suspira:

—A ver… hay quienes dicen, en el mundo del psicoanálisis y la psiquiatría, que muchas veces se presentan dos clases de pacientes: unos son los que construyen castillos en el aire y, otros, un poco más delicados, son los que se van a vivir a los castillos que han construido en el aire. Algo de esto pasa. Al relato interno se le ha agregado un desconocimiento muy profundo de la realidad regional y mundial y entonces terminan pasando estas cosas como las que han ocurrido. Son una pérdida de oportunidades muy grande de poner a la Argentina en el escenario internacional adecuado. A veces esto es una cuestión de contenido, pero también es una cuestión de forma. Por ejemplo, la Presidenta le dio una respuesta dura a una impertinencia que tuvo la responsable del Fondo Monetario Internacional (N de R: Christine Lagarde), y esto a mí no me llama la atención porque, durante los casi cuatro años que estuve en el cargo, me tocó hacerlo en varias oportunidades. Esto ocurre porque los funcionarios, a veces, se ponen impertinentes y hay que, para hablar en criollo, “pararles el carro”. Pero, ése es el fondo. Luego, también están las formas: no se usa la tribuna anual de las Naciones Unidas para dar esa respuesta. Eso se hace en una simple conferencia de prensa. Y ese tipo de desajuste (dentro de lo que es habitualmente el mundo) termina generando luego incomodidades para quien comete esos errores y también, como decía antes, le hacen perder al país cierta oportunidad.

—Bueno, doctor, no nos olvidemos (y creo que el dato es correcto) que, hasta el advenimiento presidencial, los Kirchner no se habían interesado nunca por conocer Europa. Y no creo que fuera por falta de medios.
—Sí, efectivamente. Hay ahí un problema para entender la realidad del mundo. Mire, la Argentina es un país maravilloso. Con un potencial extraordinario. Tanto por sus recursos naturales como por sus recursos humanos. Pero su dirigencia no ha querido (o no ha sabido) y no digo “no ha podido” ¿eh? No ha querido transformar esa potencialidad que tiene el país en algo real en beneficio de todos sus habitantes. Y esto tiene que ver, por un lado, con una cierta incapacidad de intentar comprender en cada momento cuál es la situación internacional y, en nuestro caso, también la situación regional. Tiene que ver, creo, con una visión excesivamente cortoplacista. Y, muchas veces, también con una visión cargada de ideología. En ciertos casos, ideología conservadora (como ocurrió en los años 90) y, a veces, con esta fantasía pseudoizquierdista de hoy. Tiene que ver, insisto, con confundir el discurso con la gestión. Mire, la actividad de un gobernante (y particularmente de un estadista) no termina con el discurso. Empieza “con” el discurso. Luego viene todo el proceso de gestionar. Pero estas cosas (no entender al mundo; el cortoplacismo; la falta de gestión) hacen que un país excepcional como el nuestro esté siempre por debajo de su potencial.

—¿Se podría comparar, doctor, con esa visión de que “quien no piensa como yo es mi enemigo”? ¿Es no poder usar la palabra “adversario” sino “enemigo”? Son términos muy distintos, ¿no?
—Por supuesto. El pensamiento único (venga del lado ideológico que venga) es siempre negativo. Por eso yo creo que hoy, en Argentina, uno de los grandes desafíos que se nos presentan como sociedad es lograr juntar un centro grande que se escape de los extremos. De los extremos conservadores, a veces un poco retrógrados y también de ese populismo infantil que siempre termina fracasando con el populismo de centroizquierda. Entonces, el gran desafío es ver cómo, para los temas fundamentales, los pueblos se unen. Después, cada cual mantendrá su posición y sus diferencias pero, para los temas fundamentales, es importante contar con un centro grande que permita, justamente, dar vuelta la situación. Argentina es un país que, cada diez o doce años, puede duplicar su ingreso. O su producto bruto, como decimos los economistas. Imagínese usted si, cada doce o quince años, la generación correspondiente fuera capaz de duplicar el ingreso de los argentinos, el país sería distinto en todo sentido. Y esa posibilidad “está”. Y también la estamos dejando pasar.

—Y a propósito de posibilidades, en agosto la inflación del IPC Congreso dio 1,91 y, en septiembre, estaría dando 2,4. ¿Puede ser?
—Hoy una tasa real de inflación, me refiero a una tasa anual, está en el orden del 25%. Con un agregado importante: los sectores más pobres son siempre los que más sufren con la inflación y cuando uno va a la canasta de alimentos y a la canasta básica (no al total de la canasta de bienes) ahí la tasa de inflación estimada por los privados supera el 30%. El 25 es el promedio para todos los sectores medios, pero los sectores de menores ingresos ya están por encima del 30%.

—Si volvemos al discurso presidencial en Estados Unidos, recordamos que la Presidenta señaló que una inflación del 25% haría estallar el país.
—Bueno, como le decía, ése es el “relato”. La realidad es otra y no se lo digo yo, ni tampoco se lo dicen algunos sectores que pueden ser calificados de opositores. Lo dice el propio futuro secretario general de la CGT; el anterior secretario general de la CGT que habló del efecto “changuito” de manera que, sobre ese tema, ya no se discute. La ficción es total. No hay nadie que tenga dudas sobre esto.

—Volviendo al año 2013, no sé si me equivoco al recordar que los K en tiempos electorales siempre priorizaron el tipo de cambio. ¿Esto ocurrirá el año que viene con las legislativas?
—Lo que ocurre es que, cuando se intenta construir sobre la base de las cosas que no son reales sino del relato, empiezan a crujir todas las estructuras porque, imagínese usted un dólar que ya por sexto año consecutivo evoluciona detrás de la inflación, le está haciendo perder competitividad a la economía argentina. Por eso, hasta las propias estadísticas oficiales, empiezan a mostrar que hay una suba del desempleo. Efectivamente, ha habido pérdida de puestos de trabajo en el sector privado porque la competitividad se encuentra muy afectada. Todavía en las estadísticas totales de empleo se nota menos porque el Estado se ha convertido en el orden municipal, provincial y nacional, en el único empleador efectivo de los últimos años.

—Volviendo al discurso presidencial, cuando la doctora Kirchner consideró que el llamado “cepo del dólar” era un invento mediático también dijo que antes de “las restricciones” cualquiera podía comprar dos millones de dólares, lo cual resulta simbólico ya que ésa fue la cantidad (según propia afirmación) que había adquirido el doctor Kirchner, quien, por su condición de cónyuge presidencial, tenía acceso a información reservada.
—Lo que hay detrás de eso es una visión de que el Gobierno puede manejar los deseos de la población. Yo veo que de la Presidencia se dan algunas cifras diciendo “bueno, se vendieron 80 mil millones de dólares” Y eso no significa nada. ¿Cuánto quiere la población? Eso es lo que importa. “Cepo” existe cuando los ciudadanos no pueden disponer libremente de sus bienes para hacer una transacción que, según la ley argentina, es legítima. De manera tal que el “cepo” es el “cepo”. Por más que no les guste. Son cosas que no sirven. Por eso hay un dólar oficial y un dólar llamémoslo como se quiera. Un dólar real con una brecha entre los dos que está en el 30 o 35%. Con esto pasa lo mismo que con la inflación: hay valores distintos.

—¿Qué expectativa de crecimiento podemos tener como país?
—Para no perdernos solamente en la coyuntura desde la salida de la gran crisis de 2001, principios de 2002, ha habido dos etapas muy claras: una etapa Duhalde-Lavagna-Kirchner con una tasa promedio de crecimiento de 8,9% a lo largo de cuatro años y medio y una etapa Kirchner-Kirchner, a partir de 2007, con crecimiento por debajo del 4%. Bueno, estamos en esta segunda etapa que no va a ser muy distinta de ese promedio. Y esos numeritos: 4 versus casi 9 significan una diferencia profunda. Si uno crece a tasas del orden del 8 o 9% duplica el ingreso de los argentinos cada 9 años. Si uno crece por debajo del 4 (entre 3,7 y 4%) duplica cada veinte años. Hay que hacer la diferencia: lo que se puede hacer en nueve o diez años, tarda veinte. Y el año que viene está dentro de esa tónica. La tónica de la segunda etapa que es crecer por debajo del 4%. El año que viene va a estar dentro de esa tónica.

—¿Y Brasil cómo va a estar?
—Brasil va a estar un poco mejor, pero no con cifras muy diferentes de las argentinas. Brasil ha cometido (desde mi punto de vista) un error (sobre todo durante la segunda mitad del gobierno de Lula) que fue un atraso cambiario importante. El real se revalorizó (tal como había pasado en Argentina en la época de la convertibilidad) frente al dólar y esto le hizo perder a Brasil una gran competitividad. La presidenta Dilma, con una gran percepción de la realidad y con mucha inteligencia, ha ido con sus funcionarios manejando esto (el real se ha devaluado un poco y se ha recuperado un poco del atraso) pero el impacto de los años pasados está ahí. Fíjese usted que, cuando Lula asumió el real era del orden de los 3,50 por dólar y hoy estamos hablando todavía de 2 reales por dólar. Entonces ésa es una revalorización de la moneda nacional que no se corresponde con la productividad efectiva de la economía. Eso hace perder mercados. Afuera y en el país. Pero, en todo caso, en Brasil la presidenta ha reconocido el error, no hizo de esto ningún discurso; ni hizo un harakiri público, ni criticó al presidente anterior. No hace falta hacer todas estas cosas. Simplemente se dio cuenta que había que empezar las correcciones y es lo que se está haciendo. Todavía le queda un camino por andar. La diferencia entre Brasil y Argentina hoy es que Brasil va en el camino de hacer las correcciones necesarias y Argentina, por ahora, transita por el camino de profundizar los desajustes.

—¿Y Uruguay?
—Uruguay tiene las complicaciones propias de contar con dos vecinos tan grandes como Argentina y Brasil. De todas maneras ha hecho las cosas, en mi opinión, con mucha inteligencia y está aprovechando un momento internacional que es muy favorable a nuestros países.

—Volviendo a usted como político, Lavagna, usted sabe bien que es el eterno candidato del justicialismo disidente. ¿Es cierto que justamente el justicialismo disidente va a alguna negociación para un acuerdo electoral?

Lavagna hace una ligera pausa.

—A mí no me gusta mucho lo de “disidente” porque disentir a veces es relativamente fácil. Oponerse es todavía más fácil. Oponerse de manera rabiosa, también. Pero tiene que ser el justicialismo alternativo al que gobierna. O a quienes gobiernan. Porque en mi opinión (y me puedo equivocar) la población lo que está esperando es una alternativa de gobierno. No se conforma simplemente con el “no me gusta” o “que se vayan”. Ese tipo de expresiones que, a veces, se escuchan. Lo que necesita el grueso de la población es una alternativa de gobierno que sea creíble y que esté ubicada en ese centro grande del que le hablaba.

—Pero parece que los argentinos tenemos dificultades con lo de un centro grande.
—Por eso hemos pasado, en los años 90, de abrazar políticas conservadoras a, hoy, abrazar políticas izquierdistas. Y eso no le da buenos resultados al país. No se puede vivir en el péndulo permanente. En algún punto los países que progresan son aquellos en los que las disidencias se dan en un marco relativamente acotado. Y los extremos están afuera.

—Entonces, para usar sus términos, ¿cómo ve a los dirigentes del justicialismo alternativo y no disidente?
—Bueno, está por verse. Yo hablo prácticamente con todos ellos. Con muchos dirigentes intermedios. Hay una gran disconformidad con la evolución. Particularmente en el último año y hay justamente la voluntad de buscar alternativas. Si usted me preguntara si hoy están le diría que todavía no. Están “en proceso de”.

—Pero usted es una alternativa.
—Yo trabajo en algunas cosas. Por ejemplo: he dedicado los últimos 4 meses a hablar con toda la dirigencia importante del justicialismo, pero también del radicalismo, del socialismo, del MID en términos de que se entienda que, la prioridad en este momento, es una sola: evitar una nueva reforma de la Constitución. Porque una nueva reforma de la Constitución no haría más que profundizar la división que hoy ya se observa en la sociedad argentina. Hoy hay “pro” y “contras” demasiado duros de un lado y del otro quizás un poco menos, pero también duros. Y entonces hay que evitar que eso se profundice. El Gobierno tiene que terminar cuando tiene que terminar: el 10 de diciembre 2015. Ni un minuto antes. Ni un minuto después. Y eso significa que, en 2013 y 2014, porque la sociedad se ha movilizado, no hay margen para ninguna reforma de la Constitución ni en la parte dogmática ni en la parte que hace a la posible re-re-reelección.

—¿Cómo evaluó el cacerolazo del jueves 13 de septiembre?
—Lo evalué como una representación. Cuando uno junta los datos del cacerolazo (los porteños decimos “acá”, pero no fue “acá” sino también “allá”). Fue fenomenal en Córdoba, en Mendoza, en Santa Fe. En las plazas de las ciudades más chicas de la provincia de Buenos Aires. Fue en todo el país. Entonces, cuando uno junta el dato de la movilización espontánea con algunos datos que muestran las encuestas se ve claramente que esa es una mitad de la sociedad. Y después está la otra mitad que es, también claramente, pro-Gobierno. A esa división hay que tener mucho cuidado de no profundizarla además con un intento de reforma constitucional. Esa es la prioridad numero uno. La prioridad en la cual un centro grande tiene que coincidir. Después vendrá el momento de discutir todo tipo de políticas, detalles. Aparecerán diferencias. Pero todo empieza por ahí. Los países divididos son países que no progresan. Hay dos clases de países que no progresan: los que tienen un pensamiento único donde solamente el que gobierna fija lo que debe pensar toda la sociedad y aquellos países que están tan profundamente divididos (generalmente en dos) que generan un choque permanente y una pérdida de energía social fenomenal.

—Recuerdo que cuando le preguntaron si usted sería candidato, contestó que el país muchas veces pide determinados esfuerzos para cooperar en determinadas situaciones.
—Ultimamente me lo han preguntado con mucha frecuencia. Y a todos les contesto lo mismo: yo tengo la misma disposición de ánimo, la misma voluntad y el mismo compromiso que tuve en 2002 cuando volví al país para hacerme cargo en una situación extremadamente difícil o en 2007 cuando traté de que se entendiera el mensaje (prácticamente sin recursos) de que el país había cambiado de rumbo y que al principio esto no se iba a notar, pero que el tiempo nos iba a dar la razón. Y el tiempo nos ha dado la razón. Si hoy uno tuviera que darle un mensaje al Gobierno, le diría “es hora de retomar el rumbo”. Hay momentos en los que hay que consolidar el camino por el cual se transita. Y hay momentos en los cuales uno tiene que modificar y retomar el rumbo que perdió.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guiñazú y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 6 de Octubre de 2012.


domingo, 7 de octubre de 2012

7D... De Alguna Manera...


7D...


En la contratapa de ayer comparé las pérdidas de contacto con la realidad de Cristina Kirchner con la de Fernando de la Rúa. En un caso, por exceso de poder, y en el otro, por su falta. La conjunción de hechos negativos que el Gobierno viene experimentando podría deberse mucho más al aislamiento de una Presidenta encerrada en su propia soberbia –a quien ninguno de sus colaboradores se anima a frustrar– que a la proximidad del día 7 de diciembre como cree el oficialismo.

Pero el Gobierno ve detrás de cada problema la mano negra de Clarín. Según su visión, Héctor Magnetto habría organizado los cacerolazos, las preguntas de los estudiantes norteamericanos a la Presidenta, la huelga de Prefectura y Gendarmería y hasta el secuestro del testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra.

Supongamos que no creen lo que dicen (aunque algunos parecen creerlo) y que asignar todos sus problemas a Clarín sea una estrategia que persigue un fin racional y conveniente para el Gobierno.

Una hipótesis sería que se trata de una buena táctica de presión a los jueces para que ni se les ocurra pensar en otorgarle una nueva cautelar a Clarín, que empañe la fiesta que el pueblo argentino está esperando para coronar épicamente el 7 de diciembre como “el día de la recuperación de la soberanía informativa”.

Pero si así fuera, el 8 de diciembre los estragos que producen la inflación, la falta de dólares, la inseguridad, el ruido de cacerolas o el malestar de las fuerzas de seguridad continuarían, y el kirchnerismo se quedaría sin el chivo expiatorio a quien echarle la culpa de todos sus males. Podría resultarle un triunfo pírrico porque, después de tanta energía colocada en ese tema, verían que cosechan muchas menos ventajas de las que esperaban, o dicen esperar.

Podría ser que realmente pensaran que los problemas perderían una parte significativa de su efecto negativo si los medios audiovisuales no los transmitieran, al quedar todos finalmente cooptados por el Gobierno. Si así razonaran, estarían asignándoles a los medios un excesivo papel en la construcción de sentido y además minimizando los cambios tecnológicos. La masificación de internet y los teléfonos inteligentes cambiaron para siempre las posibilidades de difundir y recibir información. Hace pocos días, la BBC realizó la primera transmisión en vivo utilizando como cámara un iPhone y con preguntas de los conductores del noticiero en los estudios centrales de Londres a los afectados de una inundación en Inglaterra (ver en http://e.perfil.com/Iphoneapp).

También se equivocarían si creyeran que manejando la grilla de los canales que las empresas de cable difundan (o no) –sumado a la ya existente discriminación con la publicidad oficial y la compra de medios por empresarios amigos– terminarían de cerrar el cerco de la censura. El interés de la audiencia se desplazaría hacia otros medios y los contenidos audiovisuales en internet crecerían geométricamente.


La otra hipótesis, y la más probable, es que el Gobierno especule con que el 7 de diciembre no pueda torcerle el brazo al Grupo Clarín y que, con tanto foco puesto en esa fecha, persiga victimizarse y venderle a la opinión pública que los problemas que enfrenta no son el resultado de sus crisis de gestión sino de las continuas operaciones destituyentes y antiargentinas de “la cadena nacional del desánimo”. Que la persistencia de un Grupo Clarín intacto después del 7 de diciembre, tras tanto énfasis público del Gobierno por lograr lo contrario, sea funcional al relato de que existen poderosísimas corporaciones, aun más fuertes que el propio Estado, que le impiden al kirchnerismo alcanzar la prosperidad que anhela para todos los argentinos. En vez del clásico enemigo exterior, un enemigo interior.

Repasemos los hechos de los últimos días. El kirchnerismo dice que la “familia judicial” nombró un juez contrario al Gobierno –Raúl Tettamanti– para que cubra la vacante en el juzgado que debe fallar sobre si es o no inconstitucional el artículo de la Ley de Medios que obliga a Clarín (y a los que estén en igual situación) a desinvertir. Y teme que antes del 7 de diciembre este juez tome cualquiera de estas tres decisiones favorables a Clarín: 1) un fallo definitivo que declare inconstitucional ese artículo de la Ley de Medios; 2) que conceda una ampliación de la cautelar a Clarín hasta tanto exista sentencia definitiva; o 3) ante un pedido de Clarín, que aclare que el 7 de diciembre comienza recién el año de plazo para la desinversión voluntaria y no que ese plazo termina en esa fecha, como interpreta el Gobierno.

El ministro de Justicia, Julio Alak, anunció que el Gobierno recusará a Tettamanti. Mientras dure el proceso de recusación que deberá decidir la Cámara (de la que también desconfía el kirchnerismo), Tettamanti no podrá tomar medida alguna en la causa. Lo más probable es que la Cámara rechace la recusación, porque los cuestionamientos que el kirchnerismo hace sobre las presuntas irregularidades en la designación de Tettamanti no son causales de recusación sino que deberá demostrar su subjetividad a favor de Clarín o en contra del Estado, algo difícil de probar porque este juez ya falló contra Clarín ante un pedido de la Afsca actuando como subrogante rotativo.

Y que también antes del 7 de diciembre Tettamanti quede repuesto en el cargo, supuestamente sin tiempo para un fallo definitivo aunque sí para concederle a Clarín una ampliación de la cautelar hasta la sentencia de fondo, o un dictamen que aclare que el 7 de diciembre comienza y no finaliza el año de plazo para desinvertir.

El pedido del Gobierno de recusación del juez sería para presionar sobre la Cámara y luego sobre el propio juez, con el fin de que se sientan obligados no sólo a no tener subjetividad contra el Estado sino también a demostrarlo. Y además, para ir preparando a la opinión pública ante un fallo adverso sobre la malignidad de las corporaciones.

Con la designación de Tettamanti por parte de la Cámara (un juez con fama de honesto y poco influenciable) y la unión de todos los no kirchneristas en el Consejo de la Magistratura para bloquear la designación de otro juez propuesto por el Gobierno, Clarín está mejor que en ningún otro momento desde que en mayo pasado la Corte Suprema falló colocando el límite del 7 de diciembre para la célebre cautelar.

En síntesis: el kirchnerismo insiste en que seguro el 7D cambia el país, por ignorancia o porque le conviene mantener un enemigo con el que entretener a militantes y críticos.

En la contratapa de ayer comparé las pérdidas de contacto con la realidad de Cristina Kirchner con la de Fernando de la Rúa. En un caso, por exceso de poder, y en el otro, por su falta. La conjunción de hechos negativos que el Gobierno viene experimentando podría deberse mucho más al aislamiento de una Presidenta encerrada en su propia soberbia –a quien ninguno de sus colaboradores se anima a frustrar– que a la proximidad del día 7 de diciembre como cree el oficialismo.

Pero el Gobierno ve detrás de cada problema la mano negra de Clarín. Según su visión, Héctor Magnetto habría organizado los cacerolazos, las preguntas de los estudiantes norteamericanos a la Presidenta, la huelga de Prefectura y Gendarmería y hasta el secuestro del testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra.


Supongamos que no creen lo que dicen (aunque algunos parecen creerlo) y que asignar todos sus problemas a Clarín sea una estrategia que persigue un fin racional y conveniente para el Gobierno.

Una hipótesis sería que se trata de una buena táctica de presión a los jueces para que ni se les ocurra pensar en otorgarle una nueva cautelar a Clarín, que empañe la fiesta que el pueblo argentino está esperando para coronar épicamente el 7 de diciembre como “el día de la recuperación de la soberanía informativa”.

Pero si así fuera, el 8 de diciembre los estragos que producen la inflación, la falta de dólares, la inseguridad, el ruido de cacerolas o el malestar de las fuerzas de seguridad continuarían, y el kirchnerismo se quedaría sin el chivo expiatorio a quien echarle la culpa de todos sus males. Podría resultarle un triunfo pírrico porque, después de tanta energía colocada en ese tema, verían que cosechan muchas menos ventajas de las que esperaban, o dicen esperar.
Podría ser que realmente pensaran que los problemas perderían una parte significativa de su efecto negativo si los medios audiovisuales no los transmitieran, al quedar todos finalmente cooptados por el Gobierno. Si así razonaran, estarían asignándoles a los medios un excesivo papel en la construcción de sentido y además minimizando los cambios tecnológicos. La masificación de internet y los teléfonos inteligentes cambiaron para siempre las posibilidades de difundir y recibir información. Hace pocos días, la BBC realizó la primera transmisión en vivo utilizando como cámara un iPhone y con preguntas de los conductores del noticiero en los estudios centrales de Londres a los afectados de una inundación en Inglaterra (ver en http://e.perfil.com/Iphoneapp).

También se equivocarían si creyeran que manejando la grilla de los canales que las empresas de cable difundan (o no) –sumado a la ya existente discriminación con la publicidad oficial y la compra de medios por empresarios amigos– terminarían de cerrar el cerco de la censura. El interés de la audiencia se desplazaría hacia otros medios y los contenidos audiovisuales en internet crecerían geométricamente.

La otra hipótesis, y la más probable, es que el Gobierno especule con que el 7 de diciembre no pueda torcerle el brazo al Grupo Clarín y que, con tanto foco puesto en esa fecha, persiga victimizarse y venderle a la opinión pública que los problemas que enfrenta no son el resultado de sus crisis de gestión sino de las continuas operaciones destituyentes y antiargentinas de “la cadena nacional del desá-nimo”. Que la persistencia de un Grupo Clarín intacto después del 7 de diciembre, tras tanto énfasis público del Gobierno por lograr lo contrario, sea funcional al relato de que existen poderosísimas corporaciones, aun más fuertes que el propio Estado, que le impiden al kirchnerismo alcanzar la prosperidad que anhela para todos los argentinos. En vez del clásico enemigo exterior, un enemigo interior.

Repasemos los hechos de los últimos días. El kirchnerismo dice que la “familia judicial” nombró un juez contrario al Gobierno –Raúl Tettamanti– para que cubra la vacante en el juzgado que debe fallar sobre si es o no inconstitucional el artículo de la Ley de Medios que obliga a Clarín (y a los que estén en igual situación) a desinvertir. Y teme que antes del 7 de diciembre este juez tome cualquiera de estas tres decisiones favorables a Clarín: 1) un fallo definitivo que declare inconstitucional ese artículo de la Ley de Medios; 2) que conceda una ampliación de la cautelar a Clarín hasta tanto exista sentencia definitiva; o 3) ante un pedido de Clarín, que aclare que el 7 de diciembre comienza recién el año de plazo para la desinversión voluntaria y no que ese plazo termina en esa fecha, como interpreta el Gobierno.

El ministro de Justicia, Julio Alak, anunció que el Gobierno recusará a Tettamanti. Mientras dure el proceso de recusación que deberá decidir la Cámara (de la que también desconfía el kirchnerismo), Tettamanti no podrá tomar medida alguna en la causa. Lo más probable es que la Cámara rechace la recusación, porque los cuestionamientos que el kirchnerismo hace sobre las presuntas irregularidades en la designación de Tettamanti no son causales de recusación sino que deberá demostrar su subjetividad a favor de Clarín o en contra del Estado, algo difícil de probar porque este juez ya falló contra Clarín ante un pedido de la Afsca actuando como subrogante rotativo.

Y que también antes del 7 de diciembre Tettamanti quede repuesto en el cargo, supuestamente sin tiempo para un fallo definitivo aunque sí para concederle a Clarín una ampliación de la cautelar hasta la sentencia de fondo, o un dictamen que aclare que el 7 de diciembre comienza y no finaliza el año de plazo para desinvertir.

El pedido del Gobierno de recusación del juez sería para presionar sobre la Cámara y luego sobre el propio juez, con el fin de que se sientan obligados no sólo a no tener subjetividad contra el Estado sino también a demostrarlo. Y además, para ir preparando a la opinión pública ante un fallo adverso sobre la malignidad de las corporaciones.

Con la designación de Tettamanti por parte de la Cámara (un juez con fama de honesto y poco influenciable) y la unión de todos los no kirchneristas en el Consejo de la Magistratura para bloquear la designación de otro juez propuesto por el Gobierno, Clarín está mejor que en ningún otro momento desde que en mayo pasado la Corte Suprema falló colocando el límite del 7 de diciembre para la célebre cautelar.

En síntesis: el kirchnerismo insiste en que seguro el 7D cambia el país, por ignorancia o porque le conviene mantener un enemigo con el que entretener a militantes y críticos.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 6 de Octubre de 2012.

Ideología y autismo… De Alguna Manera...


Ideología y autismo…

CRISTINA Y DE LA RUA, dos formas de aislamiento.

Los extremos siempre tienen puntos en común. La decidida Cristina Kirchner y el indeciso De la Rúa no podrían ser ejemplos más opuestos. Sin embargo, algunos efectos de sus comportamientos pueden ser similares. Al autismo, en sentido político –nada que ver con los niños que padecen anomalías en sus conexiones neuronales–, se puede llegar tanto por la duda como por la certeza absoluta. La pérdida de contacto con la realidad también puede ser consecuencia de una visión ideológica tan estructurada que termine siendo una coraza impenetrable para las señales que día a día vaya emitiendo la realidad. Un conjunto de ideas blindadas carece de la porosidad necesaria para que ingrese lo exterior. Inmune a la influencia externa, se retroalimenta endogámicamente y se va alejando progresivamente del mundo.

La inteligencia no siempre da un salvoconducto frente al enloquecimiento, como lo demuestra la cantidad de grandes pensadores que terminaron en un hospicio o cayeron en el suicidio simbólico y hasta real algunas veces.

Los ecos de las respuestas de la Presidenta a los alumnos de las universidades de Georgetown y Harvard siguieron resonando una semana después de producidas porque mostraron ese costado irracional de Cristina Kirchner. La locura es un componente que en alguna medida toda persona debe tener para llegar a la presidencia pero, como se sabe, es la dosis lo que diferencia el veneno del antídoto, para que uno proteja y el otro aniquile.

No había nada tan incómodo de responder en las preguntas de los alumnos. Resulta ilustrativo comparar cómo Néstor Kirchner salió airoso de preguntas igualmente desafiantes en su última visita a universidades norteamericanas, hace poco más de dos años, en su caso en la Universidad de Columbia de Nueva York. (se puede ver el video en http://e.perfil.com/cfknestor) 

Cristina podría haber salido de los dos temas que la descolocaron diciendo que nuestra inflación era superior a la de los países vecinos porque también el crecimiento acumulado del PBI en la última década en Argentina había sido mayor que en el de los países vecinos. Que una mayor inflación era el efecto secundario de la medicina adecuada para un país que precisó crecer más rápido que el resto por haber padecido una caída del producto bruto en el default de 2002, que ningún otro país tuvo. Y sobre el cepo cambiario, que por ese mismo default de 2002, la Argentina carece de posibilidades de acceder al crédito internacional para financiar eventuales déficits de balanza comercial o fiscal, por lo que debe arreglarse con los propios dólares que genera el saldo de exportaciones menos importaciones y eso justifica las medidas restrictivas a la compra de divisas que los otros países latinoamericanos no precisaron implementar.

Respuestas discutibles desde el punto de vista ideológico y más aun técnico, pero hubieran sido coherentes con su pensamiento, sin provocar.

Al decir que si fuera cierto que en la Argentina la inflación es del 25% el país estaría explotando, la Presidenta cruzó una frontera que supera la conjetura del cinismo o la calificación de mentira para ingresar en el terreno del delirio por su evidente inverosimilitud. Y el análisis pasó a ser psicológico, y ya no político.

El todo o la nada son pares. La incontinencia y la inhibición son polos opuestos de patologías que comparten ciertas consecuencias. Esto no quiere decir que Cristina Kirchner vaya a terminar como De la Rúa, son marcos de poder totalmente diferentes, contextos diferentes, partidos diferentes y además la historia nunca se repite literalmente. Pero es interesante observar cómo por distintas vías ambos presidentes padecieron alguna forma de aislamiento, alguien podría decir que uno por exceso de poder y otro por falta.

La palabra autismo –nuevamente no en el sentido biológico sino en el psicológico– fue inventada por el psiquiatra suizo Eugen Bleuler (quien también acuñó la palabra esquizofrenia), tomando del griego auto, que quiere decir uno mismo. Cuando en política se la utiliza metafóricamente se apela a ese sentido de volverse hacia adentro, de encierro interno y clausura de la influencia exterior. Muchos caminos pueden conducir a alguna forma de reclusión intelectual. La soberbia produce alejamiento de los otros por superioridad. El misticismo conduce al recogimiento por entrega. La ideología, en sentido máximo, es una forma de religión. En ese sentido, como en el enamoramiento, hay una pérdida del sentido de la realidad, los hechos son leídos de forma que encajen con la teoría y no al revés.

Mañana, en un reportaje que publicará PERFIL, Roberto Lavagna le dice a Magdalena que hay personas que construyen castillos en el aire y otras que directamente se van a vivir a ellos, refiriéndose a la ficción del relato sobre la inflación.

Los ecos de las respuestas de Cristina Kirchner en las universidades norteamericanas no fueron tanto por los temas en cuestión sino por develar posibles problemas en la inteligencia emocional de la Presidenta. Se podría leer distinto el conflicto con la Gendarmería y la Prefectura, si se lo hace desde la perspectiva de una gobernante que está cada vez más sola, a la que nadie se anima a contradecir ni transmitir en profundidad noticias negativas porque se enoja con vehemencia en esas situaciones. La intolerancia a la frustración de quien comanda construye una organización acrítica que impide tanto atacar seriamente la inflación o el cepo cambiario como la forma de resolver los problemas de liquidación de los sueldos de las fuerzas de seguridad.

La desprolijidad y la descoordinación de algunas acciones del Gobierno podrían ser fruto de esa distancia sacra que hay entre sus funcionarios y la Presidenta más que de las verdaderas dificultades que tienen los problemas que hay que solucionar.

La cuestión sería la forma en que se atacan los problemas más que los problemas en sí. Lo mismo que se vio ante las preguntas de los alumnos de Harvard y Georgetown, ejemplo que quedará en el inconsciente colectivo del carácter presidencial.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 5 de Octubre de 2012.


Venezuela y sus Elecciones... De Alguna Manera...


El odio no se derrota en las urnas…


El oficialismo espera que un triunfo de Hugo Chávez le permita profundizar la revolución que cree estar protagonizando.

La oposición imagina que una victoria de Henrique Capriles reabrirá las puertas del republicanismo hoy clausurado. El riesgo es que, gane quien gane, Venezuela se hunda por un tiempo en crisis superiores a la presente . Si gana Chávez, es difícil que pueda terminar su mandato. El cáncer es una bomba de tiempo que está haciendo tic tac. La sucesión será litigiosa. Ya hay una lista de presuntos herederos: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Elias Jaua. Ninguno sería reencarnación de Chávez. Para serlo debería acaudillar multitudes, tener al ejército en un puño e impedir que a su lado creciera la hierba.La crisis post–chavista dejaría a Venezuela sin conductor y sin instituciones.

Es difícil imaginar la resolución de la virtual anarquía, pero hay algo indudable: la solución no vendría rápido ni sería indolora. Si Capriles le gana a Chavez, el país no pasará de un régimen de masas a una república ortodoxa . Los años de chavismo han partido en dos a la sociedad venezolana, dejando a cada lado pasión y desenfreno. No hay allí competencia: hay odios. La supuesta derrota de Chávez le quitaría el poder (si él no quisiera conservarlo a como diese lugar) pero no le arrebataría, mientras viviera, el liderazgo de los supuestos cruzados contra el imperialismo, la oligarquía y una clase política tan perversa como corrupta.
Por eso Chávez es Chávez: porque se convirtió en el aparente redentor de innumerables venezolanos que creen vivir en Somalía, en medio de una sociedad que cree estar en Kuwait. Él no terminó con la pobreza, ni la redujo notoriamente. Pero le dio identidad a los pobres e hizo que identificaran a sus presuntos enemigos.

Esto no termina con una elección. El odio no se derrota en las urnas.

Venezuela ya no es aquella en la cual un día ganaba la socialdemocracia y otro día la democracia cristiana, sin que nada se alterase. No es, tampoco, la Venezuela a la que emigraban argentinos; unos para encontrar empleo, otros para salvar el pellejo.

Hoy la Argentina es un espejo de la confrontación que hay en la sociedad venezolana. Chávez no organizó “vuelos de la muerte” para arrojar rebeldes al mar. Sin embargo, es considerado un dictador por argentinos que apoyaron a Jorge Rafael Videla. Chávez no es como Fidel, que cambió el paisaje social de Cuba. Sin embargo, es considerado un revolucionario por argentinos que no van más allá de un folklórico populismo.

Esta noche, habrá en la Argentina quienes celebren el triunfo del “modelo” o el fin de la “tiranía”.

Ni modelo ni tiranía, Chávez ha sido (y acaso siga siendo) un reformista retórico y un autócrata contenido. La oposición es un frágil mosaico de ricos a la defensa y demócratas convencidos. No es que Venezuela esté condenada. Las sociedades siempre encuentran una salida. El derrumbe de la Unión Soviética probó que ni siquiera una superpotencia puede sellar todas las grietas de su fortaleza.

Venezuela tiene los recursos físicos y humanos para sintetizar sus actuales contradicciones. Nada le impide el desarrollo de una democracia social, donde un impecable estado de derecho no impida la lucha sin cuartel contra la desigualdad. Un sistema donde nadie viva con miedo, y no haya indigentes recluidos en los cerros, mientras otros se pasean en 4 x 4 por el valle. Gane quien gane, esa Venezuela no nacerá esta noche.

Es bueno recordar que Rodolfo Terragno estuvo exiliado en Venezuela durante la dictadura militar argentina.

© Escrito por Rodolfo Terragno y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 7 de Octubre de 2012.