Locura presidencial…
Es inevitable, pasado cierto tiempo en el
ejercicio del poder todos los presidentes enloquecen. Por lo menos eso muestra
la historia argentina reciente. Ninguna ideología desarrolló anticuerpos
suficientes pues el virus ataca por igual a presidentes progresistas o
conservadores, a democráticos o autoritarios. Es cierto que hay alguna
diferencia entre los que son buenas y malas personas. Aunque sin ninguna
garantía, los primeros tienen posibilidades de recuperarse pasado cierto tiempo
como ex presidentes; así sucedió con Alfonsín, que algunos años después de la
resaca del poder volvió a ser la misma persona profunda, bien humorada y tierna
de cuando asumió la presidencia. En cambio, Menem nunca se sanó; tampoco llegó
a la presidencia siendo un cúmulo de virtudes. Y quizás el mayor talento de
Néstor Kirchner haya residido en algo poco valorado por sus seguidores: no
haber querido ser reelecto inmediatamente. No vale el argumento de que si se
intercalaban con su esposa podrían haber logrado 16 años consecutivos en la
presidencia, porque si él hubiera sido reelecto y luego recién lo hubiera
sucedido Cristina Kirchner habrían logrado la misma duración.
Megalónama:
La
megalomanía es un estado psicopatológico caracterizado por delirios de
grandeza, poder, riqueza u omnipotencia. A menudo el término se asocia a una
obsesión compulsiva por tener el control.
Pareciera que ningún presidente puede superar
el resentimiento que debe producir haber sido primero adorado y premiado con
índices de aprobación aplastantes y más tarde, cuando sus políticas dejan de
ser útiles, pasar a ser descartado, ridiculizado e insultado. El primer
mecanismo de defensa al que apelan los presidentes es la negación, que luego
concluye con un autismo profiláctico. Pero antes la paranoia se transforma en
odio generalizado al Otro.
Este proceso no es cronológicamente
homogéneo; el resentimiento tiene una etapa de incubación en el que los
síntomas no son muy expresados para luego producirse una aceleración de lo que
vulgarmente llamamos “locura”, donde los presidentes parecen personas
totalmente diferentes de las que fueron electas, desconocidas. Para ellos, los
desconocidos son los votantes, que antes aplaudían lo mismo que ahora castigan.
Igual que en las relaciones personales: cuando el cristal se rompe, el otro,
más que extraño, parece siniestro, aquello que había sido familiar pasa a
resultar tenebroso.
Eso le sucede a Cristina Kirchner con la
sociedad: el despecho que le produce sentirse rechazada la lleva a
retroalimentar el rechazo. Por momentos parece que provocara a propósito a la
Corte Suprema para que le falle en contra. Auto cumple sus profecías. Carlos
Zannini, pareja simbólica de la Presidenta, redobló la apuesta al decir que
Lorenzetti tiene ambiciones presidenciales. Y para completar, Diana Conti
agregó: “Hay países latinoamericanos que, por fallos de la Corte Suprema, han
sacado a un presidente, hay que estar preparado para resistirlo”.
Ambos se refieren a que el presidente de la
Corte Suprema llegue a la presidencia del país frente a una acefalía por
renuncia de Cristina Kirchner, de su vicepresidente y los presidentes de las
dos cámaras del Legislativo. El presidente de la Corte Suprema ocupa el cuarto
lugar en la sucesión presidencial y el primer lugar entre los funcionarios no
elegidos por voto popular. Esto último lo obligaría a ser presidente interino y
llamar a elecciones en seis meses, pero una visibilidad extrema en un momento
de crisis podría darle una altísima popularidad, como la que repentinamente
tuvo Cobos en la época de la crisis del campo, y eventualmente ser él mismo
candidato a presidente, manteniendo el cargo de presidente interino, y ganar la
elección representando a una fuerza de unión nacional multipartidaria.
¿Pero para qué Zannini y Conti convocan a
esos fantasmas? Últimamente sobran preguntas como ésa: ¿para qué promueven
leyes contra la Corte Suprema sabiendo que tiene el poder de declararlas
inconstitucionales? ¿Para qué la castigan públicamente si precisan de su
benevolencia en fallos sustanciales para el kirchnerismo? ¿Para qué se
comprometen con un 7 de diciembre que cambiaría la historia de los medios
sabiendo que procesalmente esa fecha estaba fuera de su alcance? ¿Para qué
sacan a Tinelli de El Trece para que no haya imitadores humorísticos en un año
electoral y terminan con imitaciones más corrosivas para el kirchnerismo en el
programa de Lanata? ¿Para qué colocan el fútbol en el mismo horario que Lanata
aumentando su visibilidad? Justificaciones triunfalistas del tipo “las derrotas
templan la militancia” esconden una acumulación de fracasos que pueden ser
mejor explicados por una pérdida de lucidez.
La sinrazón encuentra alguna justificación
formal en las palabras de la Presidenta cuando en Córdoba, tras el fallo
adverso de la Corte Suprema, dijo: “La única batalla perdida es la batalla no
dada”. Pero quizás lo definió mejor cuando al día siguiente, en el acto del Día
de la Bandera en Rosario, comparó su lucha con la de Belgrano, de quien destacó
que “lo tildaban de loco”.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 22/06/2013 y publicado
por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.