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domingo, 18 de enero de 2015

Un crucigrama distinto… De Alguna Manera...

Un crucigrama distinto…

Cuando llegan las vacaciones, las opciones de entretenimiento son múltiples. Una vez leí que lo mejor que se le puede regalar a un adulto es un día libre. Eso. Libre. Sin ningún compromiso, obligación. Libertad para elegir lo que uno quiera. No es fácil lograrlo y ni siquiera es fácil permitírselo, aun cuando uno tenga la oportunidad de ejercitar ese derecho.
Pero quiero volver al tema del “entretenimiento”. ¿Qué elegir? Históricamente, los medios escritos traen diversas alternativas que permanecen constantes a pesar del paso del tiempo. Por ejemplo, los crucigramas. Hay múltiples variantes pero hay algo que no se modifica: aparece la definición breve de una palabra y habrá que ubicarla en forma horizontal, vertical o lo que fuere, pero lo que uno no siempre detecta es que hace falta “saber” algo, hay que tener un “conocimiento” previo para poder jugar. En definitiva: hay que conocer las palabras.
Hay otros juegos de historia más reciente que no necesitan de ese pre-requisito. Por ejemplo, el Sudoku. Muchas veces me comentan que hay gente que se siente intimidada al ver “tantos números” y le preocupa no entender qué es lo que hay que hacer y siente que es demasiado para ellos. Es preferible buscar el entretenimiento en otro lugar. ¿Para qué hacer un esfuerzo extra en tratar de entender algo cuando lo que uno busca es nada más que “quemar” algunas horas o conseguir un “chicle para el cerebro”?
Tengo buenas noticias: ¡para jugar al Sudoku no hace falta saber nada! No se requiere que una persona conozca “ni siquiera” el significado de algunas palabras (¡y muchísimo menos saber que el “sol egipcio es (o fue) RA”!). Solo se trata de ubicar los nueve dígitos no nulos (1,2,3,4,5,6,7,8 y 9) de una cierta forma, siguiendo ciertos parámetros: hay que ubicarlos a todos sin repetir, una vez por fila, una vez por columna y también en cuadraditos de 3 x 3 que están marcados al efecto. Ah, eso sí: el entretenimiento consiste en “pensar” y descubrir la satisfacción que eso genera. Es una satisfacción distinta que la que uno se procura cuando ve un amanecer o un glaciar o cuando escucha la Quinta Sinfonía de Beethoven o alguna sonata de Chopin, pero uno necesita estar expuesto a ese tipo de belleza para poder disfrutarla también.
Pero estas líneas no están dedicadas a describir y/o promocionar el Sudoku o buscar definiciones de belleza. Tengo en mente proponer algo mucho más pedestre. Mi idea es proponer otro tipo de crucigrama que tampoco necesita de un conocimiento previo. Bueno, me corrijo: sí, hace falta saber multiplicar. Ayuda si uno sabe las tablas de multiplicar pero no es imprescindible tampoco. Es una variante de los crucigramas tradicionales. Me explico.
Fíjese en esta grilla de tres filas por tres columnas.
El objetivo es ubicar los nueve dígitos no nulos, es decir: 1,2,3,4,5,6,7,8, y 9, sin repetir, de manera tal que si uno multiplica los números que aparecen en cada fila, se obtienen los números que figuran a la “derecha” y si uno multiplica los números que aparecen en cada columna, se obtienen los números que figuran “abajo”. ¿Tiene ganas de pensar usted? Verá que es sencillo y entretenido.
Ah, un dato más: la solución es única. Es decir, “hay una única manera de distribuir estos dígitos tal que los resultados son los que se indican a la derecha y arriba”. Ahora le toca a usted. Yo sigo abajo.
Idea para pensar la solución
Hay muchas maneras de abordar el problema... muchas. Yo voy a proponer solamente una de ellas, la que me resultó más cómoda a mí, pero esto no significa que sea ni mejor, ni la más efectiva. Es solo una de las posibles.
Empiezo invitándola/o a pensar en el número 5. De los seis números que figuran escritos antes de empezar a llenar los espacios vacíos, hay solamente dos que son múltiplos de 5: el 45 y el 120. ¿Qué indica esto? Como hay que ubicar al número 5 en alguna parte, cuando multiplique los números que lo acompañen en la fila y columna que yo lo coloque, tendremos que obtener un múltiplo de 5. Luego, esto determina que el número 5 tiene que ir en la segunda fila (ya que 120 es el producto de todos los que figuran allí) y en la primera columna, ya que el 45 es también múltiplo de 5. Y no hay otros múltiplos de cinco salvo el 120 y el 45.
No hemos avanzado mucho, pero ya sabemos que el 5 tiene que ir en donde se cortan la primera columna y la segunda fila, como aparece en la Figura 2.
Ahora ponga su atención en la primera columna de la Figura 2. Como el producto de los tres números que aparecen allí (uno de ellos ya sabemos que es el 5) tiene que resultar 45, eso significa que el producto de los otros dos, tiene que ser 9, ya que al multiplicar los tres tengo que obtener 45. ¿Cuántas formas hay de conseguir nueve al multiplicar dos números enteros positivos? En principio, dos formas: (3 x 3) o (1 x 9).
Seguro que no puede ser (3 x 3), porque los números no se pueden repetir, entonces forzosamente, será el par (1 x 9). Bien, ¿pero dónde va el 1 y donde va el 9?
Si ubicara al 9 en la tercera fila, esto significaría que el número 56 tendría que ser múltiplo de 9... ¡y no lo es! Por lo tanto, el número 9 tiene que ir en la primera fila (y eso es bueno porque el 54 sí que es múltiplo de 9) y al 1 lo ubico en la tercera fila. En consecuencia, tenemos ubicados ya los números en la primera columna, tal como aparecen en la Figura 3.
Con el mismo tipo de idea, en la última fila necesito ubicar al 7 y al 8, ya que esa es la única forma de obtener 56 cuando multiplico dos números enteros positivos. Otra vez, ¿dónde va el 7 y dónde va el 8? (¿Quiere pensar usted en soledad?)
Si ubicáramos el 7 en la tercera columna, el número 144 tendría que ser múltiplo de 7, pero no lo es. Luego, esto determina que el 7 va en la segunda columna y el 8 en la tercera. Los resultados aparecen en la Figura 4.
Ahora el camino es mucho más sencillo. En la segunda columna, sabemos que tienen que ir el 2 y el 4, ya que al multiplicar 2 x 4 x 7 = 56. No sabemos todavía cómo ubicar cada uno de los dos, pero seguro que van allí. Sin embargo, si ubicáramos al 2 en la segunda fila de la segunda columna, fíjese que el producto de los números que figurarían allí tendrían que ser 5 y 2, lo que da 10. Pero el resultado final tiene que ser 120. Eso obligaría a que el dígito de la tercera columna fuera el número 12, y eso no puede ser. Luego, en la segunda fila tiene que ir el número 4 y en la primera, el número 2 (ver Figura 5).
Ahora faltan ubicar el 3 en la primera fila (tercera columna) y el 6 en la segunda fila (también tercera columna) y el problema queda resuelto.
Final
El problema resulta sencillo. Por supuesto que este tipo de “crucigramas” ofrece múltiples variantes y otro tipo de alternativas, pero lo que queda claro, es que no hace falta tener ningún tipo de conocimiento previo. Solo hace falta pensar, proponerse distinto tipo de escenarios, prueba y error, conjeturar... de hecho, es una réplica numérica de lo que uno hace al vivir... ¿No es así? 
© Escrito por Adrian Paenza el domingo 18/01/82015 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.





sábado, 16 de febrero de 2013

Publicidad paradójica… De Alguna Manera...


Publicidad paradójica…
Algunas de las cadenas de supermercados de Argentina.

¿Qué tiene que ver un supermercado con una casa de venta de electrodomésticos? ¿En qué se parecen Coto o Carrefour a Garbarino o Frávega? Entre no muchas similitudes, en que tanto los supermercados como las casas de venta de electrodomésticos son los que más publicidad hacen en diarios. Y los diarios son los medios que más informaciones periodísticas nuevas sobre política y economía producen.

Resulta obvia la asociación entre la prohibición del Gobierno a supermercados y casas de venta de electrodomésticos de hacer publicidad, con su deseo de ver definitivamente vencidos a los diarios no oficialistas.

Esta prohibición fue calificada como “variantes de la censura” que busca el “ahogo financiero”, además de “boicot” a la “libertad de información”, por  la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), la Asociación de Editores de Diarios de la Ciudad de Buenos Aires (Aedba), la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y el Foro de Periodismo Argentino (Fopea). Con distintos matices,  expresaron:

a) “Prohibir anuncios privados o amedrentar a las empresas que desean pautarlos son variantes de la censura.”

b) “Constituye un doble atentado contra derechos fundamentales reconocidos internacionalmente: prohíbe la comunicación al público de información útil y necesaria para su toma de decisiones e interfiere en el funcionamiento de los medios de comunicación, restringiéndoles arbitrariamente los recursos provenientes de la publicidad que permiten su autosustento.”

c)  “También está en juego el derecho a ejercer toda industria lícita (publicitar los productos y sus precios es una manera de hacerlo) y el de los consumidores a una información adecuada y veraz (artículo 42 de la Constitución). Los efectos perjudiciales de la censura indirecta se proyectan a toda la sociedad, que se verá impedida de informarse a través de los medios sobre los precios de los productos; se afecta así la libertad de elección de los consumidores.”

d)  “Los bloqueos económicos a la prensa repercuten negativamente de manera directa en el trabajo de los periodistas y en las condiciones de desarrollo de su profesión, sea por recortes salariales, en el no otorgamiento de aumentos de haberes y en las limitaciones para la cobertura noticiosa por restricciones de variado tipo. Por todo ello, indirectamente, afectan a la sociedad en su conjunto, que verá cómo cae la calidad de la información si esta situación se mantiene en el tiempo.”

e)  “Clarín, La Nación, Perfil y los canales televisivos 13 y TN circulan en la Capital Federal, publican avisos de hipermercados y casas de electrodomésticos y no reciben publicidad oficial, con lo cual esta medida refuerza la idea del cerco económico que el Gobierno quiere ejercer sobre los medios independientes. Entre otras consecuencias, de esta manera se imposibilita la llegada de información transparente a los consumidores que quieren conocer descuentos y promociones.”

Obviamente, Perfil, Clarín y La Nación son los más perjudicados y, aunque en este momento la defensa corporativa fuera lo más conveniente, Perfil estaría traicionando su espíritu si no dijera que entre las múltiples causas que hace 15 años hicieron que este diario no pudiera continuar editándose se encontró la prohibición de Clarín a los supermercados y casas de venta de electrodomésticos de hacer publicidad en Perfil.

Y que hace siete años, cuando volvió a aparecer, primero sólo los domingos y luego sábados y domingos, padeció lo que ahora escandaliza (y está bien que escandalice): Perfil no tenía publicidad oficial (mientras que Clarín y La Nación, sí) ni avisos de casas de electrodomésticos. En el caso de la publicidad oficial, por prohibición del Gobierno; en el de las casas de electrodomésticos, por prohibición de Clarín. Qué difícil fue sobrevivir así.

Recién después de que el Gobierno obligara a estos anunciantes a publicitar en los diarios oficialistas que aparecieron hace pocos años, rompiendo así los contratos de exclusividad de Clarín, Perfil pudo contar con las casas de electrodomésticos que ahora vuelve a perder, esta vez por impulso del Gobierno.

Es triste ver el uso poco profesional que se realiza de la publicidad en la Argentina, tanto por parte del Gobierno, de los anunciantes, que tienen su cuota de responsabilidad, como en su momento de Clarín, impidiendo que otros medios tuvieran cierto tipo de publicidad (prácticas prohibidas en todo el mundo en las legislaciones contra el abuso de posición dominante y en defensa de la competencia).

En esta lucha, como en la gran mayoría que enfrenta al Gobierno con los medios, Perfil está defendiendo los mismos principios que los diarios Clarín y La Nación. Pero mal favor nos haríamos los diarios no oficialistas a nosotros mismos si cerráramos filas acríticamente, como hacen los disciplinados medios oficialistas, y perdiéramos el respeto de los lectores inteligentes y de nosotros mismos al no reconocer antes que fue el propio sistema de medios privados el que primero acostumbró a las casas de electrodomésticos y, en una proporción menor, a los supermercados, a la prohibición de hacer publicidad en determinados medios.

Hecha esta aclaración y resaltando que siempre será peor que el boicot lo haga el Estado, vale concentrarse en los mecanismos de resistencia frente a esta absurda prohibición. Tras la publicación la semana pasada de la columna “Publicidad y la matrix” (ver http://www.perfil.com/ediciones/2013/2/edicion_752/contenidos/noticia_0008.html), recibí una serie de mails de personas relacionadas con los medios. Un publicista propuso que los diarios acordaran con los supermercados y casas de venta de electrodomésticos otra forma de hacer publicidad que no fuera avisos. Algo parecido a lo que en televisión se denomina publicidad no tradicional, donde en forma de contenido se difunde información paga sobre un producto.

Más preocupado por el lector que por el anunciante, un directivo de la Asociación Mundial de Periódicos (WAN) propuso que hiciéramos notas en las que se contaran las ofertas para que nuestros lectores siguieran teniendo acceso a esa información comercial.

Esto tiene sus antecedentes. En la década de los 50, en Nueva York, apareció un diario que decidió no publicar avisos de ningún tipo, cobrar el ejemplar más caro al lector y establecer un pacto de lectura de total independencia de la publicidad como estrategia de posicionamiento. Al cabo de unos meses, tuvieron que incluir todos los días notas donde se informaban las ofertas y los precios de las grandes tiendas (Macy’s, Bloomingdale’s, Sears, etcétera) porque los lectores reclamaban contar con esa información de alguna manera.

Algo más grave que la prohibición de hacer publicidad está en juego. Es la prohibición a los supermercados y a las casas de venta de electrodomésticos de hacer ofertas, o sea, la prohibición de competir.  El Estado fomentando una forma de cartelización u oligopolio. Un disparate que más temprano que tarde explosionará.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el viernes 15/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 3 de febrero de 2013

Reportaje a Quino... De Alguna Manera...


Quino: "No maté a Mafalda, dejé de dibujarla"...

 Mafalda y Quino.

El genio del humor, que cumplió 80 años en 2012, reveló que Felipe es el personaje más autobiográfico.

Cómo no sentir afecto y admiración por un hombre que ha sido traducido a 26 idiomas (y que, en Argentina, vende 20 millones de ejemplares) cuando dice en voz muy queda: “Yo soy más de dibujar que de hablar…”? Su modestia le impide observar que sus dibujos son, de por sí, una conversación y a lo largo de una tarde de invierno en el departamento al que sonríe desde lo alto la máscara insignia de la Casa del Teatro, Quino explica:
—Nunca tuve ayudantes. Siempre trabajé solo y… –aquí habla un poco para sí mismo como quien entreabre la puerta del tesoro.  Te cuento que tengo un dibujo muy viejo que publiqué en “Rico Tipo” en el que se ve a gente en el cementerio corriendo detrás de un ataúd. El ataúd tiene cuatro ruedas y un motorcito y los amigos que van corriendo dicen: “Nunca quiso que lo ayudaran”… ¡Bueno, ese tipo soy yo! Nunca pude trabajar en equipo. Con el único que trabajé fue con el cubano Juan Padrón que hizo los cortos de Mafalda y también otras peliculitas mías con páginas de humor. A él lo ayudé digamos a hacer el argumento de esa peliculitas pero… nada más! Te repito que fue la única vez que trabajé con alguien en equipo. ¡Lo conocí y nos enamoramos muchísimo! Ahora hace mucho que no lo veo porque no ando por Cuba pero fui allí 9 veces y estuve trabajando con él todo el tiempo y lo pasamos muy bien…

—No sé si es una leyenda pero por ahí corre la historia de una agencia de publicidad que te encargó un personaje “con familia” para un producto comercial y que luego no lo quiso. Ese producto era Mafalda y vos la dejaste en un cajón durante varios años…
—Sí, sí, era para una campaña… Además en esa agencia trabajaba Norman Briski. Pasó algo muy curioso: me avisó Miguel Brascó que estaban buscando quién dibujara a una familia para lanzar las heladeras Siam con la marca Mansfield. Entonces había que buscar un nombre que tuviera la M, la F etc. Bueno, y ¡así salió Mafalda! La idea era regalarle la tira a los periódicos como si fuera una historieta “normal” en la que se usaban electrodomésticos de esta marca. Los diarios entonces dijeron “¡Ah, no! ¡Esta publicidad la tienen que pagar!”. Así es que nunca se hizo nada y a mí me quedaron esas 12 tiras de historieta. ¡Así empezó Mafalda!

—Entonces ¿qué hiciste?
—Como te conté fueron a dar a un cajón hasta que un amigo, muy amigo, Julián Delgado (desaparecido durante la dictadura) y que era director de “El Cronista Comercial” y de la revista “Mercado”, me preguntó si, además de la página de humor que hacía para “Mercado”, no tenía alguna otra cosa distinta. Y así fue que le di las tiras que me habían quedado y ¡él comenzó a publicarlas en la primera página del diario! No me dijo nada y yo me encontré, de pronto, con un personaje que no conocía (diez o doce tiras no son suficientes para conocerlo). Entonces, bueno, me puse a imaginar (ya que tenía que seguir con esa historieta) cómo iba a ser el personaje. En aquel momento había un movimiento feminista tan grande en todo el mundo que pensé: “¡esta niña tiene que ser una protestona. Tiene que proponerse reivindicar los derechos de “las chicas!” Y así empecé con ella. ¡Después nacieron Manolito y toda esa gente! ¡El asunto era que las primeras tiras de Mafalda eran hechas con el mecanismo en el que Mafalda leía el diario o escuchaba un noticiero y entonces les preguntaba a sus padres por qué había guerras y todos los desastres que hacemos los humanos! Hice otras treinta o cuarenta tiras hasta que me cansé de esa rutina y pensé que había que poner a alguna otra persona. Dibujé entonces primero a Felipe que era lo contrario de Mafalda. Felipe fue la caricatura de otro amigo, un periodista, Jorge Timossi. ¡Así fueron surgiendo todos porque me cansaba tener sólo a dos protagonistas! Entonces puse a Susanita, a Manolito y… ¡bueno, con personajes sacados de la vida real fui avanzando… –se ríe quedamente– Manolito era el padre de Julián Delgado que era panadero y no quería que su hijo fuera periodista! Un día entonces Julián se peleó mucho con su padre y se vino a vivir a donde yo vivía. Era en lo de una señora que alquilaba dos piezas en una casa muy linda de Belgrano, frente a la casa de los Alsogaray… ¡en aquellos tiempos María Julia era muy chiquitita y aún no se había puesto a limpiar el Riachuelo!, termina en una carcajada.

—Bueno… qué barbaridad… –sigue recordando Quino– y luego añadí a Migue que era un sobrino mío que hoy es flautista y tiene cuarenta y tantos años y toca con la Sinfónica de Chile… y de la vida real, creo que no hay más…

—Los libros de Mafalda son diez ¿no?
—En la edición argentina, sí. En España, con una división un poco distinta son once…

—Pero cerraste la historia. ¡Qué lástima! Hubiéramos querido ver a Mafalda abuela o divorciada o enamorada… ¡qué sé yo!
Quino se ríe: —¡No! ¡No! Para mí es un dibujo. Hay gente que me dice “¡Cómo, un dibujo!, si nos ha acompañado tanto! Es una persona...” Pero para mí, no. Es sólo un dibujo como cualquier otro de los que hago en humor… Leí una vez un libro de Pirandello en el que decía que, una vez que uno crea un personaje después ¡la gente se lo apropia! Y hace con el personaje ¡lo que se le da la gana! Sí, ocurre eso con la gente. Se lo toman como… Te reitero: he oído mucho eso de “¿por qué mataste a Mafalda?” Y yo no me canso de contestar: “No la maté. ¡Dejé de dibujarla!”

—Lo notable es que el mundo se apropió de Mafalda –me equivoco– Tiene una mentalidad que encontrás ¡en todos lados!
—¡Pero, no! –protesta Quino– ¡Vas a Rusia y no la conoce nadie! ¡Vas a cualquier país africano y, tampoco! En lengua inglesa nunca anduvo demasiado bien. En un momento se publicó en Australia pero nada más. En los países de América latina, sí. En muchos es conocida. Lo mismo ocurre con los países más latinos de Europa: Grecia, Portugal, España, Italia… También es cierto que los sindicatos anarquistas franceses la han lanzado como volante de protesta. Las feministas italianas, muchísimo y, de vez en cuando, ¡la usan para protestar en algún país de América latina!

—¿Países asiáticos no?
—Sí, está en China. En realidad, en China primero la piratearon pero el editor era un inglés que publicaba en China… ¡No es raro que un inglés sea pirata! –se ríe con ganas–. Luego, se publica sin ser pirateada ¡pero ésos no pagan nada! ¡Tampoco sé cuánto venderán! No creo que demasiado. Y luego en Japón se editó alguna vez… Y te explico: que se haya editado en determinados países no quiere decir que se publique porque en los estados nórdicos, por ejemplo, se publicó en todos y anduvo bien en los periódicos pero no como libro. Se vendió poquísimo. También hay una edición en lengua gallega que tampoco se vendió nada. En la edición catalana ocurrió lo mismo. Se sigue vendiendo pero muy poquito. ¡Bueno, yo nunca imaginé que se podía transformar en un fenómeno tan extraño! ¡Bah, extraño, no. Porque las cosas que yo decía ahí siguen sucediendo hoy exactamente igual o peor! Por eso, cuando me preguntan a qué atribuyo el éxito de este personaje yo creo que hay que atribuirlo ¡justamente a que esas cosas siguen sucediendo! Mirá, Sabato me dijo una vez que los problemas que yo trataba en esa tira eran simplemente los problemas humanos siempre presentes en la historia del hombre: la relación entre padres e hijos; la escuela; el trabajo; las broncas y los amores que uno se agarra con los amigos… ¡Supongo que será por eso! Ahora, cuando los chicos de hoy vean que en mi historieta no hay computadoras y esas cosas creo que, dentro de poco, van a dejar de leerla! ¡En realidad son los padres quienes los inducen a leerla!

Sin embargo, en la Feria del Libro Infantil, los chicos no pararon de sacarse fotos con vos?
—Sí, es cierto. Ayer había mucho público infantil. La semana pasada, en cambio, en gran parte eran mayores.

—Quizás Mafalda es más un personaje para los padres que para los chicos…
—En el diario “El Mundo” se publicaba en la página de los editoriales y no en la de las historietas. Siempre fui…Mirá, también siempre me consideré un periodista que dibuja pero, en realidad, muchas veces, ¡de humor no tengo nada! Soy medio trágico…

—Diría que, más bien, tenés un humor corrosivo… le tomás el pelo a medio mundo…
—Eso, sí –acepta Quino–. Bueno, lo he admirado a Gila. Los dibujantes españoles siempre me han atraído mucho.

—Pero, ahora, que ya la has matado a Mafalda ¿cómo es tu día?
Con serenidad, Quino explica su vida diaria:
—Estoy luchando con la vista. Tengo una cantidad de problemas en ese sentido. Por lo tanto me cuesta mucho dibujar. Estoy tratando de hacerlo pero hace ya cinco años que no dibujo nada… O sea que mi vida es… Leer, con bastante dificultad. Escuchar música y mirar libros de humor… Estoy leyendo ahora a Baremboim que me encanta como persona y como músico. Y también como político. Ha logrado algo que nadie había hecho: reunir a Palestina con Israel. Esa orquesta tiene todo un significado político. El que estaba por lograrlo era Rabin cuando lo mataron.

Hay un breve silencio en el que llegan, lejanos, los rumores del tráfico en la avenida Santa Fe.
—Me gustaría volver a dibujar… –retoma Quino–. Me he comprado una mina muy blanda que tiene la línea más oscura y logro verla mejor. Pero mi problema fue siempre dibujar primero con lápiz y luego pasar a tinta. Nunca fui capaz, como Fontanarrosa, que agarraba la lapicera de tinta y dibujaba directamente! A mí siempre me costó bastante dibujar. En las tiras de Mafalda yo copiaba de un cuadrito al otro para que me salieran los personajes porque, ¡si no, no era capaz de hacerlos iguales! –se ríe–.

—Modestamente no querés reconocer ahí tu genialidad. Pero sigamos con tu historia, Quino. ¿Cómo era tu casa cuando eras chico?
—En su aspecto era la típica casa romana partida al medio como han construido los italianos por todos lados. La mía, en Mendoza, era una casa estrecha, con zaguán. Una casa chorizo que en el fondo tenía un patio de tierra. Había allí múltiples hormigas. ¡De varias tribus! Y como vivíamos al lado de un aserradero ¡había lauchitas en la casa! Pero lauchitas de las bonitas, simpáticas. Las grises, muy chiquitas y con el hocico rosado. Yo jugaba mucho en ese patio. Jugaba solo. Mi hermano mayor me llevaba siete años y, el otro, cuatro. Por eso siempre jugué como un solitario. Nunca por ejemplo, en la calle, a la pelota, con otros chicos. Esas cosas que hacen los chicos ¿no?

—¿Pero tu papá y tu mamá dibujaban o pintaban?
—No. El que era de dibujar era mi tío Joaquín con el que me crié bastante. Era dibujante y pintor acuarelista. Trabajaba en el diario “Los Andes”. Hacía los avisos de los cines y como trabajaba parte en el diario y parte en su casa, para mí se volvió muy normal que alguien dibujara en su casa y que, luego, apareciera ese dibujo ¡en el periódico! Cuando le dije que quería ser dibujante me dijo que ¡no, que me iba a morir de hambre! Esas cosas que suelen decir los padres de familia! Pero también me ayudaron muchísimo. Cuando me vine a Buenos Aires mi hermano mayor me mantuvo hasta que yo empecé a publicar…

—Una familia en la que se quisieron mucho. Algo muy importante.
—Sí, sí. Eso sí. Y ahora que estuve en Mendoza para mi cumpleaños fue toda la familia y el hermano que vive en Chile, también. Muy lindo… fue muy lindo… –recuerda pensativo–. Y, sí…Nos queremos mucho todos…

—Los que te conocemos poco o sólo a través de tu obra, pensamos que sos un hombre feliz, Quino. ¿No sé si es así?
—Tengo tendencia a amargarme. Desde chiquito me amargaba ¡porque sabía que tenía que hacer el servicio militar! En la escuela me amargaba durante las vacaciones pensando ¡cuándo iban a empezar las clases otra vez! ¡Mirá, lo de Felipe es absolutamente autobiográfico. La timidez y amargarme con el colegio! Y luego… sí, en el servicio militar salía los sábados de franco y el domingo a la mañana ya estaba con un terrible mal humor de sólo pensar que tenía que volver al cuartel. Así es que siempre he tenido esta tendencia… ¡bah, el sentido trágico de la vida!

—Bueno, la vida “es” generalmente trágica ¿no es cierto? Lo que pasa es que quizás hay gente que la sabe mirar de una determinada manera…
—Claro. Sí, sí… Pero tampoco mi objetivo fue hacer reír como Fontanarrosa que comentaba: “el mejor piropo es decirme que se han reído muchísimo con mis libros”. Yo quise, en cambio, hacer pensar más a la gente. Y siempre sentí como una tarea el que la gente se diera cuenta de lo que eran la sociedad y la política.

—En las librerías de viejo aún se encuentran los libros de chistes que publicó Lino Palacio con el seudónimo de Flax acerca de la Segunda Guerra Mundial…
—Sí, el hacía los dibujos y el texto…–Quino recuerda–. Por ser hijo de republicanos españoles yo le tenía un poco de idea! Yo era bastante de izquierda y ¡me molestaba que no le cayeran realmente mal Hitler y Mussolini! Por lo menos no los criticaba demasiado. Pero tenía muchos otros personajes. Ramona, por ejemplo. A mí me gustaba el Cocinero y su sombra. Era algo muy difícil de hacer: todos los gags eran entre el cocinero y su sombra. Había un litigio permanente entre ellos.

—Tuvo una muerte trágica…
—Espantosa… realmente atroz…

Recordamos el asesinato de Palacio y su esposa. Un episodio terrible. Pero también volvemos a una época en la que las revistas tenían una gran importancia.
—En mi casa –explica Quino– se compraban El Tony, Patoruzú, Rico Tipo y creo que el Tit-Bits. A mí me sorprendía el hecho de que mi padre, que trabajaba en una tienda en Mendoza, comprara todas esas revistas cuando para comprarse un traje tenía que pedir un crédito a diez meses y buscar a un amigo que le diera la firma etc. Siempre pensé entonces que, o las revistas eran muy baratas o la ropa, ¡muy cara! Además era el único jefe de sección que no tenía coche, ¡por ejemplo! Siempre alquilamos casa. Nunca tuvimos una propia. Cuando aparecía el dueño de casa y aumentaba el alquiler ¡era todo un problema! Una preocupación que se repetía siempre.

—¿Y vos?
—Bueno, Alicia mi mujer es muy buena administradora, así es que apenas pudimos… Cuando nos casamos vivimos durante dos años en la pieza de servicio del departamento de sus padres y luego compramos un departamentito en San Telmo donde han puesto una figura de Mafalda en la esquina. Ahí vivimos siete años y luego nos mudamos a Almagro. Finalmente, vinimos para aquí…
Un departamento muy bien ubicado en el que la luz y el sol entran a raudales e iluminan los preciosos recuerdos que ellos han atesorado con un enorme buen gusto.

Seguimos recorriendo el fascinante mapa de vida de este hombre que creó a Mafalda.
—Para mí el ídolo era Divito! –confiesa–. Mi máxima aspiración era ser su ayudante! Además de haber creado “la chica Divito” (todo un estilo), era un playboy para la época! Siempre tenía mujeres muy lindas. Como Amelia Bence, por ejemplo. Además Divito era muy elegante. Era la época del pantalón-chaleco… –recuerda risueño–. Yo lo quería muchísimo. El hacía los dibujos en lápiz, yo los pasaba a tinta…

—¿Llegaste a ser su ayudante?
—No. Yo dibujaba muy mal pero las ideas me gustaban realmente. Sufrí mucho cuando, después de cinco accidentes, se terminó matando en Brasil al chocar con un camión…. –Quino se sumerge en los recuerdos–. Fijate que, incluso, yo le había comprado un libro de Sempé (el famoso dibujante francés) y él me dijo que se lo guardara para cuando volviera de Brasil… “Me lo das cuando vuelva…” dijo. Me quedé entonces con el libro, claro, y regalé el que ya tenía…

—¿Sempé era el dibujante extranjero que más te gustaba?
—No. También Bosc y Chaval. Excelentes. Los conocí en Paris-Match cuando yo tenía 18 años. Fue ahí cuando me dije: “Tengo que dibujar. Este es el camino a seguir.” Y así empecé. Bosc y Chaval publicaban una página entera cada uno y aquí, entre nosotros, dos dibujantes los siguieron pero, me parece, demasiado de cerca. Te hablo de Basurto (que dibujaba exactamente igual que Chaval) y luego Viuti que hacía lo mismo con Bosc. Pero, bueno… son cosas que pasan!

—¿Y las tiras como “Hogar, dulce hogar” con el bueno de Dagwood como padre de familia?
—Sí, yo en Mendoza la leía siempre en “Vosotras” que compraba mi tía. Era una historia muy buena. Además, como mi tío era dibujante publicitario compraba muchas revistas norteamericanas para documentarse. Siempre recuerdo las tapas del “Saturday Evening Post” ¡que dibujaba Norman Rockwell! Creo que los dibujantes norteamericanos me influenciaron mucho. En “Patoruzú” también había gente talentosa como Domingo Masone (dibujaba Capicúa) y en cuanto a dibujantes de historietas, digamos, más serias, está José Luis Salinas. Por ejemplo hacía “Ednam, el corsario” con unos dibujos estupendos. Aquí, en Argentina, ha habido dibujantes buenísimos. Yo lo quería mucho a Oski. Fuimos muy amigos. Lo mismo con Landrú. Ibamos mucho a Mar del Plata los fines de semana. Como tenía una Estanciera yo aprovechaba para que me llevara. Durante toda la época de “Tía Vicenta” la pasé muy bien con Landrú (Juan Carlos Colombres) y con Carlos del Peral que era el vicedirector. Claro… ¡hasta que Onganía la cerró! Carlos del Peral tambien hizo “Cuatro patas” que duró cuatro números ¡y que también fue cerrada por Onganía! –se ríe quedamente–. ¡Qué barbaridad! Las cosas que hemos visto en este país! Cuando, desde Mendoza, llegué a Bs. Aires con mi carpetita debajo del brazo empecé a recorrer redacciones y me decían “¡de política ¡nada!”; “de sexo ¡nada!”. Así es que me crié como dibujante aprendiendo a autocensurarme! Muy feo. Trataba de hacer metáforas con algunas ideas…

—Bueno, hoy, en democracia, en el más alto nivel, se han referido a los dibujos de Menchi Sábat como “cuasi mafiosos”!
—Sí, me acuerdo. Qué barbaridad! Se está poniendo fea la cosa con la prensa. He visto una sola vez el programa de Lanata pero parece que entrevistó a una señora que tiene una panadería en Tucumán y después de eso le cayó la AFIP…

—Como al de la inmobiliaria por haber hecho un informe que molestó a la Presidenta que ¡gentilmente le mandó también la AFIP por cadena oficial!
—Qué cosa! –suspira Quino.

—Bueno, hay que estimularse con otras conductas. Por ejemplo veo sobre tu escritorio las “Obras poéticas” de Borges…
—Sí, me gusta muchísimo Borges. Como todo lo que ha hecho. Es la primera vez que me regalan un libro de poesía. Y me encanta. Eso de “…fue por este río que vinieron las naves a fundarme la patria…” ¡me parece una maravilla! Te repito que todo lo de él me parece una maravilla. Me gusta mucho leer. También Sabato, también Cortázar. Y siento una gran admiración por Alfonsina Storni. Me emociona muchísimo. También hemos sido muy amigos con María Elena Walsh. –Quino se ríe silenciosamente:– Fuimos muy amigos hasta que… no sé qué cosa dijo que me cayó mal. Se lo comenté y ¡no le gustó mucho! Pero, bueno, yo la quería mucho.

—Y si, mágicamente, volvieras a ser chico ¿elegirías dibujar?
La respuesta es inmediata:—Sí. Nunca me hubiera imaginado haciendo otra cosa. Bah… me hubiera gustado, sí, tocar algún instrumento. El piano, por ejemplo. Me gusta mucho la música. Me hubiera gustado… bueno, toqué la armónica cuando era chico… Te diré que cuando la música es buena y está bien hecha, ¡me gusta todo! En cuanto al folklore, aunque te parezca extraño, lo que más he escuchado es música turca.

—¿Por qué?
—Mirá, por razones familiares también me gusta el flamenco pero la música turca nunca repite la melodía cantada sino que los instrumentos de la orquesta van haciendo variaciones sobre el tema. Entonces, no te cansa nunca!

—Y, a propósito de cansancio ¿vos no creés que los jóvenes se han cansado un poco del humor?
—Sí, creo que ha desaparecido bastante. Cuando yo era chico había muchísimas películas humorísticas: el Gordo y el Flaco, Chaplin que era de llorar y reírse pero también estaban Danny Kaye, Red Skelton, Jacques Tati… y ese cine ha desaparecido completamente.

—También en Italia, Sordi y Gassman no han tenido herederos…
—De acuerdo. Porque Benigni… no, no… Bueno, me gustaba mucho cuando lo empecé a ver en Italia por televisión pero, luego, las películas que ha hecho…Inclusive con “La vita é bella” me chocó un poco que tomara un tema así en solfa… Después, la vi otra vez y la cosa no me pareció tan grave… Y volviendo a la época del humor fijate que aquí en radio, por ejemplo, estaban Codecá, Niní Marshall, Sandrini, el Zorro, los Cinco Grandes del Buen Humor… había para elegir. Desgraciadamente esto ha desaparecido.

*Publicado el 29 de julio de 2012.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guiñazú el sábado 02/02/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.