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domingo, 2 de octubre de 2016

El fútbol argentino en crisis... @dalgunamanera...

No se dirimen ideas, sólo poder…

La crisis de AFA: discusiones por poder o poco intercambio de ideas. Foto: Cedoc

No se discute qué fútbol queremos sino cómo salir del paso. Mientras el debate sea por cargos o cifras, nada cambiará profundamente.

© Escrito por Gonzalo Bonadeo el domingo 02/10/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El panorama presente del fútbol argentino parece escrito por los guionistas de un pésimo teleteatro mexicano. O argentino: pasan las horas, los días y los meses y los conflictos siguen siendo los mismos. Los protagonistas se mueven circunstancialmente, como si quisieran ocupar torpemente un espacio distinto en el campo de juego y, de tal modo, no logran avanzar ni un milímetro en la solución del conflicto.

Nosotros, hombres de medios, vivimos aferrados a la lógica de los clicks –llámese así al equivalente al rating televisivo de las punto com– y así como nos colgamos de la ¿polémica? entre Carlos Tevez y Horacio Pagani mientras reducimos a la mínima expresión la proeza del seleccionado argentino de FUTSAL, seguimos haciéndole creer al mundo que lo trascendente para el futuro de nuestro fútbol pasa por Pérez, Moyano, Tinelli, Tapia o Marín.

La Superliga para unos y la AFA para otros solíamos decir hace poco menos de un año, como si el destino y la solución del conflicto pasara por una definición similar a la del “carne o pasta” arriba de un avión.

Hoy seguimos en la misma: siempre resulta más atractivo hablar de nombres notorios –no siempre por las mejores razones– que de ideas que sirvan para terminar con el dilema; si la AFA dejase de ser una vergüenza, deberíamos empezar a hablar de otras cosas.

El 29 de diciembre de 2015, poco después del empate más indecoroso de la historia de las elecciones, el diario La Nación tituló “Hubo acuerdo y las elecciones serán el 29 de junio”. De 2016, claro. Y agregó en el cuerpo de nota que, hasta esa fecha, Luis Segura seguiría a cargo de la presidencia. Ni hace falta que les aclare que nada de eso sucedió. Lo que sí valdría la pena es que los dueños de la pelota –o quienes creen serlo– nos explique a la millonada de hinchas qué fue lo que sucedió en el camino. ¿Por qué no hubo elecciones? ¿Por qué no siguió Segura? ¿Cuál fue la maravillosa variante que justificó que se deshiciera el acuerdo? ¿Hubo alguna vez tal acuerdo?

Durante la última semana de junio de este año, los medios nos llenamos de palabras explicando que, a partir de la intervención de la justicia, la FIFA desafiliaría a la AFA. De pronto, el lunes 27 de junio nos íbamos a quedar sin jugar ni la Copa América, ni los Juegos Olímpicos, ni las eliminatorias. Tampoco voy a recordarle qué pasó finalmente. Lo que sí les debo recordar es que, lejos de desafiliarnos, fue la propia FIFA la que se metió en la AFA y, de algún modo, fecundó in vitro la creación de la denominada Comisión Normalizadora que asumió apenas un mes después del anunciado apocalipsis que jamás llegó. Al menos, no ése.

No caeré en la ingenuidad de ignorar que detrás de los mensajes que le llega a la opinión pública hay una caterva de operadores. Voluntarios e involuntarios: en la Argentina de hoy, vendemos las joyas de la abuela, el cuadro de la abuela y las cenizas de la abuela a cambio de una entrevista mano a mano con el Patón Bauza.

Pero a veces el tedio supera cualquier capacidad de análisis. Y tanta mediocridad supera cualquier capacidad de resistencia al tedio.

En las últimas horas, el gran debate fue el del ascenso y una huelga que se levantó sin tiempo suficiente para que los hinchas vean a sus equipos durante este fin de semana. El tema, como siempre, es el dinero. Tu dinero. Mi dinero. Cada vez que atestigüemos esta batalla berreta por un botín que ni siquiera alcanza para tapar ni mínimamente la irresponsabilidad dirigencial, recordemos que esa plata es nuestra. Y que el fútbol se lleva dinero que debería ser para cloacas, para rutas, para jubilados, para pibes, para maestros, para médicos. O para deportes que necesitan y merecen.

Desde un lado del debate te hablan de que el denominado ascenso usa mal lo que recibe. Del otro, que los de Primera se cortan solos y no quieren que el ascenso exista. Ambos lados prescinden de la lógica del deporte: no sólo podés pasar de ser de un bando a ser del otro en cualquier momento, sino que venimos de atestiguar el bochorno de diez ascensos. De tal modo, muchos de los que hoy se amontonan en un bando pueden mañana mismo pasar del otro. Nada grave. La naturaleza de muchos de estos dirigentes convierte tal mutación en algo menos complicado que cambiarse de calzoncillo.

No faltan los que aprietan cuanto pueden porque consideran que la Comisión Normalizadora actúa de acuerdo con indicaciones directas del gobierno central. Y tampoco faltan quienes advierten que los “amuchados de la B” sólo persiguen ventajas individuales y que el espíritu de cuerpo dura la nada misma. El falso concepto de federalización que tiene el fútbol argentino no ayuda a desmentirlos.

Tómese un minuto para digerir los números de las distintas competencias oficiales, siempre teniendo en cuenta que Buenos Aires y “el Interior” tienen certámenes específicos y bien diferenciados camino al mismo objetivo de ascenso.

La Primera B, en la que juegan veinte equipos, es equivalente al Torneo Federal A, en el que juegan 35. La Primera C, en la que juegan veinte equipos, es equivalente al Torneo Federal B, en el que juegan 61. Y la Primera D, en la que juegan 16 equipos, equivalente al Torneo Federal C, en el que juegan… ¡¡¡266!!!

Un auténtico federalismo de facinerosos. ¿Alguien puede creer, entonces, en el concepto de Ascenso como una sola cosa? El asunto no es de ahora.

Hace apenas 15 años, Instituto y Quilmes fueron los mejores equipos de un Nacional B de treinta equipos –¿les suena?– divididos en una zona “Metropolitana” y una del “Interior”.

Si bien ambos equipos tuvieron el mismo destino –perdieron la promoción ante quienes aspiraban a quedarse en Primera–, el recorrido de ambos fue obscenamente beneficioso para el equipo del Sur del Conurbano.

No sólo Quilmes jugó 28 partidos contra 36 de Instituto, sino que, para cumplir con su calendario, debió recorrer como visitante poco más de 1200 kilómetros en total contra casi 16 mil del conjunto cordobés. Súmenle al desgaste físico, cuánto más cara resulto la campaña de uno respecto del otro.

Hace pocos días, un dirigente del Ascenso reflotó la idea de regionalizar la competencia para abaratar los costos de traslado de los equipos. Ojalá la idea incluya abaratar los costos para todos y no solamente para los de la Capital y el Conurbano. Es saludable pensar en que a Nueva Chicago, Chacarita o Ferro se le eviten los costos de viajar hasta Santiago del Estero. Ojalá alguien piense lo mismo para que Gimnasia y Esgrima de Jujuy, San Martín de Tucumán o Crucero del Norte eviten los costos de enfrentar a Guillermo Brown, de Puerto Madryn.

En la AFA no se dirimen ideas. Sólo poder. No se discute cómo adecentar tanta indecencia sino ver cómo ampliar la porción en la torta de influencia de cada uno. No se debate qué fútbol queremos sino cómo salir del paso después de la cagada que uno mismo se ha mandado.

No pregunten más qué nos parecen la Superliga, la Comisión Normalizadora o la herencia de Grondona.

Nada cambiará profundamente si antes no terminamos con dos asuntos de una profundidad infinitamente mayor que cualquier debate por cargos o cifras.

Por un lado, la financiación del circo por parte del Estado. No tiene ninguna explicación que en un país con un tercio de la población debajo de la línea de la pobreza se destine dinero para solventar los gastos del equipo de fútbol de un club (no digamos más que se financian a los clubes, porque es mentira).

Por el otro, los barras bravas.

Y aquí no hay mucho más que aclarar. Todo está dicho. Justamente porque nadie desde el poder quiere hablar del asunto.


 

domingo, 13 de septiembre de 2015

Niembrogate, Grietas y Hartazgo: Una discusión miserable… @dealgunamanera...

Una discusión miserable…

Niembrogate, Grietas y Hartazgo. Fernando Niembro y Mauricio Macri

Mucho se habló acerca de lo que Lanata calificó como "La grieta". Jorge Lanata, el que supo saltarse muy hábilmente esa misma grieta, para pasar de decir, en Canal 26, que Clarín debía fumarse la ley de medios, a decir, en Canal 13, que no sabía si el próximo domingo iban a estar al aire. Recen por mí.

Era ya mucha la gente que se agolpaba a uno y otro lado de esa grieta, divididos entre kirchneristas y antikirchneristas, como para que, desafortunadamente, las cosas hayan pasado, aún, a mayores.

Efectivamente, del lado opositor existen grietas cotidianas que nos van separando, a punto tal de que acontecen las mismas barbaridades que acontecieron con los soldados del pingüino.

Pareciera ser que aquellos que denunciamos y criticamos desde hace mucho tiempo la corrupción de Mauricio Macri, ahora somos una subespecie deleznable a la que hay que callar por cualquier medio. No sea cosa que alguien se dé cuenta que les han impuesto a un candidato que nació corrupto, y vivió toda su vida en ese estado.

Algunos amigos nos están haciendo pagar el precio de habernos escapado del fanatismo ciego. Lo hacen con desconfianzas, nos tildan de K, de cobrar del gobierno, de ser funcionales a vaya a saber quién. Es otra grieta. Es una miserable, y toda nuestra.

Y uno navega al garete, porque, tal como lo hemos dicho en nuestras innumerables notas acerca de la delincuencia kirchnerista, continuamos convencidos de que la corrupción es la madre de todos los males de la Argentina.

Esa brújula no miente, mi amigo: El que robando llegó, robando permanece, y robando continuará.

Es muy posible que escaparse del maniqueísmo periodístico, en esta Argentina 2015, implique un exilio interno. Lo asumiremos con un sabor amargo en la boca, pero con la frente alta.

No obstante uno ya ha navegado demasiados mares como para que lo arrastren corrientes superficiales, que nos sacan de la costa por un momento, pero que, en su reflujo, indefectiblemente nos traerán de regreso al punto de partida.

Eso es precisamente lo que les pasa a los pueblos que deciden elegir siempre a corruptos para que los gobiernen.

El Niembrogate es apenas un kiosco de 3 millones de dólares en el shopping de corrupción de Mauricio Macri. Es una muestra gratis que exhibe con obscenidad la metodología de la corrupción PRO. Nace en capital, y lo quieren proyectar a la nación.

Es la escuela de Carlos Grosso, hombre de Macri antes, durante, y después de su actuación pública.

No hay que ser muy sagaz para entender que si un mero periodista deportivo se lleva ese monto y termina siendo primer candidato a diputado nacional por Buenos Aires, la que se están llevando innumerables periodistas políticos de renombre que blindan mediáticamente a Macri, es fenomenal.

El candidato chino a legislador porteño puso la plata arriba de la mesa, e inscribió su nombre en las boletas PRO. Ni siquiera importó que no domine el idioma castellano. Total los negociados carecen de patria, bandera, e idioma.

Pero nos piden la opción a Macri, y claro que no la tenemos. Porque Scioli es otro candidato inexplicable, y porque Massa ha quedado demasiado lejos como para aspirar a la presidencia.

Nuestra respuesta es invariablemente la misma: me resisto a permanecer entre la espada y la pared en que me quieren meter, teniendo que optar entre dos tipos que son la misma cosa, que roban, mienten, y que no han ganado, trabajando honestamente, un solo peso de la fortuna de la que disfrutan. Por dignidad, no voto a ninguno de los dos.

Hay una serie de verdades muy incómodas. Pero que alguien tiene que decir.

-El Niembrogate en cualquier país del mundo serio, hacer caer inmediatamente a un candidato.

-Fernando Niembro ya debió renunciar a su candidatura, porque tuvo mil chances de defenderse de la acusación vertida sobre él, y ha fracasado en todas.

-No se le puede pedir un gesto de dignidad a quien jamás mostró tenerla. Hay que recordar que Niembro es el mismo que siendo secretario de medios de Carlos Menem anunció los infames indultos a jefes militares y jefes guerrilleros, que permitieron el revanchismo kirchnerista sobre los primeros, y la inexplicable libertad de los segundos. Niembro avaló el doping de Maradona en USA 94, argumentando un complot de FIFA, y también avaló desde su programa radial "De una con Niembro" a Maradona disparándole con un rifle a los periodistas en su quinta.

Niembro celebra con picardía el bidón de Bilardo a Branco, histórica vergüenza argentina en el más popular de los deportes.

Ni hablar de su enorme lista de justificativos a las perrerías de Julio Grondona.

Un impresentable por donde se lo mire. Para nada diferente de Victor Hugo Morales.

Lo que hay que hacer, lisa y llanamente, es salirse de esta complicidad cívica que se carga la dignidad del votante, y negarle el voto.

-Mauricio Macri debe renunciar exactamente igual que Niembro, porque ya no le queda más margen para argumentar que las culpas son de otros.

Se lo ha pasado tratando de que su padre, Franco, cargue con las culpas de sus delitos. Ya no hay más chances de mentirle a la gente con ese argumento infantil.

Ni Franco está enfrentado con Mauricio, ni es el culpable de sus delitos. No es el padre: Es el padre y el hijo.

A Niembro lo contrata él, y la diputación se la da él. Punto: Se llama complicidad.

Otra de las tantas asociaciones ilícitas de Macri, de esas que no son excarcelables, pero que en esta Argentina donde los poderosos siempre ganan, inexplicablemente lo mantienen de este lado de las rejas.

Y todo esto que decimos no es para instar a nadie a votar por tal o cual. Eso es secundario. La dignidad está antes que ninguna otra cosa, porque es lo que nos permite mirar a los ojos a nuestros hijos y decirles "yo jamás voté a estos delincuentes".

La verdad es que no me interesa que las elecciones las gane Scioli, o que no las gane nadie. Creo que lo más atinado sería que las gane la suma de la abstención y el voto en blanco, porque sería una foto mucho más digna que la del voto al ladrón. Un triunfo de la dignidad, y el posible parto de dirigentes decentes a futuro.

Algunos me dirán que nada me viene bien, y podría acordar con eso. ¿Cómo me va a venir bien un sistema cooptado por delincuentes que ya ni siquiera se toman la molestia de disimularlo?

Cuál es la diferencia de comportamiento entre Boudou y Niembro, y cuál la diferencia de responsabilidades y participaciones necesarias entre CFK y Macri?

Ninguna. Independientemente de las magnitudes, todos ellos representan la misma miseria.

Si La lista de ilícitos de Macri conduciendo apenas un mero distrito es tal, ¿quién en su sano juicio puede pensar que no habrá de hacer lo mismo en la nación, pero magnificado?

Mientras tanto, el hombre de la calle se mantiene entre la espada y la pared, teniendo que criticar las andanzas de los de enfrente, pero haciendo silencio ante las miserias de los propios.

Al cabo de 12 años del infame proceso kirchnerista, la verdad es que la Argentina se merecía otra cosa. Algo muy diferente, y tantísimo más edificante que tener que depositar sus esperanzas en un candidato que, aún blindado por la enorme cantidad de periodistas cuya mano sistemáticamente unta, no consigue ocultar sus múltiples perrerías.

En octubre habrá elecciones presidenciales y se decidirá entre Daniel Scioli y Mauricio Macri. Nadie puede asegurar quién de ellos terminará siendo el nuevo presidente.

Pero sí se puede afirmar, sin lugar a dudas, que la matriz de saqueo sistemático del dinero de los argentinos continuará inalterable.

Otra vez, cubiertos por ese manto sagrado que la democracia le brinda a los que sacan más votos que los demás. Sin importar quiénes hayan sido en la vida, sin importar quiénes sean, ni quiénes habrán de ser.

Y, honestamente, a estas alturas de mi vida, me parece una cagada.

© Escrito por Fabián Ferrante el miércoles 09/09/2015 y publicado por Tribuna de Periodistas dela Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

viernes, 29 de mayo de 2015

FIFAGATE: Alejandro Burzaco, del poder a la clandestinidad… @dealgunamanera...

FIFAGATE: Burzaco, del poder a la clandestinidad…


La Policía Federal allanó las oficinas del CEO de Torneos y Competencias. Quién es este empresario clave en el negocio del fútbol con vínculos en el Gobierno y en el Grupo Clarín.


Tras la denuncia de sobornos en la FIFA y por orden de Interpol, la Policía Federal allanó las oficinas de Torneos y Competencias, la productora de televisión cuyo CEO y accionista, Alejandro Burzaco, se encuentra con pedido de captura internacional, involucrado en este escándalo. Burzaco, un hombre fuerte en el negocio del fútbol local, gestó su poder de la mano del fallecido Julio Grondona.

Y, en las sombras, se convirtió en un nexo clave entre dos enemigos aparentemente irreconciliables: el Grupo Clarín y el Gobierno. 

Con ambos tiene negocios. De bajo perfil y siempre con gorrita, es el dueño de las transmisiones deportivas locales y de Latinoamérica.

¿Cuáles son los lazos que lo unen al Grupo Clarín y el Gobierno?

© Publicado el viernes 29/05/2015 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 9 de noviembre de 2014

Dejemos al mundo chorear en paz... De Alguna Manera...


Dejemos al mundo chorear en paz...


Sin el Prode Bancado, el mamarracho del torneo de 30 equipos tiene fecha de inicio aunque nadie sepa bien cómo se va a jugar. ¿Por qué no dar marcha atrás con ese esperpento?

El asunto no es demostrar lo contrario, sino exigir pruebas al otro. Ese es el ejercicio del negador, del señor que, por distintas razones –van desde el soborno hasta la imbecilidad ad honórem–, antepone el reclamo de la investigación inviable –no hay recibos para la coima– a la necesidad de defender el dinero que es de todos. Es más, desde los medios, el mejor ejercicio es el de decir que no existen pruebas del robo, aunque las pruebas estén impresas en libros, exhibidas en la tele o hayan sido publicadas por el Boletín Oficial. A los alcahuetes no les basta ni que el chorro confiese en público.

Siempre me provocó entre curiosidad e indignación no poder explicar cómo hace cierta gente para vivir de cierto modo. De cabrón –y envidioso, seguramente–, más que necesitar pruebas que expliquen la corrupción, trato de sumar y restar para ver cómo se llega a tener un patrimonio millonario siendo monotributista. Me pasa con ciertos políticos, con ciertos gremialistas y con ciertos dirigentes deportivos. También con algunos hombres de prensa. Lo más probable es que mi prejuicio tenga que ver con mis malos modos. Y con mi escasa capacidad de ahorro.

A veces, cuando uno se enoja con el corrupto no sabe si lo que le molesta es la corrupción o no animar a corromperse. Tal vez, no tener ofertas tentadoras.

Del mismo universo de los negadores seriales forman parte los que se indignan cuando se critica a un muerto. “Es de cobarde criticar a quien no puede defenderse”, se enojan al mismo tiempo que no paran de ensalzar al finado, lo que no deja de ser parte de lo mismo. Muchas veces, ambas características conviven bajo un mismo DNI.

Es imposible hablar del fútbol argentino sin remitir a Julio Grondona. Para bien o para mal, sus 35 años entronizado en el sillón de Viamonte 1366 lo convierten en omnipresente, cosa que, por cierto, cualquier persona que lo haya tratado mano a mano más de cinco minutos sabe que es algo que Julio disfrutó y fomentó.

Como para bajar la histeria de sus viudas conceptuales –si acaso la palabra concepto tuviese acceso al edificio madre de nuestro fútbol–, tampoco se podría hablar de peronismo sin citar a Perón, ni de kirchnerismo sin citar a Néstor, ni de Paka Paka sin citar a Sarmiento. Se trata, básicamente, de un lugar común más del medio pelo autóctono que, en lo que a fútbol se refiere, compite con brillanteces del estilo de “2 a 0 es el peor resultado”, “no hay mejor ataque que una buena defensa”, “nunca hay que cerrar para adentro” o “el hincha paga y puede hacer lo que se le antoje”.

Dudo mucho de que la misma dirigencia de nuestro fútbol no hable de Don Julio todo el tiempo. Y no siempre con la nostalgia de los buenos recuerdos.

La estructura del fútbol argentino cruje de la mano de los nudos que sólo el más notorio de los Grondona sabe cómo se ataron. A esta altura, cabe sospechar que se llevó la solución dentro del cofre de sus más entrañables recuerdos.

Nadie tiene la menor idea de cómo solucionar el mamarracho del torneo de treinta equipos. 

A menos de tres meses del comienzo, ni siquiera se sabe fehacientemente cómo se va a 
jugar. Lo que todos saben es que el argumento madre con que se apuró a los dirigentes –si quieren más plata, será a través de un negocio de apuestas que exige un torneo de treinta equipos– hoy ya no existe: el asunto del Prode Bancado tiene la consistencia del AFA Plus.

¿Por qué no dar marcha atrás con ese esperpento? El argumento más frecuente es que no se puede defraudar a quienes sueñan con el ascenso masivo. Especialmente a los gobernadores e intendentes que aportaron a la causa. Al fútbol argentino le importa un carajo la infamia de que un dirigente de alto rango gaste el dinero del agua potable, los jubilados, los maestros o las cloacas, en comprar un puntero derecho o sobornar a un árbitro. Genial. Un ejemplo. Me pregunto si los dirigentes que avalan asuntos como éstos no son los mismos que, para sus emprendimientos privados, exigen honradez y reglas claras.

Para contrarrestar la versión de las apuestas –y cuidar la memoria de Grondona, lo que, insisto, también es hablar de alguien que ya no está físicamente entre nosotros–, Miguel Silva, secretario general de la AFA (en este tipo de organismos, ningún cargo que no sea el de presidente influye más que el de secretario general), habla de federalización del fútbol y de contar con un torneo más competitivo. Respecto de la federalización, en el mejor de los casos el nuevo torneo tendría representada a menos de la mitad de los distritos provinciales. Por cierto, no sería un ejemplo de federalización que la final de la Copa Argentina no se transmitiese por televisión abierta.

Respecto de la competitividad, es como si en los mundiales, después de la fase de grupos, se pasara de 32 equipos a 64. En ningún deporte, ampliar la cantidad de participantes garantiza mejorar el nivel competitivo. Por lo general, es al revés.

No lo culpo a Silva. Es noble de su parte defender los trapos que quedaron colgados de la azotea. Pero de estas cosas se trata la herencia que quedó en la AFA. 

De torneos llenos de asteriscos. 

De partidos que se suspenden por lluvia y se juegan dos semanas después en vez de hacerlo al día siguiente. 

De partidos que se juegan bajo el agua y otros que nadie sabe por qué se suspenden (Aldosivi-Argentinos). 

De espectáculos sin visitantes que se frustran porque se matan a tiros los locales. 

De dirigentes desesperados por viajar con un seleccionado al cual, al mismo tiempo, le niegan jugadores. 

De cotejos que, por el torneo doméstico, se juegan sólo con público local, mientras por la Copa Argentina van todos y por la Sudamericana no se sabe. 

De estadios con molinetes fantasma por los que pasan los mismos barrabravas que, en on, los dirigentes pretenden que otros condenen. 

De entrenadores y futbolistas huyendo como delincuentes de los estadios porque cometen el pecado mortal de perder partidos o patear mal una pelota mientras son agredidos por barrabravas que jamás harían nada bueno por un club. 

De clubes que soportaron el desguace de administraciones incalificables –especialmente, la privada, la de Blanquiceleste– pero que su clase dirigente no aprende la lección y no consigue presentar lícitamente los avales que le permitan participar de una elección. 

De clubes de los mejores, como Vélez, a cuyos padrones la justicia electoral acaba de detectarle una enorme cantidad de socios mayores de cien años o ya fallecidos, suficientes como para, con ellos solos, ganar una elección. 

De árbitros que no pueden explicar ciertas decisiones que toman y, en vez de aclarárselo a la opinión pública, la opción es hacerlos descansar una semana, castigarlos con un partido de ascenso o mandarlos a algún curso de la FIFA.

Entiendan la tolerancia de hablar, apenas, de cosas sucedidas dentro de la última semana. 

El repaso de tan sólo siete días sobra para entender de qué se trata esta mierda.

Lo más triste es que tienen razón quienes argumentan que buena parte de lo mencionado le importa poco y nada no sólo al hincha de fútbol sino al mismísimo socio de los clubes a los que pocos cuidan. El espectáculo deportivo que más amamos es el peor tratado de todos. Y el hincha que paga y banca el negocio –incluido el de muchos barras y algunos dirigentes– soporta cuando va a la cancha lo que no toleraría en ninguna otra circunstancia.

Fue en la cancha de Boca, pero podría haber sido en cualquier otra con convocatoria importante. Cada una de las miles de personas que esperaban pacientemente –hacinadas, observadas con fastidio por los muchachos de la policía– dejó en el primer cacheo encendedores, paraguas, botellas de plástico, hasta lapiceras.

Esas mismas personas acababan de ver, a diez cuadras de allí, cómo se cortó el tránsito para que, escoltados por patrulleros y a contramano, avanzaran un colectivo con gente colgada hasta de la rueda de auxilio y cuatro autos particulares –una cuatro por cuatro incluida– con una parte de la barra brava boquense.

La misma policía que ayudó a que los miserables llegasen sin complicaciones a su feudo de droga, robo y estafa a la pasión prohibió entrar en la cancha con elementos prohibidos por culpa de los que ellos mismos acompañaban como si se tratase de la Guardia Suiza y el papa Francisco.

No pretendo sorprender a nadie con el relato de algo tan común en nuestras canchas. Sólo quiero que el contrasentido quede impreso.

Nadie se tome el trabajo de discutir presuntas honradeces a partir de la falta de pruebas del robo. Dejemos al mundo chorear en paz.

Al fin y al cabo, basta con hechos concretos, vacíos de teoría y repletos de imágenes, para dejar en claro que, aun si nadie se llevase nada que no le correspondiese, vivimos en una sociedad infectada de personas que ocupan lugares que son incapaces de honrar.

© Escrito por Gonzalo Bonadeo el Domingo 11/11/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.