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martes, 1 de marzo de 2022

Cristina Kirchner opinó de la situación en Ucrania... @dealgunamanera...

Cristina Kirchner opinó de la situación en Ucrania: no mencionó a Putin y criticó a las "potencias globales"


"El respeto al derecho internacional junto a la verdad y la coherencia entre las ideas y las acciones no parecen ser atributos de las potencias globales", dijo. 

© Publicado el domingo 27/02/2022 por el Diario El Economista de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. 

La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner rompió su silencio hoy, y no para hablar del programa que están negociando Argentina y el FMI sino sobre la crisis en Ucrania.  

En una serie de tuits, Fernández advirtió hoy sobre el "doble estándar" de las grandes potencias en materia de derecho internacional, al referirse a la crisis desatada en Ucrania a partir de la decisión de Rusia de reconocer a dos provincias separatistas de ese país y, luego, avanzar con una invasión a gran escala de todo Ucrania. 

La vicepresidenta aludió al tema a través de una serie de tuits que publicó "a 40 años de la Guerra de Malvinas y a 8 años del conflicto entre Ucrania y Rusia por la península de Crimea". 

"En el año 2014, siendo presidenta de la Nación y Héctor Timerman nuestro canciller, Argentina formaba parte, en carácter de miembro temporario, del Consejo de Seguridad de la ONU. En ese año, el día 15 de marzo, se trató en dicho organismo una resolución presentada por Estados Unidos que exhortaba a la comunidad internacional a no reconocer el resultado del referéndum por la independencia de Crimea, previsto para el domingo 16 de marzo de ese mismo año", recordó Fernández de Kirchner. 

La expresidenta consignó que "ese día, 13 de los 15 países miembros del Consejo de Seguridad, entre ellos Argentina, votaron a favor del texto presentado por Estados Unidos que defendía la 'soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial' de Ucrania". 

“O sea: Argentina apoyó a Ucrania basada en el principio de integridad territorial, pilar del derecho internacional. Rusia, uno de los cinco miembros permanentes con derecho a veto, ejerció dicho privilegio y se pronunció en contra. China se abstuvo”, recordó CFK. 

Para la vicepresidenta, “en este episodio radican los dos principales problemas que afectan la seguridad y la paz globales”. 

Primero, el "doble estándar de las grandes potencias en materia de derecho internacional a la hora de tomar decisiones", lo que la llevó a citar la situación de las Islas Malvinas y el apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido al referéndum de 2013 en el que los habitantes del archipiélago votaron a favor de permanecer bajo el control político de Londres. “Remember Malvinas y el referéndum de los Kelpers”, dijo.

En segundo término, la vicepresidenta hizo referencia al "anacronismo" del Consejo de Seguridad de la ONU que "sigue, desde la Segunda Guerra Mundial, sin modificar el statu quo de los países vencedores que se acordaron a sí mismos sillas permanentes con derecho a veto y al resto de los países, sillas temporarias y voto testimonial".

"¿Alguien piensa que con estos privilegios y aplicando o no el derecho internacional según les convenga a los países poderosos del mundo, estamos cuidando la seguridad global y la paz mundial?", preguntó la exmandataria. 

Y concluyó: "El respeto al derecho internacional junto a la verdad y la coherencia entre las ideas y las acciones no parecen ser atributos de las potencias globales. Hoy 27 de febrero del 2022, sigo pensando lo mismo".



jueves, 29 de julio de 2021

A 45 años del El Plan Cóndor... @dealgunamaneraok...

 El Plan Cóndor…


Hace 45 años, nuestro país vivió una violencia ideológica y mesiánica que se inició con un terrorismo que no se detuvo ni siquiera en democracia, y que desató una represión del Estado que aún hoy estremece.

© Escrito por Martín Balza (*) el jueves 29/07/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.  

Lo obrado por la última dictadura cívico-militar, y dentro de ella el denominado Plan Cóndor, es un signo patológico y una desvalorización moral: una verdadera transnacional del terror, integrada por las dictaduras de nuestro país (Jorge Rafael Videla), de Bolivia (Hugo Banzer Suárez), de Brasil (Ernesto Geisel), de Chile (Augusto Pinochet), de Paraguay (Alfredo Stroessner) y de Uruguay (Aparicio Méndez Manfredini) y, en menor medida, con contactos con las fuerzas armadas de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.  

Argentina era la sede del Plan Cóndor, según archivos desclasificados por Estados Unidos

Por el lado argentino, entre los vinculados al Cóndor figuran, entre otros, los ex generales Videla, Díaz Bessone, Suárez Mason, Menéndez, Riveros, Galtieri y Harguindeguy. Ellos no obviaron incorporar a varios delincuentes comunes como Aníbal Gordon y sus secuaces. 

El plan había sido concebido como tal por el presidente chileno, general Augusto Pinochet Ugarte, en 1975, e instrumentado por el general Manuel Contreras, jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile (DINA). 

Consistió en un programa regional de inteligencia y coordinación de los servicios de inteligencia nacionales, con conocimiento y anuencia de los Estados Unidos. Algunas reuniones y operaciones de la intriga se realizaron cuando en la Argentina todavía persistía un gobierno constitucional, el presidido por María E. Martínez de Perón. 

El Plan era clandestino y compatibilizó, con diversos matices, un terrorismo de Estado a nivel regional, principalmente en el Cono Sur, con el propósito de eliminar todo atisbo izquierdista y contribuir a la derrota del comunismo internacional. 

No obstante, en la práctica no era otra cosa que la eliminación de opositores a las dictaduras militares, explotando la profunda animadversión de estas hacia todo vestigio marxista-leninista, una versión criolla del principio nazi “del enemigo único”. 

La plena vigencia de la Guerra Fría contribuyó a ello. La concientización ideológica se materializó a través de los cursos dictados en la Escuela de las Américas y desde 1958 la “doctrina francesa” de represión contrainsurgente aplicada en Indochina y Argelia también influía en algunos sectores del Ejército.  

Se elaboró y ejecutó una planificación de asesinatos de opositores ideológicos. Entre ellos en Buenos Aires, en 1974, el del general del ejército de Chile Carlos Prats y su esposa; el del ex presidente de Bolivia Juan José Torres; en 1976, el del senador Zelmar Michelini y del diputado Héctor Gutiérrez Ruíz, ambos uruguayos; el del paraguayo Federico Tatter, secuestrado y desaparecido.  

En Washington, en 1976, asesinaron al ex canciller chileno Orlando Letelier y a su secretaria Ronni Moffitt. En 1980, la Argentina colaboró con el sangriento golpe de Estado ligado al narcotráfico del general Luis García Meza en Bolivia, que evitó que Hernán Siles Suazo asumiera como presidente, pese a haber ganado las elecciones. 

Otros testimonios son por demás relevantes. En julio de 1976 fue secuestrado en Buenos Aires el periodista uruguayo Enrique Rodríguez Larreta, quien posteriormente declaró: 

“Nos detenían argentinos y nos interrogaban uruguayos. Nos colgaban, nos daban descargas eléctricas y ponían sal gruesa en el piso para que pasara la corriente” (La Nación online, Bs As 9 Feb 2005). 

El periodista paraguayo Martín Almada, secuestrado el mismo año, fue torturado y forzado al exilio, posteriormente descubrió en Lambaré importantes archivos que aseguran que solo el Cóndor causó miles de víctimas entre muertos, desaparecidos y detenidos

 


Por el lado argentino, entre los vinculados al Plan Cóndor figuran, entre otros, los exgenerales Videla, Díaz Bessone, Suárez Mason, Menéndez, Riveros, Galtieri y Harguindeguy.

 

En el año 2000, el exgobernador de Río de Janeiro, Leonel Brizola, denunció que los ex presidentes Joao Goulart y Juscelino Kubitschek, fueron asesinados en el marco del Cóndor, simulándose un ataque cardíaco y un accidente respectivamente” (Clarín; 6 mayo 2000). El general brasileño Agnaldo del Nero Augusto reconoció la participación de su país: Nosotros no matábamos. Deteníamos y entregábamos (…) Brasil se limitó a colaborar con informaciones, a entregar agentes extranjeros y vigilar subversivos" (Página 12 online; Bs As, 31 diciembre 2007).

 

El Cóndor tuvo un capítulo centroamericano denominado Operación Charly. Se desarrolló principalmente entre 1980 y 1982. Consistió en exportar métodos de inteligencia, contrainteligencia y técnicas tales como secuestros, desapariciones forzadas y torturas a El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Honduras. En este último país, aún recuerdan que allí se estableció su central operativa.

 

Su objetivo era adiestrar a los “contras”, apelativo dado a los ex secuaces del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, refugiado en Honduras luego del triunfo electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1979, conducido por Daniel Ortega. El nombre de ese partido refiere a Augusto C. Sandino, patriota nicaragüense que dirigió entre 1927 y 1933 la resistencia contra el ejército de ocupación de los EEUU y fue asesinado en 1934.

 

Revelan cómo la CIA logró espiar a Argentina y otros países del Plan Condor en los 70

 

El artífice de esta aventura fue Galtieri. El área de Inteligencia de Ejército, como en el Plan Cóndor, fue la más involucrada. Estaba conducida por los generales Alberto Valín y Carlos A. Martínez, y los coroneles Jorge Muzzio y Mario Davicco; el responsable operativo era el coronel José Riveiro. No serían ajenos a Charly el brigadier Carlos W. Pastor, canciller y cuñado de Videla, y el embajador argentino en Honduras Arturo Ossorio Arana.

 

La asistencia costó a la argentina 25 millones de dólares. El plan era aparentemente simple: rodear a los sandinistas y encausarlos hasta Honduras para proceder a su aniquilación. Contó con la colaboración, entre otros, de los generales estadounidenses Alexander Haig y Vernon Walters. El fracaso de la operación es conocido y se consumó durante la presidencia de Ronald Reagan. Esa actitud servil fue totalmente inconducente, como lo demostró el comportamiento de los EEUU en la Guerra de Malvinas.

 

Yamir, el preso rapero que critica el Plan Cóndor desde una celda de máxima seguridad

 

No es fácil adquirir una dimensión cabal de todo lo expresado. La dictadura cívico-militar de los ´70 se inmiscuyó en episodios que hoy nos avergüenzan.

 

Evidenciaron una impunidad y un cesarismo castrense por ejercer un poder omnímodo, arbitrario y criminal. Pero en la Argentina ello está definitivamente superado desde el advenimiento de la democracia. Nada de lo ocurrido desde entonces puede ser comparado con aquel triste capítulo de nuestra historia. 


* Martín Balza. Ex Jefe del Ejército Argentino, veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica. 

      




domingo, 2 de mayo de 2021

Aniversario del hundimiento del A.R.A. Crucero General Belgrano (C-4). @dealgunamaneraok...

El Belgrano, Malvinas y las memorias… 

Sitio del hundimiento, 2003. Por: Leonardo Marcial García. Foto del Archivo del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur.

El 2 de mayo de 1982 el Conqueror, un submarino británico, torpedeó al crucero A.R.A. General Belgrano (C-4). 323 marineros provenientes de todos los rincones del país murieron durante el ataque. Fue el fin de cualquier posibilidad de negociación. En este aniversario, el director del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur elige recordar las vidas truncas y los tremendos testimonios de lo que significó sobrevivir a ese océano embravecido. Crónica de un momento clave en la historia de la Argentina. 

© Escrito por Federico Lorenz el domingo 01/05/2016 y publicado por la Revista Haroldo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

El 2 de mayo de 1982 el Conqueror, un submarino británico, torpedeó al crucero A.R.A. General Belgrano (c-4). Con este ataque, que Margaret Thatcher ordenó expresamente, Gran Bretaña puso fin al diálogo diplomático. Los británicos hundieron las negociaciones para evitar el enfrentamiento al precio de más de tres centenares de vidas argentinas.

 

A las 16:23 de ese día, el comandante Héctor Bonzo ordenó abandonar el barco. En menos de una hora, el Belgrano, que transportaba 1093 tripulantes, se hundió. Uno de los oficiales a bordo, el teniente de fragata Martín Sgut, registró con su cámara la secuencia fatal. La imagen de los cañones del crucero apuntando hacia lo alto entre un bosque de balsas anaranjadas, con un cielo gris de fondo, es uno de los emblemas de nuestra historia reciente. La historia de las fotos de Sgut, vendidas a un medio extranjero por un oficial de inteligencia naval, que fue condenado posteriormente, es una historia en sí misma. La historia del A.R.A. General Belgrano (c-4), sobreviviente de Pearl Harbour: comprado a Estados Unidos en 1951, rebautizo 17 de Octubre para ser una de las naves que se unió al golpe de 1955. La nave, hundida en 1982, era en sí una metáfora nacional.

 

323 marineros provenientes de todos los rincones del país murieron durante el ataque o después, en las balsas salvavidas, víctimas de la helada noche del Atlántico Sur. Los náufragos, heridos, quemados por la explosión y con hipotermia, fueron rescatados al día siguiente por aviones y barcos argentinos. Las operaciones de rescate continuaron hasta el 9 de mayo.

 

Quisiera detenerme, sobre todo, en las vidas truncas o que cambiaron para siempre ese día. En el Museo Malvinas elegimos para difundir nuestra iniciativa de homenaje, una foto que fue tomada en el sitio de hundimiento tres décadas después. Impresiona la altura de las olas; conmueve imaginar el frío letal de ese Atlántico que enfrentaron como náufragos.

 

La decisión política británica de hundir el crucero, cuando se alejaba de la zona de exclusión  dispuesta unilateralmente por los británicos, anuló cualquier posibilidad de negociación. Esto es innegable. 

 

Pero quisiera detenerme, sobre todo, en las vidas truncas o que cambiaron para siempre ese día. En el Museo Malvinas elegimos para difundir nuestra iniciativa de homenaje, una foto que fue tomada en el sitio de hundimiento tres décadas después. Impresiona la altura de las olas; conmueve imaginar el frío letal de ese Atlántico que enfrentaron como náufragos. Nunca nos podremos acercar lo suficiente a las situaciones vividas durante esas horas.

 

Cada balsa se transformó en un mundo frágil en un océano embravecido, habitadas por hombres que para enfrentar uno de los climas más hostiles del planeta sólo se tuvieron a sí mismos, y a sus compañeros. Veamos uno solo de los tantísimos testimonios:

 

Cada uno de nosotros se acomodó lo mejor que pudo y se cerraron las aberturas de la balsa, con lo que quedó convertida en una cápsula. En un primer momento las balsas se amarraron entre sí para no separarse y tener más posibilidades de ser halladas, pero al desmejorar las condiciones del tiempo, los tirones del oleaje obligaron a separarlas ante el riesgo de naufragar (...) Estábamos empapados, ateridos de frío. Tratábamos de acomodarnos como se podía. Sentados muy juntos, codo con codo, las piernas dobladas sobre el cuerpo acalambrado. Y el miedo. Y la desesperación. Y los heridos que luchaban por sobrevivir. Tendido sobre nuestras rodillas iba el suboficial Ávila, que había sufrido tremendas quemaduras. No daba más, gemía continuamente. Cada movimiento, cada gota de agua salada que apenas lo rozaba, era suficiente para que estallara en gritos de dolor. Nos suplicaba: ‘¡Tírenme! ¡Háganme cualquier cosa, ya no doy más!’ Pero, ¿qué podíamos hacer? No teníamos nada para ponerle sobre las sangrantes ampollas, ni siquiera podíamos mover las manos. Un soldado tenía quemada la cara, iba con la cabeza baja, tratando de taparse las heridas con el brazo como una forma de protegerlas y evitar más sufrimientos. Y también, sentado y sostenido por nosotros, llevábamos a un compañero que había muerto unos momentos antes (...) La noche se hizo eterna. Los rezos, los gemidos, los huesos entumecidos. Todo se confundía. Todo formaba parte de la agonía compartida. El viento arqueaba la balsa y la lluvia no cesaba de castigarla con fuerza. La fe era el único generador de confianza, pero por momentos flaqueaba. ¿Dios nos estaba mirando? La espera se tornaba interminable. ¿Dónde se encontraban los que nos tenían que rescatar? ¿Cuánto tiempo más podríamos aguantar? Nadie dormía, ni siquiera nos permitíamos cerrar los ojos. La tensión era total. Siempre atentos a cualquier ruido que nos pudiera indicar que habían venido por nosotros. La mirada fija en el techo de la balsa esperando una luz que nos manifestara que todavía era posible la vida[1] 

 

Recordar la guerra, claro, tiene mala prensa. La tenía entonces, en 1982, porque olía a asesinos y dictadores. Pero esa fue una generalización injusta cuyas consecuencias arrastramos hasta el presente. Si escribo “injusticia”, es porque el 80 por ciento, un poco más, de quienes combatieron en Malvinas, eran soldados conscriptos, hijos del pueblo cumpliendo con un deber cívico. Como si fuera lo mismo Verónico Cruz, el alumno de Juan José Camero en La deuda interna (1988) que conoce el mar como tripulante del Belgrano, que Chamorro o Astiz. 

Me pregunto cuánto de esa mala prensa que tenía entonces hablar de Malvinas, y por extensión todos los que habían combatido allí, la arrastramos hasta el presente. Cuánto de esa cerrazón a pensar en las experiencias de nuestros combatientes tuvieron que ver con las pésimas condiciones en la que regresaron a vivir a sus barrios, sus ciudades, sus provincias, los que sobrevivieron. 

Hay muchas marcas en la literatura reciente argentina que tienen que ver con el hundimiento del crucero. Pablo De Santis, en La marca del ganado, evoca una matanza de animales en un pequeño pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires, que en la época fueron atribuidos a visitantes extraterrestres. El ganado aparece mutilado de modo extraño. 

Es llamativo el hecho de que muchas de estas historias tienen por protagonistas a las víctimas desaparecidas del Belgrano, hundido por los británicos. ¿Acaso porque su destino se asemeja al de las víctimas del terrorismo de Estado? En efecto, la inmensa mayoría de las 323 víctimas del A.R.A. General Belgrano (c-4) figuraron como “desaparecidos”: están en el fondo del mar.

Pablo Ramos, en “El alimento del futuro” narra la historia de Gaby, un marino sobreviviente del crucero A.R.A. General Belgrano (c-4) que ha regresado cubierto de quemaduras a su barrio: 

Llegó la noticia quiere decir que todo el barrio se conmocionó y empezó a salir a la calle espontáneamente para terminar en una especie de procesión frente a la casa de la familia de nuestro amigo. De golpe la gente se juntaba en silencio y sin bandera sin cantar nada y con unas caras de algo que a mí me pareció en un principio sólo preocupación y que después entendí como preocupación y culpa (...) Alguien real, alguien a quien solíamos ver todos los días del año, flotaba ahora perdido, vivo o muerto, en el mar helado del sur.  No era una noticia en el diario, no era un número anónimo y lejano, era “el Gaby”, el que me había puesto de titular en un partido contra Dock Sud. El que lloró cuando en el sorteo de la colimba le tocó la Marina, no por tener que hacer la conscripción, sino porque iba a tener que cortarse el pelo.[2] 

El cuento plantea la contradicción que vivieron los soldados cuando regresaron de la guerra: 

-Está arrasado –le dijo papá a mamá, luego, en casa —y encima estos estúpidos lo tratan al pibe como si hubiese sido una víctima. Es un héroe de  guerra. Los que lo mandaron a la guerra son unos asesinos y los ingleses, ya lo sabemos, la peor de todas las basuras de esta tierra. 

Pero ese chico es un héroe (…) Está quemado en el 60 por ciento del cuerpo y tiene la espalda rota. Ya no va a caminar ni a tocar la guitarra ni nada de lo que le gustó toda la vida. Y eso, porque se metió una y otra vez, entre el fuego y los fierros al rojo, para rescatar a sus compañeros.[3]  

Sobrevivientes, la novela de Fernando Monaccelli, también tiene por tema el hundimiento del crucero: evoca la reaparición de un muerto en una balsa, hallada entre los hielos de la Antártida. Con la novedad de que lleva entre sus ropas un cuaderno donde su madre lee que al momento de morir estaba esperando un hijo. La búsqueda de los nietos, la pelea por la identidad, pero en un campo que el sentido común puede considerar inhabitual. 

Es llamativo el hecho de que muchas de estas historias tienen por protagonistas a las víctimas desaparecidas del Belgrano, hundido por los británicos. ¿Acaso porque su destino se asemeja al de las víctimas del terrorismo de Estado? En efecto, la inmensa mayoría de las 323 víctimas del Belgrano figuraron como “desaparecidos”: están en el fondo del mar. 

Tanto que la familia de uno de los muertos desaparecidos en el hundimiento del buque, cuando comenzó a funcionar la CONADEP, pensó que debía presentar su caso allí. 

Recuerdo hace unos cuantos años, una entrevista que le hice a David “Coco” Blaustein. Versaba sobre la militancia y el exilio, pero de repente, para mi grata sorpresa, Malvinas irrumpió de un modo potente: “Malvinas me agarra en parte en Nicaragua haciendo un documental que nunca se terminó sobre los indios Misquitos (...)  Me acuerdo perfectamente estar en Nicaragua y enterarme del hundimiento del Belgrano, en pleno rodaje de la película... Y me acuerdo que debe haber sido de las pocas veces en el exilio que lloré, porque de repente se me juntaron las imágenes de los pibes del Belgrano, hundiéndose, con la figura de Augusto Conte”. 

Augusto, el Motudo, el africano, era su amigo y compañero de militancia, y lo habían secuestrado mientras hacía el servicio militar en la Armada, el 7 de julio de 1976.  “Coco” Blaustein remataba diciendo: “Y me acuerdo que la imagen que yo tenía mientras lloraba es que... si el Motudo hubiese sobrevivido, probablemente podría haber perdido en Malvinas, que era como absurda la asociación, pero era evidentemente una especie de doble duelo”. 

Quiero pensar en esa idea de “doble duelo” porque creo que ahora que están de moda las grietas, esa es una más grande. Grande por añeja y, pienso cada 2 de mayo, cada vez que estamos en “los meses de Malvinas”, grande por  injusta.

·         1. (Waispek, Carlos, Balsa 44. Relato de un sobreviviente del crucero ARA General Belgrano, Buenos Aires, Editorial Vinciguerra, 1994, pág. 101 y ss.)

·         2. Pablo Ramos, “El alimento del futuro”, en Marcelo Birmajer y otros, Las otras islas. Antología, Buenos Aires, Alfaguara, 2012, pág. 107.

·         3.  Idem, pág. 108.





domingo, 5 de julio de 2020

Cruz La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate... @dealgunamanera...

El heroico valor en combate…


Una guerra: Malvinas. Situaciones extraordinarias. La acción inigualable de un puñado de hombres que fueron más allá de sus propios límites en la defensa de la Patria.

© Publicado el jueves 02/07/2020 por el Periódico Digital Gaceta Marinera de la Ciudad de Punta Alta, Provincia de Buenos Aires, República de los Argentinos.
En 74 jornadas de acción, algunos cayeron. Otros siguen velando por la memoria de aquellos días de guerra. Todos son parte del selecto grupo de los máximos héroes contemporáneos de la Nación, quienes se hicieron merecedores de la “Cruz La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate”.

Las condecoraciones por méritos adquiridos ante la Patria existen desde tiempos remotos. Fueron conocidas por los egipcios, los griegos y los romanos, por mencionar sólo algunos ejemplos antiguos. Podían otorgarse en forma de collares, cintos, medallones. Y debían llevarse ostensiblemente sobre la vestimenta. Este mandato de lucirlo no era arbitrario, sino que respondía al reconocimiento merecido por parte del pueblo de la persona que la portara, y también del portador, para brindar el ejemplo.


Sin querer entrar en un análisis falerístico, debemos mencionar que en los pueblos cristianos las condecoraciones han tenido comúnmente la forma de cruz ornamental, casi siempre dorada y esmaltada, con figuras e inscripciones alusivas y que se porta pendiendo de algún lazo, collar o cordón precioso.

En Argentina fueron comunes en distintos conflictos como la Guerra contra el Paraguay o campañas como la denominada Del Desierto o las de diversas exploraciones del territorio. Sin embargo, las condecoraciones más contemporáneas por una situación de combate pertenecen a la Guerra por las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, la cual dejó muchas páginas destacadas escritas en el libro de la defensa de nuestra soberanía. Algunos párrafos están colmados de heroísmo, coraje, inteligencia, entrega y un profundo amor por la Nación y por esa helada turba malvinense.

Desde el desembarco en las islas durante la Operación Rosario y hasta el mismo día del cese de fuego, aquel helado lunes 14 de junio de 1982, Argentina desplegó todos los medios disponibles para recuperar las islas Malvinas, usurpadas por el Reino Unido de Gran Bretaña en 1833. Fueron más de 23.000 combatientes. Más de 23.000 historias que componen la historia misma de la guerra.


Después de aquellos 74 días, después de los 649 caídos en combate y las heridas incurables de la batalla, todos los combatientes fueron condecorados por el Congreso de la Nación por haber defendido a la Patria. Algunos recibieron más de una distinción, esta vez otorgada por la Nación Argentina: al valor en combate, al muerto y al herido en combate. También medallas de cada Fuerza y de las Legislaturas de cada provincia.

Pero hubo sólo 20 guerreros argentinos que fueron reconocidos por la República con la más alta condecoración: “Cruz La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate”. Esta condecoración fue promovida por la Ley N° 22.607 del 15 de junio de 1982. Un día después de finalizada la guerra. Luego la normativa sería reemplazada por otras hasta la Ley N° 24.229. Ninguna de esas modificaciones cambió el reconocimiento de esos hombres.

El texto establece que “será concedida al personal militar, de las Fuerzas de Seguridad, Fuerzas Policiales, civiles, argentinos o extranjeros, que en combate motivado por acontecimientos extraordinarios revistan carácter de función de guerra, realicen aislados o en el ejercicio del mando, una acción ponderable que se destaque considerablemente de las pautas de conducta normalmente consideradas correctas”.

De los veinte condecorados de las Fuerzas Armadas que recibieron esta particular distinción, seis son de la Armada Argentina: cinco de sus filas orgánicas regulares y un conscripto que estaba destinado en el Batallón de Infantería de Marina Nº5 (BIM5). Estas son sus hazañas de guerra.

· Capitán de Fragata (post mortem) Pedro Edgardo Giachino, Agrupación Comandos Anfibios: condecorado por su valentía, heroísmo y liderazgo demostrados durante la Operación Rosario, mediante la cual se recuperaron las islas Malvinas. En dicha ocasión, el Capitán Giachino lideró sin abrir fuego ante las tropas británicas el asalto a la casa del Gobernador, donde al entrar por la fuerza fue recibido por intenso fuego de fusiles de Royal Marines, cayendo gravemente herido. Murió en el hospital de la localidad de Puerto Argentino el mismo 2 de abril de 1982, convirtiéndose en el primer caído de la guerra.


· Teniente de Navío Owen Guillermo Crippa, piloto de Aermacchi MB-339, Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque: condecorado por su heroísmo y arrojo demostrado en el primer ataque aéreo al desembarco británico en Puerto San Carlos, donde en solitario y con una aeronave liviana realizó un ataque al centro de la Flota británica allí basada, conformada por catorce navíos fuertemente defendidos por artillería antiaérea y misiles. Enfrentándose a todo el dispositivo abrumadoramente superior, el Teniente Crippa atacó exitosamente con cohetes no guiados a la fragata británica HMS “Argonaut”, dejándola fuera de servicio, para luego regresar mediante maniobras evasivas y un denso fuego antiaéreo del enemigo a su base operativa en Puerto Argentino.


· Teniente de Corbeta Héctor Omar Miño, Compañía de Ingenieros Anfibios: condecorado por ejecutar voluntariosamente delante de la posición misiones de alto nivel de riesgo y, cumplidas sus tareas específicas como ingeniero de combate, armarse como infante y rechazar a un enemigo numéricamente superior mediante cinco contrachoques conducidos personalmente, resultando herido al intentar proteger a un camarada cuya vida corría inminente peligro. Luego de reorganizar a su personal y dejarlo en posiciones seguras, se replegó 6 kilómetros por sus propios medios, con un proyectil alojado en una pierna, para luego negarse a ser atendido hasta que lo hubieran sido los subordinados heridos que lo acompañaban.

· Teniente de Corbeta Carlos Daniel Vázquez, Batallón de Infantería de Marina Nº 5, Compañía Nacar, 4ª Sección: condecorado por conducir su sección de tiradores con vigor y acierto en la defensa del monte Tumbledown contra el ataque de toda una unidad británica, recurriendo al fuego de la propia artillería y morteros sobre su posición, a fin de producir bajas al adversario sin reparar en su propia seguridad y recién resignar su posición después de resistir por tercera vez ataque enemigo, luego de haber agotado su munición y estar su sección prácticamente aniquilada.

· Suboficial Primero (post mortem) Julio Saturnino Castillo, Batallón de Infantería de Marina Nº 5, Compañía Nacar, 4ª Sección: condecorado por desempeñarse como Jefe de Grupo de la 4ª Sección de Tiradores, tener reiteradas actitudes de entrega al servicio y valor personal, lealtad y devoción hacia sus subalternos y superiores, antes y durante el combate final, combatiendo con fiereza y dando permanente ejemplo de valor personal. Supo conducir a sus hombres hasta caer abatido por el fuego adversario cuando trataba de salvar a un subordinado que estaba siendo muerto a bayonetazos por el enemigo. Un buque de la Armada Argentina recibió su nombre en su honor.

· Conscripto Clase 1962 Félix Ernesto Aguirre, Batallón de Infantería de Marina Nº 5, Compañía Nacar, 4ª Sección: formando parte de la 4ª Sección de Tiradores de la Compañía Nacar del BIM5, combate a distancia cuerpo a cuerpo, soportando una abrumadora superioridad del enemigo y el fuego de la propia artillería sobre su posición, resistiendo dos asaltos británicos. Es herido inicialmente en las piernas y, pese a ello, intenta auxiliar al Subteniente Silva herido mortalmente cerca suyo hasta que, finalmente, es nuevamente herido y muere en su posición de combate. Su conducta constituye un claro ejemplo de soldado y camarada.

Las máximas condecoraciones otorgadas al personal de la Armada Argentina recorren hechos heroicos que van desde aquel 2 de abril en que se recuperaron las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, hasta el mismo 14 de junio en que se estableció el cese de fuego.



Las máximas condecoraciones otorgadas al personal de la Armada Argentina recorren hechos heroicos que van desde aquel 2 de abril en que se recuperaron las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, hasta el mismo 14 de junio en que se estableció el cese de fuego.

Las historias de estos seis guerreros de la Nación no componen hechos aislados, sino que se enmarcan en un sinnúmero de acciones colmadas de valor, entrega y sentido de propósito llevadas a cabo por integrantes de la Armada en el mar o sobrevolando el cielo malvinense, junto a los miles de combatientes de los distintos batallones y fuerzas especiales.

Son muchas y valiosas, cargadas de coraje y amor por la Patria, las páginas gloriosas que dejó a la Armada Argentina el accionar de sus hombres durante la Guerra de Malvinas, junto a integrantes del Ejército Argentino y la Fuerza Aérea Argentina. También algunos aprendizajes que luego trazaron los lineamientos para nuevas doctrinas y adiestramientos.

Por eso la Armada Argentina agradece, en las historias de estos seis héroes sobresalientes, a todos los Veteranos de Guerra que formaron parte de aquella gesta. Son héroes de la Patria y tendrán por siempre un cálido y privilegiado lugar en nuestra Fuerza.