lunes, 13 de mayo de 2019

Los Olimareños, 60 años después… @dealgunamanera...

Los Olimareños, 60 años después…


El Pepe en alguna ocasión trastabilló con la letra. En otro momento una guitarra no sonó como quizás lo hacía años atrás. Pero ambos artistas hacen que uno olvide que son septuagenarios porque juntos, deslumbran con el mismo fulgor de antaño, con profesionalidad pero con enorme entrega, haciendo que sus seguidores, los de antes y los nuevos, agradezcan llenos de felicidad.

© Escrito por Américo Schvartzman el martes 30/04/2019, Director de la Vanguardia, Licenciado en Filosofía, Periodista. Autor de “Deliberación o Dependencia Ambiente, Licencia Social y Democracia Deliberativa”. (Editorial Prometeo 2013).

¿Cómo se explica que siga haciendo vibrar a miles una canción de Chicho Sánchez Ferlosio, que alude al enfrentamiento entre el gallo negro del franquismo (la versión hispánica del fascismo) y el rojo comunista en la Guerra Civil Española? ¿Cómo puede ser que el “Cielito” que escribió Mario Benedetti en 1969, aún pueda hablar del “abajo que se mueve” sin sonar ridículo o anacrónico para quienes escuchan? ¿Qué interpretan los que la escuchan y la cantan hoy, medio siglo después? ¿O el “Simón Bolívar Simón” escrito en los 60 por Rubén Lena, aquel que recuerda –tras enumerar los méritos del libertador venezolano– que en el sur está “la voz amiga, en la voz de José Artigas / que también tiene razón”? ¿Qué pasa cuando se escucha hoy el “Orejano”, escrito por el insólito poeta y subcomisario anarco Serafín J. García, que reniega de caudillos y de elecciones, y sugiere criar a los gurises “infieles / aunque el cura grite que irán al infierno”? ¿O cuando reflexiona que al traerse la china pal rancho “me he olvidao que hay jueces pa’ hacer casamiento, / y que nada vale la mujer más güena / si su hombre por ella no ha pagao derechos”?

Canciones inoxidables por razones misteriosas: canciones que hicieron que un dúo nacido seis décadas atrás y que llegó a ser –según afirman estudiosos orientales– “la propuesta musical más popular del Uruguay desde Carlos Gardel”, y que ha llenado estadios en la Argentina, pueda hacerlo aún hoy. Porque según ellos mismos, según el dúo, son esas canciones la razón de su éxito y de su permanencia. “Son las canciones. Aunque por supuesto, algo les debemos de haber puesto nosotros”, dice Pepe Guerra.

Y si usted está leyendo esta nota, que habla sobre ese dúo, no es casualidad. Si llegó hasta acá en una época en la que la mayoría de las personas solamente leen títulos y copetes (y por desgracia creen que con eso alcanza para estar informado o tomar posición) es que usted no es de ésos. Pero además sabe quiénes son Los Olimareños.

Canciones inoxidables por razones misteriosas: canciones que hicieron que un dúo nacido seis décadas atrás y que llegó a ser –según afirman estudiosos orientales–  “la propuesta musical más popular del Uruguay desde Carlos Gardel”, y que ha llenado estadios en la Argentina, pueda hacerlo aún hoy.

Sesenta años. Seis décadas. 1960. El 80 por ciento de las personas que viven hoy en la Argentina no había nacido aun cuando Braulio López y José Luis Pepe Guerra formaron aquel dúo en la ciudad uruguaya de Treinta y Tres, a orillas del río Olimar, y de ahí el nombre.

Después de muchos años distanciados, volvieron a reunirse en 2009, con un show multitudinario en el estadio Centenario de Montevideo. Aunque ellos dicen que nunca se separaron: “Yo no lo llamo así, sino que cada tanto descansamos”, explica Braulio López. Hicieron varios recitales (incluso en la Argentina), y desde entonces, “descanso”. Muchos mitos rodean al dúo: que no se hablan, que se pelearon feo, que se juntan solo por necesidad. Nada de eso le importa a los miles que se conmueven y disfrutan de antemano al enterarse de una nueva actuación, de una nueva oportunidad para verlos, en Buenos Aires o en Montevideo, en Cosquín o en Paysandú.

Presencié el último show, el pasado 20 de abril, en el Anfiteatro del Río Uruguay, en Paysandú, ocho años después de su última actuación allí. Ante varios miles de personas Braulio López y Pepe Guerra brindaron una treintena de canciones, todas emblemáticas, todas coreadas por la mayoría, y una buena parte cantadas de punta a punta por muchas de las personas presentes. “Todas son hits”, dijo una mujer cuando alguien a su lado calificó así a la que estaba sonando (“Los dos gallos”… aunque en serio podría haber sido casi cualquiera otra). Pero vamos de a poco.


La noche se había puesto muy fresca y la previa había sido larga, aunque con buenos espectáculos: Diego Sosa, Juan Mendiverry y Chacho Ramos, todos cumpliendo bien con su parte. Aunque acá cabe mencionar especialmente la presentación de la gran Laura Canoura: un espectáculo de primer nivel, con poca relación con lo que venía después, que no obstante el público apreció con respeto y buena disposición. Y que terminó aplaudiendo de pie, porque Canoura realmente está en el mejor momento de su trayectoria: cantando como los dioses, con un repertorio muy acertado, una banda ajustadísima, y un tino sin igual para incorporar una canción propia (la milonga “Alfombra roja”: “Me levanté decidida / no voy a aguantarte más / no esperes alfombra roja / para rajarte de acá”.) Una canción que le permitió entrar en el corazón de todas (absolutamente todas) las mujeres presentes, y también de muchos hombres, algunos que valoran la lucha feminista pero también muchos otros por el sentido del humor y la calidad.

Luego vino lo esperado. Con algunas demoras en el inicio, porque la guitarra de Braulio no se escuchaba en el monitor del escenario. Y tras arrancar con “Del templao”, las canciones de siempre de Los Olimareños fueron sucediéndose sin que hablaran demasiado los artistas. Vestidos de negro ambos, el Pepe con su gorra de siempre y sentado casi todo el espectáculo, Braulio de pie. No era necesario hablar, y lo hicieron solo en la medida justa: apenas algunos juegos de palabras en relación con los problemitas de sonido. El público empezó a pedirle canciones desde el primer minuto y muchísimas personas registraban el momento con sus celulares, en un clima de gran emoción, pero también de alegría.

El sonido es el de siempre: la inconfundible forma de tocar las guitarras, y el extraordinario trabajo vocal en el que pareciera que el tiempo transcurrido los mejoró en lugar de afectarlos.

Sí, alegría era lo que se veía en los rostros de la gente presente, en su gran mayoría sanducera, pero con presencia numerosos argentinos del otro lado del río, que no desaprovecharon la oportunidad; un público compuesto por adultos predominantemente, pero con buena presencia de jóvenes. Y las caras de felicidad. La sensación es que toda esa gente está convencida de que volverá a verlos pronto, que Los Olima tienen para rato. Quizás por eso la emoción era tan serena y sin nostalgia o melancolía. “Estoy tan contenta, y tengo la garganta apretada a la vez”, definió una cuarentona presente.

El Pepe en alguna ocasión trastabilló con la letra. En otro momento una guitarra no sonó como quizás lo hacía años atrás. Pero ambos artistas hacen que uno olvide que son septuagenarios (Braulio López tiene 77 y Pepe Guerra 75) porque juntos, deslumbran con el mismo fulgor de antaño, con profesionalidad pero con enorme entrega, produciendo un concierto memorable, que el público agradeció lleno de felicidad.


El impresionante repertorio que caracterizó a Los Olimareños está atravesado por la obra (tal vez no reconocida del todo fuera del Uruguay) de autores como Rubén Lena y Víctor Lima, o José Carbajal y Aníbal Sampayo, pero también con canciones de su propia autoría o popularizando en la región obras de otras latitudes del continente, con una preferencia por la música llanera venezolana. O tomando riesgos artísticos insólitos para la época como el legendario disco “Todos detrás de Momo”, de 1971, que creó la canción carnavalera e instaló lazos definitivos entre folklore y murga. No podía faltar, claro, la “Retirada” de ese disco (casi una descripción de lo que sucedía: “Suena antigua / Una música perfecta  / Y en el cielo temblorosas / Lloran de amor las estrellas…”).

Y vinieron “La sencillita” y “De cojinillo”, “Nuestro camino” e “Isla Patrulla”, “Adiós a Salto” y “La niña de Guatemala”, “Angelitos negros” y “Ta llorando”. No podían faltar. Tampoco faltar el homenaje en los pagos de Sampayo, que llegó de la mano de las “Coplitas del pescador”. Y, entreveradas, aquellas que sesgaron para siempre el destino del dúo: prohibición, persecución, exilio, pero también el respeto, la solidaridad y la admiración de las viejas y las nuevas generaciones. Las canciones comprometidas “sobre todo con los de abajo”, como dice Braulio: “Simón Bolívar”, “Milonga del fusilado”, “Los dos gallos”, “Cielito del 69”.

Todo pareció abonar la afirmación de Braulio López respecto del valor del compromiso en sus canciones: “No nos equivocamos, porque el tiempo nos dio la razón de que lo que pregonábamos es correcto: si no, no estaríamos haciendo un recital ahora. Eso para mí también tiene un valor.”

El público agradecía todo el tiempo, se emocionaba o hacía palmas, se ponía de pie para enfatizar el sentimiento compartido. Después de “Orejano” los artistas agradecieron, empezando a despedirse. “¿Ya?” se preguntó todo el mundo. Pero aún faltaban los bises. Y el cierre, que fue con dos de las canciones más emblemáticas, dos himnos: “A mi gente”, de José Carbajal, el Sabalero, y “A don José”. Ésta última, concebida como canción escolar por Rubén Lena y convertida en vibrante homenaje artiguista, es cantada hoy hasta por los milicos en el Uruguay. No exagero: en 2003 fue declarada “himno cultural y popular uruguayo” por la ley 17.698 y hoy forma parte del repertorio del Ejército.

Es difícil saber qué porcentaje de la piel de los presentes no se erizó en el estribillo “Con libertad / ni ofendo ni temo…”. Todo pareció abonar la afirmación de Braulio López respecto del valor del compromiso en sus canciones: “No nos equivocamos, porque el tiempo nos dio la razón de que lo que pregonábamos es correcto: si no, no estaríamos haciendo un recital ahora. Eso para mí también tiene un valor.” En efecto. Tienen razón.

Los Olimareños 20 Años 1982 Disco completo



Los protagonistas de la Armada que descansan en Darwin… @dealgunamanera...

Paz a los hombres: los protagonistas de la Armada que descansan en Darwin…


A 37 años del Conflicto del Atlántico Sur, el Proyecto Humanitario Malvinas está por concluir su misión. A los 90 soldados identificados hasta marzo de 2018 se les sumaron 22 reconocimientos de identidades durante el último año. Restan 10.

© Publicado el Martes 07/05/2019 por el Periódico Digital Gaceta Marinera de la Ciudad de Punta Alta, Provincia de Buenos Aires.

De tal manera, ya fueron reconocidos 112 cuerpos de soldados argentinos que murieron en la Guerra de Malvinas y que yacían bajo una lápida con la inscripción “Soldado argentino conocido sólo por Dios”.

En las lápidas no hay rangos militares, sólo los nombres. Sus familiares pudieron viajar a reencontrarse con ellos, los primeros el 26 de marzo de 2018 y los siguientes el 13 de marzo de 2019. Estas son algunas de sus historias y parte de lo que debió sortearse en estos 37 años para lograr su identificación.

LOS COMIENZOS DE LA MISIÓN

La fundación “No me olvides” surgió en 2008 en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Está conformada por madres de caídos en la Guerra de Malvinas, veteranos de guerra y civiles que adhieren a la causa del Conflicto del Atlántico Sur. Trabaja para integrar de manera activa a padres, hijos de ex combatientes y diferentes centros de veteranos de guerra e instituciones educativas y de salud. Participar de los diferentes proyectos de “No me olvides” permite a los padres sentirse útiles, convirtiendo el dolor en energía creativa y solidaria.

La fundación es la impulsora de la investigación y del proyecto de realización de exámenes de ADN para identificar a los 121 caídos argentinos sepultados en el Cementerio de Darwin. La iniciativa fue anunciada durante un acto por el 2 de abril en 2012 desde Ushuaia, en la voz de la entonces Presidente Cristina Fernández de Kirchner. El 14 de junio del mismo año fue presentado ante las Naciones Unidas.


En 2008, José Luis Capurro, Julio Aro y Miguel Raschia habían viajado a Londres en representación de la fundación para conocer e intercambiar experiencias con veteranos de guerra ingleses. El último día de su visita conocieron al Coronel británico Geoffrey Cardozo, que fue responsable de la construcción del Cementerio Darwin y de dar sepultura a los caídos sin nombre. Cardozo entregó a la comitiva un sobre que guardó por 36 años y les dijo: “Ustedes sabrán qué hacer con él”.

Al traducir los documentos dieron con los datos que recabó el militar inglés encargado de recoger los cuerpos en el campo de batalla, limpiarlos, registrar sus pertenencias y darles sepultura. Los soldados argentinos tenían cartas y otros elementos que figuraron en este informe y dieron los primeros indicios para poder saber quién está enterrado en cada una de las tumbas.

En abril de 2011, los marplatenses conocieron a la periodista Gabriela Coccifi, le comentaron los detalles del informe conseguido en la isla británica y la posibilidad de gestionar exámenes de ADN para lograr la identificación de cada cuerpo desconocido en Darwin. La periodista conectó a la fundación con el Equipo Argentino de Antropología Forense, quien certificó que el proyecto era viable obteniendo una simple muestra de sangre de un familiar de cada uno de los caídos en la guerra.


Para darle mayor visibilidad, Gabriela Coccifi envió un mail al músico inglés Roger Waters, conociendo el interés del ex Pink Floyd por las causas en torno a la guerra. Tuvo éxito al contactarse con el músico y a principios de 2012, Waters pidió conocer datos del proyecto. En marzo de 2012, él visitó a Cristina Fernández de Kirchner y expuso sobre el estado de la situación, explicándole la importante misión humanitaria que representa la identificación de los soldados argentinos.

De forma inmediata, la ex Presidente dio instrucciones para que desde el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos pusieran la estructura necesaria y realizaran un pedido formal ante la Organización de las Naciones Unidas.

De izquierda a derecha: Julio Aro y Geoffrey Cardozo

Las HISTORIAS EN PRIMERA PERSONA

Durante 37 años, los familiares de quienes lucharon y cayeron en las islas, desearon darles un abrazo final. Hoy, al menos, saben cuál es el sitio de su descanso final.

Links:

El descanso eterno del aviador
El Coronel inglés que dio sepultura en Darwin a los argentinos caídos en combate
Reencuentro con papá


domingo, 12 de mayo de 2019

Puntos de inflexión… @dealgunamanera...

Puntos de inflexión…

¿Vuelve? Dibujo: Pablo Temes.

Resulta una votación clave para el armado nacional del Gobierno y la oposición. Cristina al descubierto.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 12/05/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

No va a ser Donald Trump el que lo salve a Macri. Tampoco lo salvará la obra pública. Si los indicadores socioeconómicos no mejoran, el Presidente será derrotado en la elección de octubre próximo. Al día de hoy, todas las encuestas muestran que no hay destino de reelección para él. Su figura es, hoy en día, un salvavidas de plomo que hunde a todos. Y en ese universo de “todos” está incluida María Eugenia Vidal. Por eso, las voces que claman por un “Plan V”, en especial el círculo rojo, no cesan en sus pedidos para que Macri dé un paso al costado.

De lejos se ve venir... Hoy el oficialismo va a experimentar una nueva derrota en la elección a gobernador de la provincia de Córdoba. Si las encuestas no se equivocan, lo que auguran es que la caída sea por una diferencia amplia. Córdoba fue la llave que le abrió el camino del triunfo a Macri en noviembre de 2015. Eso es historia. La ilusión de conquistar la Gobernación de la provincia que floreció tras las elecciones de octubre de 2017 se ha marchitado. Lo que hoy en día capea por allí es un aire de derrota que se extiende al ámbito nacional. Es curioso lo que ha venido sucediendo en cada una de las cinco provincias –Neuquén, Río Negro, Entre Ríos, San Juan y la de hoy en Córdoba– en las que hubo elecciones hasta aquí: tanto los candidatos a los que apoyó el Presidente como a los que apoyó Cristina Fernández de Kirchner, perdieron. En el caso de La Docta, para evitar esa circunstancia, el kirchnerismo decidió bajar a su candidato y unirse a las filas del gobernador que está a punto de ser reelecto. Juan Scharetti será a partir de hoy una figura clave en todo el armado electoral del peronismo. Si bien su alineamiento dentro de Alternativa Federal es claro, desde el kirchnerismo buscarán tender puentes con él. Lo mismo intentará hacer Macri.

En el radicalismo las aguas están revueltas. La Convención Nacional que se reúne el 27 de este mes será agitada. El nivel de crítica existente hacia el núcleo duro del PRO, que empieza en Marcos Peña y termina en el Presidente, se multiplica. Quienes lo han escuchado a Federico Storani luego de su reunión con el jefe de Gabinete dan cuenta de la paupérrima impresión que se llevó de él. Storani es el actual vicepresidente de la UCR. No son pocos los que vienen expresando su voluntad de apoyar a Roberto Lavagna. De entre ellos sobresale el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, quien expresó su deseo de que Cambiemos se amplíe para dar pie a una interna que incluya al ex ministro de Economía. En ese marco, el resultado de la elección en Córdoba tendrá importancia. Si Mario Negri supera  a Ramón Mestre con cierta holgura, se impondrá su postura afín al mantenimiento del status quo dentro de Cambiemos. Si el que gana, en cambio, es Mestre las cosas serán diferentes. El actual intendente de Córdoba lo dijo con todas las letras hace pocos días: “hace falta un nuevo Cambiemos”.

Campaña. Como se preveía, la presentación de su libro Sinceramente, fue el puntapié inicial de la campaña electoral de Cristina Fernández de Kirchner. Lo que viene pasando con su candidatura es la repetición de lo sucedido en 2011, cuando jugó con la incógnita hasta el último minuto, con la idea de generar un “movimiento clamor”. En lo subterráneo hay un punto muy importante de conversación que se está dando entre el kirchnerismo y el massismo. En el entorno de CFK tienen clara conciencia de que, para ganar, es imprescindible un acuerdo con el ex intendente de Tigre.

Córdoba le abrió el camino del triunfo a Mauricio Macri en 2015. Eso es historia.

Si ello no ocurre, lo que se puede dar es que la ex presidenta gane la provincia de Buenos Aires –y que por arrastre imponga al gobernador porque en la Provincia no hay segunda vuelta– y que en el ballottage a nivel nacional pierda. Un eventual acuerdo con Massa para que sea candidato a gobernador, le evitaría a CFK la presión que está recibiendo de los intendentes del Conurbano que no lo quieren a Axel Kicillof. Así como ocurrió en 2011, se vio en CFK una postura de “abuenada” que, hay que reconocerlo, en aquel momento le dio buenos resultados. Claro que, después, están sus dichos y el de muchos de los que la acompañan y los hechos.

De los hechos, el más inquietante fue el que sufrió nuestra colega María Eugenia Duffard, una muestra de intolerancia que está en las entrañas de muchos de los que apoyan a la ex presidenta. El episodio fue inquietante, por el nivel de agresividad que se vio y se escuchó, y porque representa un estado de situación que se proyecta hacia el futuro si es que CFK gana, circunstancia que hoy en día es indiscutiblemente posible.

Proyectos. El otro tema que produjo escozor fue la idea que lanzó la ex mandataria sobre la necesidad de ir a un nuevo “contrato social”. Lo primero que se impone preguntarse es a qué “contrato social” se refiere: al de John Locke, al de Thomas Hobbes o al Jean Jacques Rousseau. Locke sostiene que con el objetivo de vivir en libertad y en paz, el ser humano debe renunciar a alguno de sus derechos naturales en pos de alcanzar el pleno derecho a la vida, la libertad y la protección de su propiedad y que, si esto no es respetado puede rebelarse contra el poder de turno.

Hobbes, en cambio, propugna que las personas ceden sus derechos al Estado, que el único derecho que mantiene es el derecho a la vida y que no les está permitido rebelarse porque el Estado siempre es justo.

Rousseau descarta que el vínculo se halle en la fuerza o la sumisión, sino que por el contrario, los hombres voluntariamente renuncian a un estado de natural inocencia para someterse a las reglas de la sociedad, a cambio de beneficios mayores inherentes al intercambio social. Este consentimiento voluntario se materializa a través de un contrato, “el contrato social” en este caso.

Lo inquietante de toda esta discusión de filosofía política es que nos lleva a un estado preconstitucional. Y ahí resuenan los ecos de las voces de quienes como Mempo Giardinelli o Eugenio Zaffaroni se han expresado abiertamente a favor de una nueva reforma de la Constitución Nacional en la cual anida una idea de anulación del concepto de un Poder Judicial independiente sin el cual no hay república posible. Cada vez que en nuestro país se reformó la Constitución se lo hizo con un solo objetivo: asegurar la permanencia en el poder del oficialismo de turno y con mayores poderes. La idea de la suma del poder público es lo que intentó CFK con su proyecto frustrado de democratización de la Justicia. Y la idea de la permanencia en el poder, es lo que habría buscado a través de una reforma constitucional que se hubiese llevado a cabo de no haber ganado Sergio Massa la elección legislativa de 2013. Esa es la verdad.

Producción periodística: Lucía Di Carlo. 


domingo, 5 de mayo de 2019

Operación Libertad. A Guaidó lo apoya la calle, y a Maduro los cuarteles… @dealgunamanera…

A Guaidó lo apoya la calle, y a Maduro los cuarteles… 

Contraste. El “presidente encargado” aparece continuamente rodeado de civiles y gente en las calles, su mayor fortaleza. El mandatario que ocupa Miraflores se muestra una y otra vez con militares, que representan el verdadero sostén de su poder. Fotografía: AFP y AP

El columnista del Diario Perfil retrata a una población agobiada y explica por qué fracasó la "Operación Libertad" encabezada por Juan Guaidó.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 05/05/2019 y publicado por el Diario Perfil de la República Argentina.

La insurrección destinada a remover del poder a Nicolás Maduro era algo que estaba acordado. Según cuatro fuentes consultadas en Caracas, dos independientes, una vinculada a Juan Guaidó y otra vinculada al gobierno de Maduro, los hechos del martes 30 de abril fueron como se describen a continuación.

Arreglo. El acuerdo se dio entre las Fuerzas Armadas que respondían –y siguen respondiendo– a Maduro y Leopoldo López, que había tenido una activa participación en el diálogo con la cúpula de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, y también con el temible Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), diálogo en el que también hubo alguna participación el gobierno de Estados Unidos.

¿Cuál era el arreglo? La liberación de Leopoldo López se iba a producir en la madrugada del miércoles 1 de mayo e inmediatamente después iba a seguir a esto una marcha de López y Guaidó a la base aérea de La Carlota, en Caracas. Ese iba a ser el puntapié inicial de un levantamiento generalizado de las Fuerzas Armadas en todo el territorio. Se había dispuesto una salida de Maduro del país y, por supuesto, el acuerdo garantizaba la amnistía de la cúpula militar.

Pero en ese momento se produjo una filtración –que tal vez pudo haber provenido de algún sector militar que no tuvo una adecuada comunicación, o no estuvo muy convencido de estos hechos– y esto aceleró una reunión del Tribunal Superior de Justicia de Venezuela (TSJ), que dispuso una acordada para ordenar la vuelta a prisión de Leopoldo López.

Advertida de esto, una de las integrantes del TSJ, la jueza Marisela Godoy, renunció al tribunal, porque no estaba de acuerdo con “las medidas que se van a adoptar”, es decir, la detención y el traslado de Leopoldo López de su arresto domiciliario a la cárcel. Ante esto fue que acató la orden de indulto de Guaidó y liberó a López, porque liberarlo de su prisión domiciliaria era mucho más fácil que intentar liberarlo de una prisión, lo que hubiera significado una operación de mayor envergadura, con costo en vidas, para la cual, además, el Sebin no estaba preparado.

Por lo tanto, el comienzo de la Operación Libertad se adelantó 24 horas, y cuando López fue liberado en los cuarteles todo el mundo dormía. Esta situación produjo desconcierto. El apoyo que esperaban Guaidó y López no ocurrió, y esto le dio tiempo a Maduro para rehacerse, y la comunicación que existía entre funcionarios importantes del gobierno de Estados Unidos y la cúpula militar de las Fuerzas Armadas Bolivarianas se canceló. De ahí surge aquella expresión por parte de los negociadores del gobierno de Trump que decían “estamos llamando a los celulares y los celulares se apagaron”.

El comienzo de la Operación Libertad se adelantó 24 horas, y cuando López fue liberado en los cuarteles todo el mundo dormía. Esta situación produjo desconcierto. El apoyo que esperaban Guaidó y López no ocurrió, y esto le dio tiempo a Maduro para rehacerse.

Ante la falta de coordinación que se observó ese día como consecuencia del adelantamiento de la operación, algunos militares que vieron que el factor sorpresa se había perdido rápidamente se apresuraron a quedarse en su lugar y proclamar una vez más su lealtad a Maduro.

Así se produjo el fracaso de la Operación Libertad, que además se puso en marcha un día laboral, lo que impidió que la gente se manifestara en las calles como lo hizo el 1 de mayo, cuando esto estaba ya organizado. Tampoco había una información clara de lo que estaba sucediendo y, por ende, la calle no le respondió a Guaidó. Lo que ocurrió el martes 30 marcó, desde el punto de vista de los hechos, el fracaso del movimiento insurreccional que pensaba llevar adelante el “Presidente encargado”.

Características. El viernes estuve en la conferencia de prensa que dio el presidente alterno Juan Guaidó, y realmente fue una interesante experiencia verlo, escucharlo. ¿Cómo lo vi? Guaidó tiene una característica muy curiosa: su timbre de voz es bastante similar al de Hugo Chávez, luce relajado, tranquilo, sonriente, responde a las preguntas con serenidad, con argumentos sólidos y con una estrategia estudiada. A la pregunta sobre si fue un fracaso el episodio del 30 de abril, responde: “Fracaso es la falta de energía eléctrica, la falta de agua, la falta de alimentos, la hiperinflación, los salarios indignos que se ganan en Venezuela”. Es un argumento claramente planificado.

Sin duda, en lo que expresa Guaidó y en lo que se vio en la conferencia de prensa, es evidente su seguridad de que hoy Maduro no puede con él y son muy claros sus dos objetivos centrales: la formación de un gobierno de transición, y que ese gobierno convoque a elecciones libres y transparentes en Venezuela.

Guaidó tiene dos objetivos centrales: la formación de un gobierno de transición, y que ese gobierno convoque a elecciones libres y transparentes en Venezuela.

Tras estos dos objetivos están toda su iniciativa, toda su acción y la de aquellos que lo acompañan. En la conferencia, Guaidó confirmó las negociaciones con los militares de las cuales había hablado Leopoldo López y se mostró confiado por el apoyo internacional que tienen su gestión y su gobierno.

Ecuación. Así las cosas, está planteada aquí en Venezuela una especie de ecuación política muy simple, muy clara y obviamente muy extrema: a Guaidó lo apoya la calle; a Maduro, los cuarteles. El contraste es fuerte: mientras Guaidó se muestra sonriente y relajado, Maduro aparece enojado y amenazante. No significa esto que la disputa esté terminada.

Esta ecuación de la cual hablábamos –para Guaidó la calle y para Maduro los cuarteles– sin duda representa una disparidad: la disparidad de las armas. Quien tiene las armas es el gobierno de Maduro, a quien le responden las Fuerzas Armadas. Mientras tenga ese respaldo militar, va a ser difícil que Guaidó pueda acceder –a través de la calle– al gobierno.

La esperanza de Guaidó es ir demoliendo el respaldo militar que tiene Maduro poco a poco, casi jornada tras jornada. ¿Cuánto llevará eso? No se sabe, ni tampoco si se logrará. Es evidente que Estados Unidos cumplió un rol en toda esta intentona que, también es evidente, no se detendrá por el episodio del 30 de abril.

La esperanza de Guaidó es ir demoliendo el respaldo militar que tiene Maduro poco a poco, casi jornada tras jornada. ¿Cuánto llevará eso? No se sabe, ni tampoco si se logrará.

Pero, además, es claro lo que representa hoy la situación de Venezuela. El gobierno de Nicolás Maduro tiene una nulidad de origen muy importante. Guaidó apuesta a sostener su legitimidad en medio de una discusión de nunca acabar, que está claramente orientada por la ideología de cada uno de los bandos: para quienes apoyan a Maduro, la ilegitimidad es de Guaidó; para quienes apoyan a Guaidó, la ilegitimidad es de Maduro.

Tregua. La jornada del sábado evidenció lo que ha representado lo sucedido entre el martes 30 y el miércoles 1. Se vive una especie de tregua. No hubo la cantidad de gente que seguramente esperaba Guaidó en las marchas que se realizaron a lo largo de todo el país para entregar en los cuarteles un petitorio que pide a los militares que dejen de apoyar a Maduro y vuelquen ese apoyo a Guaidó.

Está claro que hay un proceso en marcha que es imparable, y está claro también para Guaidó, para Leopoldo López y para todos lo que lo apoyan que habrá necesidad de mucho más trabajo en pos de convencer a las Fuerzas Armadas de este paso: cesar el apoyo a Maduro para transformarlo en apoyo a Guaidó.

La población quedó impactada por lo que sucedió el martes y el miércoles, y si bien es evidente que la calle está con Guaidó, eso no significa que la partida esté definida.

La población quedó impactada por lo que sucedió el martes y el miércoles, y si bien es evidente que la calle está con Guaidó, eso no significa que la partida esté definida.

La realidad muestra que las Fuerzas Armadas serán la clave de esta situación institucional inédita que vive Venezuela y que es absolutamente trágica. La calle también será imprescindible. Con ella, Guaidó tiene poder y protección, lo que le impide a Maduro sacarse esa “espina” que representa la presidencia alternativa.

Pero sin las Fuerzas Armadas Guaidó no podrá acceder al poder. Su propuesta de entregar el petitorio en los cuarteles confirma que ha comprendido que ese es el paso que le falta.

Legitimidad y poder. Como dicen algunos, Guaidó tiene una creciente legitimidad, pero no tiene el ejercicio del poder. Este es su mayor problema y –por ahora– la seguridad que tiene Maduro. Ayer fue un día intenso en Venezuela: hubo redadas en búsqueda de los militares que apoyaron la frustrada sublevación y allanamientos en el Sebin, donde se cree que tuvo un germen muy importante y fundamental toda esta intentona.

Esta es la dramática, incierta y trágica situación de Venezuela. Dramática porque no se sabe cuánto se extenderá, pero sí que tendrá un final: uno de los dos se impondrá, porque la convivencia perenne entre los dos será imposible y está claro que el tiempo juega a favor de Maduro. Naturalmente, esto es algo que Guaidó y quienes forman parte de su gobierno alternativo deberán tener en cuenta. El acto del 30 así lo demuestra; el tiempo es un factor de enorme importancia, no tanto porque le permita a Maduro sumar fuerzas, sino porque se lo impide hacer a Guaidó.

A medida que el tiempo pase, la presencia de la gente en las calles será más difícil, es lo que demuestra la historia reciente de Venezuela, una historia que, según lo expresado en las últimas horas por Guaidó, él aprendió.

La voluntad de las Fuerzas Armadas en cuanto a su apoyo a Maduro es algo que tendrá que obtener Juan Guaidó en base a negociaciones intensas, sostenidas, secretas y fundamentadas. Esta es la tristeza de Venezuela: la solución de la crisis venezolana está en manos del poder militar. Esta tristeza marca la declinación de la vida democrática en Venezuela, que supo ser bastión de libertad durante los tiempos en que muchas dictaduras se enseñorearon en toda América Latina.

La solución de la crisis venezolana está en manos del poder militar.

Sobre esta base está la expectativa de la negociación internacional. La realidad interna demuestra que, frustrado lo del 30 de abril, lo de Trump ha quedado solo en palabras. El tema es qué plan B pueda tener Estados Unidos para cambiar el destino de los hechos en Venezuela. Hasta ahora no hay uno. El martes se utilizó una bala de plata que falló, y esto también complica la estrategia diplomática activa e intensa que hasta aquí ha tenido Trump buscando la salida de Maduro.

El martes estuvo cerca; hoy está lejano, en cuanto a la inminencia que pudo haber tenido a partir de la trama que se conoció sobre los hechos del golpe insurreccional frustrado del 30 de abril.

Una Venezuela dramática, trágica e increíblemente violenta. En medio de esta disputa de legitimidad política entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó está el padecer que vive Venezuela. Esto es lo importante y lo dramático, lo que se verifica día tras día: el deterioro de las condiciones de vida de los venezolanos.

Transitar por las calles de Caracas significa ver autos viejosedificios desvencijadosgente haciendo cola para conseguir los alimentos que haya. Significa enterarse de lo que representan salarios de miseria absolutajubilados haciendo fila para cobrar haberes de 18 mil bolívares, equivalentes a 3 dólares al cambio paralelo y 6 dólares al cambio legal.

Transitar Caracas nos da una clara noción de la doble vida a la cual deben exponerse los venezolanos. A nadie le alcanza con un solo trabajo para vivir, todos deben tener algún otro, tal vez en negro, para poder subsistir. Esta idea de la subsistencia es la que hoy marca el ritmo entre los ciudadanos venezolanos, por eso una de las cosas que se escuchan en aquellos que están a favor de Guaidó es “preferimos morir peleando que morir de hambre”.

De todos modos, el episodio del 30 de abril dejó una huella, un sabor amargo en los que apoyan a Juan Guaidó, que en las marchas de ayer se vio claramente. Si bien la calle está presente, lo está con el temor que produjo la represión. Las cinco muertes y los heridos generan miedo entre los manifestantes que se aferran a una esperanza sin plazos que, para muchos, es desesperanza.

Esta es la realidad de una Venezuela dramática y trágica, de una Venezuela increíblemente violenta, donde los delincuentes hoy no roban más casas, porque allí no hay plata, sino objetos que no pueden venderle a nadie. Una Venezuela donde el surrealismo mágico se hace realidad, y cada vez que esto sucede, significa el sufrimiento de la gente.

Por todo esto, quienes pueden irse del país bregan por hacerlo, haciendo colas y trámites interminables para lograr el pasaporte que les permita el acceso a un presente mejor que este, que los deja sin futuro.

CP




Hipocresía argentina… @dealgunamanera…

Provocaciones…

Tension. Venezolanos exiliados y argentinos chavistas chocaron frente a la embajada en Bs. As. Fotografía: CEDOC PERFIL

El 30 de Abril hubo decenas de miles de manifestantes en la calle, donde ejercieron su derecho a protestar contra el gobierno de Macri. También se cantó por el regreso de Cristina Kirchner. A la tarde de ese mismo día, frente a la embajada de Venezuela, un grupo de exiliados manifestó su apoyo a la protesta contra Maduro que había estallado en Caracas. Los hostilizaron aguerridos defensores locales del “madurismo”; volaron trompadas, le arrebataron el teléfono a un repartidor. La Policía de la Ciudad intervino, excesiva e ineficaz, como es costumbre.

© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 04/05/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Los exiliados venezolanos ejercían su derecho y no es difícil comprenderlos, porque Maduro es una hipérbole de rasgos que estuvieron presentes en el chavismo, pero que ahora alcanzan un indecente paroxismo de intolerancia. Lo que en Chávez era una ideología expresada con talento oratorio, con Maduro perdió expresividad y carisma. Lo suyo es el verticalismo impuesto por la fuerza o la corrupción.

Los defensores argentinos de Maduro alegan que hay que aguantarlo todo con tal de enfrentar al imperialismo. Hay que aceptar la falta de comida y la subordinación a un jefe vociferante e inepto como si fuera una prueba heroica. Solo quienes no pasan privaciones piden tales sacrificios: enfrenten ustedes al imperialismo, mientras aquí nosotros todavía tenemos Parlamento, somos legisladores o funcionarios, cobramos dieta, viajamos, vamos a la universidad, publicamos nuestras ideas. Aguanten ustedes.

A los venezolanos los vemos en Buenos Aires todos los días trabajando en lo que consiguen, decenas de horas en bicicleta repartiendo los deliveries de porteños más afortunados; decenas de horas limpiando o atendiendo bares, cobrando en negro, viviendo en una ciudad extranjera donde se los distingue por su acento y donde compiten por los peores trabajos.

Son inmigrantes, esa condición que los discursos recogen con hospitalidad ampulosa y la realidad desmiente. A los venezolanos millonarios y proimperialistas nunca tuve oportunidad de verlos todos los días en el transporte público, ni cargando un cajón de Glovo. Deben haber elegido ciudades como Miami para pasar el rato.

Pues bien, esos trabajadores venezolanos estaban en Buenos Aires, frente a la embajada de su país, apoyando a quienes, en Caracas, tiraban piedras y eran reprimidos por la policía, con el arma novedosa de las tanquetas topadoras. Separados por un cordón policial, un grupo con algunas banderas rojas manifestó su antiimperialismo agrediéndolos de palabra. En esa escena, el dolor del exilio se sumó al insulto recibido frente a la embajada. Un hombre de un lado se trenzó con uno del otro y empezaron las trompadas.

Hay que entender el totalitarismo como una patología de la idea democrática, donde el populismo hace que la democracia se vuelva contra ella misma, reflexionó un filósofo de la política. No se equivocaba, aunque no estaba pensando en el eje La Habana-Caracas-La Cámpora-Recoleta.

En Caracas ya hay varios muertos que no siguieron el consejo que les dio Pepe Mujica: no ponerse delante de las tanquetas. Seguro que esos infelices se pusieron delante de las balas.

Más Noticias:

Palabras, esos duendes ni inocentes ni impunes
Fútbol, política y sindicalismo
Una lección para los ventajeros
Lloro por ti, Venezuela