lunes, 26 de enero de 2015

La monarca… De Alguna Manera...

La monarca…


Hace dos años, la Presidenta firmó un memo con Irán que modificó colosalmente el rumbo de la causa AMIA. El juez y el fiscal “naturales” fueron sustituidos por una “Comisión de la Verdad”, con sede en Irán, país acusado de haber tramado el peor atentado terrorista de nuestra historia. Sus integrantes debían ser designados a propuesta de las partes. La redacción del instrumento carece de toda claridad, salvo la cláusula que se refiere de modo imperativo al levantamiento de las “alertas rojas” de Interpol que pesaban sobre los imputados iraníes, una vez que hubiese sido aprobado por los legislativos de los dos países.

Así las cosas, desde el ángulo constitucional, la situación no pudo ser más alarmante ya que la titular del Ejecutivo ejerció funciones judiciales, a pesar de la expresa prohibición que le impone la Constitución. A ello se agrega, la falta de definición sobre el derecho a aplicar por parte de los miembros de la Comisión, la violación de las normas del debido proceso, la imposibilidad de conciliar el marco jurídico de un país democrático, como al menos en teoría es el nuestro, con el de otro de tipo teocrático. Este pergeño que no tiene antecedentes en el derecho comparado, importó un incomprensible agravio a nuestra Justicia y desembocó en la paralización del proceso.

Tamaño despropósito significó una suerte de exculpación a favor de Irán, si no, cómo se hubiese podido aceptar que quien era acusado se transformara en su propio juzgador y en suelo propio. Esta impresionante concesión sólo podía verse acompañada de un beneficio proporcional a favor de la Argentina. Nuestro enfoque responde a una lógica primaria. Es por ello que la denuncia del fiscal Nisman que pagó con su muerte, no nos sorprendió, en realidad nos permitió completar las piezas de este macabro rompecabezas.

Hace unos años sostuvimos que las violaciones constitucionales y legales en las que incurren nuestros presidentes, sin que funcionen las instituciones de modo de ponerles límites, importaba una  creciente destrucción del principio de separación de poderes –eje central en que se asienta el Estado de Derecho–. Así, se iban consumando “minigolpes de Estado” que sin transformar al gobierno de iure en uno de facto, poco a poco iban destruyendo el imperio de la ley para llevarnos al de la arbitrariedad, la imprevisibilidad, el despotismo.

El magnicidio que convulsiona a nuestra sociedad es la consecuencia del desesperante desmoronamiento de nuestras instituciones. Hoy nos gobierna una “monarca” que actúa como cronista autorreferencial junto a un grupo de secuaces que se dedican a ensuciar la figura de la víctima de un modo que recuerda la metodología de los responsables del último proceso militar cuando hablaban de los desaparecidos.

¿Este asesinato será la culminación de este proceso de destrucción o un episodio más que indefectiblemente nos enfrentará a hechos cada vez más brutales? Frente al advenimiento de un nuevo gobierno debemos volver a nuestras fuentes institucionales que nacieron con la traducción que hiciera Mariano Moreno del Contrato Social de Rousseau. Ese fue el germen que iluminó con intermitencias una lealtad democrática fluctuante. A pesar de creer en el ideal, no hemos dejado de regresar al personalismo, que ha surgido con distintos formatos, ya militar, ya populista, pero siempre antiliberal.

El retorno al Gobierno de la ley debería ser el compromiso de quienes se presentan como postulantes para las próximas elecciones. Es decir un conjunto de propuestas que permitan el restablecimiento de la República, como gran política de Estado. La independencia de la Justicia y del Ministerio Público que debería verse sustentada en nuevos institutos, por su significación, cobra un protagonismo indispensable. Lograr la concreción de esta empresa será el mejor homenaje a la memoria de Alberto Nisman, ya que su injusta muerte haría las veces de una bisagra entre la ilegalidad y la legalidad.

© Escrito por el Constitucionalista Daniel Sabsayi domingo 25/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.





Juan Román Riquelme... De Alguna Manera...

El adiós de Juan Román Riquelme: “Decidí no jugar más al fútbol”…

Riquelme se retira del fútbol a los 36 años. Foto: DyN.

El enganche anunció su retiro a los 36 años. “Arranco una nueva vida”, aseguró y dejó abierta la posibilidad de volver a Boca “como presidente”.

Juan Román Riquelme anunció hoy su retiro del fútbol profesional“Para mí es un día muy especial, porque he decidido no jugar más al fútbol”, anunció el talentoso enganche en una entrevista con ESPN.

Pese a los rumores que lo vincularon en los últimos días con Cerro Porteño de Paraguay, el ahora exjugador puntualizó que no volverá a jugar al fútbol profesional.

Riquelme pasó los últimos seis meses en Argentinos Juniors para ayudar al club que lo formó a lograr el regreso a la Primera División, pero fue en Boca donde descolló hasta erigirse en el máximo ídolo de la historia.

“Intenté darle todo a Boca, Argentinos, el Villarreal, el Barcelona, a la selección. Estoy muy contento de la carrera que me tocó hacer”, definió Riquelme, con la misma claridad que aportaba esas asistencias a sus compañeros para que embarazaran las redes.

Pero consciente de que ya no llevará nunca más la número diez en la espalda que le quedó a medida como a pocos, a la hora de buscar nuevos objetivos, reconoció que, con el tiempo y el aprendizaje necesario, le gustaría ser el presidente de su Boca.

“Si tengo la suerte de aprender, y llego a creer que lo puedo hacer, voy a intentar ser presidente”, admitió Riquelme.

A la hora de mirar hacia atras y referirse a los placeres que le dio la pelota y que empiezan a formar parte de su pasado exquisito, Román destacó que tuvo como compañeros a Diego Maradona, “único, el mejor de la historia” y a Lionel Messi, a quien aprecia como el top de la actualidad y de quien asegura que será el más grande por mucho tiempo.

“Maradona para mí es único, es el mejor de la historia. Para mi hijo es (Lionel) Messi. Para mí Maradona fue un lujo, tuve la suerte de jugar con él, de verlo entrenar. Con verlo hacer la entrada en calor ya te podías ir a tu casa, hacía un show con la pelota, con una botella se ponía a hacer jueguitos. Como jugador de fútbol fue una cosa increíble, él y Messi. Tuve la suerte de jugar con los dos”, subrayó Riquelme, “Messi tiene dos cosas que lo van a seguir haciendo el mejor del mundo. Le gusta competir, le gusta ser el mejor. Somos argentinos y lo disfrutamos al máximo. Y después tiene una cosa increíble, es más rápido con la pelota en los pies que sin ella”, se regodeó Román.

Y el crak nacido en la ciudad bonaerense de San Fernando hasta expesó su respeto por la parcialidad de River Plate, más allá de la rivalidad que separa a Millonarios de xeneizes.

“Tuve suerte, con la Selección nos tocó siempre hacer de local en la cancha de River. Siempre le fui agradecido al hincha de River, no sé si fue con cariño, pero sí me trató con respeto”, reconoció Riquelme.

Y así Riquelme dejó el fútbol por decisión propia, cuando todavía querían contar con su magia en Cerro Porteño de Paraguay, en la liga de los Estados Unidos e inclusive en Independiente, pero adujo que una de las razones que terminó de impulsarlo hacia la decisión que tomó fue su incapacidad para jugar contra su Boca Juniors.


Especial Román. En 2013, el programa Planeta Gol de TyC Sports puso al aire un programa dedicado a Riquelme. Miralo en el siguiente video:

Juan Roman Riquelme - Especial Planeta Gol 2013 (Completo)

© Publicado el domingo 25/01/2015 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 25 de enero de 2015

Reportaje a Mario Bunge... De Alguna Manera...

“El capitalismo fue un gran avance, pero moralmente es injustificable”...

Primeros pasos. “Mi padre, que era socialista, tenía en su biblioteca un librito sobre materialismo dialéctico. Esta filosofía me atrajo porque parecía explicarlo todo”. Foto: Néstor Grassi

Cuarta entrega de los reportajes destacados de Magdalena Ruiz Guiñazú realizados en el 2014. Aquí, el filósofo admite que es partidario de la libertad de creencias y considera una pérdida de tiempo atacar a las religiones. Opina que el psicoanálisis es “un macaneo puro” y admite que su obra se lee más en el exterior que en nuestro país.

Vuelve a Buenos Aires uno de los filósofos más destacados de la actualidad. La llegada de Mario Bunge coincide con la celebración de sus vigorosos 95 años y la presentación, el 1º de octubre en la Facultad de Derecho, de un nuevo libro, el número 50: Memorias. Entre dos mundos.

—Sin embargo, usted había dicho que no quería escribir esas “Memorias”. ¿Por qué decidió hacerlo?
El doctor Bunge es terminante:
—Decidí hacerlo porque vi por ahí,  en la red, muchas biografías con datos falsos, y esto me decidió. Además, creía que hacerlo me iba a resultar una labor ímproba y no fue así. Resultó facilísimo. Cuando comencé a escribir las palabras aparecieron a borbotones. Estaba en una isla griega y me pasaba el día mirando el paisaje y escribiendo. Por ejemplo, entre muchas otras cosas, recordé la tarde en la que convencí a Arturo Frondizi de que se metiera en política.

—¿Cómo fue?
—En el año 1938 la República Española estaba dando las últimas boqueadas y estaba siendo desplazada por los fascistas que recibían ayuda de italianos y alemanes. Entonces, un conocido del sindicato de Gastronómicos a quien conocía a través de la Universidad Obrera me pidió que le recomendara a un orador porque el sindicato pensaba organizar un homenaje a la República Española. Se trataba de una cena con más de mil cubiertos y no tenían orador. Lo consulté con mi padre y me dijo: “¿Por qué no vas a ver a mi abogado, el doctor Arturo Frondizi?”. Entonces fui, le plantee el problema y me dijo: “¡Pero yo jamás he hablado en público!”. “Es una buena ocasión para empezar”, le contesté, y unas semanas después pronunció un discurso que conmovió a todos los presentes. Algunos lloraban. Frondizi tuvo una trayectoria muy discutida, pero era un hombre de buenas intenciones y básicamente muy honesto.

—Sí, fue un gran presidente.
—Le pasó lo que le ocurrió a Alfonsín: asediado por una cantidad de buitres. Además, cometió el error de querer complacer a todo el mundo. Pero ante todo fue un intelectual, estudió la economía argentina y ahí lo conoció a mi padre cuando se ocupó del petróleo en la Argentina. A los dos el tema les interesaba sobremanera. Luego nos encontramos pocas veces, pero en vísperas de las elecciones que lo iban a llevar al poder fuimos a verlo con quienes se preocupaban por la Comisión Nacional de Energía Atómica. “Uno de los problemas que puede resolver durante su presidencia”, le dijimos, “es la transferencia de la Comisión Nacional a autoridades civiles”. Hasta ese momento estaba a cargo de la Marina. “La ciencia no debe depender de las Fuerzas Armadas”, le dijimos. “Además, debe abandonar completamente el sueño de Perón de lograr la bomba atómica”. Estudios de energía nuclear y de física nuclear se realizaban en aquel tiempo con ese propósito.

—Justamente quería preguntarle esto. Perón era un hombre inteligente, ¿cómo se dejó convencer por una persona tan poco seria como aquel alemán Richter que convirtió la isla Huemul en una fortaleza en la que realizaba esos experimentos?
—Efectivamente, Perón era inteligente y, además, tenía una cultura histórica que solemos olvidar. Lo que ocurría es que estaba rodeado de lo que los ingleses llaman yes men. Es decir, gente que le decía que sí a todo. Por supuesto que de física y de ingeniería no sabía nada, y además no les profesaba un gran aprecio. A pesar de ser germanófilo y saber que la técnica y la ciencia habían hecho grande a Alemania a partir del siglo XIX, tenía un conocimiento limitado sobre el tema. Como le decía, estaba rodeado de serviles que, además, eran ignorantes y no sabían decirle que no. Recuerdo la anécdota del coronel Mercante cuando Perón le preguntaba la hora: “La que usted diga, mi general” –Bunge se ríe francamente.

—Pero volviendo a su historia personal, usted tiene un encuentro con la filosofía marxista siendo muy joven, ¿no?
—Fue por casualidad. Mi padre, que era socialista, tenía en su biblioteca un librito sobre materialismo dialéctico. Me lo tragué, y esta filosofía me atrajo porque, al igual que el psicoanálisis, parecía explicarlo todo. En particular me intrigó la dialéctica. Pero cuando le pregunté a mi padre qué era eso, me contestó: “El Maestro Justo –para él Juan B. Justo era “el Maestro Justo”– decía que no era sino hocus pocus. O sea, algo así como “bla, bla, bla”. Pero esto, en vez de alejarme, me hizo leer a Hegel, con quien perdí muchos años. Pasó bastante tiempo, en realidad mucho después, hasta que entendí que todo eso era ininteligible en el mejor de los casos, y una falsedad, en el peor. Cuando me encontré con la lógica matemática y con otros filósofos como Bertrand Russell, me desprendí del marxismo. Más aún: fui el único en hacer una crítica muy detallada de la dialéctica. Esto salió en la Revue Nationale de Philosophie de Francia y fue luego objeto de debate en un congreso en Bulgaria en 1973. –Bunge reflexiona en voz alta–: Mire, no me arrepiento del todo porque creo que el juicio que le mereció a Marx el capitalismo era justo. El capitalismo fue un gran avance pero moralmente es injustificable. En el curso de los últimos cincuenta años la productividad industrial se duplicó, pero sabemos que la desigualdad social ha venido aumentando en todas partes menos en los países escandinavos. Para mí, los países escandinavos son aquellos que tienen el régimen social más justo. ¿Usted sabía que Dinamarca tiene una tasa de mortalidad infantil que constituye la décima parte de la tasa de mortalidad de EE.UU.? Esta es la verdad. Dinamarca, Suecia y Noruega tienen el mejor sistema de salud pública del mundo. Y, sorprendentemente, otro país cuya desigualdad social resulta muy baja es Japón. Fíjese usted: en Japón el gerente gana, a lo sumo, cuatro veces lo que gana su secretaria. En Estados Unidos gana 50 mil veces de lo que gana su secretaria. Una tremenda injusticia, sobre todo teniendo en cuenta que son, casi todos, incompetentes.

—Volviendo a su libro, me resultó sumamente interesante su encuentro con Ernesto Sabato cuando él se dedicaba a la física, que luego abandonó por la literatura, ¿no es cierto?
—Nunca se apasionó por la ciencia. Se doctoró en Física y presentó su tesis, pero cuando fue a París con una beca del Instituto Joliot-Curie le asignaron un trabajo de rutina que le aburrió. Sabato era un hombre muy inquieto, de vasta cultura. No solamente escribía bien sino que hacía unos dibujos deliciosos. Además, estaba muy metido en política. Fue a Francia como comunista y vocero del congreso comunista. Luego lo transformaron en trotskista. Estaba muy desilusionado del estalinismo. Y con razón. En todo caso era lo que se llamaba, en la Universidad de La Plata, doctor asistente y estaba a cargo de trabajos de avanzada, aunque no publicó nada sobre esto. Los profesores que tuvimos en Física y en Matemáticas tampoco publicaban nada. Enseñaban. Casi todos eran expositores excelentes. Para mí el más sabio, más crítico, el mejor de todos, fue don Teófilo Isnardi, de quien fui ayudante en su cátedra de Física Matemática en Buenos Aires. Un hombre brillante que aprendió, en soledad, física cuántica, que no es fácil, y luego publicó en 1927 un artículo sobre el tema en la revista que había fundado José Ingenieros. Los estudiantes formamos dos seminarios, en Buenos Aires y en La Plata, para leer revistas y solíamos publicar trabajitos, ensayos y reproducíamos artículos recién aparecidos en revistas de circulación internacional. Recuerdo la emoción con que esperábamos la llegada de los libros que provenían del exterior. Yo tenía un amigo en el Palacio del Libro que me guardaba las últimas novedades. También en la librería El Ateneo su propietario y fundador, don Pedro García, solía apostarse a la entrada y cuando pasábamos por allí nos avisaba: “Acabo de recibir un libro que quizás le interese”. Andaba a la pesca de posibles compradores. ¡Un buen librero! ¿Dónde están hoy esos libreros? Además de don Pedro estaba Salvador Rueda, que me recomendaba obras literarias. Finalmente, El Ateneo fundó su propia editorial.

—Cuénteme, doctor, ¿sigue manteniendo sus prevenciones contra el psicoanálisis?
—Dejemos eso porque usted es una fiel seguidora de don Sigmund Freud.

—El análisis es una gran ayuda, —me atrevo a opinar.
—No, no. El psicoanálisis es macaneo puro. Pregúnteselo a mi hija, que es profesora de la nueva ciencia cognitiva en Berkeley, Los Angeles, que es la mejor universidad del mundo en ciencias, mejor que Harvard y Cambridge. En todo caso, se piensa con el cerebro y Freud pensaba con el alma. Esa es una psicología completamente anticuada y, sobre todo, dogmática. Jamás se hizo un experimento psicoanalítico. Aquí, en 1901, el doctor Humberto Piñero –un hospital lleva hoy su nombre– fundó un laboratorio pero no hubo investigación original. En Argentina recién se hizo investigación original cuando apareció el gran Bernardo Houssay en los años 20. Fue el primer científico experimental en Argentina, el primero en publicar trabajos originales. Era un genio. Un hombre que unió la endocrinología con la inmunología y formó grandes investigadores como el doctor Eduardo Braun Menéndez. Recuerdo que con Braun viajamos a Roma en el mismo avión. Braun Menéndez no solamente era un gran sabio sino que fue el verdadero discípulo de Houssay, que no era de prodigar afectos, quien lo consideraba como un hijo.

Bunge evoca nuevamente sus recuerdos:
—En aquel tiempo no había prácticamente física experimental, sólo algunos trabajitos muy modestos, pero había, sí, neurociencia. Hay un caso muy extraño, muy notable, muy curioso. Es el de Braulio Moyano, que fue el único científico puntano, de San Luis, que trabajó solo, se hizo solo y formó a sus discípulos. Desgraciadamente tuvo muy poca repercusión. Hubo también un alemán, Christopher Jakob, que enseñaba en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y también en La Plata. Hacía neurociencia del peludo.

—¿Del peludo?
—Sí, del animal. Fue fundador de una publicación, la única seria y de nivel internacional, sobre neurología en Argentina. Dejó un solo discípulo. La Facultad de Química era la más seria de todas. Allí hice mis primeros trabajos prácticos en química en 1937.

—Y usted, que vive en Canadá y enseña allí en una universidad, ¿cómo se ubicaría dentro del pensamiento argentino?
—Como alguien totalmente desconocido, marginado, boicoteado por mis colegas de Filosofía a diferencia de lo que ocurre en otras partes. Por ejemplo, en España, en el colegio secundario se enseñan los rudimentos de mi filosofía. También en México. En Argentina, por supuesto que no.

—¿Por qué piensa que ocurre esto?
—Porque he llamado charlatanes a los que aquí enseñan desde el primer año. Les envenenan el cerebro a los chicos obligándolos a estudiar Hegel, Nietzsche y los existencialistas. A partir de entonces no pueden pensar. Están inhabilitados para pensar. Además, se enseña por autores y no por temas. Nadie abarca temas y yo, desde el comienzo, abarqué temas.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, ¿qué es el azar?  ¿Qué es la causalidad? ¿Qué saben del espacio y el tiempo? Esto no se hace aquí.
Bunge está visiblemente enojado pero no queremos dejar de conocer su pensamiento.

—Por ejemplo, doctor, para usted, ¿qué es el tiempo?
—Ahhh… Los primeros en pensar seriamente en eso fueron Aristóteles, desde luego, y Epicuro. Para ellos el tiempo es la sucesión de los acontecimientos. En un mundo inmutable, como el que había imaginado Parménides, no hay tiempo. Esa unidad relacional del tiempo, a diferencia de la idea de Newton, ve el espacio como la trama de las cosas. Si no hubiera cosas, si a Dios se le ocurriera eliminar a todo el mundo, si quedara hueco, también desvanecería el espacio. En cambio, para Newton el espacio y el tiempo son inmutables y están ahí.

—Y Platón, ¿por ejemplo?
—La única doctrina correcta de Platón es que los objetos matemáticos son inmutables. En cambio, las cosas reales cambian constantemente. Pero usted me preguntaba hace un momento acerca de mi posición. Mis obras son leídas, pero no en Argentina sino en otras partes. Ocupo el lugar número 44 en el Science Hall of Science de la American Asociation of Masters of Science que tiene una lista de los 200 autores científicos más citados en el transcurso de los últimos doscientos años.

—Y usted ocupa el lugar 44. Impresionante.
—Soy bastante leído, ironiza Bunge. Pero, por supuesto, desconocido en las facultades de Filosofía de Argentina.

—Hace un momento nombró a Dios. ¿Usted es agnóstico?
—No. Soy ateo. Como Borges. Es una manera de decir. 

—Pero tengo entendido que admite la religiosidad en otras personas.
—No sólo la admito sino que la respeto y, como Voltaire, que era deísta, soy partidario de la libertad de creencias. Además, creo que es una pérdida de tiempo atacar a las religiones.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guinazú el sábado 24/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




La excusa institucional... De Alguna Manera...

La excusa institucional...


Cuatro años pasaron desde que Pepe Eliaschev denunció el pacto con Irán para que el fiscal sólo atinara a reaccionar cuando imaginó que podría dejar de ser fiscal.

Enójese, lector, con quienes le faltan el respeto a su capacidad de discernimiento y otra vez apelan a la vieja excusa institucional para explicar por qué se hace después lo que se debió hacer antes. Simulan que lo hicieron así defendiendo altos intereses altruistas cuando simplemente sólo corrieron riesgos a partir de que sus intereses fueron atacados o podrían serlo.

Comportamiento que le cabe por igual a parte de la Justicia y de los medios, que siempre son oficialistas los primeros años de cada gobierno “apoyando la institucionalidad”, hasta que se produce un ataque a los intereses de esos medios (no a los otros), o si estuviera por ser removido si se trata de un fiscal. Ahí la institucionalidad deja de ser prioritaria.

Hoy se cumplen 18 años del asesinato de José Luis Cabezas, un déjá vu con la muerte de Nisman.

Cuando ya sus allegados aceptan que el fiscal Nisman presentó de apuro su acusación porque los cambios producidos a fin de año tanto en la ex Side como en la Procuraduría le hicieron sospechar que en febrero podrían removerlo (y no como dijo torpemente porque “recién la había terminado”), ahora lo justifican con el pretexto de que no quería presentar la denuncia hasta que hubiera un nuevo gobierno para no resultar golpista.

Cambiará mucho la Argentina el día que los fiscales y jueces dejen de hacer política y hagan justicia, y el día que los medios y los periodistas dejen de hacer política y hagan periodismo (entendiendo por política esa visión calculista a lo Maquiavelo de la acción política). O sea, cuando la ética profesional guíe sus acciones y como buenos artesanos hagan lo que tienen que hacer.

A pesar de que con esos comportamientos lo único que se logró fue destruir la institucionalidad, en 2016 se volverá a escuchar  –hipócritamente– desde parte de la Justicia y de los medios que se apoya al nuevo gobierno “defendiendo la institucionalidad”.

Cuando lo que la institucionalidad precisaba era que las denuncias fueran razonablemente contemporáneas con los hechos para enmendarlos a tiempo, para evitarlos o para evitar su repetición. Cuatro años pasaron desde que Pepe Eliaschev denunció el pacto con Irán para que el fiscal sólo atinara a reaccionar cuando imaginó que podría dejar de ser fiscal. Ese cajonear las causas (o las notas en los medios), más que una motivación institucional parece estar orientado a tener un arma siempre lista para que no se metan con uno o negociar.

Escuchaba a la hermana de José Luis Cabezas (hoy, 25 de enero, se cumplen 18 años del asesinato de su hermano) decir que ella sentía un déjà vu entre la muerte del fiscal Nisman y la del fotógrafo de la revista Noticias. Me detuve en esa frase porque siento lo mismo. ¿Por qué será que las causas que generaron ambos crímenes políticos fueron notas que salieron en medios de Editorial Perfil: Yabrán en el caso de Cabezas, y la denuncia de Eliaschev sobre Irán en el caso de Nisman?  

Simplemente porque frente a los temas muy complicados, son muchos los que prefieren abstenerse para sumarse cuando la relación costo-beneficio personal sea productiva. El principio de igualdad ante la ley es totalmente contradictorio con el de “oportunidad frente a la ley”.

Sería un consuelo social si la desgraciada muerte del fiscal Nisman pudiera iluminar el problema del oportunismo judicial y mediático, y que la audiencia aumente su conciencia sobre estos manejos, porque al hacerse evidentes irán perdiendo efecto, que es la mejor forma de reducirlos. El conocimiento es lo que realmente nos hace libres.

No solo los argumentos que justificaron posponer la denuncia son insostenibles. Tampoco resulta lógico, desde la perspectiva del interés público (y no del de mantener un empleo) presentar la denuncia ante el riesgo de ser removido. El propio fiscal Nisman sostuvo en sus reportajes en radios y televisión que lo importante eran las pruebas acumuladas. Por lo que si hubiera sido removido, se podría haber hecho igual la denuncia sin ser fiscal; dijo Nisman en TN: “Esté Nisman o no esté Nisman, las pruebas están”. Y explicando por qué las presentó en medio de la feria judicial, había dicho: “Si tengo una prueba mi obligación es presentarla ante un juez”, desgraciadamente el periodista de TN no le preguntó, entonces, por qué no las presentó años atrás, desde que tiene esas pruebas.

El déjà vu Nisman-Cabezas atraviesa el inconsciente colectivo y el lenguaje político: el kirchnerismo dice “nos tiraron un muerto”, frase idéntica a la de Duhalde en 1997. Otra frase resonante es la que le atribuyen a Antonio Stiuso (alias “Jaime”): “Me quisieron matar a uno y me mataron a dos (por el asesinato de su mano derecha, el Lauchón Viale en 2013 y Nisman), no me van a matar ninguno más”.

Que el propio Stiuso haya elegido para dar su primer reportaje público la revista Noticias (la entrevista realizada por Rodis Recalt en diciembre que llevó a la Presidenta cambiar la cúpula de la Secretaría de Inteligencia) es otro síntoma. Los espías que conocen la cocina de todas las redacciones saben que en las de Editorial Perfil aquello que es nota se publica, sin especular si hacerlo beneficia a un sector u otro, o esperar el momento “oportuno” para publicarlo.

La igualdad ante la ley se contradice con la existencia de la "oportunidad frente a la ley".

Guardar una información de interés público, siendo fiscal o periodista, más allá del tiempo lógico que requiera su confirmación y correcta elaboración, se parece en mucho a apropiarse de un bien que no le pertenece y debería ser público. Ninguna libertad ni derecho es absoluto y existen casos extraordinarios donde se aplica una censura o autocensura lícita excepcionalmente. Pero la mayoría de las veces, tras la justificación de la responsabilidad (institucional, social, patriótica, etc.) se esconde con impostada pompa la conveniencia personal o la simple comodidad.

La muerte del fiscal Nisman debería dejarnos como legado de su investigación la exigencia social a la Justicia y los medios de prontitud en sus denuncias.


© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 25/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

No nos olvidemos de José Luis Cabezas... De Alguna Manera...

Día Nacional del Reportero Gráfico…


En una cava, cerca de la ruta entre Pinamar y Madariaga, es hallado, esposado, con 2 tiros en la nuca y dentro de un auto incendiado, el cuerpo sin vida del fotógrafo José L. Cabezas, quien cubría la temporada veraniega para la revista Noticias.



Esa misma madrugada, al regresar de una fiesta en casa del empresario Andreani había sido secuestrado en la puerta de su casa por un grupo de hombres. Llevado hasta la cava, fue golpeado brutalmente y luego ejecutado.

Un grupo de asesinos, que habían sido contratados por elementos de la policía local para robar en las residencias veraniegas, fueron encontrados culpables del crimen y condenados a prisión, así como el ex suboficial Gregorio Ríos, jefe de la custodia del empresario Alfredo Yabrán, y los policías Sergio Camaratta, Aníbal Luna y Gustavo Prellezo.

Alfredo Yabrán, sindicado como autor intelectual del asesinato, se suicidaría tiempo después en una estancia de Entre Ríos. En la actualidad, la mayoría de los condenados se encuentra en libertad. En su homenaje, se conmemora el Día Nacional del Reportero Gráfico.

©  Publicado el domingo 25/01/2015 por Agencia Telam dela Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 24 de enero de 2015

¿Quién mató a Nisman?... De Alguna Manera...

¿Quién mató a Nisman?...

Rehenes. Dibujo: Pablo Temes.

Señales inquietantes. Todo huele mal en torno a la muerte del fiscal. Su denuncia. Las cartas de Cristina. Las bandas de los espías. Y un Estado Pandilla. 

A Nisman le dieron pistas falsas. Lo sostuvo la Presidenta y también una autoridad jurídica como Zaffaroni, ecuánime evaluador de cualquier cosa que concierna al kirchnerismo. A su vez, Nisman, hace cuatro años, calificó como falsa la denuncia de Pepe Eliaschev sobre las negociaciones secretas con Irán. O sea que la que había sido “una falsedad” se convirtió más tarde en el núcleo de sus acusaciones a la Presidenta y al canciller.

Nisman afirmaba en su escrito que existía un plan para encubrir a los imputados iraníes. Y daba los nombres de una pandilla: D’Elía, Esteche, Yussuf Khalil, el camporista del riñón presidencial Andrés Larroque, Héctor Luis Yrimia y Allan, de quien todavía no podemos estar seguros si servía o no al Gobierno, estuviera o no en la nómina de la SI. En caso de que las operaciones hayan sido confiadas a esos sujetos, el panorama es tétrico.

Epistolario. El apresuramiento de Nisman por regresar a la Argentina abre preguntas todavía sin respuesta. Muchos kirchneristas se conduelen por una hija suya que estuvo tres horas sola en el aeropuerto de Barajas, como si éste, y no la muerte violenta de su padre, fuera el trauma de esa criatura.

La Presidenta, en su primera carta a los argentinos, no se olvida de mencionar a sus dos vástagos, Flor y Maximito, pero no tiene una palabra para la familia del fiscal. Todo sucede en esa carta como si quien la escribió fuera insensible. A la Presidenta le falta imaginación moral.

El estilo de esa primera carta es el de una enredada divagación, cuya chatura no impide que todo suene inapropiado y casi delirante. ¿La Presidenta no sabía que su carta iba a ser leída como la reacción oficial del gobierno argentino en el exterior?

De la segunda carta de la Señora Presidenta mejor no hablar. Nisman fue un cabeza de chorlito que le hizo caso a Stiuso (sólo porque así se lo había ordenado Néstor Kirchner) y si la Argentina le vende granos a Irán en algún momento, la Señora, con previsora táctica, le indica a la AFIP la lista de las empresas exportadoras. Si la primera carta era insensata, ésta es cruel y vengativa. Cristina Kirchner no escribe a la altura de la función que desempeña.

Llora por mí, Argentina. En la marcha del lunes pasado en Plaza de Mayo, vi un cartel que decía: “Nisman no se suicidó. Lo mató el miedo a la verdad”. Aunque se gritaban insultos a la Presidenta y su movimiento histórico (otro cartel: “Gobierno asesino y ladrón, mataste a Nisman”), había más gente emocionada y confundida que colérica. Muchos se abrazaban, buscando un cuerpo a cuerpo, un colectivo, un sujeto cuyo plural superara la confusión. Muchos lloraban.

Cuando los ciudadanos creen entender qué sucede, incluso cuando se equivocan, esta creencia es tranquilizadora. Por el contrario, cuando no se entiende, poco sirve atribuir una culpa a alguien. Esa noche en la Plaza, quienes culpaban al Gobierno no podían encontrar un relato que apoyara esa certeza, porque los fragmentos de “datos” y “hechos” pertenecen todavía hoy a una esfera oscura y cambiante.

La pesadilla no es sólo lo sucedido. La pesadilla es no entender lo que sucedió. Las pruebas que iba a presentar Nisman hablan de un pacto cuyos frutos serían de todos modos injustos para con las víctimas e irrisorios en términos de interés nacional. Si la denuncia de Nisman tenía bases ciertas, nos vendíamos barato.

El juego peligroso. Quizá dentro de veinte años, un historiador escriba este capítulo de nuestra política internacional señalando dos ejes: el amateurismo de la conducción diplomática local y el giro de la Argentina dentro de las zonas de influencia planetarias. En ese giro, el amateurismo argentino creyó que podía comportarse como país “grande” cuando, en realidad, ponía en práctica una estrategia poco responsable para un país que es tercera línea en la geopolítica mundial.

Y por si esto no alcanzara, están los espías y los servicios de inteligencia, una estructura de poder desconocida que cambió de jefe en diciembre. Ese cambio fue un presagio. 

Algo iba a suceder porque, sencillamente, nadie previó la enorme dificultad de reformar un servicio de inteligencia cuyos jefes no quedan nunca del todo a la intemperie. Mayor dificultad todavía si el nuevo jefe designado no es un experto. Mayor aun si, frente a un organismo típicamente corporativo como son los servicios, la Señora se ocupa de la única corporación que le quita el sueño: el periodismo y la megaempresa de Magnetto.

Argumento para Walsh. En su segunda carta, la Presidenta afirma que la operación contra el Gobierno no consistió en la denuncia de Nisman, promovida por Stiuso, sino en su asesinato. Las acusaciones del fiscal fueron simplemente un motivo aparente para que se pensara que sus (futuros) asesinos provenían del Gobierno.

Flor de trama para quien quiera ser el Rodolfo Walsh de esta etapa, aunque desconfío que haya aspirantes en el kirchnerismo. Walsh investigó el caso Satanowsky denunciando a los servicios y a un general del Ejército. Casi sesenta años después, sujetos igualmente protegidos por años de impunidad y chapucería política intervienen ya no en la disputa por la propiedad de un diario (como sucedió en el asesinato de 1957), sino en una guerrilla cuyo escenario son los niveles más altos del Estado.


© Escrito por Beatriz Sarlo el sábado 24/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.