viernes, 23 de agosto de 2013

Sobre viejos chotos y jóvenes boludos... De Alguna Manera...


Sobre viejos chotos y jóvenes boludos...


En su habitual columna dominical, Hugo Asch escribe sobre el Boca de Carlos Bianchi, el Racing Zubeldía y Carusito y los años.

–Idiotas fueron siempre los jóvenes –declaró Rey–. ¿O hemos de suponer que hay una sabiduría en el inexperto que luego se pierde?

–Sabiduría, no; integridad –opinó Arévalo–. La juventud no carece de virtudes. Por falta de tiempo o experiencia no le tomó el gusto al dinero…

Rey sentenció:

–Una guerra idiota, en un mundo idiota. El más negado te acusa de viejo y te suprime.

Adolfo Bioy Casares (1914-1999), de “Diario de la guerra del cerdo” (1968).

Años 70. Yo, un cronista veinteañero que volvía de la colimba. Frente a mí, en su escritorio, el nuevo director de Siete Días, Julio Porta, un sesentón que meses antes había desembarcado con una redacción nueva. Tenía que decidir qué hacer conmigo. Debo haberle caído bien porque no me echó. Pero lo mejor no fue eso, sino la frase. Una frase que deslizó como al pasar, con una mezcla de melancolía, delicadeza y ferocidad.

—Mire Asch –me dijo–, en este trabajo, como en la vida, hay dos problemas: su edad y la mía. Y si piensa que soy un viejo boludo, le advierto: los viejos boludos no existen. Existen los jóvenes boludos, que envejecen.

Si Bianchi fuese el último Perón, el del ’73, más de uno culparía al “cerco”. Pero Bianchi no es Perón y como su Boca no arrasa, el imaginario tribunero pierde la paciencia. Braman: “Viejo choto”, “desastre”, “atrasa diez años”, “elige mal”, “pifia en los cambios” y otros juicios de similar intensidad trágica. El enojo –interpreto– además expresa el dolor por la destrucción del mito del celular de Dios, símbolo de aquel tiempo feliz, cuando ganar todo era rutina.

Bianchi no es un entrenador sofisticado. Puede que haya perdido, nomás, el celular divino. Lo que no tiene, seguro, son esas piezas que jamás le fallaban. Esa es la clave, no su cédula. En lugar de la telaraña que en el medio tejían Cagna, Serna y Basualdo –que liberaba a Riquelme y lo juntaba con el Mellizo y Palermo–, tiene un colador. Por allí se filtran los rivales que encaran sin piedad a una defensa que no es la que se recitaba como un poema: Ibarra / Bermúdez / Samuel/ Arruabarrena.

Contra Newell’s, Marín se comió un baile terrible con el dúo Casco-Figueroa; solo, como Gary Cooper en A la hora señalada. Ledesma va pero no vuelve. Y Ribair me recordó al pobre Makelele, del Madrid galáctico, corriendo como un loco para tapar los huecos que dejaban los stars. Con Gago en su lugar, era una masacre. Comparar es odioso y en este caso, inútil. Porque Riquelme no es Highlander; Martínez, sin el nivel que alcanzó en Vélez, no es Guillermo; Blandi y Gigliotti no suman medio Palermo; Cata Díaz asusta, pero no impone la serena crueldad del Patrón Bermúdez y… para qué ensañarse.

¿Bianchi? Se lo ve raro. Adaptándose. Le fue mal con los que aburrían pero ganaban con Falcioni; dinamitó todo y armó un plantel nuevo, sin estridencias. Su Boca está lejos de ser un equipo sólido, confiable, muy a su estilo. Grave problema. Porque él, como Monzón, es idolatrado –y tolerado por la prensa, con la que mantiene una relación tensa, de mutua desconfianza– por ser un ganador serial. Necesita la unanimidad del éxito. No tiene, como Ramón Díaz en River, un aura hipnótica que disimule sus fallas. Hoy depende de una defensa que está para el diván; que juega tensa, sin confianza, presintiendo el error.

A su lado, Zubeldía parece un adolescente. Como su Racing. A veces furioso; otras, medio colgado, voluble, incapaz de dominar sus impulsos. Veloz pero atolondrado, hábil pero yeitero. Arrasa o se duerme. El fenómeno trasciende la escasa edad de sus estrellas. Lo mismo pasaba con el Racing de Russo, el de Gio y Teo. Tenía un buen lejos, pero de cerca se notaba la falta; lo vulnerable que se sentía.

En la historia de Zubeldía hay una constante: su precocidad. Habitué en los juveniles de Pekerman, debutó en Primera a los 17 años, en 1998. Una lesión lo obligó al retiro a los 23 y se dedicó a entrenar. A los 26, como ayudante de Cabrero en Lanús, celebró el título de 2007. Tenía 27 cuando le dieron la Primera. Todo a mil.

Cuentan que es obsesivo, detallista; un estudioso. Mito o realidad, en su época de ayudante se decía que era él quien diseñaba la estrategia. Sin embargo, su Racing es la antítesis de ese Lanús fino y letal. No tiene pausa, no maneja los tiempos, no tiene término medio. Es un fighter que sale, palo y palo, a noquear o ser noqueado. Depende de sus geniecillos. Si fallan, no hay plan B; lo que no habla bien de su evolución como estratega.

Sumó muchos puntos, es cierto. Por eso le renovaron el contrato, un exotismo en un club devora técnicos. Cantidad, sí; calidad, no. Rara vez ganó el partido que debía ganar –incluido el último clásico contra Independiente–, esos que definen cosas o cambian la historia. Circular y paradójico, Racing es regular en su irregularidad. Como el amor clásico, garantiza placer y dolor.

Simeone, otro técnico precoz, maduró y supo adaptarse a lo que la coyuntura exigía. Lo hizo en Estudiantes y River –donde fue campeón–, en Catania –los salvó del descenso–, en Racing –lo blindó y lo dejó subcampeón del Apertura 2011– y ahora en Atlético de Madrid, donde levantó tres copas.

Bianchi 64, Zubeldía 32. Y entre ambos, con 51, Caruso, el gran showman. ¡No me podía fallar! Hace dos semanas, divagando sobre los mil candidatos, advertí: “Sólo de una cosa estoy seguro: pronto armará otro escándalo y todos hablaremos de él”. Lo hizo, obvio. Llamó Pizzirrucho al DT de San Lorenzo. Curioso: de lo mismo –serrucharle el piso a Madelón– lo acusó Fabián García, su partenaire en el célebre paso de comedia “¡No me midásss…!”, descomunal éxito en YouTube. “Yo sé hablar y vendo, no como Pizzi”, chicaneó mirando a cámara, mezclando valor y precio.

“El tiempo no tiene nada que ver, cuando se es boludo, se es boludooo…”, cantaba Nacha hace mil años. Adoro ese viejo tema de Brassens.

© Escrito por Hugo Asch el domingo 18/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

lunes, 19 de agosto de 2013

Gimnasia y Esgrima de Jujuy 1 vs. Huracán 0... De Alguna Manera...

Con poco "el Lobo" devoró a Huracán...



Con gol del delantero Matías Quiroga en el complemento, esta tarde Gimnasia de Jujuy se impuso por 1 a 0 ante Huracán en el Norte Argentino. Con este resultado el conjunto de Mario Gómez obtuvo el primer triunfo en el campeonato y pudo cortar una racha de varios partidos sin conocer la victoria.

Como ocurrió en aquella final tan recordada por el junio del 2005 donde el lobo jujeño obtuvo el ascenso a primera, Mario Gómez y el Turco Mohamed se volvieron a ver las caras en el estadio “23 de Agosto”. 

Siendo Huracán quien dominó en los primeros minutos del cotejo, el dueño de casa salió a ver cual sería la propuesta que daría a la hora de jugar la visita.

Con el correr de los minutos el partido fue decayendo siendo el globo impreciso en el medio.

Ya habiendo pasado los primeros diez minutos del segundo tiempo y por medio de una jugada parada, Gimnasia convertiría el único tanto del encuentro luego que Matías Quiroga conectara al fondo de la red el balón ante la salida del guardametas Pozo, luego que Ferrero fallara en el centro.

De ahí en más fue el globo quien por medio de Martínez buscó la igualdad pero nunca pudo concretar con la puntada final. Ya con la defensa quemera jugada al ataque y agazapado para salir rápido de contra, los locales perdieron dos situaciones claras para liquidar el partido.

Con este triunfo los jujeños lograron quebrar el maleficio de no poder ganar, sumando tres puntos importantes para engrosar su promedio de descenso. Del otro lado, con cara de preocupado y sin querer hablar con la prensa, Antonio Mohamed tendrá 1600 kilómetros de regreso para analizar las falencias de su equipo a la hora de jugar.

© Escrito por Marcelo Salvio el sábado 17/08/2013 y publicado por Mundo Ascenso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 




Formaciones:

Gimnasia y Esgrima de Jujuy 1

Lucas Hoyos; Enzo Ruiz, Marcelo Berza, Héctor Desvaux, Héctor Domínguez; Gabriel Solís, Álvaro Brum, Cristian Bustos, Fernando Poclaba; Néstor Martinena y Matías Quiroga. DT: Mario Gómez

Huracán 0

Diego Pozo; Alexis Ferrero, Eduardo Domínguez, Víctor Cuesta; Sergio Velázquez, Alejandro Capurro, Germán Mandarino, Carlos Arano; Gonzalo Martínez; Lucas Villafañez, Leandro Díaz. DT: Antonio Mohamed

Goles:  12′ ST Matías A. Quiroga (GEJ)

Cambios:  0′ ST Néstor F. Espínola Fernando R. Poclaba (GEJ),   5′ ST Emanuel Urresti Néstor G. Martinena (GEJ),   9′ ST Alejandro G. Quintana Lucas Villafáñez (Hu),   21′ ST Matías Defederico Carlos Arano (Hu),   27′ ST Luis Salces Cristian G. Bustos (GEJ),   33′ ST Mauro R. Milano Germán Mandarino (Hu)

Amonestados:   28′ PT Sergio Velázquez (Hu), 11′ ST Gonzalo Martínez (Hu), 28′ ST Gabriel Solís (GEJ)

Fecha: sábado 17 de agosto de 2013; 16 hs.   TV

Estadio: 23 de agosto (Jujuy)

Arbitro: Alejandro Castro



Tabla de posiciones:

Los goles:




Próximo partido:

Huracán vs. San Martín de San Juan

Fecha y hora: domingo 25 de agosto de 2013 - 14:00

Estadio: Tomás A. Ducó

Arbitro: a designar

domingo, 18 de agosto de 2013

Síndrome de Hubris... De Alguna Manera...


Alerta médica por la salud emocional de la Presidenta…


Noche de furia en el centro de operaciones electoral K. Encierro en Olivos. Reacción en Tecnópolis. Los efectos de la derrota electoral en Cristina: preocupación de sus médicos y de varios funcionarios. Hubris, la enfermedad del poder.



Ya se sabe que la noche del domingo 11 no fue fácil para la Presidenta. A la hora que llegó al hotel Intercontinental, el olor a derrota se extendía por cada uno de los salones y las habitaciones tomadas por el Frente para la Victoria. Con el paso de las horas, la irreversibilidad de los datos adversos ahondó el agobio de la penuria. En un momento, pues, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner dio rienda suelta a su enojo. Se escucharon entonces gritos y reproches a varios de sus funcionarios. En el final apareció el llanto. Fiel al estilo del relato del kirchnerismo, hubo una orden tajante: nada de esto debía trascender.

Llevó algún tiempo recobrar la calma. Una maquilladora debió trabajar sobre el rostro de la Presidenta para tapar los efectos de las lágrimas y del enojo. El mandato era claro: todos los que acompañaran a la jefa de Estado en su discurso debían lucir alegres. El clima tenía que ser de festejo. Cada uno intentó hacer lo suyo de la mejor manera posible. El único que no lo logró fue Daniel Scioli: la expresión de su cara fue el retrato de una amarga –muy amarga– derrota. Las cámaras, sin embargo, fueron implacables, y, por lo tanto, las secuelas del llanto presidencial lleno de furia quedaron a la vista de todos.

Alerta médica. Los médicos de la Unidad Presidencial estuvieron en alerta durante todos estos días. Anida en ellos un sentimiento de preocupación. No es para menos: la labilidad emocional de Fernández de Kirchner, circunstancia que acontece de consueto, se ha acrecentado en estas horas de pena y enojo.

“Trato de no cruzármela porque cuando me ve me grita”, reconoce un funcionario que celebra el hecho de que, debido a sus nuevas tareas, debe pasar ahora mucho menos tiempo que antes en la Casa Rosada.

A la “aparente” felicidad y alegría que la Presidenta exhibió en la noche del domingo, le siguieron dos días de encierro en Olivos en los que no se la vio. El impacto de la derrota en la provincia de Buenos Aires la afectó fuertemente. A ese estado de abatimiento le siguió otro de furia. Fue eso lo que se vio durante el crescendo de su discurso en Tecnópolis y en su catarata de tuits, hechos que dejaron muy preocupados a varios miembros del Gobierno. “Con discursos como éste, Sergio (Massa) no necesita hacer campaña”, sentenció uno de los gobernadores que la escuchó con azoro.

Los altibajos anímicos se ven exacerbados por el entorno de soledad que rodea a la jefa de Estado. La ausencia de Néstor Kirchner se hace cada vez más presente. El ex presidente no sólo era su esposo sino también la única persona que le podía ofrecer protección y contención ante la adversidad. “No le traigan malas noticias a Cristina”, era lo que no se cansaba de repetirles a los miembros de su Gabinete. En la derrota de 2009, el que dio la cara por todo el Gobierno fue él. Uno de los grandes problemas que enfrenta hoy la Presidenta es la soledad que el poder ahonda. Y eso no se resuelve con ningún medicamento.

Efectos políticos. Claro que la labilidad emocional de Fernández de Kirchner tiene también consecuencias políticas. Su enojo y su ira no son inocuos. Muchos de los que ganaron el domingo están preparados para sufrir la eventualidad de castigos que afecten sus respectivas gestiones.

El mencionado discurso de Tecnópolis tuvo, además, un mensaje alarmante: el menosprecio de la voluntad popular y la profundización de la confrontación y la división. La ira no es sólo un pecado capital sino también un estado emocional bajo el cual se pueden llegar a tomar decisiones o decir cosas de consecuencias imprevisibles. Un ejemplo de ello fue el famoso discurso del general Perón del “por cada uno de los nuestros que caigan, caerán cinco de ellos”, frase de la que se arrepintió toda su vida.

Enfermedad del poder. Al estado de labilidad emocional de la Presidenta hay que agregarle la del síndrome de Hubris, una de las manifestaciones más claras de la enfermedad del poder. En la antigua Grecia ya se hablaba de actos o conductas hubrísticas, que eran definidas como acciones en las que una persona poderosa hacía alarde de gran orgullo y autosuficiencia y trataba a los otros con desdén. Al mencionar estas posturas, Aristóteles señalaba que el placer producido por esa conducta radicaba en satisfacer el deseo de superioridad que la persona tenía sobre los otros.

En el año 2009, la prestigiosísima revista científica Brain publicó un artículo señero sobre el tema, firmado por los doctores David Owen y Jonathan Davidson. Owen es neurólogo y psiquiatra inglés y Davidson es psiquiatra de la Universidad de Duke, en los Estados Unidos. El artículo se titula: “Síndrome de Hubris: ¿Un trastorno de la personalidad adquirido? Estudio de los presidentes de los Estados Unidos y de los primeros ministros británicos en los últimos cien años”.

Al definir el síndrome, los autores enumeraron los siguientes síntomas:

  • Tendencia narcisística del líder a ver el mundo primariamente como una arena en la cual ejercer el poder y buscar la gloria.
  • Una predisposición a adoptar decisiones que, en apariencia, le dan al líder una gran imagen.
  • Una desproporcionada preocupación del líder en su imagen.
  • Una manera mesiánica de hablar acerca de hechos cotidianos y una constante exaltación de sí mismo.
  • Una identificación del líder con la nación, o la organización al extremo de considerar sus apetencias y las necesidades del país como idénticas.
  • Una tendencia a hablar en tercera persona.
  • Una excesiva confianza de la persona en su propio juicio y poco aprecio por el consejo o la crítica del otro.
  • Un exagerado autoconvencimiento del líder, rayano con la omnipotencia, en lo que puede llegar a lograr.
  • Una actitud de creer de que antes que responder a la ciudadanía, el líder está destinado a hacerlo ante la historia.
  • El convencimiento del líder de que la historia lo reivindicará.
  • Una progresiva pérdida de contacto con la realidad acompañada de un creciente aislamiento.
  • Desasosiego e inquietud.
  • Una tendencia a dar curso a una visión autocomplaciente de la rectitud moral de un determinado curso de acción, para obviar la necesidad de considerar otros aspectos del mismo, como su practicidad, sus costos y la posibilidad de un resultado diferente al deseado.
  • Una incompetencia hubrística, es decir, que las malas decisiones del líder no se corrigen debido a su autosuficiencia que lo lleva a menospreciar los posibles efectos adversos de una determinada medida política.

Asociaciones. Algunos de estos rasgos son compartidos con el trastorno narcisístico de la personalidad. En otros casos, se observa una asociación con el trastorno bipolar.

Se considera que el síndrome de Hubris es un mal producido por el poder cuyos síntomas remiten una vez que la persona lo ha dejado. El elemento clave es que el Hubris es un trastorno causado por la posesión del poder, particularmente cuando su ejercicio se ha mantenido por años bajo condiciones de mínimo control y ha estado asociado a algunas decisiones que fueron consideradas exitosas por la población.

Las subsecuentes vicisitudes electorales parecen incrementar la probabilidad de una crisis hubrística y de un síndrome de Hubris. El enfrentar una situación contradictoria también. La lista de hombres y mujeres que ejercieron el poder y que padecieron el síndrome de Hubris es relevante. Entre los presidentes de los Estados Unidos están: Theodore Roosevelt, Woodrow Wilson, Franklin Delano Roosevelt, John Fitzgerald Kennedy, Lyndon B. Johnson, Richard Nixon y George Walker Bush. Entre los primeros ministros británicos están: David Lloyd George, Neville Chamberlain, Winston Churchill, Anthony Eden, Margaret Thatcher y Tony Blair.

En silencio. No hay que abundar en detalle para determinar que en la conducta de la Presidenta se evidencian varios de los síntomas del síndrome de Hubris. El problema es que ella no se da cuenta de ello y los que se dan cuenta no se atreven a decírselo. Esa es la dimensión que existe entre los funcionarios del Gobierno.

¿Tiene tratamiento el síndrome de Hubris? El artículo de Owen y Davidson acomete la cuestión y da la respuesta:

* “A medida que crece la efectividad de los tratamientos psicológicos de los trastornos de la personalidad, es concebible que los individuos que padecen síndrome de Hubris, trastornos narcisísticos de la personalidad y otras afecciones afines se muestren más receptivos a recibir ayuda, sabiendo que pueden tener mayor alivio que en el pasado.”

* “Los beneficios más probables que derivan de una mayor conciencia social del Hubris son que, en la medida que las expectativas cambien, los líderes en todos los órdenes de la vida sientan una obligación mucho mayor a aceptar y no resistir los mecanismos de control social prescriptos en los regímenes democráticos, como el límite de un máximo de ocho años establecido para los presidentes de los Estados Unidos y la renuncia a buscar re-reelecciones.(…). Debido a que un líder político intoxicado de poder puede tener efectos devastadores sobre mucha gente, hay una especial necesidad de crear un clima de opinión pública por la que se haga a esos líderes más responsables de sus acciones.”

Esta es la compleja situación por la que atraviesa hoy la Presidenta. Como tantas otras circunstancias de la vida política, esto plantea un dilema de cuya resolución depende el futuro de su gobierno y del país. Es imprescindible que Fernández de Kirchner recobre el equilibrio emocional, por su salud y por el bien de todos. La necedad, de la que lamentablemente suele jactarse, la dejará atrapada en las redes del síndrome de Hubris, una enfermedad del poder cuyas consecuencias negativas siempre padece la sociedad.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 18/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.