domingo, 17 de marzo de 2013

Hablan los que saben... De Alguna Manera...


"No me lo contaron, lo viví: Bergoglio ayudó a mucha gente en la dictadura"…


El sacerdote Miguel La Civita, colaborador de Angelelli, aseguró que el hoy Papa facilitó la salida del país a varias personas perseguidas por los militares en la época de la dictadura. El sacerdote Miguel La Civita fue un fiel colaborador del obispo Enrique Angelelli, cuya trágica desaparición es investigada por la Justicia bajo la sospecha de que fue asesinado por un grupo de tareas. Fue también uno de los que prestó declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante el proceso militar. Pero tiene otra historia que contar, porque no se la contaron, la vivió: "Bergoglio ayudó y sacó a mucha gente del país en la época de la dictadura".

La Civita habló ayer con La Capital en momentos en que festejaba junto a su familia sus 62 años de vida. El actual cura párroco de Villa Eloísa (pequeña localidad de 4 mil habitantes ubicada a 90 kilómetros de Rosario) estuvo radicado en la provincia de La Rioja hasta hace unos ocho años, cuando tuvo que volver a su pueblo natal para cuidar a su familia.

La Civita aseguró ayer que Bergoglio está lejos de haber colaborado con la dictadura militar del 76, y acotó que "todas sus acciones fueron al revés". Es más, dijo que hasta tenía montada una especie de organización con colaboradores "para ayudar a la gente que era perseguida por los militares".

"Esto nadie me lo contó, yo lo viví. Después del asesinato de Angelelli, fue Bergoglio quien ocupó ese lugar de padre que teníamos los jóvenes que veíamos a la Iglesia como un compromiso por los pobres. Nos tomó bajo su cobijo y protección hasta nuestra ordenación, en momentos en que también nosotros éramos muy observados", relató el cura.

La Civita estuvo en San Miguel, provincia de Buenos Aires, durante los últimos años de estudio, antes de consagrarse sacerdote y allí conoció a Jorge Bergoglio, con quien convivió dos años cuando el actual Papa estaba a cargo de la misión jesuita.

Dijo además que la ayuda de Bergoglio a perseguidos tuvo lugar durante 1975 y 1976 desde el Colegio Máximo de San Miguel, donde La Civita estuvo alojado un tiempo mientras cursaba la carrera de teología. "La curia jesuita representada por Bergoglio también ocupaba las mismas dependencias", contó.

"Yo tengo respeto por todas las personas, pero disiento con algunas publicaciones que hablan de cierta colaboración con los militares. Lo que pasa es que Bergoglio nunca se dio el tiempo para responder esas críticas", dijo.

La Civita hizo después gran parte de su carrera sacerdotal como párroco en Chepes, Chamical, entre otras localidades, y también en la capital riojana. "Nuestro compromiso fue siempre con los pobres. Formamos parte de la corriente que algunos llaman Tercermundista", resaltó.

"Signo de esperanza". 

Respecto de la designación de Bergoglio como Papa, dijo que es un signo de esperanza debido al criterio renovador y a la visión "diferente" de la curia de Europa, y añadió que "es un hombre de diálogo, pero a su vez firme. Es un gran acontecimiento su designación", dijo.

Lo definió también como "un sacerdote muy afectivo, cariñoso, protector", tras recordar que fue precisamente Angelelli quien lo ordenó como sacerdote. "Bergoglio tenía un gran afecto por La Rioja, adonde viajó varias veces. En la dictadura, yo vi su compromiso con la gente".

Es más. "Mucha gente dice que él sabía cosas en ese entonces, pero hay que haber vivido esos momentos para saber cuál era la situación. El, al igual que nosotros, es un sobreviviente de una situación extrema", reflexionó.

En La Rioja, La Civita fue, más que perseguido, "seguido y controlado por un auto que vigilaba adonde iba. Mucho peor fue la persecución a Angelelli. Iban adónde él estaba", consignó.

Juicio a militares. 

El sacerdote de Villa Eloísa tuvo protagonismo tiempo atrás por haber prestado declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante la dictadura cívico militar. Dijo en ese entonces que esos crímenes "fueron un tiro por elevación" para el por entonces obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, quien luego también fue asesinado.

"Me enteré del asesinato de Carlos y Gabriel a través de un telegrama del Obispado que presidía Angelelli, ya que en esos momentos era seminarista y estaba terminando mis estudios de teología", explicó, no sin recordar que "en esa época los perseguían en forma permanente".

En ese sentido, señaló que la persecución aumentaba "cuando sabían de la presencia de Angelelli. Conocí a ambos sacerdotes, quienes también eran perseguidos por las fuerzas de seguridad, y hasta supe que a Carlos lo tuvieron toda una noche en la base aérea para tomarle declaración y después, en la madrugada, lo dejaron ir", agregó.

Iglesia y dictadura. 

Acerca del rol que tuvo la Iglesia durante la dictadura militar, el sacerdote precisó que "Angelelli decía siempre que estaba solo y un día, cuando llegó de Buenos Aires de una reunión general de obispos, se le preguntó cómo le había ido y qué le habían preguntado sobre la pastoral riojana. Y contestó: «Absolutamente nada me preguntaron»".

El 4 de agosto de 1976, Angelelli fue asesinado en un accidente automovilístico provocado, según la carátula de la justicia represiva, pero días antes, en El Chamical, el párroco francés Gabriel Longueville y el sacerdote Carlos de Dios Murias fueron secuestrados y sus cuerpos fusilados aparecieron en un descampado de la ciudad.

© Escrito por Walter Gasparetti y publicado el viernes 15/03/2013 por el Diario La Capital de la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe.

"Yo vi que Bergoglio escondía gente en el Colegio Máximo para ayudarla a salir del país"...




La plana mayor jesuita en 1976. De izquierda a derecha, Víctor Zorzín, Rector del Colegio Máximo; Andrés Swinnen, Maestro de Novicios; Jorge Bergoglio, Prepósito Provincial; Carlos Cravena, Ministro del Colegio Máximo o vice superior, e Hipólito Salvo, ex Provincial en la Argentina. Foto Página/12.

El sacerdote Miguel La Civita prestó declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante la dictadura cívico-militar, oportunidad en la que sostuvo que esos crímenes fueron "un tiro por elevación" para el por entonces obispo de La Rioja, Enrique Angelleli, quien luego también fue asesinado. En su oportunidad, la agencia estatal de noticias Telam difundió ampliamente su testimonio ante los magistrados. Es de esperar que también difundan las siguientes declaraciones de La Civita acerca de cómo él descubrió que Jorge Bergoglio ayudaba a escapar a perseguidos por los militares.  

Cuando fue llamado a prestar testimonio ante el Tribunal Oral Federal  de La Rioja, Miguel La Civita declaró acerca del asesinato de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville, ocurridos cuando él estaba terminando sus estudios de teología, recordó que en esa época los perseguían "en forma permanente", en especial "cuando sabían de la presencia de (Enrique) Angelelli". La Civita reveló que, luego de su ordenación, y ya estando en la ciudad de Chepes, fue amenazado por teléfono y en las afueras de la parroquia siempre había un Ford Falcon verde "parado en la puerta todo el día" que los seguía "a todos lados". En esos días, La Civita conoció a Jorge Bergoglio.

Acerca de su vínculo con el hoy papa Francisco, habló con Raúl Acosta, por LT3, de Rosario:

-Tu relato con el padre Bergoglio es realmente interesante. ¿Cómo lo conociste?

-Lo conocí cuando yo era estudiante. Lo conocí cuando era seminarista de la diócesis de La Rioja y fuimos con dos compañeros más a terminar los estudios en Buenos Aires y paramos en el Colegio Máximo de San Miguel, que es el colegio de los jesuitas. Fuimos a terminar lo que nos faltaba de teología y ahí lo conocimos a él cuando era provincial de los jesuitas y residía ahí.

-¿Eso que año era?

-Debe haber sido año el año del golpe.

 -En el '76.

-Sí, por ahí. 75 debe haber sido.

-¿Cuándo lo volvés a encontrar?

-Después siempre mantuvimos una relación, salvo en el tiempo en que dejó de ser provincial (N. de la R.: en la jerga de los jesuitas, el provincial es el responsable  de la Provincia Argentino-Uruguaya de la Compañía de Jesús), desapareció un poco de la vida normal digamos. Creo que estuvo en Córdoba. Pero, después, siempre mantuvimos una relación cercana, a veces a través de otros sacerdotes.

-Él creo que participa contigo en un hecho duro, difícil.

-En una oportunidad, yo viajaba a La Rioja para la celebración de un Aniversario de monseñor (Enrique) Angelelli (porque yo soy sacerdote  en La Rioja) y ahí me encuentro con monseñor (Fernando Carlos) Maletti, obispo de Bariloche, fortuitamente en el colectivo, Allí conversamos de mil cosas, en torno a la vida y muerte de monseñor Angelelli. En ese intercambio de ideas -por supuesto que él también lo conoce a Bergoglio-, salió el tema de los comentarios que había…

-Que lo acusaban de ayudar a los militares.

-Eso mismo. Yo en ese momento le trasmití mi experiencia, yo había vivido con él porque vivíamos en el mismo edificio, y que había tenido una experiencia muy linda con él, porque nosotros éramos seminaristas y nos sentimos muy desamparados, y él no tomó bajo su protección, nos cuidó y nos ayudó a seguir adelante. Que a pesar de tantos comentarios, que siempre estuvieron de alguna manera presentes, en cuanto a su participación en la dictadura, mi experiencia era otra, yo había visto que había ayudado a mucha gente a salir del país en un momento que había tanta gente desaparecida. Había visto personalmente cómo en el Colegio Máximo se escondía gente para preparar la documentación y todo lo necesario para hacerla salir del país. Eso lo había visto yo, había sido mi experiencia.

-Monseñor aceptó tus dichos.

-Monseñor Maletti le dice a Bergoglio "Me parece bueno que hagas público esto que me contaron, que te defiendas, porque es bueno que se sepa la otra cara de la moneda". Por eso, en un librito de Perfil, lo cuenta como una anécdota. Y bueno, cuenta que habíamos estado en el Colegio y que, de pronto, él se convierte en alguien que nos acompaña en ese proceso.

-Concretamente, después del asesinato de Angelelli, él los protege del posible secuestro.

 -En aquel momento yo era seminarista, pertenecía a la diócesis de La Rioja, una que fue muy golpeada.

-Sí, conozco. Estuve por el '73 con el padre Ramos.

-¿Vicente Ramos?

-Sí.

-Sí, lo conocí. Yo era seminarista, al poco tiempo que llegamos a La Rioja estuvimos viviendo con Vicente Ramos.

-Él recibía muchos chicos de Buenos Aires. Pero volvamos: Bergoglio es prácticamente quien, permitime decirlo a mí, les salvó la vida.

-No sé si nos salvó la vida porque no estuvimos en una situación tan tan difícil, la situación en general era difícil. Él asumió la paternidad sobre nosotros, en el sentido de cubrir ese espacio de soledad que había quedado con la muerte de monseñor Angelelli. Digamos, nosotros éramos sus seminaristas, él personalmente nos había llevado a vivir allí.

-Pero vos me estás dando constancia que él a mucha otra gente la ayudó.

-Te estoy dando constancia de lo que yo vi. Los jesuitas en ese momento tenían toda una organización para ayudar a gente a salir del país.

-¿Te seguís viendo con Monseñor?

-Sí, por teléfono seguimos charlando. Lo vi en La Rioja unos años atrás donde él estuvo en una visita precisamente para una fecha de monseñor Angelelli, que fue una de los aniversarios, y ahí fue una de las últimas veces que lo vi personalmente pero sí seguimos charlando por teléfono. Él fue a predicarnos cuando yo me ordené sacerdote.

-¿En qué año te ordenaste?

-En el año '78.

-¿Allá en qué lugar ejercés?

-Ya hace como 7 años que estoy acá. Pero estuve en Chepes, después en Chamical. Y después los últimos 2 años, hasta que me vine, estuve en la Capital, en la parroquia de Fátima.

-Y ahora está en los pagos de tu madre.

-Ahora estoy Villa Eloísa. Cuidando a mi vieja y de paso, pueblo chiquito, atiendo como sacerdote.

-¿Cómo está tu corazón al saber que el Papa es una persona que fue tu padre espiritual en el seminario?

-Es una alegría, porque creo que él le puede aportar a la Iglesia todo un cambio que uno espera. No quizás el cambio que muchos esperan, pero sí un cambio desde una visión distinta, desde la cercanía, siempre fue muy pastor, un obispo muy allegado a sus sacerdotes en Buenos Aires. Una persona muy simple, creo que el nombre que eligió tiene que ver con eso. Ojalá sea un Francisco, que reformó la Iglesia, poner toda esa cuota de credibilidad y de cercanía a Dios. Es una alegría poder vivir este acontecimiento y esta experiencia. Y también la oportunidad de decir lo que me pasó a mí. Yo no estoy en contra de nadie, veo comentarios a veces muy negativos, pero también digo, en aquellos momentos tan difíciles los que los vivimos sabemos que no era fácil pararse y vivir o sobrevivir, las circunstancias que vivía el país en aquellos  momentos. Me parece que es bueno rescatar este aspecto de la vida de él a partir de la experiencia que yo tuve.

© Publicado el viernes 15/03/2013 por http://www.urgente24.com


Una campaña deshonrosa… De Alguna Manera...

Las mentirosas acusaciones contra Bergoglio y la naturaleza del gobierno...

Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá. Joseph Goebbels.

Todo el orgullo que sentimos los argentinos con la designación del Cardenal Bergoglio como Papa, fue empañado, apenas, por la calumniosa campaña en su contra que tejieron sectores del kirchnerismo. No fue algo espontáneo, sino planeado y deliberado. Tanto es así que medios y periodistas de todo el mundo se hicieron eco de esta campaña, y muchos tuvieron luego que pedir disculpas.

El epicentro de la campaña fue nada menos que el propagandista de profesión, Horacio Verbitsky, quien parece haber olvidado sus elaboraciones conceptuales sobre periodismo y propaganda en estos tiempos. El hombre, ex terrorista de Montoneros, parece estar empeñado en una guerra a todo o nada, defendiendo el “modelo” con sentencias apresuradas y mentiras flagrantes.

Verbitsky no es un improvisado. Es un bastión fundamental del aparato propagandístico del gobierno nacional. Sus campañas son premeditadas y organizadas. Por eso sus secuaces, los más exaltados y rencorosos del kirchnerismo, como D’Elía o Hebe de Bonafini, son capaces de apurarse en hacer declaraciones grandilocuentes y fuera de lugar con tal de seguir sus lineamientos.

Más allá del exceso de propaganda del kirchnerismo y el despilfarro de recursos públicos, que de por si son condenables, la orientación negativa y el contenido difamatorio de este aparato mediático dejan traslucir la verdadera naturaleza antidemocrática del gobierno nacional. No se busca tanto mejorar la imagen de Cristina, sino empeorar la de sus competidores. No se persigue tanto la difusión de información favorable al gobierno, sino ensuciar la cancha y confundir hasta el punto de teñir todo el arco político y social de una lúgubre ilegitimidad que paraliza las conciencias y detiene el debate.

En este marco, la mentira no sólo es algo válido, sino que incluso pierde el costo que tendría para cualquier proceso político democrático normal. Se miente de manera deliberada, descarada y sistemática, porque no se piensa en el aporte al bien común, sino en la imposición por cualquier medio de un relato que sea favorable a las pretensiones del poder de turno. Claro que esta funcionalidad muchas veces paga y con creces los esfuerzos realizados.

En los países democráticos normales, donde hay división de poderes, se cumple la ley y la opinión pública es lo suficientemente informada y libre como para castigar la mentira, la campaña difamatoria contra el Papa sorprendió por lo burda y grosera. Sin lugar a dudas muchos periodistas del mundo no estaban capacitados para lidiar con los niveles de impunidad y desparpajo del kirchnerismo. El inefable Michael Moore tuvo que disculparse por Twitter y pedirle a sus seguidores que quiten de sus perfiles la falsa foto de Bergoglio dándole la comunión a Videla.

Como parte de esta campaña, Verbitsky tildó a Bergoglio de “populista”, intentando darles una connotación negativa (paradójicamente) a sus virtudes de humildad, austeridad y cercanía con la gente (cualidades que escasean escandalosamente en la líder populista por excelencia que él tanto se esfuerza por defender, lo que prueba que no son inherentes al populismo ni mucho menos). Sin embargo, su agudeza a la hora de tergiversar la realidad no alcanzó esta vez para penetrar la armadura de acero que parece proteger a Francisco, y probablemente le haya hecho más daño al gobierno que el que osó propinarle al flamante Papa.

Personalidades como Adolfo Pérez Esquivel y Graciela Fernández Mejide salieron inmediatamente a aclarar que no existía información alguna que vincule a Bergoglio con la dictadura. Es más, el episodio, además de sorprender y confundir al mundo, sirvió para sacar a relucir otro galardón que se le adjudica a Francisco: haber colaborado con perseguidos políticos durante la dictadura, arriesgando su propio pellejo, muy lejos de la actitud evasora y acomodaticia que adoptaron en aquel entonces, con todo derecho, Cristina y Néstor Kirchner.

© Escrito por Rafael Micheletti el domingo 17/03/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

El Papa de la era estatal… De Alguna Manera...


El Papa de la era estatal…

Cuando el mundo estaba atravesando la crisis económica de la Gran Depresión, en 1931, el papa Pío XI hizo la primera mención expresa a la doctrina social de la Iglesia en la encíclica Quadragesimo Anno. Dos años después, Estados Unidos inició su New Deal, caracterizado por el crecimiento de la participación del Estado en la economía. Poco después, la doctrina social de la Iglesia nutre con sus conceptos ideológicamente al peronismo: capitalismo social, un equilibrio entre la máxima justicia social y la máxima libertad individual posibles con distribución de la renta sin violencia.

A Bergoglio le tocará el próximo martes asumir como papa en un mundo que, tras el colapso primero del comunismo y luego la crisis del neoliberalismo, se encamina hacia una segunda ola de capitalismo social con crecimiento de la participación del Estado en la economía y recetas que unen a Pío XI y Keynes, como lo refleja el gráfico que acompaña esta columna. Justo para un papa peronista como sería Francisco.

Entre los años 2001 y 2011, el peso del Estado sobre el total de la economía pasó en la Argentina del 29% al 40%, esencialmente promovido por el kirchnerismo. Pero en el liberal Estados Unidos pasó del 34% al 41%, llegando al 44% en 2009, cuando tuvieron que salir a subsidiar al sistema financiero para que no quebraran los bancos. O en Inglaterra, el país que inició la revolución neoliberal con Margaret Thatcher, el peso del Estado pasó del 37% al 45%. Lo mismo sucedió hasta con los austeros japoneses y los siempre estatistas franceses, cuya participación del Estado en la economía, medida como total del gasto público sobre el producto bruto nacional, alcanzó el récord del 56% del total.

Los motivos no son necesariamente ideológicos sino de necesidad: cuando se produce una crisis económica la inversión privada se retira, el gasto de los privados se contrae y sólo queda el Estado, con su capacidad de financiar déficit con emisión y/o con deuda para invertir. En el caso de la Argentina, la reestatización de una parte de la economía se anticipó a la de los países desarrollados simplemente porque nuestra crisis económica fue en 2002 y la de los países desarrollados en 2008, pero la respuesta fue siempre la única posible.

Al revés, en países como Brasil o China –que no sufrieron la implosión que padeció la Argentina de 2002 ni la crisis económica de los países desarrollados de 2008 sino sólo sus consecuencias derivadas– no hubo un crecimiento del peso del Estado sobre el total de la economía: en Brasil apenas aumentó 1% y en China directamente bajó.

“Es normal que el papel del Estado cambie de acuerdo con las circunstancias”, dijo el Premio Nobel de Economía de 2001, Michael Spence. En los 80, Ronald Reagan se hizo presidente de los Estados Unidos sosteniendo que “el Estado no es la solución a nuestros problemas, el Estado es el gran problema”. Incluso en los 90, Bill Clinton llegó a la presidencia diciendo: “No vamos a enfrentar nuestros desafíos con un Estado grande, la era del Estado grande se terminó”. Hoy Obama es reelecto sosteniendo que “en la nación más rica del mundo nadie que trabaje jornada completa deberá vivir por debajo de la línea de la pobreza”. Quizás por eso Obama fue tan efusivo en darle la bienvenida al nuevo papa, con la esperanza de que lo ayude a frenar a los ultracristianos del Tea Party y a convencer a Merkel de que debe ser más heterodoxa en materia económica.

Mucho cambió desde que Friedrich Hayek ganó el Premio Nobel de Economía en 1974; sostenía que los precios de los productos se regulan automáticamente y transmiten informaciones eficientes para la economía de manera mucho más poderosa que cualquier sistema basado en la planificación centralizada.

Pero ante una crisis económica como la de 2008 en los países desarrollados, quizás hasta Hayek podría haber propuesto seguir –por un rato– las ideas de Keynes sobre una mayor intervención del Estado en la economía.

En esta década se desarrolló un debate ideológico sobre el tema. En 2010, los británicos Richard Wilkinson y Kate Pickett publicaron el libro El espíritu de la igualdad: por qué razón las sociedades más igualitarias funcionan casi siempre mejor. Al año siguiente, el presidente del Instituto Regulador Financiero de Inglaterra desarmó los argumentos de Wilkinson y Pickett en su libro La economía después de la crisis: objetivos y medios. En coincidencia, el Premio Nobel de Economía de 2006, Edmund Phelps, sostuvo que “no hay evidencia de que países con sectores públicos voluminosos sean buenos en la generación de crecimiento. Si se excluye a los países escandinavos, la magia del Estado grande desaparece”.

Quizás el punto medio lo pone el progresista Premio Nobel de 1998, Amartya Sen, hijo de la religiosidad de la India, quien en su libro Desarrollo como libertad escribió que si existiera un mundo donde la economía planificada fuera tan eficaz como el mercado, eso no haría a esa opción más deseable porque el hecho de que las personas puedan elegir dónde trabajar, qué producir o qué consumir es un importante factor de libertad para los seres humanos.
El nuevo papa podrá ser un gran mediador en el dilema de siempre: cuál es el grado de libertad y de igualdad que mejora la vida de los seres humanos.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 17 de Marzo de 2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.