domingo, 3 de junio de 2012

Eduardo Galeano: “Somos las historias que vivimos”... De Alguna Manera...


Eduardo Galeano: “Somos las historias que vivimos”...


“Uno siempre tiene orgullo de sus hijos pero a veces los querés agarrar del cuello”, dice Galeano sobre un libro como “Las venas abiertas de América Latina”.

Acaba de publicar “Los hijos de los días”, un libro-calendario con 366 historias que conforman un caleidoscopio histórico que va desde Adán y Eva a las islas Malvinas, pasando por las pesadillas de Macarena Gelman. A pocos días de su visita a la Feria del Libro de Buenos Aires, el escritor uruguayo recuerda a Soriano y habla de sus obsesiones: el racismo y el militarismo.

Sentado en su mesa de siempre del Café Brasilero, un boliche que desde 1877 tiene en cada uno de sus rincones el murmullo poético de los hombres que creen en quimeras, el escritor uruguayo Eduardo Galeano conversó con Ñ de su trabajo más reciente: Los hijos de los días, un libro-calendario con 366 historias que se escapan de las convenciones literarias y componen un caleidoscopio histórico que va desde Adán y Eva a las islas Malvinas, pasando por las pesadillas de Macarena Gelman a los sueños de Rita Levi Montalcini. 

Entre uno y otro café, el autor de Las venas abiertas de América Latina dejó que sus palabras se confundieran con el silencio y buscó que fueran los gestos los que encontraban una respuesta para hablar de esos amigos entrañables que ya no están pero que todavía gambetean en su memoria como si fuesen derecho al arco: algunos metiendo un gol en el ángulo y otros mordiendo el polvo de un penal que nunca le cobraron. 

Así, de a ratos, Galeano fue recordando a Osvaldo Soriano y Haroldo Conti; fue hablando de la revista Crisis y de sus largos años en el exilio, en el que parió su trilogía Memoria del fuego. Juntando las puntas de sus dedos una y otra vez, como si estuviera subrayando sobre la mesa cada una de sus ideas, este hombre de 71 años de edad fue remarcando sin vacilaciones sus obsesiones, poniéndole nombre propio a esos personajes que la historia oficial ha olvidado sistemáticamente pero que para él son los verdaderos e imprescindibles protagonistas de la historia.

Con una sonrisa que en su rostro no hace más que dibujar el goce que siente por la vida, el autor de El libro de los abrazos se mostró tal como es y abrazó con su mirada todo lo que le rodeaba, entrecerrando sus ojos intensamente celestes apenas una o dos veces, como si de lejos le llegara la música que un viejo organillero toca desde alguna plaza de Ciudad Vieja y que a él le traen historias para contar y ser contadas.

-Si bien viaja seguido a Buenos Aires, la Feria del Libro no es un lugar que lo tenga como habitué. ¿Qué lo tentó a viajar ahora?
-Es verdad, hace mucho tiempo que no voy a la Feria y no recuerdo cuánto hace de eso. ¿Qué me tentó? No lo sé. Creo que esto mismo, esto de no ir hace mucho tiempo porque, por lo demás, es decir por mi contacto o comunicación con los argentinos, con los lectores argentinos y con toda la gente, eso que llaman público, que es una palabra complicada de usar porque parece que uno estuviera vendiendo un espectáculo y no es así, siempre ha sido excelente y muy intensa, muy verdadera. El año pasado, por ejemplo, estuve en Tucumán, Jujuy y otros lugares y fue realmente increíble, porque tuve la sensación, y además sentí, que las palabras pueden tener dedos, es decir, que tocan a quien las lee y que esa relación casi física de la palabra con el lector vibra con mucha intensidad. Esto lo siento cada vez que cruzo el charco y me reencuentro con ese país que también siento que es mío.

-¿Por qué?
-Por muchas cosas, pero al fin y al cabo por una experiencia que para mí fue formidable: la revista Crisis, que fundé y dirigí casi hasta el final. Con Crisis queríamos demostrar que la cultura popular existía, que la cultura no era la que las voces del poder señalaban como tal sino que era otra cosa con fuerza propia y que lograba expresar una memoria colectiva.

-Crisis no fue sólo una revista cultural emblemática sino también una revista cultural que se vendía y mucho.
-Algo que era raro, sí. Es cierto, Crisis se vendía muchísimo y no te miento si te digo que llegamos a vender más de 35 mil ejemplares. Eso fue antes de que la crisis económica se llevara por delante a la revista Crisis. En un punto se hizo insostenible seguir adelante porque el precio del papel impreso no compensaba el costo del papel desnudo. Parece mentira que una revista que daba superávit y que pagaba sueldos decorosos a un equipo muy mínimo de gente no se pudiera bancar más. Pero así fue y así se fue una de las más lindas funciones que tuve y que muchos teníamos: reivindicar una manera de promover la cultura, una manera que no era la tradicional. Como dije recién, en Crisis creíamos que la cultura era una forma de comunicación o no era nada, por lo tanto, de lo que se trataba era de comunicarse.

-Pero comunicarse implica un ida y vuelta. ¿Eso lo logró?
-Sí, porque nosotros no sólo escribíamos para ser leídos, también tratábamos de recoger las voces de la calle y de la realidad y en eso sí que hubo idas y vueltas. Mientras la revista duró sus 40 números, que por cierto dejaron una huella dentro y fuera del país, lo logramos. Fue una experiencia exitosa, porque pudimos darle su espacio a las voces jamás escuchadas o rara vez escuchadas. Por eso siempre digo que discrepo con mis buenos amigos de la Teología de la Liberación cuando dicen que quieren ser la voz de los que no tienen voz. Eso no es así. Todos tenemos voz y algo que decir, algo que merece ser escuchado, celebrado o perdonado por los demás.

-¿Qué compañero de aquel equipo recuerda ahora?
-Haroldo Conti, mi hermano del alma, con quien compartí un barquito en el Tigre. De hecho tenía la llave de su casa en la isla. A Conti que, como se sabe ahora, fue secuestrado, torturado y asesinado por la dictadura. Lo deshicieron en la tortura y después lo arrojaron al agua. Conti, que había sido el gran escritor del río, terminó comido por los tiburones.

-¿Y Osvaldo Soriano? Se lo pregunto porque hace muy poco se cumplieron los 15 años de su muerte y sé que fueron amigos.
-Sí, un amigo entrañable. El Gordo era una maravilla. Nos entendíamos riendo. Soriano, además de ser un espléndido escritor dotado con una gran capacidad de comunicación, algo que para algunos académicos resultaba pecaminoso, era un tipo muy querido y querible. No había quien no lo adorara al Gordo.

-¿Pero, en cierto modo, esa popularidad no lo lastimó un poco a Soriano? No él a sí mismo, pero el marketing que las editoriales montaron sobre su figura.
-Sí, lo lastimó, pero no un poco sino mucho. El éxito le hizo daño al Gordo. Pero no porque él escribiera para vender o para ser exitoso sino porque empezó a firmar contratos esclavistas que lo obligaban a entregar un libro nuevo en una fecha determinada y con determinadas páginas. Eso que para él había sido un placer, me refiero al hecho de escribir, se fue convirtiendo en un deber. Eso le minó la salud. Pero bueno, para mí será siempre aquel amigo con el que nos quitábamos la palabra para ver quién mentía mejor y con más ganas.

-Y para ver quién sabía más de fútbol, ¿no? ¿Es cierto que nunca lo pudo llevar a los partidos que Crisis hacía contra otros escritores?
-Es cierto. Nunca pude convencerlo de ir, sobre todo por el horario, porque el Gordo vivía de noche y escribía de noche. A las diez de la mañana, que era cuando nos juntábamos, todos los miércoles, en una canchas de Palermo, el Gordo se iba a dormir. Para él esa era una hora pornográfica. Fue una pena que el Gordo no pudiera integrarse a esas parrandas. Pero vivir de noche le servía de coartada para que nunca nadie lo viera jugar, por más que él contaba sus hazañas, que eran como las de Messi hoy. 

-Nadie lo vio jugar, pero cómo le gustaba y escribía sobre fútbol.
-Fue una pasión que compartimos mucho, a tal punto que una vez me hizo una trampa. Cuando escribí El fútbol a sol y sombra él quería que pusiera que el mayor goleador de toda la historia del fútbol argentino había sido José Sanfilippo, jugador de San Lorenzo, el equipo del Gordo, y también de Nacional, que era mi equipo. Soriano decía que aquello era un justo homenaje. Pero el tema es que no era verdad. El mayor goleador había sido, en aquella fecha cuando se publicó el libro, el paraguayo Arsenio Erico, que metía más de cuarenta goles por temporada. El punto es que el Gordo me tendió esa trampa para ver si yo caía y por suerte no caí. Después se mataba de la risa.

-Pero en ese libro hay un texto de Soriano, ¿no?
-Sí, y creo que es la mejor página del libro. Se trata de una carta que él me escribe contándome, justamente, un gol de Sanfilippo, un gol imaginario, porque se trata de un gol en medio de un supermercado, que es en lo que se transformó la cancha de San Lorenzo. En la carta, el Gordo cuenta cómo Sanfilippo elude góndolas y termina haciendo un gol donde están las cajas. Es un texto lindísimo y para mí es lindísimo que ese libro haya querido también ser suyo. 

-¿Por qué “Los hijos de los días”, su libro más reciente, tiene la forma de un calendario? ¿Esta estructura no lo condicionaba un poco?
-El título tiene que ver con El Génesis según los mayas, quienes dicen que el tiempo funda el espacio. “Y los días se echaron a caminar. Y ellos, los días, nos hicieron. Y así fuimos nacidos nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida”. Eso es lo que escribí a modo de introducción. En este sentido los mayas no se equivocaron. Yo creo que fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos, las que imaginamos, las que nos esperan. A partir de creer en esto surge luego el formato, la estructura libro-calendario, que en parte sí me encadenó a una forma pero no al ángulo que podía darle a cada historia. Siempre digo como ejemplo que, visto desde el punto de vista de una lombriz, un plato de espaguetis es una orgía. En Los hijos de los días hay una estructura fija pero que varía según el foco de cada historia. Cuando tuve claro que era una idea que servía y que podía convertirse en un libro, las historias empezaron a llegar solas, tocándome la espalda para que las contara.

-¿Pero la historia del 29 de febrero le tocó la espalda o la tuvo que buscar a sol y sombra?
-Eso está bien, porque todavía no dijimos que el libro tiene 366 historias y no 365. Esto fue más por cábala que por otra cosa, porque sentí que me iba a dar más suerte si lo hacía bisiesto, como el año en el que estamos. 

-Pero insisto, el 29 de febrero es un día raro y rara debe haber sido la búsqueda de esa historia...
-Es un día raro porque tiene la manía de fugarse del almanaque cada cuatro años. Pero sí, lo confieso, no fue fácil encontrar una historia que ocurriera un 29 de febrero. Ahora, mirá cómo son las cosas que la encontré de pura casualidad leyendo un libro de la historia del cine. Releyendo algo del año en el que yo nací, 1940, que también era bisiesto, encontré que Hollywood había otorgado ese día casi todos los premios Oscar, ocho en total, a la película Lo que el viento se llevó , que es claramente una película racista o al menos un himno de nostalgia por la esclavitud perdida. Para mí, en ese día raro, no fue raro que Hollywood continuara con su tradición racista en el cine, ya que el primer gran éxito del cine mudo estadounidense fue la película El nacimiento de una nación , realizada por David Griffith, quien cuenta el nacimiento de Estados Unidos, claro está, pero que en el fondo se trata de un himno al Ku Klux Klan. Fijate que en la misma época en que colgaban a los negros de los árboles por el delito de haber mirado a una mujer blanca, Griffith estrena en la Casa Blanca The Birth of a Nation , una película cuyos textos de subtítulos fueron escritos por el mismísimo presidente de los Estados Unidos, el señor Woodrow Wilson, un tipo al que se veneraba como un campeón de la libertad, un tipo que decía que Dios había enviado al Ku Klux Klan para salvar a la civilización occidental y cristiana que estaba siendo amenazada por la libertad de los negros.

-El racismo, el machismo, el militarismo... hace tiempo que estos temas se han vuelto obsesivos en su obra y en “Los hijos de los días” no se quedan atrás.
-Sí, son mis obsesiones, porque el machismo, el racismo, el elitismo, el militarismo y otros ismos nos han ido dejando ciegos de nosotros mismos. Ignoramos la plenitud de la belleza que nos rodea. Siempre digo lo mismo: tenemos que recuperar el arco iris terrestre, que para mí es lo más importante de todo, porque tiene muchos más fulgores y colores que el arco iris celeste. El arco iris terrestre somos tú y yo, somos todos nosotros, los humanitos, un arco iris mutilado por todo esto que hablamos, el machismo, el elitismo o el militarismo, que hoy por hoy se refleja en un hecho muy concreto: el mundo está destinando tres millones de dólares, por minuto, a la industria militar, que es el nombre artístico de la industria de la muerte, mientras que al mismo tiempo, por minuto, mueren de hambre o de alguna enfermedad curable quince niños.

-¿Pero no siente que recuperar ese arco iris es como ir a una pelea condenada o pautada de antemano al knock out?
-No, porque creo en la fe de la condición humana y en esa fiesta que puede ser la vida, arruinada por los amos del mundo, pero que sigue siendo una fiesta posible. Por eso todo lo que escribo está impregnado en esa fe en el otro, de lo contrario sería lúgubre, sería pura denuncia. Si uno ama de veras la vida es lógico que combata a lo que se opone a que la vida florezca. Sería muy hipócrita que yo propusiera la vida como una fiesta sin oponerme a los enemigos de esa fiesta.

-El año pasado se cumplieron cuarenta años de la edición de “Las venas abiertas de América Latina” y en éste se cumplen los treinta de “Memoria del fuego”, dos de sus títulos más emblemáticos. Sin embargo, hace poco usted dijo que con “Las venas...” le pasa lo mismo que a Quino con Mafalda...
-Es que uno siempre tiene orgullo de sus hijos pero a veces los querés agarrar del cuello. Es decir, para mí es una satisfacción enorme haber escrito un libro que sobrevivió a más de una generación y que sigue estando vigente, pero a la vez me genera una enorme tristeza porque el mundo no ha cambiado en nada. Para mí sería mejor que ese libro estuviera en un museo de arqueología junto a las momias egipcias, pero no es así. La gente, no toda pero mucha, me identifica con ese libro y eso es como si me invitaran a morir. Es como si no hubiese escrito nada más desde la década de 1970. Y no es así, después de eso escribí mucho y cambié mucho. Pero bueno, es un libro que corrió con distintas suertes: perdió el concurso de Casa de las Américas, la primera edición nadie la compraba y así anduvo más de un año. Todo hasta que la dictadura militar me hizo el inmenso favor de prohibirlo, y no hay mejor publicidad que la prohibición. Otra de las paradojas que tuvo Las venas... fue que en Uruguay entró libremente en las prisiones militares durante los primeros seis meses de la dictadura. Los censores no entendían un pito y creyeron que era un tratado de anatomía, y como los libros de medicina no estaban prohibidos, Las venas... entró. Eso fue hasta que alguno se despabiló y dijo que había que quemarlo.

-Y “Memoria del fuego” es, por lejos…
-El esfuerzo mayor. 

-Y una obra…
-Muy ambiciosa.

-Y bien lograda.
-Bueno, creo que al menos no fue un fracaso, que valió la pena. Me llevó diez años de trabajo y en total mil páginas que abarcan toda la historia de América vista desde el ojo de la cerradura. Mejor dicho, la historia grande vista desde las historias chiquitas. Ese libro fue el que me abrió el camino que después desarrollé en Patas arriba , Bocas del tiempo , Espejos . Un camino en el que tengo la certeza de que el internacionalismo vale la pena. No la globalización, porque se confunde cada vez más con la dictadura universal del dinero, pero sí el internacionalismo en el sentido de que puedo ser compatriota de otra gente nacida en otro suelo muy distante del mío y de que puedo ser contemporáneo de gente nacida en tiempos remotos.

-Diez años y mil páginas. Eso hace 30 años. Imagino que debe haber implicado un esfuerzo enorme, al menos en lo que se refiere a documentación e investigación.
-Sí, porque fue escrito en una época en la que no existía Internet. Es decir, yo estaba condenado a vagar de biblioteca en biblioteca, tomando apuntes. En eso el exilio me ayudó, porque a pesar de que la dictadura uruguaya me negaba el pasaporte, viajaba con uno que había conseguido de Naciones Unidas, que era un pasaporte con dos rayitas negras, que era el que se usaba para los terroristas. Imaginate, siempre me sacaban de la fila, pero peor era nada. Con eso conseguí viajar mucho y participar en actos solidarios a beneficio de las familias de los prisioneros políticos latinoamericanos. Eso me obligaba a andar mucho y en cada destino encontraba justamente lo que no había buscado. 

-A propósito de este periplo junto a familiares de desaparecidos y detenidos políticos, ¿cómo ve la paradoja de que haya sido el presidente José Mujica quien haya tenido que asumir la responsabilidad del Estado por la desaparición de María Claudia García de Gelman?
-Me pareció un buen discurso y además, lo que hizo el gobierno de Uruguay fue cumplir con una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pero eso es una cosa y otra es confundir las barbaridades que pudieron haber cometido o no grupos guerrilleros. Para mí no se puede confundir esto con el aparato feroz que montó el terrorismo de Estado en nuestros países al servicio del mercado común de la muerte. Dicho sea de paso, en Los hijos de los días hay una historia que me contó Macarena Gelman y que yo la escribí con su permiso, que es la historia de sus pesadillas. Una historia muy terrible pero de una rara hermosura, porque se trata de una continuidad entre una madre y su niña que sueña las pesadillas que su madre había vivido mientras la estaba modelando en su vientre.

-Antes de comenzar la entrevista dijo que “Los hijos de los días” tuvo once versiones y que fue Helena Villagra, su mujer, la lectora más cariñosa e implacable del libro. ¿Qué lectura hace usted de sí mismo?
-La de mi vida, porque mi vida está en los libros que escribí. 

-Pero antes dijo que si lo recuerdan sólo por “Las venas...” es como si lo invitaran a morir. En este sentido, dado su trayectoria y reconocimiento internacional, ¿ha tenido muchas propuestas de contar su vida?
-Sí, muchas, pero vuelvo a decir lo mismo: mi vida está en los libros que escribí y en los que voy escribiendo. Para mí una biografía o autobiografía sería redundante. Me aburriría. Yo, como tema central, me aburriría. A mí me gusta más sentir que formo parte de algo más tentador, más confuso, más amplio, hondo y contradictorio que yo mismo. 

-¿Qué cosa que sabe que hizo mal o que fue mal vista por los demás volvería a repetir?
-No, eso no te lo podría decir, sobre todo porque no me he puesto a hacer ese tipo de balances. Viví la vida que viví y la sigo viviendo con sus luces y sus sombras. Sinceramente no puedo distinguir una frontera nítida en la que haya guardias aduaneros que controlen el paso de lo que estuvo bien o mal, ni cuál es la zona de los errores y cuál la de los aciertos. No sé cuál es mi cielo ni mi infierno porque esas discusiones no coinciden con la realidad que conozco. El cielo y el infierno están dentro de nosotros mismos y cada uno sabe cómo manejar cuando uno u otro se desata. 

-Según “Los hijos de los días” el tiempo funda el espacio, somos hijos de los días pero sobre todo del tiempo. Luego de tantos cielos e infiernos, ¿qué le pediría al tiempo?
-No te podría contestar eso... Nada. No sé. Quizá me suscribiría a una frase de Rita Levi Montalcini, esa mujer que en los tiempos duros de la dictadura de Mussolini estudió las fibras nerviosas y lo hizo escondida en el baño de su casa. Años más tarde, en 1986, recibió el Premio Nobel de Medicina y dijo: “El cuerpo se me arruga, pero el cerebro no. Cuando sea incapaz de pensar, sólo quiero que me ayuden a morir con dignidad”. ¿Qué es lo que yo le pediría al tiempo? Eso, que me permita morir con dignidad.

© Escrito por Daniel Viglione y publicado por la Revista Ñ de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 6 de Abril de 2012.


Finales obvios... De Alguna Manera...

Cómo arruinar un buen final...

Equipos semifinalistas de la Copa Argentina de Fútbol.

Vladimiro: —Entonces,
¿Nos vamos?
Estragón: —Vámonos.
(No se mueven. Telón)
Final de “Esperando a Godot” (1952), de Samuel Beckett (1906-1989).

Detesto los finales obvios

Bogart deja que Ingrid Bergman se vaya con su marido y camina en la niebla junto al policía francés que le salvó la vida mientras el avión despega y él dice: “Espero que éste sea el inicio de una larga amistad”. Casablanca. Ese sí es un gran final. El de la primera Rocky también lo era. La de 1976, dirigida por John Avildsen. Porque perdía. Hacerlo ganar era ridículo, inverosímil. Pero no para Stallone ni para el american dream, que exigía una revancha y el final feliz. Pronto le darían el gusto.

El guión original era de Stallone y estaba inspirado en Chuck Wepner, un tragabollos apodado “el Sangrador” por lo fácil que se cortaba. Chuck era gordo, boxeaba cuando podía, se ganaba la vida vendiendo licores y era el rival perfecto para un Muhammad Alí mal entrenado. Wepner casi lloró de alegría cuando firmó el contrato. Eran 100 mil dólares para pelear por el título mundial y servirle de puching ball a Alí. La pelea se hizo en Ohio y era un trámite. Pero algo salió mal. En el noveno Wepner, bañado en sangre como siempre, embocó un voleo y tiró al campeón. Alí, avergonzado, furioso, le dio una paliza impiadosa. La pararon recién en el round 15, poco antes del minuto final.

Una historia fantástica que hizo rico a Stallone. Alentado por los tres Oscar ganados y el éxito de taquilla, en 1979 escribió y dirigió Rocky II. Y lo hizo ganar, por supuesto. En 1982, ya con Ronald Reagan en la Casa Blanca, llegarían Rambo y Rocky III. Y la infinita saga.

OK: la final cantada para esta primera Copa Argentina debería ser Boca-River. Cualquier otra arruinaría la fiesta y el negocio. Lo mismo pasó en la última Champions. Tenía que ser Barça-Madrid, sí o sí. No podía fallar. Pero falló y fue Chelsea-Bayern Munich. Esa absurda imprevisibilidad, esos guiones escritos por un loco deben ser lo que lo hacen algo tan… apasionante.

Hoy se juegan las semifinales. Una, en Catamarca. Allí Deportivo Merlo será Wepner, y Boca, Alí.

Este campeón también llega agotado por su rush triunfal en el torneo local y la Libertadores. Pero igual pondrá toda la carne al asador. Voraz, busca la Triple Corona. Tanto, que Falcioni arriesgará a su gema más delicada, Riquelme, el que también baila como una mariposa y pica como una abeja, cuando puede o quiere. Y junto al Enganche Melancólico, su elenco estelar: Schiavi, Erviti, Somoza, Cvitanich, Silva… Uy. No hay manera de que no resulte una masacre.

Frente a este ejército de Patton, el equipo del Club Social y Deportivo Merlo, fundado el 19 de octubre de 1954, pocas semanas antes de que su rival de hoy diera su séptima vuelta olímpica en el profesionalismo. Lo llamaron 9 de Julio y la primera sede funcionaba en el Mercadito Claudio, de Héctor Pérez, en Aristóbulo Escalada y Remedios de Escalada, Parque San Martín. Recién en 1968 consiguieron el terreno para hacer la cancha y le cambiaron el nombre. Su evolución es asombrosa. Jugó veinte temporadas en la Primera D, 21 en la C, 13 en la B y ya lleva dos en la Nacional B.

¿Sus jugadores top? Anoten. Leandro Lazzaro, aquel goleador de Tigre con físico de patovica; Capogrosso, arquero de experiencia en el ascenso; el lateral Emanuel Martínez que hizo inferiores en River; Pablo de Muner, ex Argentinos y Poli Ejido de España, y el Chanchi Estévez, el que fue campeón con Racing en 2001, que figura en el plantel pero no fue convocado por el técnico Ferraresi. El equipo, gerenciado desde 2006 por la –atenti– World Sport Management S.R.L de Norberto Arismendi, navega de mitad de tabla para abajo, pero sin peligro de descenso. Un mérito enorme.

¿Sus chances? Las mismas que tendría Filosofía aquí y ahora, con José Pablo Feinmann, en televisión abierta y compitiendo con Tinelli. O algo así. Pero… como dicen los de las tres tiras, “impossible is nothing”. Salvo conseguir dólares, claro. Si es por mí, soy fan del programa del gordo. Y si alguna vez, jugando por la Copa del Rey de 2009, el Real Madrid perdió 4 a 0 contra el Alorcón, un club de la tercera categoría… ¡cualquier cosa puede pasar muchachos! Esto es fútbol, todavía.

Personalmente, me inclinaré por el más débil. Que no es Clarín, en este caso, sino Deportivo Merlo.

En la otra semi chocarán Racing-River, el clásico más antiguo de la historia. Y el más desparejo, para mi desconsuelo. Racing ganó 37 partidos y River ¡86!, con 42 empates. Si es por historia, ganan con la camiseta. Pero la coyuntura hoy es otra, colegas. Para empezar, River está en la B y Racing, en Primera. Es una diferencia. River, por ejemplo, los tiene a Trezeguet y Cavenaghi, y Racing a Pablito Cavallero y Santander, el sátiro virgen. Glup. Mejor olvidemos las comparaciones, siempre tan odiosas.

¿Qué River jugará con suplentes? ¿Como Boca hace 15 días en Avellaneda? ¡Oh, nooooh... !
Seré claro: quiero que gane Racing. Porque es mi equipo y porque apoyo la idea más subversiva desde la curiosa aparición del “dólar blue”, viejo apotegma maradoniano llevado al extremismo cromático. “¡Ese es más falso que dólar celeste!”, solía chicanear nuestro mito nacional en el exilio en sus momentos de euforia. Mirá vos. Se le hizo.

Apoyo incondicionalmente a la final inverosímil, compatriotas: Racing-Merlo.

Y propongo, además, que el ganador también se lleve, como premio y castigo, la espantosa estatua y sus mismísimos cuernitos.

Será justicia.

© Escrito por Hugo Asch y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 2 de Junio de 2012.


Cuadro de situación... De Alguna Manera...

Cuadro de situación...
 

En una superficie de 9.598.961 km2 hay en China 1.341.335.000 chinos. Muchos viven en su capital, Beijing, nombre popularizado por las Olimpíadas de 2008, ya que siempre se dijo Pekín, algo que todavía sucede.Pero otros lo hacen en Shanghai, Tianjin y Chongkín. La apertura de las Olimpíadas fue tan espectacular que tradujo visualmente el poderío económico del llamado gigante asiático. Hay una frase hecha: “Crecer a tasas chinas”. 

Posiblemente sea exacto decir que es la segunda economía del mundo, aunque la primera (EE.UU.) se encuentra tan deteriorada y con una deuda externa tan descomedida que mete miedo. Se definen de un modo atípico: son, dicen, una democracia popular de partido único, algo que para el lenguaje político de Occidente suena a “chino”. El partido político único de este gigante capitalista de Estado es el Partido Comunista Chino. 

El idioma principal es el mandarín y la moneda el yuán o yen. De pianistas, sólo de pianistas, tienen un millón. El más famoso, célebre ya en Occidente, es el pintoresco pero dotado Lang Lang, que fuera discípulo de Daniel Barenboim. Pese a algunas concesiones a la música de su patria, el repertorio de Lang Lang es el de los pianistas occidentales: Schumann, Schubert, Tchaikovsky, Chopin, Albéniz, etc. En China no se desviven por el culto al individuo ni a los derechos humanos. El régimen es autoritario. En Frankfurt, el año anterior al que presidió Argentina, les tocó hacerlo a ellos. El que habló en la ceremonia central lo hizo largamente: no mencionó la democracia, ni los derechos humanos. 

Fue una metralleta de datos económicos apabullantes. A la población le conceden lo que necesita para vivir bien, como en pocas partes del planeta: se controla la inflación, educación, vivienda, sanidad, impuestos y se lucha duramente contra la corrupción. (“Duramente” es un eufemismo. No es aconsejable para la buena salud de nadie ser corrupto en China.) Se controla Internet y las voces disidentes tienden a ser controladas, y más que eso si es necesario. 

Pero esto sucede en todos los países de Occidente que están en guerra con Irak, Irán y los palestinos o deben controlar el ingreso de los inmigrantes indeseados (nombre que les dio Samuel Huntington ya en 1990). Pero, ¡cómo ha crecido China! Es la alternativa al Consenso de Washington, ese diseño del economista John Williamson que ha devastado a los países en que se impuso y que ahora tiene a Europa al borde del abismo: sobre todo a Grecia y España. Se habla –desde hace tiempo– del Consenso de Pekín y si se habla es porque ya existe y está formando una nueva salida al capitalismo, no de Occidente, no de las grandes potencias imperiales, sino al de las economías subalternas, que cada vez lo son menos.

La República de la India –como China– tiene una población desbordante: 1.224.614.000 habitantes, pero en una superficie notoriamente menor: 3.287.260 km2. Fue, también como China, colonizada por el imperio británico durante el siglo XIX y fue, también como China, objeto de la pluma de Karl Marx, que le dispensó su atención por medio de sus notables (y, en general, equivocados aun en su brillantez, o acaso más gravemente a causa de ella) artículos para el New York Daily Tribune. Pese a que la Constitución otorga reconocimiento a veintidós lenguas, es el inglés el idioma hegemónico, más aún que el hindi. La “pesada carga del hombre blanco” que Kipling cantó ha dejado su huella.

India es hoy una potencia es ascenso no menos que vertiginoso. Tiene problemas internos y los ha tenido asimismo con Occidente. Pero su presente pareciera tener otros rumbos. En 2010 se produce la tercera cumbre del BRIC (Brasil, Rusia, India, China) y en ella se consolida la unión de las nuevas potencias emergentes. Se les une Sudáfrica y el BRIC se transforma en Brics, un organismo libre, fuerte. Una voz vigorosa en el nuevo mapa internacional. Y, sobre todo, independiente: India se abstuvo de votar sobre la cuestión Libia el 17 de marzo de 2011 (también lo hicieron sus otros socios del Brics) y hasta se permitió aconsejar a las potencias occidentales evitar el uso de la fuerza.

Brasil es el coloso de América latina y –a la vez– uno de los países con mayores problemas sociales. Se hizo una película de éxito mundial dirigida por Fernando Meirelles. Presentaba de modo explícito la guerra de las bandas de narcotraficantes en las favelas. Se ha permitido entrar ahí al mismísimo ejército a sangre y fuego. No hubo mayores resultados. De las favelas salen los delincuentes, invaden las ciudades de la opulencia y crean algo peor que inseguridad, terror. Pero Brasil, con Lula primero y con Dilma Rousseff luego, creció a grandes saltos. Es, ahora, una potencia mundial con voz propia. En marzo de 2011, Barack Obama lo visita, dialoga, seduce. Algo que exhibe ante el mundo la relevancia del país de la lejana Carmen Miranda, que ya no quiere entretener con el colorido de sus frutos, de sus enormes bananas y sus ritmos, sino entrar en la dura pulseada del poder mundial. Lo ha hecho.

Argentina ha dejado muy atrás las crisis de 2001 y 2002. El país ha crecido durante estos diez años. Los problemas de exclusión y pobreza son menores que los de Brasil. Su Presidenta ha ganado las recientes elecciones del año pasado con el 54 por ciento de los votos. La oposición se ubicó tras de ella a casi impresentable distancia. Se ha acercado a Estados Unidos pero se nota que busca otros caminos. 

Quiere salir (y está saliendo) del neoliberalismo que arrasó el país en la década del 90. Ha fortalecido el Estado y su intervención en la economía. Es el país que más profundamente ha llevado los juicios a los genocidas de la dictadura militar. Tiene una oposición política muy débil pero una mediática fuerte y agresiva hasta la injuria. Ha establecido su linaje político con la izquierda peronista de los años ’70, la que fuera (no la guerrilla, que era minoritaria y sirvió de excusa a los centuriones) “diezmada” durante esa década por un Estado Criminal apoyado por todas las fuerzas de derecha y por las clases medias del país. 

Las Madres de Plaza de Mayo (que surgieron en abril de 1977) calculan la cantidad de muertos y, en especial, desaparecidos en 30.000. Ningún país generó una entidad como la de las Madres. Ellas lavaron la “culpa argentina”. Alemania daría mucho por haber tenido unas madres que todos los jueves se nuclearan en la Puerta de Brandenburgo para pedir por la vida. Habría ayudado a Karl Jaspers a ser menos duro con su pueblo en su ensayo La culpa alemana.

Actualmente, soporta una nueva embestida. Esta vez con centro en las corporaciones financieras, como en el 2008 lo fuera en las corporaciones agrarias. Las corporaciones financieras son peligrosas. Tiraron el gobierno de Raúl Alfonsín con el cruel “golpe de mercado” y condicionaron a todo gobierno, sobre todo al de Carlos Saúl Menem que se puso, sin más, bajo su protección y sus dólares rematando la soberanía del país.

Argentina mantiene una excelente relación con Brasil. Esto, en la práctica, la vuelve un miembro –menor pero respetado– del Consenso de Pekín. No se trata –creemos– de estar contra EE.UU. sino de poder hacerle frente, no sometérsele, desde la creación de un nuevo polo de poder. Así están las cosas. Todos los sectores que actúan como representantes de la embajada de EE.UU. atacan estos planes del Gobierno. 

La resolución de estos conflictos mucho tendrá que ver con el efecto que tenga o no tenga la crisis mundial en Argentina. El Gobierno no cesa de tener la iniciativa política. Del otro lado –aunque se sabe que se defiende el retorno al Consenso de Washington– sólo suenan voces pendencieras, rencorosas, encarnadas por periodistas decadentes o medios de comunicación que apelan a cualquier recurso. Algo que ya hicieron y los llevó a perder calamitosamente las elecciones de 2011. Debieran intentar otra cosa.

(*) La información en esta nota no proviene de Internet.

© Escrito por José Pablo Feinmann y publicado por le Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 3 de Junio de 2012.


sábado, 2 de junio de 2012

Argentina 4 vs. Ecuador 0... De Alguna Manera...


Que de la mano...


Con un Messi encendidísimo, la Selección pasó por arriba a Ecuador, le ganó 4-0 y quedó arriba en las Eliminatorias. Leo metió uno y participó en los goles de Agüero, Higuaín y Di María. Y la gente cantó por el 10.

Apenas si bastó una ráfaga de ese trío de gala que Alejandro Sabella dispuso en un Monumental repleto para romper esas dos líneas de cuatro, férreas, duras, que propuso Ecuador. Argentina, de arranque, impuso autoridad, se hizo dueño de la pelota y denotaba ese dominio que tanto se le exigía (y exige) por lo que sus nombres reflejan a nivel mundial. Pero no fue hasta que los tres de arriba -ésos que saben- se juntaron que la Selección encontró las herramientas necesarias para que el grito de gol sonara en todo Núñez.

Primero, un coqueteo entre Lionel Messi y Sergio Agüero, para que Angel Di María la levantara y el Kun, en su cumpleaños (y levemente adelantado), diera paso al desahogo. Después, un tremendo pase en profundidad de la zurda del mejor jugador del mundo que dejó solito y solo a Gonzalo Higuaín, quien definió con su sello: toque cruzado al otro palo del arquero. Y por último, el gol número 23 de La Pulga con la celeste y blanca decorándole el pecho: devolución de gentilezas del Pipa, para que Leo la ponga en el ángulo de un Alexander Domínguez que no sabía qué cosa estaba pasando frente a él.

Lejos de mancharse de impaciencia, Argentina esperó el momento justo para brindar espectáculo, su espectáculo. No se apuró en hacérsela llegar a los delanteros, hizo las transiciones justas en mitad de cancha y así, después de mucho tiempo, tuvo un funcionamiento colectivo constante en el primer tiempo. Fue un equipo con todas sus piezas encajadas, ajustadas y aceitadas. Apenas si le llegaron una vez (buen trabajo de la dupla central conformada por Ezequiel Garay y Fede Fernández) con Cristian Suárez, quien se encontró en el área ante Sergio Romero y le pegó mansito al lateral.

En el segundo tiempo, con el triunfo en el bolsillo, la Selección se mostró más vulnerable. Pero también tuvo punch y llegadas, todo de la mano de Messi, la estrella de la noche, el 10 que queremos todos. Y hubo otro gol, de Di María. Una actuación que ilusiona, que dejó claro que si cada integrante del tridente picante anda bien individualmente en su equipo, no hay razón para no acoplarlos en la formación inicial. Una actuación reclamada y aclamada. Una actuación, al sonido del "ooole, oooe", que dejó a la Selección como única puntera de las Eliminatorias y que, sobre todo, mostró que existe una identidad.

© Escrito por John Jones y publicado por el Diario Deportivo Olé de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 2 de Junio de 2012.

Un apoyo Monumental...


La cancha estuvo colmada por el público argentino con la expectativa para ver a Messi. También hubo banderas para el Kun en su cumple. ¿Ecuador? Tuvo un grupito en la Centenario Alta.

En la vuelta de las Eliminatorias, había mucha expectativa para ver otra vez a la Selección frente a Ecuador. La gente le renovó la confianza al equipo de Sabella y, como consecuencia, llenó el Monumental, como en las mejores épocas. Con pocos claros en las tribunas, el elenco albiceleste recibió el apoyo del público.

Por supuesto, hubo ovación y, uno de los más mimados fue Lionel Messi. No es para menos, luego de una temporada fantástica en el Barcelona de España. También hubo banderas para el Kun Agüero por su cumpleaños. Entre los hinchas estuvieron Marcelo Tinelli, el Burrito Ortega y Erik Lamela.

Los ecuatorianos, ubicados en el corralito de la Centenario Alta, también dijeron presente para apoyar a la escuadra de Rueda. Sin embargo, pasaron inadvertidos ante tamaña cantidad de hincas argentinos. Monumental celeste y blanco…

© Publicado por el Diario Deportivo Olé de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 2 de Junio de 2012.
¡¡¡Mesi, que lo parió!!!...

 
Y sí, Messi lo confirmó en el Monumental. Lionel hizo un golazo para el 3-0 y pidió la pelota para festejar. Se la puso debajo de la camiseta y dejó en claro que será papá. Su novia Antonella está embarazada.

Que sí, que no, que es un invento, que es algo íntimo… Messi terminó con el dilema y confirmó el embarazo de su novia, Antonella Roccuzzo. ¿Lo declaró? No, lo hizo donde mejor se mueve, en la cancha. Y luego de hacer algo que para él es costumbre, un gol. Leo metió el tercero -un golazo- en el partido contra Ecuador y lo festejó con la pelota debajo de la remera, la clásica celebración imitando una panza de embarazo. Felicitaciones, Pulga.


Hace apenas cuatro días, en la conferencia de prensa previa al encuentro por Eliminatorias, Messi vivió una situación particular cuando una notera le nombró el embarazo de su novia. Leo, humilde y con gran cintura, evadió el momento con una sonrisa. No lo negó ni lo desmintió. La confirmación tenía que ser de otra manera, ante un Monumental repleto y con una obra de arte a la altura de las circunstancias.

En lo futbolístico, participó en el gol de Agüero haciendo de pivote de Di María, asistió a Higuaín en el segundo y llegó el suyo luego de arrancar en mitad de cancha: pared con el Pipita y definición de una. Un golazo, el 23° en la Selección, y un festejo especial. Pidió la pelota, se la metió en la camiseta y se lo dedicó a su novia. ¡Qué lo parió, Leo!

© Publicado por el Diario Deportivo Olé de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 2 de Junio de 2012.

Las fotos





 







Los goles:


Los equipos y síntesis del partido:

Argentina

Sergio Romero; Pablo Zabaleta, Federico Fernández, Ezequiel Garay, Clemente Rodríguez; Fernando Gago, Javier Mascherano, Angel Di María; Lionel Messi, Gonzalo Higuaín y Sergio Agüero. Director técnico: Alejandro Sabella.

Ecuador

Alexander Domínguez; Gabriel Achillier, Jorge Guagua, Jairo Campos, Walter Ayoví; Antonio Valencia, Pedro Quiñónez, Christian Noboa, Fernando Saritama, Cristhian Suárez; Christhian Benítez. Director técnico: Reinaldo Rueda.

Goles: en el primer tiempo, a los 19 minutos, Agüero (A); a los 29, Higuaín (A); a los 31, Messi (A). En el segundo tiempo, a los 30, Di María (A).

Cambios: en el primer tiempo, a los 39, Jaime Ayoví por Saritama (E). En el segundo tiempo, desde el reinicio, Jefferson Montero por Suárez( E); a los 17, José Sosa por Agüero (A); a los 28, Ezequiel Lavezzi por Higuaín (A); a los 37, Maximiliano Rodríguez por Di María (A); a los 38, Renato Ibarra por Benítez (E).

Arbitro: Víctor Rivera (Perú).

Cancha: River Plate.

Canción de Malvinas, Luna Sujatovich... De Alguna Manera...

 Canción de Malvinas...



Luna Sujatovich, su encanto y su voz... 

La Marcha de las Malvinas es una canción oficial de la República Argentina compuesta en 1940 y dedicada a la reivindicación Argentina de soberanía sobre las Islas Malvinas.

Es entonada en las escuelas y en todos los actos oficiales de reivindicación de soberanía.

Estos actos se producen, de forma estable, el día 10 de junio de cada año, cuando se conmemora la designación de Luis Vernet como primer gobernador Argentino en las islas en 1829. La otra fecha es el 2 de Abril, cuando se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. Ese día de 1982 se inició la Guerra de las Malvinas.

Historia

El 9 de julio de 1939, durante la presidencia de Roberto M. Ortiz, se creó la «Junta de Recuperación de las Malvinas» con el objetivo de contribuir a la difusión y conocimiento del tema entre la población; entre otras actividades organizó un concurso poético-musical. El 3 de enero de 1941 se dio a conocer la composición ganadora en un acto público en el Salón Augusteo de Buenos Aires: Marcha de las Malvinas, por José Tieri y Carlos Obligado.

Tuvo especial difusión por los medios de comunicación durante la guerra contra Gran Bretaña en 1982 por la posesión de las islas.

Desde la presencia argentina en Puerto Argentino, capital de las islas en 1982, y hasta la actualidad en modo de reclamación de soberanía, se canta: «Brille, ¡oh patria!, en tu diadema la Argentina perla austral»
 

Marcha de las Malvinas 

Tras su manto de neblinas,
  
no las hemos de olvidar.
"¡Las Malvinas, Argentinas!",
clama el viento y ruge el mar. 

Ni de aquellos horizontes 
nuestra enseña han de arrancar,
pues su blanco está en los montes
y en su azul se tiñe el mar. 

¡Por ausente, por vencido
bajo extraño pabellón,
ningún suelo más querido;
de la patria en la extensión! 

¿Quién nos habla aquí de olvido,
de renuncia, de perdón? ...
¡Ningún suelo más querido,
de la patria en la extensión.

¡Rompa el manto de neblinas,
como un sol, nuestro ideal:
"Las Malvinas, Argentinas
en dominio ya inmortal"! 

Y ante el sol de nuestro emblema,
pura, nítida y triunfal,
brille ¡oh Patria!, en tu diadema
la perdida perla austral. 

Coro

¡Para honor de nuestro emblema
para orgullo nacional,
brille ¡oh Patria!, en tu diadema
la perdida perla austral. 

© Leo Sujatovich