Mostrando las entradas con la etiqueta Martín Sabbatella. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Martín Sabbatella. Mostrar todas las entradas

sábado, 22 de febrero de 2014

Ni el volantazo alcanza… De Alguna Manera...


Ni el volantazo alcanza…


Tarde, el Gobierno baja sus banderas: drogas, dólar, Clarín, inflación, intendentes del PJ y hasta Venezuela. ¿Seguirá?

Nadie se atrevió nunca a decírselo a Cristina. Es que les temen a sus gritos y castigos. Pero como en el cuento de Andersen, la reina está desnuda. El modelo se fue descascarando hasta quedar, impúdicamente, con su esqueleto al aire. En los últimos tiempos las evidencias son de una contundencia irrefutable hasta para los que se fanatizaron por convicción o por dinero.

Veamos algunos ejemplos:

1) En la patética discusión pública que condenó al silencio a Agustín Rossi en un tema tan grave como la instalación del narcotráfico, nadie pudo explicar por qué Brasil, Chile y Uruguay tienen radarizado el 100% de su espacio aéreo y la Argentina, sólo el 10%. Y estamos hablando de radares 3D, que puedan detectar aviones que vuelan a baja altura. ¿Es tan grande el nivel de corrupción en la cima del Estado que son capaces de dejar desprotegido el futuro de varias generaciones que implosionan y multiplican la muerte cuando se consolidan los carteles de la cocaína? ¿O van a decir que no hubo dinero en esta década para atender algo tan estratégico, tan de vida o muerte? Tal vez no les importe la prostitución de las instituciones y la muerte cotidiana como resultado de la penetración de ese crimen organizado.

2) Axel Kicillof está tan desorientado y desesperado que no le importa mandar al muere a Tierra del Fuego y sus fábricas con tal de no soltar un dólar. Pero como también teme que colapsen en 15 días todos los teléfonos celulares por falta de insumos dice que es capaz de mirar para otro lado si las empresas les compran directamente a los grandes fabricantes en el exterior. Y eso que el relato productivista e industrialista sigue firme. Débora Giorgi –desde Ezeiza– y Cristina –desde Florencio Varela– recordaron que cuando llegó Néstor había ochenta parques industriales, “muchos de ellos eran potreros y hoy inauguramos el número 316”. ¿Alguien le preguntará al ministro Kicillof cómo puede seguir en el Gobierno después de haber dicho que Repsol le iba a tener que pagar a la Argentina por su daño ambiental y terminamos indemnizando a la empresa española con 5 mil millones de dólares? No fue un pequeño error de cálculo. Relató un penal a favor y terminó haciéndose un gol en contra.

3) Es extraño que el Gobierno diga en voz baja y sólo por boca del “ladriprogresismo” que derrotó a Clarín con la aplicación de la Ley de Medios. Si fuera cierto, ¿no deberían celebrar semejante toma del palacio de invierno? Algo no cierra. Fue planteada como la madre de todas las batallas. Martín Sabbatella y Víctor Hugo Morales dicen que ganaron, que el Grupo “se rindió ante el imperio de la ley”, pero nadie grita los goles. ¿Qué pasó? ¿O en realidad fue Cristina la que tiró la toalla? Fue tanto el odio que condujo esa pelea que los llevó a un callejón sin salida. Nadie le hizo caso, pero Teresa Parodi propuso el lunes pasado como “un día de festejo para los trabajadores de la cultura” porque “terminar con los monopolios mediáticos es un paso fundamental”.

4) El ajuste ortodoxo y conservador de Cristina deberá pasar esta semana la prueba de fuego con las paritarias de los trabajadores. La Presidenta pidió “responsabilidad” a los dirigentes sindicales. Roberto Lavagna se preguntó: “¿Qué significa eso? ¿Pedir el 20% cuando la inflación es más del 30% es responsabilidad?”. El ex ministro de Economía que rechazó por inexistentes todas las explicaciones conspirativas de Cristina dijo que un gobierno nacional y popular no tiene que tener como variable de ajuste ni el salario ni las fuentes laborales.

5) Acalorada como pocas veces, la Presidenta hizo ayer un esfuerzo hasta estético en Florencio Varela para evitar que huyan de su lado más intendentes o dirigentes justicialistas. Sentó a Daniel Scioli y a Julio Pereyra en lugares de privilegio, y La Cámpora tuvo menos cámara en esta ocasión. Tal vez sea demasiado tarde para lágrimas. La inmensa mayoría de los cuadros justicialistas ya piensa en un nuevo jefe, en alguien que les pueda garantizar la continuidad en el poder después de que Cristina vuelva al llano. Muchos piensan en Scioli, otros esperan la evolución de Sergio Massa. Sólo el núcleo duro confía en un candidato del palo, al estilo Sergio Urribarri. Es que el Gobierno camina por un peligroso desfiladero económico y lo hace en chancletas. De un lado tiene la hiperinflación, si no controla la puja distributiva, y del otro la recesión, si continúa con el enfriamiento de la actividad. Hay un debate encubierto entre las primeras espadas K. Algunos dicen que tienen que llegar de pie a 2015, aunque sea desangrados en su discurso revolucionario y mostrando la verdadera cara del modelo, y los más fundamentalistas apuestan al portazo victimizador.

6) Curiosamente, hasta en su apoyo a Nicolás Maduro la Presidenta actuó con prudencia. Comprendió que el tema divide aguas y crispa a grandes sectores sociales. Es verdad que no se atrevió a cuestionar el pedido de fusilamiento que hizo Luis D’Elía, sólo pidió “más tolerancia con nuestras lenguas”, pero tampoco apeló a la flamígera verba chavista.

7) Como contracara de lobo feroz frente al disfraz de cordero patagónico, el grupo antidemocrático Quebracho fue el autor material, acompañado y protegido por la Policía Federal, de los escraches violentos cuya autoría intelectual fue de la Presidenta. Hubo persecusiones y aprietes de todo tipo, muchos de los cuales silenciados por sus propias víctimas para “evitar que se produzca el efecto contagio”.

Lo nuevo es que tanto tiraron de la cuerda que no alcanza ni el volantazo a la derecha.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 22/02/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Alfredo Leuco en Gvirtzneilandia... De Alguna Manera...


La verdad caliente…


El columnista de Perfil relató lo que le ocurrió y los indicios de que no se trató de un simple ataque al voleo.

Entre otras cosas, me robaron la única computadora que tengo y por eso estoy aquí, en medio del cierre de la redacción, como en los viejos tiempos. Dudo mucho que haya un lugar mejor en el mundo.

En la facultad me enseñaron que los hechos son sagrados. Aquí van, después viene la opinión que es libre. Me llamaron, para solidarizarse y ofrecer ayuda en la investigación de lo que realmente sucedió, especialistas de todos los palos, de los buenos y de los malos, de izquierda y de derecha, civiles expertos y jueces federales.

Cada uno tiene su conocimiento. El saldo más relevante: no hubo uno solo que dijera que lo que me ocurrió fue un robo al voleo, y eso que les insistí en el tema. Pero hubo conclusiones que comparto:

1) Es un abogado que sólo defiende malos y corruptos de todo pelaje, desde este gobierno kirchnerista y hasta la dictadura. Nunca tomé un café con él. Pero sabe de qué habla. “Te atacaron los que en la jerga se llaman ‘motoqueros seleccionados’. ¿Qué significa eso? Son grupos especiales que, como los barras bravas, hacen trabajos por encargo con la modalidad dos ruedas. Muchas veces no saben ni quién los contrata. Les garantizan la zona liberada y reciben su paga.”

2) Un juez federal indignado me dijo: “Lo que te hicieron es una vergüenza. No hay que permitir que esto siga porque es muy peligroso”. Me aseguró que no hay relación costo-beneficio en lo que pasó. Cuatro tipos de casco, ropa para lluvia negra y flamante, arriba de dos motos Enduro, tipo cross, al mediodía, en uno de los lugares más custodiados de la Argentina, no se corresponde con afanarle una mochila a un viejo pelado que cruza Avenida de Mayo. Si ellos sabían que ese viejo pelado de mochila negra era yo quiere decir que no fue al voleo. Que alguien me marcó y les hizo oler mi sangre a los tiburones.

3) Fue apenas di tres pasos adentro de la galería que está al lado del café Tortoni. Colas de turistas brasileños y japoneses, con relojes y máquinas de fotos de última generación, pretendían entrar a esa maravilla arquitectónica. Por eso siempre hay dos policías federales con chaleco naranja al lado. Ese día no estaban.

Los comerciantes que me conocen y vieron todo lo que pasó me dijeron que “justo estaban de vacaciones”. Los dos juntos. En noviembre. En fin. A dos cuadras, o menos, está el edificio que alberga a la embajada de Israel. Hay vallas anti Quebracho-D’Elía y tres patrulleros para custodiar semejante lugar, que es un potencial blanco terrorista. A ocho cuadras está la Casa Rosada. El motochorro que luchó conmigo demoró demasiado tironeando de la mochila que yo no quería largar, en un gesto típico de locura de periodista.

En el medio del remolino, yo pensé, crean o no, en mis treinta años de trabajo convertidos en bits. Tanto resistí que se bajó el que iba atrás de la segunda moto. Cachiporrazo en el codo derecho, pero no aflojé. Patada furibunda en la costilla derecha y perdí el invicto. Al salir, sin tener los pies bien afirmados, otro cachiporrazo, de esos cortitos con una bola en la punta, me pegó en la cabeza, pero sin fuerza, en retirada, como diciendo: nos hiciste laburar, guacho.

4) Caminé por la galería hasta Rivadavia 835, entré a radio Continental, como todos los días. Subí por el ascensor hasta el tercer piso y, ante mi asombro, en las pantallas de la tele del informativo la placa roja de Crónica decía: “Violento asalto a Leuco”. No podía creerlo. Yo no había tenido tiempo ni de contarle a mis compañeros. ¿Los muchachos de Crónica escucharon la red policial con los handies como siempre? ¿Le batió la justa un rati? ¿Cómo se enteró la cana tan rápido que ese gordo pelado de la mochila negra era Leuco? Veremos las filmaciones que, espero, aparezcan rápidamente.

5) Sigamos con las fuentes que más conocen de estos temas pesados. La policía bonaerense y un importante ex jefe del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), ahora asimilado totalmente a la democracia. Utilizaron los mismos términos y razonamiento: “Te la pusieron, te la hicieron. Nadie se cree que fue un robo”. No fue una salidera porque no salí de un banco. Dejé el auto en una playa privada y caminé dos cuadras. No voy siempre en auto, en general viajo en el Metrobus.

6) Un experto en inteligencia con cursos en el exterior me enseñó un camino para hacer algunas conjeturas. “Revisá en los últimos dos meses a qué personas criticaste más duro.” “A todo el Gobierno”, le dije pelotudamente orgulloso. “Buscá en serio”, fue casi la orden. “Y fijate quiénes tienen vinculación con algún hecho de violencia, patota o metodologías no democráticas en la resolución de los conflictos. Y después, pensá qué tenías realmente importante en tus mails y en tus archivos.”

La conclusión fue inquietante. Pero nada prueba nada y no sirve ni siquiera para una sospecha. Los motochorros especiales, o mercenarios en moto, no tenían una camiseta con el nombre de un partido ni de una agrupación ni me dijeron, “hijo de puta, esto es un mensaje de tal o cual”.

Encontré que últimamente me dediqué con especial atención a cuatro militantes K de distinto palo, dos de derecha y dos de presunta izquierda. Todos tuvieron algo que ver con hechos violentos en el pasado mediato o inmediato. Vamos por la derecha: Guillermo Moreno y Raúl Othacehé. Patoteros ambos.

En el Indec, el primero, apretador de empresarios y mujeres con un amigo de Acero. El segundo podría poner una academia con título habilitante para romper cabezas de “troskos y zurdos” o ex zurdos, como en el caso de Martín Sabbatella, que lo sufrió en carne propia, lo denunció varias veces, pero que ahora tuvo una conveniente amnesia porque son aliados en las listas que apoyan a Cristina. Datito extra: el Vasco Othacehé, amigo de la Presidenta, me mandó una carta documento para que me rectifique, pero yo puedo ratificar todo lo que escribí sobre él.

Los dos de presunta izquierda son Luis D’Elía y Horacio Verbitsky. Uno tomó una comisaría, anunció un golpe de Estado para ayer y agredió a un cacerolero, entre otras actitudes violentas. El otro fue un jefe de inteligencia de Montoneros y siempre tuvo relación con el mundo de los espías. Hoy se está haciendo un festival porque ejerce de hecho una jefatura paralela.

En este caso, hay algo más preocupante. Mis mails, que según me dijeron fueron “visitados” por personas extrañas, tenían un intercambio con una editorial donde me comprometí a escribir una biografía no autorizada del periodista de Página/12. En una carpeta de “Mis documentos” guardé unos “no papers” de algunas pistas que me dieron sobre el rol de Verbitsky durante la dictadura. ¿Cómo fue que sobrevivió semejante cuadro y de ese rubro? Nunca quedó demasiado claro y por eso se ganó el odio y algunas declaraciones de dos integrantes de la conducción de Montoneros y de un ex canciller, no de agentes de la CIA.

Aclaro que ya desistí de escribir el libro. No lo hice ahora por esto que pasó. Fue hace diez días y porque no tengo tanto tiempo para chequear rigurosamente la nueva información que está circulando. Algún otro lo hará.

Insisto en el concepto porque no quiero acusar falsamente a nadie. Relato hechos y hago conjeturas. Son puntas para que alguien pueda investigar a fondo.

7) La más terrible de las últimas agresiones las sufrí en la calle, como espejo de las pantallas de la tele y las redes sociales. La orquesta de celebración por la paliza y el robo sólo puede explicarse por el odio que instalaron y que la historia les va a facturar: “Te lo merecés. Fue poco lo que te pasó”. El jueves a la noche, después de las placas de tórax que me tuve que hacer para ver si tenía costillas fisuradas, a dos cuadras de mi casa en San Telmo, un tipo me dijo en la cara: “Por culpa de golpistas hijos de puta como vos, el país esta así”.

Me dieron ganas de ahorcarlo en la vereda. Pero seguí por última vez los consejos políticamente correctos: “No te prestes a la provocación. No te bajes a su altura. No respondas con la misma moneda. Vas a generar un efecto imitación y te van a escrachar más. Vas a estar horas en 6,7,8 y es peor. Bajá la cabeza y soportá”.

El jueves lo hice por última vez. En estos diez años no me dio resultado ocultar los hechos que me sucedieron y retroceder en silencio. Me agreden cada vez más, pero como no lo cuento dicen que son mentiras, y si lo cuento, como en la OEA, dicen que soy un alarmista destituyente. No agacho más la cabeza ni me dejo humillar para no darle pasto a las fieras. Es políticamente incorrecto, pero es en defensa propia. Vengo del pueblo hebreo, que debatió durante años si la mansedumbre colaboracionista reducía el horror o lo justificaba.

8) ¿Cómo reaccionó el Gobierno? Se dividió claramente en dos grupos. Los que tienen matriz peronista se solidarizaron y alguno me dio una gran ayuda. No los nombro porque no quiero generarles problemas con Cristina. Los ladriprogresistas se manejaron con silencio público y fogoneo soterrado en internet. Salvo un “tonton macoute”, un tal Barragán en Gvirtzneilandia, la ciudad de la fantasía, cara pero secreta. Titularon “La operación Magdalena-Leuco”. ¿Puedo ser tan boludo para hacerme pegar y robar todos mis documentos personales, del auto y mi computadora para apoyar a Magnetto? Te falta sopa, tonton.

9) Tengo un gran capricho que me articula. Me niego a mentir. Me puedo equivocar, como todos. Pero nunca a sabiendas. No cobro por hacer ni dar notas. Jamás alquilé mi opinión. Me revuelve el estómago decir que no hay inflación, que los presos no se escapan de las cárceles, que la inseguridad es una sensación, que Pino y el Pollo Sobrero se dedican a quemar trenes o que Lázaro Báez no conocía a Néstor. Ni por todo el oro del mundo. Ni por una mochila negra con una notebook.

10) Me voy por 15 días de viaje. Ya los grupos de tareas blogueros dicen que me asusté y que por eso rajo. Ni en pedo. Imberbes e ignorantes, aunque no les guste, puedo probar que milité por la democracia y los derechos humanos durante la dictadura. Con marchas con la Multipartidaria y el gremio de prensa a Plaza de Mayo y a San Cayetano cuando el riesgo era la desaparición, con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, con una medalla que me entregó Estela de Carlotto aunque ahora me odie, con un retén del Ejército que me fue a buscar a mi casa el 24 de marzo del ‘76 y no me encontró porque había ido a tomar la facultad para enfrentar el golpe. ¿Cómo voy a temer a los “tonton macoute” que ni siquiera eran dictadores, eran chupamedias de los dictadores.

Volveré en dos semanas y seré millones de bits. Firmado: El pelado de la mochila negra.

© Escrito por Alfredo Leuco el  sábado 09/11/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Clarín 2... De Alguna Manera...

Clarín 2...

Esta contratapa continúa la de ayer, ambas dedicadas al tema central de la audiencia pública de la Corte Suprema de Justicia por la Ley de Medios, que fue el de la escala: cuanto más grande es mejor, y cuanto más grande es peor. Por cuestiones de espacio focalicé ayer sobre si (y si sólo) se puede hacer periodismo de investigación político crítico de los gobiernos desde una empresa de medios muy grande. Y en la de hoy, sobre si el tamaño de Clarín afecta la pluralidad, dificultando el desarrollo democrático y/o la libre competencia, trabando el desarrollo económico.

Habría que comenzar diciendo que si una empresa es la primera en diarios, la primera en televisión, la primera en radio, la primera en cable y la primera en internet, o todos los demás son tontos o existe alguna ventaja que ese conglomerado tiene y dificulta a cualquiera competirle.

En un reportaje publicado en Perfil el sábado de la semana pasada, el CEO de Cablevisión, Carlos Moltini, dijo que sin la fusión de Multicanal con Cablevisión “la empresa no era sustentable en el largo plazo”. O el problema está mal planteado, o nos encontramos frente a un raro caso donde una empresa o muere o es líder en todo.

Yo no creo que Moltini mienta ni tampoco que Sabbatella esté totalmente equivocado, cada uno tiene su parte de razón. El problema es que, aunque la Corte Suprema pudiera descifrar lo verdadero de cada lado, no podría resolver el problema de fondo porque no tiene el poder absoluto del rey Salomón, quien ejercía simultáneamente el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La tarea quedará para un nuevo gobierno y un nuevo congreso a partir de 2015. Lo que la Corte ahora podrá hacer es impedir que se rompa lo irreparable.

De cualquier forma, el debate es enriquecedor y preparativo para 2015, además de orientar a la Corte sobre qué cuidar.

Moltini dijo que Clarín no es sustentable en el largo plazo porque “la pérdida de lectores del diario es permanente. En TV abierta no hay un programa que supere los veinte puntos de rating. Los consumidores evolucionaron en la manera de acceder a los contenidos. Todo medio independiente hoy en la Argentina tiene algo atrás que le da sustentabilidad”.

Primero habría que aclarar qué es ese “algo” que tendrían atrás y que da sustentabilidad a los medios independientes, porque el diario La Nación o Editorial Perfil no tienen ninguna otra actividad que no sea medios gráficos y son a la vez independientes y hoy sustentables. Habría que precisar entonces a qué se refiere Moltini con “largo plazo”: ¿cinco años o cincuenta años? Ya Bill Gates pronosticó el fin del papel para el año 2000 y se equivocó por mucho. 

Hoy en día no se habla de una desaparición total del papel pero sí de una reducción sólo a la elite –como, por ejemplo, el teatro– para 2030 en Estados Unidos y progresiva a 2050 en el resto de los países. Paralelamente los diarios Clarín, La Nación o Perfil no serían sustentables en un largo plazo dentro de algunas décadas sólo si no hacen nada, mientras que, por el contrario, podrían encontrar en lo digital una oportunidad más grande que en el papel para entonces.

En televisión, cine o música continuamente aparecen ideas similares de catástrofe y de que la industria se acaba. Generalmente es hecha por gente que siente tener una edad profesional en la que ya superó su cenit y se deprime.

Siempre habrá información, entretenimiento y producción de contenidos. Quizás la nostalgia anticipatoria de Moltini podría relacionarse con lo que plantea el libro lanzado en abril pasado y que ya se transformó en un best seller de los medios, titulado The End of Big: How the Internet Makes David the New Goliath (para reforzar su idea, Moltini lo puede comprar por 18 dólares en papel en Amazon o sólo por 14 para leerlo en Kindle). Volviendo al teatro como ejemplo anticipado de los medios offline, después de varias décadas de reducción de la cantidad de espectadores, el teatro llegó a fines de los 90 en Argentina a un piso de 3 millones de espectadores anuales, para alcanzar más de 5 millones de espectadores anuales en la actualidad. Eso sí, las salas son más chicas que antes.

Pero seguramente Moltini no mira los medios como productor de contenidos sino como un técnico en telecomunicaciones y, desde la perspectiva de la conectividad, que es bien distinta a la de la producción de contenidos, Moltini tiene razón. La finlandesa Nokia era la mayor fabricante de celulares del mundo hace cuatro años y perdió todo su mercado porque no pudo competir contra Apple y Samsung. Fue vendida ahora a la norteamericana Microsoft, que tendría tamaño suficiente para competir con otra norteamericana y una asiática (el producto bruto de Finlandia es la mitad del de Argentina).

Previamente al 7D, Moltini dio una entrevista a Mariano Grondona y dijo: “Telefónica es 16 veces más grande que Cablevisión, la fusión de Cablevisión y Multicanal fue la convergencia de infraestructura para el desarrollo de los servicios triple-play y cuádruple-play. Cablevisión y Multicanal se fusionaron porque era la única posibilidad que tenían de subsistir en un mercado competitivo de las comunicaciones en el cual la masa crítica es absolutamente necesaria para seguir prestando los servicios. La fusión trajo la digitalización, el HD y el Fibertel 30 megas.

Y el poder ser una empresa competitiva e independiente que pueda dar una pelea en el espacio de las telecomunicaciones. Cablevisión sólo tiene el 10% del mercado de las telecomunicaciones en Argentina. Si fuéramos más pequeños no existiríamos, porque no tendríamos la masa crítica para invertir ni dar un servicio competitivo ni apetecible para nuestros clientes. Lo que pasaría es que los grandes operadores como Telefónica, a la que le aprobaron la fusión con Telecom, pasarían a ser prácticamente los dueños de todo el negocio de las telecomunicaciones, como sucede en Perú”.

Exacto; en el mercado peruano, más chico, no existieron un Clarín ni, como en México, un Slim, que le hicieran frente a Telefónica. Dependiendo de la perspectiva, hasta podría ser un motivo de orgullo que Argentina cuente con una empresa de telecomunicaciones con mayoría nacional (40% es de un inversor mexiconorteamericano). En México, Slim lo logró recibiendo el monopolio de la telefonía, que era del Estado cuando, en 1990, se privatizó Telmex.

Pero Brasil, seis veces mayor que la Argentina, no pudo generar una empresa de telecomunicaciones mayoritariamente nacional porque los tres grandes operadores son Telefónica, Telecom y el propio Slim. La Globo tuvo que venderle a Slim la empresa equivalente a Cablevisión que tenía en Brasil cuando no pudo pagar su deuda y no tuvo la influencia suficiente (quizá tampoco el deseo, porque esa deuda no arrastraba a todo el grupo) para hacer modificar la Ley de Quiebras y sancionar otra de Bienes Culturales, como pudo hacer Clarín en Argentina. Lo mismo sucedió con la operadora de televisión por cable de Editorial Abril, que por los mismos motivos fue vendida a Telefónica de Brasil.

Clarín logró lo que ninguna empresa de medios de Brasil pudo lograr –a pesar de ser todas ellas más grandes– gracias a que, al ser productor de contenidos periodísticos, utilizó su influencia como constructor de subjetividad política para presionar por regulaciones que le permitieran crear un “pequeño monopolio” en comparación con el de Slim, en su caso desde el cable.

Con la perspectiva de Moltini, un negocio decadente como el de la producción de contenidos se debía usar para intervenir en la creación de un negocio con futuro, como el de las telecomunicaciones. El problema aparece cuando, al tener que reinvertir parte de las ganancias de las telecomunicaciones para aumentar la influencia como generadores de contenidos y así mantener y potenciar su poder de constructores de subjetividad para seguir influyendo, terminan afectando a todo el sistema de medios y a la pluralidad.

Para la Harvard Business School, lo que hizo Magnetto es genial. Para los profesores de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, sería criticable.

El negocio de las telecomunicaciones es en la Argentina decenas de veces mayor que el de la producción de contenidos: ninguna empresa de producción de contenidos puede competir de igual a igual con otra que además tenga una empresa de telecomunicaciones. Y Clarín es la única empresa que actúa en todos los campos de la producción de contenidos y a la vez es dueña de una empresa de telecomunicaciones, explicándose así por qué es la número uno en diarios, radio, televisión, etc.

Dos frases del mundo de los negocios que resumen esa lógica: 1) “Los productos nunca fallan por sus propios errores, siempre fallan porque falta dinero; si existe la suficiente inversión para corregir y volver a probar, corregir y volver a probar, siempre se tendrá éxito”. 2) “La creatividad se compra; lo único que no se puede comprar (porque nadie que lo tenga lo vende) es la distribución (el acceso)”.

Falta agregar que Telefónica, que internacionalmente dejó de estar interesada en la producción de contenidos, mantiene Telefe para tener una puerta de entrada al Gobierno, lo que es otra forma muy criticable de utilización de un medio.

Después de todo lo expuesto, ¿qué habría que decirles a los legisladores de 2015? Lo primero es que Cablevisión/Multicanal/Fibertel es una empresa eficiente, además con mayoría de capital nacional, que no habría que estropear. Lo segundo es que hay que evitar que las empresas de telecomunicaciones utilicen su poder económico o logístico (el acceso) para controlar la producción de contenidos. Esto vale tanto para el Grupo Clarín como para Telefónica.

En las condiciones de la tecnología actual (en diez años puede ser todo diferente), y dado que todavía hoy quien tiene la posibilidad de impedir el acceso a señales de TV por cable para favorecer a las señales propias tiene un poder abusivo, lo ideal sería que las empresas de telecomunicación tuvieran prohibido producir contenidos y que, al mismo tiempo, no se redujera ni dividiera Cablevisión/Fibertel.

Si el 80% de las ganancias del Grupo Clarín proviene de Cablevisión/Fibertel, en términos económicos sería mejor para el dueño de Cablevisión/Fibertel no contar con el diario Clarín, Canal 13, radio Mitre, TN, etc., a cambio de asegurarse de que no lo obliguen a reducir Cablevisión/Fibertel el 20%.

Cuando internet cambie todo y la conectividad pierda su poder, allí el contenido será el rey, como desde hace años se viene pronosticando sin acierto. Pero falta por lo menos una década, y en Argentina, más. En síntesis: los medios pueden ser (y serán) más chicos. Las que no pueden ser más chicas son las empresas de telecomunicación.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 15/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


lunes, 25 de febrero de 2013

Silencio doloroso… De Alguna Manera...


Once, AMIA y los emblemas profanados...

"Que la oposición no me sea indeferente..." León Gieco. Dibujo: Pablo Temes.

Personajes simbólicos de la lucha contra la impunidad se mantienen llamativamente callados. ¿Por qué?

¿Dónde estuvieron el viernes Estela Carlotto, León Gieco, Martín Sabbatella o el rabino Daniel Goldman? ¿Qué argumento o cuál persona les impidió estar en la Plaza de Mayo luchando, como hicieron siempre, contra la impunidad, reclamando verdad, juicio, castigo y condena para los responsables de la muerte de 51 personas? ¿Qué ocupaciones los retuvieron durante todo un año para no producir algunos modestos gestos solidarios de cariño para los familiares de las víctimas? ¿Es posible que ellos, que edificaron su vida entrelazando esas banderas de los derechos humanos, hayan comprado esa perversa idea de que esos valores, que son universales, hoy tienen camiseta partidaria? No es mi intención cargar las tintas sobre estas cuatro figuras públicas. Las pongo sólo como ejemplo porque encarnan distintos orígenes. Cada uno es representativo de un tipo de expresión llamada progresista que al final de este proceso deberá rediscutirse para reconstruir el contenido vaciado de las palabras.

¿Quién es hoy progresista: Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas o Hebe Bonafini? ¿El que defiende siempre la vida de todos o el que lo hace sólo de una parcialidad y en algunas ocasiones? ¿Quién expresa la lucha por la libertad de los artistas para decir lo que a cada uno se le antoje: Manuel Callau, Luis Brandoni y Juan José Campanella o Federico Luppi?

¿Quién busca la verdad y denuncia la corrupción del gobierno más poderoso desde 1983: Jorge Lanata u Horacio Verbitsky? ¿Investigar y tener una mirada crítica desde el periodismo sólo es válido cuando el gobierno de turno no nos simpatiza?

Este gobierno profanó algunos emblemas fundantes de nuestra mejor tradición democrática. Y lo han hecho en nombre del progresismo, de la izquierda y pronto, de la revolución bolivariana. Es triste comprobar que treinta años después de haber recuperado la República, todavía tenga vigencia el nefasto lema dictatorial: “El silencio es salud”.

A quienes nombré, sin ningún ensañamiento ni mala intención, repito, no les exijo nada en lo personal. ¿Quién carajo soy yo para reclamarle algo a alguien? Sólo menciono sus casos para poner en debate una de las novedades más nefastas que incorporó el kirchnerismo.

Se puede discutir si se trata de una virtud de estratega o de un defecto de amoralidad. Depende de qué lado de la ideologitis uno se ponga. Pero uno de los misterios más indescifrables de Cristina es cómo hace para obligar a que gente que fue muy valiosa, por acción u omisión, vaya en contra de su propia naturaleza.

Se entiende la manera en que la Presidenta sodomiza a los empresarios, por ejemplo. Muchos (no todos) tienen muertos en el placard. Evaden impuestos en pala, tienen trabajadores en negro, viven de la teta del Estado. Son ferozmente extorsionados y por eso callan con una cobardía inédita. Son carne de extorsión porque tienen cosas que ocultar.

Están claros los mecanismos que utiliza Cristina con gobernadores, intendentes o legisladores nacionales. Primero los obliga a tener perfil bajo, después les corta el chorro de los fondos, y, si con esto no alcanza, les niega la firma para que puedan conseguir un crédito, como ocurre con sus enemigos íntimos: Scioli, Macri y De la Sota. Los diputados y senadores dependen de la bendición de Cristina para renovar su banca y tiemblan ante su dedo pulgar que puede apuntar para arriba o para abajo según el verticalismo que exhiban.

Pero, ¿qué herramientas utiliza para fomentar que Carlotto, Gieco o Sabbatella miren para otro lado y no quieran ni ver el tren criminal en el que gran parte de los muertos eran nacidos y criados en el territorio del ex intendente de Morón? ¿Cómo hace para que el rabino Goldman se haya quedado mudo frente al pacto de Argentina e Irán? Ninguno se ha enriquecido ilícitamente ni creo que tenga algo tenebroso que ocultar. Todos hicieron un camino ético A de C (Antes de Cristina). Todos demostraron coraje en distintos momentos para enfrentar a la dictadura o para denunciar los negocios sucios de Menem. Nadie podría asociar sus apellidos a la impunidad. Y sin embargo, hoy han autodesactivado su propio ADN. ¿Qué les pasó? Los que iban en el tren eran en su mayoría trabajadores humildes y estudiantes. Por el lado del clasismo, no tienen excusas.

Al principio, los familiares fueron sumamente respetuosos con Cristina. Me animaría a decir que la mayoría la había votado y algunos lo expresaron. No eran ni son un invento de Magnetto ni parte de la oligarquía destituyente. Una matriz corrupta de funcionarios, empresarios y sindicalistas los asesinó igual que a Mariano Ferreyra. La Presidenta, con su distancia y frialdad, fue construyendo a los familiares no como opositores, pero sí como gente sencilla que se sintió discriminada y maltratada. Por eso Cristina fue abucheada el viernes. Porque puso a los familiares en el freezer y luego los hirió, en lugar de abrazarlos junto a su corazón como hizo, por ejemplo, Dilma Rousseff ante un suceso similar en una discoteca cercana a Porto Alegre. No corresponde hacer psicologismo barato. Está claro, tal como también se vio en Cromañón, que Cristina tiene una dificultad seria para sentir el dolor de los demás. Pero la cuestión es más grave porque obliga a sus seguidores a tener la misma actitud, contradiciendo sus saludables trayectorias.

Podrán argumentar que la oposición política y mediática utiliza el caso de Once o de la AMIA para dañar al Gobierno que ellos defienden y al que consideran el mejor de la historia. Supongamos que sea así. ¿Qué les impidió a León o a Estela aparecer entre los familiares y decir: “Cristina es lo más grande que hay, pero quiero que haya justicia para los muertos de semejante masacre evitable”? ¿Dónde está la sensibilidad humanitaria para no hacer un acto en la estación de Morón? Hasta podrían haber movilizado a su militancia municipal y ponerse a la cabeza del reclamo de sus vecinos. El rabino Goldman fue capaz de criticar a Luis D’Elía cuando viajó a Irán para abrazar a los sospechosos del atentado. Pero ahora el líder de la comunidad Bet-El, que tuvo en Marshall Meyer al Pérez Esquivel de los judíos, no sale a la opinión pública con contundencia.

¿Podrían seguir apoyando a Cristina y marcar al mismo tiempo su disidencia sólo en un par de temas como Once y AMIA? ¿O el “vamos por todo” sovietiza e isabeliza las relaciones y el que no compra todo es expulsado culturalmente del colectivo cristinista? ¿Hay pánico de marchar rumbo a la Siberia de los disidentes? ¿Quién es más progresista: el rebelde o el sumiso? ¿Será ese el miedo que engendra el silencio?

© Escrito por Alfredo Leuco el domingo 24/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.